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Theodore preguntó por Hermione como si realmente le importase y una parte lejana de él quería saberlo, porque la estimaba y consideraba lo suficiente como para, en la madeja de su angustia, saber que ella también debería estar pasándola muy mal, al haber perdido a sus padres en manos del suyo y haber presenciado la muerte de una amiga cercana.
Sin embargo, por otro lado, se sentía muy desensibilizado, a pesar de las emociones y el dolor en carne viva sobre todos los rincones de su ser y una ira que no sabía podía sentir que lo estaba consumiendo por dentro.
No trató de calmarse, en realidad, porque sabía que ese fuego dentro de él, por destructivo e implacable que fuese, era lo único que lo separaba de la agonía que escondía detrás. Si de él hubiese dependido, habría querido enojarse con su esposa fenecida, porque no había nada peor que sentirse abandonado en este mundo que le parecía tan vacío sólo por la esperanza de una felicidad que no sería ni la mitad de pura y hermosa que la que ya había conocido. Ella era la única persona por la que hubiera sacrificado tranquilamente su orgullo si rogar porque la dejara seguirlo tuviera algún resultado y quizá por esto todo aquello resultaba realmente penoso, porque aquella era una postura extremadamente egoísta en todo sentido y él lo sabía.
Por tanto, seguir con aquel desesperado intento de suicidio compartido no era más que muestras de su debilidad y una crueldad para aquellos que trataban de mantenerlo con vida y ahora sabía que ese mensaje era el que ella le transmitía, tanto desde el corazón que tuvo cuando estaba en el Mundo Físico como desde la sabiduría que le quedaba al haber traspasado sin miedo el Velo que conducía a la Muerte. Una vez más, lo había salvado de sí mismo, pero esta vez Theo no sentía ningún motor, llama, chispa, lo que fuera, para ponerse en pie. Su vida no sólo carecía de dirección, también, simplemente no tenía nada que ofrecer, sintiéndose más roto que un inválido y más deshecho que un moribundo.
Esa fue, quizá la primera razón por la cual no escogió ir directamente a ver a Hermione, pese a lo que Arian profetizaba como su destino ahora que ella ya no estaba. La segunda era una mucho más cruda y provenía de su sufrimiento, que estaba tratando de llenarlo con rencores absurdos.
Aunque la parte coherente de su cerebro sabía que Hermione no planeó nada de aquello y perdió tanto como él (o más, porque Hermione no tenía pareja y la persona que amaba no estaba a su altura y nunca lo estuvo), en el fondo de su amargura parte de su culpa hacía sí mismo por haber expuesto a Arian para salvar a los padres de Hermione la canalizaba a ella. Si ella hubiese ocupado más tiempo para asegurarse de que sus progenitores estaban dónde Potter dijo que estaban, si hubiera sido más precavida, si...
Su mente cortó el despiadado hilo de sus pensamientos y su corazón resintió pensamientos tan mezquinos. De sobra sabía que dichas eculubraciones eran extremadamente injustas, porque al final fue él quién había querido ayudar a Hermione y tampoco había tratado de verificar nada de lo que resultó, a todas luces, una espantosa trampa. Estaba consciente, además, de que aquel escandaloso y errático sentir sólo era una desviación de supervivencia de su psique: Interiormente, en su inconsciente, se culpaba de todo lo ocurrido, incluso las cosas sobre las cuales no tuvo nunca el menor control, y ese peso era un pozo oscuro e hiriente que, si lo aceptaba sin más, tomaría cicuta, cianuro o se lanzaría a si mismo un "Avada Kevadra" y jodería todo lo que estaba tratando de salvar.
Todo eso le pegó como una oleada de aire helado mientras continuaba, silencioso y ensimismado, en aquella silla de hospital, mientras esperaba a que le dieran el Alta.
San Mungo en realidad ya no podía ofrecerle mucho más y aunque lo había acogido mientras despertaba -o moría sin despertar- una vez consciente, no tenían muchas más opciones para su recuperación. Le recomendaron un Sanador Mental para lidiar con su Duelo e incluso le sugirieron un par de contactos en el mundo muggle que quizá pudieran ayudar, pero Theodore ya sabía que no funcionaría: Había sobrevivido a aquel infierno por pura fuerza de voluntad y después de la Guerra, muchos que ahora trataban de sanar lidiaban con sus propias crisis a medias, dudaba mucho que tuvieran a la mano una forma de sacarlo de su desastroso estado.
No estaba completamente solo, además: Blaise estaba muy callado y no lo había molestado en lo absoluto pero podía sentir su cálido apoyo y la preocupación habitual por su estado a centímetros de distancia. Recordó lo que Arian le había enseñado al respecto del futuro de su mejor amigo y se sintió mejor sabiendo que Blaise no sufriría mucho más. También le surgió una chispa de miedo, el primer sentimiento que no tenía que ver consigo mismo: ¿Y si no podía soportarlo y moría antes de que Blaise pudiera lograr su sueño?
- Hey.- Su voz sonaba ronca, metálica y pastosa, pero se obligó a ocupar lo poco de su aliento con mayor seguridad.- En cuanto esto termine, podemos ir al Cementerio de mi familia. Me gustaría verlas. ¿Me contarás... lo que puedas?-
Aquel hombre lo miró y había tanto amor y dolor en su rostro, que Theodore quiso patearse. Sí, su vida era una mierda, pero Blaise no merecía lo que le estaba tocando en suerte y además, él también estaba de Duelo. Su madre Skadi era más la madre de Blaise que Galatea Zabini, desde que ambos eran pequeños, incluso desde antes que Theodore naciera. Y Arian, puede que Blaise y ella no hubieran sido la parte que les faltaba al otro, pero ella lo amaba mucho y Blaise la había amado con la misma devoción que cualquier otro hombre realmente enamorado. Incluso más, porque lo hacía de forma desinteresada y casi demasiado altruista -para un Slytherin, al menos.-
Blaise, como siempre, estaba colándose en su deliberada desensibilización de supervivencia. Theodore acababa de perder a su mujer, a su madre y a su futuro y sus ganas de vivir, pero había sido tan afortunado que, a pesar de que su padre era, probablemente, uno de los peores engendros que habían sido soltados al mundo, él había podido vivir cosas increíblemente buenas. Había amado locamente y sido correspondido totalmente, y aunque su madre y él pasaron cosas deleznables, se habían tenido el uno al otro y Theodore contó con su apoyo, su cariño, su fuerza, en otras palabras, su infinito amor, incondicional, como el de cualquier buena madre. En este mundo donde todo lo verdaderamente importante se pierde, ¿Qué más habría podido pedir?
Tenía el mejor hermano del Mundo que hasta se había enamorado de él también, (aunque Theo no entendía muy bien por qué). Y aquel hermano había sobrevivido a todo: A una madre sádica, manipuladora y helada que se casaba con hombres por dinero y luego los mataba, a un entorno hostil, a saber que su mejor amigo lo adoraba muchísimo pero no podía corresponder a su amor romántico, a enamorarse de su mejor amiga, que era la otra mitad de su mejor amigo y por eso tampoco podía amarle como correspondía, al dolor de su deseo de ser querido tal y como era y no poder conseguirlo, y ahora... sin duda llevaba tiempo haciéndose a la idea de quedarse completamente solo. Porque Draco estaba hacía mucho tiempo distante de muchas cosas y estaba tomando decisiones que hacían difícil que te quedaras a su lado, Skadi estaba muerta, Arian también y Theodore mismo no quería seguir adelante.
Y sin embargo, Blaise no lo culpaba, no lo obligaba, no dejaba de quererlo y preocuparse por él.
Theodore suspiró profundamente. Arian tenía razón, como siempre: ¿Quién era él para decidir la hora de su muerte cuando por lo menos había una persona que todavía lo necesitaba y a quien le debía tanto?
Quizá algo de sus sentimientos se reflejó en su expresión porque Blaise relajó ligeramente y sonrió. Theodore se sorprendió al entender que echaba de menos dicha sonrisa: Ahora que estaba más clara su alma, el corazón le dolía muchísimo.
- Draco está tramitando tu alta, así que podemos adelantarnos un poco y caminar hacía la recepción.- respondió su amigo.- Sé que suena más fácil aparecerte, pero llevas semanas sin caminar y me preocupa que sufras una despartición.-
Theodore asintió. La verdad es que se sentía hecho polvo y no sólo por dentro.
- ¿Puedo caminar?- preguntó.- Teniendo en cuenta lo que hizo mi padre, pensé que no podría.-
La sonrisa de Blaise se torció de forma ligera, pero no de disgusto precisamente.
- Ese cuchillo lanzado fue tan rápido que él no pudo terminar lo que fuera que quería hacerte. Sé que ahora no lo ves, pero eres uno de los supervivientes más afortunados en ese aspecto. Teniendo en cuenta tu enemigo...-
Theodore no dijo nada al respecto. Una de las habilidades de Blaise adquiridas por el tiempo era su capacidad de aludir a un evento sombrío sin recordarte lo peor, y el ojiazul lo aceptó como era, pues responder algo lo llevaría de vuelta a aquella vivencia, que era más de lo que podía tolerar, por el momento.
Ambos se movieron despacio, el convaleciente con mucho cuidado para no caerse y su amigo ayudándole sin que pareciera que lo arrastraba. Pese al tiempo que les llevó dicho recorrido, en realidad encontraron a Draco apenas terminando la tarea, puesto que parecía haber mucho papeleo insignificante, pero necesario, para que Theodore pudiera irse.
- Esperemos que se recupere, señor Nott.- le sonrió empáticamente la enfermera, y Theo trató de no reaccionar ante el apellido. Después de todo lo ocurrido, no quería nada que lo ligara a su padre y, también, lo único que deseaba que pasara con él era no tener que verlo nunca más, no quería absolutamente nada. Si tenía que seguir viviendo, tendría que encontrar nuevas formas de hacerlo. Tenía que desligarse del pasado y tratar de buscar un futuro.
De qué modo ligarse a Hermione Granger no era algo que pudiera anticipar en aquel instante. Tenía dudas de que eso pudiera funcionar alguna vez, pero archivó el asunto para más tarde.
Iba a tener que ejercitar su paciencia: No había vuelto a nacer, solamente trataba de luchar con la idea de la Muerte. Porque él estaba muerto, en gran parte. Lo que quedaba era lo que todavía hacía latir su corazón, pero era tan frágil, que sabía que podía romperse en cualquier momento.
Cuando los tres magos llegaron a las afueras de San Mungo, Draco se despidió después de abrazar a Theodore y recordarle que, pese a todo, podía contar con él para lo que necesitase. Theo se limitó a asentir, y aunque aquel abrazo se sintió extraño, no dejó que su reacción se manifestase. No era culpa de Draco, por supuesto: Theodore no estaba en su lado más humano.
Blaise dijo:
- Oye, sé que te dije que iríamos al Cementerio y lo haremos, pero, después, ¿Te molestaría si te hospedo en mi casa un tiempo? Creo que algo de compañía mutua nos iría bien. Necesitas que alguien te cuide y la verdad es que no quiero quedarme solo. Por favor.-
Theodore miró a su amigo con sus ojos azules y no dijo nada, pero Blaise pudo percibir un atisbo de su vulnerabilidad que lo estremeció: Theo no sabía ni qué hacer con su vida y sólo estaba dando un paso al siguiente, y aunque no dejaría que los otros se dieran cuenta, no podía mentirle.
Ambos siguieron caminando en un silencio cómodo y luego Blaise utilizó Aparición Conjunta para llevar a Theodore a su destino. Theodore sintió el cambio de ambiente de inmediato, en aquella colina el Sol brillaba como un soplo de esperanza, el cielo despejado, sin asomo de lluvia ni dolor y el pasto era fresco, bailaba al vaivén de una brisa suave y dulce.
Blaise condujo a su amigo por una escalera empedrada hacía lo alto de la colina y se detuvo frente a dos lápidas, hechas de mármol y primorosamente decoradas por duendes. Theodore sintió el dolor invadirle hasta que le hizo temblarle las rodillas y, sin fuerzas, se dejó caer en medio de las dos.
La primera lápida tenía un brillo azul muy suave, como el de agua surgiendo suave de un estanque y las letras tenían un diseño muy particular, que había sido el de su madre cuando estaba viva, de una cultura que fue apagándose en ella al imponerle Terence todo lo que él deseaba que ella tuviera, sin importarle si podía hacerle daño, o si no casaba con ella o si le interesaba, siquiera. Más allá de la caligrafía, los trazos de aquellas palabras hablaban de una magia mucho más antigua que aquella que ostentaban los Nott y Theodore sintió que, incluso si su madre no se hubiese manifestado ante sus ojos, algo de ella, de su magia, se había preservado.
"Skadi Mikaelevna Petrova." "Amada Madre, Hija, y Extraordinaria Persona. Esperanza y Adalid para los Caídos. Que descanse en paz. ". Rezaba el Epitafio. No había fecha de nacimiento ni de muerte pero había ciertos símbolos distintos que hablaban de un ciclo terminado en paz y en buena lid. Theodore no tuvo que confirmar con Blaise para saber que Skadi debió haber esperado lo que sucedería y se había adelantado para prepararlo todo. Decía mucho de su vida, la de ambos, pensó él, que lo único que tenían más presente que la vida y sus obligaciones, era la rapidez con la que seguramente llegaría su muerte. Pocos tenían aquella serenidad al enfrentarse a esa transición y Theo estaba consciente, pero eso no aliviaba su desesperación. No había estado allí más que para ver cómo moría y su muerte fue mucho más dolorosa de lo que debió haber sido.
Le tomó tiempo poder afrontar la vista de la otra lápida. Él estaba muy consciente que ella ya se había ido pero ver aquel mármol ofreciendo el legado de su vida iba a destrozarlo de nuevo y no sabía si podría soportarlo. Pero hizo acopio del valor que todavía le restaba y forzó su vista hacía la tumba de su esposa.
"Arianhrod Petrova Blackthorn". "1980- 2001" "Amada Amiga, Esposa, Estrella del Atardecer. Alegría para los que la conocían. Que su alma encuentre la paz del otro lado."
Theodore sintió que el dolor lo estrujaba, desgarrándolo, ahogándolo, sofocándolo y sin poderlo evitar, empezó a llorar. Su cuerpo se convulsionaba, sacando todo lo que había venido reprimiendo y dejándole al borde de la razón. Lejanamente sentía que Blaise estaba tratando de sostenerlo e impedir que se lastimara mientras sus manos pegaban al suelo, ya incapaz de controlarse. Largo tiempo, quién sabía cuánto - y a quién le importaba- estuvo aquel hombre doliente expresando su desolación en la colina, esperando que el dolor dejara de venir en oleadas, prefiriendo a cualquier maldición oscura, cualquier método cruel de tortura en lugar de aquel, el único que lo estaba matando ya sin ceremonias o peleas o recesos.
Pero todo tiene un límite y al final Theodore ya no tenía nada más que purgar, al menos de momento. Blaise lo asistió de forma que no se lastimara demasiado a sí mismo y Theodore se aferró a él con lo que le quedaba de su voluntad, de su luz y su autodominio.
Al fin sobrevino cierta serenidad, más producto del agotamiento que de algún insuflo benigno y Blaise aflojó el agarre a Theodore para permitirle respirar.
- No puedo más, Blaise.- susurró Theo.- Estoy tan lleno de ella, y sin embargo no hay nada. Nada me sabe, todo parece tan confuso y ya no sé hacía dónde voy. Todo lo que me queda es lo que ella me dijo del otro lado del Velo y sin embargo, aunque le encuentro sentido, no creo tener fuerzas. Incluso los más leves detalles me hunden en este mar de agonía pero sé que si no los tuviera, también perdería mi cordura. ¿Sabes que nunca me dejó decirle Arianhrod, ni siquiera cuando estábamos solos? Ese era su nombre y a mí me encantaba, porque era tan diferente y familiar, tan ella, pero prefería acortarlo. Esconderse, esconder su luz para que nadie la viera o la señalara porque ya le habían hecho demasiado daño, porque ya había perdido demasiado. -
Blaise acunaba a Theodore mientras lo escuchaba. Al percibir que Theodore estaba tratando de recobrar el aliento, le dio tiempo y respondió:
- Ella no me dijo su nombre, tampoco. Me enteré en cuarto, cuando me estaba enseñando una foto de su familia. La foto era mágica pero tenía un aire antiguo así que le pregunté en qué año había sido tomada. Me dijo que la fecha estaba detrás de la fotografía y ahí estaba, su nombre. Cuándo le pregunté por qué no lo usaba, recuerdo que parecía... incómoda. Me dijo que era porque ya no pertenecía a esa realidad. Arianhrod era una niña mágica que nació en una familia acomodada, que tenía un gato y vivía su vida rodeada de reglas de etiqueta y un amor sobreprotector. Arian, en cambio, se había enfrentado al mundo, era la bruja que se quedó sin padres, en un orfanato de segunda donde protegía a sus amistades y sabía sobrevivir.
Theodore se quedó callado un rato. Empezaba a hacer frío en la colina, y Blaise estaba a punto de decirle a Theodore que podían volver mañana, si quería cuando lo oyó murmurar:
- No quiero regresar a la Mansión nunca más.- se incorporó un poco.- No quiero volver a oír el nombre de él. Quemaré su casa y me llevaré sólo aquello que haya sido de ellas. Después de todo, tengo suficientes galeones para rehacer mi vida en otra parte. Quizá ella tenga razón en lo que hizo como en todo lo demás... No volveré a usar mi apellido y mientras encuentre un nombre que me agrade, soy sólo Theo o Theodore. Usaría el apellido de mi madre, pero... no lo merezco. No estuve allí, Blaise, no estuve allí para protegerlas. He fallado.-
Sintió como Blaise respiraba profundamente, como si no estuviera de acuerdo en su última consideración, pero, si fue así, él no lo expresó.
- Ven a mi casa.- fue todo lo que comentó.- Allí estarás bien por un tiempo, hasta que te encontremos un mejor lugar para vivir... si es que quieres otro sitio. No sé.- el mago trató de bromear.- A lo mejor te terminas acostumbrando.-
La respuesta fue inesperada:
- A lo mejor sí.-
Dicho esto, los dos se levantaron, limpiaron sus ropas con movimientos de varita y Blaise volvió a usar Aparición Conjunta, esta vez para llevar a Theodore a su casa.
Aquella primera noche en la misma casa solitaria fue muy dura para ambos. Blaise apenas pudo dormir, temiendo que Theodore hiciera algo terrible y Theodore simplemente miró el techo tratando de no pensar ni sentir - en suma, apenas existir.-
Sin embargo, se sentía tan mal que todo le dolía aún más que más temprano, así que se levantó y acudió a Blaise.
- ¿Qué pasa?- preguntó su amigo de inmediato, alerta, tratando de no demostrar que estaba asustado, no de Theodore sino por él.
- ¿Puedo tenderme a tu lado?- preguntó Theo.- En esa habitación de invitados hace mucho frío.-
Hubo un momento silencioso, extraño. Una duda pasó entre los dos sin decirse.
- Claro.- terminó por responder Blaise.- Claro que sí. Duerme, Theo. Mañana será otro día.-
Y aunque había distancia entre ellos y los dos sufrían, algo debió haber tenido esa noche, porque Theodore se quedó dormido pacíficamente y Blaise consiguió serenarse y descansar, ya sin temer lo que vendría el día siguiente.
