¡Hola!
Espero que me hayan extrañado. De las personas que me han leído y se han tomado el tiempo de darme su opinión, me han pedido que no les tenga esperando mucho por el siguiente capítulo, sin embargo, les comento que no puedo hacer promesas que no voy a cumplir.
Siempre ha sido así conmigo: Aquello que es mi objetivo y a lo que aspiro, por supuesto que lo garantizo, porque por todos los medios lo voy a intentar hasta lograrlo. Sin embargo,la prisa es la enemiga de la creatividad, por eso no puedo prometerles actualizaciones rápidas.
Damas, piensen en un caballero: Cuando él se da prisa, los resultados no son los esperados.
Caballeros, piensen en las damas: Puede que se tarden en arreglarse, o en preparar algo para compartir, pero muchas veces vale la pena contenerse para complacerse y complacerlas.
Hablando de eso, en este capítulo necesito que tengan paciencia: Hay una trama que se va a desarrollar en la historia y los capítulos subidos de tono van a adquirir más seriedad y más contexto, así que les pido lean atentamente si quieren seguir, porque, pese a que no hay tanto lemon, hay una explicación de muchas cosas.
Por último, quería comentarles que ha cambiado mi visión de la escritura; me gustaría, de ser posible, que cada capítulo de mi historia sea mejor que el anterior, así como cada día de mi vida haya aprendido algo nuevo y crezca un poquito más.
Por tanto:
Hermione estaba acostumbrada a que todas sus emociones revolotearan en cada fibra de su ser debido a todo el sexo espectacular que tenía con Theodore Nott y las consecuencias que dichas sensaciones trajeran vida a su monótona vida rutinaria; ciertamente no le apetecía cambiar de trabajo, experiencias en la vida y tampoco le interesaba seguir otro curso de acción, pero, desde mucho antes de que su amistad - fraterna- con Theo iniciara, siempre pensó que a ella le faltaba algo: una chispa de aventura, un brillo seductor de jovialidad en su traje de etiqueta, un extra que mitigara y/o dulcificara toda su formalidad, seriedad, madurez, la formidable armadura de un ser humano elevado pero carente de cualidades empáticas con las cuales lidiar con la sociedad en la que vivía, ya fuera mágica o muggle.
Normalmente, se sentía como una mujer independiente, arreglada perfectamente con una personalidad que semejaba un vestido bien hecho, sobrio, austero, al que su tono, corte y pulcritud sugerían alta costura, clase e inteligencia. Esa no era completamente su naturaleza, más Hermione contaba con todos los recursos disponibles para rehacer su vida de las formas que quisiera, del modo en que deseara hacerlo. Y nunca permitió que ningún obstáculo en la vida la detuviera en hacer las cosas que verdaderamente deseaba y en las que creía sinceramente.
No necesitaba razones, permisos ni argumentos que otros pudieran proporcionarle; Desde pequeña seguía su propio criterio, sus propias convicciones y cada año de su vida que pasaba esa certeza se clavaba en su ser, a veces de forma reconfortante y a veces como un cuchillo helado: Referente a cómo se enfrentaba a la vida, estaba sola.
Todo ser humano lo está, pero no a los mismos grados y las misiones que a ella le tocaron en suerte eran suficientemente amargas. Era reconocida por su inteligencia, admirada por su valor, temida por su capacidad de llegar tan lejos... y sin embargo, su papel era de lo más prescindible incluso para sus dos mejores amigos, aquellos por los que puso en riesgo su vida en tantas ocasiones, a los que escogió por encima de personas mucho más preparadas, interesantes y hermosas.
Muchas veces Hermione Granger lloró en silencio su dolor al sentirse utilizada, tomada en cuenta sólo por lo que hacía y el no ser valorada por quién era. Fueron muchas ocasiones en las que se preguntó si todo aquel esfuerzo valía la pena. Si no era mejor, al final, olvidarlo y simplemente desaparecer a otro sitio, el que fuera.
La esperanza la hizo alargar el proceso y ya al final no pudo hacerlo: Estaba demasiado involucrada y huir era más peligroso que quedarse a luchar. Por su vida y por defender una ideología que ni siquiera era la suya, buscando armas donde no las tenía, y sin sorprenderse mucho por ello, ya que esa fue su existencia todo el tiempo.
Para sus padres, su condición de bruja la hacía contar con más fuerza de la que en realidad tenía, así que le proporcionaron más libertad de la necesaria ya que admitían que no sabían cómo regular sus habilidades y otorgándole todo lo que ella dijera que necesitaba, excepto lo que no se atrevió a pedir: ayuda, consuelo, consejo y amor.
Para Ron Weasley, ella era la típica sabelotodo con la que siempre podía contar y a la que podía manejar a su antojo. Nunca hubo una real conexión entre ellos, pero él deseaba demostrarle que estaba a su altura y ella deseaba decirle que valía más que un trofeo de esos que él ponía en su mesita de noche cada temporada, de un juego tan simple que a ella le provocaba arcadas. No lo amaba, pero entre ellos había una especie de rabia que ella confundía con apasionamiento, así que conservó al menor de los Weasley a su lado para sentir algo, cualquier cosa, esperando que él le contagiara su energía.
Para Ginny Weasley, ella era una amiga a la que aguantaba sus muchas excentricidades y obsesiones porque era cercana a Harry Potter. Ambos estaban tan pegados que no se sabía si simplemente eran hermanos, pareja o uno de los dos estaba enamorado del otro.
Lo que si era verdad es que él se sabía todos los hábitos extraños de la chica de cabello castaño, ella sabía cuáles eran sus límites, sus miedos, y ambos daban la cara por el otro aunque eso les llenara de lágrimas por lo que les tocaba en suerte. Y Ginny, pese a sus pecas, su belleza y su cabello pelirrojo, no era nadie junto a ellos, más que una extraña un año menor cuyo único mérito era ser la hermana pequeña de Ronald Weasley, muy poco y muy lejano para ser tomado en cuenta. Ella lo sabía, siempre lo supo, pero era perseverante y no se rindió tan fácilmente a esa evidencia.
Y así, porque amaba a Harry por sobre todas las cosas, aceptó a aquella chica Gryffindor como el lado derecho de Harry, una especie de extensión que venía en el paquete de su novio, que finalmente se convirtió en un alguien cuando Hermione accedió a ayudarla a seducirlo.
Ninguna de las dos tenía en común nada más que Harry, pero Ginny, aunque sensata y perceptiva, no notaba la verdad que yacía en el corazón de Hermione y todavía años después de casada, juraría que Harry y Hermione sólo fueron amigos.
Estaba equivocada y no supo hasta qué punto pero Hermione estaba acostumbrada a guardar secretos y lo hacía con más celo que Albus Dumbledore: no los divulgaba ni los utilizaba para conseguir otras cosas.
Ella amó sinceramente y de un modo arrollador a Harry, y por eso mismo fue que se apartó en cuanto supo lo que él sentía por Ginny. Una, porque quería que él fuera feliz incluso a costa suya.
Y dos, porque interiormente sabía que ella podría sobrevivir a no estar con él pero no a perderlo al atarlo o verlo partirse de dolor porque ella muriese o partirse ella en dos porque él fallara y perdiera la vida en su misión debido a su relación.
Por esos motivos se tragó su dolor y en los años que pasaron, sin dejar de tratar de encontrar su felicidad en otros lados, fue creándose una armadura más firme, más templada con respecto a sus propias emociones. Así fue como consiguió lidiar con sus dos amigos y llevarlos al triunfo en la Guerra Mágica: Ya para entonces, estaba preparada. Y aunque el precio fue muy alto, por cansada que se sintiese, por extraña que percibiera la vida sin un objetivo de vida o muerte, ella encontró cierta paz en ese final, cierta seguridad en sí misma que no tenía antes de ese momento.
Eventualmente cada uno tomó su camino, sin separarse del todo, pero no con la misma cohesión de antes. Harry se casó con Ginny y tuvo la familia que anhelaba (aunque a veces Hermione pensaba que su amigo tuvo la vida que otros quisieron para él), Ronald y ella desistieron de seguir en una relación sin pies ni cabeza y él tomó el camino de ser Auror por unos años apenas, para luego ayudar a su hermano George con su negocio.
Fue toda una ironía que aquel chico que siempre deseó hacer algo más que no tuviera que ver con su familia, terminara dependiendo de toda ella; Arthur lo aconsejó mientras trabajó para el Ministerio, su madre lo estabilizó y lo centró cuando llegó al negocio prominente de George sin la menor noción de la venta y cuando por fin logró eso, se las arregló para que su propia madre aprobara a la que convirtió en su esposa, una bruja anodina que Hermione detestaba, aunque le agradeciera internamente haberla liberado del peso de la culpa de haber dejado solo a Ron, tan dependiente todo el tiempo.
Y ella, por fin libre, se vio en la disyuntiva de elegir qué quería para su vida. Hogwarts estaba abierto a todos los estudiantes y la invitaron a elegir una plaza de profesora, pero esa no era la vida que quería: seguía sintiendo que algo le faltaba, ahora de forma más profunda al no tener el estrés de enfrentarse al mago oscuro más famoso de todos los tiempos (después de Grindelwald) y al no tener la tarea de cuidar de Harry y sus circunstancias especiales.
La vida la sorprendió con algo que no buscaba ni esperaba: Tenía tiempo. Por primera vez en su vida, y en una etapa exacta en su juventud, el mundo entero se abría para donde quisiera dirigirse. Ella no le borró la memoria a sus padres sobre sí misma por convencimiento de que regresaría a arreglarlo. Sabía perfectamente los efectos secundarios de un hechizo de olvido tan potente como el que hizo y sabía que, dado que su ejecución fue magnífica, no existían muchas posibilidades de revertirlo. Sin embargo tomó la decisión porque interiormente no creía que ella volviera con vida. No se lo dijo a Harry, no lo expresó con Ron, no le dijo sus dudas a su profesora favorita, Minerva Mcgonagall, ni mucho menos lo insinuó a Dumbledore cuando éste aún vivía, pero ella nunca creyó sobrevivir a la Guerra. Y no le importaba demasiado, porque si moría lo hacía con la consciencia de que hizo todo lo que pudo en su vida y lo hizo como debía hacerse... el problema es que las cosas no salieron como ella planeó, por una vez.
Y entonces se encontró enfrente de la casa que una vez fue suya y de sus padres, sin saber qué hacer. Tenía propuestas, desde luego: Luna Lovegood quería que se fuera a viajar con ella a buscar sus animales fantásticos, Neville Longbottom le aseguraba desde su plaza de profesor suplente de Herbología que Hogwarts sería un lugar perfecto para ella y la sanación de sus numerosas heridas, la propia Minerva la llamaba a formar parte de su equipo, el Ministerio de Magia y Kingsley la querían en un alto puesto de Regulación de las Leyes Mágicas, e incluso Molly Weasley la invitaba a formar parte de su familia, ya fuera acompañando a George o simplemente como hermana de Harry, ya que la consideraba parte de su familia, tanto si se casaba con Harry, Ron, o cualquier otro o simplemente no se comprometía más que con su trabajo.
Fue un momento muy difícil para ella, comprender que no deseaba estar con ninguno de ellos, ni siquiera sus padres. Los amaba, claro, pero había depositado en ellos toda su vida, su confianza, había sacrificado sus deseos, sus ilusiones, todo, porque ellos salieran adelante. Ni siquiera esperaba sobrevivir a esa situación y ahí estaba, el morral vacío, el alma deshecha y decepcionada no de la vida, sino de aquellos que estaban con ella. Ninguno pensó en cómo se sentía. Nadie le preguntó si necesitaba algo.
Incluso Harry se olvidó de ella en cuanto pudo reanudar la relación con Ginny. En honor a la verdad, fue Hermione quien se lo pidió en el bosque de Dean, cuando él le contó su determinación de terminar la relación con Ginny por la que tuvo con Hermione.
Pero ella no lo había permitido. No tenía nada que ver con sus deseos o la falta de los mismos. Tampoco tenía que ver con Ginny o alguna versión distorsionada de la lealtad entre amigas. Porque nI eran tan cercanas ni eran tan amigas.
Y Hermione seguía enamorada de él. Su decisión tenía que ver con la falta de determinación e independencia de Harry en la vida. Ella había solapado muchos años su carencia de iniciativa, su tendencia a contar con una suerte que nunca tuvo y sus exigencias dependiendo de lo que la vida le pedía a cambio por el trato que los Dursley y las heridas que ser huérfano, famoso y asediado le fueron dejando al paso de los años.
Pero llegó un momento en que comprendió que no importaba cuáles fueran las circunstancias de Harry, él siempre sería así y dependería lo más posible de ella mientras pudiera hacerlo. Se habían mal acostumbrado el uno al otro, él a depender de ella, ella a que él dependiera de él. En el Bosque de Dean ella comprendió muchas cosas, detalles que el resto de su vida mundana no le permitió ver, cómo el hecho de que Harry no podía tener el menor orden si ella no estaba ahí para "ayudarle", que con frecuencia olvidaba hasta las cosas más triviales porque ahora debía hacerse cargo de ellas sin asistencia de nadie, ni elfos domésticos de Hogwarts ni alguien más que le hiciera el trabajo "sucio".
Harry era el único que no se quejaba del perfeccionismo de Hermione pero no era porque no lo encontrara molesto: le convenía. Todos los esfuerzos que él tenía que hacer eran poco porque la tenía a ella al lado. No había un solo tema del que ella no hubiese investigado en sus esfuerzos por ayudarlo. Había mentido por él, robado por él, aprendido por y para él, le había retornado la fuerza interior y lo guiaba en el campo de batalla... y lo único que estaba consiguiendo era volverlo un completo inútil. Un parásito, uno tan listo como para saber a quién prefería "utilizar".
Y aunque Ginny resultara fácil de encantar y seducir y él pudo explorar su sexualidad de forma abierta con ella, aquella niña, también mimada por su propia familia, no poseía los dones ni la preparación suficiente para enfrentar al Mal, por eso es que Harry la dejó atrás, no sin nobleza, simplemente porque sabía que ella nada podía hacer en esa Tarea.
Esas deberían ser razones para que Hermione se quedara junto a él, pero en realidad significaba lo contrario: Lo que le dolía se marcaba más con él. Él no la amaba a ella, sino a lo que ella hacía por él. No la quería, la necesitaba y ella sólo podría mantenerlo al lado siéndole útil, práctica, necesaria. Fue un golpe a su autoestima preguntarse de repente si Harry disfrutaba realmente su presencia.
No pudo soportarlo, porque ella verdaderamente lo quería, más allá de una necesidad, o de los beneficios que pudieran estar o no en su compañía. Más rota de lo que Harry jamás supo, ella le pidió que se alejara. Ni siquiera supo explicarle la razón, porque, -otra dolorosa verdad- él jamás lo entendería.
Al final, terminó por sopesar las propuestas del resto de sus amigos. A ninguno de ellos lo conocía en exceso, ciertamente, pese a los años transcurridos, porque toda su energía se enfocó en cosas muy diferentes a hacer migas con otros niños, adolescentes, jóvenes, personas. Pero había afecto entre ellos y ella se tomó cierto espacio para imaginar qué podría surgir de una nueva oportunidad con ellos, libre de Harry, libre de Ron, libre del Señor Oscuro.
No surgió una razón para quedarse, pero si surgió un nuevo camino, el Inesperado.
Llevó a tomar un café y un desayuno a Luna. Ella los había ayudado mucho más de lo que podrían reparar o pagar, primero con la Entrevista en el Quisquilloso y luego exponiendo su vida y la de su padre cuando Voldemort se apoderó del Ministerio. A su manera extraña de ser, ella incluso les dijo que no podían pagar algo que no debían, ya que los estropicios en su casa, la angustia de su padre Xenophillius o su propio encierro sólo eran parte de un proceso que de todas maneras iba a suceder. A esas alturas Hermione sentía verdadero aprecio por ella, pero le costaba trabajo entenderla: La inteligencia de Luna Lovegood era extremadamente espiritual e iba más allá del razonamiento humano y, a estas alturas, Hermione ya sabía que su propia inteligencia, aunque formidable, era demasiado lógica, demasiado sistemática, para poder trascender esas barreras a la forma de ver el mundo de la chica Lovegood.
Aún así la escuchó mientras Luna divagaba sobre sus planes a futuro y otras criaturas extrañas que Hermione no quería saber, ya que si las investigaba le surgirían todas las dudas y preocupaciones del mundo con respecto a la misión de Luna en el extranjero. No quería eso, ya que quería cambiar algunas de sus antiguas costumbres que no le resultaban cómodas y esa era una de ellas, decirle a los demás qué hacer no era lo más asertivo en ninguna parte.
Luna, sin embargo, leía mejor a su amiga y cuando aquella entrevista acabó, le dijo en voz baja y tranquila:
- No deberías preocuparte tanto, Hermione. Sabes muy bien que este lugar ya no te ofrece nada. Lamento mucho que no puedas venir conmigo pero, si quieres, puedo ofrecerte una invitación a una parte del alumnado del Colegio con el que no estás familiarizada y que creo puede aportarte mucho, pese a todo lo que nos quitó en el pasado. -
Hermione alzó una ceja, intuyendo por dónde iban los tiros y a punto de negarse, más no pronunció palabra, pues Luna la tomó del brazo y se acercó a ella, para decirle en un susurro:
- Confía en mí. De hecho, él es familia, mi primo, aunque lejano y ya no es quién era. Su madre casi murió por todo esto y él enfrenta un futuro muy incierto. Dale una oportunidad, sino a él, al resto. Tú no los conoces a todos. Y no todos ellos estuvieron en ese bando por elección.-
El desconcierto de la otra bruja debió ser palpable porque Luna sonrió, sacó de su chaqueta una invitación de caro papel y añadió:
- Draco es mi primo. Y sí, es Slytherin y sí, él fue un mortífago proveniente de una familia que lo era también. Y sí, estuve encerrada en su casa. Pero ha cambiado, ¿Sabes? Él y el resto. Ya ni siquiera me tratan de la misma manera.-
Su sonrisa contenía cierto aliento, cierta esperanza tan pura que Hermione quiso creer con todas sus fuerzas. Al final, fue el gesto de Luna el que cambió su vida.
No se hizo amiga de Draco Malfoy, por supuesto que no. Pero fue en esa fiesta donde "reconoció" a Theodore.
Theodore Nott. Siempre tan callado, tan indiferente aparentemente a su alrededor, con aquellos ojos azules prístinos y ese cabello azabache rodeando su rostro pálido y de una belleza más bien mística. Y, pese a su aparente deseo de estar solo, nunca lo estuvo. Quien pese a que parecía que nada le importaba, en realidad estaba pendiente de todo. Y que, quién lo hubiese conocido cuando realmente era joven, sabía que lo sucedido entre Hermione y él, jamás se hubiera dado sin la muerte de la única persona a que Theodore llegó a amar, aparte de su madre.
Si ellos hubieran tenido la vida idílica que un cuento de hadas pudiera haber preparado para ellos, habrían sido, entre sí, los mejores amigos y hermanos que se pudiera imaginar. Hermione se hubiera vuelto confidente de los problemas matrimoniales de Theodore y él la habría escuchado paciente y relajadamente con sus frustraciones en la relación que mantuvo por tantos años con el Elegido, Harry James Potter. Ambos hubieran aconsejado al otro sobre su pareja respectiva, habrían escogido los regalos apropiados y hubiesen sido cómplices en tareas, crímenes y mucha, mucha felicidad.
Theodore le habría abierto las puertas de su casa a Potter y a Hermione para que toda la resistencia contra Voldemort se protegiera y ella misma habría puesto a la Mansión de él tantos Encantamientos defensivos y protectores, un solo Fidelio, que jamás hubieran podido encontrarlos, aunque la misma Muerte estuviera guiando al resto de los mortífagos.
Porque el padre de Theodore era un mortífago, y sin embargo, a diferencia de los Malfoy, ni la madre de Theodore ni el propio heredero de la línea Nott querían ese dudoso honor en sus consciencias. Después de amar al Patriarca Nott hasta la locura y hacer todo lo que él quisiera, la madre de Theodore, al tener a su hijo, había dedicado el resto de su vida para protegerlo de la oscuridad de su marido, para no permitir que él se convirtiera en una oscura -y terrible- extensión de su padre.
Todos temían lo que Theodore Nott llegaría a convertirse a hacerse un adulto, libre de usar su portentosa magia como él deseara. Pues quien viera a ambos personajes sabría inmediatamente que eran familia, ya que se parecían de forma casi despiadada y podrían ser fácilmente confundidos por el otro para quienes los conocieran poco: La genética los había hecho casi iguales... excepto por aquellos ojos, tan brillantes, tan hermosos, que Theodore heredó del legado de la familia de su madre, y que revelaban su verdadera personalidad.
Ambos, madre e hijo, se habían ocupado de mantenerse a salvo pese a la distancia, o cualquier inconveniente que pudiera surgir. Su madre se resignó a aparecer poco en público, a tener por amistades únicamente a las esposas de los matrimonios sangrepura mágica y a ser silenciosa, para que los demás le tuvieran confianza y averiguar todo lo que podía para elaborar su estrategia de defensa hacía su familia. En cuanto a Theodore, se aseguró que, si mantenía algún tipo de intercambio con cualquier persona que no fueran su familia o Draco Malfoy y Blaise Zabini, los únicos dos amigos decentes de la exigua lista que se le permitía tener, ésta permaneciera en el más absoluto secreto.
Fue por pura casualidad que Theodore Nott y Hermione Granger coincidieron a buscar el mismo día y a la misma hora el mismo libro en la biblioteca de Hogwarts y ambos intercambiaron una mirada de curiosidad. Cada uno reconoció al otro instantáneamente, él porque le asombraba favorablemente su gran sapiencia y su constancia para sacar Extraordinarios en cada materia y ella porque tenía enfrente a su único y gran competidor en todo Hogwarts, años arriba o años abajo. Hermione llevaba mucho tiempo sin mencionarlo, ni siquiera a sus dos amigos, ya que sentía vergüenza, pero una de las razones en el apasionamiento casi delirante en sus notas con el paso de los años no tenía del todo que ver con ser o dejar de ser la mejor bruja de su generación.
Ese puesto nunca le fue arrebatado ni hubo nunca nadie que quisiera establecer esa contienda cara a cara. Pero Theodore Nott, a su vez, tenía el título del mejor brujo de su generación y era con él, silenciosamente, con quien Hermione competía, para emocionarse un poco con su trayectoria educativa y no aburrirse a medio camino.
Sin embargo, la mirada duró un segundo, antes de Theodore soltara el libro y le dijera, a media voz:
- Es todo tuyo.- Y se largara dejándola con la palabra en la boca. Como es de esperarse, Hermione quedó anonadada por semejante gesto de parte de un Slytherin y, llena de curiosidad y con las hormonas un poquito alocadas - un chico así valía mucho la pena por lo menos de averiguar- fue a buscar al muchacho a las mesitas del fondo de la biblioteca, donde, las muy raras veces que lo llegó a notar por buscar un libro en esa sección, lo había localizado.
Estaba a punto de darle el libro que necesitaba- Era la única razón que contempló como una excusa plausible para hacer lo que estaba haciendo- cuando pudo contemplar, con cierta desilusión, que Theodore no estaba solo.
A Hermione, cuya seguridad en sí misma no era todo lo fuerte que pudo llegar a ser después del desastre con Viktor Krum en cuarto año y que en quinto tenía demasiadas cosas encima para trabajar en su amor propio, le vinieron unas repentinas ganas de llorar al contemplar la escena y, llena de humillación por sus propias expectativas hechas pedazos, creyó de inmediato que perdió su oportunidad, si es que alguna vez tuvo una, sintiendo como sus piernas de gelatina le impidieron moverse, aunque todo lo que deseaba era salir de corriendo.
Lo que vio no fue una posición comprometedora, y quizá precisamente por eso fue tan dolorosa. Theodore Nott, estaba, como siempre, estudiando en la biblioteca, vestido con su pulcritud de siempre y rodeado de libros cuyo nivel no correspondía al reducido temario del Colegio. Sin embargo, en aquella ocasión, aunque había el doble de libros de lo normal, él leía en voz baja a una chica que tenía los ojos cerrados y se acurrucaba entre sus brazos, escuchando y con una expresión que delataba su concentración y su sensación de estar en el Paraíso.
Hermione no podía parar de observar a la chica, aunque quería dejar de hacerlo. Su largo cabello oscuro ondulado caía sobre sus sienes delineando un rostro pálido y de hermosas facciones, una nariz respingada, cejas gruesas, pómulos elegantes, labios dulces, mentón pronunciado que hablaba de una gran determinación y una atmósfera de belleza que Hermione no sabía cómo pretender no sentir alrededor. Lo peor era advertir la manera en que, de repente, aquel chico paraba su lectura y depositaba tiernos besos en las mejillas de la que, evidentemente, era su novia, o en su frente o quizá en sus labios mientras pretendía seguir solemnemente, así como ella pretendía quejarse porque no la dejaba estudiar.
Tras unos minutos ella delató su propia comodidad y se levantó, riendo y se posó ante él de manera que él pudiera apartar el libro para besarla sonoramente.
Hermione sintió un dolor profundo que no tenía nada que ver con la pareja. Harry y ella, al mismo tiempo, estaban teniendo un romance a escondidas, como el que parecía existir frente a sus ojos, y sin embargo nunca había notado en sí misma el absoluto amor que parecía existir entre aquellas dos personas enfrente suyo, en la parte menos favorecedora de la biblioteca, sin dejar de lado sus estudios y aún así manteniéndose cariñosos el uno con el otro. En aquella escena aparentemente trivial Hermione advirtió por primera vez que jamás había sido amada de esa manera y que mientras ella misma podría dar centenares de veces la misma cantidad de sentimiento, no conocía a nadie que pudiera retribuirlo.
Sintiéndose helada, dejó que el libro cayera de sus manos al suelo y huyó, sin saber que ambos chicos Slytherin notaron el ruido y, angustiados, fueron a ver quién podría haberlos sorprendido. La acompañante de Theodore, que parecía ser una bruja igual de extraordinaria, rastreó la magia de la persona que estuvo observándolos y al terminar de decir el nombre de la chica, la novia de Nott dijo:
- Theodore, yo pienso que deberías hablar con ella. No sólo por nosotros... podría ser tan peligroso para ella como para mí.-
Y aquellos ojos azules, chispeantes y tiernos, habían asentido con una sombra en ellos que delataba su amarga suerte.
No sirve de nada relatar parte por parte la conversación que Theodore tuvo con Hermione sobre el tema. Lo que sí se puede destacar es que terminaron por ser amigos, aunque rara vez coincidieran en un lugar público y que ella terminó por "olvidarle" a él y a su novia, cuando la Segunda Guerra Mágica sucedió.
Hermione no olvidó a Theo porque creyera que se uniría al Mal. Tampoco olvidó a su novia porque le sintiera celos, o envidia, ya no más. Los tres se olvidaron mutuamente porque, por todo lo que tuvo lugar, ninguno de ellos esperaba salir con vida. Y era mejor, en opinión de los tres, fingir que el tiempo amistoso entre ellos nunca existió. De ese modo, dolería menos si se enteraban de la muerte del otro.
Aparte de Draco Malfoy y Blaise Zabini, Hermione Granger fue la única en saber que Theodore amaba a una chica más a que a su vida. En el mundo de los mortífagos, tal información es poder y la muchacha jugaba una desventaja en la supervivencia de Theodore y su madre, por lo que ninguno de los dos dijo nada a pesar de que estaban juntos desde el primer año que coincidieron en Hogwarts.
Se llamaba Arian y Hermione no sabía cómo se apellidaba, y prefirió nunca preguntar. Tenía mejores notas que Theodore incluso porque se esforzaba mucho por ellas, pero no le gustaba que la molestaran con tales cosas, así que era otro de los tantos "secretos" que sólo Theodore -y por extensión Hermione- sabían. Ella estaba en la Casa de Slytherin porque, aunque no era sangre pura, era extremadamente ambiciosa y tenía mucho poder mágico, con una lamentable variante de un temperamento muy difícil de manejar y porque admiraba todo tipo de magia que pudiera llegar lejos en su campo - era parcial con respecto a la Magia Oscura, jamás dañó a nadie y sin embargo le gustaba porque sentía que podían darse otros usos a esa magia, poderosa y antigua.- y era muy reservada. Callada sólo cuando no la conocías y fría sólo cuando no mostrabas atención, Arian terminó por simpatizar mucho con Hermione hasta que ellos dos se hicieron los hermanos que ella nunca tuvo. Fue Theodore quien trató de vestir a Hermione con autodominio y amor propio frente a Ronald Weasley y frente al propio Harry, pero fue Arian quién, con su calculado análisis y su tranquila visión del mundo, le hizo preguntarse si estaba haciendo lo que hacía con Harry porque lo quería o porque no pensaba que tuviera otra elección.
Y Hermione sintió por primera vez que alguien la entendía. Comprendió que era un despropósito tener envidia a ninguno de los dos magos a los que había pillado en la biblioteca porque ambos le demostraron que podían ser tan buenos amigos como brujos y que era ideal oír sus consejos, ya que sí aportaban algo y la hacían sentir menos sola. Tal vez ellos, dijo, podrían ayudarle a encontrar a ese compañero que la acompañara de verdad. Que la viera a ella y no a lo que hacía.
Pero la Guerra y Voldemort partieron todo. Primero su amistad. Luego la vida de los mortífagos.
Y después...
Cuando Theodore y Hermione reconectaron lazos, no hubo dos personas más felices. El término de la guerra había significado para Theodore que su padre estaba pudriéndose en Azkaban y que su pobre madre pudiera vivir lo poco que quedaba de su vitalidad al lado suyo. Se venían los juicios, pero Theodore había preparado todo para poder salir libre, sobre todo porque el tatuaje en su brazo no lo buscó nunca y si fue en misiones, trató siempre de salvar gente.
Iba a casarse, le dijo a Hermione, con su sonrisa torcida y sincera donde dejaba ver la única cosa "no perfecta" en su hermoso rostro: aquel diente medio de lado que ella siempre le dijo que era mejor que vieran sus padres, dentistas, porque podían arreglarlo y que Theodore nunca quiso. Y Hermione, que siempre pensó que era un despropósito, después supo que era por Arian. Porque él no soportaba no estar impoluto y ella le había dicho "Déjatelo. Porque te muestra humano y es mejor que lo seas porque si fueras tan perfecto, no existirías y entonces no estarías conmigo."
El corazón de Hermione se ensanchó con la noticia de parte de Theodore. Aquellos dos llevaban escondiendo su relación por diez años, tan largos que ya no sabían vivir de otro modo y sin embargo estaban hartos de esa situación. Cansados de esos años donde Theodore no había podido cuidar de Arian propiamente sin que nadie se diera cuenta, que tuvo que recurrir a subterfugios y sus dos amigos para mantenerlos a todos a salvo, años donde Arian visitaba a la madre de Theodore en un disfraz de enfermera mágica para maldiciones paralizantes, lo que supuestamente mantenía a aquella mujer en su cama, como paralítica, durante los cuales si uno se lesionaba o se enfermaba tenían que pasar de contrabando a la enfermería para que nadie supiera nada. Escondiendo su amor como a algo sucio y rastrero que no pudieran defender. Cuando en realidad era tan precioso y fuerte que no dejaban a nadie entrar... excepto a Hermione.
Theodore recibió el caluroso abrazo de su amiga sin dejar de sonreír y ella hizo sonidos de felicidad y justo en ese momento llegó Arian, a quien apenas le habían dicho que Hermione estaba ahí. Hermione vio su expresión de dicha y ternura y comprendió que detrás de esa mirada Arian estaba realmente feliz. Y Hermione ya para entonces sabía que era una mujer atractiva, que si fueran otros sus amigos ya la hubieran echado porque expresaba su cariño tan libremente que una pareja menos segura se sentiría "Amenazada". En cambio, en los ojos caramelo de Arian no existía la menor duda. Jamás la hubo. Y cuando Hermione, una vez, incapaz de entenderlo, le preguntó por qué, ella sonrió.
- Theodore es libre de hacer lo que quiera, al igual que yo.- respondió.- De él dependerá si sigue conmigo o no si está con alguien más o no. Y si está con alguien más, sabré que no quiere estar conmigo de todas formas así que... ¿Por qué no allanar el camino del mínimo dolor innecesario?
Hermione sonrió a su amiga, cuyo comentario entendía ahora perfectamente. Pero por dentro, pensaba "Ojalá yo tuviera esa confianza en mí misma, amiga mía."
Al final terminó cenando con todos los Slytherin. Y sus dos amigos la defendieron tan hábilmente que al final, ni siquiera Pansy estaba mostrando animadversión a la mujer castaña, sobre todo cuando se enteraron que ya no se relacionaba ni con Ronald ni Harry.
- ¿Por qué?- quiso saber Draco mirándola a los ojos, intensamente. La Guerra lo había vulnerado, lo había puesto patas arriba y lo definió en tres o cuatro sentidos y ahora había, como dijo Luna, cambiado. Y para bien.
Hermione no apuró la respuesta a la pregunta, observando por primera vez, de forma objetiva, a a aquel muchacho de apenas 20 años que afrontaría pronto un juicio por su libertad y cuya familia, fortuna y estabilidad se habían roto en pedazos en tan poco tiempo.
- Porque ya no soy la misma persona que fui cuando nos conocimos.- Respondió Hermione.- No puedo ocupar el lugar que ellos quieren que ocupe.-
Y aquel día de milagros continúo. Porque Draco esbozó una sonrisa, una de aquellas que le hicieron sentir que aquel era el verdadero chico que ella nunca tuvo oportunidad de conocer y dijo:
- Pues bienvenida. Todos los que estamos aquí estamos igual que tú. Quién sabe, incluso hasta te llegamos a caer bien.-
Y Blaise había soltado una carcajada y trató de monopolizar la atención de Hermione toda aquella jornada. Fue toda una revelación para Hermione saber entonces que esto era porque, de los presentes, Blaise parecía ser el único cuya vida no se había destrozado. Y que lo único que perdió -su madre- era todo lo que quería obtener en suerte.
Pasaron los meses y Hermione empezó, lentamente y con paciencia, a acostumbrarse a aquel cerrado y ácido grupo. Descubría con sorpresa que no resultaba difícil oponérseles y que sus continuas pullas y comentarios "amargos" se le hacían divertidos. Aquel espíritu de lucha melancólico les sentaba bien y le permitía a ella sacar su propio dolor, uno que los demás nunca le permitieron expresar.
Pero fue en septiembre de aquel año, mucho después de su cumpleaños, que tanto la vida de Theodore como la de Hermione se hizo añicos para siempre.
Hasta entonces los traumas de la guerra se mantuvieron soportables para todos, trabajando en una nueva situación de respeto, confianza y perdón, hasta el punto de que incluso Draco logró hacer las paces con Harry durante el tiempo suficiente como para que la misma Hermione aceptara y luego perdonara las graves faltas de Harry para con ella.
Todo marchaba, si no de forma maravillosa, magnífico dentro del rango de lo que les sucedió a todos y finalmente habían suficientes mortífagos encarcelados para que Hermione decidiera buscar a sus padres y devolverles la memoria. Fue un momento muy emotivo, donde Harry mismo fue quien le dio la noticia y él la abrazó como cuando era niña chiquita y ella se río en sus brazos de la misma forma. No se acostaron ni se confesaron sentimientos, porque ya habían madurado, aunque siguieran queriéndose, pero Harry hizo una investigación muy profunda desde su recién adquirido puesto en el Ministerio en calidad de auror para poderla ayudar a encontrar a sus padres y eso marcó el fin de la relación amorosa entre ellos, de una forma pacífica y apacible que les permitió continuar con su amistad a pesar de todo.
Hermione decidió que sería a sus nuevos amigos a los que pediría ayuda para recuperar a sus padres y Theodore y Arian estaban listos mucho antes de que ella hubiera siquiera preguntado.
Los padres de Arian estaban muertos desde que era pequeña y Theodore apenas tenía a su madre, así que comprendían perfectamente lo que estaba pasando su amiga. Aprobaron y agradecieron a "Potter" por el apoyo, sobre todo porque eso les facilitaba la tarea y en un abrir de ojos tuvieron un plan para ir a Australia.
No sabían -y Harry tampoco tuvo ninguna manera de saberlo- que la información estaba en manos de alguien más. Y eso fue su perdición.
Hermione si encontró a sus padres en Australia, en la misma casa que Harry le dijo. Pero nada la preparó para la realidad que tuvo que enfrentar, principalmente porque aquel trabajo era tan limpio que sólo un hombre con el cual ya no se contaba podría haberlo realizado.
1.- No había marca tenebrosa en aquella casa.
2.- No había rastros de energía oscura y/o encantamiento alguno.
3.- Ninguna de las puertas o los objetos estaba fuera de su lugar.
4.- Era una calurosa mañana de primavera, todo mundo estaba tranquilo y a la vista y aún así nadie vió nada.
5.- El perpetrador tenía una capa invisible y había preparado todo con una habilidad excepcional en su horrible trabajo. Estaba en la Casa, pero no había posibilidad de verlo gracias a varios hechizos suyos perfeccionados con el tiempo.
Hermione, junto con Theodore y Arian, llamó a sus padres al entrar al departamento en compañía de los dos Slytherin. La televisión estaba prendida, no había señal de peleas ni nada, todo en su lugar, un rico aroma a durazno flotaba en el ambiente. Buscaron en la cocina y zonas aledañas del departamento.
Nada. Theodore le dijo que mejor la esperarían en la sala, para platicar lo que se tuviera que decir. Él no estaba asustado. Arian estaba cautelosa, pero tranquila. Se sentaron en la mesa del comedor, en su sereno silencio de siempre, cargado de complicidad.
Mientras tanto, Hermione estaba tratando de pensar en un lugar donde estuvieran sus padres.
Quizá hubieran salido, se imaginó ella. O quizá, pensó ella mejor, tal vez fueron a recostarse. Ese tipo de clima no era el mejor para salir, con tanto calor, ella se ducharía y se dormiría un rato.
Así que, sola, llegó al dormitorio de sus padres y tocó educadamente, por si había algún tipo de escena que ella pudiera sorprender (aprendió rápido de la última vez, vaya que sí).
Sus dos padres estaban tendidos en la cama. Era extraño, porque parecían muy pacíficos y muy quietos para estar dormidos. El pánico de Hermione empezó a subir por su garganta al darse cuenta de la situación.
Gritó. Nunca había perdido así la cabeza antes. Pero eran sus padres. Y ella no estaba preparada para eso.
Aquel grito alertó a Theodore y Arian, quienes se pusieron en pie. No guardaron en ningún momento sus varitas pero no tuvieron tiempo de moverse.
Si Arian hubiera continuado su vida, habría admitido con enfado que se había petrificado de miedo en su sitio. Si Theodore hubiera podido volver a hablarle, le recordaría que con aquel hombre era imposible no tener miedo.
No sucedió. En su lugar, frío como un reptil y más poderoso que un dragón, el señor Nott miró con sus fríos ojos grises a su único hijo. Incluso en esa gelidez aparentemente indiferente, se las arreglaba para lucir disgustado.
- ¿Es que acaso no tienes suficiente con lo que has hecho a tu propia familia para además ligarte con una sangre sucia?-
Theodore, que recordaba muy bien cómo jugar con su viejo padre torturador, reaccionó instintivamente:
- Yo no salgo con Granger, padre. - Y en el fondo él sabía que no era eso a lo que su padre se refería. Terence Nott era el mago más puritano que existía, un digno sucesor de aquel ancestro Nott quien fue el que creó la lista de los magos realmente puros y las familias sangrepuras aristócratas. Para Terence, cualquier desviación de las estrictas reglas ya definidas, ensuciaba tu sangre y, por lo tanto, tu vida y reputación, para siempre.
A su lado, Theodore pudo sentir como Arian respiraba profunda y lentamente y conseguía calmarse. No atajó sus palabras, porque la conocía y sabía que era mucho más táctica que cualquier Gryffindor o incluso Ravenclaw.
- Señor Nott, es toda una sorpresa verlo por aquí. Espero que haya salido de Azkaban sin haber sufrido en exceso. ¿Podría... podría apartar su varita para que pueda bajar la mía? Nunca me ha gustado apuntar a uno de los nuestros, señor, sobre todo si es padre de mi compañero en Hogwarts.-
Terence la miró por primera vez. Aquellos helados ojos grises impactaron en ella para leerla, como solía con los demás, igual que un libro abierto, ya que el primer círculo de mortífagos reclutados por Voldemort eran perfectos legeremantes.
A cambio, Arian había aprendido Oclumancia.
Terence enarcó una ceja.
- Si fueras tan leal como dices.- respondió.- No tendrías problemas en que leyera tu mente.-
Arian, contra todo pronóstico, sonrió.
- Eso no es cierto, señor.- dijo- Aún no he podido asegurarme de si usted es quien dice en realidad. Mientras no lo sepa, no puedo abrirle mi mente, una cosa por lo demás invasiva que no es necesaria. Puedo beber veritaserum y contestarle todo lo que quiera... su consciencia es inconfundible. -
No pudo seguir, ya que Hermione Granger los localizó y se acercó como un vendaval al señor Nott, y al que, sin decir palabra, empezó a lanzar hechizo tras hechizo, consumida por la ira y el dolor que ahora eran su motor de vida.
Theodore y Arian se miraron lentamente a los ojos y tras un vistazo se comprendieron. Unidos de la mano, para que su magia se potenciara, ayudaron a Hermione a pelear en contra del hombre que había matado (al parecer) a los padres de Hermione.
Terence Nott, estaba, pues, en clara desventaja. Aquellos tres cerebros si se equiparaban al suyo, por muy privilegiado que fuese y hasta lo sobrepasaban, en algunos aspectos. Pero también, aquellos tres corazones, preocupados por los otros más que por sí mismos, estaban en desventaja en la cruda amoralidad y falta de sentimientos de Terence.
Y él se dio cuenta pronto. Lanzó un hechizo de dolor a Hermione para disminuirla y aquellos dos, el que era su hijo y la que decía estar de su lado, por lo demás dos mentirosos, apenas pudieron contener su angustia.
Entonces fue él quien sintió la nebulosa sombra rojiza de su ira. Por todos los medios trató de conseguir que Theodore se adecuara y amoldara a su vida como perfecto soldado, siempre ahogando cualquier otra posibilidad de una vida que no le pertenecía. Nunca fue afectuoso con él ni permitió que su esposa lo "consintiera" así que, ¿Cómo se atrevía Theodore a desobedecerle? ¿Y hace cuánto que esta niña estaba con él?
Theodore debió sentir algo de su ira, porque se posicionó delante de Arian, los ojos echando chispas, su varita vibrando de enojo y algo más... ¿Eso era miedo?
- No te atrevas.- le dijo con los dientes apretados.- Te mataré si lo intentas.-
- No creo que sea necesario.- respondió su padre casi con educación y lanzó un hechizo de ceguera a Theodore tan rápido que éste no lo vio venir y cayó hacía atrás.
El trabajo original de Terence casi había terminado pero no se retiró. Ahora las cosas se habían puesto personales y aquel desacato y entrometimiento en sus planes era algo que no pensaba permitir.
La chica era guapa. Demasiado. Y tenía ojos claros, muy inteligentes. Demasiado. No parecía ni Gryffindor, ni Ravenclaw y Terence conocía lo suficiente a su hijo para saber que no se habría rebajado por una Hufflepuff y Voldemort no la habría aceptado en sus filas...
Slytherin. Aquella chica era Slytherin. Como él. Como su hijo.
Aquellos fríos ojos miraron de arriba a abajo a la chica, evaluándola. Ella no tembló, aunque interiormente deseaba gritar y tuviera los labios pálidos de angustia y dolor.
- Eres Slytherin.- murmuró finalmente Terence.- Pero tendrás que pasar MI prueba. El amor de Theodore no es importante. Porque si hoy no le sobrevives, no me sirves para nada.-
Ese fue todo el aviso que Arian recibió para que comenzara su propio duelo, uno mucho más encarnizado que cualquiera que hubiera librado. Si perdía, no sólo perdería a Theodore. Quizá perdería más. Su vida. Y la de Hermione.
Arian trató de abstraerse de los sonidos de queja de Theodore y los gritos atenuados de Hermione. Pero no estaba preparada para ello. Nadie lo estaba. Con todo y Voldemort muerto, él seguía vivo.
Fue el agotamiento lo que hizo que Arian perdiera. Era una bruja muy poderosa y una persona muy valiente, y pese a que detestara a la mayoría de la gente, estaba peleando por su futuro. Por casarse con Theodore, como siempre había querido. Por ser feliz, como nunca habían sido. Y por Hermione Granger, que podía ser Gryffindor y podría haberse dado por vencida demasiado fácilmente, pero no tenía por qué sufrir esto. Después de todo lo que habían pasado...
La distracción no habría ocurrido de no estar tan preocupada como cansada. Pero lo estaba y mientras Terence permitía que le impactara un hechizo muy doloroso de Artes Oscuras pero que sabía cómo contrarrestar para no morir, ella sufrió el golpe de una maldición en medio del pecho, que empezó a hacerla desangrarse en minutos, segundos, centésimas...
- Muy bien, Theodore.- le dijo Terence.- Parece que tendré que disciplinar a tu madre después de todo. Pensaba perdonarla, porque siguió adelante pese a nuestra situación... pero mira lo débil que te formó. Tu amor es tu debilidad... patético, hijo. Patético.
El hechizo de Theodore sobre sus ojos cayó en el mismo momento en que Terence desaparecía y Theodore se esforzaba por llegar junto a Arian, tras pronunciar con la varita de ella un contrahechizo para Hermione. Sin prestar mucha atención, empero, volvió la vista a Arian.
Su prometida estaba tosiendo sangre mientras él la sostenía, llorando tan vivamente y estrechando su cuerpo, tratando de recordar un hechizo que la curara y orando a la Magia misma por su curación.
Hermione tardó cinco minutos completos en volver en sí y ponerse a llorar nuevamente al ver el estado de Arian. Ella, en cambio, estaba tratando de sonreír y hablar al mismo tiempo, cosa que no podía hacer por la cantidad de sangre que estaba perdiendo.
- Theodore.- se las arregló al final, para decir.- Tu padre fue a atacar a tu madre. Necesitas...
Theodore negó con la cabeza.
- Quiero estar contigo.- formuló- Necesito encontrar una fórmula para salvarte y te juro que iré por mi madre o ... Hermione, ¿Irías...?
Theodore estaba tan ido por el dolor que no se daba cuenta que le estaba pidiendo un imposible a ambas. Hermione acababa de presenciar la muerte de sus padres a manos del mismo hombre que atacó a Arian e iba por la madre de Theodore. No sabía si tendría la fuerza y no sabía cómo dejar de sentir dolor y dejar de sentirse inútil por todo lo sucedido.
Arian, en cambio, incluso en su lecho de muerte, sabía qué hacer.
- Theodore... déjame con Hermione... ve por tu madre. Te alcanzaré, lo prometo.-
Theodore estalló en sollozos e hizo ademán de hundirse en Arian para negarse pero alcanzó a ver cómo Hermione negaba con la cabeza. Sabía lo que él estaba sintiendo y aún así, no podría ayudarlo dejándolos solos.
- Trataré.- dijo ella.- Haremos lo posible. Ve por tu mamá, ¿OK?-
Él le dedicó una mirada con sus ojos azules donde la desolación ya había hecho mella a su belleza. Besó a Arian y se marchó...
Para no volverla a ver. En cuanto Theodore desapareció, Arian trató de sonreírle a Hermione.
- Gracias.- dijo.- No quería que viera esto. Tenía que... protegerlo.-
Y entonces dejó de contener sus tosidos y de la sangre empezó a circular un líquido negro, viscoso y asqueroso y Hermione comprendió con un jadeo qué tipo de maldición le había arrojado aquel monstruo.
Lentamente, todo terminó y sólo quedó la cáscara vacía que un día fue Arian. No estaba bella, no había placidez en su mirada ni parte de ella que se conservara intacta.
Así como la madre de Theodore tampoco sufrió una muerte tranquila o particularmente amable.
Ese día, tanto Theodore como Hermione murieron por dentro. Perdieron todo, absolutamente todo. Y aunque se dijeron a sí mismos que era el alcohol, las drogas, el pésimo sexo...
No fue así. Porque Theodore Nott no "tuvo sexo" con Arian. Hizo el amor. Cada momento de su vida.
Porque Hermione Granger no "tuvo sexo" con Harry. Le hizo el amor y pretendió que él la amara. Cada momento de la supervivencia de ambos.
Y su verdadera insatisfacción no tenía que ver con el Colegio o la Guerra o la falta de amantes o la permanencia de muchos.
Se reconstruyeron. Los dos. Porque era lo mejor. Porque era más fácil decir que Theodore había sucumbido a la tensión sexual con Blaise porque era bueno en la cama que decir que si Pansy, Blaise y hasta Daphne se metieron en su cama, es porque ya no estaba ella . Porque era más fácil para él decir que no quería verse atado porque amaba la libertad, que admitir que prefirió ser feliz y el Mundo se encargó de hacerlo pedazos.
Porque era más fácil decir que Hermione había probado innumerables amantes y ninguno le calzaba que admitir que pensó en Harry cuando Arian murió y que hasta la fecha le tenía amor porque sabía que si ella lo hubiese visto así, se habría muerto con él. Porque era más fácil decir que odiaba los tacones porque en el fondo los amaba y Harry nunca se los compró a ella.
Era mucho más sencillo decir que Hermione detestaba a Draco por su esposa decorativa y no porque cuando él quiso saber con quién casarse, lo hizo preguntándole a Theodore casi sin corazón, en el mes en que su mejor amigo se hubiera casado. Y cuando Theodore le dijo que no podía discutir el asunto, Draco le preguntó qué hubiera pensado ella.
Theodore le pidió que se marchara y lo dejara solo. Y Draco, el colmo de la desfachatez, le dijo:
- ¡Yo también la amaba, Theodore! ¡Era mi amiga! Y ella no hubiera querido que siguieras muerto por dentro porque se fue.-
Era más fácil decir que querían ser gamberros y luego acostarse, que admitir que Theodore no sentía estar traicionando a nadie cuando se acostaba con Hermione.
Y era más fácil volverlo un juego cuando ambos sabían que algo había cambiado.
Ese día, mientras él la vestía en amor y belleza, Theodore le había sonreído como sólo él sabía sonreír.
Con aquel diente imperfecto que Hermione primero quiso cambiar y luego se la pasó años extrañando.
Sí, algo había cambiado. Porque cada sonrisa torcida había sido para ella.
Y ahora la despertaba Hermione. Y ella no sentía miedo o vergüenza - ni un poquito- porque aquella era su hermana y sus últimas palabras fueron "Cuida de él".
Hermione, mirando aquellos rasgos simétricos que aprendió amar, lanzó una silenciosa plegaria al infinito: "¿Tú crees que podría cuidarlo mejor si no lo amara?"
No hubo respuesta pero tampoco era como si la necesitara. Ya la sabía. Siempre lo supo.
Sólo que jamás creyó que le pasaría a ella.
Es todo.
