10 "Destinos entretejidos"
Fire and Ice – Within Temptation
Ubicación: Nueva Asgard, fiordo de Hardanger. Hordaland, Noruega.
Espacio: Sagrada Línea Temporal.
Tiempo: 10 de junio de 2024.
Cuando Sigyn cruzó el portal de Sylvie, no esperó materializarse en la otra punta del pueblo. Desde aquella esplanada presidida por la señal vertical de "Bienvenido a Nueva Asgard", tenía unos cincuenta minutos de paseo hasta su casa, que estaba situada en un nivel más elevado del fiordo. Aun ataviada en la armadura ceremonial de Khonshu, por primera vez, Sigyn se vio cegada por el resol, sensación que se desvaneció casi inmediatamente cuando recuperó su apariencia habitual, concretamente, la misma ropa deportiva con la que había partido a Egipto. Caminando a un ritmo ligero, no fue hasta llegar a la avenida principal que su dispositivo móvil recuperó todas las barras de cobertura. De pronto, parecía que fuera a explotar con tanta notificación: correos electrónicos, llamadas perdidas, y ciertos mensajes que llamaban la atención. De Ægir en su mayoría, enviados en días y horas diferentes.
ÆGIR: ¿Qué tal van esos "asuntos asgardianos", Luisvi?
ÆGIR: No sé por qué, mi anterior mensaje no parece haberse enviado.
ÆGIR: Puede que estés fuera, lo siento. Confírmame que todo va bien cuando consigas conectarte a una red.
VALKIRIA: ¿Dónde estás? Thor ha vuelto al pueblo…
VALKIRIA: …y no está solo.
VALKIRIA: ¿Por qué has desaparecido?
VALKIRIA: No me digas que has vuelto a escaparte en una de tus improvisadas vacaciones de dos meses.
VALKIRIA: Ya me han explicado lo que pasa. Algo de una puerta que daba al sitio y momento equivocado.
VALKIRIA: Cuando vuelvas, llámame.
ÆGIR: Se ha filtrado eso de tu excedencia y el Congreso ha perdido completamente la cabeza. No se habla de otra cosa.
ÆGIR: Puede que te interese leer la prensa, Sigyn.
ÆGIR: ¿Estás bien?
Para que el zalamero de Ægir la llamase por su nombre, es que estaba preocupado de verdad. Abrumada, la Diosa de la Fidelidad miró a su alrededor, habiendo observado tres cosas igual de llamativas y preocupantes. La primera, que todos sus vecinos la observaban fijamente, de una forma extraña e inusual. Sí, sabía que aún tenía el pelo sucio de sangre. La segunda, que la calle estaba decorada de coloridas flores y banderines. Se avecinaba el Día del Recuerdo, una festividad de gran importancia para los autóctonos. La tercera, que, según su teléfono móvil, era 10 de junio de 2024. Habían pasado tres semanas desde que había tomado aquella puerta temporal. Sintiendo que se asfixiaba, tomó una profunda bocanada de aire y abrió una serie de periódicos y pseudo periódicos digitales, todos ellos comentando su intervalo en la política, unos desde un punto de vista más neutral y objetivo que otros. Lo que leería solo conseguiría alterarla más:
La diputada Sigyn Tyrdottir, representante del pueblo asgardiano, desaparece en plena campaña electoral. Se desconocen los motivos de su presunta excedencia.
¿Se va a retirar Sigyn Tyrdottir de la vida política?
Escándalo en Noruega por el paréntesis de la diputada de Nueva Asgard. Erik Bergelmir afirma que tendría que haber dimitido hace tiempo, y que los asgardianos no deberían tener lugar en la política noruega o europea.
¿Quién sustituirá a la diputada Sigyn Tyrdottir en el Congreso? Aquí una lista de posibles suplentes.
¿Le han entrado ahora los remordimientos de conciencia a Sigyn Tyrdottir, defensora del invasor de Nueva York?
Sigyn Tyrdottir y otros ejemplos del acoso y la máquina del fango de la esfera política.
Erik Bergelmir: "Si Tyrdottir se retira sin dar ninguna explicación, entonces, es que tiene algo que ocultar".
Salen a relucir rumores de un antiguo romance entre Sigyn Tyrdottir y Loki Odinson, el invasor de Nueva York. La oposición arremete duramente contra los asgardianos bajo este pretexto.
Las manifestaciones contra los refugiados se intensifican, ¡los asgardianos son una amenaza!
Duras críticas para Sigyn Tyrdottir por su asociación con Loki Odinson. Otro ejemplo más del castigo social a las mujeres por el mero hecho de serlo.
Sigyn se vio en la encomiosa necesidad de sentarse en uno de los bancos de la travesía. Su fiel cuervo seguía apoyado en su hombro, como de costumbre, mirando esta vez de forma curiosa la cegadora pantalla del celular. Casi como si fuera a darle un infarto, Sigyn se llevó la mano a la frente, y pensó: "en maldito momento decidí dedicarme a esto". Entonces, bloqueó el dispositivo inmediatamente y se dedicó a respirar de forma controlada y repetida, absorbiendo todos los detalles del que era su refugio en un mundo tan hostil.
El motivo por el que Nueva Asgard estaba decorada de forma tan jovial no era otro que la festividad que conmemoraba la caída de los antiguos dioses, así como el fatídico Ragnarök. Tras su asentamiento, los asgardianos habían querido honrar a sus difuntos y hacer de una tragedia una celebración por la supervivencia y continuidad de su ancestral raza. Durante aquel día, los aldeanos desempolvaban sus ropajes tradicionales y gozaban de música y bailes folclóricos, festines y ferias de artesanía. Los sastres y costureros locales habían hecho de ese día un suculento negocio en el que diseñaban los vestidos y armaduras de residentes y visitantes, que no eran pocos. Asimismo, resultaba protocolario que la actual monarca de Nueva Asgard diera uno de sus más aclamados discursos.
La asgardiana volvió a suspirar profundamente, retomando su camino de vuelta a casa. Ya aproximadamente cuarenta minutos después, finalmente, llegaría a su hogar, solo para comprobar que alguien había estado habitándolo todo este tiempo. Dicho de otro modo, la villa estaba en un obvio funcionamiento, es decir, las puertas del porche y garaje estaban abiertas, había una espada de madera tirada junto al huerto, el perro correteaba suelto por ahí, y se oía el alboroto de pasos y platos adentro.
Sin pensarlo demasiado, y sabiendo que la AVT había estado buscando a Thor, Sigyn dedujo que se trataba del Dios del Trueno y la hija de la Infinidad, Love. Hacía tiempo que Thor había perdido su casa. De todos modos, dicha casa estaba demasiado descuidada como para haber metido a una niña dentro, y había gente más necesitada de un hogar, por lo que, en su momento, se había decidido traspasar a otra familia. En resumen, era de esperar que estos dos se hubieran alojado en su casa. Tranquila, Sigyn subió las escalinatas del porche, se descalzó en la entrada, y tímidamente entró en su propiedad, observando con repentino pánico el desorden y también a una cría correteando al final del pasillo. Ella, que tanto había ansiado ser madre, jamás habría permitido que su entorno se viera así de revuelto por el mero hecho de tener niños en casa.
―¡Love, ven aquí! Tienes que ducharte. Te has puesto fina en tu paseo en bici.
―¿Ducharse? ¡Lo que tiene que hacer, tanto ella como tú, es dejar de desordenarlo todo!
Sigyn se detuvo de inmediato al escuchar la voz de Loki y verlo pasar como en una ráfaga, siguiendo muy de cerca a Thor, que perseguía histéricamente a su hija. Durante unos instantes, la Diosa de la Fidelidad pensó que estaba alucinando. Lo que en su mente había sido siempre una fantasía (su casa llena de niños, la presencia de su pareja, el acompañamiento familiar de Thor), de pronto, le parecía el mejor anticonceptivo. Dos adultos persiguiendo a una moza de, aparentemente, ahora doce años. Eso sí que era gracioso, y la manera de los Odinson de ejercer la paternidad, un pelín pobre. No por hombres, sino probablemente por niños mimados que habían sido.
Love volvió a escapar en el sentido contrario, dirigiéndose, muy probablemente, a la cocina y de ahí al jardín trasero, con Thor pisándole los talones. Esta vez, Loki se detuvo al final del corredor, habiéndose percatado de su llegada. De hecho, se quedó ahí plasmado, observándola con un trapo de cocina sobre el hombro. Tenía el pelo alborotado y vestía unos pantalones de chándal negros, así como una camiseta deportiva de manga corta transpirable del mismo color. Aunque se veía cansado, de pronto, su postura se relajó casi automáticamente. Al fin, Sigyn había vuelto. Sabía que Sylvie había cometido un error al abrir la puerta temporal. Lo había descubierto en el historial de la tempad. Precisamente por esto, Loki sabía que la asgardiana se dejaría caer por ahí muy pronto. Con todo, no pudo evitar la sensación de sorpresa.
Los dioses se acercaron el uno al otro muy lentamente hasta reunirse a medio camino, con Eivor posándose ahora en su lugar habitual del recibidor. Se observaron mutuamente largo y tendido. Entonces, cuando se disponían a fundirse en un cálido y sentido abrazo, un chillido extasiado los sacó a ambos de su ensimismamiento. Como un tornado de energía, Love se acercó corriendo y, de un brinco, se lanzó sobre ella, aferrándose a la diosa como un koala.
―¡Tía Sigyn! ―exclamó la muchacha, verdaderamente ilusionada por el reencuentro. De entre todos sus tíos y tías (para Love, todos lo eran), ella era su favorita―. ¡Cuánto has tardado! ¿A que me llevas en moto?
Segundos después, cansado y fatigado, Thor se reunió con todos ellos, brazos en jarras, aunque sin poder ocultar una genuina sonrisa. Hacía tiempo que no veía a su amiga y la que había sido, estaba destinada a ser o era su cuñada. Como sea. Hablar con propiedad, a veces, era difícil en aquellas circunstancias. El Dios del Trueno, aunque se había ablandado mucho con los años, prefirió no mostrarse tan sentimental, por lo que simplemente colocó una de sus enormes manos sobre el hombro de la recién llegada.
―Bienvenida de nuevo, cuñada querida. Me ha costado mucho mantener a la niña alejada de tu "moto" ―afirmó el Dios del Trueno, que nunca se habituaría a los términos modernos de la Tierra. Para él, el e-mail había sido toda una revelación, y hasta ahí llegaban sus conocimientos sobre la tecnología moderna o la automoción. Todavía ni siquiera lograba entender el impacto de un invento como el del teléfono. Asimismo, la idea de que las personas viajaran en máquinas que no a caballo o en, como mucho, naves espaciales, siempre se le haría extraña. Por lo general, él prefería salir volando―. Antes de nada, que sepas que te pagaré los arreglos, ¿sí?
Sigyn tenía bien sujeta a Love, como si la niña fuera a escurrirse y caerse al suelo. Niña, no tan niña, pues ahora pesaba y medía bastante más que la última vez que la había visto. Abrumada por tal recibimiento, la diosa dejó escapar una sonrisa nerviosa, trasladando su mirada de Loki a Love, de Love a Thor, y de nuevo de vuelta a Loki. En las mejillas de este, unos tiernos hoyuelos expresaban su profunda alegría.
―¿Qué arreglos? ―preguntó la diosa, alzando una ceja y escudriñando a Love con la mirada inmediatamente―. ¿Qué has hecho, diabla?
Lejos de mostrarse arrepentida, Love dejó escapar una carcajada traviesa, casi maquiavélica. La niña de pelo castaño, que llevaba unas trenzas de boxeadoras mal hechas, vestía pantalones vaqueros claros, Converse azul claras un tanto sucias, y una camiseta ochentera de colores pastel que consistía en el dibujo de una pincelada rosa, azul y lila sobre un fondo marfil. En general, tenía un aspecto descuidado, signo de su revoltosa naturaleza.
―Yo solo quería montar en moto… ―se excusó, rehusando su mirada. Loki, que todavía se estaba acostumbrando a eso de tener que lidiar con una niña en la familia, enseguida se cruzó de brazos. Comenzó a preguntarse cómo habría sido tener un hijo o una hija biológica con Sigyn, y educarlo como tenía que hacerlo Thor. No tenía pinta de ser nada fácil.
―En resumen, tanto ella como la motocicleta cayeron al suelo ―confesó el Dios del Caos, curiosamente el más metódico de los hermanos, y el que se había asegurado de mantener el entorno, la casa de Sigyn, lo más ordenada posible. Una tarea verdaderamente complicada con Thor y Love conviviendo bajo el mismo techo. Horrorizada, Sigyn abrió mucho los ojos y volvió a observar al Dios del Trueno, quien, de forma apologética, se llevó la mano a la nuca―. Pero tranquila, no llegó a arrancar el motor. Tan solo a encenderlo.
―Los arañazos no son muy aparatosos, pero cubriré el arreglo íntegro de la carrocería.
―¿Sí? ¿Cómo? ―le recriminó la asgardiana. Desde que habían llegado a Nueva Asgard, Thor había sido el ciudadano predilecto y el más protegido por todos (merecidamente, también hay que decir). Siempre, incluso pasada su inicial depresión, había sido un mantenido de Valkiria y Sigyn, quienes sí tenían poder adquisitivo real en aquel reino. Thor, por aquel entonces, incluso todavía ahora, vivía en un constante estado moratorio en el que el día a día premiaba y no estaba condicionado por la plata―. No tienes dinero, Thor.
Thor titubeó durante unos instantes y, tras lo cual, infló los carrillos y esbozó una sonrisa un tanto teatral.
―Te lo pagaré con mi desmesurado afecto.
Sigyn suspiró, sin borrar su sonrisa de resignación del rostro. A continuación, colocó a Love en el suelo. Aunque la asgardiana fuera sin duda alguna fuerte, tanto ella como Love eran ya lo suficientemente mayores como para no cargar o subirse a los brazos de nadie. Entonces, la Diosa de la Fidelidad se agachó lo suficiente como para analizar con mayor detenimiento la cara de la niña y dejó escapar un grito indignado.
―¿También has usado mi maquillaje?
Love volvió a sonreír y, hecho lo cual, salió pitando hacia fuera con Sigyn siguiéndola muy de cerca. Por su parte, los hermanos se quedaron plantados donde estaban, observando a las chicas de lejos. Sigyn la atrapó enseguida, reteniéndola en el lugar. Entonces, arrodillada frente a Love y con mayor seriedad en el rostro, no dudó en regañarla.
―No, Love, no es gracioso. No sé qué te habrá dicho tu padre, pero hay ciertas cosas que no puedes usar sin nuestro permiso. Es insolente e invasivo. ¿Cómo te crees que me siento yo ahora mismo? Decepcionada porque hayas utilizado mis pertenencias sin autorización de nadie.
Love suspiró, puso los ojos en blanco y, finalmente, acabó asimilando la reprimenda.
―Lo siento, solo pensaba en lo mucho que me gustan tus cosas y en lo mucho que quiero parecerme a ti.
Demonios, no podía hacerse la indignada con una respuesta así. Por supuesto, a Sigyn no le había molestado lo más mínimo que la niña cuchicheara entre sus cosas, incluso que las utilizara. Bueno, lo de su Yamaha… Eso sí le había dolido. Precisamente por eso la había sermoneado. Pero las disculpas bien ejecutadas de Love surgieron efecto, pues no eran en absoluto fingidas, ni retorcidas.
Sigyn apretó los labios, esbozando una sonrisa pacificadora.
―Venga, vamos a ducharnos. Mi otro casco puede que te valga, has crecido bastante. Prometo que más adelante te llevaré a dar una vuelta.
Thor y Loki observaron cómo la emoción volvía a iluminar el rostro de Love. De pronto, la traviesa preadolescente se había tranquilizado. Caminaba erguida, muy formal, de vuelta al interior de la elegante cabaña, junto a Sigyn. Los hermanos Odinson se miraron mutuamente, impresionados, con Thor ligeramente indignado, incluso envidioso.
―¡No se ha rebelado! ¿Cómo lo habrá hecho? ―se preguntó, siguiendo a Love con la mirada. De camino al baño, la niña recogió muy obedientemente el albornoz que instantes antes había tirado al suelo.
―¿Has probado a razonar con ella sin gritarle? ―preguntó Sigyn con cierta sorna, dándole una palmadita reconfortante en el pecho a Thor y guiñándole el ojo de forma un tanto provocadora.
Loki dejó escapar una sonora y armoniosa carcajada. Le encantaba ver a su hermano humillado, especialmente en ese contexto. Eso era algo que jamás cambiaría. A Loki, que siempre había pensado que los niños debían ser niños y dedicarse a las travesuras, de pronto, le pareció entrañable la conducta maternal de Sigyn y su afán por enseñarle "lo correcto e incorrecto". De alguna manera, vio a Frigga reflejada en ella y se sintió más atraído a la diosa, si aquello tenía sentido.
―Es un buen consejo, yo que tú lo tomaría ―incidió el Dios del Caos de forma absolutamente burlona. Era así. En aquellas tres semanas, a Thor le había podido la frustración. De hecho, había habido momentos en los que le había recordado al viejo Odín, y todos sabíamos que al Padre de Todos jamás se le había dado bien eso de ejercer de padre.
Ya en el piso de arriba, Sigyn comprobó que alguien había estado durmiendo en su cama, usando su baño privado. Y ese alguien no era Love, pues había ido directa a la habitación de invitados. Ejerciendo de anfitriona, papel del que Sigyn siempre había disfrutado, se apoyó en el marco de la puerta y se aseguró de que todas las necesidades de su invitada estaban cubiertas.
―¿Necesitas algo? ¿Una toalla para el pelo, planchas?
―¿Una plancha? Tía Sigyn, no hace falta planchar la ropa ahora mismo ―respondió la niña como si estuviera loca, todo mientras se deshacía el peinado. Aunque el cabello de Love se viera ondulado por las trenzas, Sigyn se dio cuenta que era perfectamente lacio, fino y largo. Lo notó enseguida en cuanto se puso a acariciarlo.
―Tienes razón, no hace falta ―rectificó Sigyn, dándole la razón a la pequeña sin querer dar muchas más explicaciones―. Si quieres, puedo trenzarte el pelo o, si lo prefieres suelto, puedo dejártelo bonito. Tu padre lo hace lo mejor que puede, pero no tiene ni idea de estas cosas. Créeme, a mí también me crio un hombre.
Love dejó escapar una suave carcajada que Loki escuchó desde el otro lado de la pared. Apoyado ahí, simplemente exuberante de alegría por estar físicamente presente con Sigyn bajo el mismo techo, él también dejó escapar una silenciosa risita.
―¿Puedo cogerte de ese perfume tan rico que tienes en la repisa de la ventana? ¿Puedes maquillarme? ―preguntó la niña, nuevamente esperanzada, como con la moto. Había estado indagando en la colección de cosméticos de la asgardiana, que era cuanto menos extensa. Si bien es cierto que Love no entendía de nada de eso, y que para ella todos los productos eran más de lo mismo, los de Sigyn eran de la más alta gama, eso saltaba a la vista. Esperaba que no los hubiera destrozado.
―No, de eso nada. Hay un momento para todo, y la niñez no es uno de esos momentos. Vuelve a pedírmelo cuando cumplas los diecisiete como mínimo.
―¿Puedes hacerme compañía, al menos?
Sigyn amplió su sonrisa y, sin decir nada más, empujó la puerta lo suficiente como para generar una adecuada atmósfera de intimidad. Con todo, su conversación seguía escuchándose desde el otro lado de la puerta, donde estaba Loki, pensativo, con la mano en el labio.
―Padre me ha dicho que ya no estás triste. Nunca supe que estabas triste, puede que porque yo también lo estaba por haber perdido a mi "papá de verdad" ―continuó conversando la charlatana Love, con la inocencia y naturalidad propia de su edad―. Tu padre tampoco vive, ¿no?
Sigyn se apoyó sobre el lavabo del baño y bajó inmediatamente la mirada con la excusa de tener que lavarse las manos. Por lo general, no le gustaba hablar de Tyr. Cada vez que miraba atrás, solo recordaba el funesto día de su muerte.
―No, murió poco antes de yo llegar aquí. Es uno de los motivos por los que estuve tan triste.
―¿Y tu madre? ―preguntó Love, aventurándose a terrenos aún más pantanosos. Por suerte, aquella herida llevaba más tiempo cicatrizada.
―Murió hace aún más tiempo, cuando tenía más o menos tu edad ―confesó Sigyn, observando cómo el agua sucia se colaba por el desagüe. A continuación, ladeó un poco la cabeza, observando en el espejo lo aparatoso que se veía su cabello teñido en rojo. Venía del templo de Khonshu, al fin y al cabo, donde había muerto y resucitado pasadas las últimas horas.
―Yo nunca he sabido lo que es tener una madre ―siguió Love, ahora dentro de la condensada ducha―. ¿Se parece a esto?
―Pues no lo sé, no me acuerdo demasiado.
Aquella era una verdad a medias, pues Sigyn recordaba perfectamente ciertas cosas de Nanna. De pequeña, disfrutaba observándola sentada frente al tocador, acicalándose para los eventos de la alta sociedad. Puede que por eso fuera Sigyn también tan coqueta con el tema del pelo y la cosmética. Otra cosa que siempre compartiría con ella, según comentaba la gente, era su carácter tan alegre. Por desgracia, desde aquello del Ragnarök, ya no era tan dicharachera como antes.
―Podrías ser mi madre, pero tú ya tienes novio, y ese no es mi padre ―esta vez de forma más vacilona, Love asomó la cabeza por la mampara de la ducha, observando a Sigyn de arriba abajo. Aunque la diosa no lo supiera, al otro lado del baño, Loki ponía los ojos en blanco ante la zalamería de la que se suponía que era su sobrina. Una idea a la que todavía no se había acostumbrado del todo, no porque le pareciera surrealista que Thor fuera ahora padre de alguien, sino porque que la llamara "tía" sonaba más tangible que nunca―. Tío Loki es guapo, aunque no pegáis nada. ¿Cuándo os vais a casar? ¿Tendréis hijos?
―Es complicado ―se limitó a contestar la asgardiana, por motivos evidentes.
―¿Por qué? ―increpó Love, volviendo a meterse en el interior de la ducha, bajo la agradable agua caliente y el aroma a menta y fresas del champú de Sigyn―. No es para nada complicado. Tú lo quieres, y él a ti también. Si no, no estaría aquí. Lo he visto abrazado a tu almohada…
Maldita metomentodo, pensó Loki. Él también había sufrido los intensos interrogatorios e incesantes tomaduras de pelo de su sobrina, a quien ya había aprendido a responder en el mismo tono vacilón. Tío y sobrina tan solo habían compartido un par de momentos sinceros, conversando mientras miraban el horizonte o Loki intentaba preparar algo decente para comer. Entre la información de su padre y la de Loki, Love estaba del todo informada sobre su relación, aunque hubieran tenido que simplificar mucho la parte de la AVT y el multiverso para ella.
―¿Ya tienes un traje para el festival de esta semana? ―comentó Sigyn de forma casual, cambiando astutamente de tema.
―Tía Valkiria me trajo algo, pero no me gustan los vestidos. No sé por qué me compró eso, si ni ella misma se los pone. ¿Podrías encargarme una armadura taaaan chula como la que he visto que guardas en el desván?
Sigyn desvió la mirada y trató de contener una sonrisa divertida. A ella nunca le habían hecho especial ilusión los vestidos tampoco. Con todo, había aprendido a apreciar la hermosura de aquellas prendas, ahora que apenas tenía ocasión de vestirse como una asgardiana se habría vestido en Asgard. Lo bueno de la Tierra era que le había enseñado a abrazar su parte más femenina sin descuidar la masculina, algo que habría sido muy juzgado en su antiguo planeta. Pero ¿qué le iba a hacer? No podía renunciar a parte de sí misma. Sigyn había pasado gran parte de su vida con su padre y adquirido numerosas conductas impropias de las damas de la corte. En la Tierra se sentía muchísimo más libre en ese y todos los aspectos. Puede que, por eso y muchos otros motivos, en su momento, había rehuido tanto la idea de mudarse a palacio.
―No creo que tengamos el suficiente tiempo para encargar nada al herrero. Estas cosas hay que planearlas con tiempo, especialmente si van a encantarse ―explicó la diosa, muy al pesar de Love, que no tardó ni dos segundos en soltar un chillido ahogado. ¡Hala! ¿Podían encantarse las armaduras?
―¿Y tú qué llevarás, tía Sigyn? ¿Vestido o armadura? ―la niña siguió cuchicheando, cosa que no acostumbraba a hacer en presencia de su padre. Los hombres se agotaban más rápidamente de la energía de los niños, sobre todo de las niñas, que tendían a ser más curiosas de forma innata―. Por favor, tía Sigyn, ponte vestido también tú. No me dejes sola, ¡qué vergüenza!
Loki decidió que era el momento de dar a las chicas un momento a solas. Además, puede ser que, después de esto, Sigyn también quisiera relajarse con un merecido baño. Y, en efecto, a Love le siguió Sigyn en eso de ducharse. De hecho, la niña no la abandonó en ningún momento y, tal como habían hecho anteriormente, siguieron charlando mientras las dos se aseaban y se ponían cómodas.
El resto de la tarde transcurrió con relativa calma. Bueno, con toda la calma posible en presencia de una niña tan movida como Love, que no quería despegarse de Sigyn en ningún momento. En cuanto Thor o Loki conseguían entretenerla para darle un respiro a la diosa, "piojito" acababa encontrando cualquier otra excusa para volver a molestarla y hacerle todo tipo de preguntas y peticiones. ¿Qué lees? ¿Podemos ver la tele? ¿Cuál es tu película favorita? ¿Puedes llevarme en moto ya? ¿Vas a enseñarme tu vestido de esta semana? Cuando crezca, ¿me regalarás la armadura del desván si ya no la usas? ¡Yo también quiero tocar el violín!, ¿me enseñas?
Después de varios intentos frustrados por echarse una breve siesta, la asgardiana había logrado dormirse un rato en la sala de estar. Desde la isla de la cocina, Loki ponía todo a punto para la cena, que aquel día iba a ser bastante tardía, incluso mediterránea si nos fijábamos en la hora que dictaba el reloj. Cuando uno recuperaba a su querida de las fauces de la muerte, nimiedades como los horarios perdían toda su importancia. Lo que sí adquiría un nuevo significado era verla ahí, descansando tan plácidamente bajo un fino manto aterciopelado, con el pecho moviéndose al son de su sosegada y suave respiración. Sigyn, que sonreía discretamente, era más hermosa en persona, si cabía. Era como si un aura angelical la envolviera ahora mismo y lo arrastrase hacia un profundo estado de hipnosis. Tanto se había abstraído, que Love le tuvo que llamar la atención en reiteradas ocasiones. Tampoco es como si el Dios del Engaño fuera un crac de la gastronomía, pero en aquellas tres semanas había aprendido a defenderse lo suficiente como para enseñarle a Love lo poco que controlaba. Entretanto, Thor hacía ejercicio en el jardín.
―¿Qué más hay que hacer ahora? ―preguntó Love mientras continuaba preparando la ensalada verde con fresas y nueces caramelizadas.
Lo cierto es que Loki se había topado con esa receta de casualidad, un día escuchando un programa matutino de fondo que ponían en la televisión pública nacional. No había necesitado apuntársela, ya que su memoria era espléndida para la memorización de todo tipo de información. Si algún momento era el idóneo para algo tan delicioso, se había dicho Loki, aquel sería el retorno de Sigyn. La ensalada, que consistía en lechuga, escarola y fresas frescas rebanadas, frutos rojos, cebolla morada y nueces picadas, contrastaba en dulce y salado gracias al toque de queso grana padano y una vinagreta balsámica. Luego de esto, Thor cortaría la carne de ballena del refrigerador en filetes, la sazonaría con sal y pimienta, y la cocinaría en la barbacoa americana del exterior. En cierto modo, aquella carne era muy similar al bistec, solo que más mantequillosa y jugosa, en absoluto tabú en Noruega, sino parte de la dieta básica del lugar.
―La mesa está puesta, así que lo único que falta es la preparación del aliño. Toma este bol y añade media taza de aceite de oliva, otra media de vinagre balsámico, un poquito de sal, pimienta negra, y asegúrate de mezclarlo bien todo. Si te animas, también puedes machacar dos dientes de ajo y añadir un poco de albahaca seca, incluso una cucharada de mostaza molida. Creo que Sigyn tiene todo eso en la cocina. Lee bien las etiquetas, no vayas a equivocarte de ingrediente. Lo mejor es que busques todo antes de hacer nada, ¿sí, renacuaja? ―a pesar de aquella pregunta, Loki no le dio apenas tiempo a contestar. Se limitó a alborotarle el pelo a la altura de la frente, le dio una palmadita en el hombro, y se acercó sigilosamente a Sigyn hasta colocarse justo al lado.
Loki se sentó en el extremo del sofá y cubrió a Sigyn con el brazo derecho, apoyándolo en el respaldo. Ella estaba tumbada, con la cabeza hundida en un enorme cojín perfectamente colocado junto a otros tres en el lateral del mueble. Le había informado que tenía el sueño ligero, pero tras su fatigosa aventura a Egipto, parecía resistirse a despertarse, y eso que Love no había sido precisamente cuidadosa en el alboroto que generaba con los cachivaches de la cocina. Loki observó la serenidad que emanaba el delicado rostro de Sigyn, sus cejas castañas y sus largas pestañas del mismo color. Aunque no roncaba, ni nada por el estilo, podía escuchar la ligera melodía de su respiración. Con cierta lástima por interrumpir su sueño, Loki llevó la mano cuidadosamente a su rostro, ligeramente cubierto por una mata de pelo alborotado. Con delicadeza, le apartó los mechones rebeldes y se los colocó detrás de la oreja, advirtiendo que se removía un poco y fruncía el ceño también.
No sabía cómo de consciente estaba Sigyn, pero sí supo que Love los miraba con especial entusiasmo, casi como si estuviera viendo una película o leyendo una novela con final feliz. Solo que aquel no era el final de nada, sino el principio. El Dios del Caos amplió aún más su sonrisa enternecida y, con las yemas de los dedos, se aventuró a seguir acariciándole el rostro, esta vez la mejilla. Tampoco quiso excederse, a pesar de que sintiera que la conocía de toda la vida. Tragó saliva, carraspeó levemente, y fue entonces cuando Sigyn parpadeó y abrió los ojos. Poco después de frotárselos, le llevó unos segundos enfocar la mirada y desperezarse del todo. Entretanto, Loki se encontraba sorprendido por la paz que sentía al verla así. Poco a poco, aquella sensación tan cálida volvió a expandirse en el interior de su caja torácica.
―¿Cuánto tiempo llevas ahí? ―preguntó Sigyn, estirándose de forma un tanto remolona.
―El suficiente para darme cuenta de que nunca había visto algo tan radiante. Ni tan siquiera el sol lo es ―respondió este, habiendo verbalizado sus pensamientos casi sin darse cuenta. Apurado por el inesperado arrebato de honestidad, Loki transformó su sonrisa en una mucho más traviesa, como quien por costumbre alzaba un muro para protegerse y no mostrarse tan… sentimental, débil, cristalino o transparente―. En realidad, he decidido despertarte antes de que empezara a caérsete la baba.
Sigyn se sonrojó ligeramente y, sin decir nada, se reincorporó lo suficiente como para situarse a su altura. Aunque tuvo que desviar momentáneamente la mirada, se relamió los labios y dejó escapar una sonrisa ladina.
―Salivar es inevitable cuando me acaricias así. ¿Siempre eres tan encantador o solo cuando la gente no está mirando? ―bromeó Sigyn, sorprendiéndolo como siempre. En Asgard, solía ser él quien llevaba la voz cantante en aquel tipo de situaciones; las chicas deseaban siempre ser las cortejadas, y no al revés. Aquello resultaba refrescante, como sentir un soplo de aire fresco con ligero sabor a mar salada.
―Solo cuando estoy inspirado ―replicó Loki, viéndose tentado a guiñar un ojo―. ¿Seguro que salivas por mí y no por la estupenda cena que estamos preparando? Vamos, te ayudaré a levantarte ―dijo, tomándola de la mano y cumpliendo con su promesa. Sigyn se llevó la otra a los riñones, como si su cuerpo estuviera todavía resentido de todo lo acontecido en el templo de Khonshu. Pero Loki ya había advertido del malestar general de Sigyn desde el momento en el que había cruzado el umbral de la puerta principal, por lo que no dudó en tenderle más que la mano y ofrecerle el brazo para que se colgara de él. Sabía que no estaba ni mucho menos inválida, solo quería ser atento y cortés.
Justo en aquel momento, Thor atravesó las puertas francesas del jardín y se metió en la sala de estar, sudoroso tras haber saltado a la cuerda y cargado repetidamente con un par de neumáticos de repuesto que había encontrado en el garaje y que había convertido en su material de entrenamiento.
―¿Qué, ya estamos listos? Me comería hasta una chocha de agua, y ya sabéis el asco que me dan ―bromeó Thor, alborotándose el cabello rubio sudado y quitándose la camiseta sin dudarlo, ni decoro alguno. Inevitablemente, Loki lanzó una mirada a Sigyn para observar su reacción, pero esta no pareció inmutarse ni cohibirse por el impresionante físico del Dios del Trueno. Era como si apenas surgiera efecto alguno en ella.
Algo más tranquilo, Loki suspiró mientras Thor se sentaba en la mesa del comedor, que estaba situada entre la zona de la sala de estar y la cocina, justo junto a la salida al jardín. Aquella estancia era de concepto abierto, por lo que, independientemente de dónde estuvieran posicionados, todos podían dirigirse la palabra y la mirada.
―Tú siempre a mesa puesta, ¿verdad, hermano? ―se quejó Loki, aunque en un tono tan discreto que apenas parecía que le estuviera echando nada en cara. Dicho esto, apartó una de las sillas para que Sigyn se sentara en ella―. Que no decaigan las viejas costumbres. Ante todo, somos realeza: hijos de Odín, difunto Rey de Asgard. Poco nos faltó antaño para que el servicio nos alimentara con uvas en la boca.
Sigyn, que estaba a punto de sentarse, de pronto pareció recordar algo y se soltó de Loki, acercándose al refrigerador mientras los dardos entre hermanos recorrían la habitación de un extremo al otro.
―Vamos, Loki ―respondió Thor, en un tono pacificador―. Hemos quedado en que yo me encargaba de la carne, y así lo haré. Las brasas están prácticamente listas.
―Para algo que se te da bien, por supuesto, tendrás que hacerlo. Tantas expediciones y acampadas por los Nueve Reinos tenían que servir de algo, ¿no?
―Tú lo has dicho ―coincidió el Dios del Trueno, señalándolo con un gesto de amigable conformidad―. Siempre era yo el encargado de encender la hoguera, cazar y cocinar alimañas del entorno. Hacía que hasta la ardilla o el conejo más insípido y huesudo resultara delicioso.
―Olvidas dos cosas, hermano: una, que mis métodos de caza eran mucho más sagaces y refinados que los tuyos, y dos, que yo siempre he llevado especias en la faltriquera para comerciar o elevar nuestras comidas. De nada ―objetó Loki, cruzado de brazos. Sí, aquellos habían sido buenos tiempos, cuando todavía Thor y Loki se llevaban como mejores amigos. Aunque siempre hubiera vivido en su sombra, hubo una temporada en la que a Thor y a Loki les bastaba con la compañía del otro. Incluso, Thor era partícipe de sus travesuras, las maquinaba con él, y apostaba a costa de ellas. Quien tuviera más agallas por hacerlas realidad, se llevaría el oro o lo que sea que estuviera en juego. Aun así, si las veces que se adentraban en territorio hostil se deleitaban de una buena comida o cena, en parte era gracias a la naturaleza previsora de Loki. Nadie disfrutaba comiendo caza menor, incluso cosas más desagradables como las ratas, sin condimentos ni aderezos que les diera algo de gracia.
―¿Recuerdas aquella vez que cacé un mamut de Nidavellir? ¡Menudo martillazo le metí! Casi me supo mal cuando le rompí uno de los cuernos. Si no me equivoco, un enano que pasaba por ahí, me miró y dijo: "¡Thor, eres más fuerte que un buey!" ―recordó Thor, golpeando la mesa con una carcajada―. ¡Un buey! ¡Pensaba que era más guapo que eso!
Mientras Thor se ponía nostálgico, Sigyn buscaba una botella de agua fría en el frigorífico. Entonces, la Diosa advirtió que faltaban bastantes cosas. Probablemente, los Odinson hubieran agotado todas sus reservas refrigeradas y estuvieran viviendo día a día, aunque no sabía muy bien cómo. Discretamente, comprobó la comida que quedaba en el congelador; podrían aguantar un poco más a base de todo aquello. Incluso, se animó a cortar algo de queso, esta vez un queso Wensleydale con arándanos rojos que aguardaba a su momento, perfectamente envasado al vacío. Tras cortar en rebanadas aquel delicioso lácteo, Sigyn lo colocó cuidadosamente sobre una tabla de embutidos, añadió un puñado de picos de pan y también rebanadas muy finas de los frutos de Iðunn.
―¿Un buey? ―replicó Love, arqueando una ceja. Sigyn le había entregado la tabla para que la llevara a la mesa, y la niña había obedecido muy formalmente, alentada por la anécdota de Thor y el ambiente tan jovial de la noche―. ¿No podría haber pensado en una comparación algo más impresionante? Padre, eres mucho mejor que un animal de carga, eres… ¡Eres tan majestuoso como un grifo!
―Los enanos son muy campechanos, más aún los que son vendedores deambulantes. Su forma de expresarse suele ser bastante rural, incluso paleta. ¿Qué? No lo digo como algo malo. Solo lo explico tal cual es ―Loki se encogió de hombros ante la mirada de censura de Sigyn, que volvió a hundir la cabeza en el frigorífico, esta vez para ocultar algún que otro botellín de cerveza. Parecía que los Odinson sí habían tenido tiempo de hacer la compra, aunque no que hubieran comprado nada con cabeza. Puede que hubieran encontrado la hucha que Sigyn guardaba para pequeñas adquisiciones como el pan de cada día, o puede que la propia Valkiria, tan aficionada al alcohol (mucho más que ella), les hubiera visitado y entregado aquella ofrenda.
Pero a Thor no le convenía nada de eso. Recordando lo fondón que se había puesto tras el chasquido de Thanos, la diosa redujo la cantidad de botellines de siete a cuatro, habiendo colocado estratégicamente una sandía y torre de yogures frente a tres de ellos.
―Para Thor, cualquier comparación con un animal fuerte debería ser un cumplido ―opinó Sigyn, retomando su lugar en la mesa del comedor. Se sentó junto a Love, frente al lugar vacío que ya había ocupado Loki, con Thor a la izquierda de este.
―Gracias, cuñada. Efectivamente, me halagas ―agradeció, levantando su copa vacía. Ante aquello, Thor dejó escapar una mueca de desaprobación, seguido de un molesto gruñido―. Tráeme una botella de cerveza humana, ¿quieres, "piojito"?
Love dejó escapar un bufido frustrado y, mientras ponía los ojos en blanco, se levantó y farfulló algo así como: "Por el trasero infernal de Surtr, ¡que no me llaméis piojito!".
Loki sonrió y levantó su copa, que estaba llena de agua. Lo cierto es que el manantial de la vida era especialmente bueno allá en Noruega, por lo que se la bebería encantado. Tampoco era cuestión de sobrevivir a base de alcohol, como a menudo hacían sus compatriotas.
―Por las aventuras de Thor y por las risas que nos traen ―dijo, brindando, justo a tiempo para que Thor se uniera al chinchín con su ansiado botellín de cerveza artesana rubia. Sigyn y Love también levantaron sus copas de agua, riendo juntas.
La cena transcurrió entre carcajada y carcajada, y los tres dioses y su renacuaja disfrutaron de una noche inolvidable. A medida que la velada avanzaba, Loki y Sigyn se dieron cuenta de que no solo compartían un sentido de humor similar, sino también una conexión profunda y sincera, exactamente como la que ella había compartido con su Loki, aquel que había muerto por la despiadada garra de Thanos.
―Cuñada, una de las tantas veces que Loki se hizo pasar por mí, te aseguro que fue un desastre total, lo cual es digno de sorpresa, pues siempre tiende a colárnosla despiadadamente ―narró Thor, mirando con intriga y suspense a Sigyn, que abría mucho los ojos de la curiosidad. Su plato ya estaba casi vacío, con solo un par de pedazos de carne de ballena que sería incapaz de digerir. ¡Estaba a rebosar!―. Aquel día aprendimos que Loki no podía levantar mi martillo, ni siquiera con sus trucos. El muy bobo lo intentó en numerosas ocasiones, no solo entonces, sino mucho después, cuando acabé en Nuevo México.
―¿No puedes levantar a Mjölnir? ¡Ja! ―se mofó Love, a pesar de la evidente mueca de fastidio de su tío. Loki le había lanzado su más pérfida mirada asesina, aunque por supuesto no tenía mayor significado. Simplemente, le ponía de mal humor que una niña sí hubiera sido capaz de blandir el arma que él nunca pudo.
―Qué golpe más bajo, diablilla ―Loki arrastró cada palabra, articulándola con su característica voz rasposa. Con todo, no tardó mucho en esbozar una sonrisa de resignación y girarse hacia su hermano―. He de admitir que aquel día fue divertido, en realidad. Fue en el banquete por el cumpleaños de Frey, ¿verdad? Dios de la Fertilidad y el Buen Tiempo. Se vino tan arriba, que Asgard cayó en una ola de calor sin precedentes.
―Sí fue un día divertido, sí, tanto como cuando reemplacé a Mjölnir con una réplica casi perfecta. ¡Estabas tan atónito, que trastabillaste al comprobar que pesaba solo siete kilos! ―sonrió Thor, dándole una palmada en la espalda mientras este otro le dedicaba una risita abochornada a Sigyn. A Thor también se le habían dado genial las bromas cuando era joven, aunque no bromease a menudo, ni mejor que él, claro. De pronto, la alegría del momento se evaporó enseguida cuando Thor tomó una bocanada de aire, como conteniendo las lágrimas―. Jane sí podía portar a Mjölnir.
Se ciñó un silencio incómodo.
Al menos, eso le pareció a Loki, que no sabía muy bien qué decir. Incluso cuando Mobius le había recordado el apocalipsis de Asgard, solo había fruncido el ceño y respondido de forma impasible. "Sí, una pena…". Pero mucho había llovido desde entonces. Ahora, Loki se sentía mucho más en sintonía con el espectro emocional, y podía empatizar con su hermano sin tachar todas sus penas como meras fragilidades.
En una edad en la que la muerte no debería haberlos perseguido tanto, de pronto, Loki estaba demasiado familiarizado con el luto. Lo primero en lo que pensó fue en Sigyn y en el pesar que la había acompañado tantos años. Lo segundo, en su propio sufrimiento de hace no mucho, cuando esta se había sacrificado para alcanzar un acuerdo con el Dios egipcio de la Luna. Aquel día había sido, con creces, el más doloroso que había vivido nunca, seguido de haber presenciado, en diferido, la muerte de su madre Frigga.
―Eso es porque Jane era excepcional, y su inteligencia, insólita y admirable ―respondió Sigyn, muy dulcemente. Por puro instinto, Loki la miró, pero parecía que la mente de esta se había ausentado en un recuerdo lejano: concretamente en la desgarradora y asfixiante pérdida de Tyr, en la de Loki, y en el posterior terror del Blip.
No había sido la única con el alma desquebrajada por los suelos, por supuesto. Como anticipado anteriormente, Thor había estado igual o más hundido que ella, solo que se había echado a perder y las cosas habían dejado de importarle lo más mínimo. Resultaba curioso cómo dos personas en depresión podían cuidarse la una de la otra. Al menos, Thor lo había intentado. Sin mucho éxito, debía reconocer, pero lo había intentado. Había sido más bien la diosa quien se había acercado activamente a él, quien se había asegurado de llevarle comida y ropa limpia, quien le había suplicado en numerosas ocasiones que salieran juntos a tomar el aire por ahí.
Al morir Jane, Sigyn se encontraba mucho mejor de todo aquello, mas temió profundamente porque Thor volviera a caer en el despiadado zulo de la tristeza. Curiosamente, no fue así, pues la presencia de Love le había dado un propósito al dios y enseñado a relativizar o, al menos, a sobrellevar el luto de manera muy diferente.
―Lo era ―asintió Thor, observándose los puños a ambos lados del plato. Aunque por fuera pareciera calmado, Loki sabía muy bien que su cuerpo contenía pura rabia por dentro―. Falta ella aquí esta noche.
―Si hubiera podido acompañarnos, lo habría estado ―dicho esto, Sigyn tapó una de las enormes manos de Thor con la suya, buscando sus ojos claros con la mirada.
―Pero está en un lugar mejor ―aseguró Love, que ya se había levantado, sentado sobre el regazo de su padre y lo había abrazado con sus pequeños y delgados brazos―. Está en el Valhalla, esperando a que nos reunamos todos con ella. Como los abuelos Odín y Frigga, o el padre y la madre de Sigyn.
El Dios del Engaño no sabía qué decir a nada de eso, así que se limitó a agachar la cabeza. Sí, sus padres se habían ganado su lugar en el Valhalla; incluso Tyr, a pesar de su muerte poco heroica, tenía muchas papeletas de haber acabado allí tras una vida de proezas, aunque Sigyn no lo creyera posible. Pero ¿Nanna? O peor aún, ¿Jane? ¿Una humana en el Valhalla? Loki arqueó las cejas, como recordándose a sí mismo que aquello era virtualmente imposible.
―Ojalá fuera verdad. Y, de ser así, ojalá no tuviera que esperar tanto ―se lamentó Thor, sin ocultar su lamento. De no haberse convertido en padre, se habría comportado de manera mucho más camicace, sin temer a la parca porque sabía que solo ella podría llevarlo ante Jane. Pero aquello no estaba sobre la mesa, porque Jane no estaba en el Valhalla, que supieran, y porque el presente y el futuro de aquella niña dependía de él.
―No digas eso. Ella habría querido que tuvieras una vida plena, larga y feliz ―razonó Loki, sin atreverse a mirarle durante demasiado tiempo, ya que no se le daba demasiado bien consolar a nadie o, al menos, no estaba acostumbrado a expresar cuestiones emocionales en presencia del hermano al que tanto odio le había profesado en el pasado.
―Eso ha sido muy amable, Loki, pero nunca conociste a Jane. No puedes hablar por ella ―agregó Thor con absoluto pesimismo, incluso de forma más tajante de la intencionada.
―Cierto, no la conocí ―le rebatió Loki―, pero es lo que yo habría querido para Sigyn.
Sigyn, que se había levantado previamente, se quedó allí plantada frente a su corcho de los recuerdos, donde tenía desplegados aquellos mapas plagados de chinchetas con alguna que otra fotografía. Había tomado una muy en concreto: la imagen en la que aparecía ella misma junto con Thor y Jane. Aunque ya no estuvieran juntos cuando la científica había aparecido en Nueva Asgard, al poco de haber rescatado a los niños asgardianos, la humana había retomado la quimioterapia para alargar la llegada de la muerte. Por supuesto, Thor no se había despegado de su lado. Durante las primeras sesiones, habían logrado que disfrutase de una relativa normalidad, como la de aquella cena en el coqueto restaurante no muy lejos del oncológico. Por desgracia, su estado terminal era irreversible e ingresaría definitivamente en paliativos poco después.
Recordar aquello ya era bastante duro de por sí, aunque no tan duro como lo que Loki acababa de afirmar. Sigyn tragó saliva antes de observarlo detenidamente. Aunque tarde, resultaba un alivio saber eso. ¿Habría cambiado las cosas si se lo hubiera dicho antes de morir? Probablemente, no. Pero sin duda habría sido bonito escucharlo. Vaciló unos instantes hasta que, finalmente, se situó entre los dos hermanos y le tendió la fotografía al Dios del Trueno.
―Toma, deberías tenerla tú, no yo.
Dicho aquello, mientras Thor tomaba la imagen de Jane entre sus dedos, lo único que tenía para recordar su frágil rostro, Sigyn acarició suavemente la mejilla de Loki con su dedo índice y le guiñó el ojo mientras pensaba que habría dado lo que fuera por tener una fotografía de su querido. Por su parte, Loki volvió a sentirse hechizado al advertir el aterciopelado tacto de Sigyn, y se vio incapaz de despegar los ojos de los de ella.
―Recuerdo ese día ―aludió Thor, esta vez más enternecido que apesadumbrado. Además de mostrarle la fotografía a Love con especial entusiasmo, el Dios del Trueno la acercó a Loki, rompiendo el pequeño momento de la pareja―. Aquí quien faltaba eras tú, hermano.
Loki estaba sumamente inquieto porque ni siquiera sabía qué habitación ocupar ahora que Sigyn había vuelto. Lo lógico, pensó, sería dormir juntos. ¿Por qué entonces había actuado como un pagafantas al comunicarle que dormiría en el sofá? Como si ella no supiera que había estado calentando su cama los días antes, aspirando su adictivo aroma e impregnando las sábanas con su propia esencia. Antes de eso, Thor se había excusado y llevado a una somnolienta Love en brazos a la habitación de invitados. Entre los dos habían recogido toda la cocina mientras Sigyn comprobaba los daños de su motocicleta, como si no se hubiera atrevido a inspeccionar el estropicio causado por "piojito" las horas antes.
El distinguido dios se había asomado discretamente por la puerta que conectaba el pasillo principal con dicha estancia. Se la había encontrado allí arrodillada, con las uñas en la boca, probablemente estimando el costo de reparar aquellos rasguños causados de forma tan tonta e irresponsable. La había estado observando largo y tendido sin decir nada, todavía alucinando ante la idea de que, al fin, compartieran no solo planeta, sino universo.
Dentro de aquella cochera fría llena de parafernalias varias (su flamante SUV, esquíes, herramientas de jardinería y bricolaje, plumíferos de invierno), la linda asgardiana había dejado escapar una melodiosa carcajada ante la ridícula sugerencia de que Loki durmiera en el sofá. "No seas absurdo", se había limitado a responder. Lo había pasado de largo, descalza y deseosa de meterse en la cama, tanto como lo estaba él de despojarle de cada capa de ropa y expresarle su amor más carnal.
Aunque no quiso asumir que pasaría nada, claro.
La Diosa de la Fidelidad había pasado demasiadas desdichas y calamidades como para que el sexo ocupara tanto espacio de su juicio. Por supuesto que pensaba en ello de vez en cuando, era natural. Con todo, había perdido un poco el interés. Al menos, ya no le parecía una prioridad. Aun así, era cuestión de tiempo de que volviera a sentir aquella sensación húmeda tan agradable entre sus temblorosas piernas. Y eso que se había dicho que lo que más le apetecía en aquellos momentos era simplemente acurrucarse con Loki.
Eso hicieron, acurrucarse. Aunque, primero, Sigyn ocupó su lado de la cama y retomó la novela que tenía sobre la mesilla. De forma algo retraída, el dios la había seguido escaleras arriba y hasta la alcoba en la que se encontraban ahora. A continuación, había cerrado la puerta tras de sí con un suave "clic". En este punto, los dos se habían mostrado ciertamente nerviosos, aunque habían fingido normalidad a la perfección. Por un lado, Loki se había quitado la camiseta con despreocupada naturalidad. Por otro, Sigyn había bajado la mirada para ahuecar los cojines de la cama y disimular el sonrojo causado por el atlético y tonificado torso del dios.
Ya tumbado, ella con un libro entre manos, Loki le lanzó una mirada curiosa.
―Empecé a leerlo, pero no me enteraba de nada. Al principio, supuse que sería porque lo había escrito un humano ―confesó el dios de cabello azabache, usando aquello como pretexto para acercarse más a ella. Le había cerrado el libro, con cuidado de dejarlo entreabierto para no perder el hilo de la historia. Hecho esto, le mostró el reverso del tomo, que decía algo así como: "El temor de un hombre sabio, la esperada continuación de la historia de Kvothe y El nombre del viento"―. Pero, en realidad, resulta que no podía ubicar la primera parte de la fábula.
Sigyn pudo notar la agradable temperatura corporal que irradiaba el cuerpo de Loki. Le nublaba tanto la vista, como el juicio. Tanto, que le llevó unos segundos estirarse hasta la mesilla de noche y sacar a relucir todo el contenido del compartimento: una Tablet, un cargador, unos auriculares, pañuelos, bandas y horquillas para el pelo, un pequeño espejo, una agenda semanal y un reloj despertador.
―Eso es porque estaba aquí ―aclaró al cabo de un rato de embriagarse con el aroma natural de Loki. Dicho esto, le mostró el primer volumen, cuya versión de bolsillo tenía la friolera de casi novecientas páginas.
―Me parecía una indiscreción abrir cajones y armarios de tu habitación ―explicó Loki, observando el libro que todavía Sigyn sostenía en la mano derecha, concretamente desde el lomo. Llevaba leído algo así como la mitad, por lo que, dada la extensión y el formato, el peso hacía que cayera abierto por los cantos creando una forma en eme. En la mano izquierda sostenía la primera parte, aquella de la que Loki estaba hablando.
―¿Pretendías ser caballeroso o es que temías encontrar algo que te asustara ahí adentro? ―La voz de Sigyn, tan sedosa y ligera, lo acariciaba y tentaba como el ronroneo de un gatito. Ella se mostraba juguetona y alzaba las cejas en una actitud que le hizo poner los ojos en blanco para ocultar su rubor.
―Después de todo lo que he visto, nada me asusta, querida. ―Inevitablemente, a Loki se le escapó una sonrisa igual de jocosa.
―Tuviste buen ojo. Esta crónica está hecha para ti. La he releído unas cuantas veces mientras espero ansiosa a la publicación de la tercera parte ―confesó la diosa, volviendo a tomar las riendas de la conversación y dirigiéndola a un contexto mucho más amigable y casual. Entonces, se dispuso a leer la sinopsis―: "En una posada en tierra de nadie, un hombre se dispone a relatar, por primera vez, la auténtica historia de su vida. Una historia que únicamente él conoce y que ha quedado diluida tras los rumores, las conjeturas y los cuentos de taberna que le han convertido en un personaje legendario a quien todos daban ya por muerto."
Loki, ahora recostado sobre la almohada, con las manos en la nuca y la mirada fija en el techo, esbozó una sonrisa discreta, apenas una pequeña curvatura de su comisura derecha. Podía entender por qué Sigyn decía que aquella crónica "estaba hecha para él". Nadie conocía de cabo a rabo su historia personal y todos lo habían dado por muerto, en fin, en numerosas ocasiones. La gente opinaba y cuchicheaba sobre él desde hace siglos, divulgando suposiciones injustas y mitos demasiado excéntricos, incluso para él.
―¿Por qué te gusta este tipo de libros? ―quiso saber, ladeando ligeramente la cabeza hacia ella. A Loki no le iba demasiado la ficción, ni nada que tuviera que ver con el arte ni con la literatura, para ser francos. Él siempre había sido muy crítico con todo eso. Lo veía como disciplinas subjetivas y emocionales, carentes de lo objetivo y lo certero que caracterizaban a las ciencias. No aportaban saberes prácticos o verificables y se basaba únicamente en fantasías personales y experiencias sensoriales. Además, no contribuían al avance de la sociedad, a diferencia de lo científico, que buscaba comprender y explicar la naturaleza mediante la experimentación y el análisis. La música no era diferente a la pintura, la escultura o la literatura, pero sí requería de un dominio y una maestría que había que respetar, de ahí que Loki admirase las habilidades para el violín de Sigyn.
―Porque me recuerda al hogar. Cuando compro ficción, busco historias que me transporten de nuevo allí. La Tierra es genial, pero no hay lugar como Asgard ―reconoció Sigyn, dejándose caer en la misma postura que Loki. A continuación, añadió lo siguiente de forma casual―: Además, el protagonista es un desgraciado al que se le coge especial cariño.
Y, en parte, le recordaba a Loki también.
―"Músico, mendigo, ladrón, estudiante, mago, héroe y asesino" ―leyó Loki, regresando a la sinopsis de la primera entrega, que sostenía ahora él entre manos y analizaba con especial interés. Nuevamente, no pudo evitar darse por aludido―. Yo no he sido ni lo primero, ni lo segundo.
Efectivamente, aquella era una de las crónicas favoritas de Sigyn porque, en los tiempos en los que tanto lo añoraba, era la única manera que había encontrado de sentirse cerca de Loki e "interactuar" con alguien (o la idea de alguien) parecido a él. Pero eso él no tenía por qué saberlo.
―¿Y qué te hace pensar que esta historia trata de ti? ¿Crees que por eso me gusta tanto? ―Sigyn lo miró con una sonrisa divertida, muy dental, y alzó la ceja en una actitud socarrona.
―Porque he sido ladrón, estudiante, mago, héroe y asesino. Bueno, más que héroe, otros dirían lo contrario ―razonó Loki, divertido por poder leer a Sigyn como si de un libro, precisamente, se tratase; uno muy abierto―. ¿Por qué tienes tantas páginas marcadas y subrayadas? ¿Así cuidas tus ejemplares?
―Son pasajes y oraciones concretas que me han llamado la atención o conmovido especialmente ―explicó la diosa en una voz calmada, casi maternalista, que enseguida se alteró cuando Loki saltó a algún punto avanzado de la novela para cuchichear lo que sucedía a media historia―. ¡No, no eches un vistazo! Te destriparás lo más interesante.
El Dios del Engaño, con una sonrisa traviesa, permitió que Sigyn le cerrara el libro de golpe. Entonces, se acercó a ella con curiosidad.
―¿Qué es eso que te ha conmovido tanto? ―se preguntó en voz alta, sin darle mucho margen de respuesta―. No te preocupes, antes de que alcance las primeras cien páginas, ya habré olvidado lo que sucede a partir de la quinientos sesenta.
Mentira. Loki nunca olvidaba nada.
―Siempre tan impaciente ―comentó Sigyn, sacudiendo la cabeza con una sonrisa y dejando escapar una risita suave―. No, no lo habrás olvidado. Ese, en concreto, es un diálogo especialmente tierno.
―No me gusta la ternura ―comentó Loki, arrugando un poco los labios. ¿Era ese el tipo de fábula que sostenía en las manos? No, tenía pinta de que la historia estaba más centrada en el autodescubrimiento y en el crecimiento personal que en el amor romántico idealizado. Si tenía que leerlo, simplemente esperaba una narrativa rica y detallada, una prosa poética y envolvente, y unos personajes profundos, complejos y carismáticos, con sus propias luchas, triunfos y derrotas. Además, la sinopsis mencionaba la magia, por lo que esperaba un mínimo de acción y aventura, algo así como una fantasía épica similar a lo que él había vivido en sus años mozos surcando los Nueve Reinos con Thor, Sif y los Tres Guerreros.
―No mientas, la ternura es una parte de ti que he llegado a conocer bien ―dijo, de forma cariñosa pero firme.
¿Ah, sí?, se preguntó Loki, alzando una ceja. ¿En serio? En la vida, había sido más cruel que tierno. No se había parado a pensar que, con Sigyn, su faceta más mordaz y altanera tendía a ablandarse hasta el punto en el que dejaba de reconocerse a sí mismo. O quizá este fuera su verdadero yo, y todo lo que mostraba a los demás era una simple fachada para ganarse su aprobación, su respeto (o, en su momento, su terror).
Con Sylvie y Mobius sucedía algo similar. Ellos podían ver lo sensible de su alma, siendo el exagente de la AVT el más empeñado en sacar a relucir "el bueno de Loki". De pronto, se sorprendió pensando en Sylvie de nuevo. Desde que lo había echado del trono, no había habido noche en la que no hubiera pensado en su variante. Parecido a Sigyn, se había sorprendido mirando al cielo exento de estrellas, buscando a Sylvie en él y expresando su desaprobación porque hubiera ocupado su lugar.
Pero ahora no quiso dedicarle mucho más tiempo a aquel pensamiento, ya que le hacía sentirse terriblemente culpable. Loki se relamió los labios y observó a Sigyn de forma reflexiva. No, él no era tierno por naturaleza. Era ella quien le hacía comportarse así, porque ella era la personificación de la ternura.
―Hagamos una cosa, lee las frases subrayadas de este capítulo para mí. Si me atrapan, prometo que leeré tanto la primera como la segunda parte ―propuso Loki, con una voz que rara vez usaba, una mezcla de vulnerabilidad y anhelo extremo―. Después comentaremos cuánto tiene la historia de Asgard o de mí.
―¿Quieres que lea para ti? ―preguntó Sigyn, sorprendida por la petición―. ¿Por qué?
―He percibido algo en tu voz antes, algo que me ha tranquilizado enormemente, como el susurro templado de las olas del mar. Ha sido como si cada palabra que pronunciabas tejiera un hechizo sobre mí. Además, quiero entender qué es lo que te fascina tanto de esos mundos de papel.
Sigyn sonrió, conmovida por la honestidad de Loki. El Dios del Engaño esperaba que abriera el libro y comenzara a leer en voz alta de inmediato, con una voz suave y melodiosa que diera vida a cada sílaba. Cerró los ojos, esperando dejarse llevar por la cadencia de su voz y, con suerte, sentirse atraído no solo a la historia, sino a la forma en la que Sigyn lo sumergiría en ella. La pasión con la que había leído el resumen literario, la forma en la que sus ojos habían brillado al recordar su historia favorita, todo ello le había parecido increíblemente atractivo. Aquella había sido una primera impresión de lo que era la verdadera magia. De alguna manera, Sigyn había hecho que cada palabra sonase especial.
La Diosa de la Fidelidad carraspeó al cabo de un rato, como calentando las cuerdas vocales. Entonces, observó a Loki de nuevo, que se veía más en paz que nunca, aguardando ahí tumbado con los ojos cerrados. Por algún motivo, aquello le causó una especie de pánico escénico, por lo que se vio incapaz de articular sonido alguno. Advirtiendo su silencio, Loki abrió un ojo y la observó como un niño fisgoneando y presenciando una escena indebida. La asgardiana volvió la vista a la página quinientos sesenta y, finalmente, leyó una frase muy concreta que parecía casi de cosecha propia.
"―Kvothe ―dijo, muy seria― róbame."
Loki la miró, sus ojos aguamarina brillando con una mezcla de intriga y algo más profundo que rara vez dejaba ver. Por su parte, Sigyn sabía que, aunque Loki no lo admitiera abiertamente, sus palabras habían tocado algo en su interior. En efecto, aquella oración tan sencilla había bastado para atraparlo, aunque no en la historia per se, sino en el embrujo de la mujer, que lo miraba con especial intensidad como si le acabara de pedir que le robase un beso. Por supuesto, lo haría. Demonios, en otros tiempos, incluso la habría secuestrado y alejado de la sociedad para bañarla en oro, riquezas y desenfrenadas noches de pasión.
Se inclinó hacia Sigyn con pensamientos cargados de deseo. Asimismo, la mirada de esta reflejaba ambiciones muy similares. Sin esperar mucho más, rozó la punta de su nariz respingona con la de él, eliminó la poca distancia que los separaba, y la besó muy lentamente, prometiéndole protección, afecto y lealtad sin verbalizarlo. El rostro de los dioses se relajó casi automáticamente. De hecho, era como si los párpados les pesaran una barbaridad. Cuando los cerraron, los libros se les resbalaron de las manos. Ahora, Sigyn acunaba el rostro de Loki con especial dulzura. Loki la acercó más a él, habiéndola rodeado de la estrechez de su cintura. Sus cuerpos estaban prácticamente adheridos el uno al otro; ella podía sentir la dureza de sus abdominales, y él sus agradables y firmes pechos moverse al compás de una respiración absolutamente sosegada. El tiempo parecía detenerse mientras sus pulmones se expandían y menguaban al unísono. La calidez de ese abrazo era un refugio contra cualquier tormenta que se estuviera avecinando. En ese momento, no había travesuras ni engaños, solo la sincera conexión entre ellos. El sol de medianoche se filtraba a través de la ventana, bañándolos en una luz dorada que parecía bendecir su unión.
El final del beso no impidió que los dioses se quedaran así, apretados el uno al otro. Se miraron mutuamente con especial quietud y apacibilidad. Entonces, al cabo de un rato, Loki puso los ojos en blanco como diciendo "está bien, les daré la oportunidad" y comenzó el recital literario. Esta vez, sería él quien le leería a ella.
―"Volvía a ser de noche. En la posada Roca de Guía reinaba el silencio, un silencio triple. El silencio más obvio era una calma hueca y resonante, constituida por las cosas que faltaban. Si hubiera soplado el viento, este habría suspirado entre las ramas, habría hecho chirriar el letrero de la posada en sus ganchos y habría arrastrado el silencio calle abajo como arrastra las hojas caídas en otoño…".
Transcurrió un par de días y, poco antes del comienzo de las festividades, Sigyn y Love bajaron en albornoz al piso de abajo, más concretamente a la oficina donde, en un armario que ocupaba toda la pared, la asgardiana guardaba su vestido tradicional, bien cuidado y conservado bajo un protector de plástico.
―Es lo que hay, Love ―anunció Sigyn, mientras los hermanos Odinson pasaban el rato en la cocina: Thor con un café solo, Loki, leyendo las horribles noticias del periódico, tema que aún no se habían atrevido a abordar con la flamante e inteligente diosa―. Si quieres que me ponga el vestido, no podré llevarte en moto.
Al cabo de un rato, Loki quiso tener un gesto con Sigyn y conquistar su estómago, pues "piojito" ni siquiera le había dado ocasión de desayunar con la emoción del Día del Recuerdo. Con lo cual, el Dios del Caos subió a la habitación de la asgardiana y llamó a la puerta con los nudillos. En la mano, un plato con una rebanada de pan de hogaza cubierta de queso de crema, aguacate, aceite de oliva y tomate.
Fue Love quien abrió la puerta y le dedicó una mirada significativa que no alcanzó a comprender al principio. No, al menos, hasta que vio a Sigyn frente al espejo, terminando de recoger su cabello en un elegante moño. Vestía un glorioso y solemne vestido asgardiano de color marfil. De la prenda resultaba llamativa la zona central en forma de corpiño estructurado y ajustado con un escote en V. Además, tenía intrincados detalles en verde y dorado que acentuaban la cintura y fluían hacia la falda, ensanchada a partir de ahí y adornada en unos sutiles patrones bordados en blanco en forma de enredaderas, concentradas, en su mayoría, en el dobladillo. El esquema de colores general del vestido era predominantemente marfil. El estilo regio daba un aspecto majestuoso e intimidante a su portadora.
―Está cañón, ¿eh? De toma pan y moja. Solo le falta la diadema ―incidió Love, alardeando de la pieza dorada en cuestión, un accesorio concebido para lucirlo a media frente, de un diseño con bucles y giros simétricos muy elegante. Dicho aquello, Sigyn se giró en dirección a la puerta, desde la que un plasmado Loki la observaba de arriba abajo.
De pronto, el dios se vio transportado a su antiguo hogar, como le pasaba a Sigyn cada vez que leía novelas fantásticas. Aunque el color blanco no fuera un color nupcial en Asgard, en aquellos instantes, Loki pensó que le faltaba un anillo en el dedo. El Dios del Caos suspiró lentamente por la nariz, habiendo advertido a la insistente Love tirándole del pantalón en una actitud provocadora. En ausencia de su hermano, por supuesto, Loki intervino enseguida, tomando a la niña del hombro e instándola con ninguna delicadeza a que abandonase la habitación.
―Tú, deja a tus tíos a solas un rato.
―Pero…
―Pero nada, no seas acaparadora ―le rebatió firme y contundentemente, observando a su sobrina desaparecer, con la cabeza gacha y la diadema puesta, escaleras abajo.
Nuevamente solos, una situación que no se daba mucho con Love merodeando por ahí. Sin saber muy bien qué decir, Sigyn se encogió de hombros, comentando lo primero que se le pasó por la cabeza. Todavía a veces le cohibía la presencia de Loki.
―Me queda un poco grande.
Aunque conmovido por su belleza innata, Loki se acercó a la flamante diosa habiendo cerrado la puerta del todo tras de sí. Sabía que ese comentario sobre el vestido y su apariencia albergaba mucho más. A pesar de ser atlética, sí era cierto que se veía mucho más delgada y consumida que en las imágenes que Loki había visto del Ragnarök, señal de que Sigyn no había perdido únicamente salud mental en todos estos años.
―Bueno, puede que comer algo ayude a remediar eso.
Sí, ahora, Sigyn tenía más motivos para sonreír, para recuperar el júbilo no fingido. Loki había encontrado la manera de deshacerse del dichoso trono, como le había prometido en el templo de Khonshu. Ni siquiera se había parado a pensar en cómo lo había conseguido, o a plantearse siquiera que Sylvie hubiese ocupado su lugar. Aunque, a decir verdad, cada noche que había compartido con Loki, se había visto fugazmente transportada a aquella en la que, tirada en la misma cama, Sylvie se había hecho un ovillo junto a ella.
Los dioses se quedaron así, el uno frente al otro, a escaso medio metro.
―Tiene muy buena pinta ―reconoció Sigyn, cabeceando hacia el plato que portaba Loki.
―No es ciencia espacial ―bromeó este, todavía absorto en la preciosa mujer frente a él.
Antes de darle un bocado a la tosta, Sigyn dejó escapar una sonrisa juguetona. Evocando su pasada conversación en el templo de Khonshu, se arrodilló para expresarle su gratitud, agachando solemnemente, también, la cabeza. Sin embargo, Loki la instó a reincorporarse de inmediato. A pesar de sus sugerentes bromas, realmente no era necesario que se inclinase ante él. Delicadamente, alzó el mentón de la asgardiana y buscó su mirada. Como siempre, sintió un profundo regocijo al tocar su piel.
La Diosa de la Fidelidad dejó el aperitivo sobre la butaca descalzadora de la habitación y, obedientemente, se reincorporó, solo que esta vez se plantó más cerca del distinguido dios, ataviado desde hace un rato en su característico traje negro. Él ya no tenía una armadura como tal, pues había sido destruida a su llegada a la AVT. Entonces, Sigyn alzó la mano para pasarla por su pelo engominado hacia atrás, lacio, pero erizado en las puntas, como acostumbraba a llevarlo. De ahí, la deslizó a su mejilla, la cual acunó. Instintivamente, Loki se restregó contra la base de esta, suspirando de forma reconfortante.
―Cásate conmigo ―imploró en un aterciopelado susurro. A estas alturas, Loki sostenía la mano de Sigyn y la mantenía ahí quieta, sobre la mejilla. Sabía que, probablemente, estaba pidiendo demasiado. Aunque Sigyn no lo supiera, cabía la posibilidad de que algún día tuviera que regresar a su solitario trono. A pesar de esto, o puede que precisamente por esto, Loki anhelaba exprimir cada momento junto a ella. Su amor era correspondido, ¿por qué no culminarlo con una unión marital?
A través de la ventana, el viento susurraba entre los árboles cercanos, creando una melodía suave que acompañaba a la tensión del momento. Los ojos de Sigyn, normalmente claros y serenos, reflejaban una mezcla de amor y… ¿temor? Loki podía sentir el latido acelerado de su propio corazón, un ritmo frenético que contrastaba con la calma aparente de su rostro.
―Loki, yo… ―comenzó, su voz temblando ligeramente―. No puedes decirlo en serio ―suspiró, abatida, estableciendo una distancia física prudente entre ambos.
Sigyn tenía una experiencia algo traumática con el tema del matrimonio. Y es que su antiguo amor adolescente Theoric se había alistado como guardia real y desvanecido poco después de habérselo pedido. Como sus planes de futuro chocaban enormemente, ahí se había visto zanjada esa relación que antaño Sigyn había creído infinita e inquebrantable. ¿Qué habría sido de él?, se preguntaba a veces. ¿Habría servido a la corona honrosamente hasta el fin de sus días, muy probablemente hasta el Ragnarök? ¿Habría encontrado a alguien capaz de conciliar la vida familiar con su carrera como guarda real?
En este punto, la diosa se abrazaba a sí misma, como queriendo reconfortarse de aquel recuerdo y de un temor nuevo, diferente. No es que temiera que Loki fuera a abandonarla. Ahora, él estaba ahí con ella. Todavía no había encontrado el momento para reflexionar y preguntarse cómo lo había conseguido. Con todo, lo que le preocupaba era algo que no podía elucidar en una frase. Sus dedos se apretaban contra sus brazos, buscando una seguridad que parecía escapársele. Por su parte, Loki se mostraba confuso, estupefacto, por aquella reacción tan inesperada. Frunció el ceño y, por supuesto, volvió a acercarse a ella con una zancada.
―Va más en serio que nunca, Sigyn. El trono me ha condenado a observar, y he observado que en todos los universos estás hecha para mí, ¿acaso en este no? ―Las palabras de Loki resonaron en el aire, cargadas de una sinceridad que solo solía mostrarle a ella.
Sigyn bajó la mirada, perdida en un remolino de emociones contradictorias y recuerdos dolorosos que iban más allá de su amor platónico Theoric. Hacía tiempo que él era ya agua pasada. Hacía ya tiempo que en su mente solo había cabida para el hombre que ahora tenía frente a ella. Todavía se le hacía difícil digerir que era la misma persona que había conocido en el Ragnarök, aunque no del todo.
―No es eso. Piénsalo, ¿en qué universo he conocido yo a dos como tú?
―En ninguno ―reconoció Loki, comprendiendo por dónde iban los tiros de su repentina indecisión―. Bueno, en este.
―¿No se supone que podaron la ramificación de tu línea? Con ella, me podaron también a mí, ¿no? O, al menos, a la Sigyn que te correspondía. No lo sé, Loki, todo esto es demasiado complicado, es casi indecente ―resumió ella, mientras trataba de agrupar las palabras adecuadas para explicar la no inmediatez de su respuesta. Entretanto, Loki pensaba que nada de aquello era complicado. El caso era que ellos dos estaban juntos ahora. Podrían morir mañana, esta vez definitivamente. ¿Por qué esperar o contenerse?―. Tengo miedo, miedo de lo que nos pasó y lo que nos pueda volver a pasar, y también reparo por estar mancillando tu memoria de alguna manera.
Loki extendió una mano, sus dedos rozando suavemente el brazo de ella como intentando transmitirle algo de su propia determinación. Al principio, se había visto tentado a amenazarla, a provocarle para que dijera que no lo quería lo suficiente, al menos no como había querido a su Loki. Pero no quiso arriesgarse a una respuesta dolorosa. Además, según lo veía, él era el mismo hombre, en esencia. Maldita sea, si fuera a morir mañana, le reconfortaría la idea de que Sigyn rehiciera su vida con otra versión de él, antes que con cualquiera.
Le llevó un rato, pero, finalmente, Loki la miró con una mezcla de comprensión y tristeza. Sabía que su vida estaba llena de sinsentidos, de constantes incertidumbres y amenazas, pero también que su amor era lo único que le daba sentido a todo.
―Lo sé, Sigyn. El futuro es incierto y mi vida acostumbra a ser sombría, pero cada momento contigo hace que merezca la pena. No te pido una respuesta inmediata, solo que sepas cuánto significas para mí.
El silencio que siguió fue denso. La brisa continuaba su danza, llevando consigo las palabras de la conversación, como si el universo mismo los estuviera escuchando. De hecho, era muy probable que Sylvie estuviera escuchando. Sigyn lo miró con los ojos vidriosos, pensando en lo inexplicable de que se hubiera enamorado de dos versiones diferentes del mismo hombre, incluso, que hubiera besado a su variante femenina. Lo quería tanto a él, como a aquella sombra del pasado; los quería a ambos por lo que fueron entonces y por lo que eran ahora, por lo que habían vivido juntos. No era fácil para ella, pero tampoco quería perderlo.
―Entiendo que lo que hay entre nosotros no es normal, que no llevamos el flujo habitual de las cosas, pero es que nosotros no somos normales ―continuó Loki.
Sigyn tomó una profunda bocanada de aire.
―Tienes razón, lo nuestro no es normal ―respondió ella con contundencia. Por un momento, Loki temió haber empleado las palabras equivocadas y haberle entregado, sobre una bandeja de oro, la fácil oportunidad de rechazarlo. La daga punzante que acabaría con su vida de una forma rápida e indolora―. Y puede que sea esa anormalidad lo que lo convierta en algo tan extraordinario. Lo cierto es que no quisiera ser la única de mis variantes en rechazar tu propuesta. Me encantaría casarme contigo, y lo haré. Pero, ahora mismo, no quiero prisas, sino disfrutar de ti en la calma de la intimidad.
El alivio se reflejó en el rostro de Loki mientras la abrazaba con fuerza, sabiendo que, pasase lo que pasase, se enfrentarían a las inclemencias del multiverso juntos, cada uno con su respectiva alianza en el dedo anular. Ya se preocuparía más adelante cómo salvar a Sylvie de aquel fatídico cometido sin renunciar a su vida mundana con Sigyn. Puede que le llevase años hallar la manera, pero se dijo que la descubriría. Daría con el vacío legal que le permitiría retomar su vida.
―¿Te parece si empezamos con un paseo por Nueva Asgard? ―sugirió Sigyn, que tenía la cabeza hundida en el pecho de Loki y las manos situadas sobre la musculatura de su espalda.
―Me parece perfecto ―respondió este finalmente, tomándole de la mano.
Cuanto más se acercaba el inicio de las fiestas, más nervioso se sentía el Dios del Caos, y es que, de pronto, le preocupaba enormemente que quienes en su momento fueron sus súbditos pensasen lo mismo que se estaba propagando por la prensa humana. No es que le importase la opinión de nadie sobre él, pero sí le preocupaba enormemente que la reputación de Sigyn se viera mancillada por su culpa. Por supuesto, Loki no estaba intranquilo por la reputación de su hermano. A Thor nunca lo habían linchado socialmente por su asociación familiar. De alguna manera, tanto uno como la otra habían mostrado su valía. No obstante, era su prometida la que estaba en boca de todos. Eso jamás habría sucedido en Asgard. Ahora, los asgardianos estaban evolucionando, convirtiéndose en una civilización diferente. Al fin y al cabo, convivían con los humanos. Alguna cualidad acabarían contagiándoles los mortales, para bien o para mal.
En cualquier caso, de haber sabido que sus actos del pasado perjudicarían de tal manera a su querida, muy probablemente Loki se lo habría pensado dos veces antes de atentar contra la humanidad. En fin, al menos este Loki. Sabía que existían muchos otros a lo largo y ancho del Yggdrasil que trataban de forma infame a sus respectivas esposas. Pero él, en ese sentido, era mucho mejor que ellos. Con todo, Loki era un hombre soltero y huraño por aquel entonces, indigno del amor, o eso acostumbraba a pensar allá en el año 2012 cuando se dispuso a invadir Nueva York. Incluso lo llegó a pensar mucho antes, durante toda su vida. Demonios, ¡cuánto había llovido desde que los Vengadores frustraron sus viles planes de conquista!, pensó Loki, sin creerse que tenía a la mujer más maravillosa del mundo colgada de su brazo en aquellos instantes. Una mujer que, conociendo su pasado, lo quería incondicionalmente y desde la comprensión y el perdón.
A menudo se preguntaba cómo habrían sido las cosas de haberse iniciado su relación en aquellos años más oscuros de su vida. ¿La habría tratado con el mismo afecto, respeto y consideración? Esperaba que sí. ¿Le habría sido igual de transparente, sincero y fiel? Seguro que eso no. ¿Se habría cansado de ella, de sus incesantes lecciones morales, y de su inquebrantable lealtad? Por suerte, Loki estaba lejos de su faceta más mezquina y despreciable. O eso quería pensar, y es que había momentos en los que la sentía aflorando de nuevo y tenía que hacer un profundo y calculado trabajo emocional para reprimir sus deseos más oscuros.
La familia en su totalidad recién había salido de casa cuando se toparon con la presencia de un Tesla frente al jardín. Apoyados en el vehículo, dos individuos. Uno de ellos, desgraciadamente, le resultaba demasiado familiar. La otra, mostraba una actitud y un porte indudablemente desafiante. Se trataba de Ægir y su hermana, Angrboða, una mujer de más o menos la misma altura de Loki, pelo castaño claro, lacio, corto y capeado a la altura de los hombros. Ojos de un intenso azul marino que parecían cortar como las cuchillas de la mismísima Hela. La mujer tenía un cuerpo en forma de reloj de arena, una figura atlética, musculada y curvilínea, siendo la parte más destacada sus fértiles caderas. Vestía una falda larga de tubo de cuero negro, botas altas del mismo color y una camiseta de manga larga, también oscura, con un escote en pico muy revelador. Por otro lado, estaba ese tal Ægir, a quien Loki ya guardaba un especial, aunque irracional desprecio. Vestía un traje informal pero elegante de color azul oscuro, casi negro, camisa del mismo color, abierta hasta la mitad de su torso. Su expresión facial era mucho más amigable. Con todo, no se mostraba tan socarrón como de costumbre.
Inmediatamente, advirtió Loki, Sigyn pareció estremecerse.
―Luisvi ―suspiró aliviado aquel fantoche, cohibiéndose automáticamente al toparse con Loki. Ægir se detuvo a medio camino, teniendo que llevarse las manos a los bolsillos para controlar su nerviosismo―. Sigyn. Siento la intromisión, presentarnos así en tu casa, sin previo aviso, en un día de celebración que me resulta… particularmente ajeno y hostil.
Sigyn se soltó del brazo de Loki para recibir a su ya viejo confidente. Por algún motivo, esto hizo que se sintiera aún más pequeñito.
La última vez que habían estado juntos, a pesar de lo agradable de la velada, Sigyn le había cortado rápidamente las alas. Desde entonces, no había dado señales de vida. Comprendiendo que aquello había sido cuanto menos desconsiderado, la asgardiana lo recibió con la misma naturalidad y gentileza de siempre.
―¿Hostil? ¿Qué dices, Ægir? Todo el mundo es bienvenido en Nueva Asgard ―prometió la Diosa de la Fidelidad, esbozando una sonrisa pacificadora.
Ægir se relamió los labios, bajando la mirada momentáneamente y pensando que no, en realidad, no lo eran. Había un motivo por el que siempre se habían reunido en Jondal o en Bergen.
―Al ver que recibías mis mensajes, pero no los contestabas, he querido venir y comprobar que estabas… bien ―explicó Ægir, resultando especialmente llamativa aquella última pausa, así como la descarada mirada que le lanzó de arriba abajo. A escaso metro más atrás, Loki sintió una inquietud angustiosa y atosigante. Estaba celoso y se sentía tan amenazado como el día en el que había descubierto que su ahora prometida tenía un pretendiente tan insistente.
No muy lejos, Love se preguntaba quiénes eran los excéntricos desconocidos. No era para menos, y es que la atmósfera general, de pronto, se antojaba incómoda, desfavorable y pesada.
―¿Qué pasa? ―preguntó Sigyn, dejando escapar una leve risita nerviosa.
―Nada, tu ropa me distrae bastante ―confesó el apuesto Ægir, señalándola de arriba abajo con la mano abierta y volviéndole a lanzarle una mirada de absoluta admiración―. Siempre he sabido que eras asgardiana, pero, por algún motivo, esto lo hace más real, más tangible.
―Nunca has tenido un problema con eso ―recordó Sigyn, sintiéndose halagada, aunque extrañada por la conversación en general. Parecía que Ægir había acudido sin saber que se encontraría con los mismísimos Thor y Loki, nada menos. Estaba claro que su extraño comportamiento algo tenía que ver con ellos y con su hermana, que tampoco les quitaba el ojo acusador de encima.
―Él no, yo sí ―se metió la grosera Angrboða, que seguía apoyada sobre el vehículo con los brazos cruzados y lanzaba constantes miradas altaneras, especialmente a Sigyn. Pero ella estaba acostumbrada a eso, y es que las pocas veces que se había topado con Angrboða, aunque no le hubiera dirigido la palabra, siempre se había comportado con soberbia, desdén y repulsa.
―¿Y quién, se puede saber, eres tú? ―intervino Loki, llevándose las manos a las caderas como queriendo mostrar su desaprobación, reacción que divirtió a la desconocida, que respondió con una sonrisa insolente, provocadora y burlona. A continuación, la misteriosa Angrboða se acercó a Loki, deteniéndose junto a su hermano. De la misma manera, el Dios del Caos ocupó el espacio junto a su prometida, cara a cara con la descarada forastera.
―Cuidado, hijo de Laufey, tratamos de olvidar tu descerebrada ocurrencia de apuñalarnos por la espalda. Yo que tú no abriría esa boquita para seguir tensando la cuerda ―amenazó la petulante desconocida.
¿A qué había venido eso? Los humanos no sabían del verdadero arraigo de Loki, no era de conocimiento público. Al menos, para los mortales. Pocos en Midgard sabían que era Laufeyson, en realidad. Entonces, bastó con que la impertinente forastera mostrase su verdadera apariencia. Durante lo que fue apenas un segundo, sus ojos se volvieron rojos y su piel, de un inquietante azul índigo.
―Haz caso de tus propios consejos y deja de complicar las cosas, Angrboða ―advirtió Ægir en un molesto gruñido ante la descarada actitud de su hermana.
Por tentado que estuviera en mostrar su estupefacción, Loki se irguió y mantuvo la compostura ante semejante revelación. Sabía que había algo raro en aquel individuo y todo lo que lo rodeaba. Pero no fue aquello lo que más le sorprendió, sino el descubrir que había más como él todavía en la Tierra. Por su parte, Sigyn sí que no pudo contener el asombro de descubrir que Ægir, al igual que su hermana, no era humano en realidad, como le había hecho pensar hasta ahora. La Diosa de la Fidelidad volvió a mirar al ingenioso empresario, dedicándole una expresión llena de censura. ¿Por qué? De pronto, se sintió ridícula. Así era como la percibía la gente, ¿no? Como una necia a la que fácilmente se le podía tomar el pelo y utilizar a su antojo.
―Sois jotnar ―observó Thor con una sonrisa divertida en el rostro, como si hubiera descubierto, por primera vez, que el fuego quemaba. Love, que observaba la escena como si de una telenovela se tratase, mostraba muecas de estupefacción que, en otro contexto, habrían resultado muy graciosas. Asimismo, Ægir dejó escapar una mueca de fastidio y, apretando fuertemente los dientes, volvió a mirar a Sigyn, esta vez de forma apologética y suplicante.
―Deja que te lo explique, Sigyn, no quería que te enteraras así.
Pero aquello hacía un rato que había dejado de ser una conversación exclusiva de los antaño amigos, pues ahora, todos estaban involucrados en lo que parecía un intenso intercambio de acusaciones.
―Llevamos habitando la Tierra más siglos y milenios de los que crees, Dios del Trueno ―razonó Angrboða, en el mismo tono de soberbia. Con todo, se notaba que guardaba una especial predilección por Loki, mientras que simplemente aborrecía todo lo que tuviera que ver con Thor, o cualquier asgardiano, para variar―. Mejor que no te entrometas después de la que liaste en Jotunheim.
―¿Por qué no habías dicho nada? ―suspiró Sigyn, abriéndose de brazos profundamente decepcionada. Advirtiendo esto, Ægir dio un paso adelante, acortando la distancia con la flamante diosa y tomando sus manos con especial cariño.
―Por si no lo habías notado, los jotnar no se llevan demasiado bien con los asgardianos. Pero yo… Sabes que siempre te he admirado y, últimamente, he estado muy preocupado por ti. Después de lo que se ha difundido en prensa, tenía que verte ―explicó, haciendo especial énfasis en la necesidad que tenía de reunirse con ella.
Loki, o al menos una parte de él que ya creía desaparecida, se había visto como encantado por la enigmática Angrboða. Sí, él usaba mucho ese tipo de metáforas para describir la atracción que sentía hacia Sigyn, por ejemplo. Con todo, el magnetismo de aquella giganta resultaba… diferente. Oscuro, escalofriante e indecoroso, más bien. Finalmente, salió de su ensimismamiento, ante todo para establecer una cierta distancia entre Ægir y Sigyn.
―Te aconsejo, insensato, que no te tomes excesivas confianzas con mi futura esposa ―aunque le costó mucho no bramar y controlar su repentina cólera, Loki reprimió sus impulsos de la mejor manera que pudo y se dedicó a, simplemente, sisear de forma amenazante.
―¿Qué vas a hacer, fulminarme con la mirada? ―respondió el jotun en el mismo tono y porte que el Dios del Caos, negándose a mostrarse decepcionado por eso de "futura esposa".
Loki esbozó una sonrisa chulesca. Así que no se había equivocado, ni había sido fruto de su imaginación. El bobo lo había visto en su forma astral aquel día que había seguido a Sigyn hasta el embalse. ¡Hijo de perra!
Ante la escalada de testosterona, Sigyn solo tragó saliva, visiblemente incómoda. Ægir la observaba con un atisbo de autocompasión. La Diosa de la Fidelidad, que nunca había visto a Loki así de malhumorado o irritado, quiso tranquilizarlo colocando la mano en su hombro. Sin embargo, se detuvo a medio camino al observar que Angrboða volvía a acercarse peligrosamente a él. También se fijó en que Loki parecía como derretirse ante la detestable mujer, y aquello no hizo que se sintiera mucho mejor. Aunque no la envidiaba en lo personal, se veía en desventaja ya solo por su altura e indiscutible belleza salvaje.
―¿Por qué no te metes con alguien de tu edad, Laufeyson? ―sugirió la giganta, con una sonrisa altanera y vacilona. Más discretamente, a sus espaldas, Sigyn alcanzó a escuchar la determinada voz de Love diciendo algo así como: "padre, ¿debería buscar a Mjölnir?".
―Apenas nos llevamos doscientos años ―farfulló un molesto Ægir ante otra de las habituales desacreditaciones por parte de su hermana. Esto solo aumentó la decepción de Sigyn. Durante todo este tiempo, la Diosa de la Fidelidad había pensado que su amigo era humano. Ahora entendía todos aquellos comentarios cuando lo rechazaba con el pretexto de la edad. Resulta que realmente no era mucho más joven que ella. Doscientos años en términos asgardianos, verdaderamente, no era para tanto. Advertida su reacción, Ægir suspiró y trató de justificarse―. Sigyn, escucha. En nuestro anterior encuentro supe que no tenía oportunidad contigo. Tu corazón estaba en otra parte. Pero, ante todo, somos amigos, ¿no?
―En estos momentos no parece que quiera seguir siendo nada tuyo, "amigo" ―respondió Thor, quien anteriormente había apartado a Love a un lado, sugiriendo que no se entrometiera.
―Menos mal, porque nunca me ha agradado la idea de mancillar nuestra reputación con asociación Æsir ―incidió Angrboða, alzando la ceja y trasladando su mirada de desprecio de nuevo a Sigyn.
―Estupendo, entonces, ¿qué hacéis aquí? ―sonrió Loki, ladeando la cabeza de forma engreída antes de volver a mostrarse rotundamente serio y mordaz―. Largo.
Pero aquello solo motivó a la altanera Angrboða, que volvía a establecer un intenso contacto visual con el Dios del Caos, como queriendo comprobar quién era el más dominante de ambos. Angrboða esbozó aún más su sonrisa dentada, llevándose la lengua a alguna de sus molares mientras se zampaba a Loki con la mirada. Le encantaban los hombres autoritarios y territoriales.
―Pero ¿qué dices, chato? Sois vosotros quienes habéis ocupado nuestra tierra ―arguyó Angrboða, en un tono más condescendiente.
―¿Vuestra tierra? En todo caso, es la tierra de los humanos, y los humanos son aliados de Asgard. Desde hace siglos, además. ¿O es que os dormíais en clase de historia? Siempre nos han venerado ―bufó Loki, haciendo caso omiso más o menos exitosamente de las tentadoras provocaciones de la forastera.
―¿Los mismos humanos que consideraste hormigas bajo tu bota? A ver, en eso no te voy a rebatir. Lo son ―reconoció Angrboða, razonando lo siguiente―: Ello no quita que su tierra nos haya servido de cobijo desde la infame invasión de Jotunheim por parte de tu imprudente y joven papaíto adoptivo, ¿o es que esa lección de historia nunca te interesó particularmente, Laufeyson? ¿No crees que estás en el bando equivocado?
―Aquí no debería haber ningún bando y, de haberlo, Loki estaría en el que pertenece ―discutió Sigyn, harta de la insolencia de Angrboða y de cómo, frente a sus narices, trataba de camelarse a su hombre. Ella también sabía marcar territorio cuando se lo proponía. En este sentido, hizo a Loki a un lado, lo suficiente como para ocupar su lugar frente Angrboða. La diferencia de altura entre las mujeres, en un contexto más amigable, habría resultado hasta tierna. Con todo, esto no amedrentó a la Diosa de la Fidelidad―. Los humanos nos acogieron oficialmente tras el Ragnarök, lo sabéis de sobra. Está escrito y constatado. Si convivís en democracia con ellos, también tendréis que hacerlo con nosotros.
Angrboða se tomó unos instantes para respirar hondo, dispuesta a tratar a la ridícula asgardiana con el infantilismo que merecía. A su lado, un ansioso Ægir observaba la tensa escena.
―No te preocupes, pajarito, Bergelmir nos ayudará a recuperar lo que es legítimamente nuestro. Empresas Ymir se asegurará de seguir financiando su partido y disparando su influencia política hasta expulsaros de aquí.
Sigyn parpadeó muy rápidamente ante la insolente confesión, exigiendo explicaciones al que había creído amigo y aliado, Ægir. ¿Así que había estado financiando secretamente a su adversario? No, se trataba de mucho más que eso. En un contexto así, los asgardianos se lo jugaban todo. Una derrota política frente a la extrema derecha suponía perder todos sus derechos.
―¿Disculpa? ―exclamó la diosa, señalando con indignación a la mujer frente a él, mientras lanzaba una mirada acusadora al jotun.
―Querida, ¿por qué crees que arremete tanto contra ti? Por eso, y porque empresas Ymir tenía planes de construir y seguir expandiéndose hasta Nueva Asgard. Vosotros, como hacéis con todo, lo estropeasteis. Asúmelo, los jotnar también estamos en el Congreso y tenemos nuestra propia agenda ―explicó Angrboða en un evidente aburrimiento.
―Solo que vosotros escondéis como ratas vuestra verdadera identidad ―añadió Thor, relamiéndose los labios de la impotencia y dando un paso adelante. La escalada de la tensión estaba muy cerca de tornarse insostenible, pues esta vez, fue Ægir quien se mostraría insultado y altanero.
―No somos los únicos en guardar las apariencias, ¿es que no lo hace también tu hermano? ―ahora, el lenguaje no verbal de Ægir resultaba cuanto menos violento.
―Ya vale, será mejor que os marchéis ―exigió Sigyn, habiendo alzado notoriamente la voz y expresándose con firmeza, mas no con agresividad. A continuación, sujetó a Loki del hombro y lo obligó a retroceder un paso, a colocarse junto a su hermano y sobrina, a quienes ordenó que subieran inmediatamente al coche. De inmediato.
Por su parte, Ægir hizo exactamente lo mismo con Angrboða, instándola a retirarse al interior de su presumido y costoso Tesla. Mientras se retiraba, la infame giganta lanzó una última mirada significativa a Loki y le guiñó el ojo de forma provocadora. A continuación, con su mano derecha, fingió que se llevaba un teléfono a la oreja y gesticuló la palabra "llámame". Inquieto, incapaz de dejar de fruncir el ceño, Loki se subió al asiento del copiloto y se acicaló el cabello, peinándoselo para atrás con las manos mientras intentaba autorregularse. Como tenía la ventanilla semiabierta, alcanzó a escuchar el final de la discusión.
―Sigyn, debes saber que no pretendo sabotearte…
―Ahora mismo me cuesta mucho creerte. Además, incluso suponiendo que lo que dices sea verdad, estorbas más que ayudas. Márchate, no quiero ni verte ―dicho esto, Sigyn le dio la espalda antes de montarse al volante de su elegante SUV eléctrico, en el que todos guardaron un silencio sepulcral hasta que los jotnar desaparecieron malhumorados en el horizonte.
Nota de la autora: ¡Hola! Esta vez tengo muuuuuucho que comentar. Os recomiendo encarecidamente leer esta nota si queréis entender mi visión de la fábula y, de paso, aprender alguna cosa que otra.
Tenemos que hablar de Ægir. Para empezar, quisiera que siguierais conteniéndoos y que no buscarais información sobre él, ya que hay más cosas por revelar de este personaje. Comentemos lo que ya sabemos, y es que, en el folklore nórdico, Ægir es jotun y amigo de los Æsir, pero no está en absoluto asociado a Sigyn o a Angrboða.
Angrboða y Loki tuvieron tres hijos muy importantes en la mitología nórdica: Jörmungandr, Fenrir y Hela. Aunque se les asocia al caos y a la destrucción, las eddas no describen a la giganta como alguien explícitamente malvado. Además, la percepción de la maldad en la mitología nórdica dista de los conceptos modernos del bien y del mal. La he hecho malvada en mi historia para mostrar las dos caras de su raza. En la mitología, los jotnar de hielo son a menudo antagonistas. El mito de Thyrm que menciono en este capítulo, por ejemplo, es cierto.
A excepción de Jörmungandr (que yo sepa), el lobo gigante y la Diosa del Inframundo ya se adaptaron al UCM. Por eso, he respetado la adaptación de los dos últimos. Con todo, quisiera aclarar que no existe una cronología clara que indique con quién estuvo Loki primero, Angrboða o Sigyn. No me gustan los triángulos amorosos, pero quisiera tener a Angrboða pululando por ahí de manera que ya iréis descubriendo. Ah, la relación de Loki y Freya que se menciona tanto en el capítulo 1, como de vez en cuando, también es de cosecha propia.
En el capítulo 2 hago un guiño a los hijos de Loki y Sigyn, Narfi y Vali (sin embargo, recordad que aquella era una línea temporal alternativa a esta. Además, en lo que llevamos de historia ya hemos seguido a tres Lokis diferentes, dato que tener en cuenta también). En esta línea temporal, el destino de Sigyn era sufrir un aborto espontáneo. Uno de los motivos por los que abordé el asunto de esta manera es el siguiente: en la mitología, el destino de Narfi y Vali es cuanto menos trágico, por tanto, debía serlo en mi historia también. Además, tiene sentido si pensáis en que la mala salud mental es un aspecto crucial del bienestar general y que puede afectar al embarazo de varias maneras. Sumado al mal descanso, a la mala nutrición, al sobresfuerzo, a la pérdida de peso exagerada y a los factores genéticos descritos en el capítulo 6, Sigyn tenía todas las papeletas de una pérdida involuntaria del embarazo.
Hasta ahora solo he usado la parte final del mito de Narfi y Vali, concretamente en el capítulo 8, ya que es muy conocido en el arte y la literatura. Por fábulas como esta, algunas fuentes asocian a Sigyn con el luto, de ahí que lo hiciera yo también. El luto forma parte de la vida y me intriga mucho la visión que tienen las diferentes culturas sobre ello. Además, lo "bueno" de que apenas haya mitología sobre Sigyn es que da pie a las libertades creativas. Dicho de otro modo, me parece una diosa interesante porque hay muchas formas de representarla. Ojalá los medios modernos dejaran de tratarla como la "esposa fiel", "la esposa maltratada" o "la otra" porque eso no describe el carácter de nadie. Por cierto, por si no lo hemos comentado ya, tampoco es cierto que Sigyn fuera hija de Tyr y Nanna. Los orígenes y el linaje de Sigyn no están detallados en las eddas. En la mitología, Nanna estaba casada con Balder, mientras que se desconoce la identidad de la esposa de Tyr (aunque algunos estudios apuntan a la diosa menor Zisa).
Finalmente, hablemos del Loki protagonista, el que tiene su propia serie en Disney+. Este Loki dista mucho de mi Loki favorito, el del 2012 y el de Thor: Ragnarök al que hago constantes guiños. El Loki de Los Vengadores es un aspirante a conquistador, un déspota y un manipulador motivado por el resentimiento hacia su familia. Las causas de su crueldad el público las comprende muy bien. Con todo, tampoco pretendo justificar su pasado tirano en mi historia porque nadie en su sano juicio lo haría de tratarse de una persona real. Pero como esto es ficción, y en ficción resulta mucho más fácil perdonar y pasar página, mi Sigyn es indulgente con él. Otro motivo para asociarla a la Justicia y a Tyr. Además, el amor entre estos dos es canon en la mitología y en mis fantasías.
En fin, el Loki de 2021 experimenta un desarrollo significativo. Es como si el hombre del saco se hubiera convertido en un osito de peluche gigantón. Es más introspectivo y vulnerable, desarrolla conexiones profundas con personajes como Sylvie y Mobius, es más consciente de su identidad y se enfrenta a las consecuencias de sus acciones. La vida no es una línea constante y regular: a veces estamos bien, a veces mal. Por eso, a lo largo de la historia veremos mucho de esto, es decir, que habrá momentos en los que su parte más retorcida salga a relucir.
Hay muchos elementos y tramas que espero que se estén asimilando correctamente. Resumo brevemente: tenemos la guerra contra los griegos (cuyo desenlace llegará de cara al final) y la enemistad de los asgardianos con los jotnar (que ya veremos cómo acaba). Además de esto, por supuesto, está la AVT y su capacidad para viajar por el multiverso.
Terminaré diciendo que he decidido intentar darme un poco de prisa con las publicaciones, y es que quisiera subir la historia completa antes de que acabe el verano (no sé si lo lograré, pero, desde luego, quisiera darla por concluida este mismo año). En fin, espero que hayáis disfrutado de esta nueva parte, aunque, una vez más, me veo en la obligación de suplicaros algo de feedback. Ya expresé anteriormente lo importante de que se reconozca el trabajo duro. Creedme, detrás de esto, hay muchas horas de dedicación, de documentación y de volver a verme el UCM una y otra vez. De hecho, no sé si os habréis fijado, pero, entre otros, voy dejando Easter Eggs y reutilizando frases icónicas aquí y allí. Aunque no muchos, sé que tengo lectores, de los que me despido ya, si es que me están leyendo hasta el final. ¡Nos vemos pronto!
