Nota: No soy dueña de Kimetsu no yaiba, toda su autoría a Koyoharu Gotōge.


3

Tardó los siete días que duraba la prueba final en contarle todo lo que le había sucedido desde que había conocido a los hermanos Kamado hasta que habían derrotado a Muzan Kibutsuji. Sintió cierto alivio cuando Sabito sobrevivió al día que habría sido la fecha de su muerte, aunque por el momento se tratase de un aplazamiento.

También hubo otro asunto que le preocupo, todos los muertos que habría habido en la selección, a los que había sacrificado por la vida de Sabito, ¿debería cargar con sus muertes en su conciencia? Después de todo habían sido culpa suya por alterar de forma egoísta la línea temporal. Rara vez el número había habido bajado por debajo de quince muertos en las cribas.

Sintió un tirón por los tobillos que lo arrastró hasta meterle los pies descalzos en la poza de la cascada.

— Me gustaría que me enseñases la undécima postura del agua. — le dijo Sabito. — Eso y a mantener esa expresión tan estoica. Antes podía saber que estabas pensando sin problemas, ahora no tengo ni idea.

Tomioka se acomodó para sentarse en el borde.

— No estaba pensando en nada. — le mintió.

Sabito lo miró a los ojos con intensidad como si aquella acción lo ayudase a descubrir si le estaba mintiendo o no. Terminó por desistir y se sumergió hasta el fondo de la poza donde trataba de contener la respiración lo máximo posible.

A él todavía le ardían los pulmones de ese ejercicio. Había tratado de mantenerse más de lo cuerpo había podido aguantar y habría estado a punto de ahogarse si Sabito no lo hubiese ayudado a salir a la superficie cuando había comenzado a tragar agua.

Había tratado de volverse a meter para continuar en cuanto había escupido y tosido todo el agua, pero Sabito había insistido en que se tomase un descanso por unos minutos.

Sabito emergió del agua y le lanzó con todas sus fuerzas una pequeña piedra que habría estado a punto de golpearle en la cara si no la hubiese detenido con ambas manos.

— ¿Qué haces?

— Antes te habría golpeado sin problemas y te habría roto la nariz. De hecho antes tenía que esforzarme en nuestros combates para no ganarte con uno o dos golpes. Ahora eres un verdadero reto.

— ¿Y qué? No es suficiente.

— Nunca es suficiente y uno nunca está lo suficientemente preparado, pero eso no significa que no podamos echar un vistazo al pasado y alegrarnos de lo mucho que hemos mejorado. Te has convertido en todo un hombre, estoy orgulloso de ti.

Aquellas últimas palabras lo enfadaron. ¿Cómo podía decirle aquello si estaba resultando ser un inútil?

Tomó una gran bocanada de aire causando que sus pulmones le dolieran y se lanzó al agua.

Está vez emergió antes de que sus pulmones soltasen el aire que estaba reteniendo y comenzasen a llenarse de agua.

— No te sobreesfuerces. — Le pidió Sabito. — Estás tan concentrado en el futuro que has olvidado el pasado.

— Por supuesto que no. Por eso estoy aquí.

— ¿Ah sí? ¿Entonces qué fue de lo primero que te dije cuando Urokodaki te trajo?

Pensó por un largo rato, pero lo cierto era que ya no se acordaba. ¿Cuánto hacía de aquello? Para Sabito no había pasado más de un año, pero para él ya habían pasado nueve.

— ¿Qué fue lo que dijiste?

— No importa, de todas formas no fui nada agradable. — dijo Sabito antes de sumergirse en el agua.

Estuvieron un par de horas más en la poza de la cascada hasta que dieron por finalizado aquel ejercicio y pasaron a practicar subir y bajar la montaña con katanas sorteando las trampas de Urokodaki.

Antes de que anocheciese estuvieron practicando a partir la gran roca, pero no obtuvieron ningún progreso.

Sabito regresó a casa frustrado.

Por más que entrenaron no hicieron ningún avance y los días pasaron sin tregua convirtiéndose en semanas, muy pronto en meses y dentro de muy poco habría pasado casi un año.

La fecha de la próxima selección final estaba cada vez más cerca y Tomioka pensó que tendrían que presentarse a la siguiente hasta que tres semanas antes de la prueba Sabito logró partir a la mitad la roca.

Sabito dio un grito eufórico tras lograrlo y corrió a abrazarlo feliz. Él no lo estaba, pero aquello no amargó la alegría de Sabito.

Aquellas últimas tres semanas entrenó aún más duro de lo que lo había hecho en esos últimos meses. No quería ser una carga.

Tenía un nudo en el estómago la mañana en la que tenían que marcharse y apenas fue capaz de desayunar.

Sintió como si una aguja se le clavase en el corazón cuando Urokodaki les entregó las máscaras de tengu.

— Es una máscara talismán os traerá suerte.

Sabito se puso ilusionado sobre uno de los laterales de su cabeza, mientras Giyuu se quedó observando la suya entre sus manos.

Urokodaki apoyó repentinamente las manos sobre sus hombros causando que se estremeciera. Podía sentir como lo escrutaba con la mirada a través de la máscara.

— No tienes porque ir si tú mismo consideras que no estás preparado…

— ¡Claro que lo estoy! — dijo sin titubear y se puso la mascara talismán sobre el cabello.

Le aterraba volver a perder a Sabito, pero le aterraba más que lo obligará a quedarse esperando en casa a ver si Sabito regresaba o no.

Urokodaki le dio una espada ninchirin y después se dirigió hacia Sabito:

— Conseguí lo que me pediste. — dijo y le entregó a Sabito dos espadas que agarró con emoción.

— Dijiste que mi espada se rompería, si eso pasa tendré otra con la que defenderme. — dijo dándole a Tomioka un golpe suave sobre la frente con la empuñadura de una de las espadas.

Una pequeña sonrisa se formó en la comisura de sus labios que causó un brillo en los ojos de Sabito.

Urokodaki apoyó las manos sobre sus cabezas.

— Cuidaros el uno al otro y volved sanos y salvos.

— Todo ira bien. — le aseguró Sabito. — No dejaré que nadie muera.

Tardaron cerca de 5 días en llega al lugar de la selección final.

— El demonio nos reconocerá por las máscaras que nos ha dado Urokodaki.

— Da igual, no pienso quitármela. De todas formas me encontraré con él, pienso recorrerme todo el terreno y matar a todos los demonios. — dijo agitando con entusiasmo las dos espadas.

Él tampoco se la quitó.

Nada más comenzar la prueba Sabito se puso en marcha. Era tan impresionante como recordaba, se movía con rapidez y agilidad de un lugar a otro cortándole el cuello a los demonios con un solo brazo e iba tras cada grito de ayuda que escuchaba.

No le cabía duda de que si sobrevivía llegaría a ser un pilar del agua mejor de lo que él lo fue.

Se detuvo cuando visualizó dos demonios.

— ¡Giyuu! ¡Estos son todos tuyos!

A pesar de haber hecho aquello millones de veces por un momento temió que le sucediese como la primera vez y que alguno de los demonios le daría un golpe tan fuerte que lo dejaría al borde del desmayo.

Aquello no pasó.

Cuando el primer demonio se abalanzó sobre él le cortó los brazos y posteriormente el cuello con la primera forma del agua. El otro demonio corrió con la misma suerte cuando trató de atacarlo.

Hubo otro grito pidiendo auxilio y Sabito se dirigió hacia él.

Lo siguió como llevaba haciendo toda la noche, pero está vez lo perdió de vista. Tuvo que hacerlo o de lo contrario una gran mano verde lo hubiese aplastado contra uno de los árboles.

Más brazos verdes lo atacaron, los cortó y se dirigió al foco donde provenían. No tardó en ver el gran demonio que le había descrito Tanjiro.

— ¡Vaya, que afortunado! ¡Uno de los zorritos de Urokodaki! ¿En qué año estamos?

— Yo no hablo con demonios. — dijo con frialdad antes de lanzarse a atacarlo.

— ¡Urokodaki no te enseñó modales, solo por eso haré que tengas una muerte lenta y dolorosa!

El demonio creció en tamaño y le lanzó aún más brazos que trataron de agarrarlo. Estaba siendo incapaz de acercarse.

Escuchó a Sabito de lejos gritar su nombre. Apretó los dientes, no iba a llamarlo. Si esa noche tenía que dar su vida por la de Sabito lo aceptaría. Estaba tranquilo con aquella idea.

El suelo se abrió debajo de sus pies y siete manos emergieron de la tierra tratando de atraparlo, tuvo que dar varios saltos hacia atrás alejándose aún más de su objetivo.

El demonio se rió de pronto y se tapó la boca con las manos.

—Parece que está vez voy a tener suerte. Dos zorritos en lugar de uno. ¡ Qué bien seréis el número 13 y el 14 de los discípulos que me como de Urokodaki!

El corazón le dió un vuelco, dirigió la mirada hacia donde lo estaba haciendo el demonio y por primera vez en su vida vio a Sabito aterrado.

Uno de los brazos lo golpeó por la espalda haciendo que se diese de bruces contra el suelo. La máscara que le había hecho Urokodaki se le rompió. No le dio tiempo a incorporarse, el demonio lo agarró antes.

—Tú el de la cicatriz, si eres más agradable que tú compañero solo te aplastaré como un insecto. Sin embargo a él le romperé todos los huesos y le arrancaré todas las extremidades. Igual que a esa niña…

Sabito no le dio tiempo terminar, veloz le cortó el brazo que lo mantenía sujeto haciendo que se cayese al suelo. Por primera vez en toda la noche, lo vio utilizar las dos espadas. No era tan hábil con la mano izquierda como con la derecha, pero aquello le hizo ganar terreno a una asombrosa velocidad y para cuando él se incorporó con la espada, Sabito ya estaba a la altura de su cabeza.

La espada se deslizó por su cuello sin ningún problema y la cabeza cayó el suelo.

El demonio soltó un grito y profirió una serie de maldiciones que no llegó a entender. El corazón le latía tan fuerte que era casi lo único que podía escuchar.

Sabito miraba al demonio aturdido, nunca había visto en él una expresión tan fría.

Lo llamó, sus ojos se posaron en él y pareció volver en sí. Lo miraba preocupado.

—¿Estás bien? ¿Te ha hecho mucho daño?

Tomioka lo abrazó con entusiasmo y apoyó la cara sobre su hombro. Estaba tan feliz.

— Estás vivo. — dos lágrimas le resbalaron por la mejilla.

Estaba seguro de que Sabito le recriminaría su acción como poco varonil, pero aquel reproche nunca llegó. En su lugar Sabito lo atrajo más hacia él y le frotó la espalda con una de las manos.

—Deberíamos vendar esa herida tan fea que tienes en la frente. — le dijo con suavidad.

Giyuu se apartó con brusquedad, había dejado manchas de sangre en las zonas del haori de Sabito donde había apoyado la cabeza. Ni siquiera se había dado cuenta de que estaba sangrando.

Se llevó las manos a la herida, le cubría por completo el lado izquierdo de la frente y le llegaba hasta el cuero cabelludo.

Sabito le agarró de la mano y lo arrastró por la colina hasta el bosque de glicinas. Para cuando llegaron Giyuu ya era consciente de lo mucho que le dolía todo el cuerpo, en especial la cabeza y solo le apetecía cerrar los ojos y dormir. Y se acentuó aún más cuando los primeros rayos del Sol rompieron la noche.

Las cinco cabañas que había de cuidados médicos estaban atestadas de gente, igual que los tres puestos que daban productos sanitarios.

No era normal que aquello sucediese, por lo general los principiantes solían morían cuando no podían competir con la fuerza de un demonio, ni siquiera les daba tiempo a escapar cuando comenzaban a ser heridos. Habrían muerto si Sabito no hubiese ido en su ayuda. Recordaba sobretodo de aquella noche el desgarrador grito de una chica a la que un demonio había llegado a arrancarle el brazo. Le estaba retorciendo el otro e iba a arrancárselo cuando Sabito había llegado para salvarla.

—Quédate aquí, enseguida vuelvo. — dijo dejándolo bajo un viejo y gran árbol de glicina.

Se sentó en el suelo con la espalda apoyada contra el tronco y cerró los ojos.

Un horrible picor y ardor en la herida estuvo a punto de hacer que los volviese a abrir cuando escuchó la voz de Sabito:

— Ahora no abras los ojos.

No había pasado demasiado tiempo, ni siquiera le había dado tiempo a quedarse dormido, solo a dormitar contra el árbol.

Sabito le desinfectó la herida con cuidado y se la vendó. Después de eso no tardó mucho en quedarse dormido.

Cuando se despertó ya estaba atardeciendo. Estaba acostado, pero todavía se encontraba bajo la sombra del viejo árbol de glicinas.

Buscó a Sabito con la mirada y lo encontró a unos metros de él comiendo unos onigiris. Por las marcadas ojeras que presentaba estaba seguro de que no había dormido nada.

— Por fin estás despierto ¿Cómo te encuentras?

— Estoy bien. — dijo a pesar de que todavía le dolía la herida de la cabeza y tenía agujetas por todo el cuerpo.

Sabito le tendió la bandeja de onigiris junto a un cuenco que lleno con agua de un botijo.

— Iré a buscar más. — le dijo.

Lo vio levantarse e ir hacia uno de los puestos donde repartían comida, por donde pasaba los demás se paraban y lo saludaban, le daban palmadas en la espalda y le chocaban las manos.

Incluso las pocas personas que había en la cola del puesto, se apartaron para dejarlo pasar. Así debía de haber conseguido ayer los productos sanitarios tan rápido.

Sabito volvió con otra bandeja de onigiris.

— Saldré esta noche a matar al resto de demonios que queden…

— Iré contigo. — dijo con seguridad.

Sabito lo miró con intensidad.

— Iré, aunque no te parezca bien.

— Lo sé, eres más terco que yo, lo cuál debería ser un mérito. No deberían quedar muchos. He avisado ya al resto de compañeros de que me encargaría de todo por lo que se mantengan lo más cerca posible del bosque de glicinas. Por el momento los heridos sobrevivirán y a los que he preguntado no echan en falta a nadie.

— Será la primera selección final en la que todos sobrevivan. — dijo con una sonrisa que logró contagiarle a Sabito.

— Eso espero. Ahora come, que en nada tendremos que salir y aún tengo que cambiarte los vendajes.

Salieron al anochecer, esta vez Sabito se cubrió la cara con la máscara que Urokodaki le había dado y por primera vez dejó que Giyuu marcase el ritmo del camino.

Se encontraron con cinco demonios de los que Giyuu se encargó. Aquellos fueron los últimos. No encontraron ninguno más en todo el campo por mucho que lo recorrieron hasta el amanecer.