Diecinueve: "Al Final todo es una canción…"

El límite que sabían era de cinco años. Y como Blaise no era - realmente- un masoquista, decidió que podía vivir con eso si vivía día a día y aprendía a aceptar la vida como se presentaba, no dejando de lado sus ilusiones, sino simplemente poniéndolas en pausa, para que no lo mataran por dentro como la nigromancia estaba matando a Theodore por fuera.

Ya no pasaban tanto tiempo juntos como antes, pero eso se debía a que estaban formando parte de proyectos distintos. Siendo magos sangre pura, tenían suficientes galeones para no tener que trabajar un solo día de su vida, empero, el ocio mataba su entusiasmo, por lo que, al final, Theodore volvió a aceptar el puesto de docente de Runas Antiguas en una escuela privada y especializada de magos que se había puesto de moda tras la guerra, para familias que no deseaban ser monitoreadas por Hogwarts o que querían otras alternativas, incluso si no podían dárselas en casa.

Era un profesor muy reservado y jamás hablaba de su vida personal con sus alumnos, con los que apenas se comprometía académicamente, pero la rutina y las obligaciones lo hicieron alguien más responsable, que seguía el paso del tiempo con disciplina y entusiasmaba a sus pupilos con el conocimiento tan avanzado, casi genial, de la materia que impartía. A este respecto se tomó el tiempo de inspirar a sus alumnos cuando cabía y llegaba ya tarde a casa de Blaise, ocupaba su lugar en la cama de él y lo esperaba, porque Blaise tenía su propia labor.

En cuanto a Zabini, tenía un largo camino por delante y sabía que debía empezar a buscar algo más que lo apasionase, incluso si no quería realmente encender una vela que podría apagarse y volver a dejarlo helado. Tampoco, pese a todo lo que estaba pasando, (o tal vez por eso mismo) deseaba estar muy lejos de Theodore, que se contentaba con tan poco, por lo que abandonó por un tiempo sus ambiciones de viajar por el mundo y trató de buscar una profesión, para variar, algo que pudiera usar tanto en el mundo mágico como en el muggle, que no estaba seguro de conocer pero que le llamaba la atención.

Al principio, le llamó la atención la carrera de actor, para dar rienda a su histrionismo en la adrenalina del teatro, pero sentía que aquello le dejaba sus sentimientos en carne viva y no conseguía apaciguar los latidos de su corazón, por lo que cambió a música, recordando sin duda sus viejos días de niño, cuando Draco, Theo y él habían jugado a formar una banda que cantara la magia de los tiempos antiguos.

En los viejos días había querido tocar el bajo, más que nada porque el instrumento en otros músicos le presentaba una imagen "cool" pero ya no tenía siete años, ni quince, por lo que buscó con otros motivos cuál sería la manera en que podría aprovechar lo que sabía.

Terminó pagando clases particulares de canto y prestando su voz profunda para juergas en bares y pubs, quizá porque, aunque apestaba como compositor, cantar le hacía creer que todavía le quedaba algo dentro que mereciera ser salvado.

Al principio, pese a la atención presentada por su público de todas las clases, género y edades, optó por estar solo, pero luego, las cosas se precipitaron en la rutina que tenía con Theo.

La vida que le dio a Arianrhod para convocarla le arrebató a Theo más que años de existencia: su propia energía se estaba yendo como polvo en el viento y había días en que el joven apenas tenía suficiente energía para respirar, haciendo tanto y tan poco como ir a trabajar y regresar a casa a hacer sus quehaceres diarios.

Impotente Blaise notó como su amigo empezaba a perder peso y generaba tan poco calor corporal que siempre tenía frío, por muy arropado que estuviese y pasaban la noche a veces sin contacto físico, más que un abrazo en el cual Blaise trataba de transmitir su fuerza vital, sabiendo que era inútil, que no se podía pelear con la fuerza que se lo estaba llevando, por lo que empezó a buscar personas sin identidad ni consuelo para pasar el rato, con quienes nunca compartía nada sustancial, pero cuya compañía lo ayudaba a paliar la miseria que ya no podía mantener a raya, pese a que todavía encontraba felicidad al lado de Theodore.

Y así pasaron los meses y las estaciones, sin contar los días para no notar cuán rapazmente se desvanecía el tiempo estipulado, y otro ciclo se cerró entre ellos para la primera vez que Theodore tosió tapándose la boca con un pañuelo y al quitarlo de encima, ambos vieron la mancha carmesí que él había liberado, el signo inequívoco del deterioro de su organismo agotado.

En la expresión del mago ojiazul asomó una callada resignación, pero Blaise sintió una aguja de hielo en su corazón, que lo impulsó a buscar ayuda, a encontrar una solución temporal a un problema permanente. Su necesidad fue tan acuciante que Theo no intentó detenerlo, sino que se acurrucó entre las mantas, exhausto; No hace falta decir que si estaba aguantando todo aquello, no era por sí mismo ni por temor al último aliento.

Blaise entretanto dio vueltas en el comedor de su gran casa, tratando de encontrar la respuesta a lo que quería y después de un rato finalmente la halló, porque la expresión alterada de su rostro se apaciguó y él corrió a escribir una carta que entregó a su lechuza gris.

- Entrégale la carta sólo a él.- instruyó a su ave mensajera con ímpetu.- Y no permitas que la carta quede sin abrir y ser leída.-

La lechuza ululó cariñosamente a su dueño y se perdió en la noche, mientras el agotado y asustado Blaise se dejaba caer enfrente de la chimenea que había sido callada testigo de toda la desesperación de aquellos que visitaban o vivían en aquella casa.

Y mientras se dejaba calentar por el fuego, bebía whisky de fuego, dejando que le ardiera la garganta hasta que ésta aguantaba que otro trago la recorriera otra vez.

Hasta que las llamas de la chimenea se volvieron verdes en lugar de doradas y un mago de cabello rubio platino y ojos de un gris casi plateado apareció con la cara retraída en un semblante de preocupación.

- ¿Qué pasa?- preguntó Draco Malfoy, a quien Blaise tenía tanto tiempo sin ver que su voz le sonó rara.- No me has escrito que venga con tanta premura desde que el señor Tenebroso regresó.-

El mago de argento miró a su amigo y lo notó tan pálido y fuera de sí que se acercó para facilitarle las cosas.

- Es Theodore.- fue la respuesta que escuchó.- Tienes que ayudarme a restablecerlo o morirá dentro de poco tiempo.-

Draco podría haberse mostrado estupefacto, pedir explicaciones o enojarse por su falta de entendimiento; cualquiera de esas respuestas habría sido muy suya para empezar. Pero, aunque pareciese un poco ausente en esta parte de la historia, también había crecido junto a esos dos y aunque su vida pareciese un infierno, hacía mucho que se había acostumbrado.

- ¿Cómo puedo ayudar?- dijo simplemente. Quería saber, obviamente, qué había pasado, pero se ahorraría más tiempo si iba al grano.

Blaise todavía seguía sintiendo todo el impacto de su situación y sentía una gran necesidad de ponerse a gritar de angustia y tener un ataque de pánico en aquel momento, así que agradeció que Draco no lo acosase a preguntas.

Trató, pues, de ser conciso y directo.

- Estamos perdiendo a Theodore debido a un encantamiento de nigromancia. Hubo... complicaciones en la muerte de Arian y él se encargó de liberar su alma, pero a cambio...-

- ¿Dio su vida en retorno de la salvación de Arian? Por Merlín... ¿Cuánto tiempo nos queda?-

La cara de Blaise decía mucho más que sus palabras. Sin embargo, tuvo el valor de responder.

- Tres años y medio. No más.-

- ¿Tal vez menos?-

- No lo sé...-

Draco no estaba acostumbrado a estar igual de desmoralizado que Blaise y no poder decir nada al respecto. Tampoco estaba acostumbrado a tener ser él quien resolviera hasta el último detalle, y sobra decir que tenía mucho desde que las directrices eran suyas y no tenían un respaldo total de la inteligencia del propio Theodore Nott.

En resumidas cuentas, por mucho que él hubiese sido presentado como el líder indiscutible de los tres, Draco estaba sintiendo el frío de la pérdida de su general más capaz.

El golpe era peor que si lo hubieran arrojado al océano teniendo cero noción de cómo nadar.

Se tuvo que sentar. Necesitaba pensar.

- Asumo que me llamaste debido a que necesitas mi conocimiento de Pociones. Dado que ahora no contamos con la sabiduría de Snape a este respecto ni tampoco con la habilidad de Arian...-

Blaise bebió otro trago sin replicar.

- ¿Qué tan mal está?- preguntó Draco entonces, con cierta suavidad más allá de una pregunta profesional.

- No lo sé.- Blaise parpadeó y Draco entendió que estaba tratando de no ponerse a llorar.- Teóricamente cuando lo supe nos quedaban cinco años pero... se está deteriorando muy rápido. No creo que llegue y si llega, tal vez no lo haga caminando.-

La sombra de una carga insoportable parecía hundirlo en su asiento y una rabia muy conocida se instaló en el pecho de Draco.

Quería muchísimo a ellos dos, pero siempre lo dejaban de lado en las cosas más importantes.

De niños, fue el último en enterarse de la relación de Theodore y Arianhrod. Tanto Blaise como Theodore discriminaban qué correspondía cargarle y cuáles cosas eran mejor escondérselas.

Fue el último en saber que Arianrhod había perdido a su bebé. Y su propia madre no le contó nada sobre su trato con Potter hasta que fue casi demasiado tarde.

Y esto... ¿De dónde debía sacar la compostura para afrontar un golpe tan difícil?

Por una vez, no lo expresó. Sabía lo poco importante que resultaba ahora y todo reproche tenía que irse, porque lo que menos tenía Theodore ahora mismo era... tiempo.

Un paso a la vez. Todavía no estaba listo para hacerse a la idea del poco tiempo que le quedaba a Theodore.

Necesitaba primero ver si podía ayudarlo a aguantarlo hasta el final.

- ¿Dónde está?- preguntó, poniéndose en pie.

- En mi cuarto.- respondió Blaise y Draco ni siquiera parpadeó, aunque sabía lo que significaba: Ninguno de ellos se atrevió nunca a preguntar por la naturaleza de la relación de Blaise y Theodore, principalmente porque una, se lo imaginaban y dos... porque preguntas semejantes tras la muerte de Arianrhod salían sobrando, incluso para los más chismosos.

Draco hizo un gesto para que Blaise lo guiara y al fin entraron a la suave penumbra del cuarto de Blaise, que Draco conocía de sobra porque jugaba en él con Blaise y Theo desde que los dos eran niños, cuando su padre y madre iban a visitar a Galatea Zabini, la madre de Blaise.

Los recuerdos amenazaron con invadir a Draco, aunque de todos era el que menos solía bucear en su memoria por ninguna razón... y él mismo ahogó su necesidad ahora, centrándose en el presente.

- ¿Theo?- preguntó con preocupación y notó que el muchacho estaba tendido en la cama envuelto por las mantas, de algún modo transmitiendo que estaba exhausto.

- ¿Draco?- La voz de su amigo era tan débil que adivinó más que escuchó lo que él decía. Instintivamente se aproximó a la cama. La faz de él estaba más blanca de lo que recordaba y las pupilas de los grandes ojos azules aparecían dilatadas. El cabello parecía húmedo por el sudor de Theodore, pero cuando alargó una mano para tocar su frente, notó que Theodore estaba helado.

- ¿Qué haces aquí?- preguntó Theodore, y Draco sintió alivio al notar lucidez en él, pese a que una parte de él estuviera delirando por aquella especie de... fiebre fría.

- Tratando de ayudarte aunque no me lo hayas pedido, tonto.- respondió Draco con afecto.- Debiste habérmelo dicho. ¿Cuándo esperabas que me enterara? ¿En tu lecho de muerte?-

- Quizá nunca.- divagó Theo y Draco sintió preocupación cuando notó que la visión de Theodore iba y venía.

- Blaise, acuéstate junto a él y toma su mano.- dijo Draco y le apretó con fuerza la mano libre de Blaise cuando él lo hizo. Después, con su mano libre, tomó la mano de Theodore que restaba.

- ¿Qué debo hacer?- preguntó Blaise y Draco necesitó de toda su entereza para ignorar que Blaise estaba llorando.

- Uniremos la magia de los tres y le daremos un poco de nuestra fuerza vital.- explicó el rubio mientras frotaba los fríos dedos de Theo entre los suyos.- Lo suficiente para que pueda hablar con él y saber qué puedo hacer.-

Los ojos de Blaise mostraban un caleidoscopio de emociones con las que Draco no quería tener nada que ver, todavía. Sin embargo, él no lo abrumó, porque tal vez lo sabía.

Asintió.

Entonces el mago cerró los ojos y ambos comenzaron a recitar un cántico que se sabían desde que eran niños, porque si se consideraban familia no era sólo por haber crecido codo con codo.

Un ritual de sangre, mágico y poderoso como sólo podían hacer los verdaderos magos, unió tres familias a través de sus herederos el mismo año en que los tres cumplieron dos y aquella conexión, poco conocida, les permitió sanar heridas entre ellos que no podían ser sanadas de otro modo y les permitió la vulnerabilidad que al final sería la caída de todos ellos.

Sin embargo, aunque ellos habían tenido su fe en aquella conexión por muchos años, hasta Draco, el más acérrimo convencido de su ascendiente, tenía que admitir que todo eso era impotente ante la Muerte que arrebató lo mejor de ellos.

Incluso sin saber los detalles, Draco sospechaba que todo lo que podía darle a Theodore era un tiempo de calidad, quizá unos meses más de los que ya tenía, para poner en orden su vida y sus deseos.

Jamás creyó que un día se arrepentiría amargamente de haber permitido que otros decidieran lo que él debía hacer con su vida. Tampoco creyó que terminaría perdiendo tanto.

Pero que Theodore, quien era el más inteligente de los tres, fuera el primero en morir, eso era simplemente inconcebible.

Y esos fueron sus pensamientos y sentimientos mientras duraba la transferencia de energía y cuando sintió la fluctuante calidad de energía de su amigo, debilitada tan gravemente por la nigromancia, la pena en su pecho lo abrió en canal y lo hizo comprender que todavía se puede perder más, no importa qué tan bajo hayas caído.

Una lágrima solitaria migró de su ojo derecho a su mejilla cuando el proceso acabó.

- Blaise.- llamó cuando encontró su voz y la aclaró.- ¿Me darías unos minutos con Theo? Necesito charlar con él a solas... no creo que tenga energía para lidiar también contigo hoy.-

Por supuesto que necesitaba hablar con Theodore, aunque no por las razones expresadas.

Quería que el muchacho le dijera los detalles dolorosos, que lo desgarrara con la verdad que por cariño no expresaría a su otro mejor amigo. Y sobre todo quería poder esconder por un rato a Blaise la verdad innegable de que no se podía hacer otra cosa que irse despidiendo, porque la Vida es corta y la Muerte puede ser cruel.

El moreno asintió y se marchó, sin duda sabiendo la verdad, pero prefiriendo poner distancia de los dos y del dolor.

En cambio, cuando Draco pronunció un "Lumos" efectivo para poder ver a su interlocutor, sintió que podía leer el alma de él en cada centímetro de su expresión.

- ¿Por qué estás aquí?- preguntó quedamente Theodore, todavía rodeado de las mantas aunque ya no temblara por efecto de la temperatura.

- Porque Blaise me lo pidió.- respondió Draco tranquilamente.- Porque en algún momento tenías que avisarle a tu hermano que te estás muriendo por un hechizo de una ciencia prohibida, y tratar de convencerlo de que no tenías más elección que realizarlo. -

Para su sorpresa, Theodore sonrió.

- ¿Tratar de convencerte? Mucho más me hubiera costado que me escucharas. Si ni siquiera me oíste cuando te pedí que no escogieras esa fecha para el día de tu boda... Tampoco te importó todo lo que Blaise te dijo... ¿Qué se suponía que debía esperar de ti, Draco? -

- Asombroso.- Dijo Draco sin inmutarse.- Ustedes toman decisiones sin consultarme todo el tiempo... ¿Por qué me cargas con ese peso? Habría estado aquí al pie de tu cama para cuidarte si lo hubieras pedido, otra cosa fue que no lo hiciste.-

- Porque siempre trato de ahorrarte el pago de mis elecciones, Draco. Porque incluso si sabes lo que ocurre, no puedes portarte de una manera malditamente diferente.-

- ¿Alguna vez se te ocurrió que no hice las cosas para lastimarte? Sé lo que piensas sobre lo que escogí para mi vida, pero no había más que pudiera hacer y ese gesto, que tanto odias, era mi única manera de honrarla. Y de pedirle perdón, porque no estuve allí el día que ella murió.-

- No existía razón para que estuvieras allí ese día, Draco. Nadie te culpa por esto. Pero lo que no me puedes pedir es que te mire a la cara, a los ojos y te mienta, diciéndote que estás haciendo las cosas bien cuando no es así. No soy quien para juzgarte, pero si para recordarte que dejaste a una mujer con la promesa de matrimonio por otra que cree que se está casando con un hombre que mínimamente siente admiración por ella cuando es simplemente su manera de reparar algo que ya está roto.-

- ¿Por qué estamos hablando de mí? Theodore, el que se está muriendo eres tú, no yo.-

- Precisamente. Me estoy muriendo, lo mínimo que podrías hacer es quitarte tus máscaras y dejar de hacerme perder el tiempo -que no tengo- con tus excusas baratas y tus reproches inofensivos. Llevas años torturándote por todo lo que supuestamente hiciste mal y eso te ha dirigido al desastre de decisiones equivocadas en la que nos has arrastrado a todos. -

- Theo, yo...-

- Ya basta. Sé que no quieres hacerlo, pero tendrás que escucharme.- La voz de Theodore se interrumpió apenas lo suficiente para soltar una tos que lo debilitó un poco y luego continuó como si nada.- Tengo que decirlo ahora, que puedo hacerlo. Ya no puedes permitirte estar en este limbo de tortura, autodestrucción y autocomplacencia, Draco. No estaré aquí para seguir ayudando a limpiar las cosas. Si prestaste alguna atención a mi flujo de energía, te diste cuenta que no hay nada que puedas hacer y un día no tan lejano, ya no despertaré. -

La mirada de Theodore parecía llena de fuego azul, pero los ojos de Draco parecían llenos de una desdichada tormenta. Aún así, por una vez, no dijo nada.

- Crees que me debes algo al estar aquí porque todos los días sientes la culpa de no haber estado para Arian y para mí, cuando ambos sabemos que la verdadera culpa que experimentas es porque no la quisiste tanto como el resto de nosotros.- La tos se oyó, molesta. Él prosiguió.- Blaise y tú son ridículos en este sentido, como si alguno de nosotros pudiera controlar en modo alguno lo que siente. Tú eras un egocéntrico y ella era una provocadora y no podían mezclarse ni con agua ni con aceite. Aún así, ella habría dado la vida por ti del mismo modo en que tú lo habrías hecho, ¿Qué diablos importa si no se soportaban la mayor parte del tiempo? ¿Cuándo se convirtió el amor en una obligación? Blaise cargó con la culpa de haberse enamorado de Arianrhod y de haberse enamorado de mí, por años, como si hubiera habido aunque fuese un centímetro de él que no mereciera nuestro amor. Y yo soy peor, porque me daban celos sus sentimientos hacía ella pero era igual de hipócrita al negar el florecimiento de mis verdaderos sentimientos hacía él ... ¿Cómo es que Arian tuvo que morir para que todos asumiéramos eso?-

Misma tos, misma pausa, voz suave.

- Y tu nobleza, que ha sido un secreto entre nosotros que la tengas para que no te confundan con ningún Gryffindor, te hizo rechazar del modo más terrible a Pansy, la única persona que estaría para ti contra viento y marea, sólo porque no puedes darle lo que soñabas entregarle en diez mil bandejas. ¿Sabes lo estúpido que es eso?- Tos.- A Pansy no le hubiera importado que terminaras siendo un Weasley y vivieras en la absoluta pobreza, pese a lo risible que hubiese sido que eso te pasara.- Un suspiro y más tos.- Perdiste a un diamante para encontrar una joya y ni eso supiste agradecer. No me gusta Astoria Greengrass, personalmente, pero te encuentra atractivo y es leal, y sólo Merlín sabe lo difícil que es encontrar ambas cosas al mismo tiempo. ¿Qué se supone que debo hacer para explicarte que estás arruinándote con tu estupidez?-

La voz esta vez fue más prolongada, empero, la luz en los ojos de Theodore denotaba que la lucidez era mayor que nunca.

- ¿Acaso no puedes aprender de la muerte de Arianrhod? Se fue enseñándonos todo lo que pudo y seguimos negando la realidad. ¿Vas a seguir hundiéndote en la soledad y la miseria sólo porque no eres lo que pensabas que serías? Al final conseguiste que hasta Hermione Granger se alejara, algo que ni siquiera sé cómo conseguiste, ya que la conozco de antiguo y perder su amistad es casi imposible. -

Draco sentía que la voz de Theodore era un látigo que llegaba por debajo de la capa de hielo que había puesto para no sentir el remordimiento de sus acciones. De alguna forma deseaba desprenderse de ambas cosas, pero todavía no sabía cómo hacerlo.

- Haría cualquier cosa por tener una segunda oportunidad con Arianrhod, Draco.- dijo Theodore, tras un momento de silencio lleno de espinas.- Y si todavía tuviera suerte, pagaría el doble para que mi tiempo con Blaise no estuviera acabándose. Pero me confíe, di por sentado lo que tenía y me quedé sin nada. ¿Cómo crees que me siento cada mañana y veo el miedo de Blaise en los ojos porque no sabe qué diablos va a hacer el día en que yo ya no siga despertando?

Porque fui egoísta. Mi padre lanzó una maldición terrible a mi esposa, la condenó a estar atrapada entre la Vida y la Muerte para que su declive nos condenara a todos los cercanos y ella me suplicó, me pidió mil veces que viviera, que siguiera mi camino y no nos condenara a estar separados para la eternidad. Me pidió que cuidara a Blaise, que salvara a Hermione, incluso que te cuidara a ti... pero no pude hacerlo. Le supliqué a tu madre el nombre del hechizo y cuando Potter me dió su joya de matrimonio, la invoqué con la nigromancia...

Y sólo tuve suerte porque Arianrhod sigue siendo quien es, espíritu o no. Quería irme con ella, y con eso hubiera condenado a todos a la oscuridad, pero ella impidió que la tocara, sólo me permitió el tiempo que le pedí y se clavó a si misma el cuchillo del ritual, para impedir que nada oscuro se adueñara de este plano. Así que no debes temer, Draco, que algo en mi ritual hubiera salido mal.

Simplemente debes saber que no hay modo viable con el que puedas darme más tiempo.

Lo que sí puedes hacer, lo que si me puedes dar, es un camino a través de tu conocimiento con las Pociones (si lo encuentras) para que al menos no destrocemos a Blaise mientras ve cómo languidezco y alcanzo mi completo declive.-

Parecía que las fuerzas comenzaban a abandonar a Theodore, porque se interrumpió y el silencio se entrelazó entre los dos hombres. Draco sentía que su hielo se había vuelto negro y se estaba resquebrajando minuto a minuto.

Al final suspiró, y se sentó en la cama al lado de su amigo.

- ¿A qué te refieres con que tu padre nos condenó a través de la maldición que le lanzó a Ari?- preguntó, lleno de malos presagios.

La mirada azul descendió y ascendió. Había un mundo de hostilidad hacía Terence Nott en ellos.

- Si Terence hubiera tenido éxito.- dijo.- Habríamos tenido todos los presentes (Arian, Hermione, Potter y yo) un destino fatal. Sin embargo, Arianrhod decidió protegernos con su alma y absorbió la maldición, lo que tuvo como consecuencia que se quedara a la mitad... Su espíritu podría haberse perdido, pero aún estábamos unidos, por lo que se aferró a mí...-

Los ojos de Draco eran mercurio líquido.

- Pero...- Lo miró sin comprender.- Si revertiste la maldición con la nigromancia, ¿Qué pasó con sus repercusiones?-

Una amarga, muy amarga sonrisa apareció en su amigo.

- ¿Crees que mi descenso a la muerte va a ser agradable, Draco? Obviamente, yo absorbí los resabios de la maldición. Y no, no te preocupes, no me voy a quedar a la mitad de ningún sitio... Simplemente, pagaré con dolor no afectar a los demás. Y a Arian, por supuesto, la liberé.-

Un rastro de añoranza apareció en el ojiazul y de pronto Draco comprendió.

- ¡Por eso es que tú realmente pareces haber superado el duelo!- exclamó.- La dejaste ir, realmente la dejaste ir...-

- Por supuesto.- Theo sonrió tristemente.- Ella merecía ser libre. Como ves, nunca fue mi intención lastimar a nadie.-

La seriedad regresó al rostro de Draco.

- ¿Y Blaise?- preguntó.- ¿Él sabe todos los matices de la situación?-

Un leve asentimiento, una breve negación.

- No le hablé del precio de la maldición. - admitió.- Sólo del precio de la nigromancia.-

- Y ... ¿Por qué?-

- Porque Blaise y yo sólo tenemos el último vals.- fue la respuesta.- Y quiero hacerlo feliz mientras aún se pueda. Por eso y sólo por eso, Draco, tienes que ayudarme a tocar esta última canción. -

- ... Depositas en mí una esperanza inesperada.-

- ¿Acaso no era lo que querías?-