Disclaimer: Crepúsculo es de Stephenie Meyer, la historia de Silque, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.
Disclaimer: Twilight belongs to Stephenie Meyer, this story is from Silque, I'm just translating with the permission of the author.
Capítulo traducido por Yanina Barboza
Grupo en Facebook: Tradúceme un Fic
POV Bella
Cuando regresé a mi auto después de dejarle la cena a los Hersheizer, esperaba pasar una velada tranquila con mi prometido.
Guau.
Todavía me emocionaba pensar en esa palabra: prometido. Sabía que habíamos hablado sobre matrimonio. Mucho. Especialmente en lo que respecta a la intimidad física, pero la realidad era... todo. Volví a mirar mi anillo, sonreí y encendí el auto.
Acababa de volver a la carretera principal cuando algo se me cruzó por delante, lo que me hizo jadear y girar el volante bruscamente. Sentí que las ruedas izquierdas se hundían en la cuneta cuando me detuve bruscamente y estaba agradeciendo a mi buena suerte el no haber chocado contra un árbol cuando se abrió la puerta de golpe y allí estaba un hombre de piel oscura y ojos desorbitados. Ni siquiera tuve tiempo de sentir miedo, o incluso de gritar, cuando me sacó del auto y me cargó sobre su hombro, sacándome el aire de los pulmones.
Cuando pude respirar adecuadamente, ya estábamos en lo profundo del bosque y el hombre corría a toda velocidad.
—¡Bájame! —jadeé, las palabras salieron de mí bruscamente mientras rebotaba sobre su hombro musculoso.
Él no respondió, simplemente siguió corriendo.
Apreté los puños y le di unos golpes en la espalda, gritando lo mejor que podía.
—¡Te dije que me bajaras, bastardo! —En realidad, no podía ver mucho, estaba colgando boca abajo con el pelo volando por todas partes, pero sabía que seguía corriendo. Era fuerte, eso se lo reconocía. Mi cerebro daba vueltas, tratando de entender qué estaba pasando.
Bueno, tenía que ser un nativo, uno de los Quileutes. Sabía que uno de los lobos, Paul, creo, estaba enamorado de mí. Así que tenía que ser Paul, y lo que había visto correr delante de mi auto era él en su forma de lobo. Había sacado mi auto de la carretera, había vuelto a convertirse en humano y me había secuestrado.
Genial.
—Paul —dije sin aliento—, por favor, detente. Bájame y podemos hablar de esto...
—¡No hay tiempo, nena! Tengo que llevarte a un lugar seguro. Sé que esos chupasangres nos perseguirán. No te preocupes. Te mantendré a salvo —me dijo con voz dulce.
Espera, ¿qué?
—Paul, lo has entendido todo mal...
—Ssh. Ahora no. Llegaremos pronto.
Sí, ¿quédate callada y espera? Obviamente no me conocía en absoluto. Mantuvo su brazo alrededor de mis muslos mientras yo luchaba, pateaba y gritaba durante lo que parecieron horas. Mis mejores esfuerzos ni siquiera lo afectaron.
Finalmente, atravesamos los árboles y llegamos a un claro frente a una cueva. Me bajó al suelo y de inmediato se agachó frente a mí.
—Está bien, cariño. Aquí estaremos a salvo durante la noche. Por la mañana, nos dirigiremos a Canadá y finalmente podremos estar juntos, como estábamos destinados.
Su dulce sonrisa era tan extraña en la situación en la que me encontraba que solo pude mirarlo fijamente.
—No puedo hacer fuego, lo olerían, pero puedo mantenerte caliente en mis brazos. Soy bastante caliente —sonrió.
—¡Estás completamente loco! ¿Qué esperas lograr con esta... locura? —balbuceé.
Me miró asombrado.
—¡Te salvé, nena! ¡Te alejé de esos malditos chupasangres! Eres mi impronta, se supone que debemos estar juntos.
Su confianza era exasperante. Me puse de pie con dificultad, con la intención de marchar de vuelta por donde habíamos venido, pero me encontré envuelta en dos brazos que parecían bandas de acero.
—¡Suéltame! —grité en su cara. Desafortunadamente, tenía mis brazos inmovilizados a mis costados, o habría comenzado a golpearlo. Mis piernas colgaban del suelo y no tenía un buen ángulo para patearlo en ningún lugar vital, así que tuve que contentarme con golpearlo en las espinillas—. ¡Estás tan loco! ¡No soy tu impronta! ¡Estoy comprometida con Edward Cullen, amo a Edward Cullen y soy su pareja! ¡Ahora déjame ir, o llévame de vuelta, porque no soy tuya!
Me dejó caer como si fuera una papa caliente, mirándome desde arriba, tirada en el suelo.
—¡No! ¡No eres la pareja de un vampiro inmundo! ¡Eres mía! —gritó.
Levanté mi dedo anular en el aire en señal de desafío, pero él agarró mi mano, me arrancó dolorosamente el anillo del dedo y lo arrojó al bosque.
—¡Bastardo! —dije sin aliento. No podría haberme hecho más daño si me hubiera arrancado la mano.
—¡No tiene permitido dejar su marca en ti! ¡Eres mía!
Empezando bajo y terminando con un grito, dije:
—No... ¡ no lo soy! ¡Llévame a casa ahora mismo, loco hijo de puta! ¡Juro por Dios que te arrepentirás del día que pusiste tus sucias manos sobre mí! ¡No voy a ir a Canadá contigo ni a ningún otro lugar, cabeza hueca, estúpido pulgoso! —No recuerdo haber estado nunca tan furiosa como en ese momento. Sentí que podía hincharme y explotar de rabia y diezmar a ese idiota. Le di un puñetazo en el muslo, que ignoró por completo. Solo me enojó más y me lastimó los nudillos. ¡Imbécil, estúpido, fuerte y sobrenatural!
Se agachó frente a mí, luciendo como un cachorro triste y herido.
—Pero, nena... ¿cómo puedes hablar así? ¡Te amo! Eres mi impronta...
—¡Deja de decir eso! —grité—. ¡Quiero irme a casa, en este jodido momento! —Vaya, nunca había dicho la palabra con j. ¡Bien por mí!
—Ahora tu casa está conmigo, nena. —Curiosamente, parecía un poco menos seguro de sí mismo. ¿Quizás estaba consiguiendo convencerlo?
—No tengo nada más que decirte, imbécil. Llévame a casa o deja de hablarme. Tu cara me molesta —le dije con desdén y me alejé de él.
Al menos escuchó esa parte, ya que dejó de hablarme, caminando de un lado a otro del perímetro del claro, deteniéndose para escuchar cada pocos minutos. De vez en cuando me lanzaba una sonrisa suplicante, que me hacía fruncir el ceño y apartar la cara cada vez. Al final tendría que ver que yo no era suya y que lo odiaba por lo que había hecho. No había forma de que me llevara a Canadá por la mañana. Tenía que alejarme de él esta noche. La oscuridad estaba haciendo que fuera casi imposible ver, y podía imaginarme vagando por este estúpido bosque, muriendo de frío, sed o ataque de animales. Mi furia aumentó de nuevo, y agarré una pequeña piedra cerca de mi mano y se la arrojé a Paul. Rebotó en su hombro, y él se dio la vuelta para mirarme fijamente. Sí, te golpeé con una piedra. Así de mucho te odio. Le devolví la mirada, sin querer honrarlo con una palabra. Imbécil.
Cuando se dio la vuelta para escudriñar el bosque, me levanté de un salto y corrí hacia la línea de árboles. Solo di dos pasos antes de que unos brazos fuertes me levantaran del suelo. Me arrojó de nuevo al centro del claro, y me senté enfadada. Estúpido pulgoso.
Bueno, escapar no era una opción. ¡Dios, Edward tenía que estar buscándome! Tenía que saber lo que pasaba, con ese sentido del olfato superior. ¿Y si estábamos en tierras de la reserva? Él no podía venir a buscarme aquí, pero los lobos sí, ¿verdad? ¿Les importaría? Seguramente no querrían enfadar a los vampiros locales. Alguien tenía que estar buscándome.
De pronto, me sentí muy mal por mí misma. Quería agachar la cabeza y llorar. Por Edward, por mi casa, por mi nueva familia, por una taza enorme de chocolate caliente. Me negué a darle a este idiota la satisfacción de dejar que me viera derramar una sola lágrima.
Tenía mucho frío. Me acurruqué sobre mí misma, tratando de mantenerme caliente, pero sin perder de vista al lobo imbécil. Creo que debí haberme quedado dormida, ¡y no tenía idea de cuánto tiempo había pasado cuando escuché un aullido que venía de no muy lejos! Me desperté de golpe, tratando de ver algo en la oscuridad, pero solo vi la vaga silueta de Paul mientras corría hacia mi lado.
—¡Quédate callada! —Sí, eso iba a pasar. Abrí la boca para gritar y él me tapó la cara con la mano para bloquearlo. La mordí con suficiente fuerza para hacerla sangrar y él me soltó, pero inmediatamente me agarró la muñeca y la apretó lo suficiente para hacerme mucho daño.
—¡Ay, imbécil, eso va a dejar un moretón! —grité.
—Bella, por favor... —gimió. Sí, tu pequeño plan se está desmoronando, ¿no? ¡Ja! Mi esperanza volvió rugiendo.
Finalmente, la capa de nubes se disipó y los rayos de luna se filtraron entre los árboles, iluminando un poco el claro. Al menos ahora podía ver lo que estaba sucediendo.
Justo en ese momento, dos lobos irrumpieron en el claro, pero no se acercaron. Quedándose junto a la línea de árboles, el más pequeño gimió una vez, inclinando la cabeza hacia mí. ¿Por qué no hacían nada?
Todos nos quedamos congelados así durante varios minutos. Paul finalmente habló:
—Ella es mía, Seth. No pueden llevársela si es mi impronta, ¿verdad? —Sonaba cada vez menos seguro de sí mismo. ¿Seth Clearwater? ¡Sabía que era familia! ¡Sí!
En ese momento, Emmett y Rosalie irrumpieron entre el follaje del otro lado del claro. Ambos se quedaron paralizados en la línea de árboles, manteniéndonos rodeados. Al menos él no podía volver a correr conmigo. Rose dio un paso hacia adelante, y luego otro. De repente, Paul soltó un gruñido y los dos lobos gruñeron fuerte, esperaba que a Paul. No apostaba por nada en ese momento, porque mi cerebro estaba aturdido por la falta de sueño y el miedo.
Emmett y Rosalie también empezaron a gruñirle a Paul, y sentí que Paul empezaba a temblar. Realmente esperaba que eso no significara que estaba a punto de convertirse en un lobo, porque eso podría ser malo para mí, ya que era la única humana frágil en las cercanías, y él todavía tenía sus dedos alrededor de mi muñeca.
Rose dio otro paso hacia adelante, se puso en cuclillas para atacar y gritó:
—¡Quita tus sucias patas de mi hermana, perro! —Justo cuando Edward y otro lobo irrumpieron en el claro. ¡Mi Edward! Mi corazón cantó.
—¡Rose! ¡No, por favor! ¡Se transformará y la matará! —Sonaba muy asustado por mí. ¡Mi pobre amor!
En ese momento, oficialmente ya había tenido suficiente. Estábamos en un gran punto muerto y alguien tenía que romperlo. Ese alguien iba a ser yo. Tiré una vez de la mano que sujetaba mi muñeca izquierda para asegurarme de que podía usarla como punto de apoyo, luego giré sobre mi trasero en la tierra suelta y me balanceé sobre mi espalda. Paul había cometido el desafortunado error de pararse con las piernas abiertas, para parecer más grande y más hostil. Esa postura me ayudó ahora mientras clavaba mi talón derecho en sus partes blandas de hombre tan fuerte como pude.
Ni siquiera gritó cuando me soltó y se dejó caer al suelo, acurrucándose en una bola sobre sus partes traviesas maltratadas. Ni siquiera estaba segura de que todavía estuviera respirando. Me alejé de él a toda prisa y me encontré atrapada entre Edward y Rosalie, mientras Emmett abría la boca y soltaba una carcajada. Tuvo la decencia de hacer unas muecas de dolor un par de veces, pero la risa lo sobrepasó todo.
Tanto Rose como Edward me estaban revisando para ver si tenía alguna lesión.
—Oigan, estoy bien. No me lastimó. Solo tengo frío. Relájense, chicos. Les prometo que estoy bien.
Edward se quitó inmediatamente la camisa y me metió los brazos por las mangas. Se volvió hacia Emmett, que seguía riéndose como una niña, y chasqueó los dedos.
—Camisa —le gritó a su hermano.
Cuando dudó, Rosalie estaba a su lado.
—Tu camisa. Ahora. —Rose se la quitó antes de que pudiera parpadear dos veces y se giró para ponérmela encima de la camisa de Edward.
—Edward —dije casi sollozando—. Me quitó el anillo y lo arrojó al bosque. —Las lágrimas que no me había permitido derramar antes se acumularon y ahora se derramaban.
—¿Hacia dónde lo arrojó, amor? —me preguntó con ternura. Señalé. Los lobos inmediatamente corrieron hacia los árboles en la dirección que les había indicado y regresaron en unos minutos. El más pequeño dejó caer mi anillo en la mano de Edward. No tenía ni una gota de baba. Edward inmediatamente lo deslizó de nuevo en mi dedo—. De vuelta a donde pertenece, dulzura.
Ahora que estaba bien abrigada y cómoda, y mi anillo estaba de nuevo en mi mano, Edward me levantó en sus brazos.
—Caballeros, les agradezco. No puedo expresarles lo agradecido que estoy de que nos hayan ayudado a encontrar a mi pareja y de que nos hayan permitido hacerlo en tierras de la reserva. Solo tienen que pedirlo, y si está en mi poder, sus deseos son órdenes para mí. —Miró con el ceño fruncido a Paul, que todavía se retorcía en el suelo y dejaba escapar algún que otro gemido—. ¿Confío en que se solucionará esto?
El lobo que había llegado con Edward se había ido, y un joven alto y musculoso emergió de los árboles.
—Juro que nunca volverá a molestarte. Me disculpo nuevamente por todo el lío, Edward. Este se quedará en la cárcel de la reserva durante el futuro previsible. —Empujó a Paul con el pie.
Edward asintió.
—El hecho de que mi pareja no haya sufrido daño es la única razón por la que aún vive. —Dirigió sus palabras a Paul—. Recuérdalo, perro.
Paul gimió en respuesta. Tal vez fue en respuesta. Estaba gimiendo mucho.
Llegaron dos lobos más con Alice y Jasper. Me impresionó que tantos me hubieran buscado, y que enemigos naturales hubieran trabajado juntos. Por mí. Me sentía honrada.
Edward extendió su mano para que el hombre alto la estrechara, sosteniendo mi espalda con su antebrazo. No se ofreció a dejarme en el suelo, y yo estaba muy feliz donde estaba. El hombre alto sonrió mientras estrechaba la mano de Edward, luciendo repentinamente muy infantil. Me miró y luego dijo:
—Es bueno verte de nuevo, Bella. Soy Jake.
Le tendí la mano y apreté la suya con fuerza.
—Gracias, Jake. Como dijo Edward, si necesitas algo, háznoslo saber. Por favor.
Él asintió una vez y se volvió hacia los otros lobos, ordenándole al más grande que se quedara quieto mientras arrojaba a Paul sobre su espalda.
—Jake, ¿quién es Seth Clearwater? —pregunté.
Señaló al lobo más pequeño, de color arena, y yo sonreí y saludé con la mano.
—¡Hola, primo!
Él ladró una vez y me dio una sonrisa lobuna antes de darse vuelta para ayudar a llevar a Paul a su aldea.
No vi nada más, ya que nos dirigíamos a casa. Envolví mis brazos alrededor del cuello de Edward y me acurruqué contra él, completamente satisfecha.
Estaba a salvo otra vez. A salvo con mi familia. A salvo con mi Edward.
