Blaise no recordaba que hubiera habido un solo día de su vida donde no estuviera enamorado de Theodore Nott. Ésta puede ser una verdad fuerte y extraña por aceptar para aquellos que no fueran Slytherin o no lo conocieran bien, pero era una realidad con la que Draco lidiaba cada vez que los dos hablaban del tema y éste no se cansaba de decirle que dejara de importunarlo con detalles que lo hacían sentir profundamente incómodo. No es que el rubio fuera insensible con los sentimientos del que consideraba como una especie de hermano menor y menos teniendo que ver con su otro hermano, Theo, pero Draco pasaba demasiado tiempo con ambos y era demasiado necesitado de atención y estrellato para soportar las miradas de Blaise hacía Theodore todo el tiempo.
Ellos eran amigos desde que nacieron y por obra de Narcisa Malfoy más que nada. De las tres madres involucradas en semejante alianza era la única con suficiente poder e influencia mágica en la Sociedad para tomar esa clase de decisión y la amiga más sincera que tenía la propia madre de Theodore. Blaise había sido el primer niño de los tres en nacer y Galatea Zabini, quién era una importante aliada política de la familia Malfoy en ese tiempo, lo dejó desde que nació al cuidado y servicio de los elfos domésticos comandados por Narcisa. Ella adoptó al niño en cierto modo, pues no estaba en su educación descuidar a ningún bebé mágico, aunque no fuera su responsabilidad y pese a que jamás intimó ni sintió afinidad alguna por la madre de Blaise, el niño supo conquistar su corazón, sobre todo por la gran tragedia de su vida, la completa y absoluta indiferencia de parte de su madre tras su nacimiento.
Blaise se quedó huérfano de padre a los tres meses de edad y en práctica Galatea nunca tuvo un gesto de afecto para él. La verdad es que ella no lo veía como hijo, sino como inversión y de toda la colección de sus maridos, amantes y mecenas, había escogido al mago más guapo, aquel que tuviera el apellido sangrelimpia más poderoso y con el mayor renombre y fortuna en la aristocracia italiana para fijar su propia influencia. Su proceder como viuda negra, según admitía el propio Blaise, fue impecable: Sedujo con mucha gracia a su padre, lo hechizó con su belleza y ciertas pócimas manufacturadas para el caso, lo embarcó en diferentes proyectos de envergadura que le convenían, y por último se embarazó y planeó su asesinato tras asegurarse que tenía a su progenie asegurada.
Así, Blaise Zabini se convirtió en otro más de sus logros que podía presumir, recibir elogios y atención, pero que, tras serle útil, lo desechaba sin el menor remordimiento. Hay que reconocer que nunca le puso un dedo encima y tampoco es que se esforzara en hacerle la vida miserable, pero no tuvo que hacerlo: Blaise nació con la personalidad apasionada de su padre y, obviamente, toda su belleza, así que su camino siempre estuvo plagado de personas que deseaban poseerlo pero sin desearle ningún afecto, amor o simpatía realmente sinceros.
Galatea siempre miró por encima de su hombro a todos los que la rodeaban, sin preocuparle si lo que sentían los otros por ella era simpatía, envidia, odio o rencor, ya que todas esas emociones satisfacían su ego y le conseguían mayor poder, pero el fondo del corazón de su hijo era completamente diferente.
Blaise no quería ser admirado, temido, ni siquiera envidiado: Lo que él quería era ser amado y necesitado, realmente tomado en cuenta. Y el problema es que eso no fue nunca posible puesto que no importaba con quién intimara, ninguno de ellos escapaba del círculo de influencia de su madre, quien era la que escogía qué papel jugaban en la familia Zabini. Y claro, ¿Quién era Blaise para contradecirla? No importaba lo que él dijera, jamás estaban de acuerdo, puesto que siempre fueron tan diferentes.
De hecho, Blaise apenas tenía rasgos de Galatea, más que la inconsciente insolencia de su porte y cierto parecido en sus rasgos, que, por lo demás, eran exóticos. Mientras Galatea ostentaba una piel marfileña, unos impresionantes ojos oscuros y un cabello rubio platinado tan largo, suave y sedoso como el de una sirena de cuento de hadas, y una estatura promedio, Blaise tenía una piel de chocolate oscuro, el cabello rizado, más bien castaño y un par de ojos color champán de pestañas tan largas que eran la envidia de cualquier mujer. Y era alto, al crecer, se notaría que sería mucho más alto que su madre.
Durante su infancia, Blaise no recordó muchos momentos con su madre porque no estuvo con ella, ya que para cuidarle estaba su aya, una nodriza para darle pecho y se entretenía estando la mayor parte del tiempo en la casa de los Malfoy dado que Galatea celebraba interminables reuniones con los sangrepura de Inglaterra y claro, donde había política, estaba Lucius, a veces acompañado por Narcisa, muchas veces solo.
Así que Blaise estaba más acostumbrado a llamar "hogar" a la Mansión Malfoy y de hecho confiaba más en la servidumbre de los amigos políticos de su madre que en aquellos que vigilaban -y limitaban- su proceder en la que era su casa. Curiosamente, también conoció a la madre de Theodore antes que él mismo, puesto que ella se refugiaba en las reuniones de mujeres de la Casa Malfoy con Narcisa del maltrato de su marido Terence, que además también era el mejor amigo de Lucius Malfoy.
Blaise había cumplido casi su primer año de vida cuando Theodore nació. Él no lo recordó después, por supuesto, pero la madre de Theodore y la propia Narcisa le contaron en una ocasión que, cuando Skadi Nott había puesto a su hijo en una canasta de mimbre al lado suyo para vigilarlo mientras hacía costura al lado del mayor ventanal de las habitaciones privadas de Narcisa Malfoy, Blaise entró en ese momento a la habitación. Había estado jugando y traía la ropa alborotada y algo sucia. Su risa alertó a las mujeres y Skadi, por costumbre, empezó a regañarlo y lo atrajo hacía sí, diciéndole que su madre se enfadaría si percibía que sus ropas estaban así de descuidadas. Blaise había hecho gorgoritos mientras ella lo limpiaba y fue entonces cuando Theo respondió con un particular silbido.
Skadi contaba que Blaise se había asombrado y, curioso, se acercó para mirar mejor a aquel nuevo elemento en su cotidianeidad. Ambos niños se miraron y Narcisa se río porque, como todos, Blaise cayó bajo el hechizo de los preciosos ojos azules del hijo de Skadi.
Debido a la mala memoria de los bebés en esos años, Blaise no pudo nunca saber cómo fue realmente aquel momento, aunque secretamente buscó formas de encontrar el recuerdo en su mente, pero la anécdota nunca salió de su cabeza, porque Skadi le había contado que, aunque Blaise había quedado fascinado por la mirada de Theodore, fue el bebé quien había alargado su manita izquierda para tocar la mejilla de Blaise. Y esa conexión, aquel primer contacto, era algo que los había acercado y que lo hacía creer que, tal vez, en otra vida, Blaise y él pudieron haber tenido una oportunidad.
Si alguien en quien Blaise hubiera realmente confiado le preguntara qué sintió al lado de Theodore todos aquellos años de convivencia, él no habría respondido sobre un solo sentimiento. Y esto fue debido a que, si bien Blaise se enamoró perdidamente de Theodore desde el principio, Theodore no lo amaba de la misma manera. ¿Lo quería? Oh, sí, muchísimo. Theodore no era una persona especialmente amorosa y nunca pudo serlo por su dolorosa crianza pero debajo de su capa de persona fría y con un envidiable autocontrol, Theodore experimentaba la vida de una forma especialmente intensa y Blaise formó parte de su vida de una forma imprescindible.
Para Theo, dentro de su soledad y el profundo sufrimiento y carencia emocional, Blaise fue una alegría y un confort tanto en su helada infancia, los aventureros años de su vida en Hogwarts, los maduros años de su felicidad en su relación con Arian y después de ella, uno de los únicos puntos de verdadero cariño y amistad que tuvo y que lo ayudaron a seguir tras perderlo todo.
Sin embargo, aunque Theodore Nott lo amaba mucho, el amor de él hacía Blaise era más bien filial y aunque eventualmente confió en él lo suficiente para dormir con él y guardar en él parte de la esperanza y el motor que lo hacía sentirse más o menos sensible a la Vida, hasta en sus apasionados y fieros encuentros sexuales Theodore sólo expresaba la necesidad de aferrarse a todo lo bueno que todavía le quedaba.
Además, Blaise sabía que no podía echárselo en cara y no sólo porque Theodore nunca se aprovechó de los sentimientos de su amigo a pesar de saber perfectamente lo que Blaise sentía. Blaise no amó a una persona en su vida nada más: Por extraño que pueda parecer, desarrolló la misma cercanía y sintonía con Arian cuando la conoció. Él tardó mucho en entender los por qués, los cómos y y hasta los qués. Ningún integrante de la casa de Slytherin tenía realmente una familia sana y estable pero de todos ellos, Blaise y Theodore fueron los más desafortunados en cuanto a su entorno familiar se refería.
Draco, en comparación, había salido bien parado, ya que, si bien Lucius era cruel, amoral y soberbio, amaba tanto a su hijo como a su esposa y Draco nunca sintió el helado filo del desprecio por parte de ninguno de sus dos padres. Narcisa amaba a Draco como solo una madre puede llegar a querer y Skadi también lo quería, así que Draco era más bien inmaduro y bravucón porque estaba acostumbrado a una vida de opulencia y a obtener todo lo que quería dentro de lo posible (y también dentro de lo que quizá no era posible pero si adaptable).
En cambio, Blaise, que no tenía padre y cuya madre era un témpano de hielo, le costó mucho entender qué era el amor en todos los sentidos, pues su única referencia era la propia pareja Malfoy, que de alguna manera eran sus padres adoptivos y la situación de Skadi Nott, cuya cruenta vida era un emblema de todo-lo-que-nadie-nunca-debe-aceptar-ni-soportar.
Así las cosas, Blaise supo cómo se sentía por Theodore pero no lo que significaba realmente. Y Theodore no pudo explicarse a sí mismo tampoco hasta mucho después, cuando aprendió y existió a través, por y, para Arian Blackthorn, quien estaba en las mismas o peores condiciones. Ellos tres representaban la mayor vulnerabilidad y el mayor milagro mágico en algún sentido, pues los tres habían sido maltratados, dañados y marcados en gran medida por las circunstancias de su entorno, empero, los tres habían sido bendecidos con la posibilidad de cambiar las cosas. Porque Blaise, que fue educado para ser un seductor y un engatusador de personas, siempre a la merced del juicio de su despiadada madre, encontró un refugio a su hambre de cariño en Theodore, quien consiguió paliar su depresiva parte emocional al proteger y tratar de entender al desvalido y sensible Blaise. Y juntos se complementaron para albergar a Draco y de ese modo mesurar su arrogancia y egoísmo, volviéndolo más amable y más humano.
Empero, ninguno de ellos estuvo realmente completo hasta que Theodore encontró a Arian y Arian lo encontró a él. Y aunque Blaise nunca pudo explicar o ponerle nombre a lo que él entendió, vivió y superó al lado de ellos, mucho tiempo después de la muerte de Arian pudo tener su propio cierre al entender en toda su belleza lo que ellos eran y lo que siempre serían a pesar de todo.
Para poder explicarlo es necesario hacerlo desde el principio. Blaise y Theodore se asumieron como hermanos pese a que no había dos personas más diferentes porque dentro de sus limitaciones existía en ambos tanto la voluntad como la necesidad de complementar y llenar sus vacíos y carencias. Cuando Galatea Zabini deshacía a Blaise con sus comentarios incisivos sobre su apariencia, o lo vapuleaba o lo hacía llorar con total frialdad por sus intentos de acercarse, era Theodore quien buscaba maneras de explicarle a Blaise por qué las cosas sucedían de ese modo y por qué no debería importarle. La necesidad de Blaise de dejar sentir dolor llenaba a Theodore de la necesidad de entender cómo llegar a un acuerdo con ese sentimiento, de modo que Blaise dejara de llorar o ambos se sintieran más solitarios y destrozados de lo que normalmente se sentían.
Y cuando Theodore, que era incapaz de llorar y de expresar su miedo, su debilidad y lo que de verdad sentía, se aislaba y se refugiaba al apartarse de todo y de todos para poder lidiar con su propia oscuridad personal, era el amor de Blaise, su forma de reír y de hacerlo sentir necesario y valorado lo que conseguía que Theodore volviera a la realidad. Entonces los dos se hacían compañía e inventaban diversos juegos en los cuales se comunicaban de una forma cómplice y secreta en la cual, al privarla de otros componentes, protegían y hacían especial su amistad y la hacían duradera.
A su vez, cuando a Draco se le subía a la cabeza toda la atención, apoyo y alabanzas y lisonjas de los otros para ganarse el favor de sus padres, el ver que la verdadera amistad y cariño de Theodore y Blaise no tenían nada que ver con los reflectores y la admiración en realidad vacía del resto de sangrepuras, hacía que él pudiera reflexionar, aunque fuera un poco, sobre lo que realmente importaba en la vida. Y, de esa forma, Draco accedía a portarse de manera más generosa y más considerada, sobre todo porque él si sabía las verdaderas circunstancias de la familia de sus dos "hermanos" mayores, y aunque no pudiera poner dicho sentimiento en palabras, había una parte buena de él que entendía que ninguno de los dos se merecía el abandono en el que vivían.
Los tres, entonces, formaron un equipo formidable con el paso de los años, y tal como había sido la intención de Narcisa, se protegieron los unos a los otros de las interminables batallitas y circunstancias difíciles de los Sagrados Veintiocho.
Fue Narcisa, de hecho, quien les dio armas tanto a Blaise como a Theodore para asumir su posición de poder en sus respectivas familias, de modo que ninguno de los dos avergonzara a sus padres y trajera ignominia o problemas a los clanes.
Y aunque, si bien Narcisa pensaba mucho en la reputación de cada familia sangrepura y era muy consciente de su propia importancia, ella realmente se interesaba tanto por Skadi, como por Theodore y Blaise, por lo que consiguió su segundo propósito: Proteger a Draco a través de ellos, así como ella los protegía a cambio. Con el paso de los años cada uno desarrolló su propia personalidad y al final Draco se convirtió en el líder de los tres, pese a que eso en realidad lo hizo sentirse más solo que los otros dos más adelante.
Cuando llegaron a Hogwarts, ninguno de los tres pensó en otra Casa que no fuera Slytherin, y no sólo porque fuera su obligación: no querían separarse. Si bien Theodore sentía amargamente no tener poder de decisión en su vida, agradecía por lo menos que Blaise y Draco estuvieran ahí así que cada uno tomó su lugar correspondiente, tal como estaba previsto y se prepararon para seguir siendo lo que ya eran: excelentes amigos, aliados y hermanos. Pero el Destino tenía planes para ellos, así que las cosas no salieron como esperaban.
Draco fue el primero en separarse del grupo pero porque quería posicionarse políticamente antes que nadie. Aquel fue un error que marcaría su historia, ya que Blaise podría haber atenuado su arrogancia y tal vez Harry lo hubiera tolerado, por lo menos; pero Draco era víctima, como todos, de su propia naturaleza, por lo que fue rechazado por su actitud altanera y arrogante, que, aunque no lo disculpara, no era adrede, puesto que así lo habían educado para ser. Tras ser rechazado permaneció con los puños cerrados tratando de calmarse, ruborizado de cólera.
Sin embargo, no se dio cuenta que también él estaba recibiendo un regalo sin saberlo: A sus once años tenía su propio encanto y entre las muchas niñas que esperaban la Ceremonia de Selección, había una que sabía que todo de la Familia Malfoy y que desde pequeña soñaba con unir su opulenta familia con ésta. Su nombre era Pansy, de apellido Parkinson y aunque no era la más bonita, era una de las que tenía más personalidad.
A Draco le pasó completamente desapercibido que ella la miraba, a él, su rubor y sus bellos ojos grises y su cabello rubio platinado con una admiración de lo más elocuente, pero Pansy jamás olvidó ese primer momento. No fue amor a primera vista, ya que, al menos en aquel momento, era muy prematuro decir algo así, sin embargo, ella era decidida y comprendió que debía intentar cumplir su sueño, porque podría hacerse realidad, si se esforzaba.
Poco imaginaban ambos que aquel fue su principio... de muchas cosas.
Blaise, en cambio, aprovechó todo ese tiempo para flirtear. No era una de sus actividades más sanas, aunque fuera tan bueno en ellas: Galatea había usado varias veces a aquel niño como anzuelo para sus amantes, esposos y futuros aliados, y no le había importado incluso si el interés por ella también constituía un interés insano en el niño, por lo que Blaise sabía distinguir ese tipo de atención de los otros en él. En cierto modo como un mecanismo de defensa con el cual racionalizar esto, él pensaba que de alguna manera eso era bueno y sólo se puede decir que al menos tuvo la suerte de tener a Narcisa cerca para protegerlo y ponerle límites, hasta cierto punto, a Galatea. Empero, Blaise tenía conocimientos que hubiera sido mejor para él no tener e inconscientemente coqueteaba con todo el mundo, ya que para él, no había mucha distinción entre la atención de una chica y un chico, al menos si a él también le atraían y si no, ya desde ese entonces se entretenía haciéndose desear entre el alumnado de Hogwarts. No sabía, porque Theodore en esto era muy cuidadoso de que nadie lo notara, que el objeto de su verdadero amor lo seguía con la mirada, protegiéndolo en la distancia, pero tampoco sirvió de mucho, al menos no aquel día. Siguiendo a Blaise con la mirada fue el modo en que el Destino lo atrapó, porque los brillantes ojos azules de Theodore escanearon un poco más hacía la derecha y en el rincón más alejado pero reluciendo para él como un faro en el mar embravecido, halló a Arian por primera vez.
Él no supo hasta después que no tomó a Arian por sorpresa. Ella lo había notado mucho antes de que él la notara a ella sólo que supo esconder su interés con mucha discreción, igual que el resto de las reacciones que le produjeron el resto de sus compañeros. Pese a que en ese entonces Arian no había sufrido maltrato y violencia hasta el punto máximo que Theodore sufrió, ella ya estaba acostumbrada a arreglárselas sola en cosas que Theodore no había tenido que preocuparse. Los padres de ella, magos ambos, estaban muertos y ella había sido despachada a un orfanato muggle donde había tenido que sobrevivir desde que tenía 7. Niña, sola, inteligente, bonita e introvertida, había peligrado desde el primer día que llegó a aquel horrible lugar al que le obligaron a llamar "Hogar" y tuvo que ganarse la seguridad y una cierta posición en el Orfanato para recibir el apoyo adecuado para sobrevivir. El lugar donde ella vivía antes de recibir su carta estaba atestado de niños y niñas y ella había aprendido a convivir con todo tipo de gente, tanto infantes como adultos desde entonces.
En consecuencia sabía de quién huir, a quién recurrir, cuándo hablar, cuándo era mejor permanecer callada y, sobre todo, no confiar en absolutamente nadie. Tuvo más suerte que otros hijos de muggles, eso sí, porque su magia natural surgió en ella un año antes de morir sus padres y ella ya sabía sobre su verdadera naturaleza y lo que pasaría en su vida como bruja antes de estar en el Orfanato y estaba acostumbrada a esconder sus poderes pero también tenía cierto conocimiento de cómo utilizarlos y había repasado varias veces sus libros antes de llegar, por lo que tenía un cierto conocimiento de qué esperar en Hogwarts.
También había aprovechado su tiempo en el Callejón Diagon, al que había ido sola, como siempre estuvo: Habló con los viandantes, utilizó sus estrategias para conseguir información y se preparó para llegar a su nuevo Colegio sin ningún sobresalto especial. Arian no era una persona que le tomara mucho tiempo tomar decisiones importantes si no contaba con mucho del mismo para decidir, así que, tras una rápida evaluación ya tenía decidido que quería estar en Slytherin y cuando llegó a aquella sala donde los hicieron esperar para entrar al Gran Comedor empezó con su evaluación de las personas a su alrededor, sacando sus acostumbradas conclusiones.
Pese a que fue cuidadosa, Arian tuvo que admitir que nadie llamó su atención especialmente. De hecho vio a Draco y Blaise antes que a Theodore, pero aunque encontró a Blaise atractivo, no sintió mucho interés porque él era demasiado popular, demasiado apreciativo, y demasiado ligero y eso no le generó ninguna confianza en un principio. En cuanto a Draco, ella lo había escuchado hablar con Harry Potter, el cual le llamó la atención por sus brillantes ojos verdes y aunque sintió curiosidad por lo que decían del muchacho con la cicatriz en la frente, no se acercó a ninguno. No le gustaron los modales de Draco, ya que en su Mundo eso significaba problemas y aunque encontró sus ojos bonitos, no halló nada más en él digno de mención y tampoco encontró mucho qué decirle a Harry, ya que no juzgó prudente su actitud, en opinión de ella, si llegaba a un lugar nuevo, primero tenía que entender el contexto antes de tomar una decisión sobre bandos a tomar... y de hecho, Arian siguió con esa actitud por muchos años, ya que sus opiniones sobre el Bien y el Mal eran más complejas y más neutras que el resto de sus compañeros y no se basaban en los tópicos generales.
Fue cinco minutos después cuando vio a Theodore. Y lo vio por una "coincidencia" ya que detectó el chisporroteante brillo de sus ojos cuando él los fijó en un punto cercano a ella. Arian también sintió el ya conocido hechizo de la mirada de Theo, sin embargo lo que ella experimentó cuando lo localizó no tuvo absolutamente que ver con los demás. Lo que sintió no fue un encantamiento, ni sintió una sacudida. Lo que sintió, que la hizo pasmarse por segundos fue la completa y arrolladora sensación, de lo más irracional, según pensó en un principio, de haber encontrado su hogar. Arian le diría después a él que cuando lo vio por primera vez fue como si toda su vida en el Orfanato hubiera sido sólo un sueño y al despertar hubiera estado de vuelta en la lujosa casa de sus padres cercana a la Costa del Este de Inglaterra, al lado de la chimenea y su primer gato, cuyo nombre había olvidado (voluntariamente, ya que recordar la hacía sentir impotente y furiosa cuando pensaba en su situación, así que prefería no pensar en esos detalles). Confusamente, Arian sentía que aquel niño de cabellos oscuros y profundos ojos azules le era tan familiar como ella misma, mucho más real y más importante que cualquier otra persona en aquella habitación - o en cualquier otra-.
Y así como Theodore supo cuando Arian volvió a mirarlo tras él mirarla, por supuesto que ella notó cuando él la miró a ella. Aquel día, después de años de permanecer distante de todos y todas para protegerse de las pérdidas, Arian Blackthorn supo que no podría nunca lograr alejarse de dónde estuviera aquel niño. Y aunque nadie le había enseñado a creer en ningún poder Superior, le pidió a la Magia que la ayudara. Fue el deseo más puro que tuvo nunca, junto con el hecho de querer que Theodore fuera más feliz de lo que fue jamás, y Arian no necesitó verbalizarlo jamás, porque con Theodore las palabras siempre solían ser innecesarias.
Todos somos seres humanos, así que conocemos en mayor o medida esa sensación de pertenencia. Sin embargo, no todos los seres humanos encuentran a su complemento absoluto y aún menos se quedan con él y/o ella desde el momento en que se localizan.
La Magia, empero, escucha, entiende y atiende ese tipo de peticiones y el entramado de Lo Que Debe Ser es más fino de lo que muchos piensan por lo que para aquellos dos fue como si al encontrarse los dos fueran parte de una Puerta y no importando quien fuera la llave y quién la cerradura, se pertenecían ese día y después de la misma Muerte.
Por Theodore sabemos lo que pasó después y que Arian y Theodore estuvieron juntos hasta que ella murió en la casa de los padres de Hermione en Australia. Sin embargo, hay un lado de la historia que queda por contar. Y esa historia sólo la puede contar el más cercano a ellos que fue Blaise Zabini.
Porque si hubo alguien que conoció, amó y ayudó a aquellos dos que en realidad eran uno en dos cuerpos fue Blaise. Y así como entregó su corazón de la manera más conmovedora al niño triste de ojos hermosos y alma quebrada, en el momento en que entendió quién era Arian y pudo advertirla en su real significado y esencia, Blaise se volvió a enamorar.
Al principio no lo entendió, claro está: La primera vez que él vio a Arian, para él sólo fue una niña más, más madura, más templada y más difícil de engatusar o influir que el resto. A diferencia del resto de las personas, (Excepto Theodore) no había manera de hacerla decir, hacer o aceptar cosas que no quería o no le interesaba. Al principio Blaise jugó todas sus cartas con disimulo, tanteando terreno, sólo por probar. En cuanto vio que si preguntaba algo que podía comprometerla o dulcificarla, ella se daba cuenta y respondía de forma enigmática, especulativa o simplemente sonreía sin decir nada, trató de usar otros trucos y probó su resistencia y su misterio con todas las técnicas que conocía y otras que fue descubriendo que quizá funcionarían. Sin embargo, pronto notó que no funcionaba. Si él afirmaba algo y luego buscaba su aprobación de forma que ella no pudiera negarlo sin ser descortés, ella respondía de forma neutral, de forma que él no pudiera decir si estaba de acuerdo o no. Si él entonces lo negaba, ella se lo preguntaba en un modo en que parecía que le importaba más lo que él pensara que lo que ella dijera. Si él recurría entonces al interrogatorio, ella alegaba ignorancia en el tema y si él trataba de hacerla unirse a algo que pudiera involucrarlos, aceptaba un momento sólo para disculparse al siguiente. Cuando era sutil, ella pretendía no entenderlo, cuando era explícito, ella se reía y apuntaba su cumplido a alguien "que lo merecía más". Si él afirmaba su propia belleza y le pedía opinión ella argumentaba que no era alguien a quien preguntar y si le hacía cumplidos sobre la belleza de ella, agradecía con delicadeza pero sin aceptar, de modo que no hubiera avances del modo en que él quería. Probó con la desaprobación y la tentación, la broma y el reto, la indiferencia y hasta la altanería y así y todo no había como agarrarla. Pronto, hasta él mismo la puso en el mismo lugar que a Theodore porque así como nunca pudo tenerlo a él tampoco la tenía a ella, pese a que con el tiempo ella desarrolló afecto por él, aunque no por sus trucos o intenciones respecto a ella.
Inconsciente tanto de su propio valor como de la verdadera introspección y de sus propias debilidades de carácter, Blaise quedó ciego ante lo que hubiera sido obvio para él conociendo tanto a Theodore: Él y ella eran inseparables y se comunicaban en silencio incluso hasta cuando aparentaban no estar cercanos por otras personas. Si Blaise no hubiera estado tan ocupado tratando de resolver el misterio de Arian, podría haber apreciado que Theodore se ausentaba temprano de la Sala Común o el Dormitorio de los Chicos y que había días en que él llegaba totalmente vestido a despertarlo o hablar con él o simplemente a hacer sus cosas, siendo muy claro que si durmió, no fue en su cama al lado de él y de Draco.
Suena increíble pero así fue: A Blaise necesitó de año y medio para notar la verdad. Y así y todo hubiera pasado desapercibido más tiempo para él de no ser porque por fin advirtió que, mientras el resto de pequeños chiquillos ya habían dado su primer beso, él realmente no había disfrutado de esas cosas pese a todo su flirteo por empeñarse en conseguir una estrella lejana que, si lo hubiera pensado bien, no lo era todo ni era lo más impresionante en aquel Mundo tan diverso.
Entonces, lleno de cierta ansiedad, se propuso besar a Arian para poder dejarla en paz y concentrarse en otras cosas. Theodore, mucho más cercano a él y mucho más pendiente de su amigo, ya se había dado cuenta de lo que pasaba entre Blaise y Arian o más bien, de las intenciones del chico moreno pero, de común acuerdo, no había hecho nada para no comprometer su propio secreto. No es que realmente Theodore desconfiara de Blaise o tuviera miedo de su reacción, sino que ya le parecía suficiente trabajo proteger a Arian de su padre, como para además tener que proteger a Blaise y luego a Draco, que seguramente se enteraría, de tal realidad. No quería preocuparlos y tampoco estaba por la labor de responder preguntas que lo incomodarían, ya que él no acostumbraba hablar de sentimientos y se había habituado a demostrarlos en acciones importantes y poco más.
Y en cuanto a Arian, ella pensaba que a Blaise se le pasaría. En aquel tiempo ella tampoco tuvo forma de saber de los sentimientos del propio Blaise por Theodore y al no conocer a Blaise, no tenía modo de adivinarlo.
Los dos erraron en sus percepciones y subestimaron la necesidad de Blaise de aprobación y atención. Y un día Arian se quedó leyendo en la solitaria Sala Común de Slytherin mientras esperaba a Theodore para ir a la Torre de Astronomía y coincidió con Blaise, quien la advirtió al levantarse de la cama por un vaso de agua.
Blaise recordaba ese día por muchas razones, pero la principal porque fue la primera vez que sintió dolor y felicidad al mismo tiempo. En completo silencio, ágil y rápido como un gato, se acercó a Arian y la saludó sentándose a su lado y diciendo charlatenerías mientras le quitaba el libro. Divertida, Arian toleró su presencia, porque Blaise era tan astuto como todos los de su casa y se sentó guardando distancia, haciéndola pensar "que se portaría bien". Ya llevaba una semana en ese tenor, y Arian ya había llegado a la errónea conclusión de que su capricho por ella también se había desvanecido.
Entonces, aprovechando la risa de ella, Blaise la besó, tomándola por completo por sorpresa. Arian realmente bajó la guardia así que cuando él la besó le costó separarse. Desgraciadamente para todos, Theodore venía bajando en ese momento del Dormitorio y topó con toda la vista. Theo sintió como si le hubieran pegado y cuando Arian alzó los brazos y empujó a Blaise, inmediatamente sintió como todo se ponía rojo.
Antes de decir "Basta" Blaise se encontró en el piso, petrificado por un hechizo de Theodore. Sin embargo, el hechizo no le impidió ver y escuchar a su amigo ponerse histérico y a Arian abrazándolo para que Theodore, llevado por la ira y lo peor de su lado oscuro, no fuera a hacer algo de lo que se arrepentiría.
Pudo oír perfectamente a Arian y sentir su corazón romperse... aunque en la confusión no sintió si fue por él o por ella.
- ¡Theodore! Cálmate. Él no lo sabe, seguramente fue un juego, yo no...
- ¡Y QUÉ FUE PARA TI! ¿El juego soy yo? ¡ESTABA BESÁNDOTE Y LO DEJASTE, CÓMO...!
-¡Theodore!-
- ¡No! ¡Déjame, como puedes decirme...!- Blaise conocía a Theodore de toda su vida, literalmente, y nunca lo había visto explotar. De hecho, en toda su vida rara vez le vio emocionarse por gran cosa y perder el control era algo bastante improbable, pero con Arian él siempre perdió los papeles. Claro, lo extraño y bizarro del asunto era que siempre dijo lo mismo de ella. No eran exactamente iguales y no es que fueran gemelos, no se parecían físicamente y tampoco eran copias del otro y a pesar de eso ahora que si OBSERVABA en lugar de sólo VER pudo comprender que él era lo que llevaba anhelando toda su vida. Porque si Theodore hubiera explotado así con él, Blaise, incluso con toda la intimidad y el amor y todos sus esfuerzos para que Theo no se hundiera en el pozo de la depresión, el rencor, y la desolación de su existencia al lado de Terence Nott, jamás habría sabido cómo calmarlo, qué decir, qué hacer.
Y en cambio, ese día, petrificado, incómodo, asombrado y asustado, Blaise presenció por primera vez como podía llegar a ser Theodore cuando era amado y amaba a su vez.
Theodore estaba rígido, su rostro una mueca de angustia, confusión y enfado y se negaba a mirar a ninguno de los dos, pero de alguna forma Arian se las arregló para deslizar su mano alrededor de uno de sus puños cerrados, lo abrazó, apoyó su rostro en su espalda y le dijo algo que Blaise no alcanzó a escuchar.
Sólo pudo ver a Theodore cerrando los ojos un largo momento y luego él relajó los puños y dejó que Arian le diera la vuelta, lo mirara, tomara su rostro entre sus manos y lo besara varias veces diciéndole que no tenía por qué preocuparse, que quizá todo eso era algo bueno porque entonces ya no tendrían que esconderle nada a Blaise y que ella no había querido besarlo pero que no se lo había esperado tampoco y que ¿Cómo iba a saber que Blaise iba a ser tan tonto para intentarlo sin decírselo?
Un incrédulo Blaise, que ya temía por su vida seriamente, presenció como Theodore se volvía mantequilla, la abrazaba y empezaba a reírse al mismo tiempo mientras que una sombra de alivio llegaba al rostro de ella. Se quedaron ahí tanto tiempo que Blaise pensó que se habían olvidado de él pero después Arian lo señaló y pronunció el contrahechizo para despetrificarlo.
Y así Blaise se sentó, medio renqueante, vapuleado y desmotivado enfrente de la chimenea y terminó haciendo el primer Juramento Inquebrantable de su vida para refrendar su lealtad a su mejor amigo y amor de su vida para proteger a Theo, l amor de la vida de él, y a él mismo. Cuando Blaise recordaba eso, recordaba que una parte de sí mismo no había podido evitar sentirse dolorido por la sensación de soledad que experimentó, pero, al mismo tiempo, y de forma extraña, también sintió alivio: Theodore ya no estaba solo.
Le tomó más tiempo a él darse cuenta de que eso también significaba que él tampoco estaba solo ya. Al no tener que esconderle nada de lo más importante de su vida a Blaise, Arian pudo distenderse y ser ella misma con él y hacer migas.
Y los dos descubrieron cosas del otro que jamás se habrían imaginado que existían. Para Arian fue muy grato conocer al verdadero Blaise Zabini, sensible, dulce, leal y cálido. Sabía escuchar como ninguna otra persona y cuando realmente le interesaba algo, bromeaba menos pero aportaba más. Además de astuto, era inteligente y tenía un don con la gente para hacerla sentir mejor y también era asertivo sobre a quiénes consideraba confiables y a quienes no. Algo que Arian adoraba de él era la manera incondicional en que Blaise apoyaba a sus amigos y cuando la sagacidad de ella y sus propios sentimientos la llevaron a descubrir la verdad sobre el amor que Blaise sentía por Theodore, que era su gran secreto y su gran aparente desilusión, ella sintió que su afecto por él crecía inconmensurablemente ya que él podía comprender no sólo lo que Arian se la pasaba sintiendo sino que estaba de acuerdo y apoyaba cada intento o emprendimiento de la chica para hacer más feliz a Theo y entre los dos lograban que él se sintiera protegido, amado y necesitado.
Por otra parte, Blaise valoraba que Arian no sólo fuera leal, sino también fiel. Si alguna vez sintió celos del amor que Theodore sentía por ella, pronto estos fueron tomando la forma de amor y agradecimiento porque si bien pudo aceptar que Theo jamás iba a verlo de la misma manera que él porque no podía hacerlo, incluso aunque quisiera - y quería, Theodore nunca quiso lastimar a Blaise conscientemente y en el fondo le dolía no poder corresponderle como sabía que Blaise merecía.- interiormente Blaise también se la pasaba anhelando que Theo fuera feliz (Y Draco también, aunque lo cierto es que Draco no necesitó mucho para serlo al menos en los primeros años) y no quería seguir observando ese dolor y esa sombra en los ojos de Theo.
Ver a sus dos amigos juntos, en consecuencia, lo llenaba a él también de alegría y con el tiempo, aunque se permitió salir con otras personas, también disfrutó siendo la alcahueta de ambos, planeando cosas para cada uno, aconsejándoles y acompañándoles en su relación y guardando sus secretos, virtudes y debilidades con la secrecía de un convento.
Aún así, la verdadera naturaleza de los sentimientos de Blaise seguía siendo un misterio para él. Mucho después de que los objetos de su amor lo entendieran por sí mismos y lo correspondieran con todo el cariño que eran capaces de demostrar y lo armaran con amor propio, reciprocidad y confianza, él era incapaz de ver que se había enamorado de dos personas. Y él, que era un as para descubrir cada secreto de la sexualidad, que sabía cómo hacer caer de rodillas hasta el más inaccesible, tímido o arisco prospecto y/o objetivo, que recorrió cada falda, pantalón y probó todo lo que había por probar con quien pudo y quiso, no encendió la vara de fuego de su propia tentación hasta finales del cuarto año que sucedió el desastre entre Theodore y Daphne y Arian sufrió por esa causa.
Tras la larga y emotiva charla entre la pareja, Arian se fue sola a caminar junto al Lago Negro para calmar su atribulado espíritu y hacer tiempo para borrar las manchas de su arrebato, sabedora de que si llegaba así a su Sala Común, sería la comidilla de sus compañeros. Pasó la siguiente hora sentada contemplativamente mirando la superficie de las frías aguas hasta que empezó a oscurecer, momento en el cual se dirigió a su Dormitorio a descansar.
Allí encontró a Blaise, quien fingía estar absorto en un libro mientras la esperaba, curiosamente en la misma butaca doble donde se enteró de todo en segundo año. Tras el incidente, el libro se convirtió en un recurso que los tres habían usado en más de una ocasión para no dar explicaciones ni dar lugar a sospechas y Arian lo supo en cuanto lo vio. Sin decir palabra se sentó a su lado y se acurrucó para posar la cabeza en su hombro. Sabía lo que Blaise había hecho por ella y era su manera de dar las gracias.
Sintiendo frustración al verla tan triste y pálida, Blaise acarició su cabello oscuro con dulzura, otorgándole consuelo.
- ¿Qué tal te encuentras?- preguntó tras unos instantes.
- Mejor.- suspiró ella, pero no dijo nada más y los dos se quedaron absortos en las flamas verdes que de vez en cuando fulguraban violetas en la enorme y cálida chimenea. Blaise empezaba a relajarse y en otro momento podrían haberse dormido, pero podía notar que Arian estaba muy quieta y algo ida, lo que sabía que era pésima señal.
- Voy a matar a Daphne.- dijo Blaise al cabo de un rato. Oyó a Arian tratar de reír y el sonido fue quebrado, lastimero, una patética sombra de su habitual risa, tan hermosa como la lluvia habitualmente y sólo para sus verdaderos amigos.
- No lo hagas.- dijo ella, tratando de sonreír pese a todo.- No es una mala persona.
- ¿Realmente crees eso?- inquirió Blaise, tratando de hacerla hablar, de hacer que ella no se encerrara en sí misma como el propio Theodore hacía cuando no podía soportar el dolor que experimentaba.
- Ella no sabe la verdad.- murmuró Arian.- Además, ¿Cómo puedo culparla? No conozco a nadie que no quisiera estar en mi lugar, ni siquiera a ti.- ella le dio un golpecito cariñoso en el hombro, cómplice como siempre, generosa como siempre aunque nadie lo supiera porque no lo dejaba entrever.
Blaise sintió en sí mismo la llama de la indignación ante el pobre concepto en que Arian parecía tenerse. ¡Si tan sólo supiera como la miraban los otros! ¡Cuántas veces no había tenido que defender su virtud... su secreto! Y ni siquiera la conocían.
- ¿Eso es lo que piensas?- dijo.- ¿Realmente crees que Theodore la tiene tan fácil? Debería pegarle también por ocurrírsele semejante idiotez. ¿Acaso no sabe lo que tiene? ¿Acaso no sabe lo que podría perder? ¡Eres una en mi millón, Blackthorn!-
Esta vez la sonrisa de Arian tenía color y revelaba su propio cariño hacía Blaise.
- Eres tú a quien no merecemos, dulzura.- le dijo bajito.- ¿Cómo puedo ser tan afortunada? Jamás pensé que podría ser tan feliz... no debes enfadarte. Ya pasó. No importa. Daphne encontrará a alguien con quien liarse y Theodore podrá ser él mismo otra vez. No te enfades con él. Eres demasiado guapo para eso.-
Blaise no se dio cuenta de cómo se le iluminó la mirada al escucharla. El tema del amor verdadero era algo muy profundo en él y saber que ella lo encontraba guapo y se sentía afortunada de tenerlo también lo hacía sentirse humano, pese a que no estaba buscando nada más. La traición no era parte de su naturaleza y aunque la había besado una vez en contra de su voluntad, jamás lo volvería a hacer de nuevo y no lo hubiese hecho si hubiera sabido la verdad desde el principio.
Pero aquel día ambos estaban vulnerables y la belleza y bondad de Blaise eran un tónico que, sin querer, tocó una fibra sensible en ella. Arian pertenecía a Theodore y Theodore le pertenecía y era un hecho tan natural para ellos que no tuvieron nunca necesidad de cuestionar, pero ninguno de los dos se puso a pensar en que hay distintos tipos de amor hasta que lo descubrieron por sí solos. Aquel día Theodore le hizo daño a Arian sin querer y Arian se había apoyado en Blaise sin ningún tipo de doble intención o malicia, así que ni Blaise ni ella lo previeron. Él la miró con la pasión y el dolor en los ojos y encontró correspondencia en la tristeza de ella. Fue un momento de atracción y de soledad compartida y confianza. El beso surgió solo, de un modo muy distinto al primero. Él titubeó antes de besarla y ella correspondió antes de pensar en lo que estaba haciendo. Su toque fue dulce y estaba destinado a curar hasta que la inocencia pasó a la dulzura y la dulzura despertó algo más.
Sin embargo Arian se detuvo, con las mejillas arreboladas ahora. No quería lastimar a su mejor amigo pero tampoco podía darle lo que quería y no era una persona que titubeara o jugara ni con sus sentimientos ni con los demás. Ella alzó la mano para tocar su mejilla en un gesto suave.
- Lo siento.- dijo.- De verdad. Me gustaría... ¡Cómo me gustaría darte lo que vi en tus ojos! Eres muy hermoso, Blaise, lo sabes. Pero...
Él sintió una profunda pena dentro de él, sólo que, por una vez en su vida, no fue amarga. No comprendía cómo podía ser rechazado una segunda vez y sentirse tan pleno por dentro, sin ninguna vergüenza por su sentimiento de deseo y anhelo. Aún así, de alguna forma lo sentía y su respuesta fue digna y seria:
- Theodore. Es por Theodore, lo sé. ¡No tienes que preocuparte! Jamás podría traicionarlo y sé que tú tampoco. Pero, ¿Podrías mantenerlo en secreto? Fue mi culpa, si lo quieres ver así y no quiero causar problemas. Los dos me importan demasiado para eso.-
Los ojos de Arian siempre se ponían verdes cuando se emocionaba. Fue la primera vez que Blaise supo que no sólo le gustaban los profundos ojos azules de su mejor amigo y hermano.
- Deseo con toda mi alma que encuentres a alguien que de verdad merezca todo lo bueno que hay en ti.- dijo la chica.- Y si tengo alguna voz, le pediré a la Magia que un día lo encuentres. Quiero que seas feliz, Blaise, ya lo sabes.-
Blaise sonrió y la besó en la frente, un beso casto.
- Lo sé. - dijo y se levantó dejando el libro en el sillón.- Ahora me voy, quiero ir a comer un pastel o algo. Tengo hambre.-
Arian le dirigió una de sus sonrisas privadas y agarró el libro para sumergirse en él. Blaise la dejó sin decirle nada más y no volvieron a mencionar el incidente. Él mismo no se cuestionó sus sentimientos, o sus deseos aunque no volvió a salir con nadie por un tiempo. Quería acostumbrarse a esa nueva sensación y procesar los cambios en su vida.
Ninguno de los dos actúo o dejó entrever nada de lo sucedido. Blaise mismo no sentía ninguna gana de repetir el incidente, no porque no quisiera sino porque sostenía lo que había dicho. Empero, la vida le tenía preparada una nueva situación en evolución y sucedió un día antes de que terminara aquel curso.
Todo mundo estaba en ebullición por el Torneo de los Tres Magos y las dos escuelas extranjeras y los cambios en el Castillo pero aquello parecía haber disminuido tras lo sucedido en el Laberinto y lo que atrajo al mundo.
El problema para los estudiantes de Slytherin es que su tensión llevaba más tiempo produciéndose y Theodore cargaba con un peso extremadamente terrible al acercarse su iniciación como mortífago. Su padre jamás cancelaría sus planes sin ningún motivo y tanto Arian como Blaise sabían que Theodore necesitaba todo el apoyo que pudiera. Pero Theodore estaba sufriendo y se sentía realmente culpable de arrastrar a su novia a la oscuridad de su vida y en los últimos días fue muy difícil que nadie pudiera hablar con él.
El tema de la pérdida de la virginidad de ambos, por tanto, había quedado olvidado y todos estaban ocupados tratando de esconder los esqueletos de sus pasados y futuros en su armario. Draco, que aunque hizo un gran revuelo en su momento por la relación entre Theodore y Arian, se había vuelto muy respetuoso con su relación desde que empezó a salir con Pansy Parkinson a principios de año, estaba muy ocupado en sus propios planes con su familia y arrastró a Blaise, obligándolo a ser partícipe y a distanciarse un poco de sus propios demonios, por lo que el muchacho dejó a la pareja sola por un tiempo. Arian dejó que así fuera, ya que le preocupaba también la propia estabilidad emocional de Blaise y se hizo cargo de la situación con Theodore, afirmando su relación con él, ganando su confianza, recordándole que ella jamás estaría mejor sin él y que no podía pedirle que se alejara sólo porque era peligroso para ambos.
Los dos estuvieron fuera del radar de las clases y de la gente por una semana completa y al final Arian decidió que lo mejor que ambos podían hacer era llevar a cabo sus planes para que Theodore dejara de sentirse inseguro y pudieran evolucionar de una vez.
Para ser honestos, Arian se había acostumbrado a la presencia de Blaise en su relación y hubiera querido que la ayudara a hacer los preparativos pero su breve contacto con él la había hecho consciente de que Blaise era más vulnerable de lo que parecía, así que era justo que no le contara lo que iba a hacer. Hizo sola los preparativos, poniendo todo su amor en ellos y eligió la noche de último curso para realizarlo.
Fue en la tarde en la que todos estaban fuera haciendo otras cosas que Theodore decidió esconderse del resto del mundo en su propia cama, con la mirada perdida y las ropas desarregladas, ido, perdido, y angustiado. Aunque su cuerpo laxo no hacía ningún movimiento, la vida y la expresividad de su mirada reflejaba, como siempre, el amplio espectro de emociones que él era capaz de sentir. Aunque no lo decía, Theo estaba luchando contra sus fuertes deseos de rendirse y su llanto era tan silencioso y apenas perceptible que resultaba aún más desgarrador.
Cerró los ojos, deseando imaginar algo, cualquier cosa que lo sacara de sus pensamientos torturados, cuando olió su perfume tan habitual que le era más familiar que el suyo y tan bienvenido que aún así siempre le parecía extraordinario y sintió su cuerpo encima del suyo.
- Ari, no...- empezó pero ella no lo obedeció. Empezó a desabrochar su corbata y a besarlo con una intensidad a la que él no pudo evitar estar receptivo. Trató de no responderle, porque no era lo que quería en el momento, pero ella empezó a tentarlo, aumentando la intensidad de sus besos y luego haciendo más tenues sus caricias, haciéndolo desearla de forma irremediable.
- Vamos, mi amor.- dijo ella, su voz miel pura con un matiz nuevo que no le había oído antes, cierta urgencia en la que dejaba entrever que lo necesitaba. Él respondió de forma instintiva, aferrándose a ella a pesar de su sensación de culpa y angustia. A pesar de todo no abrió los ojos aún, ya que sabía que si la miraba empezaría a llorar hasta que ella lo abrazara y lo albergara. Sabía lo que estaba haciendo, por supuesto: Ella nunca tuvo que hablar para que él la entendiera y él no quería romper el momento, solamente no sabía si estaría a la altura.
Pero incluso en contra de su voluntad aparente, la deseaba. Iba más allá de la belleza, la lujuria o las hormonas de un adolescente: Tocarla era sentir paz, estar con ella era sentirse completo y en lo más recóndito de sí mismo, admitía que no había otra cosa que anhelara más que esto.
Dejó que ella lo besara entonces y poco a poco sintió su temperatura elevarse cuando ella cambió de tenor y empezó a desabotonar su camisa. Él trató de tocarla entonces, y ella lo detuvo.
- Déjame empezar yo.- le susurró al oído y él le hizo caso, aunque deseaba tomar el control de la situación y hacerla suspirar. Ella lo despojó con calculada lentitud la corbata, la camisa, y la corta camiseta de abajo y una oleada de intensidad lo recorrió, recordando sus cicatrices. El breve momento de incomodidad fue suficiente para querer detenerla, y Arian lo entendió porque le dijo:
- Esto es lo que quiero, verte a ti y a nadie más. Quiero amarte a ti más de lo que ya lo hago y que todo mi ser vibre contigo. Y como no puedes evitar que te siga hasta la muerte misma de ser necesario, tampoco podrás evitar que te ame exactamente como eres. Porque eres mío, Theo y te reclamo completo.-
Theodore nunca había experimentado algo parecido a lo que sintió cuando ella dijo aquello. De pronto el miedo, las dudas y cualquier arrepentimiento o culpa que él pudiera sentir se desvanecieron totalmente y la Vida en toda su extensión lo recorrió por dentro y por fuera, de la punta de los pies a la cabeza, ordenándole escuchar y aceptarlo. Se incorporó, permitiéndose mirarla por fin a los ojos y con el torso desnudo alargó las manos para tocar sus hombros, sintiendo la calidez de su piel de porcelana.
- Entonces házlo- respondió después de un instante.- Y no te detengas, porque ya no puedo detenerme yo y si tú no me reclamas, te reclamaré yo y haré que lo que digas se convierta en realidad. - Ella posó sus labios en su cuello y sonrío, vibrando en ella el propio sentimiento de eufórica satisfacción. Pero no se detuvo después de ahí.
No desperdició un instante más y lo besó de un modo en que él podía sentir cómo ella deseaba que ambos se fusionaran y él le contestó haciéndole experimentar una necesidad que hablaba de forma casi feroz. Ella mordió su labio y él enredó sus dedos en su largo cabello y luego dejó que ella recorriera entero su cuello, marcándolo como suyo. Él podía sentir un placer infinito y también la satisfacción del breve dolor de su marca y luego jadeó cuando ella llegó a las cicatrices de su pecho y empezó a besarlas con la devoción que sólo ella podía transmitirle. Tembló cuando su lengua probó su piel y cuando ella volvió a posesionarse de su boca, él deslizó los tirantes de su sujetador hacía abajo, sus dedos diciéndole con el tacto cuán adecuadas encontraba las curvas de sus hombros y como deseaba abarcar la naturaleza de sus senos, esculpiendo con amor lo que ya estaba escrito con carne. Ella soltó un leve sonido de gozo y él aprovechó para decirle a su manera que ella ya no era Blackthorn sino que con cada beso él declaraba que la estaba haciendo Nott a la manera más antigua de todas.
Ella separó las piernas para sujetarlo entre sus muslos y sus pantorrillas enlazaron su cintura. Él la depositó en la cama y ella lo rodeó con sus brazos para hacerlo besarla con más cercanía. Intercambiaron aliento para desearse más vida y apasionadamente dejaron surgir su verdadera naturaleza, viajando en el vaivén de un rítmico movimiento donde ya estaban suplicando porque él la poseyera y ella lo contuviera dentro suyo. Pero él, en un esfuerzo que le resultó titánico, se contuvo e hizo que su lengua practicara círculos concéntricos al atrapar uno a uno sus pezones. Chupó con mucho cuidado, haciéndola suplicar por más pero sin concederle el alivio de su petición. Disfrutó con el leve gemido que se atrevía a expresar su júbilo y disfrutó sin pudor de sus ruegos en voz baja y gatuna cuando ella acercó su boca a su oído. Sintió su erección alzarse y pulsar ya no rogando sino exigiendo y pasó al otro pezón sin ceder ni al suplicio de Arian ni al propio.
Estaba en medio de la succión del otro pezón cuando Blaise entró en la habitación. El joven de piel de ébano sintió la sangre ascender a sus mejillas y una oleada de inmenso placer tan intenso que lo dejó anonadado y avergonzado lo recorrió. Blaise quiso ser honorable e irse en el momento en que entendió lo que estaba sucediendo pero Arian soltó un sonido con los ojos cerrados que hizo que le temblaran las rodillas. Sin decir una palabra y consiguiendo el primer hechizo inaudible de su vida, Blaise se hizo invisible. No pudo evitarlo, sabía que, aunque podría verse mal, era la única oportunidad que tendría jamás de verlos, a ambos, en esa intimidad tan prioritaria, tan importante.
No pudo luchar contra eso: Su amor decidió por él.
