Nota de la Autora: Así son las cosas. Y como aún queda trama, no me queda más que recomendarles paciencia, porque mi historia es compleja y me temo que no terminará rápido.

Veintiuno: Malas Decisiones

Draco Malfoy estaba en la cocina de la casa de Blaise tratando de hacer un espacio para las pociones que necesitaba para apoyar a Theodore, cuando oyó el sonido de la puerta de entrada del lugar y escuchó a un muy asombrado Blaise recibiendo a una persona cuya voz tenía muchos años de no haber escuchado, pero que jamás podría olvidar, aunque lo intentara.

Por un momento horrible se quedó paralizado con el mortero en una mano y raíces de acebo debajo de la otra; después, deseó salir corriendo, sin embargo, la oportunidad pasó cuando ella llegó a la puerta de la propia habitación, seguida de su amigo, que estaba hablando mientras colgaba el abrigo empapado de Pansy Parkinson, mientras la ayudaba con la maleta que traía consigo.

Blaise seguía hablando pero ninguno de aquellos dos le prestó la más mínima atención.

El mundo se detuvo al compás de la respiración de cada uno. Nada fue importante entonces: todo se volvió relativamente trivial.

Pues hubo un tiempo en su vida en que Draco hubiera deseado más que nada en el mundo que Pansy estuviera a su lado todavía. Y asimismo, existió un tiempo en que ni siquiera hubiera tenido que pedirlo para que eso ocurriera.

Ahora, lo único que ocurría es que el peso de todo lo que pasó estaba entre ambos y les impedía respirar con tranquilidad. Draco sentía una impotencia desesperada, estaba buscando qué decir, pero no tenía palabras para hacerlo.

Suplicante, echó un vistazo a Blaise y se sintió inesperadamente recompensado con la compasión en los ojos de éste, quien simplemente hizo su mutis, al decir que ayudaría a llevar la maleta de su amiga a la habitación de invitados y se alejó, sabiendo que aquella conversación era una que debía darse sin él de por medio.

Cuando por fin se quedaron solos, Draco miró fijamente a su antigua novia, con quién había prometido casarse en su momento, sin que las palabras terminaran de auxiliarlo.

Sus ojos grises, Black hasta la médula, la escrutaron con la tormenta de sus sentimientos haciendo añicos las defensas que había puesto en sí mismo a lo largo de los años.

Aquel era el día, en el que el peso de sus decisiones se enfrentaba a él, desbocado y doloroso, y el sufrimiento de la noticia que acababa de recibir sumado a la profunda angustia y sorpresa que le causaba la presencia de Pansy, reducían su normalmente vigorosa naturaleza a un silencio insoportable.

Aquella breve mudez en ambos, mientras se miraban, estaba envuelta en años de historia, de errores cometidos por ambas partes y de la huella demoledora de la traición de Draco, una mancha en él que jamás podría limpiar, que lo tiznaba y lo condenaba a aquella vida vacía que tenía, la cual se había apresurado a abrazar, sin pensar un instante en las consecuencias para todos los demás... incluso él mismo.

La vergüenza y confusión y la sensación de profundo anhelo era innegable en Draco Malfoy mientras la miraba y advertía cómo el pasado empezaba a disolverse, porque él sabía, dado que la conocía, y la había amado, que ella no había venido hacía él para charlar.

Draco Malfoy había crecido con pocas personas a su alrededor, y de todas, había sido a Pansy a quien más le había prestado atención, aunque no lo pareciera. Conocía cada una de sus miradas y gestos, se comunicaba con ella de un modo cuidadoso y bastante velado, su relación transformándose lentamente en un juego de voluntades donde la arrogancia de él y la petulancia de ella se coordinaron para hacerlos la pareja que fueron.

Y esos ojos oscuros, tan hermosos, con los que Draco aún soñaba cuando se descuidaba... le estaban diciendo Adiós.

Sin enfado, ni dolor, ni siquiera lástima, con cariño pero sin pasión, la hermosa muchacha que un día fue tan suya que hubiera hecho cualquier cosa por verla sonreírle...

Venía a despedirse.

Y en esa mudez que ya no era incómoda sino opresiva, Draco tuvo un momento largo para desear que las cosas hubiesen sucedido de otra manera, para considerar si debía suplicarle a Pansy que no escuchara nada de lo que le dijo antes, que todo fueron pretextos, que aún podía divorciarse, que criarían a Scorpius Malfoy juntos y él sería el mejor cabeza de familia posible, que podían tener más hijos juntos... que se redimiría, que cambiaría, que por ella lo haría y que no sabía por qué actuó de forma tan estúpida.

Así es. En aquel momento, Draco Malfoy estuvo a punto de tirar a bordo su vida actual, arrodillarse y suplicar. El arrogante príncipe de la crema y nata de la sociedad mágica británica sintió su corazón vacilar y deseó con todas sus fuerzas abogar por el valor que le restaba para enderezar el barco que había dejado naufragar.

Y lo hubiera hecho, porque Draco no era tan cobarde como parecía a veces...

De no ser porque aquella mirada tan familiar, tan espabilada cuando quería, que pertenecía a alguien que lo conocía perfectamente, se le adelantaba y le estaba respondiendo que ya era demasiado tarde para los actos heroicos que pasaban por su mente.

Hay un momento y lugar para todo en la vida. Y la lección más dura de todas, es que si no aprovechas a tiempo las oportunidades en tu existencia... por mucho que luches por ellas, por mucho que quieras pagar para volverlas a obtener... éstas simplemente no se vuelven a presentar.

El Tiempo no corre hacía atrás: No puedes volver al Pasado, porque ni siquiera con un Giratiempo conseguirás ese momento perfecto tal y como fue.

Y así, Pansy Parkinson, que ya no era Parkinson, le sonrió dulcemente a Draco, en una despedida significativa y sutil y le alargó el pequeño cofre de madera que se había convertido en la caja donde guardaba sus sueños frustrados, su antigua vida truncada y sus profundas heridas y cuando Draco dejó la caja en la mesa y trató de agarrar las manos femeninas para retenerla y decirle lo que llevaba trabado en el pecho, la sonrisa de ella se hizo triste y se apartó el largo cabello negro para dejarle entrever la magnitud de su despedida.

Allí, en aquel cuello tostado y delicado, en aquella verdad encarnada en una joya más modesta que la que él le había dado, en el brillo del anillo de diamantes de la mano derecha sobre el cabello mojado, Draco sintió que su corazón, al que tercamente había congelado para no sentir, se resquebrajaba como cristal.

No se atrevió a preguntar el nombre del otro, porque en realidad no deseaba saberlo.

Pero ella no le temía a la verdad, y él ya le había clavado una espada en el alma una vez.

Ella sólo le estaba retornando el favor y Draco sentía que su corazón se estrujaba, destrozándose, en carne viva.

- Ahora es Pansy Dubois- explicó.- De verdad me alegra mucho verte, Draco. Te deseo mucha felicidad. Tengo que dejarte: Theodore me llamó y debo acudir a él.-

Draco sintió que se estaba ahogando y tenía la sospecha de que ella lo sabía. No quería pensar si lo estaba haciendo a propósito o simplemente era una tarea más que Pansy sabía tenía que terminar.

Sea como sea, Pansy no prolongó un segundo más el momento: agitó su mano delicada en señal de saludo y dejó que sus pies, enfundados en tacones de aguja, la guiaran fuera de la habitación.

Y sólo cuando la habitación quedó tan vacía como su interior, Draco se aferró al pecho, que le dolía y se puso a llorar.

Admitiendo finalmente que su fantasía tenía fecha de caducidad: Pansy ya no iba a regresar.

Se detuvo automáticamente en cuanto el temporizador de la cocción de la poción que estaba haciendo sonó: Poniéndose la máscara social otra vez en la cara, aunque sin dejar de llorar, el muchacho volvió a su tarea, tratando de ignorar que acababa de arruinarse por completo.

...

Mientras subía las escaleras hacía la habitación de Blaise, los pensamientos de Pansy transcurrían apagadamente al hombre en la cocina. Interiormente sabía que pasó la prueba de fuego, pues ni ella podría intuir qué sentiría exactamente al verlo de nuevo después de tantos años, y sin embargo, al examinarse a sí misma en aquellos minutos que podía dedicar a sus asuntos, se descubría sintiendo sorpresa y alivio, ya que la abrumadora necesidad de seguir a lado de él desapareció, dejando el cariño, quizá un amor sincero pero mayormente platónico y una desconexión absoluta con el sufrimiento que presenciaba en los ojos masculinos.

Pese a su naturaleza rencorosa, Pansy no sentía ningún placer al hacerle daño a Draco con la noticia de su casamiento: quizá hubiera alargado el momento de hacérselo saber, si al menos él hubiera sabido contenerse de pedirle lo que ella sabía que le pediría y que ya no era posible obtener.

En su momento se lo había anticipado a Blaise, porque fue su temor por muchos años: Que si se separaba de Draco y renunciaba a luchar por él, él se arrepentiría de haberla dejado sólo hasta que ella ya no lo deseara de vuelta.

Al final su pesadilla se hizo realidad pero hacía mucho que los deseos de castigarlo por la situación en la que la había dejado se desvanecieron.

Sentía cariño por Draco como su mejor amigo de la infancia, como su antigua pareja.

Pero su amor, su confianza, su proyecto de vida, estaban al lado de Alexander Dubois, su marido hacía ya dos años.

Pansy suspiró profundamente al llegar a la puerta de la habitación de Blaise. Volviendo sus pensamientos hacía la realidad que la había movido hacía allí, se tomó un brevísimo instante para preguntarse qué diría Arianhrod de la conversación que sostuvo con Draco.

Y después de tocar dicha puerta y acceder a aquella cámara, comprendió que no era necesario eculubrar sobre ello.

Los ojos azules del enfermo que le escribió aquella carta tan inusualmente cálida la recibieron y una sonrisa tímida asomó a esos labios pálidos en un gesto de afecto sincero.

- Has venido.- oyó decir al que fue el marido de la mujer muerta, que era su otra mitad, cuyos pensamientos siempre se entrelazaban con los de ella, estuvieran en el mismo lugar o no.- Ari definitivamente habría aprobado ese vestido.-

Sintiendo unas repentinas ganas de llorar al sentir un ramalazo de nostalgia por el que fue su hogar un día, la muchacha de cabello oscuro se precipitó al lecho de su amigo.

- Theodore, sigues siendo muy guapo, pero estás muy delgado.- dijo, en una especie de intento de explicar que lo extrañó. A su manera. Muy a su manera.- Y Ari me mataría si supiera que te dejamos usar ese súeter de color tan desvaído. Blaise, tráele algo con más gusto, ¿Quieres?- Incapaz de decir lo que realmente se deshacía en su interior, Pansy miró con una petición en los ojos a su otro amigo. Y Blaise, cuyo precioso rostro estaba contraído de aquel dolor interno que era más del que cualquiera de ellos pudiera tener, todavía le sonrió y asintió, yéndose.

Porque Draco y Pansy se parecían. Porque aunque Pansy ya era una Dubois, todavía era ella misma. Y Pansy Parkinson necesitaba privacidad para hablar en serio o jamás diría lo que sentía.

Y ellos, sus amigos, lo sabían. Porque crecieron juntos, aunque no revueltos.

Porque habían sido familia.

Y porque con todo y todo, se seguían queriendo.

A pesar de todo.

A pesar de sí mismos.