Carta a mi padre.


Escrito de Wattpad por: LubiaKurosaki (mi usuario en dicha plataforma)

Fecha: 22 de mayo del 2020.

Opcional: escuchar la canción de Ed Sheeran - Perfect.


"Todo comienza con un sueño, la ilusión de que, a la mañana, al pie del árbol de Navidad nuestros deseos estén materializados en lo que pedimos"

Sun Garden era el hogar de niños que eran abandonados por sus padres, pero aún con ello, se respetaba el apellido de los chicos a menos que desearan lo contrario.

Una tarde de blanca nevada, los niños jugaban al aire libre guerras de bolas de nieve, creando ángeles bajo la tenue luz del sol ante el espesor de las gruesas nubes y otros creando grandes muñecos de nieve.

Pero en aquel día, un niño llegó en un auto oscuro traído por un adulto de ropas formales y relucientes zapatos; Hitomiko Kira, encargada del lugar atendió al hombre y dejó al menor a cargo de Reina y Yuuichi, los dos de más edad en el sitio.

"¿No tienes papás? ¿También te abandonaron?" esas preguntas se imaginaba Masaki que le dirían.

—¿Quieres unirte a mi equipo? –un chico de cabellos rojos y orbes ámbar le cuestionó con una gran sonrisa en los labios.

—No creo que quiera unirse a un equipo débil como el tuyo –se burló otro de cabellos blanquecinos y orbes azules.

—¡¿Ja!? ¿Crees que mi equipo es débil?

—No lo creo, es débil.

El chico fue llevado a otra parte del patio, alejado de aquel par que, no eran malos, ni Nagumo ni Suzuno, sino más bien algo retadores entre sí.

Llegó con las chicas quienes adornaban un muñeco de nieve, pero pasó de largo al verlas muy entretenidas en su labor.

Y ahí estaba, aquel niño con un instrumento que el bien conocía desde que empezó a tener conciencia.

—Es Kyousuke, tiene tu misma edad –describía Yagami.

Masaki se acercó al otro quien le miraba con atención; las ropas de Kariya eran nuevas a diferencia de los otros niños del lugar que eran más gastadas y reusadas.

Kyousuke alzó la ceja frunciendo los labios en molestia —¿qué quieres?

—¿Puedo- Puedo tocarla?

La guitarra de madera era un instrumento que el padre de Masaki tocaba mucho, el hombre de mayor edad siempre le tocaba una canción para antes de dormir, este era por mucho más grande que su madre.

Una mujer delicada y enfermiza.

No muy convencido, le acercó el instrumento que uniría a ambos pequeños.

.

Dos años más tarde, Masaki y Kyousuke eran inseparables, en un principio a Kariya le constó adaptarse al lugar, compartir cuarto, juguetes y todo prácticamente, él había sido hijo único y por ende todo era de él.

Yagami fue una mamá como Yuuichi un padre.

Suzuno y Nagumo los típicos tíos locos que siempre están juntos.

Y Kyousuke.

La alarma sonó como siempre a la misma hora. El sol ni siquiera hacía acto de presencia en aquellas horas.

Se calzo los zapatos y tomó las llaves del mueble de la entrada de la casa y salió a su rutina de correr por la cuadra y un poco más allá antes de emprender su día de clases y trabajo de medio tiempo.

«Kyousuke...»

La clase del profesor Kidou terminó como siempre con uno o dos alumnos con dolor de cabeza, menos mal que la enfermera Fuyuka tiene un remedio infalible para curarlos.

Los almuerzos de la cocina de la escuela por Otonashi eran los mejores que no había necesidad de llevar el almuerzo hecho.

El profesor de educación física Endou era todo un caso, un hombre entregado en cuerpo, mente y alma al deporte, jamás lo verías sin sus tenis o su banda naranja en el cabello.

—Masaki, Masaki -llamó Hikaru al entrar deprisa al salón de clases. El siempre brillante y positivo Kageyama Hikaru, su tío era dueño de una reconocida empresa de fármacos, por lo que esperaba que su único sobrino hijo de su hermana menor logrará especializarse en la materia para seguir con el negocio —vendrás a mi fiesta de cumpleaños este jueves ¿verdad?

Kariya pasaba tinta a un dibujo a lápiz que había hecho, una comedia del profesor Yuuto. Alzó la vista encontrándose con los ojos chocolate de su amigo.

—¡Si! –chillo Hikaru en súplica.

—Tengo trabajo ese día, Kageyama, ya te lo había dicho.

—Te pagaré tres veces más de lo que ganas para que asistas, por favor.

Suspiro —no entiendo tu terquedad en querer que vaya.

—Prometiste ir.

Rodó los ojos.

Minaho Kazuto, hijo de un agente de la policía ministerial en Tokio, su madre, una mujer de casa muy atenta y amable, le gustaba el estofado de pescado que hacía.

—Te vas a hacer anciano pronto –acomodo la mochila en un banco libre a lado de Masaki, ambos compartían clase al estar en el mismo tronco común de la facultad a diferencia de Hikaru que iba en el edificio de al lado, pero teniendo la clase libre.

—Hayato va a asistir –uso entonces su último recurso, causando un sonrojo en Masaki, Minaho se cubrió la boca para no dejar salir la risa ante aquella reacción de su amigo.

—Un regalo adelantado de navidad, Masaki –siguió controlando su risa Kazuto, recibió un libro en respuesta que atrapó antes dar en su rostro y caer al suelo.

—Son fechas decembrinas, hay que ser alegres y convivir con los seres que amamos –habló cantarinamente cuál comercial viejo de televisión Hikaru —la madre de Minaho se encargará de la comida.

—Cállate de una vez carajo –se cubrió las orejas Masaki, escucharlo tanto era tedioso a veces, extrañaba a ese tierno y callado chico ¿por qué demonios se le ocurrió hacerle hablar tanto? —Iré, solo por la comida.

—Si –cómplices al unísono, Minaho y Hikaru se vieron.

.

Se abrigo lo más que pudo al salir de su turno por fin en un mercado como cajero, el frío en verdad era terrible en esa época del año.

Las chicas lo usaban de pretexto para ser abrazadas o poder usar el abrigo de su pareja, sacó la lengua en asco.

Miró al cielo, limpio aún ante tanta contaminación. Sonrió, recordaba de pequeño verlas con Kyousuke.

—¿Qué son esas cosas brillantes de arriba hermano? –escucho no muy lejos.

Hayato sonrió y cargo al más chico de sus dos hermanos, el otro miraba igual el cielo aferrándose a la mano del mayor —son diamantes –respondió.

—¿Diamantes? –cuestionó el par —¿los diamantes no salen de las minas bajo la tierra? –siguió el segundo menor, unos años más grande que el más pequeño.

Matatagi lo pensó un poco, sus ojos dieron con los de Masaki quien se dio cuenta y se sonrojo sintiendo los nervios expandirse por su cuerpo, pero no por ello dejó de ver los orbes oscuros de Hayato.

—Bueno, es que hay dos tipos de diamantes, están los que sacan de la tierra, y aquellos que se forman en el cielo.

—¿Cómo se forman loa diamantes que están en el cielo? –siguieron con las preguntas.

Al ver que el otro no lo perdía de vista aún con el notorio sonrojo, le guiño —se forman por los deseos de las personas, por eso es que hay tantos.

—¿Mis deseos son diamantes?

—Entonces ¡tengo muchos diamantes!

Rieron los tres ante aquello, Hayato pidió un taxi que no tardo en detenerse, subió a los menores y, como despedida guiño de nuevo el ojo a Masaki, para cuando tomó el control de su cuerpo, ya no tenía el frío que cuando salió, sino que ahora, tenía calor.