Tras aquella noche pasada en la misma cama, la primera que un hombre como Zabini pasaba sin hacer algo más que dormir, cuando estaba acompañado, tuvo que admitir que tenía miedo. Odiaba ese sentimiento y lo había estado experimentando desde antes de la Guerra, sin embargo, cuando todo eso pasó, él simplemente se permitió pensar que no volvería a tenerlo. Que podría, por una vez, respirar a sus anchas, en total libertad, sin deudas con nadie y sin expectativas ajenas a las que responder. Porque se lo había ganado. Porque nunca dejó de luchar, pese a que existían graves dudas de si podría ganar lo que hace mucho dejó perder.
Había tenido esperanzas de no volver a sentir ni miedo ni dolor, a menos en dosis tan grandes. Y, durante un tiempo al menos, llegó a pensar que lo estaba consiguiendo. No tenía idea de que su felicidad tenía cuenta regresiva o que llegaría a desear nunca haberla tenido, para no saber lo que estaba perdiendo.
Como siempre, esperaba demasiado de la vida. Y, como siempre, el dolor no venía por su causa y, en consecuencia, no tenía sobre él ningún control. Sin embargo, en cierto modo el dolor si era suyo y lo desgarraba por dentro con una habilidad casi enloquecedora. Deseaba dejar de sentirlo y es más, jamás volver a sentir nada en lo absoluto, pero no podía.
Porque lo amaba a él y la amaba a ella. Y mientras él no estuviera con ella, no sería feliz realmente. Pero incluso si consiguiera vivir de nuevo, ¿Cuál sería el costo de esta nueva vida? E incluso si Theodore se recuperara, ¿Dónde quedaba él? No tenía fuerzas para luchar por sí mismo.
Si es que alguna vez pudo hacerlo o si tendría la oportunidad, siquiera.
Honestamente, en aquel momento lo dudaba mucho. Su agonía podía parecerse a la de su amigo pero no era igual, no tenía la suficiente intensidad. Blaise amaba a Arianhrod como mujer, como ser humano, igual que podría haberse enamorado de cualquier otra, por tantas razones.
Theodore la amaba como mucho más que eso, la amaba como sólo se puede amar a tu contraparte, tu complemento. Blaise estaba desgarrado, pero entero, aunque no entendiera por qué. Theo se había quebrado por completo.
Lo peor es que a Blaise no se le ocurría una forma de ayudarlo. Theodore consiguió despertar del sueño inducido por si mismo para aguantar hasta su último destino, pero ahora que carecía de objetivo, se estaba deteriorando rápidamente.
Blaise creía y notaba que Theodore estaba luchando contra eso con todo lo que le restaba de vigor y valor pero no era ningún iluso y se daba perfecta cuenta que, incluso si Theodore estaba poniendo toda su voluntad, en realidad estaba perdiendo la batalla.
En la mente del mago circulaban las palabras de Arian cuando habían pasado aquella noche juntos, la única vez en la cual la conoció en profundidad.
- "Me pregunto cuál será el precio de todo esto. Tenemos todo, nos han permitido tenerlo. No lo merezco, no los merezco en lo absoluto. Pero incluso si así fuera, ¿Qué tendría que dar para conservarlo? ¿Cuál es el precio?"
Y él se negó a seguir la conversación por dichos derroteros. Pero ahora entendía que Arian veía más allá de lo que decía. Que quizá ya sabía lo que estaba arriesgando. Que ella, a su manera extraña y extraordinaria de ver las cosas, sabía cómo terminaría todo y había seguido porque valía la pena, porque era su destino.
Simplemente, se había resignado a pagar el mayor precio, y con su vida, tratar de mantenerlos a ellos dos, para dar lo que le fue otorgado.
Lo doloroso era saber que aún así no era suficiente. Que con su muerte no podía darle vida a ninguno de los dos.
Y por tanto, Blaise se preguntaba, con humildad, con realismo, ¿Qué tengo yo para hacer que Theodore se quede? ¿Cómo reparar lo que parece más allá de toda reparación?
En suma, el muchacho no sabía del todo qué hacer pero asumió el papel de protector de Theodore de todos los modos posibles. Nunca nadie fue tan paciente, ni tan devoto como Blaise Zabini al asistir a aquella desesperación de Theodore, que de tan muda y terrible rompía el corazón al ser tan condenadamente evidente, sobre todo para aquel Slytherin, que lo conocía hacía tanto y tan bien.
En cierto modo, para Blaise era como si Theodore le costara cada vez más asirse a su realidad. Parecía sereno y no volvió a llorar pero tampoco hablaba más que lo imprescindible, ni parecía importarle mucho lo que llegaba a pasar. En cierto modo se aferraba tenazmente a cualquier detalle de la vida cotidiana, algo que Blaise asumió que era su forma de intentar sobrevivir pero muchas veces su mirada parecía perdida incluso cuando él le hablaba y aunque respondía correctamente a lo que se le pidiese, Blaise sabía lo que Theodore veía: A ella, todo el tiempo.
Y en esos instantes Blaise se paralizaba de miedo, no porque temiera al fantasma de su mejor amiga ni porque creyera que su amigo estaba enloqueciendo: ¿Cómo podía aconsejarle soltarla si eso era lo único que lo sostenía? Pero también, ¿Cómo pedirle que la recordara cuando le hacía tanto daño?
Así las cosas, terminó por ceder a su instinto sólo para no caer en sus más profundos temores y lo instó a hablar de ella, a sacar lo que tenía dentro para que no se ahogase en el mar de su añoranza. Los dos terminaron por entender que aquella era la forma de mantenerla viva y fija en su memoria y el duelo se hizo más llevadero por un tiempo, hasta que Blaise comenzó a notar que al joven de ojos azules le costaba cada vez más relacionarse con el presente y que prefería retornar a ese fantasma del pasado una y otra vez, incapaz de nadar por si solo en el mar de su soledad.
Fue en una noche fría de invierno que salió sólo un par de instantes a despedir a sus compañeros de casa tras una reunión, atreviéndose a dejar a Theodore solo porque éste parecía más ligero, que descubrió lo que Theodore había estado escondiendo.
Al entrar llamó a Theodore, que había estado en el comedor apenas hacía unos minutos y sin saber por qué sintió un escalofrío cuando no lo encontró. Rápidamente corrió por la casa y lo halló, de rodillas, mirando de forma ausente al fuego de la chimenea que crepitaba sin calentar su corazón.
- ¿Theodore?- Blaise se sentó cercano a él en la alfombra y posicionó su mano en el hombro de su amigo, preocupado.- ¿Estás bien? Estuve buscándote, me tenía preocupado no encontrarte...-
El otro muchacho alzó por fin la cabeza, como si apenas le llegara el mensaje de su amigo y miró a Blaise de tal forma que Blaise sintió que algo se rompía en su interior.
- Ojalá mi padre me hubiera matado a mí también.- dijo Theodore muy despacio, muy nítido.- Aunque claro, eso en él hubiera sido misericordia.-
Todo lo que Blaise trató tan denonadamente de superar para que su amigo estuviera bien, el dolor, la angustia, la incertidumbre, el desamor, la desolación, su sensación de fracaso se concentró en aquel momento, haciéndole entender que era demasiado. Ya no podía justificar aquello: Tampoco podía dejarlo ser.
Y por eso, se enfadó.
- ¡Eso es, ríndete!- su voz sonó como ascuas ardiendo, casi con rencor.- Termina el maldito trabajo por él, ya que has sufrido tanto y has sido sólo tú. Ignora lo que ella hizo por ti, por Granger y hasta por mí. Es más, ¿Por qué no finalizas correctamente el trabajo y hacemos suicidio asistido? Yo te apunto con mi varita y tú me apuntas con la tuya y convertimos esto en un jodido espectáculo circense trágico y melodramático.-
Aquellos hermosos ojos azules lo miraron muy grandes, muy vulnerables y muy confundidos. Blaise lo encontró insoportablemente irresistible y eso lo enojó todavía más: Aparte de todo, ni siquiera podía confesar sus honestos sentimientos.
- Si es así como vas a comportarte, vete a la mierda, Theodore Nott.- Antes de que pudiera hacer o decir algo irreparable más allá de eso y no del todo arrepentido de haberlo herido como se había sentido él, Blaise se paró y acudió a su recámara.
Empezaba a dolerle muchísimo la cabeza.
En cambio, Theodore, sintiendo algo por primera vez fuera de la concha donde se había sumergido para aguantar lo peor de la experiencia, se vio envuelto en una oleada de asombrosas sensaciones que no creyó volver a experimentar.
De pronto descubrió que la ausencia de ella logró un cambio abismal.
Cariño, tengo un poderoso anhelo en mi corazón. ¿Crees que debería seguirlo?
Aunque ella realmente no estaba ahí, supo que la respuesta era SÍ. Y por un largo y hermoso momento, sintió su bendición sobre él. Así que se preparó mental, física y espiritualmente y, un rato después, su mano tocó la puerta de aquella habitación donde dormía desde aquel largo sueño mortal.
Blaise, menos molesto y ya con la ropa de cama, tendido entre las lujosas sábanas de su enorme lugar de descanso, permitió que Theodore pasara.
- Si vienes a disculparte, te pegaré.- lo amenazó, tratando de no ablandarse.- No quiero tus frases sin sentido.-
Nott Jr sonrió.
- ¿Y qué es lo que quieres, Blaise, el primero de tu nombre?- Blaise, que estaba fingiendo ignorar un poco a su interlocutor tras un libro que no estaba realmente leyendo, lo observó fijamente.
No había oído hablar a Theodore en ese tono "sangre-pura" formal en años.
Demasiados, pensó, al notar que la belleza de su amigo, aunque intacta, parecía más frágil de lo que fue en un principio.
- Desearía tu curación, amigo mío. - le dijo, pues, en el mismo tono.- Que no vivieras en las aguas de lo ya sucedido, puesto que el tiempo no circula para atrás, ni siquiera para nosotros, los magos.-
Para su sorpresa, la sonrisa de Theodore no desapareció, aunque si hubo un tinte de tristeza que bueno, era inevitable de su parte.
Pero él no flaqueó. Sin vacilar, caminó hacia aquel hermoso hombre que era su amigo como un día hizo su esposa cuando ellos eran más jóvenes y se sentó a su lado, tomando su mano y haciéndolo sentir... raro.
Los dos se miraron por lo que pareció una eternidad. Blaise, perdido en aquella mirada azul, comprendió que estaría hechizado y marcado para siempre por Theodore.
Theodore, en cambio, afilado como una espada, desató el Caos.
- No sé ya cómo vivir en esta tierra, Blaise Zabini- le dijo con una sinceridad apabullante.- Y no era mi intención hacerte daño. Por favor ayúdame. Ayúdame a sentirme vivo. Ayúdame a recordar cómo se siente ser amado. Formalmente te lo pido: Sé mi amante esta noche.
Blaise se sintió tan completa y absolutamente desbalanceado que sólo tuvo tiempo de ruborizarse, el pulso disparado, de pronto entendiendo que había encendido una flama que se había prometido nunca buscar ni pretender esperar.
Y a aquella mujer que aceptó que eso pasaría un día, le dijo antes de que su amigo posara sus labios en los suyos:
"Te conocía sabia, pero nunca cruel. Él viene a mí sólo porque no te tenemos. Y me haces saber que puedo disfrutar sin culpa. Ojalá por esto, pueda perdonarte algún día."
Una luz plateada asomó a ambos magos como toda respuesta. Y mientras ambos cuerpos se buscaban con la salvaje llamada del deseo carnal, los amantes supieron que existía una estrella que iluminaba la descarnada belleza de su primer encuentro.
...
Tras hacer el amor de un modo que era para ellos bastante distinto de lo que estaban acostumbrados, ambos se quedaron dormidos en los brazos del otro, navegando en el río de su aventura con la sensación de circular por un barco cuyo destino no conocían del todo y los dos soñaron.
¿Quién sabe lo que ves en los umbrales de tu sueño? ¿Cómo sabes si al arrivar a puerto seguro todo es más una ilusión, un delirio? ¿Los muertos existen más allá de tu recuerdo o sólo es tu consciencia la que encaja las piezas del rompecabezas?
No lo sé, no lo sé...
Blaise soñaba que estaba en la Mansión Malfoy cuando era un niño, perdido en sus recuerdos solariegos del verano de su tercer año en Hogwarts. Ya había pasado más de un año desde que se enterara de la relación de sus dos mejores amigos pero realmente no era consciente de que seguía enamorado de ella. Su yo del presente miró, como de muy lejos, a su yo del pasado, apenas un niño que traía un ramo de margaritas para la niña callada que miraba por la ventana hacia la luz del sol.
- ¡Ari!- Sintió la nostalgia golpearlo con la fuerza de un torpedo en el preciso instante en que aquellos ojos caramelo lo miraron con la familiaridad del cariño y la confianza. Blaise sintió el peso de la pérdida en su estómago al comprender por primera vez, cabalmente, que no volvería a ver jamás ni aquella mirada ni aquella sonrisa.
- ¿Son para mí esas flores?- ¿Cómo podría haber olvidado esa manera tan suya que tenía de interesarse por las cosas, su seriedad amable sólo con aquellos que consideraba cercanos?
De pronto Blaise comprendió, una vez más, que la había amado y quizá demasiado. Sueño y recuerdo le dolieron y quiso decirle a ese pequeño niño que contestaba a aquella sonrisa, que se marchara, porque la ausencia árida de esos detalles más adelante lo atormentaría por el resto de su vida.
Pero el sueño tiene su propia lógica y así la tienen también los recuerdos, por lo que contempló, azorado, al niño que abría las manos de ella para depositar las flores en sus manos.
- Te las doy porque insistes en esperar adentro en lugar de jugar con nosotros en el jardín.- Satisfecho de que la voz no le tembrara, el niño que no era un niño continuó con su afecto sólido.- Theodore quería traerte violetas pero son las margaritas de la señora Malfoy las que adornan realmente esta casa.-
Ella recibió las flores y las observó en silencio un instante. Blaise recordaba que por aquel tiempo sus pausas le causaban mucho interés: ¿Qué era lo que pensaba realmente Arian? Hablaba más que Theo, muchas veces, pero no resultaba más fácil de entender.
- Gracias, Blaise.- En un gesto de cariño, ella le apretó ligeramente una mano.- Vamos a jugar entonces afuera, el sol está realmente muy lindo.-
Un detalle surgió en aquel momento que él no había registrado hasta entonces: Arianhrod nunca le soltó la mano, al menos hasta que alcanzaron a Theodore, donde volvió a unirse a su complemento de forma completamente inconsciente, no abandonando a Blaise, ni dejándolo a un lado, solamente reubicándolo.
El joven despertó de pronto, bañado en el sudor de la pasión y la más profunda melancolía.
Arianhrod, clamó, ¿Por qué me has abandonado?
...
El mar de la pasión contenía una tormenta tan intensa y tremenda que Theodore se dejó llevar sin la menor sujeción. Él pensaba "Si tengo que sufrir esta vida de dolor, ¿No sería mejor que me quedara algo por lo que seguir?"
Así que se hundió atolondradamente, casi dolorosamente, en el amor de Blaise, sintiendo por primera vez que había algo en él a lo que podría corresponder.
En realidad no sabía qué buscaba, sólo sabía que Blaise lo amaba tanto que había encontrado un camino hacía él y en el fondo anhelaba ser salvado, ¿Por qué no intentarlo? ¿Acaso no era un bello modo de seguir?
Había seguido con aquello porque sabía que Arianhrod le diría cien veces que sí. Sin embargo, tras la marea que los inundó a los dos llenándolos de vida, Theodore no pudo menos que mirar hacía el otro lado de la cama donde no estaba Blaise y sentir frío porque Arianhrod era una ausencia.
Había momentos así en su agonía que Theodore deseaba desesperadamente odiarla o por lo menos ignorarla porque de ese modo quizá podría concentrarse en algo más que su pérdida: Pero le era tan imposible como arrebatarse los pulmones y seguir viviendo. En consecuencia, llevaba su recuerdo a todos lados, hablando con su ausencia de un modo que pudiera aceptarla...
Sobra decir que no estaba funcionando. En todos lados la veía, la respiraba, la soñaba o incluso la escuchaba. La lluvia la cantaba, el viento le traía el recuerdo de su aroma y la tierra la recordaba pero era una memoria insoportable de mantener...
Porque Arianhrod no estaba ahí. Se había marchado, tan lejos que ni él podía ver dónde y no existía poder en este mundo que pudiera traerla de regreso.
¿Y él? Él, nada. Se había convertido en un fantasma de sí mismo, uno que por cierto se estaba volviendo avaricioso, al tomar por primera vez un regalo de la vida que no debería haber tomado.
Con un suspiro exhausto miró a Blaise. Una parte honesta y vulnerable sabía que aquel inicio le marcaba un camino complicado y confuso de muchas cosas que nunca quiso aceptar a tiempo hasta que fue demasiado tarde para ello, pero esa misma parte de sí mismo también sabía que seguía igual que antes o peor: No le quedaba corazón que entregar y tampoco quería ser una carga para aquel hombre leal y complejo.
Aún así, el sabor... y aquella pasión... esa vieja magia antigua de algo que no sabía cómo se llamaba ya...
Tenías razón, mi amor. Él es tan hermoso. Y yo, yo me siento tan viejo al lado suyo...
Inquieto, aunque no arrepentido, Theodore miró a su nuevo amante a una nueva luz. Blaise dormido le despertaba una ternura y un cierto instinto posesivo, algo a lo que su alma oscura se aferraba con hambrienta necesidad. Sin que el muchacho exhausto se diese cuenta, Theodore acariciaba suavemente sus bucles oscuros, deseando sentir lo que Blaise le despertaba.
Blaise le permitía olvidar la abismal llamada del océano del amor de su vida sin perderla: Al menos su barco en altamar le permitía pensar que no se estaba ahogando.
No lo era todo, pero era un comienzo.
Perdido en sus pensamientos, cayó en un sueño agitado. Hasta que la luz de una luna azul, inevitablemente, lo condujo hacía Arianhrod Blackthorn.
Él estaba tan acostumbrado a eso que esta vez ni siquiera parpadeó.
- ¿Disfrutaste el espéctaculo?- le preguntó. Hacía frío en aquella colina y era magia antigua la que lo había atraído al lugar, pero sabía que no había sido ella.
Los muertos no tienen esa clase de poder. Y aunque ella no quería perderlo, tampoco le agradaba estar ahí, esperando en ese frío. Ni muerta, ni viva. Tenía la suficiente fuerza y valentía para encarar la muerte e ir más allá del Velo y él lo sabía. Mejor que nadie.
Sabía que si se hubieran invertidos los papeles, no importando las circunstancias, sería él quien se erguiría en lo que parecía la Torre de Astronomía, donde solían hablar a altas horas de la noche en Hogwarts.
"Unidos, a partir de ahora y hasta la hora de nuestra muerte... Más allá también."
- No como tú crees.- la respuesta de ella era dulce pero distante.- En realidad no estoy del todo aquí, ¿Sabes?-
- Lo sé.- Hizo que su consciencia se posara junto a ella, hasta que la necesidad de tocarla fue tan insoportable que quiso llorar. Pero no lo intentó: No serviría de nada, no estaba nada que pudiera alcanzar.
Él había descubierto que un rastro de la existencia femenina se había aferrado a su mundo en el momento en que Theo estuvo a punto de ceder a su dolor y ponerle fin a su propia vida sin ayuda de magia. Hasta aquel día había creído que Arian no tenía conocimiento de lo sucedido en su plano porque había pasado a otro y en cierto modo así era, porque no era un fantasma ni tenía la menor influencia en el plano material pero al ser los dos uno, ella no podía irse... ni quedarse.
Zabini tenía razón: Arianhrod pagó el precio de su felicidad. Siendo arrastrada por la magia oscura, absorbió toda la manifestación que arrancó su vida de aquel mundo y consiguió con su propia muerte desterrar la poderosa maldición que Terence Nott imprimió a su hechizo.
Así, ni Theodore ni Hermione fueron perjudicados; ella, empero, no podía descansar en paz, no hasta que el Círculo volviera a cerrarse.
Y mientras Theodore no muriera, de muerte natural y no forzada, ellos no podrían volverse a unir en la eternidad.
Esa noción, más que ninguna otra cosa, era lo que mantenía a Theodore vivo. Porque si no soportaba esa vida de miseria sin ella, la perdería para siempre, en todo lugar.
- ¿Por qué estás aquí?- Theodore quería prolongar sus momentos con ella, pero ya le resultaba bastante difícil no derrumbarse. Mejor no forzarlo más.
- No lo sé.- Percibió su sonrisa como un toque de luz.- En realidad es una pregunta inadecuada la tuya. Yo siempre estoy aquí.-
El hombre atormentado despertó, en la habitación de Blaise, desorientado y solo. Blaise seguía durmiendo y Theo comprendió que su amigo tenía un sueño atribulado.
Volvió a aferrarse a él y dejó que él se aferrase.
Theodore nunca pensó que se iba a sentir tan terriblemente solo sin Blaise.
Lo peor era saber que Ari, su Ari, estaba más sola que todos ellos.
En la oscuridad.
