Ya les dije que era mala. ¿No? Pues creo que mala no soy, no, soy lo siguiente QnQ

Antes de continuar: Gracias a todos los rw recibidos y las correcciones que me ayudan a mejorar. Gracias a Hinata Hyuga -NxH por recordarme como era que se llamaban entre sí, que se me olvidó xD.


La prometida destinada

2


Sakura miró a la pareja con la boca muy abierta. Lo que menos había querido al refugiarse en la primera habitación que encontrase fue interrumpir a una pareja. Aunque existía una distancia prudencial entre ellos, la mujer parecía a punto de llorar y el hombre, aunque atractivo, no tenía el semblante de un hombre paciente. Aunque cuando sus ojos se encontraron no estaba segura del todo, parecían desear que la tierra la tragara ahí mismo.

Unos pasos a su espalda le recordaron por qué estaba ahí. Se llevó un dedo a los labios, suplicante, y se escondió tras la puerta, agazapándose para poder abrazar lo más que pudo las faldas del vestido. Por supuesto, la mirada incrédula de las dos personas era de esperar. Aún así, rezaba porque no desvelasen su escondite.

—Oh, vaya.

La voz masculina del hombre que llevaba intentado esquivar toda la fiesta llegó desde el otro lado de la puerta.

—El señor de la Arena. Supongo.

—Sasuke Uchiha —saludó el nombrado—. Y la señora Uchiha. Un placer, señora.

—Igualmente, señor Arenas.

Ambos hombres parecieron estudiarse durante un instante, mientras que Sakura rezaba porque terminaran cuanto antes. No comprendía la necesidad de los hombres de tomarse tanto tiempo para observarse, como si así fueran capaces de demostrar que uno era mejor que otro.

—Siento interrumpirlos, pero estoy buscando a una joven a la que me gustaría cortejar —explicó el Señor Arenas. Sakura sintió deseos de escupir. ¡Aunque fuera un escándalo para una dama! Cualquier cosa era mejor.

—¿A solas, señor Arena? —preguntó la mujer sin esconder el descaro que eso ocasionaba—. Me parece muy imprudente de su parte.

—Mis disculpas, señora Uchiha —reconoció el hombre—. Simplemente, quería disculparme con ella. Al parecer, dije algo sumamente grosero y ella escapó.

—¿Quién es? —preguntó el otro hombre.

—La señorita Haruno —respondió rauda la mujer—. Justo hoy es su presentación en sociedad. Así que no me extraña que la inexperiencia haya provocado que huyera de usted, señor Arenas. Sin embargo, he de decir que perseguirla no es algo que un caballero deba de hacer.

Sakura se cubrió los labios antes de que le jugase una mala pasada su voz. De poder, habría exclamado y aplaudido.

Por supuesto, ellos desconocían el por qué huía del caballero. Primero, no le había gustado bailar con él y, aunque se disculpó adecuadamente para regresar junto a sus amigas, él insistió, aferrándola descaradamente del codo para retenerla a su lado y sacar conversación que, a oídos de su madre, habría sacado un grito escandaloso.

No podía creerse que ese hombre le propusiera una cosa tan desvergonzada. De solo pensarlo sentía náuseas. Su madre no la había preparado para eso, por supuesto. Al menos, sus instintos fueron capaces de reaccionar a tiempo y, tras darle una patada en la espinilla, echó a correr.

Nadie se había percatado del suceso, pues no era raro que en el salón un hombre se inclinara sobre una joven esperanzada de conseguir matrimonio para susurrarle y los vestidos solían ayudar a esconder algunas cercanías de más.

Pensó que si lograba darle esquinazo podría esconderse durante un rato en un lugar tranquilo y salir cuando considerase que el señor Arenas estaba menos interesado en ella.

—Sólo estaba cortejándola —se defendió el hombre.

Desde su posición podía ver al otro. Había cambiado su posición de forma que llamase la atención de Sasori Arenas y ella se lo agradecía. No obstante, su nombre no había pasado por alto para ella. Sus amigas lo habían repetido hasta la saciedad. El hombre malo que no aceptarían sus padres.

Sasuke Uchiha.

A simple vista era un hombre atractivo. De cabellos y ojos oscuros. Tez pálida y una postura rígida que delataba su cercanía al servicio militar. Mantenía una mano en el bolsillo de su pantalón y la otra, contra su vientre sin apartar la mirada de Sasori. Su mentón estaba tenso.

La curiosidad comenzó a perseguirla. ¿Qué harían en esa habitación él y su cuñada? No había visto al señor Uchiha Itachi en la fiesta. No era extraño que su mujer sí acudiera, atraída por el cotilleo más que nada, como muchas otras mujeres de la ciudad.

—El cortejo tiene un límite que nunca, un caballero, debe de rebasar —advirtió la señora Uchiha.

—Por supuesto —aceptó Sasori—. Como veo que he interrumpido algo y que no es el lugar adecuado, me retiraré.

Escuchó el roce de sus ropas al inclinarse educadamente frente a ambos. Después, la puerta se cerró y ella quedó completamente expuesta ante ambos Uchiha.

Sin tan solo pudiera ser tragada por la tierra.

Izumi Uchiha se acercó a ella con sumo interés.

—He de suponer que lo que el señor Sasori considera un cortejo adecuado a usted le ha parecido algo horripilante. ¿Verdad, señorita Haruno?

Sakura asintió con torpeza e intentó ponerse en pie, sin lograrlo.

—Vaya, vaya. Creo que tenemos un problema aquí con el vestido. ¿Sasuke, serías tan amable de ayudarla?

El hombre no se movió. Las miraba como si acabasen de pedirle que descubriera un secreto femenino. Sakura levantó una mano para impedirlo.

—No, espere. Creo que no será necesario.

—Oh, por supuesto que lo es —terció la señora Uchiha—. Su madre escogió muy bien su atuendo, pero algo complicado para situaciones como esta. Tenemos un caballero aquí con la suficiente fuerza como para tratar con un vestido. ¿No es así, señorito Uchiha?

El énfasis en sus palabras pareció sacar del aturdimiento al hombre, porque avanzó finalmente en su dirección y le ofreció las manos.

—Por favor —indicó.

Ella las miró por un instante. Eran manos grandes, algo huesudas pero elegantes. Un anillo con el símbolo de su familia brillaba en su dedo. De uñas algo cuidadas. Y cuando pasó sus manos por las de él, descubrió que eran callosas, marcadas por el uso del arma.

Y era fuerte. Bastó solo un tirón para levantarla. Su vestido regresó a las formas adecuadas.

—Muchas gracias, señor Uchiha —agradeció—. Por ayudarme.

Se volvió para agradecer también a Izumi, pero en algún momento, había desaparecido. No supo si sentirse escandalizada con ello o no. Cuando volvió a mirarle, él parecía tan perplejo como ella por su ausencia. Aunque no tardó en cambiar a un gesto más serio.

Igualmente, no quería perder la oportunidad.

—Gracias por ayudarme también con el señor Arenas —dijo antes de que decidiera abandonar la habitación, que es lo que parecía ansiar por la forma en que miraba la puerta—. Lamento haber interrumpido su conversación.

—No se disculpe por eso —negó él moviendo una mano frente a su rostro para descartar su disculpa—. En realidad, le agradezco que interrumpiera. Aunque le diré que a causa de esta increíble casualidad, me temo que ambos hemos caído en la trampa del destino.

Ella le miró con los ojos muy abiertos.

—¿Disculpe?

Él se pasó una mano por la barbilla y después, se inclinó lo suficiente para que, pese a no haber nadie más en la habitación, sólo ella lo escuchara.

—Ahora, tengo la obligación de cortejarla, señorita Haruno.

Sakura sintió que el corazón le daba un vuelco. Oscilando la mirada a cada uno de sus ojos, observando su rostro más de cerca, no pudo evitar sonreír.

Si lo hubiera querido hacer mejor, jamás le habría salido.

Sasuke Uchiha, el peor caballero que sus padres querrían que la cortejase, iba a hacerlo.

—Espero que lo haga, señor Uchiha —animó—. Espero que lo haga.

.

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Sasuke sabía lo que iba a suceder antes siquiera de que pasara. La sonrisa en la boca de su cuñada era de pura satisfacción. A ese punto, empezaba a pensar que el desayuno terminaría sentándole mal. Su hermano se sentó junto a su esposa poco después, que parecía completamente emocionada con compartir lo sucedido con su esposo.

—Parece que hay algo nuevo que tiene emocionada a mi esposa, pero amargado a mi hermano. ¿Puedo saber qué ocurrió ayer en la fiesta? —se interesó Itachi incluso antes de untar su trozo de tostada—. Me parece que va a ser interesante.

—Lo es —confirmó Izumi—. Anoche hicimos una apuesta.

Itachi miró a su esposa con el ceño fruncido. Sasuke habría deseado que la conversación se terminase ahí, con el matrimonio discutiendo a cuenta de cuánto de correcto era que una mujer de la importancia de Izumi apostase contra un varón. Por supuesto, ella no iba a detenerse por algo así.

—Sasuke pensó que el destino estaría de su lado, así que apostamos a que se casaría con la primera mujer que entrara por la puerta del despacho en el que, no te sorprenderás, se había escondido para no bailar ni socializar con las jóvenes casaderas. Las cuales este año, por cierto, son muy interesantes.

Itachi los miró a ambos con los ojos entrecerrados. No le interesaba tanto el cotilleo de las posibles pretendientas, pero sí en cómo terminó la desdichada historia.

Claramente: con él perdiendo.

—¿La puerta se abrió? —se interesó su hermano cansado de esperar el clímax de la conversación.

—Oh, vaya si lo hizo —respondió Izumi emocionada—. Repentinamente se abrió y una joven entró, inocente y hermosa. Escondiéndose del señor Sasori Arenas, no obstante.

—¿Quién es?

—Sakura Haruno —respondió Izumi completamente satisfecha—. Es una nueva debutante, como he dicho. Una joven preciosa. Creo que es justo la mujer que necesita a su lado.

—No especulemos rápidamente —terció Itachi mirándole a él—. ¿Ninguna otra mujer de la fiesta te llamó la atención? ¿Realmente quieres jugar al juego de mi esposa?

Sasuke se encogió de hombros y Izumi levantó el mentón antes de hablar.

—Lo prometió. Jugó al juego y perdió. La puerta se abrió y justo fue la señorita Haruno quien apareció. Ahora, que cumpla su promesa.

Su hermano le miró con una ceja alzada. Sí, lo reconocía. Fue un estúpido por dejarse engatusar por juegos femeninos. Él no tenía la desgracia de que, por algún motivo, los astros estuvieran a favor de su cuñada.

—Tú mismo has cavado tu tumba, hermano —sentenció finalmente Itachi.

Sasuke comprendió que no podría contar con él. Dejó la servilleta a un lado y empezó a ponerse en pie, cuando Izumi lo retuvo.

—No vayas a escapar tan rápido, por favor —demandó—. ¿Tenías planeado acudir a alguna fiesta estos días?

—Aparte de anoche, no —respondió dubitativo.

—Pues tendrás que ir preparándote para asistir a muchas —sopesó—. ¿O tienes algo planeado para cortejar a tu futura esposa?

Sasuke suspiró. En realidad, no había pensado mucho sobre ello. Después de que dijera aquellas palabras a la mujer, estaba sorprendido. No sólo porque fuera capaz de hacerlo, sino porque ella parecía emocionada de que lo hiciera. Dado que era la primera vez que se conocían y que él se encontraba en una de esas fiestas, dudaba que fuera por un amor de infancia o cualquier otra cosa que las mujeres fueran capaces de experimentar para justificar esa emoción.

Tampoco pudo preguntar el por qué, ya que ella abandonó el despacho poco después para mezclarse con el resto de jovencitas y él, junto a Izumi, abandonó la fiesta.

Así pues, pensaba que cortejar no sería muy difícil. O quizás podría cortar por lo sano y pedir directamente su mano a sus padres y esperar, por favor que esa vez el destino estuviera de su parte, se negaran con la misma sabiduría que esperaba que tuvieran.

—Lo normal —respondió al notar que la pareja continuaba observándole.

—Lo normal —repitió Izumi buscando una respuesta en su marido, quien se encogió de hombros—. Imaginaba que algo así sucedería. Yo podría invitar a Haruno y…

—Izumi —interrumpió poniéndose esa vez en pie—. No necesito que sigas haciendo de casamentera. Lo haré a mi modo.

—Sasuke —aseveró Itachi imitándole—. Discúlpate.

—No, no tiene importancia —negó la mujer antes de que él decidiera abrir la boca—. Si va a tomarse en serio lo que apalabramos, me quedaré más tranquila. Seré una mera observadora por un tiempo.

—Gracias —aceptó inclinándose educadamente.

Después abandonó el comedor. Itachi no tardó en seguirle. Puede que su mujer fuera más consecuente, pero Itachi no. Mientras se colocaba el abrigo y los guantes, Itachi lo interceptó.

—Sé que para cualquier hombre tener que pasar por esto es incómodo, hermano. No obstante, hemos hablado de esto muchas veces. Permite que Izumi te guie.

—¿Por qué? —cuestionó—. Para que te sientas mejor de que esté ocupada en vez de pensar en qué pasará si no llega al quinto trimestre. ¿Quizás?

—¡Sasuke! —exclamó aterrado.

—No soy un juguete, Itachi. He aceptado su juego y por mala suerte, he perdido. Ahora, dejad que el resto lo haga por mis propios métodos.

—El problema es que tus métodos seguramente van a salir mal porque es lo que deseas —acusó Itachi. Mantenía los puños cerrados, deteniéndose de golpearle por sus anteriores palabras—. Izumi y yo queremos tu felicidad.

—Seguro que sí —aceptó con una sarcástica sonrisa—. Os daré ese lujo. Podéis tomarlo como un regalo mientras a mí me ponen las esposas.

—El matrimonio no es una cárcel, Sasuke —corrigió Itachi algo más relajado—. No quieras verlo como algo así.

—No. Sé de sobras que no lo es.

Itachi abrió la boca para cerrarla. Él cerró también la puerta.

Si quería cortejar a Sakura Haruno existían los medios convencionales y también, hacer un poco de trampa.

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.

Sakura sonrió cuando el mayordomo depositó su taza de té frente a ella y alargó una mano para tomar una de las pastas. Todas las miradas de las demás estaban puestas sobre ella y se moría de ganas de contarles lo sucedido la noche anterior. Cada una de ellas estuvo enfrascadas en sus propias vivencias, así que el interés de qué sucedió a las demás estaba al día.

Hinata era la anfitriona de esa reunión. Una pequeña e improvisada reunión al exterior para disfrutar el sol de primavera. Pese a que estaba ya muy ocupada con los preparativos para su boda, los cuales, por algún motivo que todavía no explicaba se adelantaron, no quería perder la oportunidad de conocer las últimas noticias.

—¿Y bien? —preguntó Ino para evitar más espera—. Ya te vimos y también escuchamos antes de que te marcharas. Así que espero que nos aclares qué sucedió.

Sakura dio un mordisco a su pasta y luego, sonrió más.

—Conocí al señor Sasuke Uchiha.

—¿Lo buscaste? —preguntó Temari sorprendida.

—La verdad es que no —reconoció—. Fue cosa del destino. Estaba huyendo de tu primo…

—¡Santo cielo! —exclamó Temari avergonzada—. Eres la tercera mujer que se queja del acoso de mi primo. El pobre es que no sabe cómo cortejar a las mujeres.

Sakura enrojeció al recordar la proposición.

—Sinceramente, no —negó—. Fue bastante descortés. Como lo fue al perseguirme.

—¿Huiste? —exclamó Hinata—. ¿Por qué no viniste conmigo?

—Porque tampoco podrías haber hecho nada —respondió—. Y no quería que dejarais de divertiros por mi causa. Pensé que si entraba en una de las habitaciones le perdería y abrí la que tenía más a mano. Un despacho, por cierto.

—¿Y qué pasó? —se interesó Matsuri.

Temari le dio un suave codazo para acallarla. Desde la noche no se despegaba de ellas y el nuevo que tenía ante ella no hacía más que emocionarla. En realidad, fue la primera que informó de lo maravillosa que fue la noche. Bailó tres veces. Una con Gaara, otra con Neji Hyûga y una tercera más con Choûji Akimichi.

—No estaba solo —respondió finalmente—. Una mujer estaba con él. La señora Izumi Uchiha —aclaró cuando los ojos de sus amigas parecían capaces de salirse de sus cuentas de la emoción. Desinflándose cuando aclaró—. Me ayudaron a esconderme y también regañaron al señor Sasori.

—¿Y después? —apremió Ino inclinándose tanto hacia delante que estuvo muy cerca de tirar su té.

—Pues luego, la señora Izumi nos dejó a solas y él… —se lamió los labios—. Dijo que iba a empezar a cortejarme.

Los grititos ahogados contra los dedos eran excitante. Miraron a su alrededor, alertadas por llamar de más la atención de la acompañante de Hinata, quien se mantenía a una distancia prudencial de ellas.

—Eso es justo lo que querías —recordó Tenten—. El chico malo para la hija que no quiere casarse tan pronto. ¿Se lo has dicho a tus padres?

—Bueno… Algo dejé caer.

Parpadeó sugestivamente y las demás volvieron a reírse.

En realidad, fue difícil comentárselo a su madre de regreso al hogar. En el coche, parecía que no tenía más palabras que para regañarla por no haber atraído a más hombres y, después, para halagar al señor Arenas y sus intenciones. Cuando le explicó que no era el único caballero interesada en ella, Sakura casi se estremeció de felicidad al comentarle que un Uchiha quería su mano.

Por supuesto, Sasuke Uchiha no era el único caballero en edad casadera que acudió a la cita, así que su madre no cesó de darle vueltas a quién de ellos sería, con la esperanza de que fuera uno lo suficientemente importante para el futuro. Ni siquiera se le ocurrió pensar en Sasuke Uchiha, así que esperaba ver su rostro cuando llegase el momento.

—¿Qué creéis que hará ahora, el señor Uchiha? —preguntó Ino interesada—. La verdad es esto es una maravillosa noticia.

—Única, diría yo —confirmó Temari—. Llevamos más años que vosotras y nunca ha estado presente en un baile y, en el primero, ya desea cortejar a alguien.

Sakura no pudo evitar sonreír con cierta emoción.

—Lo único que lamentaría es romperle el corazón después —bromeó con cierto aire de superioridad que hizo reír a las demás.

—¿Y si resultas ser tú? —preguntó Tenten—. A la que le rompan el corazón, quiero decir.

Sakura suspiró, al igual que las demás.

—Ya sabemos que eso no importará. Si el hombre al que amamos no nos hace caso o termina casándose con otra persona, tenemos que continuar adelante y aceptar lo que nos venga —dijo Temari encogiéndose de hombros—. Nos educan desde pequeñas para esto, chicas. No lo olvidéis.

—¿Acaso ha sucedido algo? —se interesó Tenten.

Temari se encogió de hombros.

—Nuevamente: cero pretendientes. Mi padre está cansándose pese a que tiene esperanzas en mi hermano. Dice que no tiene ganas de tener una solterona en su casa. Así pues, seguramente comience a barajar las posibilidades de buscarme un marido. Y ya sabemos por dónde irá el sendero.

Todas guardaron silencio, comprendiendo su dolor.

Temari terminaría convirtiéndose en una mujer negocio como las cosas continuaran así. Esperaba, no, rezaba, porque no pasara. Alguien debía de existir que la mirase a los ojos y comprendiera que era la mujer perfecta para caminar de su brazo. Para ser la madre de sus hijos y la señora de su casa.

—¿Y las demás? —se interesó para calmar un poco el drama.

—Bien —respondió Ino—. Mi madre está orgullosa de mí, por supuesto. Pero creo que ahora mismo sólo tengo interés en un caballero.

—¿El pintor? —preguntó Tenten bostezando adrede. Ino le dio un codazo—. Vale, gustos colores.

—Y hablando de gustos colores —interrumpió Matsuri—. ¿El que se acerca con más caballeros no el señor Hyûga?

Hinata miró por encima de su hombro a la vez que las demás para descubrir a su primo acompañado por su prometido, Shikamaru Nara y… Sasuke Uchiha. Sakura las miró aterrada y Temari le indicó con educados gestos que limpiara su boca, cosa que hizo justo a tiempo. Cuando los hombres llegaron a su altura, estaba más que preparada para afrontar lo que estaba por construir.

—Bienvenidos —saludó Hinata educadamente—. ¿Han venido de visita?

—Una visita muy agradable, sí —reconoció el señor Uzumaki inclinándose sobre su mano y besándola algo más de tiempo de lo permitido—. ¿Cómo se encuentra, señorita Hyûga?

Hinata enseguida se ruborizó y aprovechando que los demás entraban en un bucle de presentación, se alejaron sutilmente de la escena. Sakura inclinó la cabeza femeninamente para mirar en su dirección, hasta que sintió la presencia del hombre a su lado. Entonces, buscó su mirada. Su rostro mantenía el mismo gesto molesto que presenciara en la fiesta y su postura continuaba igual de rígida.

—¿Nunca se relaja, señor Uchiha? —preguntó abriendo su abanico.

Él la estudió con la mirada. Sus ojos, luego su boca y para su agrado, bajó más por su cuello y sus hombros, regresando a su mirada.

—Por supuesto que lo hago. En lugares no aptos para damas como usted.

Sakura cubrió una risita con el abanico y osciló la falda a su alrededor.

—Si pretende conquistarme con esa clase de frases, va por mal camino. No quiera ser igual que el señor Arenas, por favor.

Uchiha pareció interesado.

—¿Le dijo algo indecente?

Sakura enrojeció de solo recordarlas.

—Demasiadas cosas.

Él se llevó una mano al mentón, pensativo.

—¿Debí de retarle a un duelo, quizás? ¿O darle un puñetazo?

—Eso habría sido peligroso, señor Uchiha —exclamó sorprendida—. Es innecesario.

—¿Lo cree? —preguntó inclinando la cabeza—. Creí que estaba cortejándola. Estoy en mi derecho.

—Todavía no es mi dueño, señor Uchiha —corrigió—. Y no es tan fácil cortejarme. ¿Ha hablado ya con mis padres?

—Todavía no —respondió encogiendo los hombros—. Primero quiero su permiso.

—¡Ya se lo di ayer! —exclamó sorprendida—. ¿Lo necesita usted firmado? ¿Sellado?

La mueca de molestia de su rostro se acentuó. Sakura no pudo evitar encontrar eso esperanzador. Él debía de cortejarla, no enamorarse de ella. Una vez sus padres se negasen a la unión, no tendría que preocuparse más por el señor Uchiha.

—Discúlpeme. Quizás he sido demasiado grosera.

—No se disculpe —negó él mirando a los hombres, quienes preparaban un plan magnífico que los entretendría por unas horas—. Es innecesario.

—Oh. Me ha imitado —bromeado.

Él la miró perplejo, hasta que escuchó su nombre. Estiró el cuello para ver a Naruto gesticulando con sus manos.

—Creo que el cortejo se interrumpió, señor Uchiha —anunció sonriente.

Él gruñó. Al parecer, esa interrupción no entraba en sus planes.

—¿Qué van a hacer? —preguntó acercándose a Hinata, quien tenía las mejillas enrojecidas y el corazón claramente alborotado.

—Jugar —respondió bajando la voz a medida que hablaba de forma que ella tuvo que agacharse más para poder escucharla—. O mostrar lo importante que son disparando a un punto fijo. Mi primo últimamente siente necesidad de… ¿lucirse?.

Ambas volvieron la mirada hacia Tenten, quien enarcó una ceja inocente al ver que la miraban. Sakura se mordió los labios.

—Van demasiado lento. ¿No crees?

—Mucho —confesó desesperada. Luego se fijó en ella mejor—. Te brillan los ojos. ¿Qué estás planeando?

Sakura encogió los hombros.

—No hay nada que nos impide quedarnos. ¿Verdad?

—No, claro —reconoció—. Para más información, Temari se ha atrevido a pedir que la dejen disparar una vez.

Sakura la miró con espanto.

—¿De verdad? —cuestionó—. ¿Es seguro hacerlo?

—Creo que la pobre ya no tiene nada que perder, así que pensará que mejor divertirse que apagarse como una flor mustia —explicó Ino cruzándose de brazos—. La envidio, dentro de lo que cabe.

—¿En serio? —preguntó Sakura.

—No me mal entiendas, por favor —demandó Ino—. Tener el valor de mostrarse como igual a los hombres en estos asuntos… no sé yo. Hace falta mucho valor.

—Quizás tenga que ver que es la hermana de dos varones —opinó.

—Eso también es cierto —corroboró Hinata—. En mi caso sólo somos dos chicas y mi madre ya está pensando en la presentación de Hanabi.

—¿Ya? —Exclamó aturdida—. Madre mía.

Hinata se encogió de hombros y ninguna preguntó más. Especialmente, porque sabían que eso no llevaría a ninguna parte y que Neji, mientras hablaban, había reunido lo necesario para el espectáculo. Pistolas y una diana que colocó lo bastante lejos de ellos. Las armas estaban expuestas sobre una mesa cerca de ellas y Sakura no pudo evitar sonreír.

Le guiñó un ojo a Hinata para que comprendiera que su plan estaba en marcha.

El primero en disparar fue Naruto. Dio a la diana de lleno.

—No es justo —protestó Shikamaru Nara bostezando—. Nosotros estamos en desventaja. Sasuke y tú tenéis experiencia militar.

—Lo que tienes es mucha pereza, amigo mío —corrigió Naruto satisfecho con el disparo—. Aunque… ¿No deberíamos dejar que la dama dispare primero?

Temari les miró con curiosidad. Shikamaru Nara ya había tomado una de las pistolas. Con un suspiro que a Sakura le pareció de alivio, le entregó el arma, colocándose a su lado.

—Está lista para disparar —le dijo antes de alejarse—. Tenga cuidado, señorita Arenas.

—Ya tengo experiencia, señor Nara. Igualmente, muchas gracias.

Shikamaru Nara se encogió de hombros y dio un paso atrás. Si eso molestó a Temari esta no lo demostró. Sakura nunca había visto a una mujer disparar, ni siquiera se le podría pasar por la cabeza hacerlo ella misma. Así que la experiencia de ver a Temari hacerlo, además de dar de lleno sobre el disparo de Naruto, fue fascinante. Hasta el punto en que no pudo evitar aplaudir. Incluso los caballeros la felicitaron.

Cuando le devolvió el arma a Shikamaru este apenas podía cerrar la boca.

—Espero que pueda superar eso, señor Nara.

Luego se sentó junto a ellas, sonriente y con el mentón levantado, orgullosa. Shikamaru la siguió con la mirada hasta que Neji apareció a su lado.

—Señor Nara, cierre la boca y apunte a la diana, si es tan amable.

Los varones se echaron a reír y aunque Shikamaru mostró la suficiente integridad como para volver a concentrarse, no fue capaz de dar en el mismo lugar que Temari y Naruto, chasqueando la lengua por los resultados.

Sasuke Uchiha, que estaba cerca de ella estudió la diana y luego la miró a ella, inclinándose.

—Si disparo desde más lejos y doy sobre el mismo punto. ¿Me entregaría uno de los lazos de su cabello? —preguntó.

Sakura tensó la espalda, maravillada con la idea.

—Si es usted capaz, estaré encantada.

Entonces, tomó una de las pistolas y tras prepararla, retrocedió aún más.

—No seas descarado, Sasuke —protestó Naruto.

—Os doy ventaja —respondió el susodicho encogiendo los hombros adecuando la postura al disparo—. Sólo eso.

Y disparó. También ganó. Sakura no pudo evitar echarse a reír. Antes de que ella llevara su mano a su cabello, él lo hizo cuando se acercó, tomando una de las cintas y guardándola en el bolsillo poco después. Sakura se ruborizó sin esperarlo.

Si Neji no hubiera tomado el arma y protestado por ponérselo tan difícil no habría reaccionado. Soltó una risita y esperó a que Neji estuviera posicionado.

—Entonces, Tenten. ¿Tuviste muchos pretendientes ayer? ¿Alguno interesante?

La muchacha le devolvió una mirada grande y asustada. Momentos antes estaba embelesada con la idea de disparar y cuando Neji tomó el arma el mundo dejó de existir por un momento. Así que eso la pilló por sorpresa.

Hinata, que sí comprendía la idea, la ayudó.

—Es correcto —dijo—. Creo que el señor Lee estaba interesado en ella. Y he de decir que algún que otro varón también. A este paso, ella va a casarse antes que nosotras.

El disparo sonó. La maldición poco caballerosa de Neji también.

—Bueno, Neji, otras veces has disparado mejor. Aunque hoy no contaría contigo para vigilarme las espaldas —bromeó Naruto, quien les lanzó una mirada divertida que terminó en un guiño hacia Hinata.

—Se ha movido la pistola en el último momento —protestó el nombrado molesto. Les dedicó una mirada furtiva y volvió a tomar el arma, dispuesto a reintentarlo.

—Ya, la pistola —bromeó Naruto.

Pero el segundo disparo sí acertó directo al centro.

Tenten se inclinó hacia ellas con curiosidad.

—¿De qué pretendientes estamos hablando? —preguntó entre dientes.

Esa vez, Neji, dejó la pistola con la suficiente fuerza sobre la mesa y tras carraspear, se acercó a ellas, inclinándose frente a Tenten educadamente.

—¿Puedo acompañarla a dar un paseo, señorita Tenten? —preguntó con la mandíbula tensa.

Tenten estaba perpleja, pero aceptó enseguida. Una de las sirvientas llegó enseguida para acompañarlos a una distancia prudente. Hinata y ella intercambiaron una sonrisa.

—Si no lo hubiera visto, no me lo creería —reconoció Ino—. El siempre serio hombre derrotado por el miedo de perder lo que siempre ha tenido delante sin darse cuenta.

Hinata se encogió de hombros.

—Mi primo solo necesitaba un aliciente para eso. Sakura ha sido inteligente con esto.

—Desde luego, las mujeres pueden dar terror.

Todas se habían olvidado de ellos. Dieron un respingo al escuchar las palabras de Shikamaru, levantándose como si acabaran de gritar que un insecto revoloteaba a su alrededor. Entre risas, entraron dentro del hogar.

Lo último que alcanzó a ver fue a Sasuke Uchiha mirándola desde la lejanía y con la mano en el mismo bolsillo donde guardaba su lazo.

Le sonrió y esperaba que se quedara con ese recuerdo hasta la próxima vez.

.

.

Sasuke sabía que necesitaba un plan. Algo mejor de lo que estaba haciendo si quería acelerar las cosas. Pensó que reunir a los hombres en el lugar en el que las mujeres iban a reunirse, como si fuera pura casualidad otorgaría una gran oportunidad de llegar a más.

Nunca habría pensado que Sakura Haruno sería de las que costaría y que querría juegos. Era bastante molesto de pensarlo. No quería alargarlo mucho más para que Izumi no decidiera entrometerse.

—Sigo pensando que ellas podrían hacer lo que quisieran con nosotros que aún así nos dejaríamos —pronunció Shikamaru Nara regresándolo al presente.

Las mujeres se marcharon entre risas y ellos tres se quedaron ahí, frente a las armas. Pensó que estaría mucho mejor en su casa, desnudo, con la chimenea encendida cubriendo de sombras las peores partes de su cuerpo y con un vaso de cualquier bebida alcohólica que hubiera en el mueble bar de su habitación.

—Bueno, yo diría que la señorita Arenas ha dejado una buena impresión en ti —recalcó Naruto mirando con suma atención a Nara, que se encogió de hombros—. ¿No dices nada?

—¿Qué clase de caballero crees que soy?

—¿Realmente quieres que te lo diga? —bromeó Uzumaki—. Aunque más que sorprenderme tú, pese a que eres el soltero de oro, me ha sorprendido más el interés de Sasuke en la señorita Haruno.

Sasuke enarcó una ceja con indiferencia.

—No entiendo por qué debería.

—¿No? —preguntó Uzumaki cruzándose de brazos con seriedad—. ¿He de recordarte lo que dijiste cuando estábamos de servicio?

Sasuke gruñó, pasando una mano por su estómago.

—Olvídalo —ordenó alejándose—. Que tengan un buen día.

Se alejó antes de que Naruto pudiera detenerle una vez más.

No necesitaba que le recordaran su pasado. Tampoco que hicieran hincapié en lo que ocurría. Él mismo era capaz de recordárselo y si no, las pesadillas. Cortejar a Sakura Haruno no tenía nada que ver con ello. Podían casarse, fingir que eran un matrimonio normal. Si su hermano no tenía herederos al final, que esperaba que sí, podrían darle algún heredero que acallase su preocupación y, finalmente, esperar el restos de su días.

Si es que no se quitaba la vida antes.

Se miró la mano que mantenía cerrada en un puño. Le dolían los dedos, blancos por la tensión. Cuando la relajó sintió las punzadas de la sangre y, para su sorpresa, un lazo rosado se mantenía en su palma.

Quizás era hora de dar otro paso más.

Continuara...