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Los Dioses del Amor
Heilschmerz y Bluanfah
Era un día lluvioso de finales de primavera, uno de esos raros días de la hoja en que ninguno había tenido que asistir al castillo a cumplir sus obligaciones. El Ducado estaba en paz, bastante equilibrado para este momento y Aub Rozemyne tenía a Grettia y Liesseleta turnándose para descansar y para entrenar a las jóvenes que al fin se había dignado seleccionar para incrementar la cantidad de asistentes personales con ella.
Las gotas de lluvia golpeteando contra el vidrio de la ventana, las hojas de los árboles y la tierra del patio creaban una melodía agradable al interior de la finca archinoble. Los asistentes de la pareja estaban ocupados limpiando y preparando la comida, dejando que el joven matrimonio disfrutara de algo de intimidad en la sala de libros.
Sentados en un sofá de tres plazas con un par de manos entrelazadas intercambiando maná de manera constante se encontraban Matthias y Grettia en su pequeño ritual de besos gentiles y cortos, uno detrás de otro como si fueran pequeñas galletas diminutas y espolvoreadas con ese endulcorante nuevo que parecía harina.
La mano de Matthias que no intercambiaba maná estaba fuertemente anclada en la cintura de su esposa, mientras ella usaba su mano "libre" para acunar el rostro de él.
Un par de besos más y ambos se miraron sin tratar de ocultar del otro el noble color de Geduldh de sus mejillas, la nariz o las orejas.
–¿Cómo te sientes? –preguntó Matthias sin soltarla todavía, mirando a su esposa a los ojos con atención.
–Feliz… supongo… es lindo que te conformes solo con esto.
Matthias sonrió. Deseaba más que ese magro intercambio, sin embargo, se había jurado esperar mientras ayudaba a sanar a su mujer. Se lo había explicado muchas veces y esta no fue la excepción.
–¿Quieres hacer algo más, Grettia? Haré lo que gustes mientras lo desees y te sientas cómoda con eso, no importa lo que sea.
Ella sonrió, sonrojándose como de costumbre antes de lanzarse a sus brazos y soltar su mano. Era parte de su rutina durante sus días libres. Abrazos y algunas demostraciones de afecto. Al principio solo era Grettia tocando su rostro o pidiéndole que cepillara su cabello. Sus avances habían sido lentos y pequeños, pero constantes. A Matthias no le importaba si cumplían cuarenta para cuando al fin recibieran las bendiciones de Bremwarme, Beischmacht y Entrinduge, o si debían adoptar. Esperaría con calma.
–¿Matthias? ¿No, no te gustaría probar con… otro tipo de besos?
Tenía que ver con lo que le habían hecho. No era la primera vez que dudaba al pedirle algún tipo de contacto específico, empezando siempre con ese "no te gustaría" que nunca sabía cómo interpretar.
–Si te hace feliz, entonces quiero probar, mi Diosa.
Nunca ahondaba en qué tipo de Diosa era ella para él. Ya estaba decidido a tomarla como su diosa única, después de todo, ¿cómo podría sanarla o procurarla si tuviera que preocuparse por otra esposa?
La sintió separarse de él y la miró a los ojos, perdiéndose por un momento en el brillo curioso reflejado en ellos, el ligero rubor en sus mejillas y la forma en que se estaba moviendo.
Grettia no hacía casi ningún gesto. Era raro que sonriera, mostrara angustia o incluso timidez en su rostro, todo era siempre su postura. La forma en que movía sus dedos cuando estaba nerviosa. Su espalda un poco encorvada al sentirse avergonzada. Sus hombros subiendo y juntándose un poco cuando se sentía presionada. El leve temblor en sus manos y piernas cuando tenía miedo… Ese día debía estar entusiasmada por alguna razón. Sus movimientos eran más fluidos y ligeros de lo usual.
–Podría gustarte… demasiado.
Ahí estaba ese enorme sonrojo que le cubría toda la base del cuello y las orejas, además de sus dedos jugando con su falda de forma casi imperceptible cuando hacía alusión a algo vergonzoso que además la aterraba en cierto modo. Matthias no lo sabía porque no se atrevía a preguntar directamente, pero sospechaba que los veronicanos que entrenaron a Grettia en las artes de Bremwarme solían golpearla si ella los estimulaba demasiado pronto… su joven esposa siempre tenía problemas para verlo a los ojos cuando él hacía nevar por un par de besos extras o una caricia de más. Era una bendición que no durmieran juntos como algunos de sus compañeros o sus Aubs, estaba seguro de que Grettia pararía de hablarle si descubría cuan seguido tenía que lavar sus sábanas con washen durante las mañanas.
–Grettia, estaré bien con lo que quieras compartir conmigo. No te preocupes.
Ella lo miró con desconfianza y él sólo le sonrió, tomando una de sus manos con cuidado para besarle el dorso sin dejar de estudiar su rostro. Sabía bien cuánto disfrutaba la chica con ese tipo de gestos por la forma en que su aliento se cortaba antes de escapar despacio por entre sus labios apenas abiertos. Esa era la forma en que Grettia suspiraba. Por supuesto, Matthias dejó escapar una brillante sonrisa satisfecha. Grettia era la joven más tierna que conocía.
–Un día…
Mattthias sonrió aún más, tomando aire para no reír. Su esposa estaba un poco incómoda pero no de mala manera. Debía sentirse cohibida y feliz si estaba intentando terminar esa frase. Tal vez un día logrará que se la dijera completa.
.
–Un día… –dijo la peligris sin poder terminar su pequeña amenaza, sintiendo el calor de su sangre agolpada en su cuello para colorearlo, su órgano de maná latiendo con mucha fuerza y una súbita sed que parecía solo calmarse con los labios de su esposo.
'Un día de estos, Matthias va a hacer que mí órgano de maná se detenga y yo pierda todo mi autocontrol… ¿Seguiría tratándome igual de bien si eso llegara a pasar o me golpearía por actuar como un sucio animal en celo?'
Confiar era tan difícil a veces.
Cuando su familia la entregó a la casa de Laurenz cómo nada más que una flor, sabía que esperar del padre, pero no del hermano mayor. Ese tipo había tratado de cortejarla con dulces y palabras amables solo al principio. Después resultó ser mucho más violento que su padre.
La abofeteaba si sonreía. Le dejaba la piel lacerada con pellizcos terribles si cometía algún error al servirlo, ya fuera como sirvienta o cómo entretenimiento y por supuesto, la pateaba entre las piernas si ella le daba demasiado de su propio maná o lo hacía nevar demasiado pronto. Era cierto que el hermano mayor nunca le rompió un hueso cómo el padre de Laurenz, pero le temía igual.
Laurenz nunca la tocó, ni siquiera la única vez que su padre intentó obligarlo, al menos dejó de mirarla con lástima luego de que a él también le rompieran un par de costillas. Las bromas vinieron justo después. Eran molestas, sí, pero también era el extraño modo de Laurenz de tratar de alentarla. Lo supo cuando lo notó haciéndole el mismo tipo de burlas estúpidas a Matthias e incluso a su señora en la Academia Real.
–Ven, Matthias.
El caballero se acercó más y ella tomó aire para tratar de calmarse.
Matthias era hermoso lo viera por dónde lo viera. Al igual que Aub Ferdinand, Matthias se vería hermoso en cualquier tipo de ropa, haciendo suspirar a hombres y mujeres por igual… ¿cómo podía estar casado con ella y ser tan paciente? Era algo que todavía no terminaba de comprender. Tan sorprendente cómo el ofrecimiento de su señora de divorciarla y esconderla para ella sola si sufría.
Luego de todos los abusos vividos, Grettia seguía poniendo en duda el ser merecedora de tanto afecto y de tanta preocupación. Ojalá pudiera ser más como Angélica. Seguro ella también podría dejar de pensar en cosas complicadas y solo recibirlo todo con una sonrisa si fuera así de fuerte y rápida.
Otra respiración profunda y envió sus deprimentes pensamientos a un rincón oscuro y frío. Ya que Matthias era su Dios Oscuro, uno amable… uno que incluso ella deseaba, tenía que seguir con sus pequeñas clases sobre cómo hacerlo sentir bien. Él no iba a golpearla si se le pasaba la mano y lo llevaba demasiado rápido a la hoguera… ni le reprocharía… tampoco tardaría más o menos en buscar sus servicios. No era que no la deseara, luego de casi un año viviendo juntos le quedaba claro que el hombre a su lado la deseaba tanto, incluso más que sus antiguos amos… sólo que él era de verdad paciente y gentil, haciéndola preguntarse si lo merecía.
Grettia se puso en pie, su mirada engarzada con la celeste de su esposo, el cual comenzó a sostenerse con fuerza del asiento en cuanto la vio levantarse… cómo si tuviera que anclarse a la silla para no seguirla y suplicar por más. Claro que no era su intención alejarse ahora, no cuando al fin se sentía por completo cómoda besándolo o intercambiando maná.
Sujetando su falda, sintiéndose nerviosa y sin saber si quería o no ser rechazada, Grettia subió la tela, dejando sus medias y la ropa interior que cubría sus rodillas al descubierto, notando la nuez en la garganta de Matthias subir y bajar al tiempo que la respiración se intensificaba y sus ojos quedaban pegados a las prendas expuestas en tanto sus mejillas se coloreaban y un bulto comenzaba a formarse en su regazo.
Decidió dejar de pensar en lo que había dentro de los pantalones de su esposo y armarse de valor. Necesitaba que él la aferrara con fuerza si se arrepentía en el último momento o los recuerdos la rompían otra vez. Con mucho cuidado, justo cuando los ojos de Matthias la miraron a la cara, cargados de asombro y deseo, Grettia comenzó a moverse, sentándose a horcajadas sobre las piernas de Matthias y teniendo cuidado de no acercar su cáliz al bulto aquel. No quería tratarlo como a un amo, no quería portarse como una flor.
–¿Grettia? –preguntó Matthias, tenso debajo de ella, mirando la forma en que estaba sentada con el rostro tan coloreado del noble color de Geduldh, que en serio tenía ganas de abrazarlo como si fuera un niño pequeño y asustado–, estás… ¿estás segura de querer… esto?
Tuvo que tomarle un puño y colocarlo en su cintura, repitiéndose una y otra vez que él no iba a golpearla antes de poder asentir, colocar la otra mano de Matthias en el lado contrario y apoyarse en los hombros de su esposo.
–Yo… ¿me, me abrazarías antes… del beso?
La reacción fue tan inmediata como si un enemigo estuviera atentando contra Aub Rozemyne. Las manos de Matthias se cerraron sobre ella y pronto sus propios ojos estaban ocultos en el hueco del hombro de su esposo.
Matthias era tan fuerte, que estaba segura que podría partirla en dos con facilidad… aún así, se sentía a salvo ahí, envuelta por sus brazos y su aroma. No estaba segura de cuando comenzó a confiar en que Matthias la protegería de todo, pero se alegraba de que ahora fuera más fácil pedir que la confortara de ese modo.
Lo escuchó suspirar. Lo sintió palmear su espalda como si ella fuera una niña pequeña e indefensa qué necesitara ser reconfortada. Lo sintió relajarse de pronto, acercándola más a él en el proceso, llevándola a abrazarlo con más fuerza y morderse el labio.
El bulto ya no estaba ahí.
Debía parecerle una criatura patética si podía soltar su lujuria solo con eso.
Lo peor es que deseaba besarlo más y al mismo tiempo estaba asustada de que él quisiera más… asustada de que la rechazara también. Dolía tener estás emociones tan contrarias, nunca sabía cómo actuar con él.
–¿Puedo besar tu cabello, mi diosa?
Suprimió un escalofrío a duras penas. Felicidad y aprehensión se mezclaban cada vez que la llamaba de esa forma. Nunca pensó que sería la apreciada esposa de alguien… o que se sentiría insegura al no poder creer que sería la única y no sólo una tercera esposa… aún si no existían todavía dos esposas más.
Grettia aspiró despacio el aroma a jabón, rinsham y ropa limpia cubriendo a Matthias y asintió. Su marido rara vez la tocaba de modo alguno sin pedirle permiso.
–¿Está bien si seguimos… intercambiando maná?
Asintió de nuevo, cuidando que sus manos solo gotearan maná mientras disfrutaba de aquel afecto que parecía más fantasioso que ese nuevo libro en el que estaba trabajando Roderick por órdenes de su señora.
Grettia estuvo sirviendo el té y los bocadillos en la sala privada de lectura mientras su señora narraba un extraño sueño a su compañero de trabajo.
Un mundo creado por una canción. Un mundo poblado por humanos, plebeyos, bestias Fey nunca antes vistas y otros seres denominados elfos, enanos, ents y hobbits. Ella había intentado no poner demasiada atención, todo lo que su señora narraba parecía tan improbable como el caballero más hermoso y leal de todo Yurgensmith viendo a la diosa de los brotes bailando solo por ella… Matthias debía ser uno de esos elfos descritos por su señora… alguien cómo él no podía existir… en especial luego de decidir casarse con ella y tratarla… de ese modo.
Pensar se volvió difícil de repente. Los besos de Mattias en su cabello y su maná pintando su espalda con tanto cuidado la estaban relajando demasiado. Casi podría dejarse llevar y portarse como una mascota obediente si el miedo a que sería golpeada, insultada y humillada no persistiera.
–¿Está bien si…? O, olvídalo, Grettia.
.
La posición debía estarlo enloqueciendo.
No era la primera vez que abrazaba a Grettia para reconfortarla porque se sentía angustiada o insegura… pero si era la primera vez que la tenía así dentro de su casa. El recuerdo de cómo ella lo había tocado y besado en un pasillo desierto frente a un pequeño almacén del castillo durante una lejana socialización de solteros casi dos años atrás y el familiar aroma de ella, su calor, el tacto de sus senos contra su pecho… no debería sentirse atemorizado por desear tanto a su esposa, pero lo estaba. Preferiría mil veces enfrentarse solo a un señor del invierno antes que lastimar a su dulce y hermosa Grettia porque Bremwarme lo estaba bendiciendo demasiado.
–Puedes… puedes hacerme lo que quieras, Matthias.
El leve temblor en esa voz dulce y amable era un freno, un apoyo para recobrar su autocontrol.
–No debería pedirte…
–No, no deberías.
Y ahí estaba ese tono determinante y resignado que tanto odiaba escuchar. Cómo si ella fuera solo un objeto y no una mujer maravillosa con sentimientos que deberían ser protegidos a toda costa.
La abrazó un poco más fuerte, solo un poco, arrepintiéndose al sentir su espada saltando por todo lo que estaba percibiendo sobre él.
'¡Maldita sea! Necesito a Heilschmerz en este momento, no a Bremwarme y Beischmacht.'
–Quiero… besar tu rostro… y tu cuello, mi Diosa… pero temo estar siendo demasiado…
–Está bien, Matthias… es… reconfortante.
–¿De verdad? No quiero que te sientas incómoda.
Ella se apretó más a él, arrancándole un suspiro que lo llevó a cerrar los ojos. En serio, no quería ser el único disfrutando de la situación.
–No eres… el único… lo juro.
Se mordió el labio. En su desesperación había dicho aquello en voz alta y obtenido una respuesta cargada de miedo al final. Le daba tanto asco pensar que debieron castigarla muchas veces solo por sentir.
Matthias sacudió la cabeza para sacarse a los monstruos sin cara que parecían atormentarlos a ambos, decidiendo dejarse llevar solo un poco, aún si terminaba puliendo su espada toda la noche, a solas.
Con cuidado, cómo si se tratara de un shumil asustado, acomodó el cabello plateado y brillante de su esposa detrás de su oído para poder besarla en la punta, sonriendo al notar la zona enrojecer. Matthias sembró algunos besos más entre aquella sonrojada oreja y la mejilla de su esposa, dejando que sus dedos pintaran su mandíbula con mana, tomándola del mentón igual que un rato atrás para besarla en los labios, relamiéndose la boca luego de que Grettia comenzara a devolverle los besos.
Un brazo se aferró más a su cuello en tanto una mano le soltaba el cabello, adentrándose y enredando sus dedos en él con delicadeza.
Debía estar demasiado hambriento de más, debía desearla demasiado porque apenas bajó la guardia y se relajó del todo, la mano en el rostro de Grettia se devolvió a los hombros de la chica y la mano en su cintura se desvío a algo más suave, blando y redondo que no tardó en amasar, justo antes de que la boca de su esposa se abriera, guiándolo a abrir también los labios y embriagándolo con el leve sabor de su maná.
Grettia aspiró un poco dentro de su boca y él la imitó. Su espada comenzó a palpitar. Su sangre y su maná comenzaron a cantar para ella, moviéndose más rápido sin que a él le importara.
Un jadeo, más similar a un lloriqueo asustado fue lo que lo hizo reaccionar. No recordaba haber girado para derribarla contra el sillón, pero ahí estaba. Grettia lo miraba con miedo, sonrojada incluso en las mejillas, con sus labios húmedos y su cabello plateado saliendo por todas partes de la trenza en qué lo tenía recogido y que ahora parecía yacer inerte sobre el mullido sillón, justo a un lado de una de sus manos.
Estaba a punto de saltar lejos del sillón y salir corriendo a su habitación oculta, frustrado por dejarse llevar y asustarla cuando Grettia hizo la cosa más bizarra que podía hacer.
Lo tomó del rostro para acercarlo a pesar de estar derramando lágrimas, a pesar de estar temblando como una hoja dorada bajo los vientos de Schutzaria durante viento medio… lo besó de nuevo con la boca abierta, delineando sus labios con lo que, supuso, era su lengua y luego lo aferró con ambas manos como si la vida se le fuera en ello.
Matthias solo elevó un poco más su cadera, usando una rodilla como apoyo para mantener su espada tan lejos como pudiera de su esposa, aferrándose de la tela del sillón como si se tratara de las riendas de su bestia alta en medio de una tormenta y comenzó a devolver el beso, tocando la lengua en sus labios con la otra antes de despegar su boca despacio y abrir los ojos, captando el desvergonzado hilo de líquido entre plateado y transparente que los mantenia unidos, sonrojándose y sintiendo que se congelaba cuando la lengua de Grettia salió de improviso a reclamarla y mojar aquella piel suave y rosada que enmarcaba su boca.
–Más.
Le llegó el tímido y casi inaudible susurro de Grettia… y él obedeció, bajando de nuevo para besarla del mismo modo por un par de latidos, hasta tener la confianza necesaria para dejar que su lengua acariciara los blancos y perfectos dientes de su esposa, en tanto una de sus manos encontraba una mano pequeña y temblorosa con la cual entrelazar los dedos y retomar el de maná, disfrutando tanto la sensación del mana de Grettia entrando en él, recorriendo su brazo izquierdo hasta alcanzar su palpitante órgano de maná enviando ese dulce calor a todos lados, que cuando tuvo que separarse para respirar, comenzó a besarla en el cuello, paseando su lengua y sus labios por la piel palpitante y cálida de su esposa hasta toparse con tela y detenerse, frustrado por desear más de lo que podía tomar.
–¡Matthias~! –gimió Grettia en su oído con algo que no lograba ubicar, un tono que jamás le había escuchado.
–¿Qué, qué necesitas, Grettia? Pídeme lo que quieras. ¡Te lo daré todo!
La mano en su cabello lo obligó a recostar su rostro en ella… en esos suaves y esponjosos senos que el idiota de Laurenz no dejaba de describir cuando quería tomarle el pelo… haciéndolo nevar y consumirse en fuego.
¡Maldita necesidad!
–Lo… lo siento.
Odiaba que Grettia se disculpara por tener un cuerpo tan difícil de controlar y una mente tan sucia. Odiaba escucharla disculparse con miedo, aún si este era cada vez menos.
–No lo sientas… por favor. Debería poder hacerte sentir lo mismo… deberíamos estarlo disfrutando juntos.
–Yo… lo… lo estaba… disfrutando… demasiado.
¡No podía ser cierto!
Matthias se enderezó entonces, estudiando ese rostro apenado, esos ojos que le huían y que en un breve momento de curiosidad decidieron mirarlo… oscurecidos cómo los ojos de sus compañeros antes de una batalla… no… no era Angriff quien estaba bendiciendo a Grettia y darse cuenta era… alentador.
–¿Quieres… quieres continuar? Les pedí a Anemarie y Abel que no nos interrumpieran incluso si la comida estuviera lista.
El sonrojo en las mejillas de Grettia se profundizó. Sus ojos se desviaron a la puerta antes de volver a enfocarlo a él y asentir, notando que tenía la boca entreabierta.
.
Deseaba saborear de nuevo a Matthias. Seguir enredando los dedos en el brillante y sedoso cabello que ahora marcaba ese rostro asombrado y decidido, dándole un aire varonil tan atractivo, que podía sentir las aguas de Flutrane siendo liberadas.
Estaba aterrada.
La primera vez que le rompieron una pierna fue porque su dueño se dio cuenta de que su cuerpo estaba reaccionando demasiado rápido a las caricias del hermano de Laurenz.
Sabía que Matthias no la golpearía. Él no iba a lastimarla y aún así, seguía aterrada.
–¿Grettia…?
–¡Bésame, por favor, Matthias!
Odiaba suplicar. La hacía sentir como un animal herido y a punto de morir, pero si no hablaba, Matthias se disculparía con ella y se iría a su habitación oculta solo los dioses sabían a qué .. y luego la estudiaría con cautela antes de acercarse de nuevo.
Estaba aterrada… y deseosa. Su cuerpo era un desastre que no parecía saber bien cómo reaccionar a tanto afecto.
El placer parecía ir encadenado al miedo, entonces no debía ser tan raro que estuviera temblando aterrorizada por la humedad en su jardín o el bulto que Matthias se esforzaba por mantener tan alejado de ella como las armas de metal que había en casa.
–¿Estás… estás segura? Estás temblando demasiado y… no quiero lastim…
–¡Por favor!
Pronto no iba a poder contener el llanto. Él iba a salir corriendo y ella pasaría el resto del día deseando encogerse y desaparecer. Los dos se sentirían incómodos en la mesa. Ella terminaría disculpándose luego de obligarse a comer un par de bocados y él lo devoraría todo antes de jalarse del cabello y salir a entrenar el resto del día, entrando a casa tan cansado que no podría comer por caer casi desmayado en cama... De nuevo.
Una mano gentil la tomó del rostro y entonces notó cuan preocupado estaba él. Ella no era la única que no entendía.
–No me importa esperar, incluso si nos volvemos un par de ancianos arrugados antes de…
–Pero no es justo.
No pudo más. Su vista se nubló y las lágrimas salieron con fuerza, irrefrenables y dolorosas.
Estaba acostumbrada a llorar en silencio. Odiaba ser abofeteada, así que ya no sabía cómo gemir o gritar mientras lloraba. Estaba esperando oír los pasos de Matthias cruzando el cuarto y la puerta abrir y volver a cerrar cuando sintió como era levantada y abrazada, mecida incluso mientras escondía el rostro en el pecho de su esposo, escuchando como la puerta abría y volvía a cerrar, luego la voz serena de Matthias indicando a sus asistentes que comieran y se tomarán libre la siguiente campanada… y luego más puertas abrirse y cerrarse.
Grettia solo se abrazó más a él, aferrándose sin dejar de llorar o temblar en sus brazos, casi perdiéndose la sensación de Matthias besándola en la frente.
–Tienes razón. No es justo que no puedas llorar abiertamente. No es justo que te asustes tanto cada vez que estamos juntos, aún cuando seas tú la que me pide hacerlo. No es justo que estuvieras a merced de esos malditos bastardos… o que no sepa cómo ayudarte. Quiero que seas feliz, Grettia. Quiero que seas libre y vivas en paz. Yo...
No lo dejó continuar. No era justo arrastrarlo con ella.
Lo besó con avidez, llorando y temblando todavía, retomando esa descarada manera de sentarse sobre de él, brincando un momento al notar el bulto que era su espada antes de tragar un poco de su miedo y besarlo una vez más.
Podía sentir las manos de Matthias limpiándole las lágrimas que no dejaban de manar de sus ojos a pesar de estar inmerso en enredar su lengua con la de ella, succionando aún si eso significaba quedarse más rápido sin aire, cortando el beso por menos de un latido para besarla otra vez.
Debía ser normal que se aferrara a él de manos y piernas en medio de su desesperación. Debía ser normal que se pegara a su cuerpo como si su vida dependiera de ello, llorando y besándolo, saboreando la dulzura de su maná y lo salado de sus lágrimas.
Sus caderas comenzaron a moverse solas, sintiendo a su pareja congelarse por completo cuando se le escapó un gemido de satisfacción dentro de su beso.
–¿Grettia?
–Estoy… bien… créeme, por favor… ¡estoy bien!
–¡Estás temblando más!
–¡Estoy bien!
–¡Estás gritando!
–¡Estoy temblando porque estoy aterrada!
–Entonces, no…
–¡Estoy aterrada porque te amo!
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Las palabras no tenían sentido. ¡Sus acciones no tenían sentido!
No podía soltarla por el miedo a verla caer. Grettia temblaba como si estuviera al borde de la hipotermia, llorando tanto que era imposible limpiar sus lágrimas, hipando incluso, con sus manos aferrándolo con fuerza de la camisa que llevaba puesta y los ojos cerrados como si abrirlos le supusiera una inmensa agonía… debió escucharla mal. Estaba tan preocupado que seguro había escuchado mal.
–No, no necesitas seguirte forzando. Quiero que te sientas segura conmigo, no aterrada.
–No me estoy forzando.
Sonaba derrotada. Sonaba dolida. Sonaba exhausta y él en serio no sabía que hacer.
La abrazó, dejándola llorar tanto como quiso, sorprendiéndose, incrédulo y confundido cuando la sintió dejar un beso húmedo en su cuello que, seguro, le dejaría una flor de Beischmacht de esas que a veces lucía Eckhart en los hombros, debajo de la armadura.
–¿Grettia?
–¡Te amo, Matthias! Pero estoy tan rota… mi cuerpo reacciona mal… sigo esperando que me golpees aún cuando sé que no vas a hacerlo… sigo deseándote… a ti… y eso me aterra.
¿Qué podía hacer?
La abrazó y besó por todo el rostro, sintiendo que lloraba también de puro alivio, dejándola guiar una mano hasta su pecho. La escuchó gemir de nuevo luego de sentirla apretarse contra su espada. Sus manos volaron a las caderas de Grettia como lo harían hacia su arco y flechas en uno de los circuitos de tiro donde entrenaba con Judithe y otros caballeros los días del fuego por la mañana. Pronto su boca se apoderó del cuello de Grettia, besando su piel y lamiendo sus lágrimas, haciendo lo posible por contener otra nevada mientras la ayudaba a frotar su cáliz contra él, sintiendo las vibraciones de su voz gimiendo y su cuerpo temblando.
La preocupación de saberla aterrada debía estarlo ayudando con su autocontrol porque su nieve debía estarse agolpando a la salida de sus sacos mientras ella seguía moviendo la cadera sobre él, besándolo y gimiendo a pesar de todo.
–Mi diosa –dijo él entre un beso y otro sin poder soportarlo más–, mi única Diosa… yo también te amo… por favor, no te contengas.
Grettia se enderezó, abrazándolo con fuerza, llevándolo a hundir su rostro en medio de su escote mientras se movía con más desesperación sobre él.
Matthias solo se dejó llevar, ayudándola con una mano en tanto retiraba tanta tela como pudo con la otra para poder besar y marcar la piel que se le ofrecía, desesperado por la situación entera, llenando sus oídos de los gemidos de Grettia, sorprendiéndose cuando una de las manos de ella lo ayudó a dejar más piel a la vista.
Matthias tomó todo lo que pudo en su boca, besando y succionando una y otra vez, repitiendo que la amaba entre un beso y otro, tratando de no alarmarse por los gemidos cada vez más fuertes o las lágrimas que no paraban, al menos hasta escucharla soltar un grito que parecía cortarse y volverse inaudible, con las manos de Grettia forzándolo a hundir el rostro en medio de aquellas bendiciones que Geduldh le había obsequiado, sintiendo como las piernas de su esposa lo apretaban con tanta fuerza como si deseara lastimarlo.
Grettia dejó de moverse entonces, respirando tan rápido como si hubiera sido perseguida por caballeros Lanzenavianos, con su órgano de maná golpeándolo en la cara una y otra vez con fuerza… entonces pasó. La escuchó llorar de verdad, lamentándose y refugiándose en él de un modo amargo y doloroso.
Ella siempre había llorado en silencio… y hasta donde recordaba, nunca había alcanzado a quemarse en los fuegos de Beischmacht estando con él.
¿Debería besarla más? ¿Debería abrazarla con fuerza o decirle algo? ¿Estaría bien si la miraba a la cara o debería dejarla desahogarse a sus anchas sin mirar?
Pensó en darle una herramienta anti escuchas pero era innecesario. Estaban solos en su habitación oculta. Grettia podría llorar y gritar hasta quedarse afónica y nadie la escucharía… supuso que decirle eso sería contraproducente… porque era muy posible que la hubiesen lastimado en una habitación oculta para que nadie la escuchara llorar, gritar o pedir clemencia.
La abrazó entonces con tanto cuidado como si pudiera romperla aún más, mirando a otro lado mientras ella seguía llorando con fuerza en su hombro. Cuando la sintió bajando el volumen deshizo su trenza para cepillar su cabello. Se aseguraría de peinarla lo mejor posible antes de salir, justo después de curarle los ojos y todas las flores que había pintado sobre sus senos.
Para cuando Grettia se calmó, todo su cabello estaba en orden a su espalda.
–¿Estás bien?
Ella solo asintió en silencio.
–¿De verdad estás bien?
Tuvo que morderse la lengua para no decirle lo asustado que estaba luego de escucharla llorar de ese modo… lo tentado que estaba a subir a su bestia alta y buscar a los dioses para exigir las almas de los monstruos sin rostro.
–Gracias
Eso lo desconcertó. Tuvo que hacerse un poco para atrás para mirarla sin comprender.
–Necesitaba esto… todo esto… lamento mucho usarte así.
Negó de inmediato, una y otra vez antes de besarle los ojos hinchados y la frente perlada de sudor.
–Úsame todo lo que quieras. Toma y exige todo lo que quieras, Grettia… y… perdóname si no sé cómo curarte.
Las manos de Grettia en sus mejillas y el rápido y pequeño beso en sus labios lo hicieron calmarse de inmediato, mirándola, notándola sonriendo como si estuvieran bailando y no…
–¿Puedo dormir contigo esta noche? ¿Sólo dormir?... Tengo… demasiadas pesadillas cada vez que…
–¡Por supuesto!... Te, te abrazaré si quieres. Te cantaré una canción para dormir también, yo…
No pudo seguir hablando. Grettia estaba riendo. Era una risa pequeña y tímida, bastante contenida incluso, pero una risa a fin de cuentas.
Matthias la tomó de las manos, besando cada dedo y luego cada dorso y palma, respirando aliviado por primera vez en mucho tiempo, sonriendo de regreso antes de acunar su propio rostro con las manos su única diosa.
–Es la primera vez que te escucho reír. Alabados sean los dioses.
Y con eso, ambos quedaron abrazados un poco más en aquella habitación oculta, ignorando las luces de bendición escapando del anillo de Matthias.
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Notas de la Autora:
Sólo agradecer a Hikaryto por revisar que el capítulo estuviera bien y fuera adecuado.
El tema de Grettia me parece uno muy difícil debido a su historia de fondo, muy complicado, sin embargo, parece que logré que acanzara.
De nuevo, muchas gracias a mi excelente beta reader y editora de fics y gracias a ustedes por seguir leyendo toda esta enorme locura.
Por cierto, sé que es mañana, pero Feliz Día de Reyes.
SARABA
