Los Dioses del Amor
SS Grettia: Romance
La vida de Grettia había mejorado de manera notable desde que entregará su nombre a Lady Rozemyne.
Al principio, se encontró aliviada de poder vivir sin tener que recibir insultos. A veces recibía miradas lascivas pero no podía hacer nada al respecto, además, las miradas nunca habían durado demasiado no habían sido parte de algo más.
Después de que terminara su quinto año, se había mudado a la recién fundada Alexandría, lo cual era aún mejor. Nadie la veía ahora con sospecha, solo con curiosidad.
Su sexto año sirviendo a Aub Rozemyne había sido bastante tranquilo, teniendo en cuenta que su lady había desaparecido por obra y gracia de los dioses para evitar la desaparición de Lord Ferdinand.
El año siguiente había lamentado mucho no ser ella quien acompañará a su Aub a la Academia Real cómo asistente adulta, pero lo dejó pasar. Lord Ferdinand se había encargado de ponerla bajo las órdenes de Lord Razfam durante ese periodo de tiempo en que su lady estuvo fuera para concluir sus estudios. Debía admitir que fue un alivio. Lord Razfam era amable y gentil. Su voz nunca se levantaba y bajo su guía había aprendido a terminar todos sus deberes con rapidez, elegancia y silencio absolutos.
Después de que su Aub uniera sus estrellas y marchara a la Academia Real de nuevo para la Conferencia de Archiduques, Grettia había asistido cómo una asistente más bajo las órdenes de Lieseleta.
Todo ese tiempo había sido feliz. Salvó por sus compañeras asistentas y su Lady, era raro que viera a alguien más, la única excepción a ello era Matthias.
El caballero de cabellos violeta la escoltaba de vuelta a su casa y de ida al castillo cuando se encontraban en Alexandría. Rara vez conversaban de algo más a parte del clima o algún incidente raro de esos que su señora solía causar y eso estaba bien. Se sentía a salvó con Matthias, quien parecía interesado en proteger a sus compañeros y nada más.
Cuando Lieseleta ató sus estrellas ese verano y quedó embarazada demasiado pronto, Grettia se convirtió en la asistente principal por sugerencia de la propia Lieseleta.
La primera vez había estado bastante nerviosa, en realidad. Lord Justus, que era con quién tendría que trabajar ahora, la había hecho sentirse un poco incómoda la primer semana.
–¡Buenos días, Lady Grettia! Hace un día estupendo hoy, ¿No lo cree? Siento un poco de envidia de no poder esconder mis cabellos grises bajo una de esas cofias que usan ustedes, jejeje… no me mire así, seguro a usted también la han llamado anciana alguna vez por su particular color de cabello.
Ese había sido el monólogo de bienvenida de Justus el primer día. El hombre podía ser tan parlanchín, con esa sonrisa tan rara siempre encima, que le había parecido sospechoso y un poco incómodo al principio.
–Creo que Lord Justus solo quería hacerte sentir a gusto, Lady Grettia –opinó Matthias más tarde esa noche–, no puedes pedirle a un zantze que actúe como un shumil, en especial a uno como ese.
Algunos días después, Grettia se había sentido bastante preocupada al escuchar el escándalo dentro de la habitación de su señora.
No podía escuchar voces, sin embargo, pasos rápidos, chillidos de muebles yendo y viniendo, un golpe, y un mueble siendo arrastrado contra una pared antes de comenzar a golpetear de manera repetida la hicieron considerar salir en busca de Lord Matthias o Lord Cornelius o Lady Angélica o Leonore para que entrarán. Incluso había mirado de manera aprensiva a los cuatro shumils guerreros, apostados a ambos lados de la puerta, preguntándose porque no se habían activado.
Justus debió notar su preocupación porque comenzó a reír por lo bajo de una manera burlona que no le gustó mucho a ella.
–Deje de preocuparse por esos dos, solo se están divirtiendo.
Grettia había mirado a Justus sin comprender y elyse había reído de nuevo antes de señalar su oído.
–¿Ha visto esos extraños y hermosos accesorios que usan a juego, cierto?
Ella asintió.
–Son unos artefactos antiescucha especiales. Si los tienen activados del todo, no podemos escuchar lo que dicen… ni los jadeos y gemidos de placer que deben estar soltando esos dos. Mejor así. Ya me mata de curiosidad saber sobre qué mueble se están revolcando cómo para picarme más la curiosidad con las cosas que se dicen.
Grettia miró de nuevo a la puerta para que no se notará demasiado su sonrojo. Justus por otro lado seguía tratando de contener la risa.
–A Lieseleta y a mí nos fue… bastante mal cuando los Aubs estrenaron ese curioso baño que creó nuestra señora. Estaba preocupado de que alguno resbalara y se rompiera el cuello, así que nos negamos a ponerles la barrera antiruido. No tiene idea de lo desvergonzados que son esos dos al hablar. La pobre Lady Lieseleta, por otro lado, estaba tan roja…
Si él había intentado consolarla o hacerla reír, no le había quedado claro. Lo cierto es que se había sentido un poco incómoda con ello.
–Lord, Justus.
El peligris había volteado a verla con una sonrisa amable está vez. El sonido de la cama rechinando de nuevo como ruido de fondo ahora. Grettia comenzó a mirar a uno de los shumils autómatas.
–No es correcto, hablar de eso, con otros.
–¡Oh! Así que es usted más tímida que Lady Lieseleta.
El hombre soltó una risita cordial, sus hombros se relajaron y en ese momento Grettia se dio cuenta de que solo la estaba poniendo a prueba.
–Debo decir que me sorprendió ver lo eficiente que es como asistente, y tan silenciosa cómo Razfam. No es algo que haya notado en otros asistentes muy seguido. Le ruego que me disculpé si la estuve incómodando con mi plática estos días. Cuando no me respondió el primer día, pensé que le desagradaba.
Decidió ignorar el sonido de los muebles e incluso a los shumils y encarar a su compañero de trabajo.
Los ojos de Lord Justus eran cálidos y amables en realidad. Si bien se notaba que le gustaba torcer las reglas y salirse del camino cada cinco minutos, también se notaba que era alguien responsable.
Tomando sus manos con un dejo de angustia, Grettia decidió sostenerle la mirada a Justus.
–Me disculpo, por el malentendido. No pensé que, al trabajar en los, aposentos de Aub, trabajaría con hombres.
Justus no sé burló de ella ni señaló su dificultad para hablarle, solo le sonrió de manera comprensiva sin soltar la ropa que llevaba colgando de una mano.
–Comprendo, Lady Grettia. Para mí también fue una sorpresa cuando nuestra señora decidió pasar por encima de algunas convencionalidades nobles para tener a mi señor en la situación actual. Dijo que así podía estar pendiente de que Lord Ferdinand descansara el tiempo suficiente, aunque comienzo a pensar que tenía otras intenciones.
Apenas Justus hizo un movimiento de cabeza para señalar los ruidos, haciéndola sonreír un poco de manera cómplice, los ruidos cesaron.
Lord Justus tocó a la puerta después de un par de minutos y la voz de Aub Ferdinand les dio instrucciones de entrar y comenzar a preparar las cosas para arreglarlos. Poco sabía Grettia que así serían muchas de sus mañanas hasta el invierno.
–¿No le había dicho ya que Lord Justus no era una mala persona? –respondió Matthias esa noche al caminar junto a ella–. Es un hombre bastante excéntrico, lo admito, pero no alberga malas intenciones para quienes servimos de corazón a Aub Rozemyne o a su esposo.
Grettia así tío con la cabeza, preguntando a Matthias por su día y siguiendo con una pequeña conversación hasta llegar a su casa.
A medida que los días pasaban, y la estación cambiaba, Grettia tomaba un poco más de confianza en su nuevo puesto.
Aún no podía devolverle las bromas a Justus, pero ya no se asustaba, solo sonreía divertida por las ocurrencias del hombre. También había comenzado a intervenir un poquito más en las conversaciones que tenían el resto de las asistentes durante las horas de comida, cuando no estaba sirviendo a Aub Rozemyne.
Su calma se rompió al llegar mediados de otoño.
–¡Por favor, Lady Grettia! ¡Vaya conmigo!
Ella solo negó con la cabeza, caminando por los pasillos ocultos con un díptico en la mano y algunas cosas que necesitaría para arreglar a Lady Rozemyne esa mañana.
No quería participar del baile que estaba planeando su señora. De hecho, ella se sentiría mejor si pudiera ser parte del personal "tras bambalinas" cómo solía decir su Lady.
–¡Es una pena! –suspiró Justus a su lado–. Nos habríamos visto muy bien en la pista de baile con nuestras cabelleras a juego.
Cuando llegaron a la bifurcación que daba a la sala de música y al despacho, se separaron. Grettia sabía que Lord Justus no volvería a suplicar, el hombre parecía ser experto en reconocer cuando veía una batalla perdida.
–Mi Lady –saludó apenas entrar en la habitación.
Había algunos instrumentos desconocidos y un par de grises que no conocía. Fuera de eso, el resto de los asistentes eran mujeres… todas pertenecían al séquito de su señora.
–Pasa Grettia –indicó su Aún antes de sentarse en un taburete–. Lamento mucho hacerte venir a cambiarme el peinado, pero, tal vez me he movido con demasiado ímpetu.
Algunas risas se dejaron escuchar. Grettia se apresuró a soltar el cabello de su señora, cepillarlo con rapidez y reacomodarlo con algunas trenzas y más horquillas sencillas que mantuvieran todo en su lugar.
Cuando estuvo listo, Aub le solicitó que se quedara también. Una indicación de la mano de Lady Rozemyne y los músicos comenzaron a interpretar de nuevo. Eran piezas de música agradables.
–Bueno, Cornelius, Leonore, ¿podrían llevar los pasos que mostré antes? Me gustaría ver cómo se ve todo en conjunto.
Para Grettia, ver a los danzantes moviéndose al son de la música era hermoso e impactante. Podía sentir sus pómulos calentarse de un modo agradable, desea do ver más cuando las dos piezas terminaron.
–¡Me gusta como se ve! –expreso su Aub–, ¿cómo se sintieron? ¿No fue demasiado difícil?
La pareja de caballeros dio sus puntos de vista. Grettia se encontró a sí misma sonriendo. Soñando despierta con verse tan gracíl cómo Leonore bailando con alguien sin rostro. Arrepintiéndose después.
–Ven tú también, Grettia –la invitó Lady Rozemyne–, prometo que será divertido.
Lord Cornelius se disculpó entonces y salió de la habitación. Lady Leonore y Lady Angélica se pararon al frente y comenzaron a mostrarles como hacer los pasos despacio. Cuando Grettia se dio cuenta, estaba bailando también, siguiendo los pasos al ritmo de la música, sintiéndose un poco torpe y agradeciendo que solo estuvieran ahí su señora y sus compañeras de trabajo.
–¿Te divertiste entonces? –le preguntó Matthias más tarde de camino a casa.
–Mucho. Espero que mi señora no me obligue a participar, de todos modos.
Matthias la miró entonces, podía leer la confusión en su rostro ahora.
–No quisiera bailar frente a todos los nobles de Alexandría. ¿Qué tal que me equivoco? ¿Y si hago que todo el baile se vea mal?
–Imposible –la interrumpió Matthias–, aún si llegarás a equivocarte en algún paso, ¿no dijo nuestra señora que era una actividad para divertirse?
Lo consideró un momento, deteniéndose frente a la puerta de su casa.
–No podría divertirme con tantos ojos encima. No me sentiría a gusto.
–Es una lastima. Iba a pedirte que fueras mi compañera, pero –Matthias vaciló un momento, mira do el suelo y luego mirándola a ella a los ojos–, no me atrevería a forzarte a hacer algo con lo que puedas sentirte incómoda. Supongo que tendré que buscar a otra acompañante.
–Podrías negarte a participar.
–Soy el capitán de la guardia del castillo. Aún Rozemyne fue muy insistente en que quiere que participe.
–Ya veo –dijo la joven con algo de tristeza y alivio a la vez. Al menos a ella no la estaban obligando.
–Que Schlatraum te dé su bendición está noche, Lady Grettia.
–Que Schlatraum te dé tu bendición –respondió ella en su despedida habitual, agitando un poco su mano antes de dar dos pasos dentro y ver a Matthias montar su bestia alta para ir hacia su propia casa.
Así pasó el resto de la temporada.
La mañana del baile, Grettia estaba arreglando a su señora, peinándola y preparándola para que desayunara y terminara sus asuntos, después tendría que arreglarla de nuevo para la ocasión.
–¿Y con quién vas a ir al baile, Grettia?
–¿Milady?
Aub Rozemyne volteó entonces, mirándola con una enorme sonrisa llena de felicidad y los ojos brillantes.
–Llevo bastante tiempo preguntándome con quién irá mi hermosa y dulce Grettia. ¿Quién bailará contigo?
–Mi, mi señora, yo… ahm –quería cubrir sus mejillas para que no se notará su sonrojo. No podía, así que solo evadió la mirada de su señora–, yo pensaba, asistirla cómo siempre, mi señora.
–¡Tonterías! Has trabajado muy duro desde que llegamos a este ducado. Quiero que te diviertas como los demás.
–Se, se lo agradezco, mucho, Milady, pero, y…
–No tienes una pareja para el baile, ¿verdad?
Ella asintió y su señora le mostró una sonrisa aún más brillante.
–¡Déjamelo a mi! Te conseguiré a alguien… por cierto, quise hacerles algunos obsequios a todas, así que le pedí a Tuuri que preparara algunos vestidos para todas desde hace unos meses. Espero que te guste, Grettia.
Su sonrojo ya debía cubrirle toda la cara. No esperaba participar. No esperaba que le consiguieran una pareja y menos aún que su señora le obsequiaría un vestido para la ocasión.
–Gracias, Milady.
–Solo mantente cerca de mí el día de hoy, ¿de acuerdo? Te has esforzado mucho para aprender los pasos de los bailes, odiaría que te perdieras la diversión.
Ella solo asintió y sonrió. No podía negar que la hacía feliz pensar que su señora se preocupaba por ella de ese modo. Solo pudo agradecer que Lieseleta estuviera con la carga de Geduldh o tal vez esto no sería del todo posible.
Al menos, hasta la hora del baile.
Su señora la había emparejado con Lord Justus, que no tenía nada de malo. Un sentimiento de extraña incomodidad se apoderó de ella cuando notó que Matthias había llegado escoltando a Lady Gretchen, una de sus compañeras que era originaria de Arsenbach.
El baile vino y se fue. Ella se había divertido bastante. Si era sincera, había disfrutado mucho el sentirse bonita y respetada. Cuando el baile terminó y los Aubs se fueron, ella se quedó un poco más como el resto del personal.
Estaban en las cocinas un poco después de que todos los invitados se hubieran retirado a sus habitaciones. Era poco usual que todos los que trabajaban en el castillo se reunieran de esta manera. Compartiendo copas de vise sin importar sus rangos.
–Queridos amigos, este ha sido un año sin precedentes para Alexandria –dijo Lord Justus con una enorme sonrisa–. Nuestros Aubs estaban muy complacidos con el desempeño de todos, en especial con quienes participamos de la nueva moda que intenta diseminar nuestra Aub Rozemyne.
–¡Que viva la Santa de Alexandria! –intervino Lord Hartmut con su usual tono energetico–, que sus santas acciones nos sigan llevando por caminos llenos de dicha y luz. Que bajo su guía encontremos el cambio de Frutrane, el calor creciente de Leidenshaft y los frutos de Schutzaria. Que la sabiduría de la diosa encarnada nos siga trayendo muchos momentos de dicha y satisfacción.
A diferencia de otros días, nadie del séquito original de su señora intentó callarlo. Por el contrario, todos levantaron sus copas con sonrisas satisfechas y orgullosas.
–¡Por Alexandria y nuestros Aubs! –dijo está vez Lord Strhal–. ¡Que los dioses nos sigan sonriendo bajo su reinado!
–¡Por Alexandria y nuestros Aubs! –respondieron los demás antes de dar pequeños sorbos al vize y dividirse en grupos para continuar charlando en medio de aquel singular ambiente festivo.
Grettia observaba lo animado del ambiente desde un rincón. Las multitudes le hacían difícil moverse o relacionarse con otros, sin embargo, el ambiente cargado de camaradería y orgullo la hacía sentir segura, tomando pequeños sorbos de alcohol y observando los diferentes vestidos obsequiados por su señora. No había dos vestidos iguales. Cada uno había sido creado con la idea de hacer lucir sus mejores atributos a la portadora en cuestión. Color. Corte. Adornos. Incluso la cantidad de diferentes telas usadas denotaba el esfuerzo que se había puesto en ello.
Grettia suponía que esto era obra también de Lieseleta, con quién Aub Rozemyne debió pasar tiempo considerando cada pequeño detalle de estos regalos.
–Lady Grettia, no debería estar tan sola aquí –dijo Lord Justus acercándose a ella.
–Me gusta mirar. Gracias.
–¿Esta segura de ello No se me olvida que rechazó mi invitación de venir al baile y terminó siendo mi pareja de todos modos.
Estaba segura que al menos sus orejas se habían sonrojado. En verdad quería hacerse más pequeña y desaparecer ahora.
–Yo no… Milady dijo que…
–Jajajajaja, está bien, está bien. No tiene que justificarse, Lady Grettia –comento Lord Justus haciéndola sentir un poco mejor–. No debe tomarse cualquier broma tan a pecho. Por cierto, se ve usted muy hermosa ésta noche. Tengo la impresión de que Efflorelume misma bajó a vestirlas a todas y puso especial entusiasmo en usted.
Mantener sus manos en su caso había sido difícil. Solo pudo desviar la mirada, sintiendo como las comisuras de sus labios se llevaban apenas un poco ante el halago recibido.
–Yo… vaya… es muy amable, Lord Justus.
El hombre sonrió antes de terminar de beber su vaso de vise, dejándolo de forma distraída en alguna superficie cercana, acercándose un poco más a ella, recargando se contra la pared, a su lado.
–Gracias por notarlo, Lord Justus –la corrigió él –. Tiene usted una hermosa figura y una cara bonita, además de ser bastante confiable. Aprenda a aceptar los halagos. Se merece todos y cada uno de los que puedan darle los demás.
Estaba incómoda y feliz. Solo pudo cubrir su boca con el vaso y asentir en silencio, sintiendo que sonreía un poquito más.
Matthias apareció de repente en su campo de visión. Lo notó observarla a ella y luego a Lord Justus. Tuvo que voltear entonces. Lord Justus miraba a Matthias como un zantze mirando un pequeño shumil. Eso era extraño.
–Lady Grettia, se ve muy linda esta noche –comentó el caballero con amabilidad, centrando su atención en ella e ignorando a Justus.
Una mirada a Lord Justus y notó la sonrisa divertida y el ligero asentimiento que le estaba dando.
–Gracias, por notarlo, Lord Matthias.
Su corazón latía más rápido luego de decir aquellas palabras. Podía sentir como sus orejas se sonrojaba de manera furiosa en lugar de sus mejillas y sujetó el vaso más fuerte, como si pudiera salvarla de sentirse tan cohibida ahora.
–Me alegró mucho notar que había cambiado de idea para divertirse en el baile –prosiguió Matthias.
–Aub Rozemyne, insistió en que, asistiera. Estoy muy agradecida.
Matthias le sonrió entonces, mirando de nuevo a Lord Justus con el semblante serio y luego a ella.
–La dejó entonces. Parece estar en buenas manos. Estaré cerca de la puerta por si me necesita, Lady Grettia.
–Muchas gracias, Lord Matthias.
Matthias se fue entonces y Justus siguió conversando con ella, siendo él quien hablara más.
Un poco después el asistente se había disculpado, alegando que tenía que aprovechar para tratar algunos asuntos con la pareja de "fanáticos" cómo llamaba a Lord Hartmut y Lady Clarissa
Grettia le agradeció y luego caminó a la puerta tan rápido como le fue posible, encontrando a Matthias y anunciando le que volvería a casa. El caballero le sonrió, despidiéndose a voz en grito del resto de los caballeros con quienes había estado charlando y escoltándola a casa. Matthias no había hecho reproche o broma en el trayecto. Su conversación había sido amable como siempre, instándola a comentar sobre sus propios pensamientos sobre el baile, dejándola en casa con un agradable sentimiento.
La vida siguió su curso con normalidad. Cuando los Aubs volvieron luego del Torneo Interducados, Grettia se sorprendió bastante de que sus Aubs no hubieran deducido que Lady Rozemyne llevaba la carga de Geduldh… o que Lord Ferdinand se volviera más sobreprotector con su señora. Serían tres largas temporadas en qué apenas se le permitiría entrar a la habitación para llevar y traer comida y libros a su señora.
Grettia sabía que su Aub estaba bien. Aún así, le preocupaba la actitud que Aub Ferdinand había tomado.
–Yo también creo que está bien –le comentó Matthias una de esas noches en que la escoltaba a casa–, de lo contrario, todos los que le dimos nuestro nombre lo habríamos notado de inmediato.
Ella asintió. El vínculo del nombre era una cosa de lo más extraña, si era sincera. Ella había notado una sutil diferencia en su señora desde que llegaran a la Academia Real para las celebraciones de fin de curso. Estaba segura de que la siguiente vez, todos los que habían dado el nombre sabrían que su señora estaba de nuevo con la carga de Geduldh. A juzgar por la falta de ruidos extraños dentro de la habitación, suponía que pasarían varios años antes de que eso se repitiera.
–Matthias. ¿Puedo preguntar porque me sigues escoltando a pesar de que mi turno está terminando mucho antes que el tuyo estos días?
El caballero a su lado pareció trastabillar un momento, forzando una sonrisa antes de reajustar su cabello de forma nerviosa.
–Eres mi compañera. Debo protegerte, ya que eres la única que queda sin estar casada dentro del séquito original.
Le sonaba más a excusa que a explicación. No sabía cómo sentirse al respecto, era como si hubiera caído por alguna extraña razón.
–Ya veo.
Matthias parecía preocupado de pronto, tomándola de la manga de su vestido antes de retirar sus manos, llamando su atención. Grettia podía notar las orejas de su compañero tornarse rojas ahora, descolocándola.
–No es, cómo que fuera a escoltar a las otras. Bueno, nunca escolté a Lieseleta, ¿sabes?
La peligris asintió sin comprender muy bien porque el caballero haría una confesión tan extraña mostrándose apenado.
Grettia tomó aire, deshaciendo un par de pasos para colocar su mano en el hombro del caballero que, con el tiempo, se había vuelto lo más cercano que tenía a un amigo.
Matthias levantó la mirada y Grettia le sonrió.
–Gracias por preocuparte por mí. Es… raro que de pronto tenga personas a mi alrededor preocupadas por como me siento o que esté protegida.
Matthias se recompuso entonces, sonriéndole de vuelta y tomándole la mano, observándola un momento, acariciando un poco el dorso de la misma antes de mirarla de nuevo y soltarla.
–Es un placer y un honor compartir estos momentos contigo, Grettia. Espero que me permitas escoltarte por un tiempo más.
–Solo mientras seas soltero –aclaró ella–, no quisiera causarte problemas, Matthias.
El chico hizo una muñeca de desagrado apenas un segundo antes de sonreírle de nuevo, despidiéndose, haciéndola preguntarse durante toda la noche que le había molestado tanto a Matthias y si tendría una segunda intención escondida que aún no había captado.
.
Con el nacimiento de la princesa Aiko, algo de la normalidad usual había regresado al castillo.
Su compañera Lieseleta había sido convocada junto con su hija Bettina para quienes Aub Ferdinand había hecho acondicionar la que alguna vez fuera su habitación. El hombre la había vaciado entera días después de constatar que Aub Rozemyne estaba embarazada para tener todas sus cosas en la misma habitación que ella.
La nueva guardería había sido redecorada con un par de cunas, un par de mecedoras a juego, una cama y una salita para tomar el té e ingerir alimentos.
De más está decir lo entusiasmada que había estado Lieseleta ante su nuevo trabajo momentáneo. Cuidar de Lady Aiko y su hija Bettina.
El trabajo de Grettia, por otro lado, ya no solo consistía en asear y preparar a su Lady, sino también retirarle a la pequeña princesa dos veces al día para dejarla descansar y leer… o al menos, eso había sido al principio.
La segunda semana de cuarentena, Aub Ferdinand le había ordenado retirar a Aiko por más tiempo. Para cuando la cuarentena de su Aub término, la princesa pasaba más tiempo durmiendo en la guardería que en la cama de sus padres.
Por otro lado, las sospechas de que no habría más bebés pronto se habían ido por la borda. A partir de la tercera semana de cuarentena, su Aub la había despedido a horas dispares, justo después de enviar algún mensaje en papel mágico a su esposo… el cual había estado apareciendo minutos después… y los muebles habían vuelto a rechinar.
La primera vez que esto pasara, ambos Aubs habían olvidado colocarse el manos libres o alguna herramienta insonorizante en la habitación, de modo que Grettia había oído… más de lo que hubiera querido esa vez.
–¡Así que van a volver a su modo de shumils en primavera! –comentó Justus un poco después, deteniéndose junto a ella con un sobre y varios papeles en las manos–. Bueno, eso explica los ingredientes que se me ordenó conseguir ayer por la noche.
–¿Lord Justus, no deberíamos, decirles algo?
–¡¡Oh, mi Dios Oscuro!! ¡¡Extrañaba tanto esto!! –los interrumpió un gemido de parte de Aub Rozemyne–, ¡Fue un suplicio que no me besarlas así por tanto tiempo! ¡Ahhhh!
Seguido de una risa de lo más perversa en voz de Aub Ferdinand.
–¿Está bien que escurra tanta de tu leche, todas mis diosas? –había preguntado de pronto Aub Ferdinand, tan bajo y amortiguado, que de haber seguido platicando, ni Justus ni Grettia lo habrían escuchado–. ¿No te estoy lastimando por apretarlas?
–Hazme lo que quieras, Ferdinand, pero, yo… ¡Ahhhh! ¡Te necesito adentro ahora!
Justus reía tan bajo como podía. Grettia sentía que el divino color de Geduldh estaba cubriendo todo su rostro. Tenía conocimiento de la necesidad e interés que muchos hombres mostraban por las ofrendas florales… pero escuchar con cuánta necesidad hablaba su Aub, ya no digamos los largos y fuertes gemidos que emitía detrás de las puertas.
–¡Oh, dioses! –murmuró Justus en tono pícaro–. Es seguro que va a haber un cuarto volumen del Buen Libro… si siguen así, seguro que hará seis o más.
–¿Buen libro, Lord Justus? –preguntó Grettia, en tanto ambos escuchaban el familiar sonido de muebles rechinando con fuerza.
–¡Justo ahí, Ferdinand! ¡Oh, por todos los dioses! ¡Más fuerte, my love!
–Si Lady Grettia lo desea, puedo conseguirle una copia.
–¿Para qué querría yo una copia, Lord Justus?
Un gemido fuerte, largo y agudo escapó de la habitación, provocándole un escalofrío de lo más extraño a la joven asistente que se sentía demasiado abochornada ahora.
–Para sentir lo mismo que su señora, por supuesto. Puedo asegurarle de la efectividad del libro. Si no me cree, puede preguntarle a Lady Lieseleta. Tengo entendido que fue la primera con quién nuestra Aub compartió un poco de está nueva… sabiduría.
Grettia miraba a Justus con los ojos muy abiertos. Sonidos de risas salían ahora de la habitación así como otros sonidos extraños.
–¿Todavía quieres más, todas mis diosas?
–¡Fuiste muy negligente conmigo por tres temporadas! Tienes que hacerte res… res… ¡ohhh! ¡Cómo extrañé tu lengua, Ferdinand!
–¡Lord Justus! –susurró Grettia escandalizada tanto por las insinuaciones cómo por lo que acababa de escuchar.
–¿No siente curiosidad, Lady Grettia?
Más jadeos y gemidos… ¿Ese había sido un gruñido de Aub Ferdinand? ¿Cómo podía su señora no temblar de miedo luego de escuchar semejante sonido? ¿¡Seguía gimiendo!?
–Lord Justus… sin importar cuánta curiosidad tenga… no tengo un Dios Oscuro, no tengo a nadie con quién… experimentar eso.
–¡Más fuerte! ¡Más rápido, por favor! ¡Feeeeerdinaaaaand!
–Voy a lastimarte, Rozemyne.
–¡No me importa! ¡No me…! ¡Oh dioses, justo así! ¡Justo así!
Miró a la puerta y luego a su compañero de trabajo, quien tenía una enorme sonrisa divertida, cómo si estuviera disfrutando bastante de lo que escuchaban.
–¡Puede dejar de sonreír de ese modo! –murmuró Grettia entonces–. Esto es muy bochornoso.
–No más que lo que escuchamos el día que estrenaron su bañera. Lady Lieseleta y yo no podíamos creer que a Milord le excite que Milady lo llame Amo Ferdinand.
De pronto comenzaron a escuchar gemidos fuertes en las voces de ambos ocupantes de la habitación, seguidos de palabras de amor y la invocación de un washen… luego un grito de sorpresa y varios jadeos por parte de Aub Rozemyne.
–Parece que ya han terminado –murmuró Lord Justus con una mirada aguda que a Grettia no le daba buena espina–. En cuanto a su problema de compañía, Lady Grettia. Yo estaría… más que honrado de mostrarle los caminos de los dioses que nuestra amada Aub ha colocado en libros con tanto cuidado.
Estaba más sonrojada ahora. ¿Acababa de ofrecerse? ¿Lord Justus a ella?
–No, Lord Justus… no deseo ser una amante o una diosa del agua, de hecho…
La mirada de Lord Justus era sorprendida. Por lo menos había tenido la decencia de sonrojarse un poco.
–No me malinterprete, Milady. La encuentro, encantadora y bellísima, ansío poder bailar de nuevo con usted durante el baile de invierno de este año si así me lo permite –comentó el hombre con una muñeca que no le había visto antes, haciéndola sospechar–. Solo me sorprende que una mujer como usted no esté nadando en pretendientes. Cualquier hombre se sentiría honrado de tomarla como su diosa de la Luz. Se lo aseguro.
Estaba sonrojada y cohibida. Mantener su postura rígida y erguida le estaba costando trabajo, tanto como quedarse ahí y no salir corriendo a esconderse.
–De hecho… me incluyo, Milady. Ya sea que me permita guiarla para comprender mejor el invierno o prefiera que la acoja cómo la diosa de la luz de mi casa, puede estar segura de que me sentiría honrado por ello.
No sabía que decir o que pensar. En Alexandria era libre de vivir como una solterona el resto de su vida, además de que se había vuelto poco a poco más cercana con algunas personas.
Miró a Lord Justus. No sería un mal partido, si era sincera, pero… ¿De verdad quería casarse?
No podía negar que luego de todo lo que acababa de escuchar, si sentía un poco de curiosidad, pero…
–Lord Justus, no, no sé yo...
–Si no me encuentra atractivo, está bien. Le llevo suficiente edad como para que sea mi hija, después de todo.
Ahora se sentía mal.
Sin comprender la razón, Grettia se encontró a si misma girando y caminando hasta quedar sus pies junto a los de Lord Justus, tomándolo de los codos, ya que sus manos estaban ocupadas.
–No estaba pensando en la diferencia de edades, Lord Justus… y tampoco lo encuentro desagradable en lo absoluto… es solo que… yo no…
–¡Justus! –salió la voz de Aub Ferdinand desde el otro lado de la puerta–. ¡Tú y Grettia pueden entrar ahora!
La chica casi saltó hacia atrás al escuchar las indicaciones, reacomodándose y abriendo la puerta para dirigirse de inmediato al lado de la cama perteneciente a su señora.
No había señal alguna de lo que acababa de escuchar. Su señora estaba perfectamente vestida, solo su cabello estaba desarreglado. Por otro lado, se notaba tan feliz, que casi parecía brillar de nuevo con el mana de los dioses.
La curiosidad creció en su interior conforme cepillaba y rehacía el peinado de su señora, la cual no había parado de tararear algo en voz baja, mucho más alegre y vigorizada de lo que la había visto durante la cuarentena.
–Milady, ¿desea que le traiga a la princesa?
Los ojos de Aub Rozemyne se abrieron demasiado. Sus pómulos se habían coloreado de más y luego de llevar su mano a una de sus orejas y luego a la otra, con una actitud tímida, su señora le hizo una pregunta mirando al suelo.
–¿Escucharon, algo, Grettia? ¿Llevaban mucho tiempo afuera?
No quería mentirle. La cara de su señora parecía pedirle que lo hiciera, pero también que no lo hiciera. Grettia suspiró entonces.
–La escuchamos gritar de un modo extraño después de que Aub Ferdinand invocara un washen.
Parecía que su señora se sentía mejor luego de esa mentira parcial. Seguía sonrojada de todas maneras, aunque más tranquila.
–Bueno, es que… mi ropa quedó manchada de leche… así que Lord Ferdinand intentó solucionarlo, pero… creo que el hechizo fue demasiado lejos y no tengo nada de leche justo ahora.
Grettia supuso que su señora había hecho lo mismo que ella, diciendo una verdad a medias e imaginando con algo de horror lo que había sucedido con el hechizo.
–¿Y… está usted bien, Milady?
Su señora se rio nerviosa antes de bajar la cabeza, permitiéndole terminar de arreglar los últimos cadejos de cabello rebelde intentando escapar del peinado.
–Lo estoy. Gracias Grettia.
La peliazul pareció considerar algo cuando ambas escucharon pasos dirigiéndose a su dirección. Aún Ferdinand, seguido de Lord Justus aparecieron entonces. El asistente sostenía una caja de madera entre sus manos.
Lord Ferdinand las observó un momento antes de seguir su camino hasta arrodillarse frente a su esposa, sonriéndole con dulzura y levantando su rostro con gentileza, acariciándole una mejilla en el proceso.
–Anoche guardamos un poco de leche para probar una de tus ideas, ¿Recuerdas, my love?
Su señora asintió y el Aub hizo una indicación de cabeza a Justus, quién le entregó a Grettia la caja de madera.
–Lamento mucho el accidente de hace un rato. Prometo ser más cauteloso la próxima vez. Por mientras, ya comprobé que la leche ahí sigue en buen estado. Aiko será alimentada con ella.
Observó como el hombre de cabellos azules tomaba las dos manos de su señora para besarlas antes de besarla en la frente y levantarse con una sonrisa amable, mira do después a Grettia con su rostro estoico usual.
–Por favor, Grettia, entrega esto a Liesseleta. Diseñé eso siguiendo las indicaciones de todas mis diosas, así que Aiko debería ser capaz de alimentarse con ello.
La asistente levantó la tapa, observando una botella de vidrio llena de un líquido blanco y un poco amarillento, cubierto con una funda extraña que tenía la misma forma de un pezón. Desconocía el material con que había sido hecho, no hizo preguntas, solo cerró la caja y bajó la cabeza un momento antes de dar media vuelta para salir a apoyar a Lieseleta, a quien encontró amamantando a Bettina y mirando preocupada a Lady Aiko en una cesta en la mecedora de al lado. Ambas respiraron más tranquilas cuando la pequeña no mostró problemas para ser alimentadas y Grettia, más por su sorpresa que por otra razón, comenzó a relatar lo que había escuchado, sorprendiéndose cuando su compañera le dedicó una enorme sonrisa divertida de conocimiento.
–Hiciste bien en no decirle nada. Solo habría servido para avergonzar a nuestra señora.
–¿Crees que debería colocar una herramienta antiescucha de rango amplio?
–No, solo entrégale su "manos libres" esta noche cuando la prepares para dormir. Eso le recordará lo delgada que es esa puerta.
Ambas sonrieron antes de seguir conversando, ahora sobre los bebés y la vida que había llevado Lieseleta durante su propio embarazo. Grettia se guardó la singular propuesta de Lord Justus, dejándola un poco en el olvido cuando el hombre no volvió a insistir ni ese día, ni al día siguiente.
.
–Grettia, lleva esto a la habitación de Aiko, por favor –la instruyó Aún Ferdinand, entregándole una caja de madera que ya conocía, era la cuarta que debía almacenar en dicha habitación esa semana–. Dile a Lieseleta que es posible que Aub Rozemyne no pueda atender a Aiko mañana temprano.
Miró a su Aub haciendo un esfuerzo por no mostrar su sorpresa o su alarma. ¿Planeaba drenarle toda la leche con otro washen? No, no era eso. La mirada de Lord Ferdinand era calculadora, mostraba una cierta molestia contenida y, a pesar de que no parecía tener la intención de lastimar a su señora, si que tenía la intención de hacerle algo que podría no ser agradable.
Grettia asintió y se retiró. Aún si su señora estuviera en riesgo, no había modo alguno en que ella pudiera detener a Aub Ferdinand. El hombre era más fuerte, más inteligente y tenía mucho más mana que ella.
Grettia miró atrás una vez cobijada por las sombras del pasillo al escuchar la risa de Lord Justus.
La expresión noble del Aún no se había movido ni un poco, pero su mirada brillaba de un modo malsano al posarse sobre su asistente.
No quería saber en qué problema se había metido ese hombre tan desvergonzado y poco respetuoso de su señor, así que aceleró el paso hasta llegar donde Lieseleta.
Ahí se quedó ayudando a la joven a atender a la princesa. Ambas charlaron un rato. Lieseleta quería volver a casa a descansar, así que Grettia se ofreció a quedarse en su lugar. Había aprendido suficiente sobre el cuidado de la pequeña y tenía botellas de leche para mantenerla alimentada por al menos cuatro o cinco días, de modo que ni siquiera sería un problema.
–¿Estás segura, Grettia?
–Si. No me molestaría quedarme esta noche, solo debo enviar un ordonanz a mis asistentes para que me traigan lo que pueda necesitar.
–¡Gracias, gracias! Te conseguiré un par de esas cosas que Milady llama truffle de chocolate de las cocinas. Lo prometo.
Grettia sonrió, colocándose a la pequeña bebé sobre el hombro y dándole algunos golpecitos para ayudarla. A eructar, cosa que no tardó demasiado. Luego la llevó a la pequeña tina que ya estaba preparada para asearla, sonriendo ante los gorgoritos que estaba soltando.
–Ya le avisé a mi esposo que volveremos de inmediato –le dijo Lieseleta parándose a un lado de ella para cambiar la manta en que tenía acostada a Bettina.
–Descansa entonces, Lady Lieseleta.
–Que pases buenas noches tú también, Lady Grettia.
Alguien tocó a la puerta, Lieseleta dio permiso para entrar. Matthias y el caballero que había tomado a Lieseleta cómo esposa entraron en ese momento, ambos escoltaban a una mujer de unos treinta años que Grettia reconocido como su propia asistente.
–Vuelvo en un momento, capitán –susurró el otro caballero a Matthias.
–No es necesario. Descansa –lo disculpó Matthias–. Te estaremos esperando mañana a la primera campanada para entrenamiento.
–¡Ja!
La familia salió entonces de la habitación con su hija. Grettia terminó de alistar a la princesa, acostando la en su cuna y asegurándose de que la bebé estuviera cómoda y durmiendo.
–¿Va a quedarse esta noche, Lady Grettia?
Ella miró a Matthias y luego a su asistente, asintiendo de inmediato.
–Estaré haciendo guardia para usted esta noche. Avíseme si necesita cualquier cosa, por favor.
–Le agradezco mucho, Lord Matthias. Lo tendré en cuenta.
Matthias salió y su asistente la cambio a sus ropas de dormir, dejándole una bata esponjosa con la que pudiera salir en caso necesario.
–¡Está lista, Milady! Envíeme un ordonanz si necesita alguna otra cosa. La cena está servida en un carrito afuera de la habitación
–Gracias Anabeth. Puede retirarse.
Su asistente se fue, no sin antes ingresar el carrito con platos cubiertos por campanas plateadas con círculos mágicos para mantener caliente el contenido.
Grettia se asomó unos minutos después. Matthias estaba, en efecto, haciendo guardia junto a cuatro shumils autómatas.
–¿Ya cenaste? –le preguntó al caballero en la puerta.
Matthias la observó antes de negar con una leve sonrisa.
–¿Te gustaría pasar a cenar conmigo?
–No sería correcto, Grettia.
Suspiró antes de mirar a ambos lados del pasillo.
–Tampoco que te quedes aquí despierto a doblar turno a causa mía. Yo podré dormir un poco aquí dentro, pero ¿y tú?
Matthias miró a todos lados y entró. Dejaron una de las dos puertas abiertas para que la situación no fuera a malinterpretarse.
La cena pasó pronto. Habían charlado un poco sobre sus respectivos días y la expectativa sobre el baile que se llevaría a cabo dos días después. Grettia se sorprendió al enterarse que había sido un martirio organizar a los caballeros, ya que muchos querían participar del baile cómo invitados y no como guardias.
–¿Te gustaría acompañarme este año, Grettia? –dijo el joven capitán luego de un momento, cuando la cena se terminó–. Quería invitarte el año pasado, pero habías dicho que no querías asistir y…
Se sintió sonrojar. Su corazón latía muy rápido. Había disfrutado mucho bailar con Justus, pero bailar con Matthias…
–Si… me… me gustaría m-mucho, Matthias.
El caballero sonrió, cruzando los brazos frente al pecho y haciéndola reír. Luego lo observó irse con el carrito de servicio.
Lord Justus entró un minuto o dos después, dejando la puerta abierta y arrodillándose frente a ella de repente, sorprendiéndola.
–Milady, ¿recuerda que le había dicho que la tomaría gustoso cómo mi Diosa de la Luz?
Ella asintió, sonrojándose de nuevo, sintiéndose nerviosa de repente y a punto de entrar en pánico.
–Esta vez le pregunto en serio, Milady. Me sentiría muy honrado si usted me aceptara como su Dios Oscuro.
Ambos escucharon que algo se caía afuera en el pasillo, volteando. Uno de los shumils yacía en el suelo, inmóvil. ¿Qué había pasado?
Justus pareció descartar el shumil con facilidad, volviendo su atención a ella. Parecía ansioso. Demasiado ansioso. Tanto que la hacía pensar que había una razón escondida para esto.
–Lord Justus, yo, no…
El hombre se enderezó un poco, tomándola de una mano y dándole un poco de su mana, haciéndola sentir incómoda de inmediato.
–¿Puedo preguntar que le dijo Aub Ferdinand? Usted, usted me esconde, algo, Lord Justus.
El peligris la soltó, mirando a otro lado un momento antes de dejarse caer sentado al suelo.
–Quería darle espacio y tiempo, Milady. Entiendo que esto sea… demasiado precipitado para usted, pero se me ha terminado el tiempo. Lord Ferdinand me ha ordenado que me case. Tengo poco tiempo para ello. Esperaba que, luego de un año de vernos casi a diario, usted albergaría algún sentimiento hacia mí. Confianza, amistad, no es necesario que sea amor solo… solo que usted se sienta a gusto conmigo sería suficiente.
Hubo un silencio incómodo después de eso.
Grettia trató de imaginarse casada con este hombre, pero… no podía. Por alguna razón, no podía. Era verdad que se llevaban bien. Más de un año de servicio juntos la había hecho confiar en él y en gran parte de sus consejos…
Suspiró. Era mejor ser clara, o eso pensaba al menos.
–Me siento muy honrada con su propuesta, pero debo declinar.
Lord Justus la miraba ahora, interrogante, con una sonrisa triste que no le había visto nunca.
–Comprendo. Lamento mucho no poder darle el tiempo que necesita, Lady Grettia. Espero que encuentre felicidad y un compañero digno que pueda guardarla y llenar su vida de tanto afecto como usted merece.
El hombre se puso en pie entonces, saliendo de la habitación un poco cabizbajo, levantando el shumil antes de salir y sonriendo de manera socarrona a alguien en el pasillo. Grettia no perdió el ligero movimiento de barbilla del otro asistente hacía ella. ¿Quién estaba ahí?
Cuando los pasos de Justus ya no podían escucharse más, el rostro de Matthias se asomó con timidez. Parecía inseguro.
El corazón saltó en el pecho de Grettia al darse cuenta de porque aquel shumil se había caído.
Estaba nerviosa y preocupada. Muy preocupada.
Cuando se dio cuenta ya estaba en la entrada, apretando su vestido con ambas manos a causa de la tensión, sintiendo que empezaría a llorar si Matthias no decía nada pronto.
–No era mi intención escuchar –se disculpó el caballero de inmediato, desviando la mirada.
–Yo… no sabía que él iba a venir y… Matthias…
–Esta bien. No necesitas explicarme nada… Sonaba a qué está no era la primera vez que él.
–Estaba jugándome una broma la primera vez –se excusó ella sin dejarlo terminar–, o eso me pareció a mí. La situación no era… normal… o cómoda.
Matthias miraba a otro lado y por alguna razón, dolía que la evitará. Lo estudió un momento, notando que las manos del caballero estaban tan tensas como las suyas, solo que él se estaba aferrando a su espada y no a su ropa.
Grettia no supo de dónde sacó el valor o el impulso, solo soltó su ropa, tomando la mano de Matthias, llevándola frente a su rostro para llamar la atención.
Sentía que empezaría a llorar de un momento a otro. Su respiración era superficial y complicada. Su corazón latía tan fuerte, que tenía que el hombre frente a ella también lo escucharía.
–Tengo 18 años, Matthias. Y Lord Justus tiene razón en algo. Necesito más tiempo… pero no de él.
Podía sentir como todo su autocontrol se iba al pozo de los slimes conforme Matthias la miraba incrédulo. Podía sentir su labio inferior temblando y una angustia que le cerraba el pecho y no le permitía respirar con normalidad.
Los ojos de Matthias estaban recorriendo su cara ahora. La mano libre del caballero alcanzó una de sus mejillas y ella notó que el guantelete de piedra mágica no estaba puesto en él.
–¿Qué tanto tiempo, Grettia?
–Un año… tal vez dos… no, no estoy segura… podría ser más… podría no estar lista nunca, yo… no quiero tener a nadie atrapado con mi indecisión y…
Había empezado a llorar. La garganta se le había cerrado, impidiéndole seguir… igual que los labios de Matthias, quién no la había soltado en ningún momento.
Era un beso trémulo con un ligero sabor cítrico y muy poco dulzor. Era posible que se debiera a la diferencia de colores en el mana. Aún así, Grettia estaba segura que este corto beso la perseguirá por años.
–Permíteme cortejarte entonces. No me importa cuánto tiempo me lleve. ¿Estás de acuerdo?
No podía hablar. Temblaba de pies a cabeza. Había lágrimas en sus mejillas y su labio seguía temblando, además de que su corazón latía más rápido que antes. Aún así, se las ingenió para sonreír un poco y asentir con la cabeza.
Matthias no tardó mucho en sacar un pañuelo para limpiar sus lágrimas, feliz y un poco preocupado antes de besarle las manos.
–Ve a dormir, Grettia. Yo haré guardia como habíamos acordado, ¿si?
–Pero… Matthias
El caballero sonrió, soltándola al fin, ofreciéndole el brazo para escoltarla dentro.
–Un año, dos, cinco… los años que necesites, no me importa. Tengo toda una vida para esperarte porque nuestra maestra jamás nos obligaría a atar nuestras estrellas a alguien que no nos interese de manera alguna. Ahora descansa. La princesa podría despertar en cualquier momento y te has comprometido a cuidar de ella esta noche.
Estaban a un lado de la cama individual ahora. Se había calmado un poco, sin dejar de ver al caballero con el que se acababa de comprometer, observándolo salir y cerrar la puerta.
Grettia se acostó entonces tratando de dormir, repasando sus labios con los dedos una y otra vez, fantaseando con el día en que sus colores y los de Matthias serían iguales y ese beso sabría mejor… sabría tal y como lo había sentido. Sublime.
.
Notas de la Autora:
Pues parece que solo nos tocó sexoso de oídas, jejeje.
Espero les haya gustado este capítulo que me parece fue muy largo. No sé aún si habrá otro capítulo la otra semana o hasta pasado el 6 de Enero, en todo caso, espero subir el segundo de Semillas en unas horas, ya que estoy fuera de casa y no tengo el archivo conmigo.
Un saludo a todos y gracias por leer este capítulo.
SARABA
