Por órdenes de su tutor, Jiraiya Uzumaki, tres jóvenes de 13 años se aventuraron en las lejanas tierras del oeste, para buscar a la persona indicada que pudiera ocupar el puesto de sacerdotisa de la aldea de Konoha.
Según el sannin de los sapos y sus compañeros; la sannin de las babosas y el sannin de las serpientes, el número de Youkai que invadía los distritos, había incrementado luego del último conflicto que tuvieron con una aldea de la región del viento. Por ello, era de suma importancia hallar a una mujer que tuviera un gran poder espiritual.
Mientras pasaban por unos campos de cultivo, un ciempiés de gran tamaño apareció desde la tierra. Gritando asustados, comenzaron a correr en dirección a la aldea que tenían en frente.
De pronto, una flecha con un haz de luz purpura, apareció sobre ellos, clavándose en la criatura y purificándola hasta fallecer. Aun en pánico; por sus huesos regados en la tierra, los chicos pusieron muecas en sus rostros, antes de girarse hacia su salvador.
Se trataba de una mujer de ojos castaños, piel blanca y largo cabello negro, cuyas puntas terminaban en su cintura. Usaba como atuendo una camisa blanca de mangas largas, pantalones largos y holgados de color rojo y sandalias de bambú.
-¡¿Se encuentran bien?! - interrogó Kagome, aproximándose a los niños.
Ellos, aun impactados por lo ocurrido, solo pudieron asentir en silencio. La mujer les sonrió con dulzura. Ayudó a uno a levantarse y luego, los llevó a la cabaña de la anciana Kaede, ofreciéndoles el té que dejó en el fuego.
-¡M-Muchas gracias! - exclamaron los tres al mismo tiempo, tomando un sorbo de sus bebidas y exhalando aliviados.
-Pueden tomar todo lo que gusten. - habló con una sonrisa. - En cuanto mi esposo llegue con la comida, les prepararé un delicioso caldo.
-¡S-Suena delicioso...! Señora...
-Kagome Higurashi. - respondió. - ¿Y ustedes como se llaman?
-¡Yo soy Yahiko!
-Me llamo Konan.
-N-Nagato.
-¡Kagome! - de pronto, InuYasha abrió con prisa la cortina de bambú de la cabaña.- ¡¿Saliste otra vez para matar a un monstruo?! ¡Te dije que yo me ocuparía de eso, tú no puedes moverte de aquí!
-No exageres, InuYasha. - lo regañó la anciana Kaede. - Está embarazada, no enferma.
Los menores, al escuchar aquello, se quedaron boquiabiertos.
-¿Y estos mocosos quiénes son? - preguntó, poniendo una mueca mientras iba y venía de un lado a otro, olfateándolos.
-Mis invitados. - respondió Kagome, levantándose y acariciando su cabeza. - Así que pórtate bien, ¿De acuerdo?
-Por sus ropas... - habló la anciana Kaede, limpiando las plantas medicinales que tenía en un cesto. - debo suponer que no son de esta región, ¿O sí?
-A nosotros... - dijo Nagato. - se nos ordenó venir a estas tierras para buscar a una sacerdotisa.
-En nuestra aldea, los monstruos no han dejado de aparecer y asesinar a todo el que se cruce en su camino... - continuó Konan. - ...por lo que los líderes llegaron a la conclusión de que hay que poner una barrera protectora en los alrededores.
-Y las únicas que pueden llevar a cabo ese tipo de tareas, son las sacerdotisas. - finalizó Yahiko, dejando a un lado su té y haciendo una reverencia. - ¡Por favor! ¡Venga con nosotros, Kagome-sama!
Sus compañeros lo imitaron, inclinándose hasta juntar sus frentes con el piso.
-No lo sé... - comentó con dudas, retirando su mano de la cabeza del Hanyou. - ahora vivo aquí y...
-Ve con ellos, Kagome. - habló de repente la anciana Kaede, sorprendiendo a los presentes. - Ahora que la perla de Shikon ha dejado de existir, pueden ir a donde gusten y ayudar a quién más lo necesite.
-¿Tú qué opinas, InuYasha? - interrogó, volteando hacia él. - ¿Te gustaría tener otra aventura conmigo?
Mirándola fijamente, parpadeó atónito.
-Yo... iré a donde tú quieras ir. - susurró, con un ligero rubor en sus mejillas.
Kagome sonrió.
Un rato después, prepararon todo lo que necesitarían para su viaje y se despidieron de la anciana Kaede, de Rin y del resto de los aldeanos. Prometiendo que, algún día, regresarían para visitarlos y contarles sobre sus nuevas experiencias.
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Transcurrida una semana, el grupo llegó a la lejana aldea de Konoha. Dentro de una espesa neblina, se alcanzaba a distinguir las grandes puertas de madera que la resguardaban... junto a un antiguo puente que debían cruzar.
La sacerdotisa tragó grueso, nerviosa por la altura a la que se encontraban. Sin embargo, la mano de InuYasha se encargó de devolverla a la realidad, agachándose para que se subiera a su espalda. De pronto...
-¡Estilo de tierra!
...Nagato realizó una técnica en el borde del precipicio, construyendo para ellos un nuevo puente conformado por rocas.
-¡I-Increíble! - exclamó Kagome.
Poniéndose de pie, InuYasha también miró atónito al chico pelirrojo.
-Desde que supo que puede controlar la tierra, Nagato se ha concentrado en perfeccionar muchas técnicas de ese estilo. - explicó Yahiko. - Yo puedo controlar el agua y Konan puede hacer cualquier cosa con papel.
La niña de corto cabello azul hizo aparecer una rosa hecha de papel, con dos hojas en los extremos, obsequiándosela a la mujer de ojos castaños.
Luego de cruzar el nuevo puente y caminar un poco entre los árboles del bosque, apreciaron mejor lo grande y ancha que era la puerta de Konoha.
Bastó con que Konan realizara otra técnica de papel para abrirla en automático.
El lugar parecía pacifico. Sin embargo, con la neblina rodeando lo que continuaba de bosque en ese lado, lo hacía lucir como un sitio olvidado y fantasmagórico.
De pronto, escucharon un grito cerca de ahí. Sin perder tiempo, Kagome subió a la espalda de InuYasha, corriendo y saltando enseguida por las ramas de los árboles, al igual que los chicos, quienes los seguían de cerca.
Segundos después, llegaron por fin a la primera zona habitada con casas de madera y grandes edificios hechos de concreto. Bajando a las calles de tierra, la pareja se dispuso a exterminar a la comadreja Youkai de dos cabezas. Kagome con sus flechas e InuYasha con sus garras de acero.
-¡¿Se encuentra...?! - intentó preguntar el hibrido, pero la señora a la que protegieron, al ver sus orejas de perro, se asustó tanto que lo golpeó en la cabeza con un grueso palo de madera, partiéndolo en dos. - Un "gracias" hubiera sido mejor... - agregó con una mueca.
Su esposa vio aquello con una gotita de sudor bajando por su cabello negro.
-¡Señora Reiko...! - la llamó un hombre que corría al otro lado de la calle.
-¡R-R-Rápido, Jiraiya-sama! - exclamó, corriendo hacia él y señalando al peliplateado. - ¡P-Purifique a esa atrocidad!
-¡Esperen! - Kagome intervino, colocándose frente a él, con los brazos extendidos a los lados. - ¡InuYasha viene conmigo, no lo lastimen!
-¿Y usted es? - interrogó el hombre de cabello blanco.
-¡Es la sacerdotisa que nos pidió buscar, Jiraiya-sensei! - gritó Yahiko, bajando de los árboles con sus compañeros. - ¡Debió ver cómo acabó con esa horrible comadreja! ¡Fue genial!
-Es verdad. - agregó Nagato, asintiendo. - Su poder para acabar con los demonios es asombroso.
Jiraiya, atónito por las palabras de los chicos, volteó de nuevo hacia la pareja. En voz baja, le pidió a la anciana Reiko que se marchara y después, los llevó a un sitio más confortable.
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-¿Es ella? - le preguntó Tsunade a Jiraiya, una vez que llegó con Orochimaru a su gran residencia de madera.
-Interesante... - comentó el hombre de largo cabello negro, examinando a InuYasha de un lado a otro. - ...esta es la primera vez que veo a un Hanyou adulto.
-¿"Hanyou"? - interrogó Yahiko, arqueando una ceja.
-Un humano mitad demonio. - explicó Jiraiya, cruzado de brazos.
-Así que, su llegada con nuestros mensajeros... - habló Tsunade, volteando hacia Kagome. - ¿...significa que aceptaron formar parte de nuestra aldea?
-¿Cómo? - interrogó confundida.
-Muchachos. - Jiraiya los llamó molesto.
-L-Lo sentimos. - Nagato se disculpó. - Olvidamos mencionar que, al venir a Konoha, tendrían que quedarse a vivir aquí.
-¡P-Pero será con beneficios! - exclamó Yahiko. - ¡T-Tendrán el espacio suficiente para fundar su clan y podrán invitar a todas las personas que quieran a unírseles!
-Lo único que pedimos a cambio, son sus habilidades para exterminar a los Youkai. - finalizó Konan, apenada.
Meditando la propuesta, por unos segundos que parecieron una eternidad para los demás, la sacerdotisa sonrió.
-Es una buena idea. - dijo, sorprendiendo a InuYasha y a los niños, ya que, al no revelar algo tan importante desde el principio, pensaron que los rechazaría. - Ahora que Sango y Miroku se fueron a la aldea de los exterminadores y que Shippo está ocupado con el clan de los zorros demonios... - agregó, volteando hacia su marido y tomando su mano. - creo que nosotros también deberíamos iniciar una nueva etapa en nuestras vidas.
Sonrojado, el Hanyou asintió.
Durante una caminata que tuvieron en breve, los líderes de Konoha les explicaron que su aldea se dividía en cinco distritos, ocupados, por el momento, por cuatro clanes.
El clan Uzumaki, liderado por Jiraiya Uzumaki. El clan Haruno, liderado por Tsunade Haruno. El clan Uchiha, liderado por Orochimaru Uchiha y el clan Hyuga, liderado por los hermanos Hiashi y Hizashi Hyuga. InuYasha y Kagome iniciarían con el quinto y último.
Pasando por unos árboles más, los llevaron al sitio que se ocupaba, entre el distrito del clan Uzumaki y el distrito del clan Uchiha. Había muchas cabañas de madera ya finalizadas para los próximos miembros de su comunidad.
Y sobre una colina empinada, con escaleras de concreto, se hallaba una gran mansión. Cuando la pareja supo que ese sería su nuevo hogar, miraron con nerviosismo a Jiraiya y a Tsunade. ¿Los necesitaban tanto como para haber preparado todo eso con anticipación?
Entrando a dicho lugar, vieron anonadados los muebles acomodados y las puertas corredizas abiertas, dejando pasar el sonido de las cigarras en el jardín de atrás. Kagome se quedó pasmada. Era como ver una combinación de su época con la época feudal.
La nostalgia la invadió. ¿Cómo se encontraría su familia? ¿Su madre, su abuelo, su hermano Sota, Buyo?
Unos minutos después, ya para finalizar el pequeño recorrido, los sannin les enseñaron las alcobas del segundo piso y les entregaron un pergamino con el mapa de la aldea completa, para luego retirarse con los niños.
-¿Realmente está bien que nos quedemos aquí? - preguntó InuYasha, viéndolos desaparecer en la neblina nocturna que aun invadía la aldea.
-Mientras nos tengamos el uno al otro, estaremos bien. - contestó Kagome, sonriéndole, antes de poner su mano derecha sobre su vientre. - ¿Verdad, pequeño?
El Hanyou también sonrió. Tomó la mano de su esposa y la condujo al interior de la mansión, cerrando la puerta corrediza del vestíbulo.
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En el transcurso de los siguientes días, Yahiko, Konan y Nagato, a petición de Jiraiya, guiaron por otros sitios de la aldea a InuYasha y Kagome. Conociendo a la gente, la comida, los negocios, incluso el tipo de dinero que manejaban.
Llegada a esa parte, Konan les explicó que Konoha se especializaba en habilidades ninja, las cuales, utilizaban en el resto de la región del fuego y en otros lugares a sus alrededores, para encargarse de los demonios.
No obstante, al incrementarse los sentimientos negativos de la gente, por sus repentinas pérdidas en conflictos bélicos que surgían por antiguas disputas, la cantidad de monstruos aumentó a cifras amenazantes. Y las técnicas Shinobi, ya no resultaban suficientes para hacerles frente.
Ese detalle hizo pensar a Kagome. Sentimientos negativos. Ambición, celos, rencor. Eso fue lo que le dio origen a Naraku, oscureciendo los corazones de InuYasha y Kikyo para que se mataran entre sí y contaminar, finalmente, la perla de Shikon.
Pero ahora que formaban parte de Konoha, estaba decidida a evitar que un nuevo ciclo de odio y rencor, volviera a provocar pánico y caos.
Mientras caminaban por el distrito del clan Uchiha, escucharon de pronto el grito de una mujer. Al principio, pensaron que se trataba de otro Youkai. Pero, al verla agonizar en el jardín, aferrándose a las sábanas que acababa de colgar, supieron que no tenía un problema cualquiera.
Estaba dando a luz.
Fin del capítulo.
