"SINFONÍA DE LA PRINCESA Y EL HÉROE"
Por Light of Moon
NOTA DE LA AUTORA: ¡Hola a todos! Tal y como lo prometí, el episodio anterior fue breve y como también este lo sería lo justo es que la actualización fuera casi continua, así que ya tendrán algo que leer el fin de semana. :) Para la próxima actualización ya serán un poco menos frecuentes las actualizaciones debido a que ya tendrán mayor duración (y emociones), así que pido paciencia por anticipado.
Respecto al episodio de hoy, veremos como poco a poco las emociones de Zelda se van volviendo confusas respecto a Link, serán capítulos en donde estaremos viendo recuerdos de Breath of the Wild pero relatados desde la perspectiva de diferentes personajes, recordemos que, aquí la mayoría son adolescentes y por naturaleza son un caldero de emociones e inseguridades, recurso que va a ser muy explotado por aquí, para que el relato tenga congruencia. Pero bueno, no spoileo más y a leer.
¡Espero que disfruten mucho de leer este capítulo como yo disfruté de escribirlo!
RESPUESTA A REVIEWS:
Iku of Katalan: Hola de nuevo, me alegro que te haya gustado el capítulo anterior, por cuestiones de que este episodio y el anterior son demasiado distintos, fue que decidí dividirlos en dos para no saturarlos, pero a partir de la siguiente actualización (que ya está lista) volverán a ser más extensos. Zelda tiene mucho que aprender y descubrir al lado de Link y eso se observará paulatinamente, al igual que todos los personajes al final, tendrán el lugar que merecen. ¡Disfruta el episodio!
Amelie030: Muchas gracias por animarte a dejar tu opinión en un review, siempre me motiva mucho a seguir escribiendo. Esta actualización será rápida porque el episodio dentro de lo que cabe también es breve, pero al igual que el anterior, habrá muchas emociones. ¡Disfruta mucho la actualización, te envío saludos!
[ Summary]: "Y ahora, su Alteza quería una respuesta, una que él no tenía porque no la conocía y tampoco era capaz de explicar. "
CAPÍTULO 10: BOLERO DE FUEGO
El sol caía bañando con sus últimas horas de luz al reino de Hyrule, pintando en el cielo un atardecer en colores cálidos, terminando así la jornada de ese día. Al sur de la ciudadela se encontraba el altar ceremonial, sitio emblemático en el cual se realizaban actos de altos honores en la realeza y, en el cual, el día de hoy se encontraban reunidos los campeones y la Princesa.
Zelda, que vestía el día de hoy su vestido real en tono azul turquesa con mangas anchas en color dorado a juego con la joyería de su estirpe, mantenía su mano derecha extendida en señal de su carácter de sacerdotisa, haciendo una oración a las diosas de antaño y bendiciendo también al caballero de la túnica color azul, que yacía arrodillado a sus pies.
—Héroe de Hyrule, el elegido por la espada que doblega la oscuridad, has demostrado valor y destreza ante la adversidad y la oscuridad y por ello, mereces recibir la bendición de la diosa Hylia. —Mencionó mientras se mordía los labios y volvió a entrecerrar los ojos. — Aunque estés surcando los cielos, a la deriva del tiempo, o sumida en las brasas del crepúsculo, la espada siempre estará unida al alma del héroe. Rezamos para que la unión entre… —se interrumpió —, entre la espada sagrada y el héroe, sea eterna.
Diciendo esto, la Princesa dio una mirada rápida a su alrededor y dio un suspiro hondo, para después continuar con la oración que el consejo de ancianos, le habían obligado a memorizar.
—Espada que doblega la oscuridad, forjada en un lejano pasado, hoja ancestral guardiana de todo Hyrule al igual que el héroe…
Los campeones, que estaban a unos pasos de distancia de la ceremonia entre la princesa y el caballero pero que podían escuchar y mirar perfectamente todo, pudieron percatarse de la evidente apatía de Zelda ante la ceremonia que, se suponía, debía ser solemne y en lugar de ello, parecía que la futura reina de Hyrule estaba leyendo las líneas de un guión que detestaba.
—Uy, qué falta de entusiasmo. —Comentó Daruk notando la evidente tensión entre los dos jóvenes.
—¿Qué te pasa, Daruk? —Respondió Revali al líder de los Goron. —Fuiste tú el que quería honrar al caballerito con una ceremonia. ¿Esta farsa no cumple con tus expectativas? —Reprochó. —Pero tienes razón, —agregó en un tono más condescendiente —, está claro que a la Princesa ese chico no le inspira mucha confianza, ni a mí.
Urbosa, que observaba también la misma escena que sus compañeros, no pudo evitar intervenir en la conversación.
—Muérdete la lengua. —Dijo en tono severo. —Ese chico le recuerda todas sus carencias. Así que, es normal que se desmoralice.
Mipha, que era la única que prestaba su atención en Link, esperaba que esta evidente descortesía no le afectara al caballero, ya que por muy valiente que fuera, todas las personas podían resentir un rechazo.
Una vez que la oración terminó, Zelda se quedó mirando fijamente al joven que tenía enfrente, ¿cómo era posible que ese sujeto hubiera obtenido en cuestión de días lo que ella no había conseguido en años? ¿Qué tenía ese hyliano que la Espada Maestra por mandato de las diosas lo había elegido como amo? ¿Qué tenía él que no tuviera ella? Tantas preguntas, tanta impotencia… Tragó saliva y sintió como sus ojos comenzaban a cristalizarse; no obstante, se contuvo. No iba a llorar, no tenía permitido llorar y menos por esto, sin embargo su expresión triste, fue algo de lo que todos los presentes, se pudieron percatar.
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Días después, había una enorme agitación en el Castillo Real con el personal preparando todo para el próximo baile de debutantes, en donde Zelda aprobaría a las doncellas casaderas del reino para que éstas pudieran encontrar un marido. Una tradición que se llevaba a cabo desde hace muchos, muchos años en el reino y que con el tiempo había perdido popularidad; no obstante, entre la clase aristócrata aún era una costumbre de gran importancia.
—No, no, no. —Decía Impa a las cocineras. —En esta ocasión no serviremos crepas de nuez, serviremos pastel de frutas. Es la primera vez que la princesa presidirá el baile real y ese es su postre favorito, hay que animarla. Preparen un poco de panqué de frutos del bosque, así usaremos menos platos.
—Como usted diga, Lady Impa. —Mencionó la chef encargada de la cocina del castillo, para luego dar la orden de que fueran a comprar los insumos necesarios a Kakariko, con el objetivo de que nada faltara en el gran banquete.
La mujer sheikah se encontraba tan absorta en sus tareas en relación al próximo evento de la realeza que no se percató que tenía de frente a Zelda, observándola. Cuando notó la mirada verde de la princesa la miró de arriba a abajo, sorprendida por su atuendo.
—¡Vaya! ya me había acostumbrado a verte únicamente con vestidos.
La futura reina dio una vuelta para que su nana pudiera apreciar su vestimenta nuevamente.
—Siempre he preferido los pantalones. —Mencionó mostrando su casaca real, botas altas y pantalones de cuero hechos a su medida.
—Sólo no digas eso delante de los ancianos. —Comentó Impa con diversión. — ¿Saldrás hoy de exploración?
—Sí, mi padre autorizó con la condición de que el héroe me acompañara. —Contestó con una pizca de molestia en la voz.
—No vayas a ser muy dura con él, sólo está haciendo su trabajo. —Pidió la de mayor edad.
Zelda puso los ojos en blanco, pero nuevamente volvió a su buen humor.
—¿Segura que no puedes acompañarme?
—¿Vas a ayudarme con toda la logística del baile? —Cuestionó la nana.
—Creo que tú lo haces de maravilla. —Respondió con sarcasmo la princesa para zafarse de esa obligación.
—Lo que sea con tal de participar lo menos posible en el baile real ¿no?
—No es que no me agrade. —Explicó la princesa encogiéndose de hombros. —Sino que considero que en el reino tenemos otras prioridades en lugar de estar perdiendo el tiempo en estas banalidades.
—De acuerdo contigo. —Aceptó la mujer. —Pero ve el lado positivo, gracias a estos bailes Hatelia puede allegarse de recursos porque es la temporada en que más telas venden y Kakariko también obtiene buenas ganancias con los insumos que se compran para el banquete real.
—Algo bueno tiene que dejar este derroche. En fin, debo irme.
—¡Mucha suerte!
—Gracias. —Dijo ella despidiéndose con la mano y dispuesta a salir del castillo cuando Kai, se acercó a ella intempestivamente antes de que se fuera.
—¡Su Alteza! —Llamó para saludarla y dar una reverencia. —¡Es bueno verla de nuevo!
—¿Cómo estás, Kai?
—Feliz de verla. Permítame decirle que su nuevo look le favorece bastante. —Dijo en tono adulador, colorando de un tono rosado las mejillas de Zelda ante sus comentarios.
—¿De verdad? —Preguntó mientras bajaba la mirada y se acariciaba un mechón de cabello.
—Sólo el lucero de la mañana podría competir con su belleza, su Alteza. —Respondió con seguridad.
La Princesa comenzó a sentir como el calor subía por sus mejillas ante los halagos de Kai y se sonrió.
—Déjeme decirle que cuento los días para que se llegue el día en que se celebrará el baile real.
—Parece que tienes mucho entusiasmo. —Dijo con cierta incomodidad en la voz.
—¿Y cómo no tenerlo su Alteza? Por si no lo sabe, el Rey me nombró como el encargado de amenizar el evento junto con la orquesta del Reino.
—Muchas felicidades, Kai. Estoy segura que no nos defraudarás, tienes mucho talento.
—Agradezco profundamente que mis dones sean de su agrado, su Alteza. He estado preparando un humilde tributo hacia su persona.
—¿En serio? Cuéntame. —Expresó con curiosidad.
—Estoy escribiendo una oda en su honor, que en cuanto esté terminada, espero y me conceda la dicha de escucharla. —Dijo mientras se arrodillaba y tomaba una mano de Zelda para besar el dorso.
—Lo haré con mucho gusto y ahora debo irme, Kai. Tengo un par de cosas que hacer.
—Que tenga usted un maravilloso día.
Diciendo esto, la princesa se marchó hacia donde estaba su caballero y pensó seriamente en las palabras de Impa; hoy estaba de mejor humor que de costumbre y estaba feliz de que su padre autorizara más expediciones para el funcionamiento de las bestias divinas, así que con tan buenas noticias, pensó que quizás estaba siendo injusta con Link. Tal vez Impa tenía razón y estaba siendo muy dura con él sin motivos, por lo que decidió cambiar su actitud. Quizás había empezado la relación con su caballero con el pie izquierdo pero aún estaba muy a tiempo de rectificar el camino, después de todo pasaría gran parte de su día a su lado.
Así que bajo esas circunstancias, se acercó animosamente al caballero que ya la esperaba en la entrada del castillo, saludándolo en tono amistoso.
—Buenos días, Link. —Dijo con una sonrisa de oreja a oreja, quien, con una mirada de desconcierto la saludó con una reverencia, era la primera vez que lo llamaba por su nombre. —Vamos, tenemos un largo día.
Sin decir nada, el portador de la Espada Maestra siguió a la princesa del reino, totalmente intrigado por su cambio de actitud; hasta hacía unos par de días, el trato de Zelda para con él era distante y frío, incluso el día de su ceremonia de nombramiento como campeón, ella parecía incómoda e incluso molesta, por lo cual asumió que quizás no era del agrado de su Alteza. No obstante, hoy parecía otra, por primera vez lo había saludado mirándolo a los ojos, incluso de manera amable. Sin duda no entendía a la hija del Rey, pero de igual forma, se iba a portar profesionalmente.
Link preparó el carruaje de la princesa y él se montó a lomos de Epona, dirigiéndose hacia la zona boscosa cerca del Lago Komolo.
Una vez que estuvieron en el sitio indicado, la Princesa bajó entusiasmada de su carruaje, llevando consigo una pequeña mochila y la tableta sheikah, la cual utilizaba con frecuencia, mientras el caballero la seguía de cerca. Mientras la observaba trabajar, el caballero permaneció en silencio para no interrumpir sus labores, en las cuales parecía muy concentrada; en unos frascos que llevaba consigo, colocó un par de hongos silvestres y unas flores que no logró reconocer, a la vez que tomaba notas en un cuadernillo y fotografías con el uso de su tableta, mostrando esmero y dedicación en cada uno de los pasos que daba. Link por su parte, la miraba con sorpresa y admiración; ella era una princesa y bien pudo solicitarle a él o a cualquier otra persona que tomara las muestras de la flora de Hyrule y las llevara a su laboratorio, sin necesidad de ensuciarse las manos; sin embargo, siempre prefería hacer las cosas por su cuenta, trabajar siempre por el reino haciendo uso de sus conocimientos y aportando toda su inteligencia en ayudar a las personas. Y todavía había gente que tenía la osadía de criticarla.
Indudablemente, todas esas personas que tenían todos esos prejuicios sobre la futura Reina de Hyrule, eran porque no la conocían.
Zelda, quien continuaba entretenida tomando los ejemplares silvestres, comenzó a sentirse nerviosa por la presencia de su caballero; ciertamente él no estaba interrumpiendo ni nada parecido, pero tener sus ojos en la espalda y su excesivo silencio la desconcentraba. No era una persona que disfrutara los silencios incómodos y siempre que hacía este tipo de viajes de investigación, en donde regularmente era acompañada por su doncella Impa, la pasaba charlando y parloteando con ella, sintiéndose amena en su compañía. Pero el silencio y la actitud estoica de Link, le ponían los nervios de punta.
Concluyó que definitivamente, su caballero no iba a romper el hielo para iniciar una conversación con ella, por lo que, si deseaba tener una plática, ella tendría que dar el primer paso.
Se puso de pie y colocó los frascos en su bolsito, el cual llevó de regreso al carruaje, quedándose únicamente con la tableta sheikah en las manos, haciendo el uso del mapa que contenía en la misma y comenzó a caminar hacia los caminos para marcar su ubicación en tiempo real en el croquis. Tenía en mente trazar una ruta para poder coordinar sus expediciones cotidianas con las visitas que tenía que hacer a los diversos pueblos en compañía de los campeones, así que tenía que ponerse manos a la obra para agilizar sus planes.
—Voy a hacer unos ajustes a la bestia divina para que a Daruk le sea más fácil controlarla. —Comentó en voz alta en un intento de romper el hielo con su caballero, que estaba a sus espaldas, después de todo, Link pertenecía a los campeones y todo lo que tuviera que ver con ellos, debía ser de su interés también, por lo que concluyó que quizás era un buen tema de conversación.
Por su parte, al escucharla hablar, el joven hyliano se sintió confundido. Ya que la princesa permanecía tan absorta en el aparato que llevaba en las manos y al pronunciar esas palabras ni siquiera había volteado a mirarlo, no tenía idea si su Alteza estaba hablando con él o simplemente estaba charlando para ella misma. Con el temor de cometer una imprudencia que pudiera molestarle al hacer un comentario inoportuno, se quedó callado y dejó que ella siguiera hablando.
—Hemos logrado hacer que se mueva, pero creo que aún nos quedan muchas cosas por aprender. —Mencionó Zelda sin dejar de caminar hacia adelante, con la vista fija en la tableta sheikah; no obstante, al quedarse unos segundos sin decir palabra y al no obtener respuesta de su interlocutor, no se atrevió a voltear a mirarlo para ver con sus propios ojos su expresión. Pensó que quizás, Link pudo haber interpretado sus comentarios como sólo eso; palabras al aire que ella había querido decir en voz alta para unir conclusiones. Probablemente, tenía que cambiar de táctica si es que quería obtener una respuesta por parte de su acompañante, por lo cual trató de utilizar una charla más casual.
—Es increíble pensar que nuestros antepasados fueran capaces de crear algo así. —Dijo con un tono más desenfadado, intentando sonar convincente, pero aún sin voltear a mirarlo. —Pero eso significa que podemos comprenderla y usarla a nuestro favor. —Continuó alzando la voz una octava, sintiendo la fascinación que le provocaba hablar de ciencia.
En cuanto comenzó a caminar más rápido, Link la siguió dejando unos pasos de distancia, escuchando con atención lo que la princesa tenía que decir.
—Las bestias divinas son la clave de todo. Si queremos detener a Ganon, debemos dominarlas. —Concluyó con determinación, estando consciente que depositaba gran parte de sus esperanzas en lograr descifrar el funcionamiento de esas máquinas; no obstante, al decir esta última frase, su rostro se ensombreció, acto que no pasó desapercibido por el caballero.
¿Qué pasaría si no lograban descifrar el funcionamiento de las bestias divinas o si este poder no era suficiente? ¿Y si se les acababa el tiempo?
Aunque la tecnología sheikah era una enorme ventaja que tenían sobre la batalla que se avecinaba, sumado a que, ya contaban también con el elegido por la Espada Maestra, aún faltaba ella; como descendiente de Hylia, la guardiana de Hyrule y reencarnación de la diosa, el uso de su poder era crucial para librar la guerra, pero pese a todos sus esfuerzos, no lo conseguía. No tenía ni idea qué debía hacer, ni cómo podía actuar para poder despertar su poder interior y le aterrorizaba sobremanera el pensar que, de no lograrlo, todos estos esfuerzos por salvar el reino fueran inútiles.
Finalmente, la chica se detuvo y dejó la tableta sheikah a un lado.
—Dime una cosa… —Habló para finalmente mirar de reojo al caballero que, ahora sí no tenía ninguna duda de que estaba hablando con él. —¿Realmente crees que ya dominas el manejo de esa espada?
Indudablemente, esta no era la mejor pregunta para romper el hielo con su guardaespaldas, pero su situación era desesperada; él al igual que ella habían sido elegidos por mandatos divinos y nadie en el Reino podía estar en una situación igual. Zelda necesitaba respuestas y no le importaba a quién tenía que recurrir para obtenerlas.
—Según la leyenda, en su hoja resuena una voz ancestral. ¿Tú has podido oírla?
El cuestionamiento de la princesa, lo tomó con la guardia baja; no se esperaba este giro de la conversación y mucho menos pensó que su Alteza le hiciera una pregunta tan profunda de la cual, incluso él a la fecha no tenía una respuesta certera. Desde aquélla ocasión en la que había encontrado a la espada de las leyendas, muchas veces se estuvo preguntando si lo que había vivido había sucedido realmente o si era producto de su imaginación. Esas preguntas lo atormentaban a diario y no tenía absolutamente nadie con quien charlar al respecto, ya que no se sentía en confianza ni con su padre de tratar un tema que le perturbaba a tal grado. Recordaba a Saria, al árbol Deku y a esas otras versiones de sí mismo alrededor de la espada, pero no tenía idea de cómo podía definir todo aquello; sólo eran leyendas que alguna vez le había contado su madre cuando era niño, pero él sólo era un campesino que soñaba con formar parte de las legiones del Rey y servir a Hyrule y hasta hace poco su vida era así, simple y rutinaria. Él no deseó ser el elegido de la espada ni tampoco pensó que esta situación se le saliera de las manos tan de repente.
Y ahora, su Alteza quería una respuesta, una que él no tenía porque no la conocía y tampoco era capaz de explicar.
Al notar que el silencio se prolongaba, la joven comenzó a sentirse herida; definitivamente, su caballero no deseaba hablar con ella ni tampoco establecer una especie de "amistad", seguramente era como la demás gente del reino que la despreciaba por su imposibilidad de despertar sus poderes y él, siendo el elegido sin ninguna dificultad, sentía lástima por ella.
Sintiéndose humillada, decidió dar media vuelta y caminó rumbo al carruaje, dejando atrás a un confundido Link que no sabía si había hecho algo que hubiere ofendido a su Alteza, pedirle disculpas o definitivamente seguir con su silencio.
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Los días pasaron y después de aquella interacción fallida, Zelda volvió nuevamente a su trato cortante con Link, sólo dirigiéndole la palabra para hablar con él lo estrictamente necesario, que era pedirle cosas o darle órdenes, las cuales el caballero obedecía estoicamente.
Después de un largo viaje la dupla formada por Link y Zelda llegaron finalmente a la ciudad Goron, en la región de Eldin. La localidad en donde los seres más fuertes de Hyrule habitaban se encontraba al norte del reino en las faldas de la llamada Montaña de la Muerte y, aunque las condiciones de vida allí eran difíciles, los goron habían sabido aprovechar bien sus tierras; explotaban las minas trabajando con maestría los recursos obtenidos y sus aguas termales curativas eran muy populares en todo Hyrule.
La visita de la sacerdotiza y el elegido de la Espada Maestra había provocado gran expectación entre la gente de la ciudad, siendo recibidos con un gran banquete.
Un par de niños le entregaron un enorme ramo de flores a la Princesa quien los recibió gustosa, a la vez que le obsequiaron una tiara hecha de rubíes.
—Espero que estos obsequios sean de su agrado, Princesa. —Mencionó Daruk. —Son una muestra de la fidelidad y de amistad que siempre ha existido entre nuestro pueblo y la Casa Real.
—Lo agradezco profundamente, Daruk. Los Goron siempre contarán con el favor de la Corona.
Se acercaron a la mesa del gran banquete el maestro herrero de la comunidad y dos de sus aprendices, quienes cargaban un cofre bastante grande y se dirigieron en esta ocasión al héroe de la leyenda.
—Este obsequio es por parte nuestro taller de herrería, que esperamos, sea de su agrado y utilidad, héroe.
Diciendo esto, abrieron el cofre en donde apareció una espada de gran tamaño, con una hoja aún más larga que la de la Espada Maestra, una empuñadura de acero que a leguas podía concluirse que era pesada y la cual tenía casi el mismo grosor de un mandoble.
—Cuenta la leyenda que hace miles de años, un maestro herrero llamado Biggoron, forjó una espada pesada y poderosa, con la cual el héroe del tiempo derrotó a Volvagia, un feroz dragón que atormentó a nuestra región durante siete largos años. —Explicó el goron herrero. —Ahora le entregamos una réplica de la misma, esperando que su poder pueda contribuir a esta lucha contra Ganon.
Diciendo esto, Link les agradeció con una reverencia y tomó la pesada espada de Biggoron cargando la empuñadura con ambas manos, dándose cuenta que era un arma difícil de manipular, pero con empeño y práctica, podría llegar a dominarla con maestría.
—Bueno, creo que ya ha sido suficiente de regalos por ahora y esto es un banquete, así que vamos todos al festín.
El buffet preparado por la comunidad consistía principalmente en rocas de diversas variedades sazonadas con especias, arroz frito al estilo Goron, risotto, panque de nuez y frutas pochadas. En atención a que la princesa y Link eran hylianos y muchos de ellos no acostumbraban comer rocas, prepararon para ellos platillos hechos a base de carne roja y mariscos, los cuales eran una delicia.
Zelda comía un poco de risotto con mariscos al estilo Goron cuando miró de reojo a Link que contrario a su expresión seria que llevaba siempre, lo miró sonriendo genuinamente mientras compartía la mesa con Daruk, quién observaba complacido cómo este devoraba las brochetas de carne asada y los hongos especiados.
—Para nosotros es de gran importancia la hora de la comida porque es el momento de mayor convivencia con nuestra gente. Compartir la mesa siempre será considerado un acto de amistad para los Goron. —Dijo el líder de la tribu, mientras comía otra porción de rocas, a la vez que Link asintió a sus palabras, sirviéndose más pan recién horneado.
—Y es aún más agradable, cuando alguien disfruta tanto nuestros guisos, es halagador. —Completó el chef, complacido de que el héroe estuviera degustando felizmente de sus platillos.
De lo poco que había podido conocer de su caballero, ahora se daba cuenta que al joven le encantaba comer, ya que nunca había visto a alguien tan contento y expresivo por estar probando un plato de arroz.
—¿Es cierto que entre tú y el héroe derrotaron a un Talus, gran jefe Daruk? —Preguntó un joven entusiasmado.
—Es cierto. —Dijo el aludido con orgullo. —Pero no deben darme tanto crédito, Link es el hyliano más valiente del reino y hubiera podido derrotarlo él solo con uno de nuestros poderosos machaca-rocas.
—¡Wow! —Expresaron dos niños que miraron al joven con admiración.
—Por algo es el elegido por la Espada Maestra. —Dijo un anciano.
—Será un honor forjar un machaca-rocas para el héroe. —Comentó el maestro herrero, quien también admiraba la valía del héroe.
La conversación fue equiparada totalmente por los varones más jóvenes y su insistencia de que Link les enseñara trucos de combate, haciendo énfasis en su honor y valentía. Zelda observaba y escuchaba todo celosamente, ya que sin proponérselo, el hyliano era aceptado, querido y respetado por el pueblo, cosa que ella ni con todos sus esfuerzos había obtenido y dudaba que pudiera conseguir.
Sintiéndose incómoda ante tal situación, la rubia se puso de pie y tomó la palabra.
—No quisiera interrumpir la comida ni la convivencia. —Habló dirigiéndose directamente al jefe de los Goron. —Pero me gustaría que pudiéramos examinar a Vah Rudania antes de que anochezca, ya que también tenemos visitas pendientes con la tribu orni y con los zoras.
—Faltaba más, princesa. Vamos hacia allá. —Respondió el más bonachón de los Goron, poniéndose de pie con Link detrás de él, caminando a paso veloz hacia donde se encontraba la reliquia sheikah.
A pesar de haber oído hablar en incontables a la princesa Zelda y a su Majestad sobre las bestias divinas, el elegido por la Espada Maestra, nunca había tenido la oportunidad de verlas de cerca, ni mucho menos, de montar alguna; sin embargo, a un costado de la Montaña de la Muerte, se encontraba la imponente Vah Rudania; el gigante acorazado con forma de salamandra escupe fuego, no le hacía justicia a los rumores que circulaban sobre esta; era mucho más impresionante y temible.
Dicha tecnología sheikah, contaba con un centro de poder mediante el cual la criatura era controlada y que contaba con cierta complejidad en su manejo, por lo cual Daruk, el líder de los Goron, había estado teniendo problemas para pilotearla.
—Creo que puedo simplificar los controles de Rudania para que pueda reducirse su uso a cuatro comandos. —Mencionó Zelda mientras utilizaba la tableta sheikah, para simplificar el uso de la salamandra. —Sólo será cuestión de práctica para que puedas mover a la bestia divina a la vez que utilizas su cuerpo para golpear, disparar fuego y lanzar un rayo de magma.
Daruk se rascó la cabeza y se notó inseguro ante la explicación de la joven, pero ella lo animó.
—Recuerda que, aunque las bestias divinas pueden obedecer a sus amos, también tienen cierta inteligencia artificial con la que pueden comprender quién es su dueño. ¡Demuéstraselo, Daruk! —Terminó con una sonrisa.
—Tienes razón, Princesa. —Concluyó el goron. —Si se necesita de esta tecnología para poder derrotar a Ganon, pondré todo de mi parte para dominar este cacharro.
—¡Muy bien! ¿Qué tal una prueba?
La princesa se quedó en donde se encontraba el centro de poder de la criatura y Daruk se movió hacia la parte superior de la salamandra, pidiéndole a Link que le acompañara para realizar su primer intento.
—¿Estás listo? —Gritó la rubia para que el jefe de la tribu de Eldin lo escuchara.
El goron dudó por un segundo pero luego miró a Link quien le dio un asentimiento con la cabeza, animándolo a intentar y esto le dio seguridad.
—Listo.
Con cierta dificultad, Daruk comenzó a mover el cuerpo de Rudania con pasos torpes, sin lograr coordinar las patas traseras de la salamandra con las delanteras, haciendo que esta se sacudiera un poco hacia los lados. La dejó quieta por unos breves momentos para recuperar el equilibrio y nuevamente volvió a intentar, esta vez con movimientos lentos pero un poco más compaginados, hasta que paulatinamente, Vah Rudania comenzó a caminar con un poco más de velocidad y equilibrio a la vez que emitía rugidos estridentes.
—¡Muy bien, Daruk! ¡Así se hace! —Felicitó Zelda, desde abajo.
El goron soltó una risotada en señal de que estaba orgulloso de este pequeño avance y continuó pilotando la gran bestia de fuego, mientras Link también le sonreía y asentía con la cabeza.
—Perfecto… Creo que ya empiezo a entender cómo funciona la bestia divina. —Comentó mientras movía a Rudania con un poco más de seguridad entre el camino de Elding y Link observaba desde las alturas la arquitectura de la ciudad que vivía en la falda de la Montaña de la Muerte. —Ser un campeón Goron es un orgullo y una gran responsabilidad. —Continuó. —Los demás deben hacer lo suyo si no quieren que les gane el viejo Daruk.
Detuvo por unos instantes a Vah Rudania cuando esta comenzó a trepar hacia el cráter de la Montaña de la Muerte y la colocó de tal manera que pudiera apreciarse una vista panorámica de Hyrule en donde se podía mirar la majestuosidad de sus verdes campos y la belleza del antiguo castillo.
—¡Qué vistas, eh muchacho! —Dijo dirigiéndose a Link. —En todo Hyrule no encontrarás piedras más deliciosas que las de este acantilado. —Señaló en dirección a la región de Eldin, mostrándose realmente orgulloso de las bondades que su hogar podía ofrecer. —No tengo ni idea de quién es ese tal Ganon, pero defenderé mi tierra con toda la fuerza de mis puños. —Juró mientras apretaba las manos en señal de batalla, como promesa de que haría lo que fuera porque Hyrule siguiera existiendo. —¡Con fuerza! —Terminó dándole una palmadita en la espalda a Link, quien al tomarlo desprevenido y debido a la fortaleza de su ser, casi tumba al más joven de los lomos de la salamandra.
Sin darle importancia a su fuerza desmedida, Daruk continuó su conversación una vez que el hyliano recuperó el equilibrio.
—Así que, el Rey de Hyrule te nombró caballero guardián, ¿eh? Servir como escolta de la princesa es un gran honor. —Dijo mientras miraba a Zelda, quien estaba en el piso inferior trabajando en los ajustes de Rudania. —Aunque a veces la princesa, puede ser un poco… ¿Cómo te digo? —Dudó a la vez que elegía en su mente las palabras correctas, ahora que tenía toda la atención del más joven. —Dura. —Concluyó. —Sobre todo, contigo.
A pesar de que era más que evidente el trato hosco que Zelda tenía para con su caballero, Daruk además de fuerte, era viejo y observador y, así como se daba cuenta del desagrado que la futura reina tenía para el héroe del reino, también notaba que aunque lo disimulara, este trato desigual —e injusto —, hacía sentir incómodo a Link, quien pese a cargar el peso de ser un héroe sobre sus hombros, el líder de los Goron no perdía de vista que, lejos de esa investidura de caballero estoico, él era sólo un muchacho, con todo lo que ello implicaba.
De repente, un pequeño temblor comenzó a sentirse bajo sus pies, que también comenzó a sacudir a la bestia divina.
—¡Qué goronios es eso! —Exclamó Daruk mirando a su alrededor, para saber de dónde venía aquél temblor.
Entonces, en ese momento unos sonidos amenazadores provenientes del cráter de la Montaña de la Muerte comenzaron a hacerse más fuertes y fue entonces que una roca gigante salió expulsada del volcán activo y venía directamente a impactar sobre ellos.
Al ver esto, el goron reaccionó y juntó ambos puños para formar el escudo que Link ya había visto en ejecución aquélla vez que habían luchado juntos contra el Talus el cual, cuando hizo colisión con el blasón de Daruk, explotó en miles de guijarros y polvo, dejando de ser una amenaza de manera inmediata.
—Eso estuvo cerca. —Dijo retirando su escudo y verificando que el más joven estuviera bien. —¿Qué habrá sido eso? —Continuó mientras fijó la vista en el cráter del volcán a la vez que Link hacía lo mismo. —La Montaña de la Muerte lleva muchísimo tiempo dormida, esas sacudidas tan fuertes solo pueden significar una cosa… —Murmuró casi para sí mismo. —Pero… sería imposible.
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SIGUIENTE CAPÍTULO: Canción de curación.
