Pansy se sentó al lado de Theodore y tomó los largos dedos de la mano derecha de él en la suya, notando que estaba helado. Theodore había heredado la legendaria belleza tanto de su madre como de su padre, pero los años de sufrimiento habían opacado su apariencia y aunque seguía siendo apuesto, la delgadez y palidez de su ser, junto con aquellas ojeras y un flujo de energía mágica especialmente débil, estaban indicando también a Pansy la gravedad de la situación.
En efecto, Theodore no había exagerado en sus palabras. Cada minuto que pasaba le arrebataba un poco de su ser, el transcurrir del tiempo ya le era letal y su situación era tal que le había pedido ayuda a ella, a pesar de que los había abandonado a todos hacía años.
Por un momento ella sintió un grueso nudo en la garganta y sus ojos se llenaron de lágrimas que trató de reprimir lo mejor que pudo. Ante ella se hallaba un pilar de su existencia y un amigo al que nunca supo cómo apoyar más que de un modo más bien esquivo y el peso de sus decisiones y sobre todo, de sus recuerdos, se aposentó en su boca hasta dejarla seca.
- Theo...- sollozó de pronto, sin poderlo evitar.- ¿Por qué no me dijiste antes? Yo te hubiera ayudado...-
El hombre enfrente le sonrió con cierta ternura. Asombrosamente para cualquiera, Theodore y Pansy, una vez que ambos asumieron las partes del otro que consideraban más molestas, se llevaban muchísimo mejor de lo que Draco y Arianrhod jamás consiguieron.
- Pansy, habría sido incómodo pedirte que vinieras. Sabes muy bien que habríamos tenido a Draco metido aquí al minuto si se hubiera enterado y sé que tú no querías eso. Merecías al menos la gracia de olvidar y no iba a quitarte la posibilidad de ser feliz sólo por esto.-
La chica se atrevió a besar las yemas de los dedos de Theodore e inclinó la cabeza. Cuando era una niña pequeña, solía hablar de los tres magos sangre pura que era todo lo que conocía como los "pequeños príncipes". Cuando jugaba con Daphne, ella decía que se casaría con el príncipe más guapo de todos, el de cabellos de plata y oro, y le decía a su amiga qué afortunada era porque se quedaría con el "príncipe sombrío" que era como le decía a Theodore. Theodore rara vez hablaba en ese entonces y de hecho no le decía mucho a ninguna de las dos, pero toleraba su compañía y de vez en cuando, al ver los juegos entre Draco y Pansy, a veces sonreía.
Pansy sabía bien que nunca le hubiera prestado la suficiente atención a Theodore si él no hubiera sido hijo de Terence y Skadi Nott, pero la educación la había llamado a aceptarlo y respetarlo y con el tiempo aprendió también a quererlo y entenderlo lo mejor que pudo, sobre todo porque había amabilidad de él hacía ella incluso cuando ella se comportaba como una niña mimada y caprichosa o cuando era cruel hacía otras personas y mezquina. Pansy sabía que a Theodore no le parecían bien esas cosas y su tranquila influencia moderaba esos impulsos en ella, pero ni siquiera se dio cuenta que lo quería hasta que salieron de Hogwarts y la guerra empezó.
La relación de Pansy y Arian era tácita y pedregosa y Draco y Arian nunca pudieron llevarse bien, pero cuando todos se enfrentaron a la guerra, Theodore vio el profundo dolor de la muchacha cuando Draco le ordenó que se alejara. Arianrhod pasó la guerra pegada al peligro, determinada a vivir y morir al lado de Theodore y Blaise, e intentó que Blaise y Theo convencieran a Draco de que no cometiera la estupidez de alejar a su prometida sólo por miedo, pero no hubo manera.
Pansy no se consideraba valiente y sabía que era lo suficientemente egoísta para entregar a cualquier por su vida o la de los suyos, pero también era determinada, ambiciosa y de carácter fuerte. Le tenía terror a Voldemort y sus seguidores y había aprovechado las conexiones de su padre para alejarlo del conflicto, pero tenía toda la intención de pasar el mal trago junto a Draco Malfoy y su decisión era tan inapelable como la de Arianrhod, porque estaba dispuesta a exhibir su marca tenebrosa y su relación con Draco como el escudo con el que lo protegería. Pansy era la nuera de la que la propia Narcisa estaba orgullosa y era digna en su posición, lista para hacer las conexiones políticas y económicas necesarias para formar la familia que se necesitaba y estar a la altura de las terribles circunstancias en las que estaban todos envueltos.
Pero Draco Malfoy no la quiso a su lado. Él estaba débil y era una víctima de Voldemort, sus padres rehenes de su propia casa, su antigua posición diezmada por la presencia de su tía Bellatrix y sentía una profunda desconfianza de Severus Snape, que aunque era íntimo amigo de sus padres, era ahora quien se erguía al lado del señor Tenebroso.
Dentro de sí mismo Draco descubría que su liderazgo no era suficiente y aunque le avergonzaba su cobardía, él sabía que Pansy era su debilidad. No conseguía hacerse a la idea de morir o perder a sus padres y estaba tan seguro de que perderían la guerra desde el principio o la ganaría Voldemort pero serían el precio de su ambición, que no podía ni siquiera pensar lo que pasaría con él si la legeremancia del mago oscuro descubría el amor que sentía por Parkinson.
Le aterraba perderla y al mismo tiempo, tampoco sabía cómo explicárselo. Lo único que sabía, en sus terrores más profundos, de los que despertaba cada noche sudando y con un grito a flor de labios, es que no la quería cerca. Si iba a morir, no quería ver el brillo de sus ojos extinguirse como había visto morir a tantos otros, gente que de hecho había muerto a su mano. Draco Malfoy no era un asesino, al menos al principio, supo que no lo era cuando decidió que no podía matar a Albus Dumbledore, pero después ya no se había tratado de lo que podía decidirse.
Aquello era una guerra y había tenido que defenderse. Y un día en que su madre lo había confrontado para pedirle que se endureciera, porque no podía sola con la carga de enfrentar al resto de sus "aliados", él se llenó de un valor que no tenía y le pidió a su madre que lo ayudara a sacar a Pansy de la mansión Malfoy.
Pansy no se había dado cuenta de cuánto quería a Theodore y que de hecho él la quería a ella hasta que los vio a los tres juntos de pie, para despedirse. Arianrhod no estaba ahí porque se había peleado con Draco de nuevo y esa era su manera de hacer ver que no estaba de acuerdo.
La muchacha ya se había asombrado con la ferocidad en que Arianrhod la defendió aquella vez, pero habían sido sentimientos encontrados, porque Arianrhod también había herido a Draco con sus palabras y ella no sabía qué pensar de eso, todo le dolía demasiado como para pensarlo positivo.
Hasta aquel punto Blaise había abogado también por ella y sus ojos champán la miraban compungidos mientras la veían temblar tratando de no derrumbarse pero Theodore no había dicho nada. Ella lo conocía lo suficiente para saber que él tampoco estaba de acuerdo, pero creyó que él no diría nada porque interiormente la quería a salvo.
Nunca lo hablaron en voz alta, pero Pansy había crecido junto a él y sabía, por cómo miraba a Arianrhod, que si él mismo hubiera podido convencer a su esposa, ambas estarían en camino de ponerse a salvo, porque él tampoco lo soportaba más. Y sin embargo, amaba tanto a Arianrhod que respetaba su decisión de quedarse a su lado, a riesgo de su propia salud mental, un hecho en el que estaba tratando de no pensar para no sentirse aún más destrozaba de lo que ya lo estaba.
Ella recordaba que él la había abrazado estrechamente, besándola en la frente en un cariño raro, pero desgarrador al mismo tiempo, porque se permitía esa muestra de cariño en la que consideraba ya su hermana, dado no sabía si volvería a verla.
Al lado de él estaba Draco y él había estado tan frío y callado con ella desde la noche anterior que Pansy Parkinson sintió ganas de ponerse a llorar otra vez. No quería hacerlo, porque ya había suplicado y rogado todo lo que había podido la noche anterior y él había sido tan inflexible y tan intransigente que supo de nada servían los berrinches o los reproches, la alejaría de todas maneras. En otro momento se habría permitido enojarse con él y por su actitud, pero era su último momento con él y ella no podía saber si volvería a verlo.
- Draco...- dijo pues, lo más dulcemente que pudo.- Draco, tengo que irme ya...-
Él ni siquiera la miró y ella miró a sus amigos, desesperada. Al mirarlo ya no parecía el arrogante príncipe que siempre le pareció, incluso cuando era un niño chiquito, sino una estatua lejana y fría, apagada, disminuida, como un rey en el exilio, severo y sin misericordia. El dolor que sentía se multiplicó entonces y pensó que se iba a ahogar.
Fue entonces que Theodore intervino. En ese entonces estaba plenamente vivo, a pesar de sus tribulaciones, y era la guía que sostenía a Draco cuando éste no se hallaba.
- Draco, deja de comportarte como un niño. Es tu esposa la que se marcha y no sabes si volverás a verla. Despídete como corresponde.-
Por un momento, Draco pareció que se iba a quebrar, pero simplemente alzó la mirada. Y cuando la miró a los ojos, Pansy sintió que el corazón le explotaba de amor, porque comprendió.
- Yo también te amo.- susurró ella y lo abrazó hasta que él, rígido pero intenso, la abrazó diciéndole silenciosamente que estaba aterrado y que por favor lo comprendiese.
Ese abrazo donde se lo decía todo la sostuvo lo suficiente para no derrumbarse hasta que ellos ya no pudieron verla, pero Pansy recordaba el profundo agradecimiento que había sentido por Theodore al darse cuenta que les había dado lo que los dos necesitaban en un momento tan árido para todos.
Así que aceptó irse, pese a lo mucho que le dolió y asumió el papel que le correspondía, arreglando todo para el regreso de Draco y carteándose con Blaise lo mejor que se podía para estar al tanto de las cosas.
Fue la madre de Theodore quien la puso al tanto del aborto de Arian. Pansy acababa de salir de casa de Daphne, quien permanecía mucho más a salvo que el resto porque su familia navegaba por la vida en la supuesta neutralidad, aunque económicamente apoyaba a las fuerzas de Voldemort, cuando recibió el patronus de su padre pidiéndole que regresara a casa lo más rápido que podía.
En esa noticia en trazos irregulares, en esa carta tan corta, Pansy vio la oportunidad de regresar dónde sabía que debía estar. Skadi le pidió que viniese y Pansy fue, sin saberlo, después de que Arian y Blaise ya habían pasado su noche juntos. Arianrhod no tenía más amigos que Blaise y Theodore estaba tan destrozado como ella, por eso es que Narcisa y Skadi la querían allí. Y Pansy fue, aunque no sabía qué podía hacer ella para consolar a Arian, pero estaba pensando en Theodore también.
Encontró la mansión Malfoy medio vacía. Theodore y Draco se habían marchado en una misión con los mortífagos y Blaise seguía cuidando de Arian, aunque Arianrhod en realidad estaba cuidando de él también.
Ninguno sonreía pero la saludaron con cariño.
Pansy no sabía cómo hablarle a Arianrhod. No tenía ningún antecedente para consolarla, nunca había intimado de esa manera con ella. Había permitido ser consolada por ella y al no contradecirla o hablar en su contra tácitamente aceptó que la apoyara, pero nada más.
Por un momento se sintió frustrada. Daphne había sido su único referente de amiga femenina y no había dos personas más diferentes. A Daphne la conocía tanto que ya ni siquiera la escuchaba para poder responder correctamente, pues le era tan familiar que era hasta mecánico. Pero Arianrhod... ¿Quién era Arianrhod?
No por primera vez, miró a aquella mujer, que había conquistado al "príncipe sombrío" y se sintió irritada. Usualmente Pansy sabía cómo embonar en todos lados de la Sociedad Mágica, y era ella quien hacía sentir a los otros fuera de lugar, si así lo quería, pero eso no funcionaba con Arian.
Al final, recordó las breves líneas que le escribiera Skadi Nott y claudicó: lo entendiera o no, Arianrhod era parte de la familia ahora.
Así que se sentó junto a ella, como había hecho en el Lago Negro en el Castillo de Hogwarts. Sin decir nada, se quedó a su lado en el silencio de una habitación que olía, se sentía y se vivía como abandonada en el tiempo y el espacio.
Los tres se quedaron en silencio un largo rato. Pansy pensó que Arianrhod lloraría, hablaría, diría algo. Pero no lo hizo. No hizo nada como por una hora completa. Y justo cuando había dado el asunto por perdido, ella dijo una sola frase:
- Se llamaba Alexandra.- Pansy sintió las lágrimas que su cuñada no podía llorar quemando sus propios ojos cuando notó que Arianrhod la miraba. Enfrentó sus ojos de un caramelo apagado y comprendió que Arianrhod estaba en silencio porque no había nada qué decir.
Tímidamente, le alargó su mano. Arianrhod la tomó y se la estrechó y le sonrió, un poco agotada.
- Me gustaría dormir.- admitió. Y sin más, apoyó la cabeza en el regazo de Pansy, y cerró los ojos.
Pansy nunca le dijo a nadie, ni siquiera al hombre enfrente de ella en el presente, que le acarició el cabello oscuro a la mujer hasta que se quedó dormida, tratando de darle a Arian una fuerza que no sabía si tenía, preguntándose qué haría ella si fuera la que hubiera perdido a su hijo no nacido, preguntándose a quién querría tener Arianrhod al lado suyo o si sólo se apoyaba en ella porque no le quedaba nadie más.
Ella recordaba todo eso ahora y con esos recuerdos venían otros. No quería de vuelta esos recuerdos, pero habían sido su vida y había asumido que aquello pasaría cuando tomó aquel tren y se vistió para honrar sus lazos con Theodore Nott y Blaise Zabini, aquellos "príncipes" en los que nunca posó su fe, pero que le demostraron su amistad cuando aquel que amó por encima de todo la traicionó tan duramente al no saber cómo lidiar con su propia vida. En realidad no deseaba ver a Draco y prefería el pasado enterrado, pero no se engañaba:
Era parte todavía de lo que sucedió.
Aquella noche triste Theodore y Draco regresaron a medianoche y lo primero que hizo Draco (o intentó, al menos) fue pedirle que se marchara. Pansy, más calmada que hacía unas horas, ya se lo había esperado, de hecho, pero se negó a hacerlo. Alegó que Skadi Nott le pidió que fuera y ella no tenía poder para negarse. Era una excusa tanto como una razón y sabía que no lo convencería, pero creía no tener más recursos.
Una vez más, fue Theodore quien calmó las aguas.
- Déjala quedarse, Draco, al menos unos días.- le dijo con aquella voz hecha papel de lija que hablaba mejor de su propio sufrimiento mejor que cualquiera de sus gestos.- No me queda ningún consuelo qué ofrecerle a mi propia esposa. -
Draco y Pansy se miraron en una dinámica que ya mostraba las chispas de sus desacuerdos, de sus debilidades, del abismo que ella intentaría salvar para llegar a él hasta que se volvió tan insalvable que tuvo que marcharse porque ya no tenía cómo vadearlo. Hasta que él, por necio, por débil, por cobarde, la perdió de forma definitiva. Sí, Pansy tenía muchísimas cosas qué recriminarle a Draco de lo que hizo entonces. Y lo peor es que aquellos días apenas habían sido el principio.
- Theodore, yo...- empezó Draco, inseguro, volátil, enfadado, frustrado.
- Pansy, ¿Me ayudarías a preparar la cama de Arianrhod?- Theodore usó la fuerza de su determinación para quitar a Draco de en medio, aprovechando que Blaise se puso en pie entonces, una sombra que cobró vida en el sillón de al lado al notar que Theodore iba a trasladar a una agotada Arianrhod que había terminado por retraerse en el diván donde Pansy la había acomodado cuando comprendió que estaría más cómoda allí que encima de su regazo.
Pansy ni siquiera titubeó.
- Por supuesto.- Se puso manos a la obra e hizo lo que le pedían y lo siguió haciendo durante algunos días más, donde ayudó a Narcisa Malfoy y Skadi Nott a disimular la situación lo más posible frente al resto de la gente en la Mansión. Pero al final, Pansy terminó yéndose y Draco siguió alejándola por el resto de la guerra.
Sí... Los ojos azules de Theodore, penetrantes, hermosos, inteligentes, la miraban debajo de sus cejas negrísimas y Pansy estaba muy consciente de que él no necesitaba legeremancia para adivinar sus pensamientos.
Sabía que él estaba pensando lo mismo, recordando lo mismo. Aquel hombre tenía sus cicatrices hondas dentro y fuera de sí mismo y sus dolores no habían sido nunca menores.
Pansy trató de volver al presente con ayuda de su nostalgia y se tragó el nudo en la garganta diciendo:
- ¿Te acuerdas cuando Draco se ofreció a enseñarle a bailar a Arianrhod para el baile de Yule? Fue la única vez en que ninguno de los dos se dijo ninguna palabra afilada. Fue un milagro.-
Pansy trató de sonreír, sin conseguirlo del todo, y Theodore ni siquiera lo intentó, pero ella se sintió recompensada por el brillo intenso de sus ojos azules.
- Sí.- respondió él mirándola a la cara con esa comprensión el rostro que era la única que Pansy había aceptado sin culpa, sin creer que el otro sentía lástima por ella. En su momento, cuando Draco la habían abandonado, todos la habían mirado compadeciéndola, pero Theodore no había sido uno de ellos.- En su momento guardé esperanzas de que pudieran construir algo que se pareciera a algo civilizado pero nunca... simplemente no pasó.-
Sintiendo un abismo que creyó había abandonado hacía mucho tiempo, Pansy musitó:
- Al principio me enojé mucho con ella. Sabía que todo lo que decía de Draco era cierto, pero su misma verdad me dolía en lo más hondo y prefería enojarme con ella que con él. Era más fácil. Pero al final... Debería haber sido más agradecida, porque todas sus predicciones se cumplieron y si le hubiera hecho caso...-
- No.- Theodore suspiró profundamente. En ese suspiro se entrelazaban el amor y el dolor que lo caracterizaban.- Ella también sabía que debía ser más paciente con él y siempre se sintió muy culpable por su incapacidad de aceptarlo tal y como era. La verdad es que ambos se sacaban de quicio y ninguno quiso ceder. Iba más allá de tener la razón, lo trágico es que los dos se apreciaban lo suficiente para querer mejorar al otro para nosotros. Pero ninguno logró nada y yo... no sé. Estoy cansado de esta situación, Pansy. Los dos tenían parte de razón y los dos estaban equivocados. Y eso ya no es importante. Lo cierto es que ella ya está muerta y él... -
- Él no es feliz.- Pansy acabó por él. Chasqueó la lengua con cierto fastidio.- Me preparé para todo menos para esto. Dejé a mi esposo con la preocupación en los ojos pero la confianza en los labios y me mentalicé para hacerle frente a un Draco arrogante y frío, rodeado de sedas y riqueza, incapaz de aceptar que se equivocó y saludándome de forma condescendiente. Preparé mis palabras para la hermana de Daphne cuando me la presentara del modo más insultante y me busqué la forma de evitar enfrentamientos para venir contigo... En cierto modo, es decepcionante. -
- Es cierto, tenemos ese don.- Theodore se llevó la otra mano al puente de la nariz y Pansy comprendió que era su manera de expresar su hastío. - Siéntate. Estaré en cama un buen rato y la verdad es que Draco no vendrá hasta que te hayas ido, por lo que tenemos tiempo. -
Pansy aceptó y los dos magos se miraron frente a frente. Habían sido amantes una vez, en los intentos de Theodore de ahogar su duelo por Arian, pero entre ellos no había la menor química.
Además, las palabras de Theodore llevaban una carga innegable de amargura.
- Me gustaría achacar las acciones de Draco a un solo hecho concreto, pero lo cierto es que, aunque sé por qué pasó lo que sucedió, no tengo cómo justificar a mi hermano ante tus ojos. Te amaba y te sigue amando locamente, pero su soberbia lo perdió. Lo siento mucho, Pansy.-
- Eso lo sé, Theodore, no es algo que debas hacerme entender. Lo que quiero que me digas es qué ocurrió después de que yo me marchara. Porque Draco estaba perdido hace mucho tiempo, pero cuerdo. El hombre que vi allá abajo estaba a punto de derrumbarse e iba a pedirme que me quedara con él. Pero casada o soltera, no lo aceptaría, Theo. Más que nada, porque sé que sólo lo hace porque ya no puede más con la vida que carga. ¿Me puedes explicar eso? ¿Me puedes poner en palabras lo que sea que está pasando?-
Al fin Pansy lograba quitar el velo de la desesperación de sí misma y volvía a hacerse cargo de lo que debía hacer. Todo aquello que ellos cargaban, que ella dejó atrás para salvarse a sí misma, ya no le servía más que para entender cómo manejar la situación cuando Theodore se marchara del mundo y ella tuviera que sostener a Blaise ... y contener a Draco. Sin involucrarse.
"Va a ser una tarea muy onerosa. Y no quiero estar aquí, pero bueno, no es como que Theodore hubiera pedido nada de la mierda que nos ha caído encima los últimos años. O la última vida, maldita sea."
Theodore sonrió con las mismas ganas de ella. Alisando las sábanas a sus lados, se permitió filtrar el agotamiento que había estado escondiendo de Blaise, de Draco y del mundo por tanto tiempo.
- Pasa, querida Pansy, que después de la muerte de Arian y mi madre, todo se fue a la mierda y yo terminé por arruinarlo todo. No he sido más fuerte que ella ni que Draco. Cuando termine de contártelo, es muy probable que termines odiándome más a mí que a ellos.-
Una risa ahogada surgió del pecho de Pansy y la mirada de obsidiana de ella flameó.
- ¿De veras?- Respiró profundamente, cerró los ojos y le dedicó su atención nuevamente.- Lo dudo mucho, Theodore. Tengo mis propios pecados en mi morral y creo que es hora de contártelos. No me malinterpretes, eres mi hermano todavía y te amo, pero estoy aquí por Arianrhod mayormente. Fui una pésima cuñada y es hora de que empiece a hacerme responsable de haber permitido que Draco me alejara de ustedes. Así que cuéntame todo sin culpa: No puedo juzgarte más de lo que me juzgo a mí misma. -
Y así, el relato de Theodore empezó a abrirse paso en la recámara de Blaise, mientras Blaise discutía por enésima vez con Draco Malfoy en la cocina de su propia casa.
