Aslan, Lucy, Susan y la Bruja Blanca pertenecen a C. S. Lewis. Kiara y Kovu pertenecen a Walt Disney Pictures. Solamente los uso con fines lúdicos.


10. Separación y muerte

Durante el montaje del campamento, la tristeza de Aslan se apodera de todos los corazones como si un salvaje fuego devorara la sabana. Incluso mi hijo, aunque está protegido dentro de mi vientre, puede sentir el abatimiento de todos.

Al caer la noche, una vez acostados todos, el extraño comportamiento de Aslan sigue reconcomiéndome el alma: o bien va a sucederle algo terrible o bien va a hacer algo terrible. Mi horrible presentimiento no me deja dormir a pesar de haber contado antílopes y de dar vueltas y más vueltas.

Como, definitivamente, no voy a conciliar el sueño, observo el tranquilo dormir: me encanta contemplar esa franca sonrisa en su fino hocico, su suave y espesa melena y el sereno subir y bajar de su pecho. Debe estar soñando con algo hermoso, puesto que no se mueve para nada. De repente, un par de voces interrumpe mi tierno momento:

— … No creerás que va a escabullirse y abandonarnos esta noche, ¿verdad?

—¿Dónde está? ¿Estará en el pabellón?

—No lo creo.

—Vayamos a echar un vistazo. Quizás le veamos.

—De acuerdo. Mejor buscarlo en lugar de quedarnos aquí despiertas.

Al levantarse del suelo, vislumbro dos pequeñas siluetas humanas: Susan y Lucy, y seguro que están hablando de Aslan. Si van solas a buscarle, con esa Bruja suelta, cualquiera sabe lo que les podría pasar, de modo que tomo una decisión muy difícil para mí, pero también necesaria:

—Kovu, mi amor —le susurro tiernamente al oído— las niñas podrían ponerse en un grave peligro, y requieren la compañía de alguien. Sé que tú preferirías que reposara aquí debido a mi estado, mas ellas necesitan el amparo de un adulto.

Intuyo que podríamos tardar más de lo esperado en vernos, de modo que apoyo mi cabeza sobre la suya y una de mis patas sobre su pecho y, paulatinamente, empiezo a abrir de nuevo el profundo vínculo que nos unió ayer. Finalmente consigo fusionar de nuevo nuestros corazones, prestándole parte de mis poderes y tomando yo parte de los suyos, de forma que siempre pudiéramos estar juntos y ayudarnos mutuamente en caso de apuro:

—Hasta pronto, mi vida —me despido cariñosamente, besando su mejilla.

Acto seguido trato de salir lo más sigilosamente posible del pabellón, sorteando a las criaturas durmientes. Una vez en la entrada, trato de captar las esencias de ambas humanas. Una vez conseguido, sigo su rastro a través del bosque hasta que doy con ellas a mitad de camino. Mientras, ellas habían seguido al regio león a través del bosque, pero parece muy distinto del majestuoso y bondadoso león que conocimos ayer: tiene la cabeza y la cola gachas, y anda muy muy despacio, como si estuviera cansado. Es la estampa de la honda tristeza, provocando que el alma se me partiera en dos.

Las tres seguimos a Aslan a través del bosque y por una sombría explanada. Cuando se terminaron las sombras, nos acercamos a él ya que se ha percatado de nuestra presencia:

—¿No deberíais estar dormidas? —pregunta con voz apagada.

—No podíamos dormir —dice Lucy.

—¿Podemos acompañarte, adonde sea que vayas? —pregunta Susan.

—Me gustaría tener compañía esta noche —responde el león— Podéis venir si me prometéis que os detendréis donde yo os diga.

Las niñas se ponen a sus lados y yo detrás de él. Anda tan despacio y su cabeza va tan gacha que da mucha pena. De repente, tropieza y cae al suelo con un gruñido sordo:

—¡Padre! —digo sin pensar, pues la nobleza de Aslan me recuerda a él— ¿te encuentras bien?

Me coloco al lado de su cabeza y acaricio mi cabeza contra su espesa melena.

—¿Estás enfermo, Aslan? —pregunta Susan, preocupada.

—No, estoy triste y me siento sólo. Por favor, niñas, sujetaos a mi melena para que pueda sentir que estáis ahí, y Kiara, permíteme que mi espíritu pueda acariciar el alma de tu hijo y continuemos.

Percibo de nuevo cómo la presencia dorada de Aslan envuelve de nuevo a mi bebé, mientras que las niñas agarran unos mechones de su melena, y seguimos… hacia la Mesa de Piedra:

—Queridas mías, aquí debéis deteneros. Pase lo que pase, no dejéis que os vean. Adiós.

Susan, Lucy y yo sentimos tanta pena por él, que rompemos a llorar a pesar de no saber apenas el motivo. Y besamos su melena, sus patas, su hocico y sus grandes y tristes ojos. Acto seguido, el león se separó de nosotras, dirigiéndose a lo alto de la colina.

Nosotras, agazapadas entre los matorrales, vemos a una deforme y grotesca masa compuesta por todos los seguidores de la Bruja Blanca, algunos de los cuales gritan de terror ante la mera presencia de Aslan. Incluso la Bruja parece estar asustada, pero se recompone enseguida y lanza al aire una carcajada de triunfo:

—¡Idiota! —exclama, lívida de ira— el muy idiota ha venido. ¡Atadlo bien!

Las tres ansiamos su potente rugido y que saltara sobre todos ellos. En cambio, permanece impasible como una roca. Dos arpías se acercan vacilantes a él al principio. Al ver que no opone resistencia, se apresuran a atarlos junto a enanos y monos, lanzando aclamaciones como si hubieran hecho algo muy valeroso:

—¡Aguardad! —ordena la Bruja— hay que afeitarlo primero.

Un coro de maliciosas risas surgió de entre sus esbirros cuando un ogro se acerca a Aslan con un extraño objeto chasqueante que paulatinamente le va cortando su hermosa y dorada melena. Yo casi rujo de indignación ¿cómo pueden arrebatarle el orgullo y las señas de identidad de nuestra especie? Y más a aquel león, tan bueno, noble e infinitamente misericordioso. Lo que más me enfurece es que lo comparen con un minúsculo gato. Pero tras la primera impresión, su rostro es mucho más noble y precioso que nunca:

—Ponedle el bozal —brama la Bruja.

Un grupo de aquellas repugnantes criaturas le ponen aquella degradante cosa, sin que Aslan oponga resistencia, lo cual incita a la chusma a asestarle patadas, golpes, escupirle y burlarse de él.

—¡Cobardes, cobardes! —solloza Lucy.

—Todavía te temen, incluso ahora —añade Susan, con la voz rota y lágrimas cayéndole por las mejillas.

Por mi parte, la indignación y la furia nublan mis sentidos de tal manera que no puedo articular palabra. Es increíble todo este atropello ¿Para qué quería la Bruja Blanca humillar así a Aslan?

Una vez aquella gentuza tiene suficiente, atan con tal crueldad al león sobre la Mesa de Piedra, que en realidad parece más una masa de cuerdas. La Bruja, con un extraño y puntiagudo objeto de piedra que me da muy mala espina, se acerca a su cabeza y le dice estas palabras con evidente desdén:

—¿Y ahora quién ha ganado? Idiota ¿creíste que con todo esto salvarías a la criatura humana? Y todo por amor. Me has entregado tu vida y no has salvado a nadie. Cuando te mate a ti y la Magia Insondable quede aplacada ¿qué me impedirá matarlo también a él? Sabiendo esto, desespera ¡Y MUERE!

Las niñas se tapan los ojos, pero yo veo fijamente cómo ella le clava la cosa de piedra en el corazón de Aslan.

Acto seguido, la Bruja proclama a pleno pulmón la muerte de Aslan entre los escandalosos vivas de sus seguidores:

Y ahora, seguidme todos —ordena— y demos fin de una vez a esta guerra. No necesitaremos mucho para aplastar a las sabandijas humanas y a los traidores ahora que el gran gato está muerto.

Susan, Lucy y yo nos agazapamos más entre los arbustos, ya que esa asquerosa chusma pasa junto a nosotras. En otros momentos, hubiéramos tenido miedo, pero la tristeza, la vergüenza y el horror de la muerte de Aslan ocupaban de tal modo nuestras mentes, que apenas reparamos en ello.

Para mí de hecho me ha conmocionado tanto como si la Bruja hubiera sacrificado a mi propio padre.

—¡Dios mío, Kiara, estás sangrando! —exclama horrorizada Lucy

Y es cierto: una pequeña cantidad de líquido viscoso estaba saliendo de mi bajo vientre: ¡estaba abortando!

¡NOOOOOOOOO! —grito desesperadamente, presa del pánico— no me dejes ahora, mi niño, quiero verte nacer para saber que aún hay esperanzas de futuro.

Y a pesar de todo el dolor físico y emocional, concentro de nuevo todos mis poderes en torno a mi hijo, pero esta vez percibo que mi vínculo con mi compañero es aún más fuerte que cuando derrotamos a la Bruja Blanca. De la nada, aparece una esfera de niebla gris que dibuja el rostro y la melena inconfundibles de Kovu:

—Kiara mi amor —escucho su inconfundible voz— ve junto al cuerpo de Aslan

—¿Estás seguro, Kovu? —le pregunto, con lágrimas en los ojos— no quiero perderlo"

—Estoy seguro que sí —me responde con ternura— Ve con las niñas. Yo te ayudaré a proteger a nuestro hijo.

—¡Rápido, Kiara! —exclama Susan, cogiéndome del torso— tenemos que llegar antes de que pierdas a tu hijo. Ayúdame, Lucy.

Las dos hermanas, que parecían haber adquirido fuerza sobrehumana, me llevaron en volandas hasta la mesa. Toco con una de mis zarpas delanteras el frío cuerpo del león yaciente, el cual aún tiene un débil pero constante flujo de magia que recorre todo mi cuerpo, deteniendo el aborto del bebé.

"Gracias, Aslan" —pienso, llena de gratitud.

Y apoyo mi rostro en una de sus mejillas, llorando al mismo tiempo de pena y de alivio.


Lamento muchísimo la demora a la hora de publicar, pero he tenido una temporada un poco complicado. Gracias sobre todo a Shimmy-Tsu por su gran fidelidad a este fic, su paciencia y por todos sus reviews. Va para ti, guapa ;).