Los Dioses del Amor
SS Divino: La Biblioteca Contaminada
Por siglos, la biblioteca había sido un lugar silencioso y calmo… desolado en cierto modo. Quizás era por ello que ese era el lugar predilecto de la diosa de la sabiduría.
Al principio, Aivermeen la había instruido entre las estanterías cargadas de libros que cubrían aquella idílica edificación de piso a techo por pisos y pisos a los cuales podía accederse por medio de escaleras de caracol.
Su biblioteca era casi un ente vivo. A medida que sus hermanos mortales ascendían la imponente escalera para fabricar más hilo con sus almas, la biblioteca aumentaba, creciendo hacia arriba y hacia los lados.
Cuando Aivermeen se retiró a pagar su penitencia por unir a sus padres, Ewigeliebe y Geduldh, encerrándose y tomando la forma de un árbol que protegiera a los mortales del jardín, Mestionora no pudo menos de lamentarse. Lo único que su abuela, la Diosa de la Luz, le había permitido para mantenerse en contacto con su viejo tutor era un espejo de agua que guardaba celosamente en el centro de la biblioteca. Los dioses no podían descender al jardín a menos que tomaran un avatar de carne y hueso por un corto periodo de tiempo… un parpadeo apenas para el reino de los dioses.
—¡Qué historia tan bella es esta! —suspiró la diosa más joven del panteón cerrando el libro que había aparecido hacía poco en sus estantes.
La condición para que un libro pudiera materializarse en sus estantes era sencilla.
Podían aparecer cuando el autor muriera, llevando consigo el libro de su vida y los libros escritos… o cuando más de doscientas personas habían leído dicha historia.
—¡Myne es de verdad una genio! Mi biblioteca nunca había tenido libros nuevos tan rápido como ahora.
Myne, la pequeña niña devorador con la marca de su padre que conservaba su libro secreto de su vida anterior. Ella era de las raras existencias dentro del jardín que había logrado robarle su libro secreto al estar tan cerca de alcanzarlos a ellos al subir la imponente escalera… y a diferencia de los otros que habían osado robarle un libro, Myne había pagado esta transgresión con creces.
Papel más barato y fácil de conseguir para los mortales posibilitaba que más de ellos comenzaran a aprender y a escribir… y por tanto, pudieran plasmar más historias que, de otro modo, nunca habrían llegado hasta ella.
Tinta y herramientas mecánicas que podían reproducir la misma información una y otra y otra vez hasta el infinito, garantizando que más de doscientas almas pudieran leer la misma historia en un corto periodo de tiempo.
Técnicas de aprendizaje de las letras que posibilitaba que plebeyos y nobles pudieran leer y escribir. No importaba cuanto mana tuviera el autor o el lector, el simple hecho de pasar las historias al papel y leerlas de ahí le garantizaban más libros en su biblioteca sin necesidad de purgas o masacres como las que habían ocurrido a últimas fechas. Odiaba cuando le llegaban libros por esa razón. Todos terminaban igual. Todos tenían el mismo final.
"Murió purgado", "Su vida se acabó por orden de su Aub", "Se lamentó porque no tenía futuro y jamás llegaría a la adultez", "Murió con la certeza de que no vería a su padre al final de la imponente escalera, dado que habían destruido su medalla"… ese último era el final que más odiaba leer. Ese ritual maldito destruía todo, libro e hilo por igual. Era una forma detestable que tenían los mortales de robarle libros a ella e hilos a Ventuchte y Dregarnuhr…
Y sin embargo, al fin estaban en una época de paz donde los libros no paraban de llegar, los mortales no dejaban de reproducirse y en sí, el pequeño jardín no hacía más que mejorar. Incluso Aivermeen se veía más saludable ahora cuando lo miraba por el espejo de agua.
—Mestionora, ¿puedo ir a tu nueva sección de cocina?
La joven sonrió. Su biblioteca también había dejado de ser un lugar solitario. De pronto sus compañeros y familiares dentro del panteón no dejaban de ir y venir a leer o a solicitarle libros.
Era como si su amor por el conocimiento se estuviera contagiando poco a poco entre los suyos y todo, todo era gracias a su querida Myne, la más fiel de entre sus seguidores, la que más estaba haciendo por ella y por Aivermeen.
—¡Adelante Cuococalura! Me parece que hay dos o tres recetarios nuevos. Myne encontró un modo interesante de utilizar unas semillas para hacer un dulce llamado "chocolate".
—¡Esa Myne es fabulosa! Antes solo podía ver nuevas recetas cuando moría un gran chef o cuando una sola receta era conocida y reproducida por más de doscientos mortales a lo largo de muchos años… pero ahora, solo tengo que venir a visitarte y encuentro estas maravillosas recetas nuevas. ¡Estoy tan feliz de haberla bendecido cuando era más pequeña!
—¡Te comprendo por completo! Esa imprenta y las reformas educativas han estado mejorándolo todo incluso para nosotros.
—¡Lo sé! Vantole estaba en verdad emocionado cuando encontré ese recetario de licores y cocteles el otro día, ¿sabes? Me pidió que le avises si llega otro.
—¡Tenlo por seguro!
Mestionora dejó a Cuococalura justo frente a los recetarios nuevos antes de seguir a la sección de romance para guardar el nuevo volumen de Madam Erantura.
Por supuesto, Bluanfah, Efflorelume y varias otras diosas de la primavera se encontraban ahí emocionadas, discutiendo los nuevos libros que acababan de materializarse.
—¿Es mi imaginación o han llegado más de uno esta vez? —suspiraba Efflorelume con una sonrisa enorme y un gran sonrojo en su rostro.
—¿No te enteraste, Efflorelume querida? Madam Erantura y Madam Ariadne ya no son las únicas que escriben historias de amor. Parece que durante esta vuelta de hilo en el tejido de Ventuchte aparecieron al menos diez escritores más, tanto hombres como mujeres, de romance.
—¡Es tan fabuloso poder leer todas estas historias nuevas tan pronto! —suspiró extasiada una de las diosas de la primavera.
Mestionora sonrió, guardando el libro en su lugar y mirando la nomenclatura de los libros nuevos.
Con la reestructuración de la Biblioteca más cercana al reino de los dioses y posteriormente todas las otras bibliotecas con el sistema decimal de Rozemyne, incluso su vieja y milenaria biblioteca se había visto reordenada. Los libros ahora aparecían en lugares muy concretos y era más fácil de encontrar los nuevos libros e incluso reconocer a nuevos autores.
—Recomiendo mucho este libro de Madam Erantura. Nada menos que una bella historia de amor entre dos candidatos a archiduques. Él solo deseaba permanecer en su ducado y protegerlo con una esposa de un ducado más bajo que pudiera complementarlo, ella cayó por él luego de verlo practicar la danza votiva, donde ambos brillaron ante los ojos de los demás —comentó la joven diosa, dejando escapar un suspiro cargado de ensoñación sin dejar de señalarlo—. A pesar de que la historia no está terminada en este volumen, me atrevo a decir que es uno de sus mejores trabajos hasta ahora.
—¡Por la Pareja Suprema! —murmuró Bluanfah sosteniendo su pecho, estirando una de sus manos para alcanzar el libro nuevo—. Si la misma Mestionora lo recomienda, deberemos leerlo entonces en nuestro club de lectura.
—Es una pena que solo haya un ejemplar de cada libro en tu biblioteca, Mestionora —se lamentó Efflorelume—. Tendremos que esperar a que Bluanfah termine de leer y releerlo antes de que nos permita poner nuestros ojos en la historia.
—Puedo prometer que la espera valdrá la pena —respondió la joven antes de ir a otra área de su biblioteca.
Estaba dando la vuelta en uno de sus conocidos pasillos, lista para bajar a mirar en el espejo de agua y hablar con Aivermeen cuando se encontró a Leidenschaft y su séquito discutiendo de manera ruidosa en su nueva área de historias de aventura.
–¡Te digo que esos enanos son de tener, Angriff! Nos vendría bien crear seres como ellos nosotros también.
–¡Cierra el pico, Vulcanift! Por supuesto que iban a gustarte esos seres salidos de lo profundo de la tierra si la mayoría son forjadores iguales a ti. –se quejó el fiero dios guerrero.
–Si van a crear enanos, entonces quiero elfos –declaro Seheweit con los brazos cruzados–. Hombres hermosos, controlados y capaces de ver tan lejos y a detalle, viviendo vidas tan largas para poder predecir el futuro. Efflorelume estaría de acuerdo conmigo en crear semejantes criaturas.
–¡Basta ustedes tres! –los interrumpió Leidenschaft arrebatando el libro que Angriff' había estado agitando por encima de su cabeza–. Esta historia está diseñada para conmover el corazón de los mortales y llevarlos a venerar con más fuerza a nuestra casa. Si están tan ansiosos por tener nuevos seguidores, entonces hablen con la Pareja Suprema para que les dejen observar algunos mortales en el telar de Ventuchte. Bendigan a algunos de ellos y déjense de estupideces. ¡Nadie va a crear nuevas razas pensantes en el jardín! ¡¿He sido claro?!
–¡Si, mi señor!
–¡No los escucho, panda de llorones!
–¡Si, mi señor!
Mestionora se cubrió los oídos con un par de emociones encontradas, optando por tomar un poco de la furia que la embargaba a causa de estos dioses bullicioso e irrespetuosos de su sagrado templo.
–¡Tío Leidenschaft! De verdad aprecio que tú y tus exaltados pasen más tiempo entre letras que en los campos de ditter, pero no pueden estar gritando aquí dentro.
Su tío la miró con una sonrisa socarrona y divertida antes de empujar el libro en su pecho con algo de fuerza, haciéndola retroceder un par de pasos sin dejar de mirarla.
–Mi amada sobrina, protectora de la sabiduría y la escritura. Mis guerreros y yo te estamos agradecidos por permitirnos entrar a leer estás maravillosas historias "épicas" como la vida y muerte de nuestros más fieles guerreros del reino mortal, sin embargo, si tanto te molestan nuestros ánimos, deberías permitirnos sacar las historias para disfrutarlas fuera de este sofocante templo.
–¡Me niego! La última vez devolvieron el libro con el encuadernado quemado y algunas páginas arrugadas, rotas o empapadas. Los libros de Alexandria no son tan resistentes como las versiones antiguas debido a los materiales usados.
Su tío le dio una última mirada al libro sonriendo todavía más antes de dejar escapar una sonora carcajada, misma que no tardó en repetirse entre los dioses de su séquito acompañándolo en ese momento.
–¡Y eso que no ha visto a los descarados de Brennwarme y Beischmacht! –murmuró Seheweit antes de ajustarse la armadura y salir detrás del resto de los dioses del fuego.
–¡Shhht! ¿No escuchaste a la mocosa? –regañó Vulcanift entre risas nada discretas–. En la biblioteca se está uno en silencio.
–Jajaja, eso explica los aparatos antiescuchas de ese par –se burló Angriff ahora.
–¡Silencio! ¡Marchando! –exigió Leidenschaft–. ¡No voy a tolerar soplones en mi casa!
Estaba estupefacto viendo como su tío y parte de su séquito salían a paso marcial en un silencio demasiado artificial, con los dioses menores haciendo lo posible por aguantar la risa sin mucho éxito. ¿Exactamente qué estaba pasando en su amada biblioteca que ella no supiera?
Antes de ir a averiguar, Mestionora miró el libro "Historia de un viaje y un regreso" escrita por el mismo autor de "Una historia de ditter."
Mestionora suspiró. El chico escribía de un modo sublime y emocionante, sin embargo, los dioses de la casa del fuego solían exaltarse en exceso todo el tiempo… lo que le recordó el asunto de Brennwarme y Beischmacht… ese par de dioses solían ocultarse en lugares oscuros y apartados cuando estaban juntos para que nadie atestiguar sus rituales… ¿Por qué tendrían que haber escogido su biblioteca para eso? Era un misterio que no alcanzaba a comprender.
Por lo general esos dos leían por separado los libros de aquellos que hubieran sido flores de los templos de Yurgensmidt… aunque desde que Myne tuviera su versión del nido estelar en el reino mortal los notaba más entusiasmados de lo usual y no terminaba de entender la razón.
Con el libro al fin en su legítimo lugar y la curiosidad a flor de piel, la diosa de la sabiduría comenzó a caminar por los pasillos conocidos. Pronto encontró que había aparecido un pasillo nuevo en la planta baja… en la zona más alejada de su zona de libros de los muertos… en el área de quienes vivieron como flores en los templos.
–¿Y esto?
El pasillo estaba apenas iluminado. Los colores de su padre, de su madre y de Leidenschaft predominaban de un modo armónico que la hacía sentir incómoda.
Primero lo atribuyó al blanco. Aborrecía a su padre aún si sus abuelos insistían en dejarle ver a su madre cada invierno a causa del enlace estelar que su madre se negó a romper… luego notó que no era solo eso si no la combinación de colores en sí. Tan llamativa. Tan atrayente. Tan… íntima al mostrar como los colores se entremezclaban en degradados tan tenues que era imposible decir con exactitud donde iniciaba y dónde terminaba cada color.
Un escalofrío la recorrió de inmediato ante los detalles de aquel largo pasillo que descendía como si intentara esconder de ella su contenido. No le gustaba.
Ella amaba el conocimiento. Amaba todos los libros y todas las historias.
Libros de cocina. De magia. De estrategia. De juegos. De cuentos. Biográficos. De aventura. De romance… ¿Por qué había surgido entonces una sección intentando ocultarse a su vista?
Aguantando el mal presentimiento y la terrible sensación de estar entrando a un lugar en el que aún no era bienvenida, bajó por la escalera a paso firme, encontrando al fin un par de libros con encuadernados similares y firmados con nombres que desconocía… nombres de flores.
–Ninguna dice Madame… ni Lord… solo nombres de flores. ¿Por qué firmarían con nombres de flores?
Estaba tan intrigada que tomó uno y se sentó a leerlo luego de constatar que no había nadie más con ella en la escalera.
Al inicio, la hermosa página adornada con pétalos de flores enmarcando un nombre tentador para la historia la hizo relajarse, pensando que tal vez fuera un nuevo tipo de historia de amor, más a medida que la historia avanzaba, las desvergonzadas acciones de los protagonistas la hacían sonrojarse más y más.
Usando la misma técnica que cuando leía libros de gente recién fallecida que había dedicado parte de su vida a honrar a Brennwarme y Beischmacht, Mestionora se saltó una página, esperando que la desvergüenza pasará, encontrándose con algo todavía más desvergonzado en el primer párrafo.
Volvió a dar vuelta a la página sin leer toda la escena, encontrándose con algo desvergonzado y perturbador. ¡Los jugadores de ditter no acostumbraban a pasar sus lenguas por los cálices de nadie en medio de un capo de ditter!
Se saltó esa página y la siguiente, esperando encontrar algo que tuviera sentido y encontrándose con un diálogo que no había leído nunca en sus otros libros.
"¡Oh, Lord Baldwin! ¡Sus dedos no son suficientes para hacer que me consuma por completo! Por piedad, tomé mi flor de una vez con su espada. Quiero cantar para usted alabanzas a Brennwarme."
Seguido del protagonista retirándose la ropa interior y penetrando de un modo salvaje a la pobre mujer cuyas curvas entregadas por Geduldh y Anwachs eran mancilladas con manos y dientes sin dejar que la pobre mujer se relajara.
Mestionora no podía sentirse más confundida, incómoda y molesta por esto. ¿Qué tipo de monstruo pervertido había escrito algo tan soez?
La joven diosa se saltó varias páginas, leyendo el primer párrafo y sintiendo que su boca se secaba y el trueno de Verdrena reverberaba en su pecho una y otra vez al darse cuenta de que el protagonista yacía ahora de espaldas en medio del sagrado campo de ditter en tanto su coprotagonista no dejaba de saltar sobre de él, todavía empalada por la espada del invierno.
Incrédula ante la cantidad de páginas dedicadas a algo tan salvaje y primitivo, la diosa se saltó hasta la última página… encontrándose con que los dos protagonistas estaban terminando de consumirse en las flamas de Brennwarme sin dejar de jadear o abrazarse, todavía sentados en medio del campo.
Cerró esa abominación, furiosa y sonrojada por todos lados antes de devolver el libro a su lugar, mirando de mala manera el resto de libros con tonos en azul, blanco y rojo, escritos por mortales con nombres de flor.
Estaba a punto de volver a subir cuando escuchó que algo era golpeado al fondo de la sospechosa escalera, seguido de un par de quejidos que la hicieron apretar las piernas ante el extraño malestar que acababa de sentir.
Los quejidos se repitieron una vez más todavía más alto seguido de la voz andrógina de Brennwarme, haciéndola sonrojar de pies a cabeza.
–¡Más, Beischmacht! ¡Dame más~! ¡Ohhhhh!
La risa escalofriante de Beischmacht, profunda y cavernosa se confundía con los jadeos de la otra deidad. ¿Qué carajos estaban haciendo ese par de fenómenos perversos ahora?
–Brennwarme… ¿Deberíamos invitar a Bluanfah la próxima vez?... Mhhhhh… ¿O a Efflorelume?
Escuchó como la deidad de la pasión gemía de nuevo. Un sonido angustiante y agudo que la hizo sentir cada pelo de su cuerpo en punta por alguna razón.
–¿Por qué no a Vantole? –inquirió esa voz carente de género en un suspiro–, ¿O que tal los cinco juntos? Es taaaaaan tentador jugar con las espadas y los cálices… ¡justo así~!
Su cara no podía estar más caliente que en ese momento. Menos mal que Vulcanift ya no estaba en su preciada biblioteca o le propondría usarla a ella en lugar de su forja.
La joven diosa miró a todos lados. No tenía nada más allá de su autoridad como dueña de la biblioteca.
Un grito largo y agónico la despojó de sus dudas, apresurando sus pasos hasta alcanzar el final de la escalera donde poco faltó para que la diosa se desmayara de la impresión.
Tomándose del pecho tratando de respirar, Mestionora volteó atrás, notando que las paredes que daban hacia afuera de la escalera de caracol era donde se encontraban guardados los libros en tanto que el final de la escalera albergaba lo que parecía una amplia alcoba circular. El suelo estaba tapizado de alfombras y cojines mullidos. Telas vaporosas y traslúcidas colgaban de pared a pared, haciendo imposible divisar el techo. Luces brillantes flotaban entre aquellas telas dando un aire más parecido a la luz del ocaso y un atril con un libro abierto y bastante más grande de lo usual reposaban junto a la entrada.
Dentro de la extraña alcoba, tan desnudos como un mortal recién nacido se encontraban Brennwarme y Beischmacht revolcándose en el suelo.
La palabra "hermafrodita" emergió en la mente de Mestionora cuando se dio cuenta de que la deidad de la pasión tenía senos y una espada colgando entre las piernas que el dios Beischmacht no dejaba de manipular. Sin quererlo notó también que a diferencia de Beischmacht, Brennwarme no tenía sacos de ningún tipo colgando debajo de su espada, sino una extraña herida que mantenía a la deidad unida a su contraparte.
–¿Qué están haciendo aquí? ¡Pervertidos! ¡Desviados! ¡Irrespetuosos! ¡Este es MI templo del saber!
Ambas deidades se despegaron apenas un poco, rompiendo el beso apasionado en que habían estado sumergidos sin que sus cuerpos sudorosos dejarán de moverse.
–¡Mesti! ¡Linda! –la saludó Beischmacht moviéndose un poco más despacio ahora, dejando ver a la adolescente la forma descarada en que él estaba penetrando a la otra deidad–. ¿Vienes a aprender?
–¿Aprender? ¿Qué? ¿Porqué? ¿Por qué están haciendo algo como esto en mi amada biblioteca?
La joven estaba al borde de las lágrimas, más furiosa que horrorizada cuando la pareja frente a ella se miraron a los ojos, sonriendo con descaro antes de que Beischmacht se empujara de un modo rápido y salvaje, apretando la espada de Brennwarme con una mano y uno de sus senos con la otra. El cuerpo de Brennwarme no tardó en comenzar a echar chispas. Su voz andrógina salía de su garganta en gemidos cortos y cada vez más rápidos. De pronto el mana de Brennwarme se encendió, convirtiéndolos a ambos en una pira en que los dos cuerpos se consumieron de pronto, desapareciendo entre las flamas azul y dorado, danzando antes de que las flamas menguaran poco a poco, sus colores tan mezclados que los hacían brillar conforme sus cuerpos volvían a formarse, dejándolos con unas miradas cargadas de éxtasis y sonrisas estúpidas en los rostros.
Mestionora lo había mirado todo por entre los dedos de las manos con que intentó protegerse de la intensidad del perverso acto desagradable que acababa de presenciar.
Brennwarme hizo a Beischmacht a un lado. El Dios se dejó hacer, soltando un bostezo antes de recostarse en el suelo como si estuviera en su propia casa sin más. La deidad que portaba en su cuerpo la espada de su padre y el cáliz de su madre se cubrió entonces con una tela cercana, enrollando aquella prenda alrededor de su cuerpo antes de atorar lo todo con un pasador floral de cabello, pasando el remanente de la tela por sobre un hombro y alrededor de su espalda hasta caer sobre su otro hombro, dejando su género de nuevo como una incógnita a cualquiera que le viera cubierto.
–Parece que nuestra herramienta antiescuchas se rompió. Lo lamento mucho, Mestionora.
Brennwarme era de una naturaleza un poco más gentil que el dios subordinado de su padre. Que fuera quien siempre diera palabras de aliento a todos los otros dioses cuando parecían decaídos le daba puntos extras con Mestionora.
–¿Por qué tenían que mancillar mi templo? –exigió la joven sintiéndose decepcionada por lo que acababa de atestiguar… decepcionada y hasta cierto punto envidiosa.
–¿Tu templo?
No era normal que Brennwarme se confundiera de un modo tan bizarro… o que hiciera bromas con cosas tan serias.
La deidad tomó una jarra y sirvió un par de vasos, ofreciéndole uno a Mestionora antes de abrir una puerta al lado contrario del atril. ¿Qué estaba pasando?
–Esas escaleras de ahí dan a mi biblioteca –se quejó Mestionora en un puchero, aceptando el vaso sin atreverse a beber aún si aquello olía a frutas frescas y no a alcohol como había supuesto–. ¿Por qué tenían que hacer está cosa… desagradable debajo de mí biblioteca?
Brennwarme le sonrió, dando un trago antes de dejar su vaso a medio tomar junto a Beischmacht, quien ahora roncaba como si no hubiera un mañana.
Brennwarme tomó el libro del atril, cerrándolo antes de insistirle a Mestionora de acompañarle. La joven lanzó una mirada desconfiada al dios roncando en el suelo y luego se apresuró a pasar, asegurándose de no dar más de dos pasos bien largos para pisar aquel lugar lo menos posible.
.
–¿Qué es este lugar?
Nunca había visto un edificio como ese.
Fuentes y flores fingían de adornos en cada esquina. Los pisos y muros blancos contrataban con los pisos rosas y el techo azul celeste. Una mesa baja reposaba en medio de una alfombra con cojines enormes rojos decorados con hilo de oro. Un aroma agradable inundaba el lugar. La luz de su abuela bajaba por los diferentes ventanales de colores en lo alto de los muros y una fuente enorme y honda reflejaba la luz de manera hipnótica desde el fondo del lugar.
–Myne nos erigió un templo a Beischmacht y a mi… ¡juntos, Mestionora! La idea no tardó mucho en comenzar a reproducirse en otros lugares de Yurgensmidt y ahora tenemos este templo. Hay un área por allá que tiene pasto en lugar de suelo, con una cúpula de cristal que nos permite ver el cielo y árboles alrededor. También hay otra habitación de ese lado donde podemos escuchar las nuevas creaciones musicales de Kuntzeal sobre la cama más cómoda que hemos probado nunca. El área donde estábamos es la zona de lectura de nuestro templo. Por lo general usamos ahí una herramienta antiescuchas debido al eco de esa habitación.
Beischmacht se sentó en uno de los cojines, recogiendo sus piernas hacia un lado y Mestionora le imitó de inmediato.
La deidad observaba con afecto el libro… daba la impresión de que Bluanfah bailará dentro de sus ojos en ese preciso momento, haciendo a Mestionora sonrojarse.
–¿De dónde ha salido ese libro? No lo he visto antes.
–Este es el cuarto de una serie increíble creada por Myne, Quinta y algunos de sus nobles sirvientes. La habitación de estudios apareció un día junto con el primer libro. Supongo que Myne lo considera conocimiento y por eso nuestra habitación de estudios está enlazada a tu biblioteca, Mestionora. Lo lamento mucho.
–¿Qué hay de esas… esas vulgares historias de amor ocultas en la escalera alrededor de su habitación de estudios?
La deidad la miró confundida un momento antes de sonrojarse y sonreír, mostrando una timidez que no era propia de sí.
–Se llaman novelas Bremróticas. ¿Puedes creer que Myne le diera mi nombre a un género? ¿el nombre de la única deidad sin género? Tu discípula es en verdad sorprendente, Mestionora. Nos ha elevado a todos, a algunos más que en la época dorada del jardín. Mi compañero y yo nunca habíamos recibido tanto mana, ni tantas oraciones sinceras. Estas últimas vueltas del tejido están resultando más que revigorizantes incluso para Besuchweg y Willkürspab. ¡Greifechan no había estado de tan buen humor en siglos!
No sabía que decir ante la emoción de Brennwarme.
Ella también había visto como las cosas mejoraban, pero… tal vez estaba demasiado extasiada en la mejora de salud de Aivermeen y en el incremento de su biblioteca y las visitas de los lectores.
Brennwarme la miró tranquila antes de tocar el libro, accionando un círculo mágico que manipuló para intercambiarlo por otro ligeramente distinto.
Mestionora dio al fin un sorbo a su bebida sin alcohol, notando cómo la otra deidad empujaba el libro hacia ella con una sonrisa y un brillo curioso en los ojos.
–Quizás Myne está consciente de que no todos están listos para obtener esta sabiduría nueva, Mestionora, y por eso nos la ha confiado a nosotros. Ya que tú eres la diosa de la sabiduría, imagino que por eso el reflejo de las creaciones en el reino mortal entraron en conflicto aquí y unieron tu templo con el nuestro. A pesar de estar oculta, sigue siendo sabiduría.
La joven diosa asintió, encontrando verdad en las palabras de Brennwarme y acercándose más el libro, abriéndolo en la primera página y leyendo el título.
"El Buen Libro"
.Manual del amor.
No decía quien lo había escrito, confundiendo a Mestionora, quién no tardó en mirar a Brennwarme, quién iba de camino a uno de sus pasillos.
–¿Cómo estás tan segura de que fue Myne?
–Porque es de quién hemos recibido más oración. A veces nos reza sola. Con frecuencia nos reza junto a Quinta. Hace poco recibimos una oración inusualmente larga y divertida de ambos, fue imposible mantenernos separados luego de esa oración, fue confuso. Quinta estaba convencido de que era un castigo para Myne y ella no paraba de mandarnos su oración sincera y agradecida
–¡Oh! –respondió Mestionora sin saber que más decir.
Cuando ya no pudo ver a Brennwarme, comenzó a hojear el libro. Cuando pasó la sección de las oraciones, casi se va de espaldas.
Sonrojada y sorprendida, Mestionora comenzó a dar vueltas a las páginas conteniendo las lágrimas porque, sin importar cuan vulgar, vil y desvergonzado de las imágenes, en verdad era un libro lleno de sabiduría interesante sobre cosas que no lograba comprender.
–¡Myne, no! ¿Cómo pudiste crear este tipo de libros tan descarado?... ¡Debe ser culpa de ese odioso de Quinta! Si tan solo Myne no estuviera tan apegada a él… –se lamentó Mestionora cuando llegó al final del libro y lo cerró.
Un platón con frutas y algunos postres siendo recargado en la mesa la hizo despegar la cara de la tabla de madera en que había estado sollozando y lamentándose, encontrándose con la mirada comprensiva y la sonrisa divertida de Brennwarme.
–Es una pena que Aivermeen sea un árbol atado entre los dos reinos, Mestionora. Creo que habrías disfrutado probar esta nueva sabiduría con él… claro que no puedo decir lo mismo del viejo.
–¿A qué te refieres? –preguntó furiosa ahora, notando cómo Brennwarme sonreía con una disculpa.
–No, nada. Sabemos cuánto afecto sientes por tu mentor, Mestionora. Solo eso.
No estaba muy convencida, aun así y por su propio bien, decidió no dejarse llevar por la ira.
.
–¿Entonces me permites hablar con él, Schlaftraum?
El Dios del sueño la miró exasperado en medio de sus nubes y su arena cambiaformas.
–Mestionora, no fue él.
–¡Claro que fue él! ¿Cómo pueden defenderlo? ¿Por qué siempre lo defienden? ¡No es más que un bruto e impío salvaje y rebelde dispuesto a atacarnos incluso a nosotros con tal de obtener lo que desea!
Schlaftraum soltó un suspiro cansado, frotando sus ojos con su palma abierta murmurando algo que sonaba como a "tú también lo molestaste en esa ocasión" para luego estirarse de su letargo.
–Bien. Te dejaré contactarlo, pero te lo advierto de nuevo, ¡É .Fue! Tu protegida es mucho más creativa y desinhibida que él, Mestionora. Si no fuera así, Brennwarme y Beischmacht no se habrían confabulado con Ventuchte para dejarle ver visiones de otro de los telares dentro de mis dominios solo por divertirse a su costa.
Schlaftraum se levantó entonces, caminando por entre sus nubes y su arena, mirando con atención al suelo hasta encontrar un hilo fantasmal que levantó lo suficiente para que la arena se arremolinara, tomando la forma de una pequeña mortal de casi dos años y una bebé en brazos de un hombre feliz que no paraba de cantarles y jugar con ellas.
Schlaftraum la miró con una súplica en sus ojos de cielo entonces y la preocupación marcada en su semblante.
–A Myne le ha tomado tiempo que las arenas dejen de mostrar terror y dolor en él. Le ha tomado un enorme esfuerzo que Quinta visite mis dominios de manera regular. No seas demasiado dura con él y no le insistas demasiado. Él no fue.
–Eso es lo que voy a descubrir, Schlaftraum. Gracias.
La jovencita se agachó entonces, dejando que parte de su mana se colara en las arenas del hilo fantasmal y cerró los ojos.
.
Y mi amor por ti
Durará una eternidad.
Con tus brazos en mi cuello
Y tu rostro en mi mirar
A través de las arenas
Por toda la eternidad.
La voz de Quinta era tan melodiosa que la propia Kuntzeal no paraba de defenderlo y sonrojarse ahora que sus canciones solían elevarse cada noche.
Mestionora miró alrededor. Estaban en los pasillos de un castillo de mármol blanco, en una cámara llena de un mobiliario colorido e infantil.
El hombre a quien buscaba estaba ahí, girando con la niña y la bebé que había visto en las arenas.
La niña tenía el cabello de Myne mientras la bebé tenía el cabello de él, llenándola de curiosidad. Eran mortales desconocidos antes del bautizo. Pocas veces había visto de esos. Ninguno poseía libros cuando morían.
–¡Más, papi! ¡Canta más! –pidió la voz infantil de la pequeña de cabellos azul medianoche con los brazos en alto a pesar de estar entre los brazos de Quinta.
–¡Uwuuu! ¡A da dada da! –fueron los extraños y tiernos sonidos que salían de la bebé.
Claro que el sonido más bello y desconcertante no salió de ellas, sino de él. Quinta estaba riendo de verdad. Reía de tal modo que su corazón casi se estrujaba y la hace regresar. Casi.
Myne entró en ese momento por una de las puertas con una sonrisa enorme y feliz, abrazándolo, besando a cada una de las pequeñas en la frente y luego a él en los labios.
–Ferdinand, pareces divertirte bastante con las niñas.
–Aiko y Hoshi son encantadoras, todas mis diosas. Bailábamos un rato.
Los observó entonces, sintiendo ternura y celos a partes iguales.
¿Por qué su padre no podía amarla de ese modo? ¿Por qué su madre no podía sonreír de esa forma al abrazarla a ella?
–¿En verdad? –preguntó Myne con una risita divertida sin dejar de abrazarlos a los tres– ¿Puedo bailar yo también? Sabes cómo me gusta bailar contigo, Ferdinand.
–Lo lamento mucho, todas mis diosas, pero les prometí a las niñas bailar con ellas una pieza más.
Observó como Myne tomaba a la más pequeña sin dejar de besarlo a él, sonriéndole.
–Supongo que puedes bailar una pieza más con Lady Aiko, Lady Hoshi debe ir a tomar su merienda y luego a dormir. Después de eso, es mi turno.
El hombre soltó una risita divertida antes de tomarle la mano a Myne, besándole los dedos y el dorso de la mano antes de besarla en los labios con Bluanfah bailando en sus ojos.
–Es una promesa, my love. Bailaremos toda la noche después de esto.
Myne soltó una risita tímida y alegre, alejándose con la pequeña bebé y la música se reanudó.
La voz de Ferdinand inundaba la sala entera haciendo promesas de amor eterno a la niña en sus brazos, besándole los cabellos cuando la música terminó, parándose en cuclillas para bajarla con suavidad y mirarla a los ojos.
La niña a la que habían llamado Aiko sonreía contenta, bailoteando y moviéndose de un lado al otro, arrancando flores que acababan de brotar del suelo que ahora era césped suave y aromático.
Cuando la pequeña volvió, llevaba una corona de margaritas en las manos y parecía más grande… antes del bautismo, pero más grande. Debía tener la edad de Myne cuando su padre la marcó al tratar de reclamar su vida.
–¡Papi! –llamó la voz infantil de la pequeña mientras Quinta dejaba caer una rodilla al suelo, cruzando sus brazos al pecho y agachando la cabeza para que la niña le colocará la corona de flores en la cabeza–. Prometo que siempre, siempre te amaré, papi. Siempre seré tu dulce Aiko.
Otra risa llena de afecto y diversión emergió del hombre que tanto había detestado por atacar a Aivermeen… el mismo al que ahora dudaba en seguir detestado al verlo portarse de un modo tan humilde frente a alguien tan pequeño, envuelta en la cálida atmósfera circundante.
La niña tomó la cabeza de Ferdinand para besarlo entre los cabellos y luego obligarlo a mirarla. Ambos sonreían con afecto y fascinación, entonces Quinta tomó a la pequeña entre sus manos, alzándola con rapidez para lanzarla al aire, atrapándola de nuevo antes de girar con ella sin que ni uno de los dos dejara de reír.
–Mi dulce, dulce Aiko. Juro buscarte un nombre tan dulce y bello como tú y protegerte de cualquier insecto, sea Dios o mortal, con mi vida entera.
El encanto se perdió. Los gritos furiosos de Aivermeen al momento de la "poda" como la había llamado ese hombre maldito, volvieron a su mente, así como las desvergonzadas imágenes que había visto en esos libros que no estaban bajo la protección de ella, sino de los dioses del tesoro y la pasión.
Quinta bajó a la niña al suelo y le susurró algo al oído. La vio correr entonces hacia el castillo que podía verse ahora a pocos metros de ellos. Era como si estuvieran en un jardín dentro de un palacio. El palacio rediseñado por Myne, nada menos.
La niña entró por un portal abierto hasta los brazos de Myne, todavía con la bebé en brazos y luego… luego la temperatura descendió y todo quedó sepultado en nieve. Casi como estar en la prisión que eran los dominios de su padre, Ewigeliebe.
–¡Si vienes por mi esposa, te advierto, no podrás alcanzarla!
La voz desafiante del hombre, su suave túnica verde claro con la capa azul media noche cambiando por una armadura y una espada conforme Quinta volteaba no hacían más que enervarla.
Todo rastro de afecto y dulzura relegados al olvido en apenas un parpadeo. Era mejor así. No sabría cómo aleccionar a este desalmado y estúpido mortal de otro modo.
–¡No he venido a buscar a tu esposa, sino a ti, Quinta!
Lo vio fruncir el ceño y torcer la boca al escuchar su nombre real, haciéndola sonreír al notar el desagrado.
–¿No fue suficiente que Brennwarme y Beischmacht vinieran a fastidiarme hace unos meses?
–No sé de qué hablas.
Quinta ya no le respondió, solo movió sus manos cambiando la espada por una enorme guadaña que giró sobre su cabeza unos segundos sin dejar de caminar hasta ella, apoyándola en el suelo cuando quedó a suficiente distancia como para rozarla con el filo de la enorme oz.
–¿Qué quieres? –gruñó Quinta sin una pizca de la humildad o la quietud mostrada un momento atrás.
–Quiero que dejes de pervertir y manchar a mi discípula.
Quinta levantó una ceja, relajando apenas un poco su postura sin dejar de mirarla con desagrado.
–No sé de qué hablas.
–¡Claro que sabes! –gritó ella furiosa, convocando el libro que en realidad reposaban lejos de sus manos, bajo la biblioteca, en esa sucia pocilga de desenfreno y desvergüenza que Brennwarme y Beischmacht llamaban "sala de estudios."
Quinta miró el libro una vez y luego a ella, negándose a tomarlo cuando ella intentó dárselo. Entonces una minúscula sonrisa malévola apareció en su rostro.
–¡Así que mi perverso gremlin comelibros también te da problemas a ti! Una revelación inesperada en verdad.
–¿Perverso, gremlin? ¡¿Qué?!
No podía creer sus palabras, menos cuando una risa nasal escapó de Quinta y luego una risa burlona y estridente, tan similar a la risa de Angriff que la cabeza comenzó a dolerle.
–¡Myne es pura como yo! –rebatió Mestionora convencida–. Ella no puede ser la autora de esta… ¡está aberración! Esto ha sido tu culpa, Quinta. ¡Pervertiste a mi discípula! ¡La sedujiste! ¡Le metiste toda esta… está vulgaridad carnal en la cabeza!
La risa de Quinta no hizo más que aumentar. Su arma cayó al suelo, deshaciéndose. La nieve se deshizo por completo a su alrededor. La armadura se evaporó en el aire y lo único que quedo fue Quinta vestido de sacerdote azul en medio de uno de los jardines de un templo.
–Yo no podría haber imaginado todas esas formas que tiene mi esposa de encontrar placer. Lo que es más. Ella me mostró el libro en el que se basó para ese manual. Le insistí en que no lo diera a conocer. Le pedí que no lo imprimiera para su venta… pero, así como soy incapaz de controlar el clima en el reino mortal, soy incapaz de detenerla por completo a ella o a sus fanáticos. Incluso uno de mis juramentados la estuvo ayudando a mis espaldas.
–¡Pero es tu esposa!
–Y tu discípula –rebatió el mortal más divertido que nada, mirándola de modo burlón y malévolo–. Deberías conocerla mejor. Rozemyne es como una tempestad. Puedo contenerla hasta cierto punto, pero una vez que ha puesto su mente en algo… no hay poder en el reino mortal o en el reino de los dioses que pueda detenerla.
Estaba frustrada. Muy frustrada. Eso no podía ser verdad. Tenía que ser culpa de Quinta. Myne no podía tener ese tipo de ideas siendo una dulce e inocente doncella amante de los libros.
Quinta dio un paso al frente, mirándola con descaro y una amplia sonrisa malévola que la hizo estremecer.
–Vuelve mañana por la noche. Le quitaré los amuletos que evitan que ustedes puedan contactarla o interferir en sus sueños –la mueca burlona y arrogante del hombre que injustamente se parecía a Aivermeen en este sueño, se relajó, mostrando en cambio un ceño fruncido y una mandíbula tensa y desafiante–. Solo será una noche, diosa de la Sabiduría. No esperes que te permita el acceso a mi esposa otra vez. Ni tú ni ningún otro dios volverá a tocarla mientras viva. Ella es mía y de nadie más. Ahora, vete por favor. Nunca había disfrutado de sueños tan reconfortantes como ahora.
Estaba tentada a quedarse para incordiarlo hasta que despertara, sin embargo, ese mortal bien podría cambiar de opinión y mantener a Myne ocultando ellos y fuera de su alcance, así que se fue.
No tuvo que esperar mucho a qué la noche cayera de nuevo en el reino mortal. Schlaftraum buscó de nuevo hasta encontrar el hilo fantasmal que pertenecía a los sueños de Myne, lanzándole una mirada de advertencia cuando la arena formó a Myne leyendo bajo un árbol sobre el hilo.
–Mestionora, te dije que no había sido él.
–¡Tuvo que ser él! ¡Myne confesará la verdad y entonces podré enfrentar de nuevo a ese sucio mortal rastrero y darle una lección por mentirme!
Schlaftraum soltó un bostezo y se alzó de hombros sin decirle nada, dejándola repetir el proceso de introducir su conciencia en los sueños de Myne.
Cuando Mestionora abrió los ojos estaba en una bella biblioteca. Myne estaba sentada en un cómodo sofá acomodado frente a un ventanal, leyendo emocionada. Ella era la viva imagen de la inocencia y el amor incondicional a la sabiduría y las letras. Nunca encontraría un mejor avatar que ella.
Estaba por acercarse para mostrarle el libro cuando la puerta se abrió… y Myne dejó de leer para mirar al intruso de su santuario, manteniendo un dedo dentro del libro para marcar la página en qué se había quedado… sonriendo de una manera amplia y brillante.
–¡Ferdinand! ¿Quieres leer conmigo, my love?
–Por supuesto, todas mis diosas.
Vio a Quinta entrando de inmediato, sentándose al lado de ella antes de besarla en un hombro y jalarla para permitirle recargarse en él y retomar la lectura donde la había dejado.
Ahora estaba más segura de que ella no había sido. Ella no había podido idear esa perversidad, ella no…
–Hueles tan bien, todas mis diosas.
Myne soltó una risita traviesa, levantando el rostro para besar a Quinta en los labios un par de veces antes de acomodarse de nuevo entre sus brazos.
–Y tú sabes delicioso como siempre, mi Dios Oscuro. ¿Crees que podría seguir leyendo mientras, tú sabes, me haces el amor?
Lo observó sonriendo de forma malévola, besándola en el cuello, rodeándola de la cintura.
–Si eso te hará feliz, my heart…
–Sabes que sí, Ferdinand.
Mestionora se sentía perdida de pronto. ¿Qué estaba pasando ahí?
–¿Y si alguien entra, todas mis diosas? –susurró Quinta al oído de su discípula sin dejar de tocarla, paseando sus manos y sus dedos por sobre el cuerpo de Myne con demasiado descaro.
–¿Quién iba a entrar a mi pequeño paraíso sin preguntarnos, Ferdinand? Sólo tómame.
Más besos. Más caricias desvergonzadas.
De pronto Myne comenzó a leer en voz alta mientras Ferdinand comenzaba a desvestirla sin dejar de besarla… y lo que estaba leyendo era, de hecho, una de esas novelas Bremróticas de las que tanto se estuvo regodeando Brennwarme cuando descubrió el pasillo y la escalera que llevaban al templo del par de desvergonzados.
Myne leía en voz alta. Quinta le besaba los senos, manoseándola bajo la falda antes de terminar de desnudarla para besarla entre las piernas. Myne comenzó a tener problemas para seguir leyendo y la puerta se abrió.
Quinta de detuvo para mirar al nuevo intruso, relajándose un momento antes de mirarla.
–¡Oh, vaya! ¡Un segundo Ferdinand para jugar!
–¿En serio debo compartirte con él, todas mis diosas? –preguntó la versión de Quinta que se parecía más al Quinta real dentro de su subconsciente.
–Desde que te conocí con el cabello largo me he lamentado de que te lo cortas, my love, de no estar ahí para cuidarte y protegerte mientras eras un estudiante. De haber sabido lo que sentía por ti en aquel entonces…
El otro Quinta entró, retirándose la capa ocre que colgaba sobre su ropa negra con filos ocre y verde, mirándolos a ambos con una sonrisa socarrona antes de aproximarse a besarla con descaro, de un modo tan intenso, que la hizo pensar en el escandaloso abrazo de Brennwarme y Beischmacht.
–Ferdie, mi lindo y hermoso Ferdie, quítate eso para que me encargue de cuidarte mientras Ferdinand cuida de mí.
Los dos Quintas se miraron a los ojos, sonriendo de un modo malévolo antes de desvestirse.
Pronto la boca del mayor estaba de vuelta entre las piernas de Myne y la boca de Myne… ughh, ¿cómo podía preferir tener la espada de ese Quinta más joven dentro de su boca que seguir leyendo?
En algún momento el Quinta mayor se sentó, obligándola a soltar a su contraparte más joven para sentarla a horcajadas sobre su propia espada en lo que el otro Quinta se situaba a su espalda, introduciendo su espada en ella también. Ambos la besaban y tocaban por todos lados. Ambos la abrazaban y la ayudaban a moverse para que las espadas entraran y salieran de ella, haciéndola gemir tal y como Brennwarme había estado quejándose antes de convertirse en fuego.
Sonrojada, Mestionora miró a otro lado sin saber que hacer, escuchando a su más devota gimiendo una vez más y luego otra vez antes de que todo pareciera en silencio.
Volteó entonces, convencida de que ahora era el momento de preguntarle que era toda esa locura, sin embargo, la encontró besándose con el Quinta mayor, sentado ahora a su espalda en lo que el Quinta más joven la besaba en el cuello sin dejar de amasar sus bendiciones de Geduldh.
Abochornados y nerviosa, Mestionora comenzó a carraspear, mirando de reojo y notando que Myne seguía cubierta todavía por los cuerpos de ambos Quinta, los ojos nublados y la sonrisa boba en el rostro de Myne.
–¡Oh, dioses! Parece que mi yo de la academia vino a divertirse también. Podemos corregir un poco de tu falta de afecto, Ferdie –comentó Myne tomando el rostro del Quinta más joven antes de señalarla.
El Quinta más joven miró a Mestionora entonces de un modo que nadie la había mirado antes, confundiéndola. Deseo y asco se retorcían en su vientre, miedo y ansias. Esa mirada sedienta de ella dolía, no eran esos ojos los que debían mirarla de esa forma.
–¡Myne, no soy tú! ¡Soy Mestionora!
–¿Mest… Mestionora?
Por alguna razón los dos Quintas, la biblioteca y la desnudez de su discípula desaparecieron entonces y ambas quedaron en una habitación con muebles extraños, que parecían alienígenas para ella.
Myne llevaba ahora el cabello recogido con una especie de correa extraña, una blusa blanca de mangas cortas y una falda insípida café que le cubría unos centímetros debajo de las rodillas.
La observó sentarse en un sofá demasiado simple y se sentó en otro similar, ignorando la extraña ventana negra en la pared o los extraños artefactos que colgaban de las paredes.
–Lamento mucho haberla confundido así, santidad. Temo que la vida de casada me tiene deseando más de lo que puedo tener. ¿Qué necesitaba?
La observó tomar una taza de un té aromáticos de un modo delicioso. Notó entonces que tenía una igual en una pequeña mesa a su lado.
–Bien, verás… encontré este… libro desvergonzado en mi biblioteca, oculto de mí. ¿Sabes de dónde salió?
Su discípula tomó el libro, sonriendo un poco al verlo antes de abrirlo.
La diosa podía leer algo de nostalgia en la mirada de su discípula, quién hojeó todo el libro con una sonrisa cada vez más amplia y una mirada más y más cargada de nostalgia y orgullo.
–No tenía idea de que podrían leer los libros nuevos en el reino de los dioses. Espero que lo estén disfrutando bastante. Aquí he logrado que muchas mujeres nobles y plebeyos sean más felices al disfrutar de todo el placer que Brennwarme y Beischmacht tienen reservado.
–¿Qué? ¡No! ¡Tuvo que ser Quinta quién ideara esto, Myne! ¡Ese hombre…!
–Mi marido es como la mayoría de los hombres de este mundo, me temo. Sabía cómo satisfacerse a sí mismo, pero no como satisfacerme a mí, así que traje la sabiduría en las artes amatorias de mi mundo anterior. Ahora que Ferdinand se ha vuelto increíble en la cama, no puedo parar de disfrutar de sus atenciones.
Sentía que algo le iba a dar. No era posible que su discípula estuviera admitiendo ser la culpable de todo ello.
–Pero, Myne… ¿Qué hay de tu amor a los libros? –preguntó Mestionora, incrédula.
–Todavía los amo. Es solo que ahora puedo disfrutar en carne y hueso las cosas que a veces leía en ellos… mucho más de lo esperado.
No podía creerlo. Algo de eso debió mostrarse en su rostro porque la calma en el rostro de Myne desapareció para mirarla confundida y luego con una sonrisa amable.
–Santidad… quizás cuando se enamore y pueda atar sus estrellas a alguien comprenda la felicidad de… ahm… ¿teñirse con los colores del otro y quemarse en la llama de Brennwarme? ¿Así es como se dice en Yurgensmidt?
Estaba más que sonrojada e incrédula ahora, haciendo una pregunta aún más estúpida por no poder pensar de manera correcta a causa de la impresión.
–¿De que otro modo lo llamarías?
–Bueno… en mi vida pasada, en el mundo en que vivía antes le llamábamos "sexo" a compartir nuestros cuerpos… "hacer el amor" cuando lo compartíamos con alguien especial. "Tener un orgasmo" cuando se alcanzaba el máximo placer. Yo morí antes de experimentar cualquiera de esas cosas, así que… soy afortunada de poder experimentarlas todas en esta vida, con Ferdinand.
Estaba sin palabras.
La idea no solo había sido de ella sino que además estaba basada en conocimientos de su mundo anterior… tendría que pedirle a Ventuhite que le permitiera ver los telares que no tenían Yurgensmith o el mana como base… tal vez… no estaba para nada segura de querer mirar en un mundo así de desvergonzado.
–Bien, ahm… ¿Felicidades? –respondió la diosa, insegura de lo que debería hacer.
–Gracias, santidad. Un día, cuando suba la altísima escalera, espero que podamos vernos de nuevo y charlar con calma sobre los libros de su enorme biblioteca. Por ahora, espero vivir muchos años más, hay mucho que quiero vivir y experimentar todavía junto a Ferdinand y nuestros hijos. Quiero darle a ese hombre todo el amor que le faltó antes de que yo pudiera encontrarlo. Necesito tener algunos hijos más si quiero cumplir con ese deseo. Gracias por visitarme, Santidad, espero que tenga una espléndida noche y que Schlatraum la bendiga con un sueño dulce y reparador.
–Si, gracias Myne… espero que puedas cumplir con tu deseo.
.
Cuando volvió a la biblioteca se sentía derrotada hasta cierto punto.
No podía discutir con Myne o regañarla por lo que había hecho aún si era su culpa. Porque no lo había echo con mala intención, solo quería hacer feliz a otros y disfrutar de su vida, pero…
Cada vez que Mestionora recordaba las impúdicas escenas causadas por ese libro desvergonzado frente a sus ojos… bueno… terminó por colocar una barrera antiescuchas a la entrada del pasillo que conectaba con el otro templo, así como algunas advertencias sobre el final y el inicio de cada templo, luego comentó al respecto con Aivermeen por su espejo de agua, notando a su antiguo tutor suspirando con cansancio.
–Mi pequeña Mestionora, ¡eres tan joven todavía! Y al ser la Diosa de la sabiduría, tal vez estés condenada a no madurar lo suficiente para comprender lo que Myne ha descubierto con Quinta… supongo que está bien eso. Los mortales están diseñados para cambiar y aprender, los dioses para ser eternos. Quizás solo debas volverte un poco tolerante, pequeña. La sabiduría que Myne ha escondido en el templo nuevo no estará escondida mucho tiempo. En algún momento del tejido, esa sabiduría reclamará su legitimo lugar en tu biblioteca y no podrás quejarte o renegar por ello.
Luego de eso no pudo volverse a quejar, solo comenzar a mentalizarse para el día en que la sabiduría del placer saldría a la luz de su abuela junto con el templo de Bremwarme y Beischmacht.
.
Notas de la Autora:
Luego de que pidieran en dos ocasiones diferentes un pov de los dioses, al fin lo tenemos aqui.
¿Qué les ha parecido este capítulo? ¿Imaginaban que pasaría algo así con los dioses? ¿O que Mestionora reaccionaría de este modo al encontrarse con la nueva adición a su biblioteca... que no está a su cargo sino de otros? En cuanto a Bremwarme siendo hermafrodita, pensé que sería mucho más adecuado para la deidad de la pasión, digo, la pasión no debería tener un género, la sentimos todos, por diferentes motivos y dirigido hacia diferentes objetos y personas. Puedes apasionarte por tu religión, por la lectura, por el arte, por hacer cosas nuevas, ¡qué se yo! la pasión no se limita solo al sexo, así que, ¿porqué no darle un cuerpo sin limitantes?
Y para los que querían ver a Rozemyne con más de un Ferdinand y a Ferdinand siendo un buen papá, aqui un vistazo.
También debo avisarles de que Dioses y Semillas entran en hiatus de nuevo por buena parte del verano. ¿La razón? Debo terminar de pulir mi siguiente novela, "Xul Itzbeh" para sacarla a la venta en Agosto y meterla a concurso en Amazon. Crucen los dedos y deseenme suerte, o mejor aún... estén pendientes de mi siguiente aventura original de fantasía épica con dragones en un entorno mesoamericano, jejejeje.
Ahora si, me retiro. Prometo que a más tardar en Septiembre regreso con nuevos capítulos para Dioses y para Semillas. Se aceptan ideas y peticiones. Cuídense mucho, no se quemen demasiado este verano si viven en el hemisferio norte y abríguense bien si están en el hemisferio sur.
SARABA
