Kiara, Kovu y Oreius son propiedad de Walt Disney Pictures. Aslan, la Bruja Blanca, los hermanos Pevensie, el señor Castor y Tumnus son propiedad de C. S. Lewis.


14 La desolación vuelve a la vida

Aquel patio de fría piedra parece un cruel cementerio: cientos de almas inocentes condenadas a permanecer dentro de su dura prisión para siempre, con sus vidas, sus ilusiones y sus sentimientos congelados. Me asquea que la Bruja, con todo su ego y vanagloria, los exhibiera como trofeos, como muestra de su supuesto poderío.

Aslan se acerca a la estatua más próxima, la de un león con unos feos dibujos en el rostro, y sopla sobre él. Luego, se encamina a un enano situado a pocos metros de la primera estatua, luego a una dríade y así sucesivamente.

—Susan, Kiara ¡mirad el león! —exclama Lucy.

Al principio no parece que sucediera nada, pero conforme avanzan los minutos, la fría piedra va dejando paso paulatinamente a un hermoso ejemplar de mi especie, de pelaje dorado y una magnífica melena. Abre la boca en un magnífico bostezo, y al sentirse libre corre hacia Aslan y se abraza a él.

A nuestro alrededor, todas las estatuas fueron cobrando vida, de forma que toda esa desolación inicial se convirtió en una explosión de vida y de alegría. Todas las criaturas se arremolinaron alrededor de Aslan entre risas y canciones. El Gran León se dirige a la estatua de un gigante y le sopla en los pies:

—¿No será peligroso?— pregunta Susan, un tanto inquieta

—No pasa nada— responde Aslan— en cuanto los pies vuelvan a la normalidad, le seguirá el resto del cuerpo.

—No me refería a eso— nos dice Susan.

Pero ya no se podía hacer nada al respecto. El gigante fue poco a poco recuperando su libertad de movimientos hasta que desapareció toda la cubierta de piedra:

—Vaya, me he echado una tremenda siesta —dice el gigante— ¿dónde está esa maldita Bruja? La estaba viendo corretear a mis pies.

Varias criaturas le explican a gritos lo que está sucediendo, aunque él tiene que pedir varias veces que se lo repitan. Cuando finalmente lo ha entendido, esboza una sonrisa llena de felicidad.

—¡Ahora a la casa! —ordena Aslan— ¡No dejéis un solo rincón sin registrar! No sabemos dónde ha podido ocultar la Bruja a un pobre prisionero.

Los soldados de a pie de la Bruja se están aproximando a nosotros. Peter desenvaina su espada y ordena a los grifos a tirar grandes rocas de las alturas. Algunas consiguen dar en el objetivo, pero los enanos tratan de derribarlos con sus mortíferas flechas.

— ¡Por Narnia! ¡Y por Aslan! —grita Peter a modo de grito de guerra.

Acto seguido, se lanza hacia la avanzadilla de la Bruja seguido por Oreius y por mí, además de por el restos de nuestro ejército. Por unos minutos, que parecen horas, vamos preparando nuestras armas para luchar: las viseras de los yelmos se bajan, Oreius desenvaina sendas espadas, la fila de centauros y faunos bajan las lanzas y yo saco mis garras y mis colmillos, pensando en todo momento en mi querida Kiara y en nuestro hijo no nacido:

"Va por vosotros, que sois toda mi vida. Voy a luchar para que podamos vivir en paz en esta hermosa tierra."

Inmediatamente después, ambos ejércitos chocamos, yo concretamente contra un tigre blanco al que hinco mis colmillos y propino varios zarpazos en sus costados, dejándolo muy mal herido.

Durante los próximos minutos, el castillo es un hervidero de actividad. Escaleras arriba y abajo, todos vamos encontrando una nueva estatua o una colección de ellas, e inmediatamente Aslan es llamado para liberar a todas ellas.

Uno de los mejores momentos es cuando Lucy se encuentra con su querido amigo:

—¡Aslan! ¡He encontrado al señor Tumnus! Deprisa

Nada más es liberado, el fauno y la humana entrelazan sus manos y dan vueltas y más vueltas con mucha alegría. Al parecer la experiencia de ser estatua no había hecho ningún daño a Tumnus y estaba muy interesado en lo que le contaba su amiga.

De repente, tengo una sensación muy extraña: como si el pasado pidiera misericordia. Y una tanda de imágenes borrosas de un grupo de estatuas de piedra se muestra ante mí, aunque están lejos de aquí, bajo un árbol.

—¡Aslan! —llamo— ven, necesito tu ayuda

—¿Qué ocurre, querida? —inquiere el gran león dorado

—He tenido una especie de visión. Lejos que aquí hay más prisioneros. Lo más curioso es que no los había visto antes y me parece que algo sutil me lo ha advertido.

Aslan toma con sus enormes patas delanteras las mías y repasa suavemente mis recuerdos con su dorada aura:

—Son los recuerdos de Edmund —dice finalmente— Le apena que la Bruja congelase a ese grupo de criaturas. Tu poder y el de tu esposo combinados ha hecho de canalizador para que los podamos rescatar.

A continuación, lanza un prodigioso rugido y trae al grupo hasta nosotros. Lo compone una familia de ardillas, dos sátiros y un enano, todos sentados, y un zorro levantado con una copa en su zarpa, como queriendo decir algo. Todos están alrededor de una mesa con comida. Aslan sopla sobre ellos y al momento se liberan de su prisión de piedra:

—¡Aslan! —grita el viejo zorro, abrazando afectuosamente al león— nos has liberado. Nunca podremos agradecértelo lo suficiente.

—Creo que sí que podemos hacer algo —interviene la mamá ardilla— la leona está embarazada y parece exhausta. Creo que aún nos queda algo de carne, además del pudin de pasas. Vamos, querida —dice dirigiéndose a mí.

—No sé… —digo, porque los demás tampoco han comido nada.

—No te preocupes, Kiara —dice amablemente Aslan— tenemos un largo viaje por delante y necesitarás recuperar fuerzas.

—¡Susan, Lucy! —grito, llamando a las hermanas— venid a comer vosotras también.

Y las tres damos buena cuenta de la comida que queda en la mesa.

Nuestro ejército sigue enfrentándose a la avanzadilla del enemigo hasta que, repentinamente, la Bruja empieza a avanzar junto al resto de sus seguidores. Pero un fénix, seguramente mandado disparar por Edmund, dibuja su estela de fuego justo delante del carro de la Bruja.

Los nuestros estallan en vítores pero la ígnea barrera enseguida sucumbe ante un hechizo de nuestra enemiga.

—¡Retirada! —ordena Peter— Llevadlos hacia las rocas.

Uno de los soldados hace sonar un enorme cuerno y todos los que allí se hallan empiezan a correr hacia el roquedo que queda detrás de nosotros.

—Vamos —nos dice el futuro rey a Oreius y a mí— ¡id hacia las rocas!

—Alteza —rebate el centauro— queremos ir junto a vos para defenderos

—¡AHORA! —insiste el aludido en un tono que no admite réplica— como rey, debo ser el primero en el ataque y el último en la retirada, eso me ha enseñado Aslan.

Todos vamos hacia el punto indicado, con el enemigo pisándonos los talones. Una vez que no hay peligro de dañar a los nuestros, los arqueros disparan certeramente a la primera línea enemiga.

Pero uno de los enanos de la Bruja también ha disparado con innegable puntería al blanco unicornio de Peter, derribándolo. Su hermano le dirige una mirada angustiada y preocupada a la vez, de la cual Oreius se da cuenta:

—Debemos ayudarlo —me dice— la Bruja se está acercando peligrosamente a él.

Asiento y ambos corremos con todas nuestras fuerzas para evitar que dañen a nuestro rey, el cual grita un "no" desesperado cuando lo hemos pasado. Entre tanto, vamos derribando enemigos a derecha e izquierda. Cuando alcanzamos el carro, el centauro trata de arremeter rápidamente contra la malvada pero ella es más rápida, y en menos de lo que se tarda en parpadear, lo ha convertido en una estatua de piedra que cae al suelo, totalmente inerte.

—¡NO! —exclamo, sintiendo la pérdida de un soldado tan diestro y leal.

Pero no puedo lamentarlo por mucho tiempo, pues tengo a la enemiga ante mí y debo hacer algo al mismo tiempo rápido y efectivo. Se me ocurre penetrar en su mente para desviar su atención y así conseguir la varita, pero ella rápidamente la aparta:

—¡TÚ! —exclama llena de ira contenida— ¡Tú fuiste quien me impidió hacerme con ese cachorro de león!

—¡No te atrevas a hablar de mi hijo, Bruja! —le espeto con toda mi ferocidad— Él o ella nacerá para ser feliz, no para satisfacer tus caprichos.

Ambos nos miramos fieramente a los ojos y empezamos a caminar en círculo midiendo nuestras fuerzas. De repente nos enzarzamos en una fiera lucha de espada contra garras. Descubro una nueva faceta de mi poder, y soy capaz de desviar los hechizos de mi enemiga solamente con desearlo.

—Tienes unos poderes magníficos, león— dice repentinamente, deteniendo nuestro combate

Yo me quedo paralizado por la sorpresa. ¿Qué es lo que pretende con halagarme?

Al momento me doy cuenta de mi error, al cogerme con la guardia baja, ella ha introducido la varita en mi corazón. Trato de detener el hechizo con mis poderes, pero ya es demasiado tarde:

—¡Estúpido! —dice la Bruja en tono triunfal— mi hechizo de convertir en piedra se consuma al instante, pero al intentar resistirte, se ha concentrado en el corazón y sufrirás una agonía lenta y dolorosa.

En ese instante, una oleada de dolor sacude mi cuerpo, provocando que ruja fuertemente.

—Nos vemos en el infierno, león —se despide ella de forma socarrona.

Repentinamente recuerdo que mi poder y el de Kiara están conectados. Maldigo por lo bajo y rezo para que ella se encuentre lo más cerca de Aslan posible, para que mitigue su dolor si éste se produjera.

Las niñas y yo terminamos de comer. Justamente después, siento un agudísimo dolor en mi pecho que me hace gritar:

—¡Aslan! ¡Aslan! —llaman las niñas desesperadamente— ¡Ayúdanos!

El león dorado viene corriendo hacia nosotras. Inmediatamente, atrae mi cuerpo hacia el suyo y vuelve a transmitirme su pacífica y dorada aura, logrando calmar mi dolor:

—Me temo que tu amado ha sufrido un ataque a manos de la Bruja. Debemos de ir deprisa hacia ellos.

Acto seguido, pide al gigante que nos saque del castillo, pues Aslan había saltado por encima de las puertas y éstas estaban cerradas. Torpón, pues así se llamaba el gigante, las aporreó hasta que se derribaron, además de emprenderla con las torrecillas que estaban a ambos lados para que fuera más rápida la salida.

—¡Muy bien! —aprueba Aslan, dirigiendo una mirada a Torpón— Ahora, todos los que no puedan seguir el ritmo: niños, leonas embarazadas, enanos y animales pequeños, deben viajar sobre los que sí pueden: leones, centauros, unicornios, caballos, gigantes y águilas. Los que sean buenos husmeando deben ir delante con nosotros, los leones, para olfatear el lugar de la batalla.

El otro león se siente muy satisfecho de que Aslan lo considerara como un igual. Tanto le agrada que lo comenta con todo aquel que se encuentra hasta que el Rey le encomienda una tarea:

—Amigo león… —comienza Aslan.

—Algaraza, Majestad —interrumpe el aludido, presentándose.

—Muy bien, Algaraza, ¿puedes llevar a Kiara sobre tu lomo?

—Por supuesto, señor. Nunca negaría un favor a una leona embarazada.

—Mantente a mi lado —le encomienda el León— su compañero necesita toda la ayuda posible y ella es su enlace.

Cuando estamos todos dispuestos, los perros y los leones olfatean en todas direcciones. De improviso, un sabueso encuentra la pista y a partir de entonces no se pierde el tiempo: todos los perros y leones permanecieron con los hocicos pegados al suelo olfateando el rastro mientras los demás van siguiendo por detrás.

Realmente, es mucho más divertido que una cacería de antílopes, a los ladridos de los perros se les une el rugido del león que me lleva, y a veces el rugido más terrible y potente de Aslan.

Repentinamente, la cabeza empieza a dolerme como si miles de espinas se me estuvieran clavando en ellas. Oigo un desesperado grito de auxilio de mi amado Kovu, tan intenso que me desgarra el alma en dos. Luego, siento el dorado bálsamo de Aslan recorriéndome cada una de las fibras de mi ser:

—Tranquila —me dice dulcemente— pronto estaremos junto a él.

Mi cabeza sigue punzándome, casi resistiéndose al auxilio del Rey, pero yo aprieto los dientes y tengo fe en que todo saldrá bien.

"Aguanta, mi amor" —pienso, tratando de dar esperanzas a mi compañero

Mi cuerpo se convulsiona violentamente, respirar es una agonía y tratar de expulsar el conjuro de la Bruja, que atenaza mi corazón amenazando con arrasar mis sueños, mis sentimientos y hasta mi vida, es casi imposible pero he de seguir luchando por Kiara y por nuestro pequeñín.

A pesar de que el dolor es lacerante y necesito todas mis fuerzas para contrarrestarlo, trato de sobreponerme y utilizar una minúscula parte de mi poder para saber qué está pasando en la batalla:

La varita de la Bruja va convirtiendo en piedra las filas de nuestro ejército, mientras que sus seguidores terminan con los últimos vestigios de nuestros extenuados soldados. Peter, consciente de todo esto, conmina a Edmund para que se lleve a sus hermanas a casa, mientras que él sigue luchando encarecidamente contra el enemigo.

El hermano menor sigue en un principio al señor Castor, pero un pensamiento le hace detenerse: "Y si tratara de romper la varita". Con lo cual urde un plan para llevar a cabo su idea, y se lanza a cumplirlo, desobedeciendo la orden que se le ha dado.

Va por entre las rocas, siempre a espaldas de la Bruja. De repente, salta delante de ella, quien se detiene por la sorpresa. En ese momento de guardia baja, Edmund le asesta un golpe a la varita, destrozándola. La Bruja, lo desarma con destreza y le clava sin piedad el cuchillo de piedra en el estómago, cayendo el niño inerte al suelo.

—¡EDMUND! —percibo el grito del rey por encima del fragor de la batalla, clamando venganza por la acción de la Bruja.

Llevado por la ira, derriba formidablemente a dos enemigos y se enfrenta a la enemiga, quien había cogido también una espada olvidada, y los dos se intercambian diestros mandobles que afortunadamente siempre chocan contra metal.

Mientras tanto, trato de tender mis hilos mentales hacia Edmund para tratar de paliar su dolor en detrimento del mío. Noto cómo el hechizo maligno va ganando terreno en mi interior, pero no me importa con tal de ayudar a una inocente criatura.

Súbitamente, se escucha un rugido ensordecedor que hace temblar toda Narnia. Gracias al cielo, Aslan sigue vivo y ha venido a salvarnos a todos. También se oyen los vivas de nuestro ejército, pues se ve reforzado por nuevos seguidores del León, que se lanzan contra el enemigo dispuestos a terminar esta batalla de una vez por todas.

La Bruja ha derribado a Peter y le ha inmovilizado clavándole una espada en el brazo. Sin defensa posible, ella va a tratar de clavar su cuchillo en el corazón del niño, cuando de la nada aparece Aslan y salta sobre la Bruja y los dos salen despedidos un poco más allá, quedando ella debajo. Entonces, el León la mata allí mismo.

Los demás enemigos han huido o se han rendido al conocer la muerte de su líder. El malvado hechizo ha terminado por triunfar en mi interior, convirtiendo mi corazón en piedra. Ya nada me importa: ni que Edmund se salve, ni mi familia, ni siquiera mi propia vida. Me dejo llevar por la Muerte, queriendo descansar en paz después de todo lo sufrido.

Oigo unos pasos de unas zarpas pequeñas que se acercan a mí. Una diminuta parte de mi consciencia se rebela contra esta indiferencia: trata de luchar por lo que más ama. Pero es una misión imposible después de que mi corazón se haya convertido en piedra.

—¡KOVU! —me llama mi amada, llena de gozo— Oh, mi Kovu, qué alegría volver a verte. Ahora ya va a salir todo bien. Por fin hay paz en Narnia. Podremos criar a nuestro cachorro sin miedo ni mal que le aceche…

—¿A quién estás llamando? —pregunta taimadamente mi cuerpo con el corazón de piedra— Aquel a quien llamas "Kovu" ya no existe. Apártate, leona, este cuerpo ahora sirve a la Bruja Blanca.

—¡No…! —se lamenta Kiara, mientras dos lágrimas se deslizan por sus mejillas.

Mi ser etéreo se llena de ira. No me podía creer la crueldad con que la Bruja podía tratar a las criaturas más sensibles. Trato de romper el dominio de mi ser de piedra y gritar con mi voz incorpoórea:

"¡Kiara, no te rindas! Sigo dentro de mi cuerpo. Sigue luchando por nosotros, por nuestro hijo."

Y rezo, rezo a Aslan y a todos los dioses existentes para que haya percibido mi mensaje.


A todos los que leéis este fic, muchas gracias (especialmente a ti Shimmy Tsu). Sé que no actualizo tanto como debería pero tengo buenas noticias: a este fic le quedan uno o dos capítulos. Aclarar que Kiara y Kovu han aprendido tanto sobre objetos y costumbres humanas porque les han enseñado los hermanos Pevensie aunque en el fic no lo pongo porque no ha lugar. Reviews please.