En la mañana Inuyasha asistió como de costumbre a la escuela claro estaba que siempre llevaba una incómoda gorra de lana de color verde, normalmente no usaría ese color pues sus ojos dorados no combinaban con el verdor del gorro. Estaba tranquilo poniendo atención a la clase de Kaede acerca de la historia de Japón, una vez más Sango estaba llegando tarde porque la alarma no sonó. Inuyasha ya conocía que su amiga se retrasaba específicamente porque era bastante mala para madrugar.

Sango ocupó su lugar al lado de Inuyasha mientras él la observaba con una mirada de enfado, tenían exposición ese día y ella era la encargada de traer la cartelera.

—¿Trajiste la maldita cartelera? — masculló el hanyō en voz baja.

—Lo hice en powerpoint, relájate — murmuró la joven.

—Justamente sé cómo se te olvidan las cosas es porque me preocupo — se veía bastante nervioso al grado de estar sudando incluso con el frío del otoño acercándose —, Sango... Miroku no pudo venir porque tenía cita para ponerse brackets o frenillos como le dices tú. Así que estoy aquí desde las siete de la mañana y tú no llegabas.

Sango frunció el ceño molesta, es obvia su inconformidad con las palabras de su amigo porque nadie sabe las necesidades de los demás y menos si no estaba consciente de la situación real por la que alguien pasaba. Es fácil juzgar sin saber.

—No es mi culpa, tengo que despachar a papá para el trabajo, llevar a mi hermano Kohaku a la escuela... créeme que es difícil cuando no está mamá — murmuró la chica —, así que deja de juzgarme, por favor.

—Joven Taisho ¿podría decirme quien fue uno de los tres unificadores de Japón? — Kaede le preguntó al verlo tan distraído.

—Oda Nobunaga, Toyotomi Hideyoshi y Tokugawa Ieyasu — respondió el chico tranquilamente.

Sango revisó su morral durante unos cuantos instantes poniendo nervioso, todavía más, al preocupado Inuyasha, el trío dinámico como los llamaban los profesores a menudo realizaban sus tareas más largas con semanas de anticipación. Inuyasha siguió tomando apuntes con la esperanza de que la joven Takahashi pudiera encontrar esa memoria.

Cómo si fuera una clase de milagro, la campana de cambio de hora sonó y Kaede se despidió de los chicos de ese salón. Inuyasha soltó un suspiro de alivio al ver que se salvaron ese día de exponer su trabajo.

—Ya la encontré — Sango sonrió levemente —, y se acabó la clase. Para que veas que sí la traje.

—No dudé de eso — Inuyasha estaba afligido y se le notaba en la mirada —, te invito un helado ahora que salgamos de la escuela.

Conociendo el corazón de oro que poseía Inuyasha quien no dudaba ni siquiera en ayudar a los demás con los medios que poseía, Sango lo observó con una expresión mezclada entre preocupación y arrepentimiento. Aun así Inuyasha esbozó una sonrisa mostrando sus colmillos.

—Yo lamento haberte juzgado mal pero quiero enmendarlo ¿quieres un helado? — Inuyasha le dijo con una cálida sonrisa.

Al rato en el receso los dos amigos se sentaron bajo un cedro ubicado en el centro de una zona verde, ese bello árbol les proporcionaba sombra durante el cálido verano y permitía refrescarse y descansar un poco de la rutina extenuante que tenían los estudiantes.

—Quiero hacerte una pregunta — Inuyasha la miró con seriedad —, ¿qué hay entre tú y Miroku?

—No hay nada — Sango respondió sonrojándose notoriamente —¡él es un degenerado!

—No me mientas — el hanyō se rio levemente —, ustedes dos estuvieron solos en Yokimura paseando en bicicleta además cancelaste la ida a cine conmigo. Y cuando llamé a Miroku no me contestó.

A Sango se le subieron los humos, estaba nerviosa, ella ya había conocido esa faceta de detective que tenía su mejor amigo de la infancia quien se empeñaba en averiguar la mayor cantidad de información posible. Inuyasha abrió la lata de refresco de cola y entonces la joven chica de cabellera castaña no tuvo más remedio que hablar.

—Bueno... Te contaré. Yo le di una oportunidad porque Kuranosuke me rechazó — explicó la chica.

—Espera. Para el carro — Inuyasha la detuvo de inmediato —sé qué Miroku es un degenerado, a veces, pero no está bien que juegues con sus sentimientos... Ciertamente a él le gustas mucho y la verdad, yo como su amigo no lo quiero ver mal.

—Entiendo — Sango suspiró pesadamente —, ¿quieres que te diga la verdad? — Inuyasha movió sus orejas —Jamás me imaginé que fuera todo un caballero ¿sabes?

Inuyasha arqueó una ceja confundido, normalmente escuchaba a Sango cuando los chicos que a ella le interesaba la rechazaban. Anteriormente podría decirse que antes él se sentía muy mal cuando Sango le hablaba de sus amoríos pero ahora, después de haber conocido a Aome, no había ningún sentimiento en él.

—Espero que tú también puedas aclarar tus cosas con Kagome — murmuró la joven.

—Recuerdo el día que plantamos este cedro — mencionó Inuyasha —, fue hace diez años.

—Es verdad — Sango lo miró —, recuerdo que tú y Sesshomaru se pusieron a jugar fútbol luego de plantar el arbolito. Según sé tú y él se llevan bastante bien.

Inuyasha asintió levemente dándole la razón a su mejor amiga de la escuela, las clases continuaron sin contratiempo alguno salvo por un grupo de chicas populares que iban con un moño en el cabello a todos lados. Y vaya manera en la que Inuyasha las puso en su lugar, se podría decir que para las castas cuerdas vocales de Sango hubo una palabra desagradable y procaz.

Un rato más tarde cuando ya salieron de la escuela, el olfato de Inuyasha captó un olor pero debido a que apenas llevaba menos de cuatro meses siendo un semidemonio le costaba diferenciar los olores. Más fácil podía guiarse por el sentido del oído.

—¿Qué escuchas? — Sango le preguntó con curiosidad.

—No sé... es que... me falta acostumbrarme a estos sentidos — masculló él.

Pasaron por un parque donde estaba en sus alrededores una heladería para que el hanyō pudiera pagar su invitación, un helado, Sango pidió uno de los que más le han gustado a ella desde que tiene memoria: un helado de brownie. Por su parte, Inuyasha no se complicó la vida y eligió el clásico helado de chocolate sin saber que eso le podría producir un dolor de estómago realmente fuerte.

De pronto Inuyasha sintió que alguien lo jalaba de las orejas y al levantarse se encontró con Aome, que venía con Kikyo únicamente y ella llevaba un arco con algunas flechas guardadas en su estuche indicando que venía de entrenamiento, y eso lo comprobó con su olfato el olor a sudor.

—Aome — Inuyasha se paró como un resorte y la abrazó.

Sango miró de soslayo a Kikyo que estaba tan confundida como la joven de cabellera castaña, asumía que por el complejo comportamiento de ambos chicos que podrían tener cierto interés amoroso el uno por el otro.

—¿Son novios o eso me parece? — le susurró Sango a Kikyo.

—No tengo idea — Tanaka se encogió de hombros.

Al cabo de unos segundos los dos "enamorados" se separaron, Aome estaba contenta de verlo y aunque sabía que allí estaba Sango no impediría su sonrisa.

—Ha pasado tiempo — mencionó Inuyasha mirando a Kikyo —, ¿qué hay de ti?

—Trabajando en unos proyectos con Kagome — mencionó la joven de belleza fría.

—Me alegra — el albino no se inmutó.

—Oigan — Aome se interpuso entre los dos —. No vine aquí para ver pelear a la gente, para eso me hubiera quedado en Yokimura. ¡Ket!

Inuyasha miró a Aome, ella tenía un tic en el ojo que la hacía levantar constantemente su ceja derecha cuando estaba de malgenio. El olfato sensible del albino percibió un raro olor a sangre proveniente de Higurashi y aun así se abstuvo de hablar con ella.