Los Dioses del Amor
PoV Angélica Eckhart: La bendición de Entrinduge
Su respiración era pesada. Su cuerpo parecía consumirse en llamas a causa del calor generado por el ejercicio y su rostro no podía volver a su seriedad usual debido a la enorme sonrisa que portaba.
Eckhart saltó a tiempo para esquivar un par de flechas, girando en un mortal hacia atrás con la espada en mano cuando Angélica se le fue encima, cubriéndose de la carga mortal con que Leonore intentaba dejarlo fuera de combate. Un par de mejoras físicas en su tren inferior y la caballero salió volando por los aires antes de que él tuviera que cubrirse para protegerse de otra lluvia de flechas.
—¡Matthias, Laurenz, ¿qué demonios están haciendo?! —rugió al darse cuenta de que solo lo estaban atacando a él.
—¡Laurenz está fuera de combate! —respondió Matthias con dificultad desde el otro extremo, utilizando el manos libres que debían probar esa mañana—. Winnifrieda hizo trampa.
Leonore volvió a la carga. Esta vez una lanza alcanzó a hacerle un corte en la mejilla antes de desaparecer. En ese preciso momento tanto su cuñada como su esposa comenzaron a atacarlo en una obvia formación de pinza. Debían estar aprovechando que no era muy bueno usando espadas dobles.
—¡¿Y dónde carajos… está Cornelius?!
—¡Kyaaaaaaaaaaa!
El grito de Judithe pareció ser la respuesta porque apenas la chica gritara, las dos caballeros femeninos que lo enfrentaran perdieron la concentración apenas una fracción de segundo, suficiente para que él pateara a Leonore y se defendiera de nuevo de Angélica.
Más flechas comenzaron a caer, esta vez atrapando a Leonore en una red de mana.
Angélica sonreía tanto como él sin dejar de atacarlo con todo. No solo golpes de espada. La joven giraba como si estuviera haciendo el baile de la espada, tirándole patadas entre una estocada y dos más. Su agresividad era tal, que en algún momento Eckhart golpeó su espalda con un muro, dándose cuenta en ese momento que había estado retrocediendo.
—¡Parece que vamos a ganar! —festejó Angélica.
—¡Maestra, concéntrese en rematar a su oponente! —la amonestó la empuñadura de su extraña espada de mana.
—¿Usaron a Stenluke? —le preguntó Eckhart, dejando que la conversación se colara por su "manos libres" a sus compañeros todavía "en línea"—. ¿Qué no… prohibimos… que la usaras?
Usando sus dos espadas como si fueran tijeras, Eckhart golpeó la espada de maná con todas sus fuerzas para luego dar una fuerte y certera patada a Angélica en el abdomen, alejándola apenas lo suficiente para cambiar sus espadas dobles por un enorme mandoble cuya hoja era casi de su tamaño.
—¡Hoy no se acordó! —respondió su esposa saltándole encima, atacándolo con todas sus fuerzas y usando sus mejoras para aprovechar su velocidad.
—¡Maestra, no le responda! ¡Enfóquese en el plan!
La sonrisa en la cara de Eckhart desapareció por un momento. Esa espada era un fastidio cuando le tocaba entrenamiento contra su esposa. Que tuviera la voz de su maestro solo hacía las cosas más difíciles. Por suerte, la espada parecía seguir un cierto código de ética o seguro habría aprovechado su voz para inmovilizarlo.
—Si así es como van a jugar, yo también me sé algunos trucos.
Eckhart puso todo su empeño en bloquear. Se concentró solo en eso hasta que el patrón de movimientos de Angélica se volvió demasiado obvio para él, desapareciendo su mandoble y atrapando el filo de Stenluke con las manos. Aplicando algo de fuerza, Eckhart obligó a Angélica a levantar la manablade para luego golpear la parte de atrás de la rodilla de angélica con uno de sus talones.
Angélica perdió el equilibrio.
Stenluke salió volando.
Eckhart terminó de derribar a Angélica contra el suelo, tirándole el casco y quitándose el suyo antes sostenerle las muñecas juntas sobre la cabeza y besarla en el cuello, riendo al escucharla soltar un pequeño gemido.
—¡Ríndete!
—¡Me niego!
Eckhart miró a su alrededor. Laurenz seguía inconsciente en el suelo y con la nariz sangrando. Winnifrieda tenía un pequeño duelo contra Matthias, demasiado reñido como para poder saber quien ganaría ese asalto. Cornelius había saltado y estaba peleando contra Leonore, quien parecía que ganaría de un momento al otro, lo cual sería malo. Judithe colgaba de una de las salientes del terreno de entrenamiento con una cuerda de mana de Cornelius. Si su idiota hermano menor perdía contra su esposa, Leonore podría rescatar a Judithe y eso no lo iba a permitir.
—Angélica —le susurró al oído, asegurándose de dejar de poner mana en el "manos libres" para que nadie escuchara eso—, Lord Alfons… en serio quiere jugar contigo… está ansioso por que lo beses… y le hables…
Los ojos de Angélica comenzaron a brillar como si se tratara de uno de esos canes que criaban en Dunkelferger en su etapa de cachorros.
—Solo tienes que decir "me rindo" y Lord Alfons será todo tuyo.
La chica dejó de observarlo para bajar su mirada al área donde estaba Lord Alfons. Angélica en verdad lo estaba considerando, haciendo sonreír a Eckhart todavía más. Luego la chica comenzó a forcejear con él, como si su instinto de lucha estuviera tomando prioridad de nuevo.
—¿Qué pasa, Angie? ¿No quieres?
Tuvo que usar mejoras físicas en sus brazos y piernas para resistir, apretando las caderas de Angélica y evitar que lo lanzara lejos de una patada encantada.
—Quiero algo más… que a Lord Alfons —exigió su esposa con un pequeño puchero.
—Dime.
—Quiero tus labios… y mana… mucho mana.
—¡Hecho! Solo grita "me rindo" y sal con Stenluke del área de práctica.
Angélica volteó su mirada hacia el campo de batalla, forcejeando cada vez menos antes de murmurar algo que no pudo escuchar pero que se veía como un "Lo siento, chicas" en sus labios, luego gritó un fuerte "¡Me rindo!" y él la dejó ir… sin esperar que ella le diera un golpe en la nuca con su mano y luego lo llevar a rastras.
—¡¿Ekchart, qué carajos hiciste?! —gritó Cornelius antes de que Leonore lo sacara del área de prácticas con todas sus fuerzas y corriera a desatar a Judithe.
—¡Chicos, no me dejen solo! —se quejó Matthias en su oído, batallando para repeler a Winnifrieda ahora que aquello era un combate de lanzas.
—¿Me perdí de algo? —sonó la voz adormilada de Laurenz en su oído.
Eckhart quería decir algo, sin embargo, así como los músculos de su cuerpo no le respondían, sus ojos eran incapaces de cerrarse o su voz de articular palabra alguna.
Luego, como por arte de magia, Angélica lo dejó fuera del área de entrenamiento y comenzó a sentir un hormigueo por todo su cuerpo, empezando a moverse poco a poco.
—¿Angie, qué…?
—Maestra, la felicito. Su entrenamiento sobre puntos de presión ha sido exitoso. ¡Muy bien! —informó la voz de Lord Ferdinand en la espada de mana que de nuevo colgaba de la cadera de Angélica.
—Gracias, Stenluke. Tenías razón, fue muy útil.
—¡Laurenz, cuidado…! —fue lo último que escuchó Eckhart en su oído antes de que Angélica le retirara los aretes que pendían de su oreja izquierda. Ella también se retiró el suyo, colocando ambos en un pequeño saco de su cinturón que había sido adjuntado hacía poco tiempo.
—Usted ha quedado fuera de combate, milord —pareció burlarse Angélica, sonriéndole con la inocencia y dulzura de siempre antes de acercar su mano y curarle los cortes que tenía por todas partes—. Y ya que ambos terminamos de entrenar, tengo muchas ganas de hablar con Lord Alfons.
—¿Ahora?
—¿Porqué no?
Se sintió sonrojar conforme Angélica se acercaba más a él, bastante dispuesta a besarlo, siendo ambos interrumpidos por un par de fuertes pisadas acercándose a ellos con rapidez.
Eckhart reaccionó de inmediato, jalando a Angélica y colocándola detrás de él. Estaba a punto de invocar su schtappe y cambiarlo cuando una mano enguantada lo tomó por el cuello de su propia armadura y lo levantó con fuerza. Su cuerpo todavía no respondía con la rapidez usual debido al golpe.
Cornelius lo miraba con furia y enojo. Su hermano pequeño siempre había sido un mal perdedor.
—¿Me puedes explicar qué demonios fue todo eso de convencer a tu esposa de salir del entrenamiento y dejarla hablar con y besar a otro hombre?
Sintió que dejaba de respirar. Estaba seguro de que cortó la comunicación antes de tentar a Angélica, entonces, ¿cómo, en el nombre de los siete…?
—Querido hermano, tu esposa no tiene ni idea de cuando cortar la comunicación —respondió Cornelius antes de señalar sus orejas, luciendo un "manos libres" rojo de un lado y uno verde del otro—. Le robé su aparato mágico a Judithe antes de tirarla y adivina que cosa tan perversa escuché antes de que Leonore se aprovechara de eso para sacarme de combate.
Una de las manos de Eckhart llegó a su propia cara, cubriéndola para no permitir que su hermanito viera el enorme sonrojo que le estaba cubriendo el rostro.
—Cornelius, es suficiente —escuchó la voz decidida de Angélica.
Eckhart descubrió su cara apenas lo necesario para ver la mano de su esposa apretando con fuerza la muñeca de Cornelius, así como la mirada pesada y gélida que la chica le estaba dirigiendo al más joven de ambos Linkberg.
—Suelta a Eckhart ahora o Leonore tendrá que conformarse con que tengas una mano.
—¿No tienes otro hombre al cual proteger? —escupió Cornelius con desprecio antes de soltarlo—. Por todos los dioses, si quieren poner en práctica esas obscenidades de los últimos libros perversos de alcoba, adelante, pero no lo estén ventilando aquí, ¿entienden?
—No entiendo tu pregunta —respondió Angélica, soltando a Cornelius y parándose entre él y Eckhart a manera de escudo—, ¿de qué otro hombre estás hablando? ¿cuál libro?
—¡Ay, por favor! Las chicas y yo escuchamos muy claro cuando Eckhart te ofreció… cosas… terriblemente perversas con un tal Lord Alero, Alfino…
—¡Lord Alfons! —le corrigió Angélica.
La mirada de Cornelius casi hace que Eckhart se riera. El chico estaba tan ofendido como si su esposa le hubiera dicho que tomaría un amante o como si Aub Ferdinand hubiera decidido ponerse en exceso meloso con Aub Rozemyne en la oficina.
—¡LO VEN! ¿Eckhart, en qué demonios estabas pensando? Podría creerlo de eso estúpidos fanáticos de los cuales, por desgracia, soy amigo. ¡¿Pero tú?!
La cabeza de Angélica se movió hacia un lado, recargada en una de sus manos. Eckhart solo podía adivinar la adorable mueca de inocencia que su esposa estaba poniendo y tuvo que tomar más control de su cara porque estaba a punto de suspirar de ternura.
—Eckhart no me va a dar a otro hombre, solo me estaba ofreciendo jugar con su espada.
—¡¿Qué?!
La cara de Cornelius era estúpida a morir. Aguantarse la risa estaba resultando difícil, todavía más al notar que Angélica seguía actuando como una pequeña niña inocente hablando de su juguete favorito… bueno, técnicamente Angélica estaba hablando de su juguete favorito.
—¡Pues sí! Mira, yo tengo a mi espada de mana Stenluke, que puede hablar y darme consejos o llamarme la atención e incluso participar con Leonore en las reuniones de estrategia… pues Eckhart tiene una espada que se mueve, ¡no podía dejarla sin un nombre! Por eso le puse Lord Alfons.
Cornelius estaba pálido ahora, con los ojos y la boca tan abiertos que parecía un idiota.
Eckhart se puso de pie como pudo antes de tomar a Angélica de los hombros y mirar a su hermano con una sonrisa venenosa.
—¿Leonore no juega con tu espada, Cornelius? Ya crece. No tenemos trece años para que estas cosas te pongan así.
—Es que… yo… ustedes… ¡¿Por qué todos mis hermanos son unos pervertidos?! ¡De ahora en adelante solo hablaré con Lamprecht!
—Si, si, lo que digas —respondió Eckhart aguantando para no reírse antes de mirar el adorable rostro de Angélica, quien no tenía ni idea de lo que estaba pasando, para luego besarla—. En cuanto a usted, jovencita. La próxima vez que te esté haciendo insinuaciones, desactiva tu herramienta de comunicación, ¿quieres? No tengo ganas de estarle explicando a todas nuestras compañeras que le pusiste nombre a mi espada.
Angélica asintió, mostrando comprensión y una sonrisa estúpida de disculpa al tiempo que los dos comenzaron a caminar despacio para alejarse de Cornelius.
—¿Qué no es normal nombrarlas? —dijo su esposa con una cara llena de sorpresa—, ¿o es solo que tu espada es la única que está viva y pide cosas, Eckhart? Si es así, soy la persona más afortunada del mundo.
—¡Pervertidos! —les llegó la voz de Cornelius desde apenas unos metros atrás.
Eckhart ya no pudo aguantar la risa por más tiempo, dejándola escapar antes de tomar a su esposa en brazos y voltear a ver a Cornelius. Si era sincero estaba un poco harto de escucharlo quejarse de toda la "perversión y lujuria" rondando por todas partes.
—¡Lo que digas, Cornelius! ¡Te advierto que estaremos divirtiéndonos en el baño tres! ¡Aun quedan quince minutos antes de que se termine el tiempo de entrenamiento!
Angélica se asomó por su hombro para luego mirarlo a él, moviendo la cabeza como un cachorro de shumil adorable desde su escondite.
—Eckhart, creo que mataste a Cornelius.
—Déjalo. Que Leonore se encargue de ese idiota.
.
Los gemidos de Angélica o la forma adorable en que la chica temblaba ante sus caricias dentro de la tina eran, en cierto modo, reconfortantes. Como le habría gustado saber tocar así a Heidemarie cuando seguía con vida. Seguro habría disfrutado verla temblar de ese modo o encontrarse con una sonrisa satisfecha luego de invocar el invierno a su lado. También habría sido divertido tratar de llevar a Heidemarie a invocar el invierno en otros lugares de la casa para escucharla quejarse sonrojada… ahora que ella ya no estaba, sin embargo, Eckhart dedicaba todo su afecto a la esposa que le quedaba.
—¡Oh, Eckhart! No puedo… hablar del todo con Lord Alfons… si me haces estremecer tanto.
—Lo siento —se disculpó antes de quitarle las manos de encima sin dejar de verla arrodillada dentro del agua, mirando con fijeza la espada erecta y temblando entre sus propias piernas—, pero recuerdo que me pediste mucho mana.
—Si, pero… ¡Lo siento, Lord Alfons! Eckhart también parece querer mi atención.
Sintió su espada moverse y notó al instante la sonrisa satisfecha de Angélica.
Al principio era raro que tratara esa parte de él como si fuera una mascota y no… lo que era… ahora, sin embargo, le parecía demasiado adorable como para no permitirle tratarlo como una mascota.
Eckhart pasó sus manos atrás, sosteniéndose sobre la banca formada por las juntas del muro a su espalda y la enorme tina que habían tomado en los vestuarios.
—Lord Alfons, ¿me dejará vestirlo esta noche?... ¿Pero porqué no? ¡Le hice una pequeña armadura con todo y una capa!
Eckhart cubrió su boca para no reír. Todavía podía recordar las últimas dos noches que Angélica intentó vestir su espada con túnicas iguales a las de él. Luego de verla con los ojos llorosos porque su espada se movía en lugar de dejarse vestir, la jaló para besarla y complacerla lo suficiente para que se olvidara de la idea. Al parecer, la idea se había asentado dentro de esa bonita cabeza suya.
—Angie, creo que Lord Alfons disfruta más que lo beses.
—¡Pero no puede ir por la vida desnudo!
Era de verdad difícil no reír.
Eckhart se deslizó entonces hasta quedar tan sumergido como ella, recostado entre las piernas de la caballero de cabellos azul claro sin dejar de mirarla con dulzura, pasando sus manos por su cuerpo y proporcionándole tanto mana, que otra mujer ya estaría llorando de dolor. No ella. Angélica estaba ya tan acostumbrada a su mana que notó el momento exacto en que se consumía en la flama de Brennwarme, abrazándolo antes de comenzar a respirar con dificultad.
Eckhart la besó en el cabello, recibiéndola, dándole ahora pequeñas descargas de mana sobre su espalda antes de colar una de sus manos entre las piernas de ella, alcanzando el jardín y comenzando a teñirlo despacio con las mismas pequeñas descargas, obligándola a dejar de pensar en sus pequeñas manualidades carentes de todo sentido para la mayoría.
—Angie, ¿no te gustaría tener una mascota que se deje vestir? Lord Alfons de verdad disfruta más estar dentro de ti. No necesita ropas ni armadura.
—No… una vez… maté por accidente un shumil de Lieseleta… lloró por días y… dejó de hablarme… casi una temporada.
—¿Y un hijo? ¿Te gustaría tener un bebé?
No se lo había ofrecido antes porque se sentía incómodo pidiéndolo. Al principio no estaba seguro de si ella querría tener hijos con él… o de si él querría tener hijos con alguien más. Ahora, las cosas habían cambiado. Bluanfah bailaba para él una vez más. Una rifa similar a la que alguna vez albergó por Heidemarie crecía dentro de él bajo los cuidados de Angélica. La chica no era igual en nada a su antigua esposa, tal vez era por eso que podía amarla de esa manera, no sentía que estuviera reemplazando a nadie.
Angélica lo aferró con fuerza, tanta que tuvo que usar mejoras físicas para que no le aplastara los pulmones. Luego pareció relajar su agarre antes de mirarlo a los ojos.
—¿De verdad? ¿Está bien que tengamos hijos?
Soltando un suspiro de alivio ahora que no parecía que la joven intentaba matarlo, Eckhart le acarició la mejilla, besándola en los labios un par de veces.
—¿Porqué estaría mal? Quiero verte feliz. Creo que disfrutarías mucho haciendo ropa para un bebé en lugar de para mi espada.
Angélica miró a otro lado. Parecía un poco confundida.
Eckhart aprovechó para tomarla con suavidad de una cadera en tanto su otro a mano posicionaba la espada y la obligaba a bajar, dejando escapar el gruñido de placer que en otro momento se habría tragado.
—¡Eckhart! —lo regañó Angélica, dándole un pequeño golpe en el pecho, suspirando antes de pasar sus manos por todo el pecho de él, entreteniéndose en delinear cada uno de sus músculos, tentándolo a hacer lo mismo—… escuché que ella murió con un hijo tuyo… ¿de verdad quieres uno conmigo?
La atrajo hacia él, abrazándola, llenándola de besos por toda la cara antes de peinarle el cabello cada vez más húmedo antes de mirarla a los ojos.
—Nunca dejaré de amarla, es cierto, o de lamentar que ni siquiera pude conocer al hijo que tendría con ella… pero Heidemarie se molestaría mucho si no te dejara ser feliz solo porque ella ya no está… yo no me perdonaría restringirte solo porque ella ya no está, ¿lo entiendes?
Su esposa asintió. Su rostro era como el de una muñeca con una mirada cargada de nostalgia.
Angélica lo besó antes de comenzarse a mover. Él también la abrazó, dejándola tener el control absoluto e importándole poco que el agua saltara a su alrededor, desbordando e inundando el suelo. Estaba disfrutando tanto con los movimientos bruscos y rápidos de Angélica que le fue difícil aguantar. Tuvo que comenzar a repasar todo tipo de estrategias militares en su cabeza o pensar en los diferentes elementos que él y Justus solían usar para detectar o descartar veneno para su señor de modo que Angélica pudiera disfrutar el encuentro un par de veces más antes de que ella comenzara a inundarlo a él con su propio mana, gimiendo y jadeando en un tono de voz tan adorable y erótico que lo tenía mareado.
—¡Eckhart! ¡tu mana! ¡por favor!
Usó la poca concentración que le quedaba para que su espada usara las mejoras físicas, engrosándose antes de girar con Angélica dentro de la tina casi vacía y penetrarla con una velocidad que ya habría desvencijado su cama de nuevo, sintiendo como se consumía en las llamas del placer al tiempo que dejaba escapar todo dentro del cáliz de Angélica, escuchándola gemir y sintiéndola apretarle los hombros con sus pequeñas y callosas manos.
Cuando al fin recuperaron el aliento, Eckhart se encargó de limpiarlos a ambos y sacar a Angélica. La joven tendía a sentirse adormilada por un rato luego de consumar el invierno con una nevada tan abundante como la de hacía un momento.
La secó con cuidado y la ayudó a vestirse, dejándola descansar en la banca de madera al otro lado del muro que dividía la zona de tina con el vestidor del baño tres. Él solo comenzó a secarse antes de recargarse contra uno de los muros para empezar a vestirse.
—Eckhart… si tenemos un hijo… ¿Cuánto tiempo voy a perderme los entrenamientos?
Estaba colocándose la camisa interior, sacando la cabeza y jalando antes de mirarla.
—No lo sé, tal vez un año. Aub Rozemyne y mi señor no dijeron nada sobre las caballeros femeninas usando tela de plata durante sus embarazos.
—Entonces… ¿podemos adoptar?
La pregunta lo tomó por sorpresa al grado de equivocarse al momento de abrochar la camisa que acababa de colocarse, soltando su ropa y sentándose con ella.
Angélica se sentó en ese momento, mirándolo antes de comenzar a ayudarlo para terminar de vestirlo.
—Si Eckhart está de acuerdo, quiero tener un hijo o dos… pero no quiero dejar de entrenar, no quiero dejar de ser una mujer caballero. ¡Es divertido ser fuerte! ¡Es divertido entrenar con Eckhart todos los días!
Eckhart tomó las manos de Angélica entre las suyas, besándole ambas antes de observarla. La chica lo miraba con un sonrojo ligero en las mejillas, como si le hubiera robado el aliento.
—Angie… ¿qué te parece si usamos nuestro día libre para comentar todo esto con los sanadores del ala de niños? Tal vez haya una manera de que puedas seguir asistiendo a trabajar por un tiempo. Cornelius me dijo que ellos dejaron a Frederick en la sala de niños un par de meses después de que nació, si mal no recuerdo, a Leonore le dieron un permiso especial para que pudiera salir de turno a ciertas horas para alimentar a Frederick hasta que cumplió dos temporadas.
La joven terminó de arreglarle la ropa antes de ponerse en pie y sacar un peine de su bolsa, besándolo en la frente antes de comenzar a acomodarle el cabello.
—Le preguntaré a Lieseleta. ¿Irás conmigo a hablar con los sanadores? Nunca entiendo todo lo que me dicen, es como si hablaran en otro idioma.
Eckhart le quitó el peine de la mano para jalarla un poco, besándola en los labios y poniéndose de pie para tomar el listón que ella usaba y atarle el cabello como de costumbre.
—¡Por supuesto que iré contigo! No te dejaría sola con un montón de palabras de difícil comprensión aunque mi vida dependiera de ello.
Angélica soltó una risilla divertida. Él sonrió también. Hacía años que no se sentía tan feliz y tranquilo como en el último año y no planeaba dejar que eso cambiara de modo alguno.
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Por alguna razón, los chicos estarían de guardia durante la noche del día siguiente, lo cual dejó a Angélica sola con las chicas durante el día. Era un poco decepcionante, si bien disfrutaba conversar con las otras caballeros femeninos, disfrutaba mucho hacer guardia con Eckhart. Más aún, todas la habían estado mirando con curiosidad desde el entrenamiento que decidiera los turnos de esa semana.
Cuando llegó la hora de la comida, Winnifrieda, Leonore y Judithe estaban sentadas alrededor de Angélica, comiendo cobijadas por una herramienta antiescuchas de rango específico colocada por la propia Leonore.
—¿Porqué siento que acabo de caer en una emboscada? —preguntó Angélica atemorizada de repente, bajando su cuchara a pesar de morir de ganas de devorar el consomé doble de mariscos, los dos filetes que se había servido y la ensalada con salsa blanca por encima.
—Angie~ —canturreó Leonore frente a ella—, todas escuchamos lo de Lord Alphons…
—Yo, yo no escuché nada, Angélica —se apresuró a defenderse Judithe—, Cornelius me quitó el aparato de comunicación y… bueno… Winnifrieda y Leonore estaban comentando al respecto cuando ganamos el entrenamiento de ayer…
—Está bien, Judithe… ahm… ¿qué quieren saber?
—¿Quién es el tal Alphons y porqué Eckhart está tan dispuesto a dejarte tener un amorío con él? —soltó Winnifrieda con interés.
Angélica miró a sus compañeras, tan ansiosas de sus palabras como un talchfrost por una planta fey.
La chica suspiró. Era un alivio que Eckhart previera eso el día anterior y se encargara de prevenirla de lo que pasaría después. Ser franca y mostrarse tranquila evitaría que ordonannz con información equivocada salieran volando en todas direcciones, ahorrándoles todo tipo de problemas ahora que el daño estaba hecho.
—Eckhart me dejó ponerle nombre a su espada… aunque Lord Alphons se ha estado portando muy mal los últimos días. ¡No me deja vestirlo con la adorable ropa que le preparé!
Todas la miraban con sorpresa y los ojos muy abiertos.
Leonore fue la primera en reaccionar, cubriendo su boca con una mano enguantada para disimular un poco su risa.
—No lo puedo creer, que Cornelius dijera la verdad, jajajajajajajajajaja.
Las otras dos chicas miraron a Leonore y luego a ella. Angélica se sintió más tranquila antes de retomar su comida, esperando con paciencia a que Leonore terminara de reír y las otras dejaran de mirarla como si estuviera loca.
—Ahm… Angélica… ¿porqué estás tratando la… agh… bueno "eso" como si fuera una mascota?
Angélica miró a Winnifrieda sin dejar de sonreír, limpiando su boca y retirando del lugar el plato ahora vacío de consomé para comenzar a partir la carne en su plato.
—Porque la espada de Eckhart se mueve sola. Se mueve tanto que incluso me responde con sus movimientos.
Leonore empezó a reír aun más fuerte, incapaz de seguir cubriendo su rostro y moviendo su bandeja para poder reír contra la mesa, golpeando uno de sus muslos sin parar de reír.
Judithe miraba confundida de una a otra, Winnifrieda la miraba sonrojada antes de mirar a Leonore con una mueca de confusión.
Al final, Leonore pareció recobrar el uso de sus facultades para sentarse como era debido, beberse su consomé en tiempo record y comenzar a cortar su carne ella también.
—No es algo que haga solo la espada de Eckhart, te lo puedo asegurar, Angie.
—¿Las espadas de Ewigeliebe se mueven? —preguntaron las únicas dos solteras en la mesa.
—Si, lo hacen. Por lo general cuelgan flácidas de los cuerpos de sus dueños, pero por alguna razón, cuando los chicos están demasiado influenciados por Brennwarme, sus espadas se ponen tiesas, crecen varios centímetros y se mantienen erectas hacia arriba —explicó Leonore como si no fuera nada del otro mundo— A mi pequeño Frederick le pasaba lo mismo los primeros meses… claro que con él era diferente, significaba que estaba a punto de hacer sus necesidades y mojarnos a todos como si fuera una fuente. A Cornelius lo bañó una vez, jajajajaja, debieron ver lo asqueado y asustado que estaba.
—De pronto ya no quiero casarme con nadie —murmuró Judithe antes de comenzar a comer su consomé.
—Yo… bueno… ¿No es algo que solo le pase a los caballeros? —comentó Winnifrieda, sonrojándose y cubriendo su cara, dejando su consomé a la mitad—. Digo… Roderick no va a tener… una espada viviente entre las piernas… ¿verdad?
Angélica miró con curiosidad a su compañera. Winnifrieda era una de las nobles nacidas y criadas en Ahrensbach. Era de la edad de Judithe y desde que supo que Roderick era el autor de "Una historia de ditter" y varias otras obras sobre caballeros, tenía una rifa en su interior solo para el joven erudito.
—No lo sé, Winnifrieda. Nunca he visto a Roderick desnudo —soltó Angélica antes de meterse el primer trozo de carne con un poco de ensalada a la boca.
Judithe tosió, escupiendo de paso el agua que estaba intentando tomar.
—¡Angélica! ¡Ahora no me sacaré de la cabeza la imagen de ese flacucho escuálido sin ropa! —se quejó Judithe.
Leonore le dedicó una mirada divertida a las dos chicas solteras antes de sonreír de manera maternal.
—Supongo que la educación de dama es igual en todos los ducados —se lamentó ella—, mi madre tampoco me dijo que la espada del invierno de los hombres se comporta de esa manera, pero no tiene nada de malo, de hecho es necesario para tener hijos.
—¡Y se siente taaaan bieeeen si la espada lleva mucho mana! —suspiró Angélica, ignorando los furiosos sonrojos en los rostros de Judithe y Winnifrieda ante su comentario.
Leonore cubrió su rostro para terminar de masticar, limpiándose de un modo refinado los labios antes de bajar los cubiertos y mirarlas.
—Winnie, no te preocupes, me encargaré de que Roderick sepa como tratarte cuando se casen. Vi que ya te dio una piedra de compromiso.
La joven se sonrojó, cubriendo ambas mejillas antes de sonreír con la mirada "en las nubes" como diría Aub Rozemyne para luego soltar un pequeño grito de emoción.
—Fue tan romántico todo lo que dijo, ¡no hay nada mejor que estar comprometida con un escritor! Siempre sabe que palabras decirme para hacerme sentir como una diosa.
—Bueno, vas a ser su diosa de la luz —comentó Leonore de inmediato—, y es bueno que Grammalatur lo tenga tan bendecido, pero en serio, me encargaré de que consiga la sabiduría adecuada para que sepa como usar su mana y su espada durante tu noche de las estrellas. No tienes idea de lo necesario que es. Debería haber una asignatura especial en la Academia para esto… pero... bueno… supongo que de momento hay que conformarse con buscar los libros adecuados.
—De, ¿de verdad? —Judithe acababa de golpear la mesa, parándose con una mueca alarmante, como si el castillo estuviera quemándose o acabara de escuchar por un aparato de comunicación que un enemigo acababa de entrar a la ciudad—, ¿Qué hago? ¿Dónde lo consigo? ¿Creen que Alejandro sepa? Pensé que podía soportar casarme con un hombre cualquiera, pero, ¿y si no es suficiente?
Alejandro era uno de los asistentes de Aub Ferdinand. También era originario de Ahrensbach y tenía la misma edad que Angélica. No le agradaba mucho, era de los estudiantes que se burlaban de ella en clases por ser la última en terminar sus cursos. Al menos, por lo que había observado durante el tiempo que estuvo trabajando para Aub Rozemyne era un asistente talentoso que se tomaba su trabajo muy en serio.
—Leonore, ¿porque no le pides a Roderick que comparta la información con Alejandro? Ambos se llevan bien.
Su sugerencia fue recibida con sonrisas de aprobación. Todas parecían tan complacidas por su pequeño comentario como por sus ataques en el terreno de entrenamiento… cuando no jugaba contra ellas, claro.
—Tienes razón, Angie. Es una buena idea. Le entregaré dos de los libros a Roderick y le pediré que entregue uno a Alejandro… de hecho, sería bueno que lo convenza de darle uno también a Raymund…
—¿El laynoble de los laboratorios? —preguntó Winnifrieda estupefacta, mirándolas a todas como si fuera una tontería—. ¿A Raymund para qué? No es como que vaya a casarse. No tiene nada que llame la atención.
—Pero Aub Ferdinand siempre dice que los ajustes de Raymund son necesarios en todo el país —comentó Judithe de inmediato.
—¡Es cierto! Liesseleta también dice que Gracias a las mejoras de Raymund, muchos nobles tienen acceso a la tecnología de Aub Ferdinand y Aub Rozemyne.
—¿Porqué no lo toman como segundo esposo alguna de ustedes dos, entonces? —masculló Winnifrieda jugando ahora con algunas verduras de su ensalada—. A menos que alguien lo tome como esposo por compasión, no lo veo consiguiendo una esposa. Es demasiado tímido… y soso… por no hablar de cuan cobarde es. Nunca habla con sus antiguos compañeros de dormitorio, de hecho, el idiota siempre da la vuelta cuando nos ve. No sé como ha sobrevivido en los laboratorios que están tan llenos de eruditos del antiguo Ahrensbach y de algunos otros ducados.
Leonore terminó de comer, tomando un sorbo a su té antes de mirar a Winnifrieda con seriedad.
—Winnie, Raymund huye de quienes solían burlarse de él o verlo hacia abajo. Es un chico muy brillante que solo está evitando problemas. Además, por lo que he visto cuando me toca montar guardia en los laboratorios, se lleva bastante bien con los demás eruditos. Parece que todos ellos reconocen su valor.
—Si, pero…
—Déjalo, Winnifrieda —intervino Angélica—. Si no puede conseguir una esposa por su cuenta, tal vez Aub Rozemyne convenza a Aub Ferdinand de conseguirle una esposa. Mi maestro Bonifatius me consiguió a Eckhart y ahora soy muy feliz, lo mismo podría pasarle a Raymund.
Las demás sonrieron, como dispuestas a dejar ese tema por la paz.
Angélica comenzó a servirse un par de pequeños panes color café con pequeñas perlas de azúcar, un par de diminutas tartas de miel del tamaño de un bocado y varias frutas glaseadas como postre, sonriendo bastante feliz de que al menos tendría la dulzura de la comida antes de volver a su puesto cuando Leonore le hizo una pregunta.
—¿Y planean tener hijos pronto, Angie? Lady Elvira parece preocupada de que ustedes aun no hayan tenido hijos. Son los únicos que faltan de darle nietos.
Angélica se metió una de las diminutas tartas a la boca, saboreándola antes de mirar a su concuñada y sonreír, tomando uno de los panes rellenos y partiéndolo en dos, dejando que el agradable aroma a chocolate llenara sus pulmones antes de responder.
—Iremos el próximo día de la fruta a hablar de eso con las sanadoras del ala de niños. No quiero renunciar a ser caballera por un año como hiciste tú, Leonore.
—Entiendo. No dejes de avisarme a qué conclusión llegan. Lady Elvira agradecerá mucho que le envíe la información en mi próxima carta.
Angélica se metió el pan a la boca, sonriendo contenta y asintiendo para terminar de comer. Las demás parecieron dispuestas a seguir su ejemplo, sirviéndose sus propios postres y pasar a comentar lo deliciosa que era la comida en el comedor de Alexandria gracias al comercio con Dunkelferger y Ehrenfest.
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El día de la fruta llegó con rapidez. Fiel a su palabra, Eckhart la escoltó hasta la sala de niños donde fueron atendidos por una sanadora, la cual se encargó de revisar todo el estado de salud de Angélica y luego el de Eckhart antes de poner el mana de ambos en una herramienta para verificar su compatibilidad. Lo cierto es que ambos llevaban algún tiempo durmiendo en la misma cama y jugando a Ewigeliebe y Geduldh dos o tres noches de cada semana sin falta, así que siempre estaban teñidos el uno por el otro.
—Aub Rozemyne nos explicó hace poco que ejercitarse un poco durante el embarazo está bien. La hemos estado supervisando las últimas dos semanas y parece bastante saludable, así que, imagino que no habría problema de que Lady Angélica continue sirviendo por al menos una temporada y luego ejercitando la siguiente mientras lleva la carga de Geduldh —anunció la sanadora.
—¿Tendríamos que tomar algo en consideración para que ella pueda seguir siendo una caballero? —preguntó Eckhart.
La sanadora los miró a ambos con una sonrisa antes de mirar a Angélica con una sonrisa maternal.
—Bueno, su cuerpo sufrirá cambios conforme las temporadas avancen. A diferencia de las asistentes y eruditas del castillo, me gustaría supervisarla una o dos veces por semana para estar seguros de que todo va bien, de hecho, es la única caballero que ha venido a informarse. Son ustedes una pareja muy responsable, déjenme felicitarlos por escuchar tan atentamente a Anhaltung incluso en los asuntos de Geduldh.
—Solo quiero que mi esposa está bien y siga siendo feliz —aseguró Eckhart, encogiéndose un poco y sonriendo de un modo tonto y adorable que hizo sonreír a Angélica.
—Bueno, si están de acuerdo, me gustaría ser su sanadora hasta el momento en que lady Angélica pueda volver a sus asignaciones normales una vez que nazca su bebé. Quisiera usar las observaciones para ayudar a otras mujeres caballero que decidan ser madres. ¿Están de acuerdo?
Angélica volteó a ver a Eckhart, confundida por las palabras de recién. El peliverde la miró con una sonrisa suave y tranquilizadora, acariciándole un poco la cabeza antes de traducir.
—La sanadora va a convertir esta oportunidad en un libro que ayude a otras caballeros a seguir trabajando. ¿Estás de acuerdo? Logramos salvarnos de que mi madre nos usara para uno de sus libros, pero…
—Está bien —respondió ella—. Esto ayudaría a los demás y nosotros podríamos tener un hijo sin que yo tenga que dejar mi trabajo, así que… ¿por qué no?
Esa noche y todas las que siguieron durante las dos semanas siguientes, los dos caballeros pasaron sus tardes enfrascados en un invierno que parecía perpetuo.
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Aub Ferdinand parecía tan cansado y enfermo como cuando era el Sumo Sacerdote de Ehrenfest y Aub Rozemyne estaba terminando su primera temporada con la nueva carga de Geduldh cuando la sanadora les dio el feliz anuncio. Sus esfuerzos habían dado frutos. Angélica tendría un bebé… Ambos tendrían un bebé.
Las lágrimas se saltaron en los ojos de Eckhart cuando volvieron a casa, luego de constatar la bendición recibida. El hombre no podía estar más feliz, sintiendo como una pequeña parte de su corazón era restaurada. Angélica no tardó en abrazarlo de tal modo, que su mejilla y su oído quedaran sobre el vientre de la chica. Eckhart se aferró a ella, besándola antes de comenzar a hablar sobre su vientre.
—Hola pequeño. Me llamo Eckhart y voy a ser tu papá. Prometo que esta vez voy a protegerlos muy bien a tu madre y a ti, ¿de acuerdo? Esta vez, te juro que voy a cuidarte y a verte crecer.
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Notas de la Autora:
Ya sea que esta pareja les convenza o no, yo los amo a ambos.
Alguien me preguntó una vez si Eckhart le preguntó a Angélica en su PoV anterior si ella quería tener hijos. No creo que estuviera listo en ese momento. En este capítulo, en cambio, ha pasado un año más o menos. Eckhart ha tenido tiempo de enamorarse de ella y de dejar de sentir que Angélica es un mero reemplazo o una pareja impuesta, lo cual creo es más fácil debido a que ella termina enamorándose de él para el final del último PoV que tuvieron y bueno... no sé ustedes, pero quiero un final feliz tambien para Eckahrt. El pobre hombre ya sufrió demasiado, así que... es hora de hacer crecer a su familia.
Espero de corazón que este capítulo haya sido de su agrado. Nos estaremos viendo pronto.
Sobre Semillas de Bluanfah, trataré de empezar de nuevo en cuanto tenga en orden la mayor parte de ciertos detalles... además de las líneas de tiempo, digo, vamos a empezar la fase de preparación a la escuela de cada niño, así qué quiero que eso esté en orden.
SARABA
