Carta a mi padre.
Escrito de Wattpad por: LubiaKurosaki (mi usuario en dicha plataforma)
Fecha: 10 de febrero del 2019.
Opcional: escuchar la canción Your Name – Radwimps - Zen Zen Sense
Hace años...
La vida en la aldea era tranquila y pacífica; agricultura y ganadería era la base de su estructura económica por la cual intercambiaban con los vecinos de la aldea de la costa y los de las montañas. Las tres tenían una convivencia sana y fresca.
Las hojas de los árboles cambiaban su follaje por uno dorado, las tardes eran más frescas y la noche llegaba con más prisa. Las aguas del río fluían con tranquilidad y los animales comenzaban desde tiempo su labor de recolectar para el invierno.
Las niñas jugaban con sus muñecas mientras los varones combatían imaginarias criaturas y bestias, algunos se reunían a escuchar las canciones poéticas o historias de los ancianos, sabios curanderos que guiaban a los más jóvenes al tener conexión con los dos Astros.
El sol. Rey de los días, abundancia, el protector. Se decía que deambulaba como león de dorada melena ayudando a quienes perdían el camino.
La luna. Hermosa y resplandeciente. Se cuenta que a cunó a aquellos que caían en las redes de un problema y llevaba a la resolución sabia.
Esta historia nos lleva a un joven cazador de veinte años cumplidos, nacido para ser líder nato de su tribu por su capacidad y desempeño. Un joven de piel blanca con cabello bicolor y bellos orbes ambarinos; destinado a casarse con la hermosa hermana del hijo de la tribu de las montañas Amaya: "Lluvia nocturna". Joven mujer de dieciséis años de edad de piel morena y cabellera oscura, de hermosos orbes oscuros que podías perderte en ellos.
Claramente su matrimonio sería de beneficio a ambas partes de maneras diferentes, por lo que ambos desde su nacimiento ya estaban comprometidos y los padres mantenían a la pareja cada otoño juntos en la aldea del chico.
—Bai Long –la joven sonrojada tomada de la mano, se sentía nerviosa al estar con el próximo líder ante la mirada atenta de los aldeanos.
El chico la miro con una sonrisa que sonrojo más la piel morena, sus orbes podían penetrar su alma, desnudarla.
—Quisiera- Espero ser la mujer que esperas. Darte los hijos y un hogar que un líder merece.
—Tenerte a mi lado es mi mayor alegría.
Beso el dorso de su mano, aquel acto en público era clara muestra de amor que nadie podría corromper.
Oh, eso se creía.
—¡Una bestia...! ¡Hay una bestia en el bosque!
Seed. Un grupo pequeño oculto por años que protegían de los males que acechan la tierra y sus habitantes desde su creación. Los hijos directos del Astro Mayor y Menor, bendecidos con un Don especial que los convertía en criaturas míticas impresionantes.
Escondidos del ojo humano para la seguridad de ambos, ya que, había personas con intereses oscuros hacia ellos.
—Lo siento –hipeaba el pequeño en llanto sobre el pecho de su madre. La mujer y su criatura se encontraban en el centro de aquella disputa que empezó por la pelea de otras dos mujeres.
Murmullos y voces que ayudaban y perjudicaban a la joven y pequeña familia cesó ante la mirada intimidante del líder, un hombre de piel oscura como sus orbes y cabellos; medito por un momento lo sucedido contado con detalle por el menor de diez años.
—Deben irse de la manada, no podemos dejar que por sus errores nos encuentren y asesinen a todos –hablo una joven chica molesta —no es la primera vez. Este niño solo trae problemas desde su nacimiento –atreviéndose a alzar la voz aún si salía castigada, no callaría más. Estaba al borde del miedo de ser descubierta por los humanos.
Tomó aire y se alzó llegando delante de la chica quien, no del todo se dejó intimidar por el mayor —no dejamos solos ni sacrificamos a los nuestros –aclaro con voz firme.
Un chico de cabellos azules y orbes ambarinos resplandecientes como el brillo de la luna atendía desde la rama de un árbol aquella reunión ¿porque era lo mismo siempre que alguien veía a un humano y este lo miraban a alguien de su manada? No comprendía.
Aún si su hermano mayor Vladimir fue presa de aquellos seres, no les guardaba rencor, sino lástima. Su mayor siempre le decía con una sonrisa en los labios que, aquellos seres al ser débiles temían a todo, que no debían de atacarles, por lo que quedó con esa idea.
Al darse cuenta, el hijo del líder y la pareja de este se encontraban en el centro listos para partir, no había prestado atención a la resolución del problema, pero sabía que el líder no exiliaría a nadie, jamás lo había hecho desde hace tiempo y no comenzaría ahora.
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—Verlos de cerca- Esto será divertido –cruzando sus manos tras la nuca, aquel de cabello castaño con un mechón blanco de corte mohicano caminaba a lado de su pareja Alfa, un chico de piel morena y orbes oscuros con el cabello crema atado en una coleta baja —¿no lo crees? ¿Axel? ¿Me escuchas?
Sucesor al líder. Axel era el más fuerte y también más sabio después de su padre, ambos quedaron en un acuerdo de ver de cerca el comportamiento de un ser humano, reacciones y convivencias, por lo que se ofreció personalmente y de primera a experimentar dicho acercamiento.
Asintió —quiero que te regreses.
El otro alzó la ceja sin comprender deteniéndose a la par del otro —¿perdón?
—Yo me ofrecí a venir solo, no tienes por qué venir, tu lugar está en la manada hasta que regresé.
—Me se cuidar, y también me ofrecí por gusto, no por ti –respondió. El Alfa ensombreció su mirar y acorralo al otro en un cedro cercano. No se intimidó ante eso.
El calor en sus cuerpos ya era normal, pero el aumento por aquella atracción mutua y su enlazamiento matrimonial hacían de su calor fuese aún mayor.
—Caleb- Es una orden.
—Aún no eres el líder. Así que, seguiré aún si – la cercanía del Alfa a él era demasiada, sentían sus miembros despertar ante aquel brusco tacto y el aumento en sus deseos por el otro.
Los labios de Axel recorrían la descubierta piel del cuello de su pareja, aquel aroma a cerezas que desprendía por la calentura que recorría su cuerpo ante la petición de afecto para su Alfa. Las manos aferradas a su cintura atrayendo más el roce de sus hombrías, un beso que fundió sus deseos carnales, explorando lo ya conocido, pero no por ello menos deseado.
El frío no pasaba por ellos, el querer poseer al otro sabiendo que ya eran el uno para el otro. Axel no permitía que hombre o mujer se acercara a lo que le pertenecía, era celoso de lo suyo, dejando impregnado su olor a canela en el chico.
La atención fue inmediata a sus miembros, Axel con el pre semen de Caleb inicio una faena en ambos con sutileza y también rudeza que sacaba gemidos de gran placer que complacía sus oídos.
Penetrar a su chico jamás le cansaba, podía hacerlo todo el día y no le bastaría. Cada penetración era una deliciosa opresión a su miembro que pedía por más, cada vez más profundas.
El sudor de ambos se mezclaba, Caleb se aferraba al cuello del Alfa quien lo sostenía por las caderas y alzaba para penetrar una y otra vez.
En medio del bosque, bajando la guardia, los dos hombres se reclamaban el uno al otro bajo la atenta mirada del Astro Mayor, quien poco a poco dejaba de iluminar la tierra y daba paso a su hermosa luna quien vigilaría.
Caleb no tardo en venirse rasguñando la espalda ajena que acelero y provocó mayor deseo al Alfa quien, embistiendo con mayor aceleración al otro, se vino dentro de él. Los espasmos hicieron que sus respiraciones entrecortadas dieran menor cantidad de oxígeno a sus pulmones, los verdes orbes de Caleb se fundían en los cautivadores ojos de su Alfa quien lo sacó de si interior y beso sin frenesí aún con las respiraciones irregulares.
Si pensaban que aquello dejaría por asentado que le haría caso al otro, estaban equivocados.
Desde que era un crio, Víctor era curioso, demasiado.
Recorrió con la mirada aquel sitio tan distinto de su hogar: chozas de ramaje, establos con ganado.
Se adentro con cuidado en aquel lugar bajo la atenta mirada de los aldeanos del sitio, alzó la ceja levemente cuando estos le miraban y sentían un aroma a manzana que desprendía el chico.
—¿De dónde vienes? Forastero –cuestionó un anciano a su espalda sobre una roca. El chico se giró a verle por sobre el hombro —¿Eres amigo, o enemigo?
—Responder a ello no diría nada sobre mí, pero si afectaría a mi persona –respondió sin miedo.
No tardó en llegar a oídos de Bai Long la llegada de un forastero a su aldea, por lo que, dejando en manos de su madre a su futura esposa, fue a ver lo que acontecía, más aquello que vio dio una sensación que en su vida había experimentado y que desconocía al ver al chico.
Despreocupado y sin miedo, Víctor se encontraba en medio de sus aldeanos siendo juzgado —y mi nombre no es forastero –repetía por cuarta vez, ya que le llamaban por aquella palabra.
—¿Cuál es, entonces? –interrogó adentrándose entre su gente Bai Long.
—Víctor. No soy enemigo a menos que lo sean mío –respondió sin ápice de temor como el que le tenían a Bai Long, aquello hizo sonreír al otro.
—Ya veo –se acercó quedando a escasos centímetros. El de cabello azul no se inmutó, permanecía en pie.
La daga desenfundada de su cinturón con el filo que podría cortar una hoja en el aire, llego al cuello de Víctor quien seguía sin retirarse de su lugar. Los presentes quedaron anonadados ante aquella acción, la primera del sucesor y la otra por parte del forastero.
—Tienes agallas –sonrió de lado Víctor para luego pasar su mirada al vientre del chico.
El otro copio la acción y río leve, el filo del puñal se encontraba a la misma distancia que la daga del otro en su cuello.
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Caleb y Axel llegaron integrándose fácilmente por Víctor, a quien no tardaron en reñir por su acto peligroso, ya que, un Omega como el aun pequeño y quien aún no debía salir de su manada por el peligro que podría correr.
Pasaron semanas conviviendo con aquellos seres que, por un momento se podía creer a simple vista que eran amables y sinceros, pero un trasfondo aterrador estaba por ser descubierto y comenzar lo que sería una masacre si no se ponía un alto a tiempo.
Más antes de ello, la pareja de enamorados se veía distanciada, menos amorosa. Los preparativos los tenían a ambos en bandos diferentes; Bai Long se encontraba en turno de vigilancia nocturna cuando Víctor fue a hacerle una visita.
El joven de cabello azul días atrás había pasado por una leve fiebre, culpando el cambio de ambiente y alimentación, pero lo que no dijo a sus mayores fue que en las noches padecía de sueños húmedos, que sólo atinaba a una cosa.
Un leve olor a manzana llegó a su nariz sin prestarle demasiada atención —Amaya y tú tienen una conexión especial.
—La boda está cada vez más cerca, y a la vez, ella y yo más lejos –dejo de mirar al bosque y fijara su mirada en el otro, atrayéndole de nuevo el aroma a manzana que en un principio le pareció indiferente —no comprendo por qué. Los preparativos, mi puesto como próximo líder.
—La distancia o eventos son solo parte de lo que deben de vivir, pero su cariño está presente aún si no lo notan.
—Hablas como los ancianos –río —¿qué edad tienes? ¿Ochenta?
Víctor no evito acercarse y susurrarle al oído —cambiaría en algo la edad que tengo.
Ese olor a manzana...
Apetecible, a una escasa distancia.
Su lengua paso por el blanco cuello ajeno parecido al mármol; no sólo el olor, el sabor era al de una manzana, dulce, apetecible que no pudo separarse.
El Omega se dejaba ser, estirando el cuello para que el bicolor tuviese más terreno por recorrer; un calor recorrió su cuerpo queriendo apagarlo con ayuda de Bai Long, un fuego que nacía de lo profundo de su ser y que salía por los poros de su blanquecina piel.
—¡Lo tenemos! ¡Tenemos a la bestia! –aquel grito los regresó a la realidad y verse con anonades y lujuria, una que creció en esos escasos momentos.
Ambos fueron a ver lo que sucedía, aquel momento que cambiaría todo.
La guerra no tardo, y el día que debía de ser especial para la pareja, fue de tragedia y muertes. Batalla campal en la que las muertes aumentaban.
—¡Debe ser ejecutado! –escandalizó uno ganando apoyo de los aldeanos.
—¿Qué ha hecho para merecer dicha sentencia? –Caleb no calló. Se alzó entre los presentes y quedó al pie de aquel hombre —dime.
—Es una bestia, que más motivos quieres.
El pequeño atado de pies y manos con la boca y ojos cubiertos temblaba de miedo, tan solo había salido a caminar sin contar que era malo para regresar a casa que, terminaba yendo por el camino equivocado.
Fue ahí cuando, aquel hombre le vio con terror y odio que lo atacó y sujeto cual animal y llevó a la aldea humana.
Hacía frío, pero su interior aún conservaba calor que lo mantenía; estaba aterrado, y más que eso, asustado, preocupado por su madre.
—No tengas miedo –aquella voz. Sintió paz, sus ojos fueron descubiertos, su boca, manos y pies desatados. Una sonrisa sutil que tranquilizó su acelerado corazón por el miedo.
Ambos salieron con cautela del lugar vigilado, Víctor llevó al chico lo más posible al camino entregándole un mapa a casa con una nota. El chico no tardo en ser un crio de lobo y desaparecer entre los cedros y matorrales.
—¡¿Cómo pudo haber escapado?! –abofeteo al jefe de aquella guardia que mantenían custodiado al niño —¡castíguenlos!
—Su aldea es un fracaso, no pueden con una pequeña bestia –otro debate se abría entre los líderes de las aldeas a unión —no puedo creerlo.
—Aun así, no son mejores que nosotros –aquello fue poner el primer pie en el campo minado.
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Siempre hay un traidor en cada historia. Un Judas que besa la mejilla y clava la estaca por la espada. La oveja ocultando aún fiero lobo.
Lanzas, flechas, espadas atravesando y acabando con vidas inocente a causa de una filosa lengua labiosa, un hombre con deseos de poseer todo a cambio de nada, obtener poder sin sacrificar.
Tezcatl lloraba de rabia, ira de haber estado a punto de entregar a su preciada hermana a un hombre que no valía la pena. Sangre manchando la tierra, cuerpos cayendo y volver a ser parte de la tierra que le da de comer, de vivir.
Las almas siendo reclamadas por el creador, regresando a su origen y descansar en paz.
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—¡Suélteme! –intentaba soltarse Amaya de aquel hombre que, por lo único que se ensuciaría las manos sería por tomar como mujer a la más hermosa.
Ser privilegiado en probar la tersa piel joven y virgen, descubrir los placeres y disfrutar de un nuevo cuerpo. No tardo en estar ambos alejados del campo de batalla, sujeto a la joven de manos a la rama alta de un árbol, así como los pies separados, por más gritos, la chica solo ganó que cubrirán su boca.
Sus ropas fueron rápidamente desecha por las manos desesperadas de aquel hombre escuálido y alto de abundante barba y entradas en la cabeza. Empezó por lamer y besar el cuello, mejillas y hombros de la chica mientras sus manos detallaban la esbelta figura.
Escupió sangre, una y otra vez. De su boca brotaba aquel espeso carmesí que bombeaba su corazón sin frenesí, la espada en su espalda fue la causante de su interrupción.
—Los cobardes no pertenecen a ningún sitio, por lo que, vagaras por la eternidad sin descanso –Axel dio el último golpe cortando la cabeza que rodó por el suelo, separándola del cuerpo que cayó sin vida.
¿Por qué rescato a la chica?
—Matando la serpiente, cae la venda de sus ojos. Por años han sido engañados –la batalla seguía fuera de la choza del líder, en la cual se encontraba también sus hijos, el líder de la aldea vecina con quien luchaban y sus hijos.
—¡Amaya ha sido raptada! –una de las cuidadoras de la joven entró sin aviso y con poco aire.
Caleb relataba todo aquello que Axel, Víctor y él sabían, más no pensaron que los planes del hombre se adelantarán a los suyos, lo que menos querían era que perdieran vidas por alguien que no valía la pena. Los presentes salieron en el acto, más el de cabellos crema traía consigo a la joven en brazos quien lloraba sobre su pecho.
—¿Cómo es que no lo dijeron antes? –Tezcatl apunto con su arco a la cabeza de Caleb, quien giro solo un poco el rostro para verlo —tal vez todo esto sea un teatro de ustedes, ya que, después de todo siguen siendo forasteros.
—¡Detengan la lucha! –alzó los brazos uno de los ancianos. Los hombres en combate no de acuerdo acataron la orden, ambos bandos detuvieron el choque de espadas.
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Suave pelaje, colmillos filosos como sus garras. Un tamaño mayor que los lobos ordinarios sin pasar el de un león.
Sorpresa. Miedo.
No podían pronunciar palabra alguna. No sabían que decir. Caleb se mantenía firme a lado de su pareja, pero su mirada se mantenía en aquellos humanos a quienes les confiaron su verdad tan sagrada.
Sólo ancianos se encontraban, aquellos que podían ser confiables, rectos, justos.
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Fuego. Destrucción.
Bebés, mujeres, ancianos, todos eran acabados por el filo de la espada.
—Si quieres un matrimonio, acaben con esas bestias.
Ese fue el trato impuesto, y no podían perder un lazo como ese, no había opción.
—¡¿Qué has dicho?!
Amaba a Amaya, pero hacerle daño a Víctor.
Año 2010
—Siempre te quedas en esa parte –infló molesto las mejillas a la vez que se cruzaba de brazos el menor.
El mayor de quince años sonrió divertido cerrando aquel libro de leyendas e historias, un grueso libro de cubierta verde y letras doradas. La lluvia había calmado al torrente que empezó, resbalando las gotas por el cristal de la ventana.
Una habitación de color púrpura con varios posters de bandas rockeras populares de Tokio y algunos animados, tocador, armario, espejo de cuerpo completo tras la puerta, cama y mesas de noche formaban parte del mobiliario de aquel espacio.
El mayor cuidaba de su hermano cada que su padre viajaba, ya que su madre se encontraba enferma en el hospital siendo cuidada por la tía de ambos.
—¿En serio? –río levemente el mayor sin que el otro se inmutara de su posición inicial; carraspeo la garganta —no me había dado cuenta –desvío la mirada —ya es tarde y mañana hay escuela.
Se excuso levantándose de la cama ajena dejando por un momento el libro y arropar a su hermano, quien no dejaba de verle molesto —la próxima vez lo terminaré.
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En su habitación a lado del menor, de color azul rey y un mueble más a diferencia del menor con varios libros y carpetas de fotografías que tomo para ver, no sin antes dejar en su respectivo lugar el libro verde.
Se acomodo a un costado de la cama en el suelo apoyando la espalda contra esta, extendió la rodilla y abrió aquella carpeta con fotos desde las primeras citas de sus padres, hasta la última foto tomada en familia, antes de la enfermedad de su madre.
Sonrió al tiempo que una lágrima resbalaba por su mejilla, la enfermedad de su madre cada vez era más agresiva con el débil cuerpo de ella, y su padre trabajaba horas extras, tomando cada pequeño trabajo para pagar el hospital y la escuela de ambos.
Dejó la carpeta en su lugar y se recostó en la cama con la vista al techo, ayudaba a su padre cuidando de su hermano y continuando con sus estudios pero, sabía que aquello no sería suficiente, por lo que mañana terminando las clases y asistiría a un trabajo de medio tiempo, donde también podría vigilar a su hermano.
Con ese pensamiento se dejó ir al mundo de los sueños, reponer las fuerzas para un nuevo día mañana.
Actualidad...
—Nos vemos, gracias por las clases extras –ordenando sus útiles y cuadernos, los cuales metió en su mochila cerrándola e irse apresurado.
—Ese trabajo lo trae corto de tiempo –bostezo Munemasa, durmiéndose por las fórmulas de álgebra y química.
Minaho sonrió, ya había deducido el porqué del comportamiento de su amigo y su apresurado andar de día a día.
Ese alguien era un bicolor que comenzó a ir donde labora el joven por las tardes después de la escuela. Un chico de piel vainilla y orbes como el oro que, sin saber, penetro el alma del de cabello azul rey. Aquel que removida los sentimientos que habían sido enterrados junto a su madre, una mujer fuerte hasta su último aliento.
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—Tu hermano vendrá terminando la entrevista, lo vi muy animado –habló la morena de orbes azules con su uniforme. La chica recargada sobre la barra esperaba su pedido.
—Creo que hay "otra" cosa más interesante para él –llegó a la barra Orca, igual piel morena con cabello rosa pasando el pedido al hombre tras la barra.
Seiya sonrió, por fin algo hacia feliz al joven hermano de Yuuichi.
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—Y mamá no estuvo de acuerdo, yo tampoco lo estaría, esos colores no van para el tipo de evento –hablaba la chica que entraba tomada del brazo del chico, quien parecía hastiado de tanto parloteo por parte de la chica de cabello corto azul.
—El príncipe llegó acompañado –se burló Kariya codeando a Tsurugi para que atendiera.
La última mesa del pasillo junto al gran y ancho ventanal, mesa de madera con sillas acolchonadas color miel como la mesa, un centro de mesa con lo básico y una rosa.
La chica seguía hablando de cosas sin sentido para su acompañante de cabello bicolor, su vista puesta en el ventanal, asintiendo y mirando en veces a la chica quien seguía hablando, pero entonces, una sonrisa furtiva salió de sus labios, reconocía esos pasos, aun si le tacharan de acosador.
Cada que iba lo miraba simuladamente, rechazaba a los meseros que querían tomarle la orden fingiendo que aún no se decidía, cuando en verdad solo esperaba que él llegara.
—Buena tarde, joven BaiLong –saludo respetuoso Tsurugi regalándole esa pequeña sonrisa que, su jefe y compañeros criticaban felices.
—¿Que te dije la última vez Kyo? –trato de sonar serio, más una risa escapó.
Aoi, su acompañante se cruzó de brazos mirando molesta al de cabello azul rey ¿Cómo Hakuryuu se atrevía a hablarle tan "íntimo" a ese empleado? Levantándose de su lugar y pasar por el frente de Kyousuke, se sentó a lado de Hakuryuu, le beso.
Sintió un calor emerger de su ser, estaba enojado, desvío la mirada.
—Te dije que no me gustan las muestras de afecto en público Aoi –regaño —no sé cuántas veces te lo tengo que repetir.
—¡Hakuryuu! –en la entrada, un joven muy animado y activo de cabello alborotado color naranja llegaba junto a un chico serio y calmado de orbes azules como su cabello —y la bruja –señalando a Sorano.
—¡No soy una bruja! –se levantó con molestia, aquellos amigos de Hakuryuu le eran insoportables —¡cabello de afro mal peinado!
—¡No es afro! ¡Orejas de pez!
Empezó la batalla verbal entre ambos chicos, Yukimura se paró a lado de Tsurugi ordenando un helado de zarzamora con toping de coco a lo que él chico fue, muy bien acompañado de Hakuryuu quien, se había movido de lugar al empezar el pleito.
—¿Qué tal la escuela? –le interesaba la vida del chico, su día a día, cada suceso de su vida desde que llegó.
No respondió, se limitó a ir por la orden y entregarla para seguir con su labor, más BaiLong no se le despegaba, es más, parecía una goma de mascar en su zapato.
—¿Hice algo malo? –ante aquella pregunta, Tsurugi detuvo su andar. Se giro un poco para encontrarse de frente con el chico que lo traía con sentimientos peleando en su interior.
Seguía sin poder contestar ¿qué le estaba pasando?
Hyouga degustaba su helado mientras observaba la batalla campal entre Sorano y Amemiya. Reiza tomaba su descanso charlando con un amable chico amante de las matemáticas, quien se sonrojada cada minuto por la sonrisa de ella.
—También estas aquí, Manabe –saludo Hyouga al de lentes.
El chico había intentado por todos los medios no ser detectado por sus compañeros de clase, pero aquello era imposible, aun si todos los cálculos que realizaba, siempre fallaban al final.
Suspiro resignado.
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Su hermano había tenido un contratiempo, por lo que iría solo a casa.
Cada uno partió por su lado, aquella tarde lo había tenido pensativo todo el día, por lo que no se dio cuenta que dos sujetos venían siguiéndole. Al pasar por un callejón, uno de los hombres lo empujó a este mientras el otro se aseguraba que nadie mirase.
—¡Suélteme! –golpeaba con fuerza al tipo, pero este estaba drogado, por lo que no sentía ni un golpe por parte del menor, a diferencia, este con un solo golpe dejó sin aire a Kyousuke por unos instantes.
—Algo bueno eh de sacar de ti.
Tratando de recuperar el aire, el sujeto se colocó sobre Kyousuke despojando cual, desesperado su ropa, desgarrándola.
Un golpe noqueo al que vigilaba, cayendo al suelo, no lo pensó, se abalanzó sobre el otro tumbándolo de sobre Kyousuke y lanzarle varios golpes al rostro sin permitirle reaccionar.
Tsurugi estaba temblando en el suelo, a duras penas logró colocarse de pie por los nervios, estaba riendo levemente, aterrado por lo que estaba pasando. Le tomaron de la mano y sacaron de aquel callejón mientras el sujeto seguía golpeando al otro cuando un chico fue a detenerlo.
Le abrazaron acariciando su espalda mientras la chica, aquella que le abrazaba llamaba a la policía dando la dirección del lugar y los hechos sucedidos tan sólo instantes.
—Respira, no pasa nada –alentaba Kino, amiga de su hermano.
Se aferro a ella y lloro en silencio, aun si en unos meses cumpliría la mayoría de edad, Kyousuke aún era un niño que necesitaba cariño y atención como protección.
La policía no tardó en llegar, Yuuichi hablaba con la policía junto a Baddap quien le había detenido al estar a punto de matar a golpes al hombre que daño a su hermano.
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—No te había visto antes –dijo Yuuichi dejando pasar a Hakuryuu a su hogar. No hace mucho habían cambiado de viviendo a un departamento por la zona Noreste de la ciudad.
Al no ver por un par de días a Kyo en la cafetería, preguntó al encargado Seiya la ubicación de Tsurugi, el cual se la dio con la única condición de que si le hacía o decía algo que dañara al chico, se encargaría de darle un sutil cambio a su cuerpo y rostro.
Claro que, al decirlo intimidó al chico, pero no por ello se doblaría, además de que no pretendía, de ninguna manera hacerle daño al chico.
—Llevo poco conociendo a Kyo, pero me extraño no verlo estos últimos días.
¿Kyo? Pensó el mayor tomando la perilla que da a la habitación del chico, sonrió débilmente —lo dejo a tus manos entonces.
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El golpe en la mejilla disminuyó siendo sólo una leve mancha rojiza, rasguños en el pecho que pasaron a ser solo cicatrices. Medicamentos para el susto y una cita en unos días pero, nadie, ni los medicamentos o platicas podían quitar de su mente y ser aquel día.
Aún temblaba, jamás había experimentado algo como eso, y no quería pasar por ello de nuevo. La puerta se abrió.
—Yuuichi- Yo- Quiero estar solo.
—Tu hermano esta al teléfono –aquella voz lo hizo girarse y verlo —quería comprobar por mí mismo que estuvieras bien, no has ido al trabajo.
—No sabía que eras mi jefe.
Río. Le alegraba saber que Kyo no estaba enfermo —si fueras mi empleado, tendrías beneficios.
No dijo nada. Igual que la última vez, mantenía su mirada en otro lado, esta vez en el cristal que da vista a la ciudad exactamente a grandes edificios, anuncios publicitarios y un espacio verde.
—Aún sigo esperando respuesta.
Le miro de reojo.
—No soy un simple cliente que va a ordenar solo porque si –molesto, en verdad estaba molesto.
—No me interesa porque vas o no.
—Idiota –lo lanzó a la cama por completo colocándose sobre él, pero no contó con lo que le había pasado al otro, por lo que fue empujado con fuerza quedando en el suelo.
—¡No lo vuelvas a hacer! –grito con los orbes cristalizados de rabia y miedo. Se molestaba consigo mismo por no ser tan fuerte como su hermano. Por no haber sido suficiente para defenderse solo.
Hakuryuu se quedó inmóvil mirándolo, no se detuvo a preguntar primero si estaba bien, se limitó a querer satisfacer su ser. Se levantó quedando en su lugar.
Kyosuke respiro hondo, le dio la espalda —vete de aquí, no te quiero ver, solo eres- Un cliente más que quiere obtener todo por nacer en cuna de oro.
—Estás idiota.
—Y tu retrasado.
Se fulminaron con la mirada. Ninguno de los dos tenía la culpa de la tensión que se formó en la habitación. Sentimientos que no fueron bien transmitidos. Palabras que no iban, expresiones de más.
