Los Dioses del Amor
Jardines del Placer
La primera dama de Werdecraft, Sieglinde, era una mujer Dunkelferger ejemplar. Excelente estratega, con la cabeza tan fría, que equilibraba a la perfección su sangre caliente y tan protectora de sus hijos y su ducado cómo él mismo.
Su matrimonio había sido más político que por amor y aún así, Bluanfah había bailado para ambos entre los fuegos de Brenwarme, trayéndoles a Lestilaut y Hannelore cómo recompensa. Ningún hombre era más afortunado o más feliz con su diosa de la luz como él… o eso había pensado hasta esa conferencia Archiducal.
–¿Entonces es verdad?
–Solo míralos, entraron tomados de la mano.
A pesar de no distinguir a las personas cuchicheando, Werdecraft también había notado como la joven Aub Alexadria y su consorte iban tomados de las manos a todas partes, la forma en que él le besaba la mano antes de soltarla para tomar su propio camino o los abrazos afectuosos en que la recién casada envolvía a su Dios Oscuro cuando se volvían a encontrar, cómo si hubieran pasado años desde que lo volviera a ver.
Aquel rumor de que ella le había ordenado compartir la alcoba todos los días debía ser cierta entonces.
Por supuesto, él no era el único que lo había escuchado, su esposa estaba incluso interesada en averiguar la razón, de modo que había organizado una fiesta de té con Aub Rozemyne y las primeras damas de otros ducados a la que siguió otra fiesta de té.
Esa noche, su esposa le habló sobre un nuevo proyecto para el cual necesitaba no solo su aprobación sino también su colaboración.
Los jardines de Besuchgweg parecían un proyecto complicado pero redituable. Había muchos tipos de comercio incluidos, aunque lo que más llamó su atención fueron los templos.
Un templo dedicado a Kuntzeal, más propio de Klassenberg que de Dunkelferg y un templo para Beismachart y Brenwarme.
–La antigua Santa mencionó los peligros de limpiar el templo y no tener un lugar adecuado para las ofrendas florales –le había explicado Sieglinde sin retirar sus ojos de un par de hojas de papel blanco en tanto escribía en otras.
Werdecraft la abrazó para poder leer sobre su hombro, sintiendo los colores subirse a la cara luego de un momento.
–¿De dónde has sacado esto, mi diosa de la luz?
–Aub Alexandria tiene ideas… interesantes. Hará un manual en las artes de Beismachart y Brenwarme que podrán ser impresas y distribuidas en los jardines, claro que, su amor a los libros no tiene límites.
–¿Un manual? ¿Imprenta?
–Sugirió que consigamos escritores capaces de hacer historias como está… maquillada a nuestro propio gusto.
Werdecraft miró ahora lo que escribía su esposa. De pronto había un jugador de ditter de cuerpo musculoso y apasionados ojos rojos en la nueva versión. Por un momento pensó que era él, al menos, hasta que Sieglinde comenzó a transcribir la parte más escandalosa con algunos eufemismos, bastante poesía y… no entendía porque si la compañera de este jugador ya estaba desnuda, él se conformaba solo con tocar y besar sin cargar con fuerza contra el cáliz.
–¿Qué escribes, querida?
–Espere a Lady Rozemyne en el pasillo luego de leer esto –comento señalando el escrito original–, sugirió que pusiera mis propias "fantasias" si pensaba ser escritora de… ¿Cómo lo llamó? Ero algo.
–¿Fantasías?
–Cosas que me gustaría sucedieran para encender los fuegos de Brenwarme. Incluso un buen ditter necesita de algunos preparativos previos, ¿O me equivoco?
Aub Dunkelferger se alejó un momento, considerando lo que había mencionado su esposa. Él siempre disfrutaba de un buen ditter, ya fuera en el campo o en la alcoba, pero… ¿Qué clase de preparativos se requerían en realidad para un ditter por Beismachart? ¿No era suficiente con beber una poción y besarse mientras se desnudaban?
Esa noche, muerto de curiosidad, Werdecraft ingresó a la habitación de su esposa para tomar el texto y leerlo en su totalidad, llevándose una sorpresa.
No solo debía preparar el terreno para reclamar el tesoro, además de eso, debía tomarse su tiempo para preparar al tesoro mismo… ¿y eso de acariciar la flor y el jardín con su lengua seria cómo sembrar algunas trampas?
No podía negar que disfrutaba inmensamente cuando Sieglinde usaba su boca para pulir su espada, solo no imaginaba que ella deseara algo similar… ¿Y que era eso de ser montado? Él no era una bestia alta… claro que… no tendría nada de malo ser su montura si la espada igual acabaría dentro del cáliz.
Cuando el Aub regresó a su propia habitación, tenía mucho en que pensar. Había leído ambos escritos y lo único que en verdad se repetía era esa extraña posición con la mujer arriba. Sonrió por un momento al recordar que había escuchado por accidente a dos de los asistentes de Alexandria comentando sobre lo poco que iba a durar el lecho de la Aub si ella y su consorte seguían recibiendo el invierno tan seguido. Tal vez debería probar las ideas de Sieglinde y de la pequeña Aub, quien sabe, tal vez hasta debería involucrarse más en esto del jardín para viajeros y la imprenta de manuales e historias de alcoba.
Werdecraft sonrió antes de meterse en su cama esa noche. Iba a darle una verdadera sorpresa a su esposa la tarde siguiente. ¿Por qué no?
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Justus no podía parar de releer y admirar la obra final creada entre el matrimonio de fanáticos y sus señores.
Se sentía honrado, además, de fingir de enlace entre el Giebe de la renombrada playa de Ibiza y su maestra.
En apenas unos meses los edificios del jardín habían sido levantados, amueblados y decorados. Las tiendas con los nuevos tipos de ropa de nado habían atraído un par de talleres de costura y plebeyos del gremio de la tela. Un restaurante de pescados y mariscos además de un restaurante de postres que funcionaba como un enorme salón de té con salas más pequeñas también estaban abiertas ya al público, por supuesto, el señor Benno no había tardado nada en enviar a su gente para capacitar al personal de la imprenta y la librería.
Ibiza era un poblado colorido y alegre. Trovadores tocaban su música en la playa y en algunas esquinas. Un nuevo negocio de paseos en bote estaba haciendo una pequeña fortuna con los plebeyos que llegaban solo para divertirse y el Templo de Kuntzeal estaba casi terminado de organizar. Una "cartelera" o listado con diferentes eventos agendados colgaba a ambos lados de la entrada. Justus no sabía cómo se las habían ingeniado su Lady y Lord Raymond para crear largas lámparas de piedra que eran encendidas en luces de colores por jóvenes con el devorador, principales responsables de que el poblado, que parecía más una ciudad pequeña, estuviera siempre iluminada con diversos colores. Era como si la noche fuera incapaz de llegar.
Ese día, por otro lado, Justus estaba ahí para verificar que los manuales estuvieran siendo bien estudiados y algunas nuevas historias surgieran para el Templo de Beismachart y Brenwarme.
¿Qué debería probar?
–Lord Justus, bienvenido –le saludó uno de los hijos de Giebe Ibiza–. ¿Qué le ha parecido su recorrido hasta ahora?
–Ha sido muy interesante, nuestra Aub estará muy complacida con todo esto.
–Me alegra escucharlo. ¿Sabe cuánto tiempo más nos estará prestando a los chefs especialistas?
–Hasta el invierno, me parece. ¿Cómo va el templo de los dos dioses?
Una sonrisa cómplice apareció en el rostro de su anfitrión, quien solo señaló con la barbilla.
–Tiene que probarlo en persona, Lord Justus. Permítame ser quien lo guíe.
Los dos hombres caminaron por la ciudad costera en silencio. El camino al Templo no era difícil ni estaba demasiado oculto, pero las calles lucían un poco menos vistosas que el resto, tampoco había letreros brillantes ni luminosos y cuando ambos se detuvieron, el Templo se veía, de hecho, como un templo normal, tan blanco como aquel en que Aub Alexandria oficina los rituales para los plebeyos. ¿La única diferencia visible?
La entrada estaba atiborrada de flores. No solo dos largos camellones verdes con flores de varios colores servían como corredor de bienvenida, incluso la puerta y los muros parecían tener flores esculpidas en la madera y el mármol blanco. Un toque elegante, debía admitir.
Un par de sacerdotes grises se encontraban de pie en la entrada con rostros sonrientes, haciendo dudar a Justus de que hubieran llegado al lugar correcto.
–¿Seguro que es aquí?
Su guía asintió justo antes de saludar con amabilidad al par de centinelas que les abrieron las puertas al cielo… en más de un sentido.
Justus no tenía idea de cómo se las había ingeniado su Aub para que los muros internos tuvieran la apariencia algodonosa e irregular de las nubes en el cielo. Que una parte estuviera teñida con diferentes tonos de azul cercano al color de cabello de Lord Ferdinand tampoco ayudaba mucho con eso.
–Lord Justus, lo dejo en buenas manos ahora, solo siga las indicaciones de Azucena y estará bien.
El hijo de Giebe Ibiza le presentó a una bella pelirroja de ojos verdes con el cabello atado en una cola alta de lado y algunos cadejos escapando de ahí. En lugar de una túnica gris o azul, la joven portaba un vestido ligero en color blanco que dejaba parte de sus piernas, sus brazos desde el codo y el escote al descubierto.
–¿En qué forma podemos servirle en el Templo, mi Lord? –pregunto la joven, saltando se de inmediato cualquier formalidad en tanto hacia una ligera reverencia con las manos entrelazadas frente a ella.
–Vengo a verificar que "El buen libro" se esté utilizando como es debido.
–Por supuesto mi Lord. ¿Desea hacer sus comprobaciones con un hombre o con una mujer?
Justus la observó anonadado por un par de segundos. Estaba seguro de haber estudiado el manual varias veces y en cada ocasión, las figuras pertenecían a un hombre y una mujer, nunca a dos hombres juntos.
–Solo por curiosidad, ¿porqué me ofreces hombres también?
La pelirroja sonrió, acercándose un paso a Justus antes de señalar un par de pasillos.
–Algunos Lores encuentran más placer en tomar ofrenda de otros hombres, ya sea jóvenes o musculosos… algunos disfrutan ser la ofrenda. Nuestras flores no han tardado mucho en hacer las adaptaciones necesarias a cada una de las páginas de El Buen Libro dedicadas al placer. Entonces, mi Lord, ¿qué tipo de flor será aquella que satisfaga su apetito y sirva para ofrendar mana a los dioses del amor y la pasión?
Justus sonrió. Si bien este era un tipo de información que desconocía, en verdad quería poner un par de cosas a prueba con una linda joven.
–Una chica, por favor.
–Con gusto, mi Lord. Sígame entonces por este pasillo, podrá escoger la flor que quiera de nuestro jardín de deseos. Le recuerdo que nuestras flores deben comer y vestirse, así que su donación al templo debería ser al menos de una plata mediana o dos para un servicio de media campanada.
El pasillo estaba bien iluminado. Algunas de las imágenes del manual adornaban los muros a color y con detalles, sonrojando un poco a Justus. No mucho después llegaron a una pequeña sala con sillones diversos. Las jóvenes que estaban ahí sentadas no tardaron en ponerse de pie y formarse en fila para que Justus pudiera verlas bien.
Había al menos diez chicas de diferentes estaturas y diversos grados de voluptuosidad, rondando entre los quince y los treinta y tantos. Todas con flores adornando sus cabellos. Todas portando vestidos rojos que dejaban el frente de sus piernas al descubierto desde mitad del muslo y los brazos desnudos, ya que sus ropas no contaban con mangas. Todas iban descalzas sobre el piso alfombrado, con las uñas de sus manos y sus pies teñidas de carmín.
–Dígame, Lady Azucena, ¿es posible tomar dos flores?
–Lo es, mi Lord, ya sea que desee que se turnen o bien que ambas lo complazcan a la vez, el costo de su donación asciende entonces a un oro pequeño por media campanada.
Justus sonrió, mirando con ojo crítico antes de señalar a la más joven y a la más grande del grupo.
–Donaré un oro grande en ese caso, Lady Azucena.
–Como desee. Los guiaré a su habitación entonces.
Las dos flores caminaron hacia Justus soltando algunas risillas en el camino. En verdad se sentía curioso ahora, menos mal que había decidido llevarse un par de pociones para recobrar la fortaleza física, todo indicaba que las iba a necesitar.
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–¿Brunildhe, has visto a…? Oh, Florencia, te he estado buscando.
Brunildhe se llevó su taza de té a la boca, observando mientras Florencia le sonreía a Silvester, dejando su taza en el plato.
–¿Necesitabas algo, querido?
–Si, yo, ahm… –el hombre de cabello índigo parecía nervioso, mirando de una a otra antes de observar a su alrededor–. ¿Dónde están los niños?
–Las niñeras acaban de venir por ellos, mi Lord –respondió Brunildhe depositando su taza sin dejar de observar la escena.
Florencia sonrió levemente entonces sin dejar de ver a su esposo. Silvester se frotaba las manos con inseguridad, acercándose a la mesa y haciendo una señal a uno de los asistentes para que le acercarán una silla y le sirvieran té.
Las dos mujeres lo observaron devorar un par de galletas de mantequilla y bajarse todo con el té de rosas que habían estado bebiendo.
Silvester tomó aire de forma dramática. Florencia cubrió su boca con los dedos y Brunildhe cruzó sus brazos sobre su regazo entre divertida y fastidiada. ¿Por qué todo con él tenía que ser un espectáculo?
–Recibí algunos pedidos extraoficiales para papel de imprenta de Drewanchel, Klassenberg, Dunkelferger, Freblentag, Immerdick y Hauchletze. No sé de dónde vamos a sacar suficiente papel para atender todas las órdenes. ¡Es una locura!
Brunildhe respiró hondo antes de mirar a Florencia. Comprendía que la primera dama hubiera evitado asociarse con los otros ducados para la creación de las imprentas "clandestinas" y los manuales amatorios para no causarle problemas a Lady Rozemyne con Lord Ferdinand… pero seguía pensando que había sido una pésima idea abstenerse de entrar a la reunión. La información a tiempo habría Sido esencial para crear un plan que los tuviera preparados para enfrentarse a tan alta demanda de papel.
–Bueno, quizás pudiéramos hablar con ellos y, no sé –respondió Florencia–, cerrar un trato solo con dos o tres de ellos.
Brunildhe arrugó el ceño, llevando su taza de té a sus labios para disimular un poco justo antes de respirar, bajar su taza y carraspear.
–Si Aub y la primera dama me permiten, ¿no deberíamos programar una reunión con Aub Alexandria para ponderar la posibilidad de compartir el gremio del papel con otros ducados que tengan extensas zonas boscosas?
La pareja en cuestión la miraba ahora con los ojos abiertos. Tal vez ellos debían ver por Erenfhest, pero ella se había agregado a la familia por el bienestar de su Lady, aún si está gobernaba un ducado diferente.
–¿Compartir el gremio? –pregunto Silvester escandalizado.
–¡Por supuesto! Si la demanda nos está superando, lo mejor sería pensar en compartir esta tecnología con otros ducados. Siempre podemos pedirles que firmen un contrato nivel país para que se nos dé un porcentaje por el uso de la tecnología desarrollada en Erenfhest. Dudo que Zent se niegue si la misma Aub Alexadria le pide que haga los contratos.
Ambos la miraban ahora como si fueran niños prebautismales a los que se les solicita que hagan todas las cuentas de un Giebe usando una calculadora.
Brunildhe tomó un sorbo más a su té, dejando la taza vacía en la mesa antes de juntar sus manos, colocar los codos sobre la mesa y descansar su barbilla en sus dedos.
Si Lady Rozemyne quería que se difundieran libros sobre las artes de Brenwarme y Beismachart, este par de idiotas no iban a ser quienes la detuvieran.
–La demanda de papel se ha disparado. Si subimos el precio o desdeñamos a varios ducados, es seguro que recibiremos alguna queja por parte de Alexandria. Lady Charlotte y Lord Melchior seguro opinaran igual que yo en esto mi Lord, mi Lady. Es momento de compartir un poco de la industria del papel para no desestabilizar los precios de producción ni los precios de los libros. ¿No están de acuerdo?
–¿Qué deberíamos hacer entonces con las peticiones actuales? –pregunto Silvester con un alivio notorio y casi la mitad del cuerpo estirado sobre la mesa.
–Aub, mi recomendación es que verifique cuánto papel puede exportarse en este momento y se divida entre la cantidad de ducados solicitantes y se les recuerde que deben hacer sus peticiones durante la conferencia Archiducal. Luego de esto, sería prudente ponerse en contacto con Aub Alexandria y con los ducados seleccionados lo antes posible. Erenfhest puede fungir incluso como distribuidor. Las órdenes de otros pedidos pueden ser tomadas por nosotros y luego desde aquí organizar que ducado papelero surtirá las solicitudes de cuál de los otros ducados.
Silvester comenzó a asentir en ese momento, sus ojos se veían chispeantes mientras se ponía de pie para alcanzar a tomarle la mano para besarsela.
–Te lo agradezco muchísimo, Brunildhe, eso haré.
Silvester corrió después donde Florencia, besándole ambas manos y sonriéndole antes de irse casi corriendo y sin decir nada más.
–¿Estás segura de que fue una buena recomendación? –preguntó Florencia un poco desconcertada.
–Tan segura como que pudimos haber aprovechado más el incremento de pedidos si hubieras asistido a esa fiesta de té organizada por Lady Sieglinde.
Lady Florencia pareció considerarlo un momento antes de mirarla con un enorme sonrojo.
–Mi hermano me envió una carta hace tiempo comentándome de la remodelación que tuvieron que hacer en una de las tierras de los Giebes por petición de la hermana de Silvester… yo no pensé que tantos ducados fueran a arriesgarse con esta idea tan… desvergonzada y extraña de hacer un manual y más aún.
Alguien se encargó de rellenar las tazas de té. Brunildhe le ofreció un aparato antiescucha a Florencia y está lo aceptó. En ese momento se permitió sonreír de verdad.
–Mi Lady, usted es la madre adoptiva de Aub Alexandria, ya debería haber comprendido que sin importar cuan extrañas parezcan sus ideas, todas ellas tienen un enorme potencial y conllevan a grandes ganancias.
Brunildhe tomó un sorbo a su té. Era una variedad con leche y esferas de sabor frutal que provenía de Alexandria. Sonrió aún más ante la confusión y el ligero malestar que ser negligente había causado en la otra mujer.
–Mi Lady, si me permite. Ya que su hermano tiene acceso a la última idea revolucionaria de Lady Rozemyne, ¿le importaría solicitarle algunos de los libros que vayan a crear en la nueva imprenta. Me gustaría estar segura de que las innovaciones de Alexandria lleguen incluso para nosotras dos. Lo haría yo misma, pero carezco de algún parentesco que me sea de utilidad en esta nueva empresa.
Florencia pareció titubear un momento antes de aceptar, prometiendo pedir los ejemplares y compartírselos.
Brunildhe sonrió. Se había sentido intrigada desde que Florencia le comentará sobre esa fiesta de té dos temporadas atrás. No solo apoyaría a Lady Rozemyne a inundar Yurgesmich con libros, también abrazaría cualquier idea que pudiera mejorar su vida de cualquier forma posible.
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–¿Estás segura de esto, Philline?
Philline se paró de la mesa, rodeandola para besar la mejilla de Damuel y sonreírle.
–¡Por supuesto! Tengo curiosidad por conocer la playa y los cambios de los que tantos susurros he escuchado en los pasillos de la biblioteca.
Su marido se rascó la mejilla pensativo, recargándose en la silla y cruzándose de brazos con el rostro conflictuado.
–No lo sé. Lord Justus no me parece una persona tan… confiable cuando no se trata de nuestros Aubs.
Se cubrió el rostro antes de soltar una risilla, levantando los platos del desayuno y colocándolos en la mesita de servicio para que sus asistentes los llevarán a lavar cuando llegaran.
–No veo cuál es el problema de tomarnos unos días durante la conferencia Archiducal para ir a divertirnos. Lord Justus parecía convencido de que deberíamos ir en cuanto terminara la socialización de invierno.
–Sigue sin convencerme, Philline, pero si es lo que deseas, veré la manera de informarme un poco al respecto. No sé porque, pero presiento que Lord Justus nos está utilizando como sujetos de experimentación.
La joven volvió a reírse, recordando como había comentado con Clarissa que era extraño vivir tan cerca del mar y no conocerlo para recibir de inmediato la recomendación de tomarse una pequeña licencia para visitar Ibiza. Clarissa no solo le había dicho que sería una gran idea, también había comentado que ella y Harmut pensaban buscar un momento adecuado para ir a divertirse un par de días a los Templos y a la playa.
Su curiosidad había sido enorme, más aún al recibir los libros nuevos y encontrarse con uno envuelto en tela y rotulado cómo "Para el archivo personal de Lady Rozemyne" sin su gemelo para la biblioteca central.
Justus no la había dejado verlo. Luego de hacerle las pruebas de veneno y comentar que el trabajo en Ibiza era exquisito, se lo había llevado de inmediato para presentarlo a Aub Rozemyne antes de que estuviera demasiado ocupada con la socialización. Cosa extraña, el libro no solo no había sido devuelto, la misma Lady Rozemyne confesó que se lo había obsequiado a Lady Leonore y que había ordenado a Justus comprar otro para reponer el obsequiado. Philline se había sentido decepcionada. Era el único libro nuevo que no había podido revisar.
Los días pasaron.
La socialización de invierno dio por terminada. Los Aubs fueron y volvieron de la Academia Real para la Ceremonia de Graduación, la de Reconocimiento y el Torneo Interducados. Fue después de eso que Aub Rozemyne dejó de asistir a la biblioteca y a la oficina. Pocos sabían que estaba sucediendo y estos habían firmado un contrato de mordaza para que la información no saliera del castillo. En cuanto a Philline, ella ya había preparado a tres bibliotecaria nobles y dos bibliotecarios plebeyos para atender la biblioteca central y la sala de lecturas privada en su ausencia.
–No ha salido de su habitación, debe estar muy enferma está vez –le comentó Damuel a Philline esa noche.
–¿Tú no firmaste un contrato mágico?
El castaño negó con la cabeza. Se notaba preocupado.
–Aub Ferdinand dijo que no era necesario que yo firmara. De hecho, dijo que había escuchado que tú y yo queríamos tomarnos unos días para salir de viaje. Tenemos las próximas dos semanas para hacer lo que queramos.
Eso era poco común.
Philline no podía sacarse de la memoria al exigente maestro que la había entrenado en el templo de Erenfhest para mantener las cosas en orden y las cuentas al día. En aquel entonces Lord Ferdinand había sido en extremo exigente, no toleraba ningún tipo de faltas y rara vez dejaba que los trabajadores que valían la pena se tomarán más de un día de descanso por temporada, de hecho, ella había considerado pedir el permiso de manera directa a Aub Rozemyne cuando visitará la biblioteca, después de todo, ella siempre se había mostrado más inclinada a dar cualquier tipo de recompensas a todo el que trabajará de manera adecuada y estaba a favor de tomarse un buen descanso cuando fuera necesario.
–Damuel –murmuró Philline aún sabiendo que estaban solos en casa–, vamos a tomar esos días y no hagas preguntas. Lo que sea que esté afectando a nuestra Lady, Aub Ferdinand hará hasta lo imposible por asegurarse de que ella esté bien.
Su marido suspiró resignado. Era de esperar, después de todo y por lo que sabía, él había sido el caballero escolta de su Aub desde antes de que fuera bautizada.
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Mientras algunos artesanos del gremio del papel de Alexandria y Erenfhest habían sido diseminados por otros tres ducados medios y pequeños con zonas boscosas, Lady Sieglinde había encontrado una verdadera fuente de inspiración en su alcoba luego de que llegara el manual que se usaría en su imprenta dado que Werdecraft se había mostrado más que interesado en estudiarlo a su lado e incluso hacer algunas visitas periódicas con ella al nuevo jardín para viajeros que se había instalado en su ducado y a los templos mismos, encontrando así una nueva afición cómo escritora de Beismachart bajo el pseudónimo de Lirio rojo.
Por su parte, Brunildhe estaba al frente de todas las negociaciones y organización del gremio del papel en Erenfhest junto con Silvester, obteniendo ganancias y un respiro al problema que había resultado de las súbitas peticiones de papel de tantos ducados.
En cuanto a Damuel y Philline, el caballero y la bibliotecaria se habían sentido maravillados y curiosos apenas llegar a Ibiza.
Las luces, los edificios, los aromas, la música, el mar y los cómodos trajes de nado que habían usado los primeros días para divertirse chapoteando en el agua junto a algunas parejas y varias familias de nobles y plebeyos por igual. Incluso habían tomado un recorrido por mar a la luz de la Luna y disfrutado los platillos del restaurante de mariscos y el salón de té. Era como si ninguno hubiera dejado atrás el castillo.
El templo de viajeros en que se habían registrado era cómodo. Sus habitaciones resultaban confortables y espaciosas, con una hermosa vista al mar, incluso tenía una de esas "piscinas" que había inventado Aub Rozemyne en el verano, de modo que ambos habían podido relajarse jugando en el agua sin tanta gente alrededor, ya que a este templo solo los nobles tenían acceso. Para los plebeyos y comerciantes foráneos había otros edificios instalados que no requerían demasiado mana para las amenidades.
El último día de su estancia se toparon con Justus.
–Lord Damuel, Lady Philline, pensé que habrían vuelto a su casa para este momento –menciono el asistente de mayor edad, peinando su melena gris sin dejar de sonreírles.
–En realidad volvemos mañana –comento Philline con una enorme sonrisa.
–¿Y han disfrutado su estancia?
–Mucho, Lord Justus –respondió Damuel esta vez–, incluso me siento avergonzado de haber sudado de su recomendación.
Los ojos del peligris brillaron por un momento mientras una sonrisa divertida se asomaba en su rostro, preocupando a Philline por un momento.
–Imagino que han visitado incluso el Templo a Beismachart y Brenwarme.
Eso la desconcertó. ¿Había un templo para ellos? ¿Desde cuándo?
–¡Lord Justus! –se quejó Damuel sin darle tiempo a opinar–, no creo que debiera llevar a mi esposa a un lugar como ese. Solo por el nombre, puedo imaginar que ahí es a dónde se buscan ahora las ofrendas de flores.
Los colores se le subieron al rostro. Alguna vez alguien le había preguntado si ella hacia ofrendas de flores en el templo y luego le había explicado de que se trataban estas ofrendas. Si bien el comentario había sido una forma de burlarse de ella por parte de otro estudiante de la Academia Real por trabajar en el Templo, en este momento le resultaba una información de lo más útil. Habría odiado sentirse fuera de la conversación y preguntar a los dos hombres sobre dichas ofrendas. En su lugar, miró a Justus con una enorme sonrisa social sin soltarse del brazo de su esposo.
–Lord Justus, ¿pretende acaso que mi dios oscuro tome una diosa del agua por una campanada o dos? ¿no cree que ese tipo de sugerencias se hacen lejos de la vista de la diosa de la luz?
Lord Justus la miró divertido, su sonrisa abierta demostraba cuan poco importante resultaba su comentario para él. Y de todos modos, el asistente no tardó en responderle.
–No los invito para que tomen ofrendas de flores… que estoy seguro podrían compartir una o dos sin problemas, sino para que sean instruidos.
–¿Instruidos? –preguntaron ambos.
El hombre de cabellos grises procedió entonces a explicarles sobre "El buen libro", su uso en la alcoba de los Aubs y cómo podrían obtenerlo en el templo.
–Lamentablemente, Aub Rozemyne se encuentra indispuesta y de momento no puede aprobar la venta del buen libro en la librería local, aunque si les recomendaría que después de comprarlo, se lleven también uno o dos tomos de los libros escritos por Lirio Rojo en la librería, estoy seguro de que me lo van a agradecer más tarde.
–Lo tomaremos en cuenta, Lord Justus –dijo Damuel antes de comenzar a avanzar.
Philline estaba curiosa, así que convenció a Damuel de buscar uno de los libros recomendados de la librería y hojearlo en la playa. Sería su último día y en verdad quería tomar una comida en una de esas toallas para arena, resguardada bajó un brillante parasol blanco o dorado.
Así lo hicieron.
Conforme ambos leían el libro comiendo algunas empanadas de pescado y wraps de verduras de invierno, Philline sentía que los colores se le subían al rostro. No podía parar de leer aún si deseaba ocultarse y cerrar el libro indecente en qué dos estudiantes de sexto año se refugiaban en alguna parte de los campos de ditter de la Academia Real para recibir el invierno de un modo tan apasionado, que por el rabillo del ojo había notado a su esposo sonrojado e incómodo sin poder detenerse de leer.
Cuando terminaron de leer el libro los dos tenían la respiración acelerada y parecía que hubieran tomado demasiados sol.
–Damuel, ¿qué tan malo sería darle un pequeño vistazo a ese… buen libro, del que habló Lord Justus?
Lo notó tragando con dificultad, tomando el libro de entre sus manos para guardarlo en la cesta tejida en que les habían vendido la comida y la manta para arena más temprano.
–Creo que deberíamos ir a conseguir uno y llevarlo a casa… solo para dar un vistazo en un lugar… menos público.
No pudo evitar besarlo bajo la sombra del parasol. Deseaba ser tratada por él como la heroína de la historia. No es que Damuel no fuera cariñoso y agradecido con ella, hacia al menos dos temporadas que no habían requerido una poción de sincronización para mantener su mana del mismo color. Damuel la teñía con regularidad para evitar hacer uso de la poción y ella lo disfrutaba… solo no tanto como se describía en la historia.
–¿Podemos devolver el parasol e ir de una vez al Templo?
Damuel asintió, pasándole un poco de mana al ayudarla a pararse, sonriéndole como un niño travieso cuando terminaron de levantar su pequeño campamento de playa.
Devolvieron la cesta y el parasol. Ella se encargó de guardar el libro entre sus ropas antes de devolver todo y luego comenzaron a caminar.
No fue difícil dar con el templo. El vendedor de la librería les dio las indicaciones con gusto luego de que Philline comprara otro libro de Lirio Rojo sin poder suprimir su sonrojo.
El Templo se veía hermoso desde fuera. Los dos grises apostados en la entrada los dirigieron a una puerta lateral, adornada con parejas de dioses que eran rodeados por flores y una mujer en la veintena ataviada con un vestido blanco con los ruedos de la falda y las mangas en rojo los recibió al otro lado.
–Bienvenidos al Templo de Beismachart y Brenwarme. Mi nombre es Orchid. ¿En qué manera podemos serles de utilidad?
Philline observó el decorado de nubes, tentada a tocarlas para verificar si era piedra o nube real, dejando que fuera Damuel quien hablara.
–Lord Justus nos recomendó venir para conocer sobre un libro…
–El buen libro –lo corrigió ella de inmediato.
–Eso –respondió Damuel con un sonrojo notorio en la base de su nuca, la cual se apresuró a tapar con una mano.
Orchid reacomodó su cabello rosa detrás de una oreja, sonriendo a ambos antes de observarlos con cuidado.
–Comprendemos que puede ser un poco… novedoso el contenido del buen libro, es por esto que recomendamos que antes de llevarse un ejemplar, lo examinen en una de nuestras salas para instrucción.
–Disculpe, señorita Orchid –dijo Damuel de nuevo–, ¿qué costo tiene el… buen libro?
–Una plata grande.
–¿Y la recámara para instrucción?
–Un oro pequeño, mi Lord. Ya incluye el libro además de libre acceso a los diagramas de posiciones con detallado y, en caso de desearlo, pueden recibir algunas demostraciones visuales de dos de nuestras flores para al menos dos posiciones.
–¡¿Demostración?! –preguntó Philline sobresaltada, pensando que por muy bien arreglado que se viera, ese templo debía ser un antro de perdición.
–Si, mi Lady. Nuestras flores utilizan un traje especial para asumir dos de las posiciones mientras explican los beneficios y la dificultad de la posición. Es muy útil cuando se desea practicar el giro de Schutzaria de manera exitosa, ya que aún si El Buen Libro tiene explicaciones detalladas sobre el movimiento implicado, puede ser muy educativo tener una demostración.
Philline volteó a ver a Damuel, quien la miraba ahora tan confundido como ella misma.
–¿Cuánto tiempo podemos permanecer en la habitación de instrucción, señorita? –pregunto Damuel sin dejar de mirarla.
–Una campanada, mi Lord. Si el disfrute de ambos es amplio, puede estar seguro de que una parte llegará como bendición a los dioses, quienes a su vez los bendecirán con uniones placenteras y frecuentes.
Ella estaba demasiado nerviosa ahora para objetar nada, al grado de que por poco se pierde los cuadros que mostraban diferentes tipos de besos adornando el pasillo que conducía a diferentes puertas.
Orchid abrió la última de las puertas, entregando una pequeña tarjeta dorada a Damuel antes de entrar para mostrarles la habitación.
–Los discípulos de Brenwarme y Beismachart creemos que nuestros amados dioses nos han diseñado para alcanzar el placer en cualquier locación, de modo que pueden utilizar el lecho, los sillones e incluso la tina doble que se encuentra al fondo para disfrutarse mutuamente. Si requieren de algún tipo de asistencia, solo deben golpear esta piedra de aquí y decirle a la mariposa sus deseos.
El lugar estaba bien iluminado, había un par de espejos cubriendo ambos lados de una esquina además de un librero con cuatro libros y algunos frascos en los estantes. Orchid debió notar cómo Philline estudiaba el contenido, pues no tardó mucho en pararse ahí.
–Este de aquí es El Buen Libro. De momento solo contamos con algunos ejemplares del tomó I, esperamos pronto introducir algunos más. También contamos con novelas de verano, dos escritas por Lirio rojo, una de Chamomille azul y uno de Rocío de estrellas. En cuanto a los frascos, son aceites relajantes y Brenwardisiacos. Sus aromas son estimulantes, pueden frotarlos en la piel para afilar el sentido del tacto e incluso degustarlos poco después. Esperamos que disfruten de su visita.
Philline no sabía dónde esconderse cuando la pelirrosa se despidió y cerró la puerta. Una suerte que Damuel se adelantara en ese momento y tomara el famoso libro, cerrándolo de golpe luego de ver un par de páginas con la cara roja por completo.
–¿Es malo?
Damuel negó antes de jalar el cuello de su ropa como si le costara respirar y se lo tendió.
–Creo que voy a preparar esa tina mientras lo miras por tu cuenta… es… interesante.
Si era sincera, Philline jamás había visto a su esposo tan abochornada antes. Tomó el libro y caminó hacia el sillón donde se sentó a leerlo.
Philline se sorprendió al notar que este libro tenía el mismo tamaño y peso que el misterioso volumen que aún había regalado en lugar de dejar en la biblioteca, luego se sonrojó al ver los diagramas de inicio, dando vuelta con rapidez y encontrándose con la sección de besos, misma que devoró como hacia con todos los libros que había en la biblioteca central de Alexandria.
Estaba por dar vuelta a la página cuando la mano de Damuel la detuvo. En ese momento notó que el hombre estaba de pie detrás del sillón, agachado sobre su hombro y leyendo con la misma avidez.
–¿Te gustaría intentar con esto antes de mirar lo demás?
Su corazón latía muy rápido ahora. ¡Claro que quería probarlos! En especial luego de haber presenciado el exceso de emociones desparramándose por los ojos de Aub Ferdinand cada vez que besaba a Aub Rozemyne en la biblioteca o la impúdica demostración de afecto que había hecho aquel hombre el día del baile inicial para la socialización.
Damuel se arrodilló frente a ella en cuanto el libro quedó relegado en la mesita de al lado, tomando su mano y besándola con dulzura justo antes de tomarle la otra, haciéndola sonreír.
El castaño se sentó a su lado en el cómodo sillón, acomodando sus cabellos antes de besarla en la frente, en las mejillas y frotar la punta de su nariz contra la de ella.
Cuando Damuel besó sus labios estaba demasiado ansiosa. La lengua húmeda de su marido apenas y tocó sus labios cuando ella los abrió, recibiendo su lengua y permitiéndole explorar antes de sentirlo retirarse en tanto la lengua de ella ingresaba en la boca de él. ¡Tantas sensaciones nuevas solo con eso!
Mordió entonces el labio de su esposo, succionando y jalando un poco, escuchándolo soltar un gemido, notando que la vergüenza había desaparecido del todo, dejando en cambio un hambre curiosa y una sensación divertida.
Cuando Damuel la mordió a ella comprendió la razón de sus ruidos.
Se besaron aún más con estos besos nuevos y maravillosos. Las flamas de Brenwarme habían comenzado a lamerla desde su jardín, de modo que comenzó a desvestirse, riéndose cuando rompieron un beso húmedo e intenso y notó que Damuel también había hecho lo posible por desnudarse.
–¿Me permitiría mi diosa de la luz hacerme cargo de sus ropas?
–Lo permito –contesto entre risillas.
Damuel procedió a desvestirla entonces, depositando alguno que otro beso en las zonas de piel desnuda hasta que toda la ropa de ambos terminó en el suelo.
Estaba extasiada. Damuel siempre era dulce cuando trataba con ella, pero era la primera vez que la desvestía de este modo lejos del lecho. Cuando lo vio aún de rodillas, tomándola de las caderas y acercándola al borde, chilló apenada. Damuel la miraba ahora interrogante.
–Pensé que probaríamos los besos.
–Si, pero, yo…
Damuel se enderezó entonces, atrapando sus labios y besándola en los ojos.
–Si te sientes incómoda, no lo haré. Lo prometo.
Lo abrazó. Este hombre era su lugar seguro. Siempre había sido así y ella estaba inmensamente agradecida.
Su dios oscuro se sentó entonces, cargándola antes de tomar el libro mientras ella reía nerviosa.
–Damuel, estoy muy pesada. ¡No deberías obligarme a sentarme encima de ti!
–Pesas lo mismo que un ordonanz, además, es más cómodo examinar el libro que compramos de este modo.
Él le entregó el libro y ella no tardó en encontrar las oraciones a los dioses. Lo sintió besarla entre sus cabellos, antes de recitar las dos oraciones. Ella no tardó en unirse a su voz y rezar también, sintiendo que el calor aumentaba de pronto y que su jardín goteaba de anticipación. Eso nunca antes le había pasado por rezar.
–Philline, querida. ¿Te parece bien si solo miramos las imágenes? Podemos probar la que tú desees sin problema alguno.
Ella volteó, besándolo, sintiendo que Bluanfah bailaba para ella como ocurría con asiduidad. Luego comenzó a hojear el libro, entendiendo a qué se había referido Orchid con aquello de las demostraciones al ver la Forja de Vulcanif y el famoso giro de Schutzaria. No fue sino hasta mirar el abrazo de Efflorelume que señaló con timidez, sintiendo escalofríos por los labios de Damuel haciéndole cosquillas en el hombro.
–¿Dónde te gustaría probarlo, Philline? La bañera es bastante amplia al igual que el lecho.
Lo besó entonces cerrando el libro para ponerlo en la mesita y volteando. Damuel nunca había introducido su espada en ella de ese modo, así que lo guío dentro, suspirando cuando lo sintió más lejos de lo usual dentro de su cáliz.
–¿Podrás llevarme a la bañera de este modo, mi dios oscuro?
–Si eso complace a mi diosa de la luz.
Nunca se le habría ocurrido pedirle aquello si no hubiera visto una imagen de un hombre cargando a una mujer con la espada dentro de ella. Para sus sorpresa y deleite, Damuel no solo se puso en pie con ella en brazos, incluso comenzó a mecerla sin dejar de caminar despacio hasta a tina dónde la besó antes de sostenerla con una sola mano para apoyarse de la pared con la otra e ingresar.
Para cuándo ella y el castaño estuvieron sentados dentro de la tina, él con las piernas cruzadas y ella encima, con las piernas aferradas a su cadera, parte del agua se había desplazado fuera de la bañera, deteniéndose en un tope estratégico para no mojar las alfombras ni el resto de la habitación.
Philline acunó el rostro de Damuel entre sus manos, besándolo a la par que sus tobillos se trabajan uno con otro y él la tomaba de las caderas, pintándola con mana antes de ayudarla a moverse.
Recibir el invierno de este modo era placentero y divertido. El agua creaba olas a su alrededor como si estuvieran en el mar, la temperatura era agradable para su piel y la posición era aún más íntima que cuando ella se acostaba de espaldas para recibirlo en el lecho.
Los dos amantes se besaron con insistencia, pasando pronto a probar la piel del cuello y los hombros del otro, sus manos ocupadas en aferrarse al otro cuerpo sin dejar de imbuirlo de mana con Philline moviendo sus caderas cada vez más rápido y más fuerte, notando que podía moverse de diversos modos.
La joven jamás se había sentido tan extasiada y satisfecha antes.
Cuando su cuerpo no pudo soportar más la estimulación recibida, su cuerpo se tensó alrededor de Damuel, quien la había apretado a su vez con desesperación, moviéndose de pronto para instarla a ir más rápido. Ella nunca había gemido y jadeando tanto en medio del invierno, su cuerpo nunca se había estremecido de un modo tan violento y contundente y nunca, en el tiempo que llevaba viviendo con Damuel en Alexandria, se había sentido tan ebria por realizar las actividades propias de la alcoba.
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Orchid tocó la puerta de la última habitación de instrucción sin obtener respuesta. Estaba apunto de volver a tocar cuando escuchó el que debía ser el nombre del caballero al interior ser gritado con desesperación, seguida de un encantador gemido de éxtasis. Con cuidado, la joven devorador puso un poco de mana en la puerta y un pequeño agujero se formó en ella.
La pareja estaba en la cama. La cabeza del castaño reposando entre las piernas de la rubia que parecía estarse recuperando.
El pequeño agujero se cerró en ese momento, luego de confirmar que no había heridos al interior de la habitación.
Orchid suspiró antes de colocar un poco más de mana, está vez en una piedra pequeña junto a la puerta que pasó de azul a rojo de inmediato.
Cuando la joven devorador volvió a la entrada se encontró con Lord Justus esperando con una sonrisa traviesa.
–¿Y bien? –dijo el hombre sin moverse de su lugar.
–Tenia usted razón, van a necesitar más de una campanada, mi Lord.
Lord Justus sacó un oro grande de algún lugar y se lo entregó a la joven.
–Si preguntan, fue una cortesía de la casa y a mí no me has visto por aquí.
–¿Debe regresar tan pronto, mi Lord?
–Temo que sí, hay demasiado trabajo en la capital. Yo solo vine a verificar cómo marchan las cosas en Ibiza. Por cierto, Orchid, avisa en la imprenta que los eruditos casi han terminado de probar las posiciones del tomo II y del III, apenas pueda vendré a verificar con las flores como va su educación.
Orchid sonrió antes de tomar su falda para mostrar sus rodillas mientras se agachaba, asegurando se de qué su escote se notará por completo.
–Lo estaremos esperando, mi Lord.
Lord Justus abandonó el templo y Orchid sonrió. Era bueno poder trabajar como anfitriona solo por ser una mujer devorador, de hecho, era una suerte que Aub Rozemyne hubiera ideado un modo de dar empleo a todos los devoradores de la zona que habían sido esclavizados por los Giebes y la anterior tercera dama de Arsenbach. Ella nunca más tendría que abrirse de piernas para ningún noble si no lo deseaba y sus compañeros no tendrían que morir en misiones suicidas.
La vida en Alexandria era en verdad pacífica y placentera.
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Notas de la Autora:
Antes que nada, muchas gracias por el apoyo. Sigo con algunas preocupaciones que me están manteniendo fuera de casa, de ahí el retraso con este cap. Aprovecho para avisar que el siguiente pueden esperarlo el otro miércoles, así que no desesperen. Se vienen muchas emociones para todos.
¿Y qué les ha parecido este episodio multipovs? había diferentes solicitudes y no estaba muy segura de cual escoger, así que tomé varios aunque solo uno lo llevé a culminar, creo que Damuel y Philline realmente merecían conocer El Buen Libro, jejejeje. Uno de mis compañeros escritores de La flor del Demonio (A los lectores de esa historia, vamos a hacer un cambio de nombre para formar una serie, el sábado habrá más detalles) me sugirió después una colaboración entre Lirio rojo y mamá Elvira, jejejeje, veré que puedo hacer con eso, la idea me entusiasma.
Y yo sé, con respecto a Justus, hay bastante ship entre él y Grettia, lo he notado, solo sigo debatiéndome entre dejarla con Justus o con Mathias, en cuanto elija a uno de los dos la tendré en cuenta para un SS, lo prometo.
Muchísimas gracias a todos los que tienen esta historia en Follow o Fav, gracias especiales a todos los que me han dejado un review. Gracias especiales a Dy, me había pasado por el arco del triunfo la temporada de matrimonios nobles... dos veces, así que estaré haciendo las correcciones pertinentes con los súbditos de Rozemyne y Ferdinand... esos dos son la excepción a toda regla así que quiero mantener la idea de que se casaron entre el Torneo Interducados y la Conferencia Archiducal para poder llegar como una pareja casada... si así ya vimos como reaccionó Sigiswald entre varios otros... Un saludo a todos y que tengan un excelente ombligo de semana.
SARABA
