Pero la vuelta fue bastante más rápida que la ida. Trixie demostraba una maestría con sus poderes como un artista profesional dibujando. Se sabía bien las rutas, detectaba los peligros antes de que se presentaran, y su poder lo sentía bastante más elevado que el de Tuenji. Había que sumarle que tenía unos ánimos que despegaban hasta las nubes.
En resumen, el Bosque Prohibido, al lado de Trixie, ya no daba un carajo de miedo.
Llegamos afuera sin problemas, con cuidado de que nadie nos viera salir.
El contraste del clima entre el Bosque Prohibido y Ponyville era, literalmente, como el día y la noche: el bosque estaba bastante más oscuro, como si anocheciera; y el resto de Equestria era día normal.
Trixie no quiso perder el tiempo y fuimos directo al castillo de Twilight a dar las nuevas. Le conté a la princesa de la amistad lo mismo que le había contado a Trixie. Así que sí, también le mentí.
Twilight recibió las noticias, indignada por las supuestas acciones de Tuenji. Me dijo que enviaría guardias reales para capturarla y tener un juicio más tarde. No sabía si se dejaría tan fácil contra unos guardias reales, pero saber que la iban a capturar para luego dictarle una sentencia, me dio una congoja mortal.
Nos invitó a quedarnos en el castillo, pero Trixie le dijo que ya teníamos planes, cosa que ni yo sabía, pero no le di mucha importancia en un inicio.
Ya luego, de camino a donde sea que Trixie me estaba guiando, empecé a tener miedo de si de verdad la había cagado de manera estratosférica, pues ahora pretendía jugar del lado de Trixie, olvidándome por completo de Tuenji y de lo que sea que le iban a hacer. Y ahora iba al lado de Trixie que, si hubiera podido, estaba seguro de que estaría brincando y bailando por las nubes.
No me sorprendí tanto cuando llegamos al remolque de Trixie, bastante apartado de Ponyville, pero esta vez no estaba bajo el árbol de siempre, sino que ahora estaba en medio de un prado solitario; apenas y logré ver mariposas volando por ahí.
Gustosa, me hizo pasar: adentro estaba tan desordenado como siempre, con la diferencia que ahora el almohadón ya no estaba ocupado por ninguna esfera.
—Siéntete cómodo —me dijo Trixie contenta como si hubiese ganado la lotería. Se quitó el sombrero y su capa y los colgó en un perchero en la pared.
Con su magia tomó el almohadón y lo puso en el suelo para que me sentara.
Sin reparo me senté en él. Yo aún no me sentía bien por lo que había pasado, aparte que tenía algo de sueño y hambre.
—Anímate, que todo esto va a acabar de mejor manera —dijo Trixie mientras vertía un líquido de un barril a una jarra. Me la entregó y me enteré de que era sidra de manzana. Me iba a quejar, pero un líquido a mi cuerpo no le venía nada mal.
Bebí de la jarra: la sidra estaba buenísima, solo tenía que procurar no excederme.
—¿Aún te sientes mal por Tuenji? —preguntó Trixie.
—Creo que sí —respondí con cierto pesar.
—Es lo que se merece —respondió Trixie sin esmerarse en compadecerme. Tomó su propia jarra con su magia y bebió de ella—. Habrá otras ponis para ti en el futuro; ponis aún más grandiosas y poderosas. —Me sonrió y me guiñó un ojo.
¿Eso significaba que yo le gustaba a Trixie y estuvo celosa de Tuenji todo este tiempo?, porque de verdad eso era lo que parecía desde que había recibido su beso.
Hablamos y comimos por un buen rato; no tenía gran cosa: solo unas galletas y una bolla de pan salado. Tampoco quería comer demasiado; si era posible, quería dormir un rato antes de que iniciara el juicio ese, aunque sí me excedí un poco con la sidra, porque de verdad me gustaba.
Luego empecé a rechazar todas las jarras que Trixie me ofrecía; no quería llegar al juicio todo borracho, ni mucho menos vomitando de vuelta; tenía que estar en condiciones para ese momento.
Reposé lo poco que había comido mientras Trixie me daba unos suaves masajes; ella estaba demasiado servicial, pero no me quejé.
Ya que estaba un poco cansado, Trixie me permitió dormir en su hamaca. Yo hubiera preferido dormir en una cama más cómoda, pero mis ganas de ir a buscarla en el castillo de Twilight eran menores, así que me tumbé boca arriba en la hamaca.
Mis ojos se cerraron en paz; sentía que iba a caer dormido al instante.
El siguiente texto contiene escenas explícitas y no son relevantes en la trama. Así que, si no es de su interés, puede saltar al siguiente capítulo.
De pronto, algo cayó encima de mí y me dio un susto de muerte.
—¿Trixie?—exclamé.
Ella estaba justo encima de mí, lo que era demasiado incómodo; de normal era una hamaca para un solo pony, como lo era Trixie.
—Trixie también gustaría descansar un poco. —Su cara estaba a unos centímetros de la mía y me llegó el olor a sidra de su boca.
—¿Pero qué no había otra...?
Volví a ver al otro lado del remolque: ¡que conveniente!, la otra hamaca ya no estaba ahí.
—Starlight ya no me ayuda seguido, así que la removí para hacer espacio —contestó Trixie que parecía que me iba a robar otro beso.
Nuestros cuerpos estaban pegados el uno al otro en esa pequeña hamaca, lo que ponía mi corazón a brincar, y mi miembro quería imitarlo. Mantuve mis cascos fuera del cuerpo de Trixie; estaba tan nervioso que no quería rozarla ni demostrar un mínimo de interés sexual.
—T-Trixie —tartamudeé—, no creo que...
Trixie me tapó la boca con su casco y chistó con dulzura.
—Tranquilo, Witer —dijo con voz tenue—. Estás cansado, pero esto te hará sentir aún mejor.
Acercó su cabeza y volvió a robarme un beso: esta vez fue breve y apenas pude sentir el sabor de la sidra en su boca.
A lo mejor Tuenji estaba huyendo o burlando a los guardias —si es que no la habían capturado ya— mientras yo compartía hamaca con su rival y cedía a sus encantos.
Después del beso ya había caído en su juego; estaba cansado y no tenía las fuerzas para resistirme.
«Que haga lo que me quiera hacer», pensé. Mi cuerpo y yo nos pusimos de acuerdo en no movernos, ya que él quería mostrar sus deseos toqueteando a Trixie desde su espalda hasta sus flancos, pero yo aún quería resistirme, así que no nos movimos ni un pelo.
Trixie puso sus cascos sobre mi pecho y se apartó un poco. Su cola rozó mi entrepierna lo que era una sensación medio rara, pero me excitaba más de lo que hubiera querido.
Antes de que lo esperase, Trixie lo introdujo dentro de sí. Ambos soltamos un gemido y mis cascos se agarraron a las caderas de la yegua encima de mí.
«¡Estúpido cuerpo!», pensé. «¡Se suponía que no nos íbamos a mover!».
Trixie soltó una pequeña risa.
—Creo que esto es bastante incluso para Trixie —dijo con la cara colorada.
Por más que quería soltar a Trixie, no pude. Quería mi miembro fuera de vuelta, pero mi cuerpo no se negaba a resistirse.
Ella se empezó a mover, suave y con paciencia. A este punto ya no había forma de retirar los cascos de sus caderas; parecían estar adheridos a ella.
—¿No te parece esta una buena forma de relajación? —me preguntó Trixie entre gemidos.
¿Qué querías que te dijera, amiga? Tenía el corazón tan hiperactivo como Pinkie Pie. Al menos en este caso no tenía que hacer mucho; a diferencia que con Twilight, Trixie era la que hacía el trabajo, muy considerada de su parte.
Para mi mala suerte —pero buena para mi cuerpo—, Trixie aumentó el ritmo, subiendo y bajando con más ímpetu, haciendo menear la hamaca y hasta el remolque. Yo no podía evitar gemir al igual que ella; mi cuerpo estaba como hipnotizado por el suyo.
Estaba llegando a mi límite, y mis cascos reaccionaban por sí solos siguiendo el movimiento de Trixie: subiendo y bajando.
—Ya casi terminas, ¿no es así? —me preguntó Trixie. Me puso su casco en mi rostro para que nos miráramos: tenía una sonrisa en su rostro ruborizado; parecía que lo disfrutaba tanto como yo, pues mentiría si dijese que no se sentía bien.
Cerré los ojos y tiré la cabeza para atrás. Trixie se sacudió aún más mientras que yo ya anhelaba dejarlo todo salir de una vez por todas. Pero, de pronto, hubo una pausa; un momento para respirar se dio.
El cuerpo de Trixie se dejó caer sobre mí, asustándome de vuelta. Me atacó con otro beso, uno más intenso y profundo como si no quisiera dejar huir mi lengua.
Por mi parte, me empecé a desesperar; quería acabar con esto de una vez y mi cuerpo lo pidió a gritos. Mis cascos se deslizaron desde las caderas de Trixie hasta sus nalgas: estaban tan suaves como almohadas y me di el lujo de acariciarlas, describiendo círculos sobre su cutie mark con mis cascos.
Con ese apoyo, lo empecé a hacer yo mismo golpeando con mi débil pelvis, pero que a este ritmo no tardaría mucho en terminar.
Pero Trixie levantó sus caderas, desembarazándose de mí, y acto seguido también se soltó de mi boca con un pequeño hilo de saliva entre ambos que cayó sobre mi pecho.
—No quieres hacer eso —me dijo. Activó su cuerno y de pronto algo agarró mi miembro.
Me estremecí, se sentía raro; estábamos solos, pero de verdad sentía que algo agarraba mi parte baja.
—¿Te duele? Lo haré más suave.
La presión amainó, pero eso no quitaba el hecho de que se sentía raro. Sumado al hecho de que no había tenido tanto contacto sexual como para acostumbrarme a la sensación de ser tocado, peor era que lo hiciesen con magia unicornio. Sentía que tenía algo cubriéndome de arriba a abajo, pero no era así puesto a que sentía la parte húmeda de Trixie.
—¿Mejor?
Lo agitó con delicadeza mientras sentía como se empapaba al roce de su entrepierna. Un tacto de pura sensualidad que la hacía parecer una experta. ¿De dónde lo había aprendido? Ni Celestia sabrá, y si lo sabía, tendría que dar algunas explicaciones.
De vuelta llegaba a mi límite, y Trixie parecía notarlo al verme convulsionar y sentir su esponjoso trasero siendo presionado por mis cascos. Entonces empezó a sacudirlo con más fuerza con su magia, presionándolo contra su abertura que estaba igual de mojada que mi miembro.
Dejé mi cabeza caer hacía atrás y, sin querer, solté un gemido. De pronto brincaron mis líquidos mientras yo temblaba, aún a merced del cuerpo de la yegua que me había forzado a esto. No veía, pero podía sentir los líquidos descendiendo perezosamente por su cutie mark.
Con el corazón retumbando mi pecho, me quedé con los ojos cerrados y mi casco en la frente, jadeando como si hubiese perdido el aliento en algún momento.
—Te sientes bien, ¿no? —preguntó Trixie riendo.
No respondí, pero solo porque no quería admitir que sí lo estaba.
—Descansa, Witer. —Se acurrucó sobre mi cuerpo, lista para dormir como si yo fuera un cómodo peluche.
Era cierto que un buen descanso necesitaba; todavía estaba jalando oxígeno, pero por la nariz. El corazón seguía palpitando fuerte contra el pecho de Trixie, como queriendo abrazarla. Seguí sus deseos y la enrollé con mis brazos, pues me sentía ridículo dejando los brazos muertos como el peluche que me sentía.
«Será mejor que Tuenji no se entere de esto», dije en mis adentros.
