Teóricamente Improbable.
Summary: En opinión de Cormac, Parkinson no es más que una chica sangrepura que peca de creída. En opinión de Pansy, McLaggen es poco menos que una mosca particularmente molesta. Cuando dos de los egos más grandes de Hogwarts se juntan, es teóricamente improbable esperar buenos resultados. Romance. Eventual Smut.
Disclaimer: Los personajes y el mundo en el que se desarrollan no me pertenece. Lo demás, cosecha mía.
N/A: La historia está contada en capítulos independientes (que sí siguen orden cronológico) inspirados por prompts. Los capítulos pueden incluir palabras malsonantes, referencias de índole sexual y eventualmente, smut. Advertidos están.
Uno.
Prompt: "¡Tuve que limpiar treinta calderos!", "No me digas", "Que sí, que te estoy diciendo"
El Castigo.
Lleva casi dos horas allí y le duelen las rodillas que es una barbaridad.
Está agachado, limpiando calderos mugrientos y cochambrosos como un vil elfo doméstico. Bueno, que ni a eso llega, porque los elfos pueden utilizar magia para realizar sus labores y él no. Estruja el trapo mojado entre los dedos y restriega con fuerza las paredes del maldito trasto. Le duelen los dedos, le duelen los hombros, tiene las rodillas destrozadas y su espalda lo está matando.
Se limpia el sudor de la frente con el antebrazo y le lanza una mirada de reojo a su compañera de castigo.
Está sentada sobre sus talones, sacándole brillo a un caldero de peltre. No sabe qué habrá hecho para que Snape la encerrara un sábado a las seis de la mañana, pero Cormac supone que fue algo muy chungo.
–Eh, Parkinson – le dice, moviendo el trapo empapado en su dirección –. ¿Me pasas el jabón?
El quitamanchas mágico multiusos de la señora Skower se desliza por el suelo hasta él.
–¿Cuántos llevas? – pregunta Cormac, frunciendo el ceño ante una mancha particularmente asquerosa en su próximo caldero.
–Veinte.
¡¿Qué?! Cormac casi se cae de culo.
– ¿Veinte?
–Si, McLaggen – le confirma Pansy, hastiada –. Y si tú dejaras de hablar y de flexionar los bíceps cada vez que crees que te estoy mirando, llevarías los mismos.
¿Pero de qué habla? ¡Si ha sido ella la que se pasó la primera hora quejándose de tener que trabajar como muggle!
–¿Cómo puedes llevar veinte? – le escupe Cormac, presa de la indignación –. ¡Si yo ya he fregado treinta cacharros!
–No me digas – murmura la chica, sin molestarse en devolverle la mirada.
–¡Que sí, que te estoy diciendo! – le insiste él, abriendo mucho los ojos y haciendo aspavientos para señalar la pila de relucientes trastos que tiene frente a sí.
Pansy suelta el paño con el que ha estado trabajando y lo mira de mal modo.
–¿Esperas que te felicite?
¡Por Merlín con esta chica! Cormac la recorre de arriba abajo, desde la coleta alta que lleva sujeta con un pañuelo verde hasta las manos enrojecidas de trabajar y las rodillas manchadas de sus vaqueros. Menos mal que es guapa, porque simpática ni de lejos.
–Eres insoportable, Parkinson.
La chica suelta un bufido indignado.
–Ya, por eso llevas dos horas tratando de hacerte el interesante conmigo.
¿Está paranoica o qué? Él apenas le ha dirigido la palabra. Cierto que tiene razón con eso de que ha flexionado sus músculos una o dos veces cuando la ha sorprendido mirándolo, pero para nada ha estado coqueteando con ella. Si hubiera estado haciéndolo, ya la habría convencido de aceptar una cita con él. Además, que a él le gusta Granger. Y si Cormac no se equivoca, Parkinson sale con el buscador de Slytherin, Malfoy.
Ahora es el turno de él de resoplar. Mira a su alrededor, donde una docena de calderos sucios se apilan en espera de ser fregados.
–¿Tregua? – propone Cormac, alzando las cejas en dirección de Pansy –. Tú limpias seis, yo limpio seis y nos largamos de aquí en cuanto Snape atraviese la puerta.
Parkinson frunce un poco el ceño y cruza los brazos sobre su pecho, sopesando la oferta.
–Bien – acepta por fin, aunque no se la ve nada convencida.
Cormac se pone de pie y divide los dichosos cachivaches en dos alteros. Pone uno en el lugar donde él ha estado trabajando y deposita el otro frente a Parkinson, quien ha recuperado su paño del suelo.
La chica reacomoda su postura y se sienta con las piernas cruzadas; Cormac trata de imitar su posición, pero le resulta demasiado incómoda, así que se vuelve a instalar sobre sus rodillas. Vaya mierda que estará hecho mañana.
–¿McLaggen? – pregunta Pansy. El aludido casi rueda los ojos, seguro de que tendrá que soportar una queja más –. ¿Me pasas el jabón?
Con una media sonrisa, Cormac empuja el bote de quitamanchas hacia su izquierda.
El resto del trabajo lo hacen en silencio. Como era de esperar él es el primero en terminar su tarea, así que suelta su trapo en el piso y va a sentarse en uno de los pupitres a observar cómo Pansy lucha por deshacerse del moho de su último caldero. Seguro que ella también acabará dolorida.
Unos veinte minutos después, Snape hace por fin su aparición. Cormac se para del pupitre como impulsado por un resorte y Parkinson se coloca al lado suyo, tan derecha que resulta casi ridículo.
–Muy bien – concede el profesor con su acostumbrada elocuencia, inspeccionando cuidadosamente la hilera de relucientes trastos a sus pies. La expresión de asco y desdén tan característica del hombre se acentúa cuando posa sus ojos en los dos alumnos –. Señorita Parkinson, la veré de nuevo el próximo sábado para la segunda parte de su castigo; Señor McLaggen, fuera de aquí.
No necesitan que se los diga dos veces; apenas una fracción de segundo después, ambos están apretujándose para salir del aula, pero la corpulencia de Cormac tiene sus ventajas frente a la figura más bien pequeña de Parkinson. Cuando Pansy se voltea para para cerrar la puerta tras de sí, Cormac se planta frente a ella y cruza los brazos.
–¿Qué demonios hiciste para que te castigaran dos semanas, Parkinson?
La chica no le responde, se limita a rodar los ojos y hacerle un vago gesto con la mano para que se aparte de su camino. Cormac la ve marcharse en dirección a la Sala Común de Slytherin, con toda la dignidad que es capaz de acumular a pesar de sus pantalones manchados de agua y detergente y su coleta ladeada.
Pues sí – piensa, mientras se mete las manos en los bolsillos y encamina sus pasos hacia el Gran Comedor –, definitivamente algo muy chungo ha tenido que ser.
Si llegaste hasta aquí, gracias. Si encuentras en tu corazón el dejar review, dobles gracias. Esto será un romance ligero, que va de a poco en los sentimientos y de a mucho en las hormonas. Tengo escritos varios capítulos, a ver como pinta la cosa. ¡Besos!
