Ritual de magia ancestral y magia oscura para salvar vidas
El Potterverso es de Rowling
Este fic participa en la actividad Multifandom 5.0 del Foro: "Alas Negras, Palabras Negras"
Tabla nº11 Fantasía: Ritual, Magia negra
Advertencia: en este fic aparecen escenas de violencia doméstica y una insinuación de abuso sexual infantil
Severus observaba a su madre dándole una poción a la señora Green.
"Remedios caseros" lo llamaban cuando estaban fuera de casa.
Había que mantener el estatuto internacional del secreto a salvo.
Aunque Severus no sabía por qué. ¿Qué pasaría si los muggles los descubrían? Sería menos peligroso que vivir con Tobias, eso seguro.
— Aquí tiene un remedio casero parar el dolor de rodilla, señora Green. — le tendió Eileen.
— Gracias, hija. — respondió la anciana. — Tomad, os he preparado un poco de sopa para que os llevéis a casa, que, seguro que no habrás tenido tiempo de hacer la cena, Eileen.
— Gracias, señora Green. Sí, nos hará falta. — Eileen tomó la sopa y se dirigió a su hijo. — Severus, dale las gracias a la señora Eileen.
— Gracias, señora Green. — contestó el niño.
Se fueron a su casa, Eileen calentó la sopa y cenaron.
A Severus le gustó la sopa que preparó la señora Green. No tanto como la que hacía su madre o la abuela Emily, pero también estaba buena.
Tobias tenía turno de tarde, podía regresar a casa y beber en el sofá escuchando el fútbol por la radio o ir a la taberna y llegar borracho a casa. Ambas opciones no eran seguras ni para la madre ni para el hijo. Así que, Eileen mandó a Severus a dormir enseguida. Nada de quedarse despiertos delante de la chimenea oyendo explicaciones del mundo mágico con un vaso de leche caliente en la mano; momentos a los que madre e hijo les encantaba compartir.
….
A la mañana siguiente, Eileen despertó a Severus cuando salían los primeros rayos de sol. Tobias todavía estaba durmiendo y a veces no tenía buen despertar. Era mejor que Severus desayunara y saliera de la casa para que no recibiera una paliza matutina. Ella debía estar en casa para prepararle el desayuno. Tobias lo quería todo listo para cuando se levantaba o llegaba a casa del trabajo. Si no era así, podían recibir otra paliza. Además, no quería que Eileen saliera mucho de casa. Era un hombre muy celoso.
Eileen tenía suerte de que Severus era un chico obediente. O más que obediente, inteligente. Sabía perfectamente las consecuencias que podía haber si hacían algo que a Tobias no le gustaba.
Severus bajó a la cocina en silencio. Comió un trozo de pan duro mojado con leche para volverlo un poco blando y más comestible y salió de la casa. ¿A dónde? Mientras estuviera lejos de la ira de Tobias y regresara a casa para la hora de comer, no importaba.
…
Severus caminaba por las calles de la Hilandera sin rumbo fijo. Sólo había despiertas las señoras casadas y las ancianas cocinando y preparando la comida para el resto de habitantes de sus hogares, los obreros que tenían turno de mañana y se dirigían a la fábrica y las prostitutas que volvían al burdel después de ofrecer sus servicios durante la noche.
— Buenos días, Severus. — le saludó una mujer que iba a lavar la ropa al lavadero.
— Buenos días, señora Talbot. — le contestó el niño.
La mujer sonrió y cada uno hizo su camino.
Severus siguió caminando por distintas calles de la Hilandera. Esta rutina llevaba haciéndola desde muy pequeño y tenía muy buen sentido de la orientación, por lo que, no se perdía.
Andando sin rumbo, vio que se iba haciendo de día y la actividad empezaba. Algunos niños salían a jugar después de desayunar, hermanos mayores cuidaban de los pequeños. Algunas veces, tuvo que parar del susto. Oyó a algunos obreros golpear a sus esposas y sus gritos desde fuera de la casa.
Él se quedó petrificado cerca de la ventana, oyendo y la paliza de un marido a su mujer hasta que alguien tocó su hombro. Severus dio un pequeño brinco del susto.
— Déjales, hijo. No hay que meterse en el matrimonio de los demás. — le dijo una anciana viuda toda vestida de negro. — Todavía eres un niño y no tienes hermanos pequeños a los que cuidar. Ve a jugar.
Severus asintió y siguió caminando algo asustado.
Sabía que su papá no era el único que golpeaba a su mamá y a él. Otros señores hacían lo mismo con sus señoras y niños. Eso era algo que, el pequeño Severus no lograba entender. ¿Por qué era normal los muggles pegaran a sus esposas? Mamá había acabado días tumbada en la cama por los golpes. Y él también habría acabado así, si ella no se pusiera encima de él para protegerlo. Como los muggles veían normal que los señores golpearan a las mujeres no llamaban a la policía. Severus siempre le preguntaba a su madre si en los matrimonios entre magos y brujas el hombre también golpeaba a la mujer. Pero mamá no respondía. Severus no sabía si era porque los esposos magos las golpeaban también o no era así y mamá no se lo decía para no ponerlo triste. Conociéndola, no le sorprendería que fuera esa segunda opción.
De pronto, oyó unos gritos de una casa. Se acercó a una de las ventanas y vio a un padre y a un hijo de tez negra en el salón; el señor se quitaba un cinturón y los pantalones delante de su hijo mientras el niño gritaba y lloraba. Severus apartó rápido la cara de la ventana del miedo que sintió.
— Severus, ¿qué haces? — preguntó una señora de mediana edad con una bolsa de ir a comprar.
Severus señaló la ventana tembloroso y asustado.
La mujer miró con pesar el sitio que señaló.
— El señor Patel… menudo monstruo… — susurró. — Pero mejor que nos vayamos de aquí si no queremos recibir nosotros también. — agarró a Severus del brazo y lo obligó a alejarse de la casa.
— Pero, ¿no podemos hacer nada? — preguntó Severus preocupado. Él se sentía identificado con el chiquillo. Ambos tenían monstruos como padres.
— ¿Tú quieres meterte en problemas, Severus? — preguntó la señora. El niño negó con la cabeza. — Yo tampoco. Y si no queremos que nos golpeen o nos hagan algo peor, será mejor que nos larguemos.
Severus se fue, no sin antes girarse y ver cómo el hombre se quitaba los calzoncillos.
Años después entendería lo que sucedió en ese salón.
…..
Severus regresó a casa y vio a su madre en la cocina preparando una poción. Seguramente para algún vecino. Mamá tenía un moratón en el ojo derecho.
— Tenemos que ir a la casa de la señora Taylor. Está algo enferma. Ya sabes que es bastante mayor.
Severus asintió.
— Mamá, el ojo.
Eileen soltó el cucharón con el que mezclaba el caldero y le ordenó:
— Mézclalo dándolo treinta vueltas en el sentido de las agujas del reloj hasta que la poción quede de color granate.
Eileen se fue de la cocina, Severus subió a una silla para alcanzar la mesa e hizo lo que le dijeron.
Severus iba contando las vueltas que daba con la cuchara vigilando de no perder las cuentas. Cuando terminó, la poción quedó de color granate. Justo a tiempo, en el momento en que entró su madre. Llevaba maquillaje para tapar el moratón.
Miró el contenido del caldero, asintió satisfecha y lo puso en un tarro.
— Vamos. — señaló con la cabeza la puerta.
…
Eileen movía las manos por encima del pecho de la señora Taylor, que estaba tumbada en la cama tosiendo. Severus observaba a su madre. Le parecía la mejor bruja del mundo porque sólo con mover las manos ya sabía qué le pasaba a la gente. En los libros del mundo mágico que él tenía todos los magos tenían varita y mamá no la necesitaba.
Eileen colocó las manos encima de la parte donde estaba la tráquea de la señora Taylor, Severus observó que su mamá frunció el ceño concentrada. Debía estar haciendo un hechizo no verbal. Finalmente, la señora Taylor hizo una gran bocanada de aire y empezó a toser.
— Tome este "remedio casero", señora Taylor. La ayudara a respirar y a destaponarse los pulmones.
— Gracias, Eileen, hija. No sé qué haríamos sin ti. Toma, he visto unos pantalones de mi difunto marido que creo que le pueden ir bien a Severus. Están encima de la silla. — señaló una silla que había en el otro extremo de la habitación con unos pantalones negros viejos encima.
La señora Snape cogió los pantalones de la silla y los observó. Quizás le irían un poco grandes a Severus, pero podía remendarlos para que no se le cayeran. Madre e hijo agradecieron el regalo y se fueron.
…
Mientras madre e hijo se dirigían a casa, su vecina, la señora Wilson, se acercó corriendo hacia ellos.
— Señora Snape, son Roy y Daniel. Hace varios días que se quejan de dolor de cabeza. Hoy han sentido pinchazos tan fuertes que no pueden levantarse de la cama. ¿Puede echarles un vistazo? ¿Tiene alguna poción para quitarles el dolor?
Eileen frunció el ceño. Eso que decía Margot Wilson sonaba muy extraño.
Asintió y los tres entraron a la casa.
La suegra de la señora Wilson estaba preparando la cena y cuidando de sus nietas. Margot entró a toda prisa, sonrió a sus hijas y subió escaleras arriba, al dormitorio de los niños.
Roy y Daniel estaban tumbados en la cama, pálidos y con la mirada perdida.
Severus y Margot se quedaron en la puerta mientras Eileen se acercaba a los chiquillos. Puso ambas manos en el aire encima de su pecho con las palmas hacia abajo para hacer el diagnóstico. Cerró los ojos y pronunció el hechizo de magia ancestral que aprendió durante sus viajes por el continente africano cuando quiso aprender más sobre el noble arte de las pociones.
Abrió los ojos asustada al saber lo que tenían.
— ¿Tiene algún remedio casero para mis hijos, señora Snape? — preguntó Margot Wilson desesperada.
— Deme algo de tiempo, señora Wilson. — respondió Eileen mirando a los niños.
Se despidieron y Eileen y Severus fueron a su casa a preparar la comida.
— ¿Qué tienen esos niños, mamá? — preguntó Severus mientras cortaban patatas para asarlas.
— Tienen un tumor cerebral. — respondió Eileen mientras ponía agua a hervir.
— ¿Y podemos hacer una poción para curarles?
— No existe una poción para curar tumores, Severus.
— Oh. — susurró Severus. No le gustaban los niños de la calle de la Hilandera, le miraban raro cuando hacía magia accidental, pero no quería que murieran.
Eileen hacía la cena pensando en cómo podría salvar la vida de los hermanos Wilson. Cuando abandonó Prince Manor para casarse con Tobias, se llevó consigo varios libros de la biblioteca familiar, muchos de ellos de magia oscura y pociones. A Eileen no le gustaba la magia oscura, pero como hija de magos de la élite, la habían obligado a aprenderla. Y había sabido encontrarle utilidad. Y también sobre pociones. Los Prince eran pocionistas y Eileen amaba estudiarlas.
Como madre no podía imaginar el dolor que debía sentir Margot Wilson al ver a sus hijos enfermos y no poder hacer nada para aliviárselo ni curarlos.
Cuando el agua hirvió tiraron las patatas y esperaron a que se cocieran.
En ese momento, se oyó la puerta abierta.
Eileen y Severus se miraron asustados. Todavía no era la hora de que Tobias regresara.
— Hoy hemos salido más temprano de la fábrica. Una máquina se había estropeado y han tenido que llamar a alguien para que la arreglara. — comentó el hombre abriendo la puerta de la cocina. Miró la cazuela con las patatas a medio cocer. — ¡¿TODAVÍA NO ESTÁ LISTA LA COMIDA? ¡¿LLEVO TRABAJANDO TODO EL DÍA COMO UN GILIPOLLAS PARA ESTA MIERDA?! ¡LO ÚNICO QUE PIDO ES TENER LA COMIDA HECHA CUANDO LLEGO A CASA! ¡SOIS UNOS VAGOS Y UNOS INÚTILES! — tiró una silla apuntando a la cabeza de Eileen.
— ¡AH! — Eileen se agachó esquivándola. La silla dio contra la pared y se rompió. Severus saltó de la silla donde se había subido para llegar a la encimera.
Tobias se quitó el cinturón y empezó a golpear la espalda de su esposa, tirándola al suelo. Quiso ir a por el niño, pero Eileen puso a Severus debajo de ella para protegerlo, susurrando palabras tranquilizadoras mientras soltaba gemidos de dolor mientras el niño cerraba los ojos.
Severus estaba petrificado del miedo, debajo de su madre viendo como sufría. Sus palabras tranquilizantes no le ayudaban nada. Ella no podía protegerle por mucho que lo intentara. Cuando Tobias terminara con ella, iría a por él.
Temblaba, su respiración empezó a acelerar y el corazón le bombeaba cada vez más rápido.
Hasta que finalmente algo salió de él. Lo notó. Magia. Oyó un golpe seco.
Severus vio que podía levantarse. Eileen estaba sentada asustada por lo que acababa de pasar y semi consciente por el dolor. Tobias estaba a una pared de la habitación de la cocina desmayado.
Ninguno de los dos tuvo tiempo de reaccionar cuando llamaron a la puerta.
Eileen se levantó a duras penas y fue a abrir.
— Oficina de Aurores, señora Snape. — la saludaron dos magos con uniforme. — Nos acaba de llegar un aviso de un hechizo para crear una onda expansiva de magia accidental en la cocina de su casa. Imagino que, al ser magia accidental, el hechizo ha sido provocado por un niño menor de once años.
— Mi hijo Severus tiene siete años… — susurró la mujer.
— Como esto es un barrio muggle, le pedimos que vigile mejor a su hijo. No queremos llevarles ante el Wizengamot porque un muggle les haya visto hacer magia y haber incumplido el Estatuto Internacional del Secreto. — la avisó el otro auror.
— No, señor. Perdonen.
…..
Roy y Daniel comían la sopa que les había preparado la abuela Joan.
Les dolía mucho la cabeza y tenían mucho sueño.
Daniel terminó la sopa y se durmió.
Roy se quedó mirando la ventana. Ni siquiera sentía fuerzas para pensar en salir a jugar. Esperaba que la señora Snape pudiera curarle. Una vez vio a su hijo hacer flotar una piedra cerca del río y le entró el pánico. Por eso no quería relacionarse con ellos. Pero si la señora Snape podía hacer que volviera a jugar, daba igual las cosas raras que hacía su hijo.
Roy frunció el ceño al ver algo raro en la puerta de sus vecinos.
¿Quiénes eran esos señores que había en casa de los Snape?
¿Y por qué llevaban esas ropas tan raras?
Se levantó a duras penas y se acercó a la ventana.
Se fijó en que uno de los hombres tenía un tatuaje de un dragón chino que molaba mucho en el brazo.
De repente, el dragón se enroscó y subió arriba del brazo del cuerpo del hombre.
Roy tenía los ojos como platos.
¿Qué cojones acababa de pasar?
Dio un brinco y calló al suelo, lo que le causó un enorme mareo.
Se metió a toda prisa en la cama.
….
Eileen buscó en los libros de su familia alguna manera de salvar la vida de esos dos chiquillos, después de cenar y acostar a Severus. Tobias seguía desmayado en la cocina. No tenía fuerzas para levantarle. Él era muy corpulento y ella muy delgada. Tampoco tenía fuerzas para hacer magia. Estaba muy débil tras la paliza. Y aunque las tuviera, no le daba la gana de hacerlo.
Finalmente, encontró la solución para salvar la vida de los hermanos Wilson.
Había que hacer un ritual de magia oscura.
….
A la mañana siguiente, Tobias ya no estaba. No sabía si había ido a la taberna o a trabajar. Severus se levantó a desayunar.
Mientras ambos comían el pan duro con leche, Eileen le contó a su hijo su plan.
— Severus, ¿te he contado alguna vez la diferencia entre magia blanca y magia oscura?
Severus negó con la cabeza.
— Cuando cumplas once años y tengas tu varita podrás hacer magia sin cansarte o sin tener que entregar o renunciar a algo. Para hacer un accio, acercar un objeto hacia ti, no necesitas dar una muestra de sangre, un pelo o saliva para conseguirlo. Eso es magia blanca. En cambio, en la magia oscura, sí que tienes que hacerlo. Para conseguir lo que deseas, tienes que entregar algo o pierdes fuerzas al hacer esa maldición. El caso más extremo de entregar algo es la creación de un horrocrux, un objeto que encierra una parte de tu alma, porque para fragmentar tu alma tienes que matar a otra persona. ¿Lo entiendes, Severus?
— Sí, mamá. La magia blanca no hay que dar nada a cambio y la magia oscura sí.
— Exacto, muy bien. Creo que para la única forma de salvar la vida de Roy y Daniel hay que hacer un ritual de magia oscura. Para salvarles la vida tenemos que matar dos vidas.
— ¡¿Hay que matar a alguien?! — Severus se asustó.
— No tiene por qué ser una persona. Sólo hay que sacrificar dos vidas. Pueden ser animales.
— Ufff. — Severus suspiró aliviado. — ¿Puede ser una rata? No me gustan. — Eran feas, gordas y contagiaban enfermedades.
— Claro. Para saber lo grande que tiene que ser el animal, tenemos que saber lo grande que es el tumor. También necesito una muestra de sangre de Roy y Daniel. Con el sacrificio de esos dos animales, mataremos el tumor. Iré a pedirle a la señora Wilson que me deje volver a ver a sus hijos. Mientras tanto, tú lava los platos.
Y así hicieron.
Eileen regresó a casa y ayudó a su hijo a terminar de lavar los platos.
— Roy es el que tiene el tumor más grande. Por lo que, nos toca sacrificar un animal de mayor tamaño. Con Daniel, podemos sacrificar una rata — Severus sonrió. — Y con Roy podemos sacrificar un pollo. Es más grande que una rata. Sería más fácil matar a un gato o un perro abandonado, pero en la Hilandera no hay. Algunas familias muy pobres se los comen. — pensó Eileen en voz alta.
— ¿De dónde sacamos un pollo? — preguntó Severus sorprendido.
— Yo me encargo.
— Yo quiero ayudar, mamá.
— No quiero correr el riesgo de que te pillen robando un pollo o de que te muerda una rata. Mejor que hagas la comida.
Severus asintió.
— Mamá, siento que esos hombres magos te regañaran por mi culpa. — susurró Severus con la mirada gacha.
— No es culpa tuya, Severus. Tuviste un ataque de magia accidental. La magia accidental se llama accidental porque no la puedes controlar. Ni siquiera sabes el hechizo que haces. E incluso haciéndolo de forma voluntaria, no sabes el hechizo que estás haciendo. Esos señores sólo hacían su trabajo. Normalmente, el Ministerio no detecta los ataques de magia accidental. Pero como tuviste uno muy fuerte, lo detectaron.
— Pero, tú haces magia cuando curas a la gente y esos señores no vienen.
— Porque Reino Unido es una sociedad mágica que usa la varita. Sólo muy pocos magos saben usar magia sin varita, sin contar cuando eran pequeños. Por lo que, ese tipo de magia no la tiene en cuenta el Ministerio a la hora de detectarla.
— Oh. Y tú eres una de las pocas brujas que puede hacer magia sin varita. — Severus miró a su madre con un brillo de devoción absoluta en los ojos. Su mamá era la mejor bruja del mundo.
— Nuestra magia sin varita es más parecida a la magia druida de nuestros ancestros, los celtas, más ligada a la naturaleza. Al ser una magia tan cercana a la naturaleza pasa desapercibida en el ambiente. Recuerda, Severus, la magia está en todas partes. Sin embargo, a la hora de usarla, también hay un límite. Un tope, que, si se cruza, las alarmas del Ministerio la detectarán y los aurores vendrán a ver qué ocurre; yo hago magia sin cruzar ese límite y así no vienen los aurores. Por eso cuando tengas varita, el Ministerio te permitirá usar magia sólo para hacer los deberes de Hogwarts. Pero no para otras cosas.
Severus se decepcionó.
— ¿Y qué pasa con la magia de las criaturas? — Severus pensó en los goblins y elfos domésticos que veía en los libros que le enseñaba su madre.
— La magia de los elfos doméstico y los goblins es diferente a la nuestra. Ellos pueden usar magia sin varita, a diferencia de nosotros, que desde hace siglos la usamos para sustituir nuestra magia druida. Los elfos y los goblins pueden aparecerse en lugares que nosotros no. Por eso, quisimos someter a los elfos domésticos por miedo antes de que fuéramos nosotros los sometidos. Si un elfo doméstico o un goblin entrara en nuestra casa e hiciera magia, probablemente, saltarían las alarmas del Ministerio. — terminó su explicación su madre.
— ¿Por qué sabes que un elfo doméstico puede aparecerse en un sitio donde un mago no podría?
— Oh, Severus. Yo era muy traviesa cuando tenía tu edad. Y los elfos domésticos de Prince Manor fueron mis cómplices de algunas travesuras. — rio ella. Severus también rio.
Una vez terminaron esa faena, Eileen le dijo a su hijo que empezara a hacer la comida y después limpiara el salón. Ella capturaría a los animales vivos. Con la ayuda de la magia, por supuesto.
…..
Y así hicieron. Eileen con un hechizo de invisibilidad se coló en una granja y con un encantamiento de petrificación inmovilizó un pollo. Después lo volvió invisible y lo llevó a su casa. Si la veían pasearse con un pollo sabrían que había sido ella la ladrona. Acto seguido, observó la basura hasta que vio una rata e hizo flotar una de ellas, la invisibilizó y se la llevó.
— Haremos el ritual a media noche. — le comentó su madre dejando a los animales inmovilizados e invisibles en el jardín.
….
Esa misma noche, Severus y Eileen salieron de su casa. Tobias todavía no había regresado.
Eileen era la que levitaba los animales; también era ella la que llevaba un cuchillo y el libro, no quería que Severus tuviera contacto con un libro de magia oscura. No es que corriera peligro con tocarlo, pero había imágenes muy explícitas que no quería que él viera ni que se le pasara por la cabeza pronunciar uno de esos hechizos. La curiosidad de los niños era insaciable.
Llegaron a un claro y Eileen dibujó un anagrama de magia oscura con letras de un lenguaje muy antiguo. Después, se puso junto a los animales y el libro en el centro.
— Severus, escóndete detrás de un arbusto y vigila que no venga nadie. Si viene alguien, distráelo.
— Bien.
Así se aseguraban de que no se acercaran muggles.
Cuando Severus se fue, Eileen empezó el ritual, quitó los hechizos a los animales, que quisieron huir, pero no pudieron. El círculo quedó cerrado tras empezar a pronunciar la maldición. Nadie podría salir hasta que se terminara el ritual. También sacó una muestra de sangre que estaba dentro de unos botecitos de cristal que tomó de ambos niños con una aguja esa misma mañana. Cogió el pollo del cuello y le clavó un cuchillo, después tiró la sangre del niño por encima del animal moribundo. Un humo negro empezó a salir de él. Repitió el proceso con la rata, que intentaba huir desesperada, imaginando que correría el mismo destino. Así fue. Un humo negro salía de los animales con gotas de los chicos esparcidas por encima. El humo negro terminó cuando ambos cuerpos se desvanecieron. El ritual había terminado.
Severus observaba a su madre escondido detrás de un arbusto. No se acercó ningún muggle durante el ritual, por lo que no tuvo que distraerlo y pudo observar en todo momento los pasos de su madre. Le parecía terrorífico y fascinante a la vez. También siguió pensando que su madre era una gran bruja.
— Mamá, no ha venido nadie. — Severus se acercó a su madre, quien terminaba de borrar el círculo del ritual.
— Bien, vamos.
Emprendieron el camino de regreso a casa, cuando llegaron se encontraron con Tobias.
— ¡ZORRA! ¡¿QUÉ HACÍAS FUERA DE CASA EN MITAD DE LA NOCHE?! ¡¿TIENES UN AMANTE?! ¡¿ES ESO?! ¡¿TIENES UN AMANTE?! — la zarandeó del brazo.
— Pero, Tobias, ¿por qué lo piensas? Yo nunca he hablado con otros hombres que no seas tú. ¿Y por qué llevaría a Severus a ver a algún supuesto amante?
Tobias la agarró del pelo y la tiró al suelo. Empezó a darle patadas en el estómago.
Severus se asustó tanto que se escondió en un agujero que había entre un mueble y la pared. En teoría, con siete años ya no debería caber ahí, pero como era muy bajo y delgado, bien podría pasar por un niño de cinco años por la altura, todavía cabía en su escondite para huir de las palizas de su padre.
Severus se quedó ahí bien quieto y con lágrimas en los ojos, esperando que terminara la paliza y deseando no ser él el siguiente. Aunque, desde el sitio donde estaba, Tobias no podría llegar hasta él.
…..
A la mañana siguiente, Tobias se había largado y Eileen seguía desmayada en el suelo. Severus quería ponerla en una cama, pero era muy pequeña para levantarla ni podía hacer levitar personas que no fueran él mismo. Un adulto era demasiado grande para él. Lo único que Severus podía hacer por ella era ponerle una manta encima. Oyó movimientos en la cocina. Se dirigió allí con cautela.
Era el hijo del señor Patel.
Vomitaba sangre y cayó al suelo de la cocina de los Snape.
Tenía sangre en la ropa.
Severus se le acercó.
— No te mueras aquí. Si te mueres aquí, Tobias se enfadará. — le dijo.
El chico vomitó más sangre. Tenía lágrimas en los ojos. Había llegado allí porque sabía que la señora Snape curaba a la gente. Quería que le curará, pero sólo vio a su hijo.
Severus se arrodilló a su lado.
Cuando su madre curaba a alguien, ponía las manos encima del paciente.
Recordó que una vez le preguntó cómo lo hacía para curar a una persona y ella le respondió que había estudiado el cuerpo humano para saber qué le hacía mal a la gente y lo que necesitaban para mejorar. Pero, otras veces, sólo necesitaba desearlo con todas sus fuerzas y la magia actuaba por sí misma. La magia era un ente vivo, decía su madre.
Así que, Severus obedeció. Puso las manos en suspensión y deseó con todas sus fuerzas que el chico se curara. Notó cómo algo salía de su pecho y bajaba por sus brazos hasta el pecho del chico. Un aura blanca envolvió a Trevelyan Patel y convirtió su pelo negro en blanco.
Severus pensó que el pelo blanco que le había quedado contrastaba mucho con su tono de piel oscuro.
En ese momento, llamaron al timbre.
Severus corrió a abrir.
Eran unos señores con una túnica y con cara seria.
— ¡¿SE PUEDE SABER QUÉ HAS HECHO, NIÑO?! — le gritó uno de los aurores. — ¡HACER MAGIA EN EL MUNDO MUGGLE EN MENOS DE 48H! ¡¿ESTÁS LOCO?!
Severus puso las manos detrás de la espalda para esconder cómo le temblaban de puro terror. Esos hombres altos, enfadados y gritando le recordaban a Tobias cuando se enfadaba. ¿Y si lo golpeaban?
— Cálmate, Scrimgeour. ¿No ves que es pequeño? — su otro compañero le puso la mano en el hombro para calmarlo. A continuación, se agachó a la altura de Severus. — ¿Cómo te llamas, chico?
— Mi madre dice que no debo hablar con desconocidos. — contestó el niño en un susurro.
— Perdón. Yo me llamo John Dawlish, soy un auror de la Oficina de Aurores. ¿Dónde están tus padres?
— Mamá está enferma y Tobias no está.
— Entiendo. ¿Puedes decirme qué ha pasado? ¿Por qué hiciste magia si ayer unos compañeros míos te dijeran que no hicieras más?
— Un chico estaba herido y quería que se pusiera bien. — susurró.
— Bien. Por esta vez lo dejaremos estar. — Scrimgeour iba a protestar, pero Dawlish lo miró serio y lo hizo callar de golpe. — Pero la próxima vez que veas a alguien herido y quieras ayudarle, avisa a una persona adulta. ¿De acuerdo?
Severus asintió.
Los aurores se despidieron. Severus se quedó escuchando detrás de la puerta y les oyó decir que tendrían que desmemorizar al niño muggle.
Severus se alejó y entró en la cocina.
Trevelyan Patel había desaparecido.
Poco después, aparecieron los dos aurores a decirle que habían encontrado al chico y lo habían desmemorizado.
….
A la mañana siguiente, Severus fue al mercado a comprar algunos víveres. Su madre ya se había levantado, pero estaba demasiado débil para hacer la comida. Así que, le había dado algo de dinero a su hijo para que lo hiciera él.
Al salir de su casa, Severus vio a sus vecinos, los Wilson, y a Roy y Daniel saltar y jugar como si nunca hubieran estado enfermos.
En el mercado vio a Trevelyan, el chico seguía con el pelo completamente blanco. Quizás ya lo tendría así para siempre. Pero lo que más le sorprendió fue que le sonrió con un brillo de felicidad en los ojos. Severus se asustó. El chico recordaba perfectamente lo que había pasado. ¡Pero si los aurores habían dicho que lo desmemorizaron! ¿Qué había pasado? ¿Qué había hecho?
Severus decidió no decir nada de lo que pasó con Trevelyan a nadie. Ni siquiera a su madre. Tenía miedo de que se enfadara con él. Además, a parte del cambio de color de pelo, Trevelyan pudo llevar una vida normal. Así que, no había problema con que nunca hablara con nadie de eso. Tampoco habló con nadie el ritual de magia oscura que hicieron su madre y él para salvar la vida de los hermanos Wilson. Había mucho estigma relacionado con la magia oscura y algunos sentían rechazo por ella, como la que en un futuro sería su amiga Lily, y sus amigos de Slytherin serían demasiado anti muggles para poder hablarles de las labores curanderas de su madre en la Calle de la Hilandera. Tampoco se lo contó a Dumbledore, llevaba demasiados años escondiendo ese secreto y viendo que las vidas de esos muggles no peligraban no hacía falta revelarlo; además tenía miedo de que lo regañara por hacer algo mal o pidiera desmemorizara a Patel.
Lo que Severus nunca supo es que había hecho un ritual de magia ancestral que consistía en una donación de parte de su núcleo mágico a Trevelyan, que le había curado la herida y creado una capa de protección a su alrededor que le protegía de hechizos. Al trasplantarle parte de su núcleo mágico a un muggle, su cuerpo sufrió una serie de cambios para asimilar la magia, pero sin poder usarla; esos cambios se exteriorizaron en el cambio de color de pelo.
Este ha sido un mes de altibajos, así que, he dejado a un lado el fic que estoy escribiendo para dedicarme a este one-shot y volver un poco a mi zona de comfort.
Si queréis leer un poco de las aventuras de Eileen en sus años mozos, podéis pasaros por el fic Eileen Prince: su historia.
Contadme vuestras opiniones de los diferentes personajes.
Hasta la próxima
