—¿Te ocurrió algo? —me preguntó Tuenji.
Acababa de llegar a la casa de Tuenji; esta pareció haber notado mi congoja.
—Ah, no —respondí—. Solo un poco de hambre, pero no tengo ganas de comer nada.
Aproveché que el sofá estaba despejado y me tumbé en él. Tomé el cojín y lo abracé; creí entender por qué Tuenji se había quedado en esa posición antes de irme: era bastante cómodo. No me importó que Tuenji me mirase como si fuera un payaso en un velorio.
—Te dije que tienes que comer algo —me regañó Tuenji; parecía mi mamá.
—Ya sé, pero no quiero —dije.
Tuenji suspiró y desapareció de mi vista. Al cabo de un rato, escuché el ruido de sus cascos volver y una manzana me cayó en la nariz.
—¿No podías dármela en el casco, aunque sea? —dije mientras me llevaba un casco donde me dolía.
—No. Ahora acomódate bien y dame espacio.
Gruñí y me senté bien en lo que mordisqueaba la manzana, esta vez yo estaba en la izquierda y Tuenji se sentó en la derecha del sofá.
—¿Qué tal te fue con Twilight y Trixie? —me preguntó.
—¿Sabías que iba a hablar con ellas? —pregunté. Por alguna razón me quería hacer el loco; era obvio que ella sabía que había ido con las otras T.
—Es lo que dijiste antes de que... de que te ducharas.
Eso me recordó lo que pasó justo antes de que me fuera a duchar; preferí evitar ese tema. Le di otra mordida a la manzana: sabía bien y tenía ganas de comerme otras tres con contar de llenarme.
—Cierto —respondí—. Pues fue bien.
—¿Bien cómo?
—Bueno, no tan bien —confesé.
—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó ella colocándose para mirarme de frente.
—No te daré detalles —respondí sereno—, no los necesitas de cualquier forma. Solo les dije sobre mi decisión en este asunto. Twilight lo aceptó, pero Trixie no estuvo muy contenta.
—No me sorprende viniendo de Trixie —se burló ella.
—No entiendo por qué ustedes se odian tanto.
—Yo no la odio, es solo que ella busca a toda costa salirse con la suya.
—¿Estás segura de que es mala?
—¡Pero por supuesto! —Tuenji alzó la voz—. Ya la viste en la gala; quiere hundirme porque sabe que soy la única que puede joder sus planes. Por eso digo que no me sorprende que te haya tratado mal luego de estar tanto tiempo conmigo.
—Pero si fuera mala, bien pudo haberme raptado cuando fui a buscarla antes —argumenté.
—¿Yo qué sé que diablos piensa esa loca? Puedes tomar las decisiones que quieras, pero siempre te voy a decir que no trates con Trixie nunca más. Si ocurre algo te diré «te lo dije», si es que seguimos vivos. —Tuenji concluyó de brazos cruzados.
Mordí la manzana de vuelta y miré a Tuenji. Ella me devolvió la mirada.
—¿Te sigo gustando o por qué me miras así? —preguntó.
—Algo raro está pasando en todo esto, ¿no lo crees?
Tuenji suspiró.
—No haynadararo pasando aquí, Witer —respondió—. Trixie es mala, y Twilight me atrevo a decir que también lo es. No es tan complicado entenderlo.
Seguí comiendo mi manzana en silencio. Resolví en que no tenía caso pedir opiniones a ninguna de las tres; sus ideas se resumían en: «la otra es la mala porque yo lo digo y no voy a cambiar de opinión». Tuenji tenía razón en que no había nada complicado en el asunto, pero son ellas mismas las que lo querían complicar.
—¿Puedes decirme algo de Zecora? —pregunté.
La voz de Trixie me llegó de repente:
Si responde, es mentira, porque no tiene nada con qué justificar lo que ha hecho.
—Zecora era tan mala como Trixie, solo digo eso —respondió sin más.
Me aguanté las ganas de tirarle la manzana en toda la jeta. ¿Cómo querían que adivinara qué hacer si se comportaban así? Una de las dos me estaba mintiendo mientras que en el fondo se reía como perra, porque una me decía que confiaba en mí y la otra decía que me quiere proteger. Como confiaba más en Tuenji, me dolería más si me enteraba que fuera ella la que me estaba engañando, pero me negué a creer eso. A lo mejor Trixie tenía razón sobre que estaba enamorado de Tuenji. Si de verdad me estaba condicionando por esa pendejada, y Tuenji era tan mala como decía, esta cosa iba a terminar fatal.
Confiaba mucho en ella; tenía algo que no tenían las otras ponis, y esto podía significar algo muy malo o algo muy bueno. Al menos no me había pedido hacer nada extremo.
—¿Crees que mañana te sientas bien para otra cita? —me preguntó Tuenji.
—Mientras no sea una marisquería, todo bien —respondí.
Tuenji sonrió.
—Tranquilo, será un lugar muy especial —dijo.
—No me gusta como suena eso. ¿A dónde?
—Hmm, al Bosque Prohibido.
Solté una risa, pero apagué la carcajada en cuanto Tuenji me miró con total seriedad.
—Ah, no hablabas en serio, ¿o sí? —pregunté.
No, Witer, sí hablaba en serio.
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Cruzar el Bosque Prohibido era lo que Trixie me había dicho que no hiciera; aunque, de cualquier forma, no tenía un cariz apropiado para ir a jugar al escondite en él. ¿Por qué tenía que ir ahí?
—Necesito que veas unas cosas allá dentro —respondía Tuenji como si empacara para ir de vacaciones—. Quizás puedas recordar algo estando allá.
Trixie hubiera dicho que es una trampa para sacrificarme, y pueden imaginarse lo cagado que yo estaba de pensar en ir allí dentro. Según Trixie, la entidad quería algo de mí, algo que, según ella, yo sé, lo que significaba que tenía que estar lo más lejos posible de ese malsano lugar.
—Estaré ahí para protegerte —respondía Tuenji ante mis temores—, no tienes de qué temer.
Esas palabras hubieran sonado más convincentes si me las hubiera dicho Twilight.
No, no quería ir, y sin embargo, le dije que iría. ¿No te parece eso absurdo? Solo faltaba que Tuenji me pidiese que le besara los cascos, y no descarto que lo hubiera hecho. Quizás estaba más ciego que un ciego, pero me pareció que las razones de ir tenían su lógica, aunque me tuviese que acercar a la boca del lobo.
«Rutas seguras ni existen ni sirven», me había dicho Trixie una vez. No quería saber la cara que pondría si supiera que me estaba excusando con su frase para cada pendejada que hacía.
Esa noche me fui a la cama, inquieto. De nuevo tenía que compartir cama con Tuenji, y ahora, estando recuperado, no podía pasar por alto el hecho de que intentaba conciliar el sueño con una pony a mi lado. Tuenji ocupando el lado derecho, dándome la espalda, y yo en el izquierdo, boca arriba y con los cascos juntos sobre mi pecho.
No escuchaba su respiración, lo que me daba la pista de que no estaba dormida. Era extraño que esta pony fuese tan permisiva como para permitirme dormir con ella, aún después de ese momento de coqueteo. A pesar de lo rudo que podía ser a veces conmigo —tanto así que podría obligarme a comer ensalada de mariscos para luego pedirme un favor como si fuera una niña pequeña—, había tenido también su lado «femenino», si es que lo podemos llamar así, en cuanto le había dicho que me parecía linda y que me gustaba. Nuestra relación no pareció haber cambiado nada luego de eso; seguíamos siendo el mismo dúo del retardado y la pony que lo trataba mal.
Tuenji se revolvió en su lado de la cama y quedó boca arriba. Yo no me moví, como fingiendo que estaba dormido.
—Sigues despierto —me dijo.
—Pues sí —respondí.
—Al menos podrías mirar al otro lado para que yo pueda cambiar de lado.
—Nadie te dice que no lo hagas, pero, si quieres, podemos cambiar de lado.
—¡No! Estoy bien aquí.
—No hay quien te entienda —le dije—. Puedo dormir en el sofá si de verdad te molesta
—Te tienes que quedar acá por seguridad, como te he dicho —respondió Tuenji.
—Quieres que esté acá porque quieres que me quede, no por seguridad; sé que nadie va a atacar esta casa. Puedo ser tan idiota como digas, pero no tanto.
—¿Quieres que te haga una fiesta por notar algo que pudiste haberlo hecho desde antes de la gala? Porque yo te sigo viendo igual de retrasado.
Reí para no llorar. En definitiva, me planteé rendirme de sus juegos.
—Por favor, deja de hacer eso —le dije fingiendo tristeza.
Ella rio.
—No, no dejaré de hacerlo —dijo.
—Pero, oye —continué—, quería hacerte una pregunta.
—Ya te dije que vamos a estar bien en el Bosque Prohibido; he ido varias veces.
—No es sobre eso. Te quería preguntar si estamos llegando a algo con esto
Tuenji se acostó mirando a mi lado.
—¿De qué hablas? —preguntó.
—Nuestra relación, a eso me refiero —dije no muy convencido.
—Pero eres gay.
Tomé aire y suspiré.
—¿Vamos a seguir con eso? —pregunté—. ¿Qué no te había quedado claro ya?
—No, para nada; solo me diste un estúpido abrazo.
—Un abrazo que te volvió loca, si no me equivoco.
—Vuelves a hacer eso y te parto los dientes —me amenazó—. De cualquier forma, ¿un abrazo para probar tu supuesta heterosexualidad? ¿A quién se le ocurre eso?
—Iba a hacer otra cosa, pero preferí no hacerlo.
—¿Qué cosa?
—No lo diré, olvídalo.
Esa arma me la quería guardar. Si se paralizaba como una cuchara a la que le echan veneno solo por unestúpidoabrazo, como decía ella, con lo que sigue a lo mejor le daba un paro.
—Un beso, ¿no? —preguntó ella.
—No dije eso.
—¿Qué más sería si no?
—Olvídalo —dije—, no has respondido mi pregunta.
Se acostó boca arriba y guardó silencio un momento.
—¿Qué quieres entonces? ¿Qué sea tu novia? —preguntó como si nunca iba a tener una oportunidad con ella.
—Pregunté que si era posible.
—Para que no te ilusiones conmigo, ¿es eso?
—Digamos que sí.
Se hizo el silencio. Entonces Tuenji se empezó a reír.
—¡Eres un idiota, Witer! —Continuó riéndose la muy hija de puta.
Me sentí tan miserable como una lata en un basurero. Literal le pregunté si podríamos ser pareja y ella solo me respondió riéndose en mi cara; ¿qué cosa era peor que eso? No esperaba que me dijera que sí, pero al menos un «no» con más tacto no era tan difícil de decir.
Me quité la manta de encima y me dispuse a levantarme de la cama; quizás el sofá estaba más cómodo sin una pegaso riéndose de mí.
—¡No, Witer, quédate! —me dijo Tuenji, agarrándome para que no escapara, pero ella todavía no paraba de reírse.
Me volví a tumbar boca arriba con Tuenji partiéndose de risa en mi pecho. Más allá de sentirme mal, su risa me contagió y sonreí, sin mencionar que me gustaba verla así de contenta. Le puse mi casco encima y le acaricié la melena; poco me importaba que no le gustara.
—No, Witer, en serio —dijo por fin entre risas y me miró—, te he tratado mal todo este tiempo para que no llegaras a sentir nada por mí, y aún así... —Soltó otra risa y se ocultó de nuevo en mi pecho.
—Sí, ni yo me entiendo. —Esta vez reí con ella.
Me cobijé y me di la vuelta.
—Hey, no me digas que te enojaste ahora —dijo Tuenji conteniendo la risa.
—Hace un rato me dijiste que me diera la vuelta.
—Cierto. —Se acercó y sus labios acariciaron mi mejilla—. Buenas noches.
Se alejó y sentí que se acostaba en su extremo de la cama. Yo me quedé paralizado; le hubiera devuelto el «buenas noches», pero vacilé. ¿Ahora decía que aceptaba una relación conmigo o qué significó eso? Dudas las cuales no pude meditar, pues caí debido al sueño.
