Disclaimer: Los personajes de Candy Candy no me pertenecen, son creación de la novelista Kyoko Mizuki. Adaptación del libro "El Gran Gatsby" de F. Scott Fitzgerald.
Advertencia: Debido a la trama de la historia la personalidad de algunos de los personajes de Candy Candy puede variar un poco.
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Capítulo 11
Decir que fue la hora más larga de toda mi vida es poco. Estaba tan inquieto que el whisky ya no tenía el efecto de sedación que tanto deseaba. Tenía los nervios crispados ante la espera. Me quedé en un lugar estratégico para poder mirar hacia mi casa.
- Por favor Dios, que no aparezca Terry hasta después de que ellos hayan vuelto- rogué, nuevamente.
- ¿Archie? ¿Dónde donde está Candy? - oí que me cuestionaba la enronquecida voz de Terry a mis espaldas.
- ¡Diablos! - exclamé para mí, ya decía yo que Dios no me haría dos favores de ese tipo en una sola noche.
- ¿Candy? - volteé a verlo -No sé dónde está, pensé que estaba contigo- mentí.
- No, yo... Estaba arreglando unos asuntos- dijo. Levanté una ceja al ver su aspecto un poco descompuesto, evidente prueba de que hizo de todo menos hablar con la señorita Garbo.
- Pues tal vez deberías buscarla por allá arriba- le dije, acercándome a él -Pero antes, déjame ayudarte a arreglar un poco el corbatín en lo que tú arreglas un poco tu cabello... Primo.
Terry abrió los ojos un poco sorprendido al saberse descubierto por mí, carraspeó antes de beberse de un sorbo su trago. Me quitó la mano de su corbata y dio unos pasos hacia atrás emprendiendo la retirada.
- Si la ves, dile que la estoy buscando. Ya me quiero largar de este sitio.
- Muy bien.
Suspiré aliviado cuando lo vi subir las escaleras por donde había llegado. Justo cuando pensé que había salido bien librado de esa situación, vi que se giró sobre sí y bajó un par de escalones.
- Me dijiste que tú vives por aquí ¿no es así?
- Sí, justo en aquella casa- señalé con toda la naturalidad que pude hacia el sitio.
- Ya veo- miró hacia el lugar que le indiqué y luego me miró por unos segundos, sonrió de lado y levantó la ceja. Sin duda, con su mirada me estaba diciendo que él no era ningún estúpido y yo... yo estaba completamente jodido -No te olvides de decirle que la estoy buscando... Primo- se giró nuevamente y desapareció entre la multitud.
Fruncí el ceño, si no quisiera tanto a mi Candy, juraría que nada de eso me hubiera ocurrido a mí.
- Tendrás que buscarte una buena excusa para salir de esta Candy.
Sin esperar más, salí en su búsqueda.
Al llegar a la división, vi que un par de hombres custodiaban el paso hacia mi casa. Me acerqué para decirles que iba en busca de Albert cuando me abrieron el acceso inmediatamente, di algunos pasos y a mi lado pasó George apresuradamente, parecía muy preocupado.
- ¿Señor Johnson?
Vi que dio un respingo.
- Joven Cornwell.
- ¿Busca a Albert?
- Eh...sí, ¿Usted también?
-Eh...no, yo busco a mi prima, Candy.
Ambos nos miramos con vergüenza ajena, caminamos juntos con paso acelerado hacia donde se encontraba la pareja. Los vimos charlando muy cerca el uno del otro. Albert tenía a Candy tomada por los hombros, parecía que esperaba una repuesta de su parte porque la miraba fijamente.
- ¿Hola? - saludé, inmediatamente llamé la atención de ambos. Albert la soltó y ella se acercó a mí.
- Archie, querido... Albert y yo hablábamos un rato.
- ¿Se puede saber de qué?
- Del pasado, del futuro...
Candy sonrió con nostalgia. Albert la miró y se dio vuelta para prender un cigarrillo. Aproveché para hablarle.
- Candy, Terry te está buscando por todos lados- le dije.
- Señor Ardley- le llamó Johnson -Tiene una llamada urgente.
- George, ahora no, diles que...
- De verdad es muy urgente, señor- insistió.
Albert frunció el ceño, volteó hacia nosotros notablemente molesto.
- Joven amigo, ¿te molestaría acompañarla?
- No, no hay problema.
- Si me disculpan, los veré en un rato- Dio un leve asentamiento con la cabeza y se fue junto con su asistente. Candy lo miró con tristeza mientras se marchaba.
- ¿Estás bien, Candy?
- Sí, vamos a buscar a Terry.
Sea lo que sea, Candy dejó de estar feliz en aquella fiesta.
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- ¿Me puedes decir de quién es esa llamada que no puede esperar?
George Johnson, no contestó. Era mejor que Albert se enterará de la presencia de los Leagan hasta que estuviera a salvo.
Mientras caminaba miró hacia la multitud de invitados que circulaban por la mansión, su vista se quedó fija en un anciano de porte soberbia que miraba a todos a su alrededor, sostenido de su bastón
- ¡Ese es Douglas Andrew! - pensó.
- Estaba en medio de una conversación muy importante. No entiendo cuál es la premura.
George no respondió nuevamente. Al llegar a la oficina cerró la puerta tras de ellos, mientras Albert fue directo al teléfono.
- No, espera- le detuvo -No hay ninguna llamada.
- ¡¿Qué?! ¡Entonces porque me trajiste con tanta prisa!
- William, Los Leagan y Douglas Andrew están aquí.
- ¡¿Cómo?! ¿Pero qué hacen aquí? - Albert abrió los ojos con sorpresa, sintiendo un vuelco en el estómago. Nunca llegó a imaginar que un día a su propia casa llegarían los que habían atentado contra su vida. Se pasó los dedos entre sus cabellos sin preocuparle romper con la perfección de su peinado
- ¿Crees que el tío Ernest nos haya delatado? - inquirió, inquieto.
- No, lo creo... ¡No lo sé! - contestó, tratando de guardar la calma.
- ¿Estás seguro que son ellos?
- Sí, Martin me avisó y yo he visto a Douglas con mis propios ojos. Como ves, yo tampoco puedo salir de aquí, estoy expuesto a que me reconozcan. Martin se hará cargo de ellos.
- ¿Entonces nos quedaremos encerrados aquí hasta que se vayan?
- No pretenderás salir y exponerte a que te reconozcan ¿O sí?
- No, sólo quiero avisarle a Candy que...
- No, tú no saldrás de aquí- ordenó.
- No comprendes George, ella estaba a punto de darme una respuesta que es muy importante para mí.
Albert se dirigió hacia la puerta. En un rápido movimiento George se interpuso en su camino.
- Lo siento William, no puedo.
- ¿Qué acaso me lo piensas impedir? - lo retó.
- Sí, si es necesario- dio un paso hacia adelante, encarándolo.
- George, por favor...- Albert dio un paso hacia atrás y agachó la cabeza. A pesar de sus impulsos, sabía que jamás se enfrentaría con el hombre que consideraba su padre.
- ¡Por amor de Dios, William! ¡No otra vez! ¡No lo hagas! este asunto de la señora Grandchester ya lo habíamos discutido. ¡No es posible que pierdas hasta el sentido común cuando se trata de ella!
Albert se quedó perplejo ante la acusación. En ese segundo, cayó en cuenta de lo que estaba haciendo. Sin lugar a dudas, lo que George decía era verdad, pues cuando de Candy se trataba, todo pasaba a segundo plano y ella era la prioridad. Se arriesgaría él y arriesgaría todo sin importarle nada sólo por el deseo de tenerla a su lado. Por ella mandaría todo por la borda si se lo pidiera. Respiró profundo, considerando oxigenar su mente para calmarse un poco.
- Está bien, lo siento- dijo, en tono calmo al ver la exaltación de su tutor -Esperemos aquí a que el doctor Martin nos informe.
George sólo asintió. Albert se dio la vuelta y posó su mirada en el amplio ventanal con la esperanza de distinguirla entre el gentío. Johnson lo observaba en silencio.
- Este asunto de la señora Candy puede arruinar todo- pensó -Creo que tendré que tomar cartas en esto- suspiró preocupado.
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Al escuchar los golpes en la puerta de la biblioteca y ver al mayordomo que avisaba de la llegada de las personas que esperaba, el doctor Martin terminó la copa del adorado whisky que tenía entre sus manos.
En condiciones normales, el alcohol a la mayoría de las personas hace que los sentidos se vuelvan lentos, pero en él, extrañamente se los agudizaba aún más y, en ese momento, era necesario tenerlos más despiertos que nunca. Se acomodó la chaqueta antes de indicarle al empleado que dejara entrar a las inoportunas visitas.
- Señores, buenas noches- saludó a los tres hombres que tenía frente a él -Mi nombre es...
- No me importa quién es usted- le interrumpieron -Necesitamos hablar con el señor Ardley, dígale que Neal Leagan está aquí.
Martin se contuvo de pegarle una bofetada a aquel estúpido muchacho por interrumpirle de esa manera. Si bien él era un hombre de carácter afable y flemático, eso no le quitaba el que pudiera poner en su lugar a quién fuera necesario. Por lo pronto, dejaría las cosas así, pero en algún momento buscaría la oportunidad para que se las pagara aquél mocoso insolente.
- Lo siento señor Leagan, el señor Ardley, no recibe a nadie durante sus fiestas para hablar de negocios.
- Pero es muy importante que hablemos con él- aseguró, Robert Leagan, padre de Neal.
- Comprendo, pero el señor Ardley no hace ninguna excepción, además, fue muy claro con usted - se dirigió a Neal -En cuanto al asunto de la comunicación con él. Si no mal recuerdo joven, se le había no sólo dicho que esta sería a través de un intermediario, también se le mencionó acerca del anonimato en que el señor Ardley quería permanecer y que en caso de que faltara a dicho acuerdo, la negociación sería disuelta en ese momento y de su cuenta corría no poder mover su producto ni aquí y tal vez en ningún estado del país. Ha usted incurrido en un grave error, señor Leagan.
- ¿Eso te dijeron? - Robert, miró a Neal con el ceño fruncido.
- Papá, yo...
- Tal vez si el joven Neal hubiera estado en sus cinco sentidos, lo hubiera comprendido y no hubiera cometido este error garrafal. Señores, lo siento, el señor Ardley fue muy claro en eso.
- ¿Y cómo es que usted sabe todo eso? ¡Usted no estuvo ahí! - se defendió Neal.
- Si me hubiera permitido presentarme hace unos instantes, sabría que yo soy Martin, el negociador e intermediario de este negocio. O, mejor dicho, era, dudo mucho que el señor Ardley pase por alto este atrevimiento.
- ¡Eres un idiota, Neal! - le dijo Robert, tomándolo fuertemente por el brazo, conteniendo su enojo para no armar una escena delante de tanta gente.
- Señor Martin- rompió el silencio el anciano que los acompañaba -Permítame presentarme, mi nombre es Douglas Andrew.
- Señor Andrew- le saludó, con un asentamiento de cabeza.
- Lamento mucho la falta de educación de mi sobrino. Como puede ver, es un muchacho tonto e inexperto y evidentemente sin límites por parte de alguna autoridad- dijo esto viendo a Robert -Por eso mismo, le pido reconsidere el dejar este asunto de lado, las negociaciones con nuestro representante y el socio de Chicago ya estaban casi concluidas, no vale la pena echarlas por tierra por una nimiedad, créame, es un buen negocio que nos beneficiara de gran manera a todos. Precisamente mañana, viajáremos los señores Leagan y yo a Escocia para supervisar que la calidad del producto sea de primera, y así sin ningún problema se pueda mover en las altas esferas. No crea que no he observado la presencia de grandes personalidades en esta fiesta- señaló con su bastón los alrededores -Ustedes tienen los contactos y nosotros el producto, es un negocio redondo.
Martin fingió meditar el asunto.
- Muy bien, ustedes saben que el señor Ardley me ha puesto al frente de esta negociación y con esa autoridad por esta vez lo pasaré por alto. Pero bajo ninguna circunstancia pasaré por alto una segunda vez y mucho menos una falta de respeto.
- Excelente- dijo, ofreciéndole su mano -No se volverá a repetir, de eso me encargó yo-Douglas echó una mirada de advertencia a los Leagan.
- Y díganme ¿qué es ese asunto que deseaban tratar con el señor Ardley?
- Nos surgió un problema- intervino Robert -Digamos un problema añejo que podría retrasar algunos de nuestros planes.
- Explíquese mejor.
- Hay un miembro del consejo que se le había retirado por ser un elemento, digamos... problemático. Hace unos días volvió a rondar las reuniones y eso nos quita libertad de movimiento para las exportaciones.
- Mi primo Ernest no comprende que los giros de los negocios del clan han cambiado- continuó Douglas -En estos tiempos, hay que aprovechar los recursos que se tienen a la mano, los bancos, las empresas, eso tiene ya ganancias fijas, pero un negocio como este nos traerá muchos más ingresos. Y de eso precisamente queríamos hablarle al señor Ardley también.
- Usted dirá, en este momento soy su representante.
- Queremos invitarlo a que invierta en nuestras empresas y en el banco, podremos darle mucho dinero por los intereses acumulados y lo mejor es que libres de impuestos, todo lo podríamos deducir invirtiéndolo a fundaciones que finjan ayudar a los pobres, sólo serían meras pantallas. Créame, es muy lucrativo.
- Suena interesante, sin embargo, esta decisión no puedo tomarla por mí mismo, le transmitiré al señor Ardley su propuesta y le haremos saber a la brevedad una respuesta ¿Cuando vuelven de Escocia?
- En tres semanas.
- Muy bien, mande un telegrama cuando hayan vuelto de su viaje e indique a su representante que nos reuniremos nuevamente en Chicago. Será del mismo modo que la primera reunión, nosotros les indicáremos el lugar, día y hora.
- Me parece bien- indicó el anciano.
- En caso de que el señor Ardley acepte, supongo tomarán medidas con el hombre que les está causando problemas- indagó, con el fin de saber del destino de Ernest.
- Bueno- habló Robert - Ernest es un viejo loco, con meterlo al manicomio sería más que suficiente, pero eso nos traería ciertos problemas con la matriarca y eso no nos conviene, no obstante, si insiste en meter las narices donde no le llaman, sería necesario tomar medidas tajantes, ¿usted me comprende?
- Entiendo- Martin asintió con gesto inmutable –Bueno, señores si eso es todo...
Todos se pusieron de pie.
- Señor Andrew, Señor Leagan, silencioso Neal- El doctor miró al chico con una sonrisa burlona. Si bien no se había desquitado del todo, por lo menos había logrado que se callara la boca en toda la reunión, el moreno frunció el ceño- Sigan disfrutando de la fiesta.
- Nos marchamos ya, pero le agradecemos su atención- se despidió Douglas.
- ¿Nos vamos ya? - preguntó, Neal.
- Sí, ¡Nos marchamos ya! -dijo en un tono autoritario, Neal agachó la cabeza
Cuando los hombres se fueron, Martin nuevamente llenó su vaso con licor.
- Esto es más complicado de lo que pensé- se dijo -Pobre William, nació en medio de un nido de víboras.
Después de terminar su copa, salió a rumbo a la oficina donde George y Albert aguardaban ansiosos.
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Nos topamos con Terry después de un rato de buscarlo. Preocupado no se veía, pues charlaba amenamente con un par de señoritas por demás risueñas.
- ¿Me buscabas? - le preguntó Candy.
- ¿Dónde diablos te habías metido? ¡Llevo horas buscándote! - el cambio en su tono de voz y el gesto de su cara fue más que notorio, el Terry sonriente y encantador se había quedado con las chicas con las que hablaba.
- Sí, veo que has estado en ello- le dijo con ironía, al tiempo que echaba una mirada al par de mujeres.
Terry iba a defenderse cuando de pronto escuchamos una desagradable voz.
- ¡Vaya, vaya, vaya! Pero miren nada más a quienes tenemos aquí.
Los tres volteamos al instante.
- ¡Neal! - dijimos al unísono.
- ¡El mismo! Por sus caras veo que les da gusto verme- con descaro, se acercó a Candy -Hola, veo que sigues igual o más hermosa desde la última vez que te vi- le dijo mirándola de arriba abajo, Candy inmediatamente buscó el brazo de su esposo.
- ¿Qué haces aquí? - le pregunté.
- Eso es algo que a ti no te importa Cornwell y ustedes ¿qué hacen aquí?
- Eso es algo que a ti no te importa Leagan- Le contestó Terry, con el mismo tono soberbio que ocupo Neal al dirigirse a mí.
- Mira nada más, el joven aristócrata no ha dejado su costumbre de proteger a los desvalidos.
- Y tú no has dejado la costumbre de ser un verdadero imbécil.
- ¡Que no se te olvide con quien hablas actorcete!
- ¡No, que no se te olvide a ti con quien hablas pedazo de escoria, yo soy el duque de Grandchester! ¡Tú y tu maldito clan decadente me importan un bledo! - lo tomó por las solapas de su chaqueta -Y otra cosa, no vuelvas a mirar así a mi esposa- Terry alzó el puño para golpearlo, inmediatamente me puse en medio de los dos a riesgo de llevarme un buen golpe.
- ¡No, Terry! - Candy se llevó las manos al rostro esperando lo peor.
- Por favor, Terry- le hablé, conteniendo el golpe que iba directo a la cara de Neal y, aunque bien merecido se lo tenía, no era el lugar para armar una escena -Déjalo, no vale la pena este tipo.
Terry lo tomó nuevamente por las solapas con ambas manos y de un sólo empujón lo soltó haciendo casi que cayera de espaldas.
- ¡Esto me lo pagaras actorcito de quinta! - dijo, componiendo su chaqueta.
- ¡Neal! - le gritaron.
Al girarme, me sorprendí de sobremanera al ver a Robert Leagan en casa de Ardley. Todo era muy extraño ¿Qué hacían ahí?
- Papá, ellos...
- ¡Cállate! He visto todo.
La escena era por demás cómica, tanto, que me dieron ganas de reírme a carcajadas, ¿Dónde se había marchado la soberbia del gran jefe del Clan? Neal con cara de niño regañado, bajó la cabeza ante la furiosa mirada que le echaba su padre.
- Les ruego disculpen a mi hijo.
- No se preocupe señor Leagan- le dije.
- Archibald, me da gusto verte- nos dimos un apretón de manos.
- Igualmente, ¿recuerda a Candy?
- Claro que sí, Candy hace tanto tiempo- le saludó, con un respetuoso beso en la mano.
- Hola, señor Leagan, me da gusto verlo- Candy hizo una leve inclinación -Mi esposo, Terrence Grandchester.
Ambos hombres inclinaron la cabeza, en señal de saludo. Un hombre anciano se acercó a nosotros, el señor Leagan inmediatamente hizo las presentaciones necesarias.
- Douglas Andrew, te presento a Archibald Cornwell y Candice White, ahora Grandchester y su esposo el duque de Grandchester.
- ¡Douglas Andrew aquí! ¡¿Pero de que rayos se trata todo esto?!- pensé sorprendido
- No tienes porqué presentármelos, por supuesto que los recuerdo, tú eres el hijo menor de Cornwell y tú, la chica adoptada por la familia.
- Me da mucho gusto volver a verlo, Sir Douglas- Candy hizo una ligera reverencia.
- No me digas Sir Douglas, niña, dime tío, y tú Archibald -se dirigió a mí -Espero que por lo menos estés haciendo algo de provecho aquí en Nueva York.
- Trabajo en Wall Street- le dije.
- Podrías estar trabajando en cualquiera de las empresas o el banco
- Me siento bien aquí en Nueva York, señor.
- ¡Muchacho necio! -me señaló con su bastón - ¡Sus padres no les pusieron límites!
No dije nada, pero tampoco bajé la mirada como lo había hecho Neal, no tenía porque hacerlo pues me llenaba de orgullo mis pocos éxitos.
Fuera del ambiente del clan yo había podido salir por mis propios méritos. No sólo obtuve y mantuve mi empleo, si no también logré mi primer ascenso. Bajo la sombra y yugo de la familia, nunca hubiera sabido si era capaz de hacerlo y tal como Neal lo hacía, andaría por la vida agachando la cabeza ante ellos. No, yo no haría eso ¡jamás!
- Me dio gusto saludarles, pero nos marchamos ya- dijo el señor Leagan.
- ¿Tan pronto? - pregunté por mera cortesía.
- Sí, es tarde y viajamos a Escocia a primera hora.
- Vaya, pues les deseo buen viaje.
Los vi partir ¿Que hacían en casa de Ardley? Me preguntaba. Algo estaba pasando, sin duda. ¿Estarían haciendo negocios con Albert? Y si fuera así ¿De qué tipo? ¿El resto del clan lo sabría? Mi mente comenzó a formularse todas las preguntas posibles, no podía preguntarle a Albert directamente pues no teníamos esa confianza, pero trataría de investigar de alguna forma.
Después de un rato más, Terry insistió en marcharse y Candy en quedarse un poco más. Estaba esperando que de alguna manera Albert apareciera nuevamente, pero eso no sucedió.
Los acompañe a la salida. Mientras esperaban su auto, me senté un rato con ellos en los escalones.
- ¿Qué hora es? - Preguntó Candy.
- Las tres de la mañana- le respondí, Candy suspiró, con pesadez. Por unos segundos el silencio nos envolvió hasta que ella lo rompió tarareando la canción que sonaba adentro de la mansión.
- ¡Vamos a ver! - dijo Terry, de pronto - ¿Quién es ese señor Ardley?
- Ya te lo dije- le contestó, interrumpiendo su canción -Es dueño de una cadena de farmacias.
- Mentira, es un contrabandista de licor - le refutó él.
- ¿Dónde has oído eso? – preguntó con un poco de indignación.
- No lo he oído, lo supongo solamente. Estos nuevos ricos no salen de la nada, te apuesto que es un contrabandista al por mayor.
- No lo creo- le contesté.
- Bueno, se los voy a demostrar y ustedes dos me darán la razón.
El tan esperado auto llegó finalmente. Terry ayudó a Candy a levantarse y la encaminó al auto.
- Buenas noches, Archie- exclamó Candy, antes de subir al vehículo echó una triste mirada hacia la mansión.
Justo cuando el carro arrancó escuché unos pasos que se acercaban presurosos detrás de mí
- ¡No! - se oyó una voz a mi lado.
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Albert no dejaba de observar por el mirador a las personas que estaban aquella noche departiendo en su casa. Todos parecían pasárselo tan bien, ajenos a los problemas y las inquietudes. Suspiró, decir que estaba desesperado por salir de ese lugar era poco, deseaba ver a Candy, sentir su cuerpo entre sus brazos, pero sobre todo quería que la pregunta que le había hecho fuera respondida.
- ¿Y Terry? ¿Qué sientes por Terry? - fue el cuestionamiento hecho. Recordó como ella por un momento abrió sus ojos de esmeralda sorprendidos completamente.
- Albert yo...
La tomó de los hombros y la miró expectante, esperando su respuesta. Si no hubiese sido por Archie y George que llegaron en ese momento, estaría ya enterado de qué es lo que el corazón de su amada albergaba por el que ahora era su esposo y que lugar tenía él.
Esta duda lo torturaría hasta el momento que volviera a verla y le dijera directamente su sentir. Aunque sus besos y la forma en que se acariciaban y miraban revelaran una verdad innegable, él quería escuchar de sus propios labios decir "no lo amo" "no siento nada por él" soló así podría descansar su alma y tomar decisiones importantes para ambos.
El toque de la puerta lo sacó de sus pensamientos. El doctor Martin entró con el rostro serio, gesto poco usual en él. Los tres hombres se sentaron con copa en mano alrededor del escritorio a escuchar lo que el doctor había hablado con los visitantes.
- Ese muchacho es un verdadero estúpido - se refirió a Neal - Un pobre títere en manos de esos hombres.
- Pero para lo que lo quieren les queda perfecto- meditó George -Él jamás cuestionará ninguna de sus decisiones y firmará todo lo que ellos quieran.
- En el fondo me da lástima. Aunque temo que un día se canse y se rebele- dijo Albert.
- Lo dudo, les tiene demasiado miedo- expresó Martín -Pero olvidemos eso y vayamos a lo más importante.
- Dime algo Martin ¿Tío Ernest nos traicionó?
- No William y la mala noticia es que está en peligro de muerte.
- ¡¿Cómo?!- preguntaron al mismo tiempo.
- Como lo oyen. Ellos no solamente quieren hacer las exportaciones ilícitas y el tráfico de alcohol, también están evadiendo impuestos a través de supuestas fundaciones de beneficencia. Presiento que pretenden que inviertas tu dinero para después defraudarte.
- Y Ernest les estorba para eso. Si se da cuenta de todo lo que han hecho, seguro pondrá a Elroy al tanto- dedujo George.
- Tenemos que buscar alguna manera de protegerlos antes de que vuelvan de Escocia- Martin miró a Albert que estaba en silencio - ¿Qué piensas?
Albert dio vueltas al vaso de whisky que tenía entre sus manos. Antes de levantarse de su asiento bebió el contenido del mismo y fue directo a su ventana preferida con las manos dentro de los bolsillos.
- ¿William? - le llamó George.
- Sólo hay una forma de protegerlos- por fin habló -Y esa misma forma tal vez nos dará la oportunidad de acabar con ellos de una vez.
- ¿Y cuál es? - preguntó.
- Martin- se giró hacia él para verlo de frente -Es hora de concertar una reunión con Al Capone.
