Disclaimer: Los personajes de Candy Candy no me pertenecen, son creación de la novelista Kyoko Mizuki. Adaptación del libro "El Gran Gatsby" de F. Scott Fitzgerald.

Advertencia: Debido a la trama de la historia la personalidad de algunos de los personajes de Candy Candy puede variar un poco.

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Capítulo 5

Archie sentía la brisa del mar pegar en su rostro. Aquella mañana de sábado, se había levantado un poco más tarde de lo normal tras la fiesta en la mansión Ardley.

A las diez de la mañana él y su vecino "Albert" como le pidió que lo llamara, zarparon mar adentro en el lujoso y nuevo velero. Se sintió afortunado de no haber bebido tanto, de otra manera, el vaivén del agua estaría haciendo estragos en su estómago. Así que, gracias a ello estaba disfrutando mucho de ese maravilloso día soleado en compañía de su nuevo amigo.

Durante la primera hora del viaje se dedicaron a explorar un poco el velero. Le ayudó a izar las velas y tomó el timón durante un rato. Él no sabía nada de esta actividad, pero Albert había sido tan paciente explicándole paso a paso, que no tardo en sentirse a gusto y confiado. Mientras el pequeño barco tomaba un rumbo automático, se sentaron a tomarse una cerveza y comenzaron a charlar un poco.

- ¿Estás a gusto, joven amigo?

- Sí, muy a gusto señor Ardley, ¡esto es fantástico!

- Albert, llámame Albert que no soy tan mayor- rio.

- Muy bien, Albert- sonrió.

- Así que eres de Chicago.

- Sí, ¿cómo lo sabes? - preguntó Archie, sorprendido.

- La señorita Britter me dijo.

- Claro, Annie...

- ¿Cómo se conocieron?

- Nos conocimos hace muchos años, asistimos al mismo colegio en Londres, ella es muy buena amiga de mi prima. Hace unas semanas la volví a ver en casa de Candy y su esposo Terrence Grandchester.

- ¿El actor?

- Sí, ¿Lo conoces?

-No personalmente.

- Ellos viven al otro lado de la bahía en la isla Oeste.

Albert sólo asintió con la cabeza mientras observaba a Archie detrás de sus lentes oscuros. Sin duda era un joven refinado, amable, simpático y hasta cierto punto inocente.

Sabía que los Cornwell no estaban involucrados en el complot que se había confabulado contra él, sin embargo, era necesario que el chico le proporcionará algunos datos extras. Además, el muchacho era un elemento primordial en otra parte del plan que era muy importante para él. Aunque en teoría se podría decir que de alguna manera lo estaba "utilizando" para sus planes, y eso no le gustara nada por su alto sentido de lealtad y honestidad, la realidad era que el joven y su familia serían de los más beneficiados si salieran victoriosos. En caso de que no fuera así, lo más seguro ni se enterarían de la oculta batalla que se llevó a cabo.

Además, también se quería dar la oportunidad de conocerlo, ya que lamentablemente, debido a su oculta identidad como patriarca del Clan Andrew, no pudo acercarse ni a él, ni a su fallecido hermano. Tampoco a su sobrino directo, Anthony, hijo de su hermana Rosemary, el cual desgraciadamente había muerto en un accidente hace ya varios años. Sólo los observó de lejos, viendo cómo se divertían y crecían juntos al cuidado de la tía Elroy.

Muchas veces se imaginó corriendo y jugando con ellos, teniendo largas y entretenidas charlas, y aconsejándoles en sus primeras experiencias con las chicas. Cuando estos pensamientos venían a su cabeza, no podía evitar decirse que la vida no había sido justa con él y su ánimo se venía abajo, pero George, su amigo, casi su padre, le recordaba que Sir William Andrew Senior siempre le decía: "Todo sucede por algo querido amigo, Dios no te dará más pruebas de las que puedes soportar, resiste, al final saldrás victorioso y la vida te recompensará".

-Resiste Albert, resiste, al final saldrás victorioso- se decía una y otra vez y su ánimo mejoraba.

Archie notó que su acompañante estaba sumido en sus pensamientos, el silencio lo incomodó un poco y decidió romperlo.

- ¿Estas bien, Albert?

-Sí, claro, disculpa- dijo, volviendo al presente -¿Y por qué decidiste venir Nueva York? ¿En Chicago no había muchas opciones para ti?

- La verdad es que buscaba algo de independencia.

- Independencia- repitió- Independencia es una palabra muy pesada si la tomas a la ligera, joven amigo, ¿y la has encontrado? - preguntó, al tiempo que se levantaba a tomar nuevamente el timón.

Archie dudo por un momento contarle su vida a su vecino que era prácticamente un desconocido. Pero, a pesar de ello, había algo en él que le inspiraba confianza, no sabía exactamente qué, pero emanaba una energía positiva capaz de doblegar a la personalidad más rígida.

- Verás, mi familia pertenece a un conocido y poderoso Clan en Chicago que podría darme todas las facilidades que yo quisiera y cuando quiera. En casa no me faltaría un mejor empleo, vivienda, lujos, pero prefiero no tomarlas, quiero hacer algo por mí mismo, demostrarme que puedo. Después de que falleciera mi hermano en la guerra, he pensado que la vida es muy corta como para no ver hasta donde puedes llegar por tus propios medios, aunque te lleves la vida en eso.

Albert se sentía complacido por la respuesta de su sobrino, sin duda tenía su espíritu, su sangre. En otra situación hubiese sido un aliado maravilloso, incluso, una parte importante en el consorcio Andrew, pero por el momento eso tendría que quedar para después, si el chico se enteraba de quien era él en realidad, correría peligro y su deber era cuidarlo.

- Muy sabias tus palabras, joven amigo. ¿El clan al que perteneces es el Andrew?

- Sí, el mismo, supongo que es el más conocido del medio oeste.

- Así es. Por lo que sé el jefe ahora es un hombre muy joven llamado...

- ¡Sí! ¡Es el estúpido, rastrero, gusano, cobarde de Neal Leagan! ¡Un redrojo de títere manipulado por su padre y no sé quién más! No sabes cuánto lamento que ese sea mi primo- respiro profundo al notar su exaltación.

Ese tema le enfermaba y, aunque no quería meterse mucho, todavía tenía la esperanza que el futuro de su familia volviera a las manos de un líder como aquel que nunca conocieron, pero que había hecho un estupendo trabajo.

-Toma, un trago te hará bien- Albert se acercó y le dio otra botella de cerveza.

- Gracias. Lo siento, si papá me oyera expresarme así de él me reprendería, nos enseñó a no juzgar a las personas ¡pero con ese cretino...! pensar que tendré que ver su odiosa cara la semana siguiente- le dijo, al tiempo que le daba un gran trago al líquido.

- No te preocupes, puedes confiar en mí y desahogarte cuando lo desees. Muy bien llegamos.

Ambos se bajaron en el muelle. Después de anclar el velero, caminaron rumbo a la mansión. En la puerta se encontraron con George que ya los esperaba.

- Señor Ardley, tiene una llamada.

- Gracias George. Ahora voy. ¿Te quedas a almorzar, joven amigo?

- ¡Oh no!, muchas gracias, me iré a casa a descansar un rato. Disfruté mucho del paseo. Nos veremos pronto Albert.

- Por supuesto. Escucha Archie, puedes venir a casa cuantas veces quieras, pero en caso de que no desees desvelarte, el próximo domingo habrá una fiesta en la playa, me gustaría mucho que vinieras, tal vez puedas traer a tu primo Neal.

- Muy bien, aquí estaré.

Albert sonrió

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- ¿Cómo te fue William? - Interrogó George, mientras se dirigían a la oficina.

- Mejor de lo que esperaba. Es un chico extraordinario. En parte me da pena que sea parte de todo esto, ojalá pudiera ser sincero con él.

- Ya habrá tiempo para eso, recuerda que es por su benéfico también. Ahora lo importante es protegerlo.

- Sí, será de mis prioridades.

- ¿Te dijo algo de los negocios ilícitos?

- No, al parecer no sabe nada, pero pronto lo sabremos. Neal Leagan viene a Nueva York.

- Perfecto- sonrió.

- ¿Contactaste al viejo Ernest?

- Todo está listo. Cuando tú digas.

- Muy bien. Concrétalo para dentro de un par de semanas a lo mucho, aquí en la mansión.

- Como tú ordenes, ¿deseas almorzar en la terraza? - preguntó, en el mismo instante que cerraba detrás de él las puertas de la oficina.

- No, almorcemos aquí- Se asomó por la ventana y vio a Archie ir rumbo a su casa.

Como si lo llamara con la vista, el joven volteó y le regalo una cálida sonrisa. Albert le correspondió y con el teléfono en la mano le saludó despidiéndose, automáticamente su expresión cambió a una muy sería al poner el auricular en su oído.

-Aquí, Ardley.

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Caminé rumbo a mi casa con paso lento. Era un día estupendo y yo la había pasado tan bien con mi vecino que me sentía contento. Por alguna extraña razón volteé y él estaba en su acostumbrado mirador "vigilando el mundo" le sonreí y me saludó.

En ese momento recapacité que en el paseo sólo habíamos hablado de mí. Me encogí de hombros sin darle mucha importancia, pero era un hecho que seguía sin saber nada del señor Ardley.

A la semana siguiente, Neal Leagan había llegado a Nueva York. Muchas veces pensé que Dios en una broma a la familia Andrew, los había puesto a él y a su prole en nuestro árbol genealógico.

Afortunadamente, no éramos parecidos en nada. Neal y su hermana Elisa, eran de piel morena, ojos marrones y cabello bermejo. Aunque solía ser muy desagradable en su trato, era un tipo bien parecido o por lo menos así lo veían las chicas, para mí no era más que un patán.

Cené con él en el Hotel Plaza como habíamos acordado, por ningún motivo lo llevaría casa, me preguntó por Candy, no obstante, negué que la había visto algunas veces. Dudaba mucho que ella quisiera verlo.

- ¿Has visto a "la dama de establo"? - Preguntó, con su acostumbrado tono burdo.

- No, y está de más que te refieras a ella de esa manera ¿acaso no vas a madurar nunca?

- Cálmate Cornwell, si no hubiera sido por ese actorcete, esa belleza ahora sería mía. Muchas veces la he imaginado desnuda en mi cama- rio libidinosamente.

- ¡Eres un cerdo Neal! No sé cómo es que acepté venir a cenar contigo.

- Aceptaste, mi querido Archie, porque me debes respeto como cabeza del Clan al que pertenecen tú y tu padre.

Lo miré con furia. ¡No podía creer lo que ese imbécil decía! Todos sabíamos que no era más que una bazofia, y que, si ocupaba el puesto de líder, era por mera estrategia por ser un pobre muñeco manipulable a las órdenes de su progenitor y algunos miembros del consejo que le consentían sus vicios y perversiones. Intuía que todos ellos se traían algo entre manos y a veces me daban ganas de averiguarlo.

- Neal, gracias por la cena, pero es hora de irme a casa. Mañana tengo que ir a trabajar- me despedí, dejando mi servilleta en la mesa, listo para escabullirme.

- ¡No tan rápido, Archie! sé que conoces al misterioso señor Ardley de Long Island, es tu vecino, ¿no?

- Así es.

- Muy bien, quiero conocerlo.

- ¿Y para que quieres conocerlo?

- Eso es algo que a ti no te importa. Necesito que me lo presentes.

- (Estúpido arrogante)- pensé- Ya veo- fruncí el cejo - Siendo así, el domingo por la mañana ve a la mansión Ardley, ahí dará una fiesta en su playa privada.

- Excelente. Ahí te veo entonces. Me alegró que me seas útil.

-(¡Maldito!)

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El domingo por la mañana, decenas de personas estaba repartidas entre el amplio jardín y la playa de la mansión Ardley. Quedé de verme con Neal a las nueve de la mañana, pero no llegó sino hasta el mediodía.

Pude notar la gran resaca que llevaba encima, aunado a un claro letargo que me sugería que había consumido algún tipo droga. Llegó con una chica que sólo Dios sabía dónde la había sacado.

- ¡Neal!, ¡pedazo de...! - respiré profundo, para no decirle todo lo que se merecía en ese mismo instante.

Lo tomé del brazo y lo aparté de la entrada principal donde algunas personas nos observaban.

- ¡Como pretendes que te presente al señor Ardley en el estado en el que vienes!

- ¡Suéltame, Archie! No te olvides de quien soy yo- gritó.

- ¡Imposible olvidar quien eres tú! - le dije, entre dientes.

Rio socarronamente.

- Mira, te presento a mi novia, la señorita... ¿Cómo te llamas querida?

- Mitzi, cariño- respondió, mascando exageradamente la goma de mascar que llevaba en la boca.

- ¡Ah sí, Mitzi! Él es mi primo, Archibald Cornwell.

La mujer estiró la mano con la intención de que se la besara, apenas le toqué la punta de los dedos lanzándole una fría mirada.

-Así que esta es la casa de Ardley- dijo la chica, soltándose del abrazo de Neal y analizando de arriba a abajo el edificio -Dicen que es contrabandista de licor.

Puse los ojos en blanco fastidiado al escuchar otro comentario mal intencionado acerca de Albert. En realidad, a todos y cada una de las personas que transitaban por esa mansión en calidad de "invitados", los consideraba unos mal agradecidos. Nadie sabía nada de su persona, pero todos bebían y comían en su casa y en pago a la cortesía se dedicaban a hablar mal de él.

Neal y la chica salieron al jardín directamente a la barra del bar, yo los seguí con la intención de evitar que hicieran algún escándalo. Al pasar por el rosedal, la joven se quedó maravillada por la belleza del jardín.

- Mira cariño, ¡que hermosas rosas! Córtame una.

- Enseguida querida- sin ningún cuidado, cortó una flor y se la dio a la mujer.

Inmediatamente vi que se acercó el hombre de bigote, asistente de Albert.

- Señor Cornwell, qué gusto verlo.

- El gusto es mío, señor George. Le presento a mi primo Neal Leagan y su acompañante es la señorita...

- Mitzi, cariño.

- Eso, Mitzi.

- Señorita, señor Leagan, en nombre del Señor Ardley les doy la bienvenida a esta reunión, esperamos que se diviertan y se sientan a gusto, sólo una cosa pide el señor Ardley a sus invitados: que no corten las rosas de este jardín.

- ¡Caramba! no sabía que su jefe fuera tan sensible- Murmuró Neal en tono burlón -No se preocupe, le mandaré un millar de semillas para reponer este tesoro.

- Se lo agradezco, señor- le respondió Johnson, en su acostumbrado tono ecuánime -Aunque no es necesario. Estas rosas fueron traídas especialmente de un lugar muy importante para el señor Ardley.

- Ya veo- Contestó. Le lancé una mirada a mi primo de desaprobación - Mire ...George, ese es su nombre, ¿no?

- Así es.

- Dígale a su jefe que Neal Leagan, cabeza del clan Andrew de Chicago está aquí y que desea hablar con él.

El asistente de Albert esbozó una sonrisa, lo hizo más con la mirada que con la boca.

Inmediatamente se recompuso y con un tono cordial le invitó a seguirlo.

- Por supuesto, venga por aquí.

Neal me miró burlonamente y, sin decir palabra, me dejó con la joven la cual rápidamente desapareció por la playa. Por un momento me sentí sorprendido por la rapidez con la que fue atendido. Sin darle más importancia y ya no teniendo más que hacer ahí, me marche a mi casa.

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Albert miró desde su alta ventana a Archie marcharse de la mansión. Lamentó no haber podido charlar con él ese día, pero era muy importante ver al joven Leagan para poder infiltrarse en el alto mando del clan Andrew y descubrir los planes de sus parientes traidores.

Recuperar el patrimonio de su padre y de su familia, era algo que deseaba con todo su corazón. Pero, sin duda, recuperar su propia alma, la cual le había sido arrebatada de la manera más vil, era su propósito de vida. "Los problemas se arrancan de raíz" solía decir su padre, la única solución era meterse a la boca del lobo.

Sintió como en ese momento la furia se empezó a apoderar de sus emociones y cerró el puño con fuerza, pero al instante, la imagen de una hermosa joven rubia se le vino a la mente.

-Pronto, muy pronto- suspiró hondamente.

Al escuchar el golpeteo de la puerta supo que el momento de actuar había llegado.

- William, ya está aquí, fue más fácil de lo que supusimos- Ambos se miraron con satisfacción.

- Muy bien, no te vayas, hazlo pasar, pero permanece aquí.

- William... - lo miró directamente, incapaz de articular palabra. Con la mirada, intentó infundirle ánimo y seguridad.

- Lo sé amigo- le sonrió adivinando su sentir -Tráelo.

Albert respiro profundo, dio un trago a su copa y checó por última vez su atuendo, tenía que tener la mente muy fría si quería obtener lo que quería.

- Señor, el señor Leagan- Anunció George.

- Cabeza del clan Andrew, esa es mi posición.

- Oh sí, disculpe, "Cabeza del clan Andrew"- repitió.

- Así está mejor.

- Señor Leagan- se acercó Albert -Bienvenido, es un placer tener en casa a tan distinguida persona.

- Gracias- Mientras le estrechaba la mano, Neal analizaba al hombre que tenía frente a él -Es extraño- dijo, sin soltarle la mano -Alguien me había dicho que usted era rubio y muy joven. Pero en realidad es moreno y ¡tal vez más viejo que mi padre! - río escandalosamente.

Albert y George intercambiaron rápidamente miradas, complacidos de que el disfraz de peluca oscura, barba y lentes ahumados que muchas veces ocupó en sus días de trotamundos había pasado la prueba.

- De mí se dicen muchas cosas, pero no hay que creerlas todas- fingió reír y se soltó del agarre -Y dígame ¿en qué puedo servirle?

- Señor Ardley quisiera hablar con usted a solas de algunas negociaciones que pueden interesarle.

- Puede hablar libremente, George es mi mano derecha y con él no tengo secretos, sobre todo tratándose de negocios. Créame, es mejor que esté aquí.

- Siendo así... Entonces seré directo. Señor Ardley, nos interesa asociarnos con usted en el negocio de tráfico de licor.

Albert miró a Neal por un instante, se giró sobre sí mismo y fue directo al pequeño bar. Mientras servía un par de copas sonrió levemente.

- Señor Leagan- espetó, fingiéndose indignado - Creo que usted me confunde, yo me dedico al ramo farmacéutico- se acercó y le dio un vaso con whisky a un dubitativo Neal.

- Oh, no lo creo señor Ardley, estamos muy bien enterados a lo que usted se dedica o por lo menos los miembros del consejo...

- ¿Miembros del consejo? - preguntó, George.

- Sí, es que mi padre...- Neal se preguntó si había cometido un grave error, tal vez la información que les habían dado sus informantes de Nueva York eran sólo suposiciones. Comenzó a sudar frío.

- Señor Leagan- Albert le ofreció asiento, en tanto le indicaba con señas que tomará un sorbo de su copa al notar el nerviosismo del muchacho -Cuénteme que ha escuchado y de parte de quien o quienes viene a hacer esa negociación, tal vez lo pueda ayudar- sonrió.

- Ve...vera señor Ardley- tartamudeó -Tenemos información... Nosotros tenemos información de que usted está en el negocio del licor. De hecho, sabemos que usted es el máximo cabecilla aquí en Nueva York. Recordará que los Andrew descendemos de Escocia y ahí se hace el mejor whisky.

- ¿Ustedes tienen alguna destilería?

- Varias, situadas en Glasgow y Edimburgo. Como bien sabe, el mejor whisky es el escocés y al venir directamente del ahí lo hace un producto de mejor calidad que se puede mover en las más altas esferas a un precio muy rentable. Nunca será lo mismo tomar un excelente whisky escocés que uno fabricado aquí. Usted sabe de lo que hablo señor Ardley, este vaso que tengo en mi mano me lo confirma- bebió de un sólo trago el licor restante -Piénselo, podríamos ganar mucho dinero. Nosotros tenemos el producto y usted los contactos.

Albert llevó sus dedos índices a sus labios golpeándolos levemente.

- Señor Leagan- preguntó George- ¿Tienen ya algún socio en Chicago?

- Sí, un tal Capone, un delincuente de poca monta, no tendrán problemas con él.

Después que escuchó la respuesta a la pregunta que George le había hecho, se levantó de su lugar y se dirigió a la ventana. No podía creer que aquello que le costó a su abuelo y a su padre levantar con tanto esfuerzo trabajando honrada y honestamente, ahora estuviera convertido en una red criminal. Johnson notando su contrariedad, le sirvió otro trago a Neal para distraerlo.

- Lo que usted nos presenta es muy tentador, pero necesitamos saber quiénes son esos miembros del consejo del que usted habla. Para nosotros es importante saber que tenemos las garantías suficientes para que ambas partes del negocio salgan beneficiadas.

- Entonces admiten que están en el negocio.

- Es usted muy listo, joven amigo- intervino Albert -Pero lo que nosotros admitimos es que podríamos ayudarlo, siempre y cuando, como dijo mi asesor, usted nos dé garantías de un feliz término en la negociación.

- El apellido Andrew lleva ya de por sí una garantía. Pero sin duda, la palabra de Sir Ian, Kirk y Douglas Andrew, además de mi padre Robert Leagan le dará la seguridad que busca. También está la mía, que esa es la mayor de todas- lanzó una risotada en lo que hacía una señal de que le volvieran a llenar el vaso con licor.

- ¿Su padre es miembro del consejo? - Preguntó Johnson en lo que servía el vaso, cada vez más lleno.

- Así es, al morir el viejo Malcom Andrew mi padre tomó su lugar. Los otros miembros son obsoletos ya, el anciano Ernest está más loco que una cabra y la tía Elroy se decidió que ya no participaría más en las decisiones, ¿sabe? la pobre vieja ha sufrido tantas penas que es mejor dejarla llorar sus pérdidas. Había otro miembro, pero simplemente desapareció, su nombre era precisamente como usted ¡George! George Johnson, si no mal recuerdo.

-George es un nombre muy común- espetó Albert, entre risas -George Smith como se llama mi asesor aún más.

- ¿Su nombre es George Smith? Vaya, que nombre tan común y simplón- se burló. George se encogió de hombros fingiendo simpatía y ambos rieron con él, al tiempo que le servían más licor.

- Muy bien. Nos interesa el negocio.

- Excelente señor Ardley. No se arrepentirá.

- Lo sé ¿le parece si se concreta una reunión en las siguientes semanas? Enviaré a mi socio, el señor Martin, a ultimar detalles. Mande al suyo al lugar que se le indicará. No se preocupe, será un lugar neutral y seguro.

- Estoy de acuerdo.

- Sólo una cosa más señor Leagan, soy un hombre reservado, no me gusta que nadie sepa de mí, ni lo que hago. Como bien supone, nadie sabe que puedo ayudar a realizar este tipo de negocios y así debe seguir. Es por eso que le suplicaría que mi nombre no saliera a relucir en este asunto. Usted y yo, en teoría, no nos conocemos, es por eso que negará cualquier contacto que haya tenido conmigo, incluyendo a sus familiares. No hable jamás de esta charla, ni de mi aspecto, ni nada referido a mí. Créame, me enteraré si lo hace y en ese caso no habrá negocio. Además, me encargaré de que no lo haya con mucha más gente en todo el país. Tengo el poder de arruinarlo y lo haré si es necesario. El señor Martin será su contacto conmigo.

- Entiendo, cuente con ello. Fue un placer hacer negocios con usted. Por el whisky escocés- Neal levantó su copa.

- Salud.

Albert bebió, nunca su licor favorito le había sabido tan amargo.

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