Este capítulo está dedicado a Irene Garza, una mujer con habilidades fantabulosas en la fotomanipulación y a la que conseguí convencer, con su exiguo tiempo libre, de ayudarme para mi cumpleaños con la portada de este fic, que es mi versión de mi Theodore Nott.
Irene, eres un Sol, me encanta tu trabajo, y me has inspirado mucho. Gracias.
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Theodore Nott aprendió desde muy pequeño que la soledad sería su destino y, muy pronto, entendió lo que eso significaba y por qué era lo mejor para él.
Él no pidió nacer, no buscó poder ni se auto-compadeció de su propia suerte, pero sabía que debía hacerse responsable de su camino desde el principio. Caminaba en la oscuridad y el precio que pagaba por querer algo distinto a esa realidad, lo lastimaba a cada paso que daba.
Amaba a su madre. Era imposible no hacerlo, ya que ella era su única estrella en un mundo desolado, donde él no tenía la menor esperanza de sobrevivir lo suficiente para ser libre. Además, ella tenía una luz en su interior tan poderosa, que confortaba cada corazón, cada tribulación o golpe con su mera presencia. Todo lo que Theodore no obtuvo del mundo, lo consiguió con ayuda, apoyo y amor de su progenitora. Para él, no había ningún astro, ningún sol que pudiera comparársele, pese a que, cuando él nació, las canas ya aparecían en su cabello oscuro y la mirada nítida y límpida que le heredó a su hijo estaba llena de sombras de sufrimiento y un profundo cansancio.
Cada día de su vida era una lucha constante y ella no pedía nada para sí misma. Aquello por lo que oraba diariamente a la magia, el bien y la esperanza, era una oportunidad para su único hijo, nacido tardíamente, y que ella no podía proteger más que con los máximos cuidados, y los más profundos consejos, porque ya no tenía la fortaleza suficiente para hacerlo por sí sola, enfrentando al que era su marido.
No hubo sacrificio pequeño para tratar de evitar, en la medida de lo posible, que ninguno de los dos sufriera más de lo necesario. La señora Nott peleaba por su hijo pero Theodore no dejó de luchar por ella. Creció viendo a su madre deteriorarse lenta empero inexorablemente y aprendió a ocultar con más celo que ella su propio dolor: Su padre lo entrenó como soldado para una guerra infinita desde que él cumpliera los ocho años y jamás le dio un aliento, ninguna muestra de afecto y, sobre todo, le achacó todo lo malo que podía pasar en su vida, porque Theodore era sólo su chivo expiatorio, una víctima en la cual desquitarse y torturar para "amoldarlo" a su manera.
El señor Nott siempre le dejó las cosas claras a Theodore: "Yo necesito un ejército para conquistar el mundo mágico. Tú no eres mi hijo si no puedes ser mi soldado en esta Guerra Mágica".
Y Theodore, cada vez menos por sí mismo y mucho más por su madre, aceptó esa situación. Él no sabía si su padre fue siempre así y engañó al espíritu luminoso de su madre para que se casaran o, de pura casualidad, hubo un tiempo en que su padre amó a su madre, por muy egoísta que fuera ese amor.
De lo que siempre estuvo seguro y aprendió, como todo, a soportar, fue el dolor de saber que el señor Nott nunca lo amó, ni lo amaría en ningún instante. Su padre jamás permitió que él se llenara de ilusiones de ningún tipo. Lo aisló de cualquier forma de socializar en el Mundo Mágico y sus únicos amigos eran hijos de mortífagos, por lo que Theodore no podía revelarles completamente sus sentimientos, ni podía confiar en la mayoría de ellos.
La verdad es que Theodore se permitió querer sincera y honradamente tanto a Draco Malfoy como a Blaise Zabini, pero no cometió el error de demostrarlo frente a su padre. Ellos dos eran el único agarre al mundo real fuera de su espantoso "hogar" y Theodore luchó siempre por no perderlos, ya que, de todos los sangrepura que tenía permitido hablar, ningún otro se le hacía de fiar.
Porque Theodore no era como su padre. Si el señor Nott sólo se hubiera dedicado a lastimarlo a él y no a su madre, podría haberlo sido, lleno de rencor y resentimiento e inseguridades porque su padre podía amar a su madre y no a él. Se habría convertido en un ser oscuro, justificando pelear por lo que quería sin interesarle en lo más mínimo la otra persona y sintiendo que la vida le debía algo. Pero, como cualquier otro hombre que no conoce el poder del amor, el señor Nott cometió el gran error de maltratar también a la madre de Theodore, torturándola de formas más sutiles pero también más efectivas para mantenerla callada y dócil, una criatura de dulce visto que sólo podía salir de la cárcel de la casa de los Nott cuando el señor Nott quería dar una declaración de "todo lo bueno que pasa en la Mansión Nott, una de las familias sangrepura más poderosas y exclusivas de la Sociedad Mágica."
Del profundo sufrimiento de su madre, y de todas las enseñanzas que ella le dejara, Theodore aprendió a amar, y, a diferencia de su padre, aprendió a respetar a los demás y entender el verdadero valor de las personas, de las cosas, de la vida misma.
Al principio como gesto de rebeldía y luego por puro interés, consiguió investigar sobre los muggles y, espabilado e inteligente como pocos, comprendió qué era lo que realmente sucedía detrás del prejuicio de los que nacieron en familias completamente mágicas y los que no.
El padre de Theodore torturaba a su hijo no sólo de forma física o psicológica, sino, como Voldemort, trató de apoderarse con la legeremancia de toda la mente y de toda la identidad de su hijo para convertirlo en su marioneta. Falló. El impulso de su vástago por vivir y encontrar una solución para su madre y para sí mismo era demasiado grande para quitarle la esperanza sólo porque su padre era un monstruo. Así que Theodore se pasó años blindando su armadura, observando a su alrededor, buscando siempre ocultarse, ser discreto, invisible, hasta que encontraba la manera de ocultar su verdadera existencia al mundo, para que éste no se la exigiera de vuelta.
Y el primer paso que dio hacía esa libertad fue cuando se le "permitió" ir a Hogwarts. Aunque al Patriarca Nott no le gustaba que su hijo estuviera tan alejado de su "entrenamiento", el peso de la tradición del Colegio de Magia y Hechicería era demasiado fuerte para resistirle. Además, cada año Theodore recibía instrucciones de labores y observaciones como infiltrado en el Castillo para que se pudiera seguir con la guerra que el señor Nott quería realizar, siempre devoto de Voldemort, pero, también, con toda su amplia ambición, deseoso de obtener más poder para sí mismo. De esos años sólo se puede decir que Theodore aceptó por sus propias razones y buscó incansablemente no darle ventajas a su propio torturador. No le quedaba más que resignarse a que su padre nunca lo amaría, pero, para defender su propia estabilidad y amor propio, tampoco asumió con él ningún tipo de lealtad ni sentimiento de afinidad.
Para Theodore, el señor Nott era el enemigo poderoso que tenía que solapar y resistir hasta que pudiera vencerlo. No lo llamaba padre y cuando tenía que hacerlo, había un acento distintivo de una fuerter lejanía emocional, una cierta burla ácida que, aquellos que no lo conocían, jamás conseguían entender.
Así las cosas, para nada se imaginó, de todas formas, que recibiría algo más de su estadía en el Colegio. Y que su vida cambiaría tanto en el latido de un corazón o en el suspiro de una respiración.
Él recuerda todas sus primeras veces con ella. Porque todas fueron primeras veces, ya que después de conocerse no se separaron, pero también, porque para él, todas esas memorias constituían la mayor parte de su felicidad, pese a todo lo que tenía encima.
Después de que ella muriera, él repasaba sin descanso todas esas memorias, todos sus momentos felices. Lo que le acosó tras su muerte no fue sólo el dolor, sino el vacío.
Había amado con todo su corazón a dos personas en la vida y sus vidas se habían sesgado al mismo tiempo y por el mismo hombre que él pudo amar y que aprendió a odiar con tanto ímpetu, porque era lo que merecía, porque no le trajo a su vástago nada más que desgracias, angustias, desesperación, odio, sufrimiento.
Y aunque él mató a las dos únicas personas que hacían que Theodore se sintiese realmente vivo, no pudo borrar la estela de ese amor. Al final, él mismo se dio cuenta que estaba desperdiciando su vida en sentimientos de un odio absurdo, puesto que eso no resolvía su situación y sólo empañaba lo que siempre consideró importante no dejar pasar.
Resiliente, decidido, aunque se sentía amargo, se obligó a sí mismo a quitarle el poder que tenía sobre él su pasado y, sobre todo, su apellido. Se esforzó en salir de la oscuridad donde su padre quiso volver a encadenarlo pero hubo algo que no cambió: Estuvo solo. Quería estarlo. Sus amigos pensaron que era por la guerra y la pérdida y su incomprensión del mundo sin Arian, ya que no sabía más cómo vivir sin ella, pero sólo tenían razón en parte.
La verdadera razón de su aislamiento era porque, cuando estaba sin gente alrededor, se sentía lleno de ella. La recordaba como si estuviera junto a él todo el tiempo, jamás la sintió muerta. Le dolía voltear a verla y no ver su reflejo de vida, más sentía en su corazón que que la que fue su prometida estaba ahí y no se iría. Y para él, eso era más que suficiente. Lo habían hecho pedazos tantas veces que aquel dolor, sordo, terrible, invalidante, sólo era el regreso a su tumba, de la que sólo salió para dos personas.
Ni siquiera mató a su padre por lo que hizo. Eso sorprendió al resto del mundo y le hizo sentir un aguijón de nostalgia: Arian lo habría comprendido.
Nott hijo no mató a Nott padre simplemente porque la muerte hubiera sido un regalo para aquel ente. En cambio, sin ninguna emoción, preparó todo para que su padre no sólo se fuera a Azkaban, sino que le dieran el beso del dementor. Y después, simplemente, se olvidó de él. Mientras que cada día iba a las lápidas juntas de las dos mujeres Nott en su vida y hablaba al viento para que éste mandara sus palabras a ellas y les llevaba flores, no volvió a mencionar a su progenitor. A veces los otros querían que hablara de eso y podía notar su perplejidad porque no se encendía o apagaba en lo absoluto con el tema.
Sencillamente, el interés no estaba ahí.
Sin embargo, conforme pasaba el tiempo, empezaba a darse cuenta que los recuerdos de Arian no eran suficientes. Lo llenaban para no sentirse muerto por dentro, pero no lo hacían vivir.
Ella ya no estaba, todos sus planes quedaron rotos y él seguía vivo. Seguía vivo porque sabía que podía vivir y porque sabía sobradamente que Arian jamás le perdonaría que se quitara la vida para separarlos por la eternidad, pero no le quedaba mecha, fuego o chispa. No sentía nada. No era nadie.
Y un día decidió seguir adelante. Pero, primero, dejó entrar todo su dolor, todo lo que estaba negando para no matarse solo de dolor. Tenía que enfrentar lo que había perdido para poder aceptarlo y entender hacía dónde debía dirigirse. Tenía que aceptar que ya no era la misma persona para poder reconstruirse y, de ser posible, empezar a vivir de nuevo.
Sabía que, al enfrentar sus demonios y su realidad, viviría en un infierno. Pero, en cierto modo, estaba curtido: Siempre había vivido así.
Conoció a Arian cuando ambos tenían 11 años. Él se la pasaba observando a todos los escogidos para estudiar su primer año en Hogwarts, con más o menos interés, cuando captó su mirada.
Arian, a sus once años, tenía el cabello oscuro desmelenado, como si se lo hubiera cepillado, pero no tuviera intención alguna de definirlo. A él le dio cierta gracia eso, porque notaba que ella sabía lo que era evidente: Su cabello, independientemente de lo que hiciera con él, seguía amoldando su rostro de porcelana. Observó su mirada y notó que aquellos ojos tenían una intensidad y profundidad que había sido lo que llamó su atención en primer momento, pero vio que ella no estudiaba nada, aparentemente, por demasiado tiempo, ya que, una vez que absorbía el objeto de su interés, apartaba la mirada y no permitía ninguna conexión con el resto.
Los iris de aquellos ojos eran color caramelo, con una tonalidad tal que, según la luz, eran marrones, color miel o ligeramente verdes, y almendrados, e intensificados con cejas gruesas y expresivas.
Su porte era ligeramente arrogante y Theo podía percibir que tenía mucha confianza en sí misma y que era pulcra y elegante, su túnica del Colegio no tenía manchas ni bordes ni hilillos sueltos, siquiera, y usaba unos guantes de piel ajustados que seguramente la habían protegido del frío. Su bufanda era negro con gris y combinaba perfectamente con el negro de su vestimenta.
En aquella primera impresión, Theodore advirtió su belleza, pero lo que más le gustó fue lo que pudo advertir de su carácter: Arian podía ser una niña, aún así, se notaba que sabía perfectamente lidiar con quienes quisieran influir en ella. Podía tener sus mismos once años, y sin embargo parecía mayor. Él, quién sabía mejor que nadie lo que es envejecer antes de tiempo, supo de inmediato que ella era igual: No le interesaban las ilusiones, quería la verdad.
Añadió mentalmente cómo hablar con ella después y ver si quedaban en casas diferentes y, en ese momento, sintió el peso de su mirada.
Theodore estaba acostumbrado a disimular todas sus reacciones y pretender que no estaba atento pero lo estaba, todo el tiempo. Draco y Blaise se quejaban mucho por eso, porque con Theodore no podía haber secretos. Él siempre estaba a un paso adelante o dos de cualquier cosa y aunque pagó duramente por ese don, él sabía perfectamente cuando pasaba algo en lo que estaba involucrado. Por eso, la mirada de Arian no le tomó por sorpresa y hasta se permitió cambiar de posición para que ella pudiera observarle, de modo que él pudiera advertir si seguía mirándole.
En aquel momento, si se sintió abrumado por el peso de sus ojos sobre él. Comprendió de forma instantánea que su interés despertó el suyo y sintió como la sangre subía a su propio rostro, porque su verdadera personalidad tenía algo de timidez y no le gustaba ser observado, aunque había conseguido hacer las paces con ello.
En ese momento la profesora McGonagall los llamó para ser escogidos por el Sombrero Seleccionador y su tribulación desapareció, sobre todo porque Draco y Blaise, leyendo a su amigo, comprendieron que podían acercarse a él, sobre todo porque ellos habían terminado de hacer ""relaciones sociales y de contacto", algo que Theodore no podía ni quería hacer.
En esa Ceremonia de Selección, Arian fue llamada primero que él. No pudo evitar advertir el modo en que ella caminaba, tranquila, un paso por delante del otro, discreta y aún así, captando la atención de otros.
El apellido de ella también le resultó especial desde el principio.
Blackthorn.
Su padre le había hablado de todas las líneas de sangre mágicas conocidas. Se conocía de memoria el libro de su ancestro porque su padre se lo hizo recitar hasta que no tuvo que abofetearle debido a que olvidaba los nombres.
Por una vez, no se acordó del dolor de esas ocasiones, sino del conocimiento. Era algo útil, al fin y al cabo y Theodore prefería pensar ese tipo de cosas de esa manera, para no volverse loco.
Así que por esa razón tenía entendido que el apellido Blackthorn no era sangrepura por completo, pero tampoco era muggle por completo.
Había una historia extensa detrás de esa familia, Theo sabía que no eran muchos los descendientes de esa rama de la magia y nada tenían que ver con la rama Black, de la que su propio amigo, Draco, descendía por vía materna, debido a su madre Narcisa Black, alguien a quien él mismo quería mucho.
Theodore sintió por primera vez el miedo de que aquella chica se alejara de él. Slytherin rara vez aceptaba miembros cuyos familiares no tuvieran completamente sangre no-mágica en sus venas, por mucho que una parte de su linaje lo mereciera y había que tener una serie de características para que el Sombrero Seleccionador decidiera sobre ello.
Él, incluso aunque hubiera querido no estar en Slytherin, sabía muy bien que no entraría en ninguna de las otras Casas, por su pasado, su presente y el que sería muy pronto su futuro.
Pensaba que ya se había resignado a perderlo todo y no tener una vida pero, cuando Arian Blackthorn se sentó en aquella silla y se le puso el Sombrero en la cabeza, él deseó con todas sus fuerzas que ella quedara en Slytherin, a su lado.
Aquel deseo le dio miedo pero a la vez, lo alivió: Seguía vivo. Su padre no podía quitarle sus emociones ni sus ganas de vivir. Y parecía que al mundo no le importaba mucho si vivía un poco:
Arian llegó a Slytherin y él también, cuando le tocó el turno.
Ese día ambos intercambiaron una larga mirada y se comprendieron. Theodore supo que su vida había cambiado.
Pero así como fue para ambos una bendición, también fue una relación que requirió un extraordinariamente doloroso sacrificio en todos los sentidos. Él nunca dejó de amarla y ella menos a él, pero sus aventuras fueron amargas y rara vez encontraron apoyo ni en su Casa, ni fuera de ella. A Theodore le costó mucho poder sincerarse con ella sobre su propia familia y situación porque no quería que su horrible pasado y presente la alejara de él y a ella le costó revelarle ciertas datos de su vida. Porque Arian no sólo daba la impresión de ser misteriosa: Lo era y estaba llena de secretos, uno más grande que el anterior.
Así que sí, todas las primeras veces de Theodore fueron con ella. La lealtad y la confianza fue lo que los salvó de los muchos problemas de ambos para esconder su relación y aún así mantenerla. Porque los chicos son chicos y las chicas son chicas y ninguno de los dos era mal parecido.
Blaise fue el primero en enterarse de la relación de Theodore con Arian porque Blaise cometió el error de querer seducirla. Blaise la encontraba atractiva y a Arian le caía bien él pero Blaise nunca distinguía ni quería distinguir que había matices de entre los "Me Agradas" y no todos eran sexuales y/o sentimentales.
En esos tiempos, Zabini era un seductor armado por su madre y, para él, Arian era un reto.
No es que no la respetara o que no le tuviera afecto, pero para él, que no sabía que Arian ya tenía una relación, ella era alguien con quien quería probar su sexualidad e, incluso, si se daba, salir con ella un par de veces. No quería nada serio, pero el día en que Blaise rebasó el límite y casi la besa, Theodore le hizo un Petrificus Totalus. Sólo el cariño que Theo le tenía a Blaise lo salvó: A cualquier otro, lo habría hecho pedazos.
En cuanto Arian pudo calmarse y calmar a Theodore, hubo que explicarle a su amigo, bajo Juramento Inquebrantable, la situación y hacerle jurar que no volvería a intentar hacer nada parecido con su amiga.
Blaise se quedó estupefacto, y, siendo honestos, muy avergonzado y después de ese incidente, Blaise y ella terminaron siendo amigos primero y casi hermanos después.
Draco tampoco se enteró por la vía directa: Él notó primero que nadie que Theodore se comportaba, incluso en público, de una manera muy específica con Arian y empezó a "tratar de ayudar" al solitario de su amigo a que se decidiera a cortejar a Arian.
El resultado fue desastroso: Para cuando supo que estaban juntos, Arian ya se escabullía de su Dormitorio para dormir al lado de Theodore, aunque, en ese tiempo, sin tocarse.
Draco no se escandalizó precisamente, porque estaba curado de espantos con Theodore, pero si montó en cólera porque no se lo habían contado. No fue hasta que le explicaron por qué era necesario salvaguardar su secreto, que Draco mismo juró no revelarle la verdad a nadie.
Y eso les hizo la vida más fácil, puesto que la cama de Theodore estaba en medio de la de Blaise y Draco en el dormitorio de los chicos y eran ellos quienes custodiaban la habitación para que nadie supiera que Arian rara vez dormía en su cama y, si lo hacía, de todas maneras contaba con hechizos defensivos, reveladores y magia avanzada. Parecía paranoia, pero no lo era en lo absoluto: Todos ellos sabían que se jugaban la vida si el Patriarca Nott se enteraba que Theodore tenía un romance, con quien fuera.
Arian no siempre fue tan segura como Hermione pensaba. De lo que Theodore sabía, Arian fue criada en un orfanato debido a que su familia mágica había sido asesinada y ella misma había sufrido mucho intentando protegerse a sí misma y a sus pocas amigas del lugar, que, poco a poco, fueron marchándose, dejándola sola. Empero, la experiencia de Arian fue muy distinta a la de Tom Riddle: nunca violentó a los huérfanos, no se metía en problemas ni era líder de "cambios" en el lugar, porque era lo suficientemente inteligente para saber que estaba en desventaja y quería mejorar su situación, no empeorarla.
Con el tiempo, consiguió trabajos en el Mundo Mágico para poder vivir lejos de aquellos lugares incluso si era menor de edad y los propios profesores de Hogwarts tenían encargos para ella de manera que pudiera superar aquella etapa de su vida y se pudiera hacer independiente. Pero le hicieron prometer a Arian que no lo comentaría, ya que eso daría pie a comentarios de favoritismo en el castillo y al principio, ni siquiera Theodore tenía alguna idea, hasta que ella misma se lo comentó. Fue duro para ella contarle, porque confiaba en él pero el secreto no era suyo para develarlo.
En sus años de relación, el problema de la comunicación fue constante entre ellos. Los dos deseaban que el otro fuera feliz, y los dos ponían todo de su parte para que su relación funcionara, pero no podían controlar a su entorno.
Uno de los problemas más graves que enfrentaron como pareja fue cuando Daphne le pidió a Theodore que la acompañara como su primer pareja sexual. Daphne no estaba enamorada de Theodore ni él de ella y la intención de ambos era la misma: Descubrir lo que era el sexo, cometer todos los errores posibles hasta entender qué hacía falta y entonces ir con su respectiva pareja a hacer lo que deseaban.
Ya para entonces el perfeccionismo de Theodore estaba muy arraigado en él y, dado que hacía poco tiempo Arian le había pedido que avanzaran un paso más allá en su relación, él quiso que para ella fuera perfecto. Sabía que su novia necesitaba mucho más amor del que solía manifestar que necesitaba y él mismo quería tener la seguridad de que podía hacer aquello de la forma correcta.
Pero precisamente por esa situación, le hizo daño a Arian y casi la pierde por un tiempo.
Tan preocupado estaba él por la situación, que no reflexionó que Daphne era buena amiga de Arian.
Por supuesto, Daphne le explicó inocentemente su idea a Arian y le dijo que Theodore había aceptado. En cierto modo, no era del todo así, ya que Theodore dijo "Lo voy a pensar" pero Daphne sentía cierta ansiedad por la situación y, sin saber, sometió a Arian al peor de los interrogatorios, preguntándole qué debía ponerse y qué pensaba del asunto.
Arian no acudió a Theodore inmediatamente. Fue Blaise quien le avisó que Arian llevaba ya mucho tiempo en los lavabos y que, debido a que no podía entrar al baño de mujeres, había averiguado con una de sus amantes que ella "estaba vomitando como si algo le hubiera sentado mal". La chica quiso saber si podía ayudarla y Arian no fue descortés con esta persona, pero rechazó la ayuda y la dejó preocupada porque "Tu amiga es ruda, jamás la he visto ponerse así y por primera vez la vi bañada en lágrimas, mejor ve a ver qué le pasa."
Theodore tuvo que recurrir a todo su amor, recursos y disculpas y cambios para que ella entendiera lo que pasaba. Esa fue otra primera vez con Arian. Blackthorn jamás había llorado enfrente suyo por muchas cosas que hubieran pasado entre ellos y la verdad es que ninguna de sus peleas habían alcanzado ese extremo ni se había sentido hecho polvo al verla derrumbarse. Arian no paraba de llorar mientras explicaba cómo se había sentido después de enterarse de algo así y hasta le preguntó si él no estaba pensando en que ambos se separaran. Le pidió que aclarara la situación, porque el dolor que la hizo sentir la estaba matando.
Ese fue el día en que Theodore se juró a sí mismo que, dentro de lo posible, sería la última vez que la haría llorar, consciente o inconscientemente. Habló con Daphne, le dijo que no podía ayudarle y después de que la relación de ambos volvió a su cauce, él preparó su primera noche con su novia, aceptando que no sería perfecto pero que eso lo haría mejor.
Y fue por su causa que no escondió las cicatrices de los golpes de su padre, sino que permitió que su amor y su magia lo curara, y también permitió la continuidad de detalles imperfectos en su esencia, pese a lo mucho que se censuraba en la mayoría de las ocasiones: porque ella entendió lo que él, envuelto en la toxicidad de su vida, no reconocía: No necesitaba ser perfecto para ser amado, no necesitaba no tener cicatrices para seguir adelante y no tenía nada de qué avergonzarse.
Theodore no necesitaba una cámara fotográfica o mágica para recordar a Arian. La veía en cada libro, cada momento, cada luz, cada nuevo recuerdo. Conforme pasó el tiempo, después de su muerte, cuando Hermione y él empezaron con las "trastadas" él empezó a asimilar la muerte de Arian Blackthorn como una integración de lo que fue en vida y lo que significaba para él en la muerte. Sexualmente se volvió más activo después de perderla porque quería encontrar algo que lo volviera a emocionar pero, por más que lo intentó, no ocurrió hasta que decidió cruzar esa línea con Hermione.
Hermione no lo sabía aún, pero Theodore estaba enamorado de ella desde antes de que ambos cruzaran miradas y palabras por aquel libro. Admiraba su inteligencia, la encontraba guapa y digna y también le gustaba su carácter. Arian lo supo desde el principio, por supuesto, y cuando Theodore dejó claro lo mucho que la amaba a ella, fue Arian misma quien le preguntó "¿Por qué no invitas a Granger a salir? Sería bueno para ti."
Él respondió con calma que no lo hacía ni lo haría porque Arian estaba allí y se sintió en un universo de algodón cuando su novia le dijo que comprendía eso, pero que ella aprendió que limitarlo a sólo ella podía llegar a redundar en un egoísmo que nada tenía que ver con el compromiso de ambos.
Theodore la miró largamente, porque para entonces la conocía y le preguntó:
-¿Tú estarías con alguien más si yo hablara con Hermione?-
Arian no respondió inmediatamente y él comprendió que lo estaba pensando con seriedad, no por hacer una pausa teatral. La respuesta de ella, como todas, fue honesta:
- No lo creo.- manifestó.- A mí me basta y me sobra contigo a mi lado. Theodore le dirigió su sonrisa de medio lado, esa que sólo reservaba para ella y preguntó:- ¿Te gusta alguien más que yo? ¿Puedes ver la belleza de otros chicos?-
Arian lo volvió a pensar y contestó:- Creo que sí. Harry Potter se me hace agradable a la vista, Blaise es muy guapo y hay un par de chicos en Ravenclaw que son lindos y me podrían caer bien.-Theodore continuó:- ¿Y saldrías con ellos?- Arian entonces no se tardó en responder:
- No. Yo estoy contigo porque quiero estar contigo y, aunque puedo ver al resto del mundo, ellos no significan nada si tú no estás. Si me preguntas esto por Hermione Granger, yo te diría que para mí eso no tiene que ver. Ustedes dos tienen cosas en común y si eso te ayuda, adelante. De todas formas, que estés con ella no tiene que ver conmigo. No te desharás de mí.-
Theodore recordaba que ella sonrió de esa manera que siempre tuvo, llena de tanto amor y dulzura que siempre le daban ganas de besarla cuando la veía. Y lo hizo. Besarla.
Luego le dijo:
- Me gusta Hermione Granger. Es agradable. Pero mientras estés tú, no puedo salir con ella, ni con nadie. No porque no me agraden, sino porque con quien yo quiero estar, es contigo. No con nadie más, por guapo o inteligente que sea.-
Ella se río y lo besó con alegría. Y Theodore siempre detenía ese recuerdo ya que dolía demasiado recordar la risa de su mujer. Arian siempre había reído como debía reír la lluvia y era un sonido que extrañaba con más intensidad que un director de orquesta el sonido de la música.
Theodore sabía que la partida de Arian era inevitable. Ambos se habían preparado por muchos años para perder al otro en infinidad de circunstancias. Nadie tiene la vida comprada y menos en la Guerra. Pero él había creído que, una vez ésta acabara, él y ella podrían vivir todo lo felices que se pudiera. Tomó la decisión de ir hasta el final con ella el día que Arian, disfrazada de enfermera, fue a "atender" a la madre de Theo. En realidad, aquella reunión fue orquestada con la intención de que su madre conociera a su prometida. Arian había llorado de emoción al conocer a su suegra y le había dicho bajito que ahora sabía de dónde había heredado Theodore aquellos ojos tan distintivos.
Y su madre había llorado de felicidad y había acariciado sus mejillas, dándole las gracias por amar tanto a su hijo.
En ese momento, Theodore sintió que todo valía la pena. Que su padre podría abofetearlo, escupirlo, desgarrarlo y aún así él no se quejaría si con eso podía salvarlas, a las dos.
Porque su madre era su pilar, pero Arian se había convertido en su vida. Y ambas, representaban el futuro, uno luminoso, grande.
Theodore se atrevió, por fin, a pensar que tenía un camino. Pensó que podía dar sitio al amor en su corazón.
Y su padre destrozó en un solo día todas sus ilusiones, como lo destrozó a él en tantas ocasiones.
Theodore se derrumbó tras aquello. Dejó de hablar, de comer, de mirar a nadie, dejó de respirar, casi. Estuvo convaleciente igual que Hermione (por sus propias razones) en el Hospital de San Mungo, y se desconectó por completo de la realidad que lo había golpeado con tal dureza.
Hasta que una noche, después de añorarla más de lo que podía soportar, ella vino a él en un sueño.
Theodore quiso decirle muchas cosas. Incluso en sueños sintió su pecho hincharse con todo lo que traía por dentro, y sintió su corazón latir con la vida que ella le había dado. Pero, por una vez, no pudo hablar.
Arian lo estrechó en sus brazos y lo besó y él sintió que iría con ella hasta dónde se lo permitiera. Le pidió que se lo llevara, que por favor lo liberara de aquel sufrimiento. Entonces la vio sonreír y negar con la cabeza.
- Éste camino no es para ti todavía, Theodore.- oyó su voz con más claridad que nada en el mundo.- Todavía tienes mucho camino que recorrer. Ve con ella, Theodore... te necesita y la necesitas. No te sientas culpable de vivir con ella lo que no vives conmigo. Así es como debe ser. No pienses que me entristeceré. Sólo quiero que seas feliz, ¿Me lo prometes?-
Sintió como su pecho se liberaba y empezaba a llorar de nuevo, gritando su angustia en sollozos desgarradores. Pero aquella mirada color caramelo no dejaba dudas, ni lo miraba con menos amor.
- Así es como debe de ser.- Repitió Arian.- No es un Adiós, Theodore. Nos volveremos a ver... todos juntos. Te lo prometo.-
Él había querido seguir gritando, suplicando que ella no se fuera. Pero, lentamente, como un faro difuminándose en el atardecer durante una tormenta, su figura desapareció.
Theodore despertó, en la cama de hospital donde se pudría hacía meses. Y, con la cabeza embotada, oyó a Draco:
- ¡Blaise!, ¡Corre por la enfermera! Está vivo. Qué bien, porque si no despertaba, lo mataba.-
