En un tiempo ancestral, el mundo sobrenatural estuvo dividido en tres grandes facciones: los demonios, los ángeles y los ángeles caídos. Durante siglos, estas facciones coexistieron en una tensa paz, manteniendo un frágil equilibrio que pendía de un hilo. Sin embargo, la codicia, el odio y la búsqueda de poder pronto desencadenaron una guerra que sacudió los cimientos de todas las dimensiones conocidas.
La Guerra de las Facciones estalló como una tormenta de furia y destrucción. En un principio, los demonios, liderados por sus poderosos Maous, luchaban por expandir su dominio sobre el inframundo y más allá. Los ángeles, guiados por los arcángeles, defendían la justicia y la luz desde el paraíso celestial. Los ángeles caídos, rechazados por el cielo, buscaron su lugar en este conflicto, decididos a no sucumbir al yugo de los demonios ni a las restricciones celestiales.
El campo de batalla se extendió por reinos y dimensiones, donde seres inmortales y criaturas míticas chocaban en confrontaciones épicas. Los cielos se teñían de rojo con la sangre de los caídos, y la tierra temblaba con el estruendo de poderes colosales desatados en combate. En medio de este caos, surgieron héroes y villanos, cada uno con su propia visión de cómo debía ser el futuro del mundo.
A pesar de la ferocidad de la contienda, ni demonios, ni ángeles, ni ángeles caídos pudieron obtener una victoria decisiva. Las pérdidas fueron inmensas en todos los bandos, y las cicatrices de la guerra quedaron grabadas en las almas de todos los involucrados. Eventualmente, la fatiga y el desgaste llevaron a las facciones a una tregua frágil, un cese al fuego impuesto por la necesidad de sobrevivir en lugar de un verdadero deseo de paz.
Pero, incluso en medio de la aparente calma, las heridas de la guerra seguían abiertas, y las tensiones persistían. Las facciones se vigilaban unas a otras con desconfianza, preparadas para retomar el conflicto en cualquier momento. La sombra de la guerra nunca se desvanecía completamente, y el mundo sobrenatural seguía buscando un camino hacia la verdadera reconciliación. La Guerra de las Facciones había terminado, pero su legado de lucha y deseo de paz seguía marcando el destino de todos aquellos que habitaban este complejo y peligroso universo.
En medio de todos ellos, existían hombres y mujeres dispuestos a luchar por un camino de paz. A pesar de los detractores, conservadores y amantes de la guerra, estas personas se reunieron para formar una alianza secreta, un grupo que trabajaría desde las sombras para mantener las cosas lejos de un nuevo conflicto.
Este grupo se llamaría Nexus y, desde el final de guerra hasta hoy, han sido los silenciosos responsables de mantener la paz entre las facciones. Obviamente, sus líderes jamás se han involucrado públicamente en ninguna crisis que haya surgido, pero alguien debe hacer el trabajo sucio.
A lo largo de los siglos, Nexus ha trabajado en las sombras, reclutando a seres de gran poder para su causa. Estos individuos, provenientes de todas las facciones y dotados de habilidades extraordinarias, fueron seleccionados cuidadosamente para unirse a la misión secreta de Nexus. Con el objetivo de lograr la paz entre demonios, ángeles y ángeles caídos, este grupo clandestino ha reunido a guerreros, sabios y estrategas, entrenándolos y guiándolos en el arte de la diplomacia y el combate. Estos miembros reclutados, movidos por la esperanza de un futuro mejor, han sido esenciales para mantener viva la visión de Nexus y para enfrentar las amenazas que continúan desafiando el frágil equilibrio del mundo sobrenatural.
Sin embargo, un obstáculo constante ha complicado los esfuerzos de Nexus: la lucha eterna entre el Sekiryuutei y el Hakuryuuko. Estas dos figuras legendarias, portadores de los poderosos dragones Ddraig y Albion, están destinados a enfrentarse una y otra vez en una batalla sin fin. Su conflicto no solo ha provocado destrucción y caos, sino que también ha exacerbado las tensiones entre las facciones, dificultando los esfuerzos de Nexus por lograr una paz duradera.
A pesar de los intentos de Nexus por mediar y controlar la situación, la rivalidad entre el Sekiryuutei y el Hakuryuukou ha sido un desafío monumental. La intensidad y la imprevisibilidad de sus enfrentamientos han obligado a Nexus a redoblar sus esfuerzos, buscando formas de romper este ciclo de violencia. La esperanza de encontrar una solución definitiva a esta lucha eterna sigue siendo uno de los mayores retos para aquellos que trabajan incansablemente en las sombras por la paz.
Pero no todo es para siempre, ni siquiera la rivalidad mortal de los dragones celestiales…
El viento soplaba fuerte, el sol pegaba con poder picando la piel de las personas. Los árboles se mecían gentilmente en los espesos bosques de Kuoh. Sobre uno de esos árboles, una silueta permanecía estática, observando la ciudad con flojera. Aquel joven castaño, vestido con una oscura gabardina, camisa roja, jeans azules, lentes de sol y guantes sin dedos, resaltaba no por su ropa, si no por la espada que se presentaba en su cintura. La empuñadura de su espada asomando discretamente por su costado. La funda, ajustada a su cintura, tenía características que la hacían parecer más un rifle que un simple estuche para una espada. Un gatillo sobresalía de un costado y un cargador estaba insertado en la base, como si fuese un arma de fuego. Estas particularidades la distinguían notablemente, sugiriendo un propósito más allá de lo evidente y despertando la curiosidad de cualquiera que la observara. Era un objeto envuelto en misterio, insinuando un poder oculto y una historia aún por descubrir.
Una sonrisa algo engreída se posaba en sus labios, al parecer había llegado a su destino.
"Sabes Ddraig, Gabriel me dijo que me halló aquí cuando era un niño". Dijo Issei sacándose los lentes de sol y guardandolos en el bolsillo de pecho de la gabardina. "Si no fuera por tí y por ella, estaría muerto".
"Me alegra haber sido de ayuda, muchos Sekiryuutei mueren sin siquiera poder despertar mi poder, no habría soportado mucho más tiempo sí sucedía una vez más". La voz en su cabeza resonó gravemente, aquel le había hecho compañía desde los 4 años.
"Estoy seguro que sí". Dijo Issei, buscando algo del bolsillo de su pantalón.
Sacó entonces un aparato celular, buscó entre sus muchos contactos el de su "hermano", luego se lo llevó al oído y esperó unos segundos.
"Así que te enviaron a arreglar mi desastre". La voz proveniente del celular sonaba burlona.
"No pienses que será algo recurrente". Dijo Issei divertido.
"¿Cual es la misión?"
"Rescatar a una monja curandera o algo así, Michael fue algo vago en los detalles".
"Imagino que Sirzechs te dió todo el discursito de que la discreción es esencial".
"Incluyó toda una introducción, ¿qué tal los chicos?".
"He pasado más tiempo tratando de convencerlos de que no estamos de vacaciones aquí, solo a Azazel se le ocurre que es buena idea enviar a Kuroka a Miami. Por cierto, dice que aún no le das una respuesta definitiva".
Issei sintió como un escalofrío le recorría la espalda al escuchar eso.
"¿Sigue con la idea de tener un hijo del dragón?, creí que conmigo lejos volvería a intentarlo contigo".
"Nah, aparentemente hay algo más que solo lujuria cuando se trata de tí, a Le Fay no le agrada y siempre frunce el ceño cuando habla al respecto".
"Fay es mi ángel de la guarda, saludala de mi parte, igual que a Arthur y a Bikou".
"Como quieras, solo no mueras como un estupido allí, aún no me vences en combate y ningún hermano mío puede morir sin haber alcanzado su potencial".
"Lo tendré en cuenta pelmazo, ya volveremos a vernos y tendremos otro combate… Vali".
Con esas palabras, Issei colgó la llamada. Volvió a observar el horizonte, sonrió arrogantemente para luego bostezar.
"Veamos si este pueblucho logra entretenerme algunas horas".
