¡Hola! Os comenté que tenía ideas de publicar algunas cositas que no podía quedarme y me afectaba a continuar los otros (pero no lo suficiente para dejarlos) y me apoyasteis a continuar, así que aquí está.

Un Sasusaku centric histórico (?) No estoy segura de si se llama así…

Os vengo avisando que no soy buena con esta temática pero no quería morir sin intentarlo.


Advertencias: OOC, AU, Sasusaku centric con extras en IF. Lenguaje Soez y posibilidad de verlo algo machista, cosa que no es la que deseo, pero en esos tiempos… ya se sabe.

Parejas: Sasusaku (centric), Naruhina, Shikatema, Gaamatsu, NejiTen, InoSai y alguna que otra más.

Disclaimer: Naruto no es de mi pertenencia, la historia sí. Cualquier parecido con la realidad u otra es pura casualidad.


La prometida destinada

1

Sakura Haruno está en la edad casadera que toda jovencita de familia importante debe de cumplir. Desde que Hinata Hyûga está prometida con el militar Naruto Uzumaki, sus padres no cesan de presionarla. En un acto de rebeldía, Sakura decide escoger al peor hombre de toda la siguiente fiesta que se celebrará. Cuando le pide consejo a sus amigas, todas están de acuerdo: Sasuke Uchiha.

Sasuke Uchiha es un ex militar que fue expulsado por algo que ocurrió, un pasado que le crea pesadillas, lo convierte en un hombre tosco y el menos indicado para ser un pretendiente óptimo para muchos padres. Debido a que Naruto le insiste a retomar su vida bajo la importancia de su apellido, su hermano Itachi y especialmente su esposa Izumi, su gran suma de dinero, es arrastrado a una de esas estiladas fiestas que le provocan dolor de cabeza. Lo que no sabía es que esa noche iba a conocer a la joven Sakura Haruno.

¿Qué enlaza a estos dos? ¿Cuál es el pasado de Sasuke que no le deja de atormentar?

.

.

—No voy a hacerlo.

Sakura Haruno notó la mirada escandalizada de todas sus amigas, apiñadas en el sofá verde de su sala de estar de soltera y sus abanicos oscilando en el aire. Las tazas de té frente a ellas todavía estaban calientes y las pastas esperaban a ser comidas en el plato central. Pero ninguna prestaba atención a la comida.

Sakura se abanicaba más fuerte y chasqueó la lengua cuando las preguntas estaban por caer. Las suponía y hasta podía imaginar. Al fin y al cabo, estaban en esa época.

—¿Es por mi culpa? —cuestionó Hinata Hyûga.

La muchacha se mordió el labio inferior e inclinó la cabeza. Los mechones sueltos de su moño resbalaron por sus hombros desnudos al inclinar la cabeza.

—No es así —aseguró—. Son mis padres.

Era un poco cierto que la noticia de que Hinata se hubiera prometido a un importante militar ayudaba a fomentar el interés de sus padres para adelantar su salida al mercado casadero y que ignoraban sus deseos de estar más tiempo libre. No quería verse impuesta en esa misma fila recta que todas las chicas que conocía de su edad sucumbían.

Sí, cuando era más pequeña había soñado con ese día. Salir al mundo exterior, presentarse ante los hombres y que el más interesante se fijase en ella y prometiera a sus padres hacerla la mujer más feliz del mundo, así como invitarla a ese mundo tan tabú entre un matrimonio. También le emocionaba cuando una de sus amigas se enamoraba y podían casarse con el hombre elegido, como Hinata en este caso.

Sus padres enseguida pensaron que, si Hinata Hyûga lo había conseguido, ella debía de hacerlo, al instante incluso. Si hubieran podido, la habrían casado con el primer hombre que pasara por delante de su puerta.

—Seguro que se han emocionado con que su ahijada se case y han pensado que ya te tocaba. ¿Por eso vas a ir a la fiesta?

Ino Yamanaka se inclinó hacia delante, con sus curiosos ojos muy abiertos y una sonrisa pícara.

—Saldremos juntas al mundo adulto, Sakura, no debería de ser el fin del mundo.

—Creo que Sakura quería esperar un poco más, Ino —sopesó Tenten encogiendo los hombros.

Sakura las observó a ambas y señaló con el abanico a la segunda. Hinata era la ahijada de sus padres y Sakura de los de Ino. Conocerse desde niñas era inevitable. Mientras que ella y Hinata se llevaban de maravilla, su relación con Ino siempre fue tensa y directa. No dudaban en tirarse cualquier pulla y competir. Tenten, sin embargo, dos años mayor que ellas era más tranquila, más segura y quizás estaba algo frustrada ya que llevaba dos eventos sin ningún pretendiente.

Aunque no tanto como su madre, claro.

Las madres solían prepararlas para esto desde pequeñas y su madre no fue menos. Educación, la suficiente inteligencia para no avergonzar a su futuro marido y lo poco que consideraban correctos de su propia feminidad.

La madre de Hinata estaba loca de contenta con la idea de que su hija se casara con un militar. La fortuna y la dicha de la mano. Muchas veces le habían preguntado a Hinata si era concertado y ella había jurado que no.

Hinata fue presentada en sociedad un año antes y fue un éxito total. Tuvo siete pretendientes y sólo aceptó uno de entre todos, sin más posibilidades a los otros.

Ino esperaba cosechar más éxito que Hinata e incluso que su propia madre, quien tuvo un lote de diez pretendientes para terminar casándose con un hombre de negocios florales que cosechaba grandes éxitos. Y eran felices. Ino era el fruto de su matrimonio y la mimaron de sobremanera.

Los suyos eran herederos que conservaban su fortuna, pero eran conscientes de que tarde o temprano todo terminaría. Sakura necesitaba casarse antes de que esto sucediese y ningún hombre de gran importancia la quisiera. Pero nada aseguraba que consiguiera una buena cantidad de pretendientes a la primera.

Y desde luego, aunque comprendía por qué en parte la prisa por sacarla en la sociedad, aborrecía la idea de que fuera por dinero. Y tampoco se sentía preparada para los hombres del todo.

Sí, le gustaban los cotilleos típicos de mujeres, pero terminaba aburriéndose cuando todo se convertía en algo más educado. Porque, aunque ya estaba lista para la sociedad, su madre continuaba vetándole ciertas conversaciones y de vez en cuando entraba en su pequeña sala de té para asegurarse de que no estaban hablando de cosas indebidas.

—¿Por qué iba a querer esperar un poco más? —cuestionó Ino buscando la respuesta en los ojos de las demás. Se detuvo en Temari, quien enarcó una ceja—. Sí, voy a ponerte de ejemplo. Eres tres años mayor que nosotras y sigues en el mercado.

Temari Arenas cerró el abanico bruscamente para clavar su mirada en Yamanaka.

—Te recuerdo que no todas tenemos una madre que nos puede presentar en sociedad y que mi padre no quería exponerme dado que tengo dos hermanos. El primero está bien casado, gracias, pero mi hermano pequeño es difícil de tratar.

—Y tu padre decidió finalmente probar contigo mientras tu hermano se reforma —zanjó Ino logrando un bufido por parte de Temari—. ¿Qué? Es verdad. Tu hermano da algo de miedo.

—No da miedo, pero es reservado —corrigió Tenten, quien ya lo conocía—. En la última fiesta tuvo mucho interés entre algunas chicas.

—Hasta que abrió la boca —reconoció Temari.

Hinata le dio una suave palmada de ánimo en el brazo y le sonrió.

—Encima, este año tengo que ayudar a una chica en su primera aparición.

—¿Quién? —se interesó Sakura.

—Matsuri, la ahijada de mi padre —explicó—. Cumple su mayoría y como todos los ingresos los obtienen por mi padre, quieren casarla cuanto antes.

Sakura puso los ojos en blanco y se recostó contra los mullidos cojines en su espalda.

—¡Ella también! —exclamó.

—Sí, pero al contrario de ti, Sakura, ella está deseando salir al mundo —aseguró Temari—. Y es una buena chica.

Sakura dio unos golpecitos con el pie en el suelo, frustrada.

—Vale. Iré a la celebración y me comportaré, pero buscaré al peor hombre que haya. Ese que haga que mis padres se nieguen totalmente a dejarme casar con él. ¿Conocéis alguno? —cuestionó tomando tranquilamente su té.

Todas se pusieron de acuerdo para hablar.

—Sasuke Uchiha.

Sakura las miró de hito en hito.

—¿Quién?

—¿No lo conoces? —cuestionó casi indignada Ino.

Sakura negó.

—No. ¿Debería?

—Deberías —confirmó Temari—. Hasta yo, que vivo más tiempo fuera de la ciudad que en ella, le conozco. Su fama es muy grande. Al fin y al cabo, su familia es una de las más adineradas.

—Y, ¿eso quiere decir que porque es uno de los solteros de oro es malo? —cuestionó—. Madre mía, si nos ponemos así hasta Naruto, el prometido de Hinata es malo.

—No es por su dinero —respondió Hinata incómoda—. Es por… su historia.

—Claro, tú debes de saber más de él que nosotras —recordó Tenten—. ¿No es el mejor amigo de tu prometido?

Hinata asintió, aunque realmente la amistad masculina era algo difícil de comprender para ellas, y tomó una de las pastas para partirla cuidadosamente con sus dedos.

—Se conocen desde niños. Ambos conocieron el mundo juntos y han formado parte del mismo batallón. Es un ex militar —explicó.

—¿Ex? —se intrigó.

—Sí, lo expulsaron de la milicia por algo imperdonable —respondió Hinata encogiéndose de hombros—. Desconozco los detalles. Al fin y al cabo, Naruto dice que no es algo que una mujer deba de comprender, ya que es algo de hombres.

Sakura puso los ojos en blanco y deseó patear a su prometido.

—Ni que fuéramos a asustarnos por cuentos donde hay sangre de por medio —ironizó.

Sus amigas comprendieron la indirecta, echándose a reír algo avergonzadas. Hasta Hinata se ruborizó y finalmente mordisqueó la pasta entre sus dientes. Movió las manos para pedir que bajaran los niveles de risas justo cuando su madre se asomó.

—¿Todo bien, chicas? —cuestionó.

—Sí, mamá —aseguró—. Las chicas sólo están explicándome lo emocionante de mi presentación en sociedad —mintió.

Su madre sonrió, convencida y les guiñó un ojo.

—No me la emocionéis demasiado. ¿Vale?

—¡Claro que no! —aseguró Ino.

—Bueno, os dejo. No tardéis mucho que tenéis que volver.

Las chicas prometieron más cosas a medida que su madre cerraba la puerta de nuevo. Sakura las miró de nuevo, ansiosa por más información.

—Bueno. Volviendo al tema de Sasuke Uchiha —dijo—. ¿Su fama es lo suficientemente mala para que mi madre quiera encerrarme para siempre?

—Depende la ansiedad de tu madre por casarte —indicó Tenten.

Sakura esbozó una sonrisa maliciosa.

—¿Cómo le reconoceré?

—Oh, lo harás —aseguró Temari tomando finalmente su taza—. Lo harás.

.

.

Sasuke Uchiha esquivó el puñetazo que iba directamente hacia su cara y extendió la pierna justo a tiempo. Su contrincante tropezó con su extremidad y dio de bruces contra el suelo, soltando una gran barbaridad de palabras no aptas para damas de por medio. Por suerte, no había ninguna.

Naruto se echó a reír y le dio unas palmadas en la espalda a la vez que le ofreció una botella con algo de alcohol para refrescarse.

—¿Alguno más quiere desfogarse contra él? —incitó Uzumaki extendiendo los brazos.

El grandullón del suelo se levantó y tras negar, se alejó arrastrando los pies seguido por el resto de hombres.

—¿Cuántas peleas llevas ya desde que regresaste, Sasuke?

Se limpió el sudor de la barbilla y miró por encima del hombro al hombre que caminaba hacia ellos con las manos dentro de los bolsillos. De su misma edad y con inteligencia en los ojos.

—Shikamaru —saludó Naruto ofreciéndole un apretón de manos que no rechazó—. ¿Qué haces por aquí?

—Pasear —respondió el susodicho mirándolos—. No puedo estar más tiempo en mi casa con mi madre queriendo emparejarme con cualquier mujer que encuentre de su agrado. Todas son maravillosas y perfectas a sus ojos, para un vago como yo.

—Creo que todas las madres son así —defendió Naruto rascándose la nuca—. Dios, desde que volví de la guerra mi madre no cesó de insistir.

—Tampoco es que hayas tardado mucho en encontrarla —gruñó Sasuke recogiendo su chaqueta de la roca en la que la había dejado antes de la pelea.

—Eso es cierto —corroboró Shikamaru—. Hinata Hyûga, nada más.

Naruto se cruzó de hombros, con las piernas separadas y una pose muy militar.

—¿Qué tiene de malo?

—Al contrario —negó Nara—. Es una de las jóvenes de la última promoción que tuvo más pretendientes.

—¿Estabas entre ellos? —cuestionó. Naruto clavó la mirada en el otro hombre también con interés.

—No —negó Shikamaru levantando ambas manos en señal de paz—. Considero que es demasiada mujer para mí.

—Consideras que todas son demasiado para ti —protestó Naruto bufando—. Pensaba que iba a terminar teniendo un duelo contigo por Hinata.

—No tengo ganas de eso —protestó Shikamaru agotado—. Bastante que tengo que acudir a esas fiestas por no aguantar a mi madre. ¿Qué hay de ti, Sasuke?

—¿Con qué? —preguntó.

—La fiesta. ¿Vas a ir? Al fin y al cabo, también tienes que buscar una esposa.

Gruñó una respuesta incoherente y Naruto le pasó el brazo por los hombros.

—Irá, tiene que hacerlo.

Si quería sobrevivir, sí. Muy a su desgana.

—Entonces nos veremos allí. Quizás encuentres una mujer adecuada para ti.

—Lo mismo tú —reprendió Naruto—. Asienta la cabeza de una vez, Shikamaru.

Shikamaru sonrió como respuesta.

—Y tú cásate de una vez antes de que te roben a la prometida.

—A ver si se atreven —animó Naruto golpeando su propia mano con el puño.

Desde luego, era un tonto enamorado. Juraba que había visto el cielo y las estrellas cuando vio a Hinata entrar en la sala. No dudó en cortejarla y aunque eso levantó muchas miradas y cuchicheos, no se apartó de ella hasta que logró un sí por su parte.

Para Sasuke era algo rápido, pero Naruto tenía ese don desde que eran niños. Una cualidad interesante y rápida que les había ayudado mucho durante la guerra. Y que a él le salvó el cuello.

Estaba en deuda con Uzumaki para toda su vida.

—Vendrás. ¿Verdad?

Retomando el camino hacia los caballos Sasuke asintió. Aseguró sus cinchas y le miró.

—Las órdenes son órdenes —dijo—. Pero no prometo nada.

Naruto suspiró antes de subir en su caballo, observándole mientras hacía lo propio.

—Sasuke, Itachi es tu hermano mayor y el encargado de todo, no tu jefe. Ya no estás en la guerra. Nuestro batallón terminó. Ahora somos libres.

—Hasta que te vuelvan a llamar a filas —puntualizó tomando las riendas—. ¿Se lo has dicho a tu prometida?

Naruto gruñó como respuesta.

—No es algo adorable para decirle a una dama cuando va a casarse con un militar. Hinata lo comprenderá.

—Seguro que sí —soltó sarcástico.

Naruto puso su caballo a la altura del suyo.

—Mira, Sasuke, la idea de casarme con Hinata no es para dejarla esperando sólo mientras me voy a, posiblemente, morir en alguna guerra. No es lo que quiero, pero es lo que soy o probablemente pasará. No puedo meterle miedo en el cuerpo y aunque es un acto bastante egoísta de mi parte esconderle mi posibilidad de regresar, quiero que sea feliz.

—No —negó Sasuke acomodándose en la silla—. Tú quieres ser feliz. Aún a riesgo de hacer sufrir a esa mujer.

Naruto apretó los dientes y los labios. Sasuke pudo notar la tensión en sus hombros y en la postura al cabalgar.

—No es como crees, Sasuke —dijo adelantando el trote—. ¡Algún día lo entenderás! ¡Ve a la fiesta!

Tomó un camino diferente al suyo en dirección a su hogar. Sasuke no tardó en ver la enorme mansión en el centro de la ciudad con el emblema de su familia en la fachada. La tensión en su estómago regresó como cada vez que tenía que traspasar esas puertas.

Dejó su montura al mozo de cuadra y empezó a subir las escaleras. La puerta se abrió frente a él antes de llegar y el mayordomo ya estaba esperándole. Con una inclinación, tomó su abrigo y guantes.

—Su hermano le espera en su despacho, señor.

—Gracias.

Caminó a regañadientes hasta el lugar indicado. Sabía que hacer esperar a Itachi implicaba horas y horas de sermones, así que prefería evitárselos.

Itachi estaba sentado tras el escritorio de madera de su padre. Odiaba esa sala. Con toda su alma. Todavía podía recordar a su padre sentado tras el escritorio mientras lo vendía a la milicia a cambio de una importante suma de dinero, mientras se aseguraba que su buen hijo mayor se quedara con vida y a salvo. Por Itachi no le importó pagar. Sasuke no valía el esfuerzo.

—Sasuke —nombró Itachi levantando la vista de los papeles hacia él—. ¿Otra pelea?

Sasuke se frotó la mejilla donde le picaba todavía el puñetazo que había recibido a traición. Se encogió de hombros y caminó hacia el mueble bar para servir dos copas. Una la puso frente a su hermano y la otra casi la devoró en cuestión de dos tragos que necesitaba.

—¿Vas a ir esta noche? Izumi está muy emocionada con la idea.

Sasuke pensó en su cuñada. Atractiva, bastante inteligente como una dama podía ser, guapa y lo suficientemente capacitada para soportar a su hermano. Se conocían desde niños y su padre la había aceptado enseguida como esposa, así que debía de ser la mujer perfecta para Itachi.

A él le incordiaba.

Había tomado el rol que su madre ejercía antes de morir. Lo comprendía, era su deber como la esposa del primogénito y, por tanto, dueña y señora de aquel lugar. Pero odiaba que se creyera con el derecho de dirigir su vida. Especialmente la sentimental.

—Iré —aceptó antes de que Itachi decidiera hacer la misma pregunta de nuevo—. No necesitas repetirlo.

Itachi suspiró.

—Esto me gusta tan poco como a ti, hermano —reconoció Itachi—. Pero quiero que tengas un sustento y tu propia familia.

La nota amarga al final de su frase no fue algo indiferente. Itachi y Izumi iban por el segundo intento de un heredero. El primero lo perdieron cuando estaba de tres meses y ahora, en el cuarto mes, ambos estaban algo delicados con el asunto.

—Izumi debería de reposar y no estar de cháchara con las otras mujeres.

—No puede hacerlo —reflexionó Itachi pese a que parecía gustarle tanto la idea como a él—. No, hasta que tú encuentres una mujer en la que te muestres interesado. Está segura de que muchas damitas van a salir hoy a desfilar sus vestidos y pretender que no quieren jugar con los hombres.

—¿Y he de danzar en ese juego o sólo tengo que mirar?

Itachi tomó la copa y dio un sorbo antes de responder.

—Lo que has de hacer, Sasuke Uchiha, es casarte. Y ahí encontrarás alguna joven que puedas gobernar como tu esposa. Te casarás, obtendrás tu herencia y fingirás que eres feliz.

Silbó con fingida emoción que logró que su hermano enarcara una ceja.

—No pienses que no quiero que seas feliz —gruñó levantándose para servirse una copa por sí mismo—. Pero te empeñas en hacer todo muy difícil.

Sasuke levantó los hombros como respuesta.

—Obligarás a que una joven recién salida al mundo sucumba bajo mi mala suerte —recordó dejando el vaso sobre el escritorio—. Felicidades con ello, hermano.

Itachi abrió la boca.

Lo que dijera jamás lo escuchó.

.

.

Sakura se sentía como un pato.

Sí, uno que llevaba un corsé demasiado apretado para acentuar sus pequeños senos, sus hombros delgados y marcados y afilar su cuello. Llevaba el cabello recogido y le habían ondulado sus rebeldes y lisas hebras para que cayeran por su nuca en una invitación a la que ningún caballero educado osaría llevar a cabo.

Perfumada y aunque se abanicaba, había veces en las que no conseguía que el aire la llenase.

Ino, a su lado, con un vestido morado y llamativo, suspiraba emocionada por cada caballero que pasaba a su alrededor e inclinaba la cabeza educadamente hacia ellas.

Pudo ver a su madre en un rincón junto a las otras sonreírle y animarla a pasearse como si de ganado se tratase. Ino estaba emocionada.

Temari estaba también junto a ellas y su protegida. Había resultado ser una muchacha encantadoramente activa que estaba poniéndole las cosas algo difíciles. Al fin y al cabo, Temari también necesitaba lucirse a sí misma.

Hinata las había abandonado para saludar a su prometido y estaba segura de que estaban aprovechando cualquier rincón para hacer algo que estaría vetado pero muchos harían la vista gorda de verles, menos si era uno de los hombres de la casa de Hinata. Al fin y al cabo, su apuesto primo también estaba rondando la sala de baile en busca de alguna mujer interesante.

Tenten ya le había echado el ojo y no cesaba de suspirar y desear que se acercase para invitarla a un baile. Sólo pedía eso por su boca, aunque sus ojos parecían desear mucho más.

—Si sigues tan rígida no podrás atraer a nadie, Sakura —aseveró Ino tomándola del brazo y evitando que se golpeara los hombros por la tensión—. Fíjate. Hay un montón de hombres guapos e interesantes. Hasta el hermano de Temari parece estar hoy de buen humor y dispuesto a entrar en el mercado.

Temari gruñó cuando vio a Matsuri ponerse de puntillas para buscar al susodicho. Tuvo que tirarle del brazo para detenerla antes de que cayera sobre la mesa de comida.

—Y sé de una que se muere porque él la saque a bailar —dijo mirándola—. Mi hermano no te conviene, Matsuri.

—Un baile no mata a nadie —protestó la muchacha con las mejillas encendidas de emoción—. Y nada me asegura que los demás hombres sean adecuados.

—Buenos partidos tenemos —dijo Tenten despegando la mirada de Neji para pasarla por el salón—. Está el soltero de oro; Shikamaru Nara. El misterioso pintor cuya fortuna en arte es impresionante; Sai. Gaara, a quien ya conocemos, claro. También está Sasori, que es primo de Temari y no hemos de olvidar que está ganando mucho dinero gracias a muñecas y decoraciones que a las mujeres nos encantan. También veo a Choûji. Creo que el pobre está más gordo que antes.

Las demás se abanicaron para reírse a escondidas. Ino puso los ojos en blanco.

—Dejadle, es un chico encantador y educado —aseveró mirándolas enfadada—. Y tanto él como Shikamaru son mis amigos de infancia, así que no estoy interesada.

—Increíble —soltó Tenten—. Siguen siendo hombres, querida.

Ino desvió cualquier interés en seguir esa conversación sacudiendo una mano.

—¿Quién es ese hombre que baila tan efusivo en medio de la pista? Pareciera que arrastra a su pareja en vez de bailar juntos —señaló Matsuri.

Las demás siguieron su mirada hasta el lugar, curiosas. Tenten chasqueó la lengua.

—Es rock Lee. Su familia aporta material militar para el país. Es algo alocado pero buen chico. Mi padre y su padre son compañeros de trabajo y siempre vuelve a casa halagándolo y esperando que consiga un hombre como él. Si no consigo un prometido pronto, creo que voy a terminar casándome con él.

Sakura se fijó mejor en el hombre. Su traje era llamativo, de un verde intenso y su cabello parecía estar fuera de lugar, incluso sus gruesas cejas parecían para estar ahí de forma que no pasase desapercibido en una simple mirada.

—Espero que alguien que no sea él me saque a bailar —deseó Matsuri aterrorizada al ver que casi deja caer a su pareja—. Mi torpeza no ayudaría con sus giros inesperados.

—Ya me aseguraré de rechazarle educadamente —aseguró Temari abanicándose.

—Hablando de rechazar, veo a un pretendiente acercarse a nosotras —canturreo Ino.

Las chicas volvieron la mirada hacia el joven que se acercaba a ellos. Alto, de cabellos cortos y revueltos, subiéndose unas gafas oscuras. Se detuvo frente a ellas y se inclinó educadamente. Ellas alborotaron sus faldas para inclinarse con educación.

—¿Me permitiría el placer de ser su compañero en la siguiente pieza, señorita?

Se dirigió directamente hacia Matsuri, quien enrojeció, sorprendida y luego buscó la mirada de Temari, quien asintió.

—Será un placer, caballero —aceptó.

Enlazó su mano a su brazo y manteniendo las distancias, lo acompañó hasta la pista. Temari sonrió.

—Creo que puedo empezar a contar —anunció—. Su primer pretendiente. ¿No es emocionante?

—Se te olvida que también tienes que buscar los tuyos —recordó Ino abanicándose bruscamente.

Alguien carraspeó a su derecha. Volvieron a mirar con curiosidad. Sai, el importante pintor, se inclinó hacia ellas y luego fijó la mirada en Ino.

—¿Me haría el honor de bailar conmigo? —cuestionó.

Ino casi voló.

—Sí, por favor.

Les guiñó un ojo y luego miró por encima del hombro para ver a su madre, quien asentía con una sonrisa.

Sakura no pudo evitar ver la mirada de su madre, frustrada ante la idea de que Ino acabara de ganarle un pretendiente. Pero es que Sakura no estaba haciendo exactamente nada para lograr la atención de ninguno.

Dejó a Temari y Tenten cuchicheando sobre posibles pretendientes y se acercó más a la mesa de la comida. Sabía que una dama no debía de comer demasiado y tampoco beber de más si no quería mostrar su necesidad de un excusado durante toda la noche. Aún así, tomó uno de los canapés y lo mordisqueó, justo cuando el primo de Hinata se acercaba para invitar a Tenten a un baile.

Temari sonrió hacia ella y se alejó para mezclarse con otras chicas en busca de cotilleos frescos y sin perder de vista a su protegida.

Cuando su hermano se acercó a ella para preguntarle algo, las chicas del corro enseguida empezaron a abanicarse y poner sus mejores poses para engatusarlo. Gaara palideció y se alejó tras inclinarse, tenso.

Vio que se unía a un grupo de caballeros donde Naruto ya se encontraba, sonriente. Hinata apareció después a su lado, tomando algo para beber demasiado rápido. Sus mejillas estaban enrojecidas y sus labios hinchados.

—Parece que encontraste a tu prometido —murmuró.

Hinata asintió y la miró asustada.

—¿Se nota mucho? —tartamudeó.

Sakura le sonrió.

—Siempre puedes decir que te has retocado. No te preocupes, tu peinado y tu ropa está bien. Porque imagino que algo ha volado.

Hinata se ruborizó más y sacó su abanico para refrescarse.

—¡Sakura! —acusó azorada.

Sakura sonrió y se encogió de hombros.

—Perdona, es que es adorable meterse contigo.

Hinata carraspeó y miró a su alrededor.

—¿Qué tal van las cosas?

—¿Horribles sería decir demasiado? —ironizó—. Bueno, a algunas ya puedes ver que les va bien. Temari se ha ido con las otras chicas y tres de las nuestras han tenido hoy éxito.

Hinata agrandó los ojos al ver a su primo.

—¡Oh, Dios! ¡Neji! —exclamó sonriente.

—¿Es malo su interés en Tenten? —inquirió.

Hinata volvió sus ojos a ella.

—Para nada. Más bien, mi primo es algo reservado pero cuando viene Tenten de visita, muchas veces pasa por delante del pasillo de mi sala de té. Empiezo a sopesar que lo hace adrede.

—No lo descartaría —reconoció divertida por la situación. Los hombres eran tan complejos muchas veces.

Especialmente los orgullosos y tímidos.

Hinata le dio repentinamente con el codo y ella la miró en busca de una respuesta.

—Un caballero se acerca —advirtió.

Sakura se relajó, hasta que recordó que Hinata había quedado fuera del mercado. Se tensó, enderezando la postura. Sasori se inclinó frente a ellas.

—Espero que estén pasando una buena noche —saludó.

Ellas devolvieron el gesto con educación femenina.

Sakura esperaba que no abriera la boca de nuevo. Que continuara con la excusa de tomar algo de la mesa tras ellas y después se excusara de cualquier forma, satisfecho con haber jugado con el inocente corazón y la expectativa de una dama.

Pero no. Su boca se abrió y formó aquellas molestas palabras.

.

.

Sasuke miró al jardín con cierta ansiedad de libertad. Muchas veces se había sentido preso y había tenido que matar para poder escapar de esa sensación. Pero no estaba en el ejército y mucho menos podría matar a la persona que estaba provocándole un tremendo dolor de cabeza.

Izumi estaba a su espalda, seguramente de brazos cruzados y el mentón levantado, de esa forma que hacían las mujeres con descaro frente a los hombres cuando se sabían con la autoridad sobre uno.

Podía comprender su enfado pero no estaba de humor para aguantarlo mucho más.

—He venido como prometí.

—Y te has encerrado a la primera de cambio —acusó Izumi. Escuchó el sonido de su falda cuando se movió para quedar más cerca de él con el escritorio entre ellos—. ¿Acaso crees que no iba a darme cuenta? ¡Ni siquiera has sacado a una joven a bailar! Y te aseguro que en esta ocasión hay muchas expectativas hermosas. ¿Por qué no pruebas de sacar a bailar a Yamanaka? Su padre es hombre muy importante. Oh, también podrías intentar de…

—Izumi —interrumpió desviando la mirada de los árboles hacia ella—. Dame mi tiempo.

Ella apretó los labios para evitar soltar algo inapropiado para una dama como ella.

—¿Tiempo? —preguntó al fin—. Hace tres años que regresaste de la guerra. ¡Has tenido tiempo de sobras! Y sin embargo, tiempo es algo que no te sobra. ¡Por favor, piensa en Itachi!

Sasuke gruñó ante la mención de su hermano. Entendía que Izumi le amaba, que no podía soportar verle sufrir por su causa, pero a veces las mujeres eran demasiado sentimentales para estas cosas.

—Itachi no duerme por las noches por pensar en ti. Cada vez que sales piensa que lo que va a regresar a casa va a ser tu cuerpo muerto. Piensa que debes de ser feliz. Aunque sea con amor.

Se llevó una mano al vientre.

—Necesito a mi marido sereno, Sasuke. Esta podría ser… nuestra última oportunidad.

Sasuke desvió la mirada de su vientre para subirla a sus ojos. Entendía ese punto pero no podía evitar ser tosco con ella.

—Claro y para eso mejor escojo al tuntún. ¿Por qué no lo echamos a suertes, Izumi? —propuso. Ella le miró interesada, con ojos brillantes de inteligencia.

—¿Qué propones, Sasuke? —cuestionó.

Él extendió la mano hacia la puerta.

—Si el destino quiere que me case algún día, que sea con la primera mujer que atraviese esa puerta.

Ella abrió la boca sorprendida.

—¡Pondrías en duda la reputación de esa dama! —exclamó sonrojándose.

Sasuke se cruzó de brazos.

—¿Y? Al fin y al cabo sería mi esposa.

Izumi apretó los labios una vez más, frustrada con la realidad de sus palabras.

—Al menos deja que yo escoja una y…

—No —negó interviniendo antes de que saliera en busca de una chica de su gusto—. Que escoja el destinado. Si está en su mano hacer que me case, adelante, que pase la prometida destinada.

Extendió la mano hacia la puerta. Izumi le miró cada vez más frustrada por su desafío. Los ojos empezaban a llenarse de lágrimas justo cuando la puerta cedió.

Ambos miraron hacia la puerta, atónitos.

Vieron el vaporoso vestido deslizarse por el hueco y cerrarse tras una jovencita. Una que debía de ser una de las presentadas en sociedad en esa fiesta. Resaltaba su piel, sus ojos verdes, tan intensos como penetrantes y sus cabellos.

Sasuke estuvo muy tentado de maldecir.

Izumi le miró.

Y esa vez pudo ver emoción.

El destino acababa de querer que ganase ese duelo.

Continuará…

Nota:

Como ya os comenté, no es algo que domine pero me encanta la idea de hacerlo. Ya me contaréis cositas :D