Disclaimer: Harry Potter y Diabolik Lovers no me pertenecen, todo crédito a sus respectivos creadores. Yo solo juego con sus personajes para mi entretenimiento y el de mis lectores.

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Capítulo I.

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La lluvia azotaba con furia las ventanas de la mansión Sakamaki, cada gota resonando como un pequeño tambor en el silencio de la noche. En el interior, la tensión era palpable. Reiji miraba el reloj con impaciencia, su ceño fruncido reflejando la tormenta exterior.

—¿Dónde se ha metido esa chica? —gruñó, sus palabras cortando el aire como cuchillos.

Subaru, quien había estado mirando por la ventana, sus ojos siguiendo cada relámpago que iluminaba el cielo, a fin de distraerse un poco, se giró bruscamente. —Voy a buscarla —dijo, su voz llena de una preocupación que rara vez mostraba por alguien más.

—No. Esperaremos un poco más —ordenó Reiji, sin dar lugar a objeciones.

El albino apretó los puños frustrado hasta casi extraer sangre, sin embargo, obedeció a regañadientes la orden de su hermano tensando la mandíbula.

Los minutos pasaron hasta que estos se convirtieron en una hora, luego dos y la impaciencia dio paso a la preocupación en el resto de los hermanos. Subaru no podía ocultar su inquietud, y los demás hermanos comenzaban a sentir la ausencia de Yui más profundamente de lo que esperaban.

—Suficiente. Saldré a buscarla —insistió el menor de los Sakamaki—, algo no está bien.

Sin perder un momento más, el albino salió de la mansión y usando su gran velocidad vampírica recorrió todo el camino que la rubia tuvo que haber caminado, pero nada, luego, buscó minuciosamente por otras zonas de la ciudad y las áreas circundantes de la academia y la mansión, sin embargo no obtuvo resultado alguno y la lluvia no ayudaba en nada, pues había, en este punto, eliminado completamente el aroma de Yui y otras pistas que pudieran servirle para encontrarla.

Resignado y sintiendo una gran inquietud dentro de él, regresó a la mansión. —No hay rastro de ella —anunció en cuanto cruzó las puertas, con expresión sombría, y por un momento, el silencio se apoderó de la sala.

—¡Imposible! —exclamó Kanato, agarrando su osito con fuerza—. No pudo haber desaparecido así de la nada y dudo mucho que fuese tan tonta como para intentar huir de nosotros.

—Creo que algo más ocurrió. Tengo el presentimiento de que alguien se la llevó —dijo Laito, con una expresión inusualmente seria en él—. Bitch-chan no podría ir muy lejos sola, y menos con esta tormenta.

—¡Qué! —gruñó Ayato, con creciente ira—. ¡Quién se llevaría a Chichinashi!

—Eso mismo me pregunto yo —murmuró Shu, mirando por la ventana hacia la tormenta que no mostraba signos de amainar. El rubio se incorporó del sofá en donde se encontraba recostado, completamente despierto. Debió intervenir cuando a Reiji se le ocurrió la estúpida idea de castigar a la humana con hacerla caminar hasta la mansión con aquella terrible tormenta, pero no vio la necesidad de molestarse y ahora, por su falta de acción, sucedió esto. Si no la hallaban antes de que ese hombre se diese cuenta, estarían en grandes problemas por su negligencia.

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Yui abrió los ojos lentamente, sintiendo algo suave y cálido envolver su cuerpo. La joven rubia se hallaba recostada sobre una enorme cama con dosel. Las sábanas de seda eran de un bonito color blanco perla, las mullidas almohadas estaban en diferentes tonos de lavanda y azul y una colcha blanca con bordes dorados cubría la mayoría de la cama, incluyendo todo su cuerpo, a excepción de su cabeza. Las largas cortinas de seda color lavanda del dosel estaban abiertas, permitiéndole ver el resto de la gran habitación.

Las paredes eran blancas con molduras doradas y algunos cuadros de paisajes naturales colgaban de estas. Adyacente a la cama se encontraba una elegante chimenea de mármol, encendida con un fuego cálido que proyectaba una luz suave sobre la habitación. El aroma a madera quemada y un toque sutil de vainilla llenaban el aire. Encima de la repisa, se hallaban un par de candelabros dorados y un espejo con marco dorado.

A cada lado de la cama, se ubicaban mesitas de noche de madera pulida con lámparas de cristal. En la pared frente a la cama, había un gran ventanal de suelo a techo con cortinas de seda en tonos azul y lavanda con bordados dorados en la parte inferior, que en aquel momento dejaban entrar parcialmente la luz del exterior y mostraban un hermoso jardín de flores y algunos árboles de los que caían gotas de agua, a causa de la débil lluvia que aún continuaba.

Una pequeña área de estar se encontraba cerca de la ventana, aprovechando la luz natural. Estaba compuesta por un par de sillones de terciopelo azul marino, con detalles dorados en los brazos y las patas, que estaban dispuestos alrededor de una mesa de centro con incrustaciones doradas. La mesa sostenía un elegante florero con arreglos de flores frescas en tonos de lavanda y blanco y un lujoso tapete de lana en tonos lavanda y azul cubría el suelo bajo la mesa de centro.

En una esquina pudo vislumbrar un escritorio de madera con diseños dorados y una silla con el asiento acolchado en color lavanda. Y, por último, del techo colgaba un candelabro de cristal.

Yui se incorporó, confundida y asustada. ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado? Lo último que recordaba era caminar bajo la lluvia, temblando de frío y miedo, hacia la mansión Sakamaki por orden del segundo mayor de los hermanos Sakamaki. Había sido castigada por Reiji por llegar tarde a la salida de clases. Pero en el camino, se había sentido cada vez más débil y mareada, hasta que perdió el conocimiento.

Antes de que tuviera un ataque de pánico, la puerta de la habitación se abrió y por ella entró una hermosa mujer de largo y ondulado cabello negro azabache y brillantes ojos verde esmeralda, que le sonreía con amabilidad. Vestía un fino vestido de terciopelo verde bosque con mangas largas ajustadas, con escote en V y una falda amplia que llegaba hasta el suelo. El vestido estaba adornado con bordados de oro y pequeños diamantes en el pecho. Ella llevaba una bandeja con té humeante, tostadas recién hechas con mermelada y un tazón de frutas frescas.

—Buenos días, querida. Me alegro de que hayas despertado. ¿Cómo te sientes? —le preguntó, acercándose a la cama y colocando la bandeja en una de las mesitas de noche.

-¿Q-quién eres? ¿Dónde estoy? -balbuceó Yui, asustada.

—Tranquila, no temas. No te haré daño. ¿No cres que si quisiera hacerlo, ya lo hubiese hecho, dado que estabas inconsciente y totalmente vulnerable hace unos minutos? Por cierto, Mi nombre es Liliane —respondió la mujer, sentándose en el borde de la cama—. Estás en mi mansión, en un lugar seguro. Te encontré anoche, tirada en la calle, casi muerta de hipotermia. Te traje aquí, y te curé, jovencita.

—Gracias, aunque no comprendo. ¿Por qué se molestaría en ayudarme a mí, una completa extraña? —La joven Komori se sentía perdida de qué hacer ante alguien que mostraba amabilidad y preocupación genuina luego de casi un año de malos tratos por parte de los vampiros con los que vivía y el desinterés de alguien por su bienestar.

—Porque somos familia. Yo soy tu tataratía, para ser exacta. Y tú eres la tataranieta de Dudley Dursley, mi primo.

Yui parpadeó, atónita por aquella revelación.

—¿M-mi tataratía? Pero si eso es cierto... ¿por qué te ves tan joven? —preguntó la rubia.

La ojiesmeralda tarareó en sus pensamientos, cruzando sus manos sobre su regazo con una mirada serena.

—Te explicaré todo en un momento —dijo finalmente—. No obstante, primero debes comer algo. Ya debes estar hambrienta.

—Gracias, pero... —intentó decir Yui, no obstante, Liliane la interrumpió.

—Por favor, come primero. Necesitas recuperar tus fuerzas. Luego hablaremos. —le pidió la ojiesmeralda, con dulzura, mientras le acercaba la bandeja y le servía una taza de té.

La rubia no tuvo más remedio que obedecer. Tomó un sorbo de té y mordió una tostada. El té estaba delicioso, las tostadas estaban crujientes y dulces y las frutas muy jugosas. La joven Komori sintió un placer inmenso al saborear esos alimentos. Se dio cuenta de que tenía más hambre de lo que pensaba, y pronto se terminó todo lo que había en el plato.

—¿Satisfecha? —le preguntó Liliane, sonriendo.

—S-sí, el desayuno estuvo delicioso. Gracias. —respondió Yui, avergonzada.

—No hay de qué. Me alegro de que te haya gustado. Ahora, te contaré lo que está pasando —dijo la ojiesmeralda, adoptando un tono más serio—. Verás, soy una bruja —soltó sin más, decidiendo ir al punto directamente—. En nuestro mundo, la magia existe y con ella, la longevidad también. La magia nos permite mantenernos jóvenes mucho más tiempo que los humanos normales.

Yui frunció el ceño, considerando las palabras de Liliane. —Si los vampiros existen, entonces no veo por qué la magia no podría ser real —razonó no tan sorprendida.

La azabache se sintió aliviada ante la rápida aceptación de la ojirrosa sobre la existencia de la magia, pensó que lo negaría, sin embargo, dadas sus experiencias con seres sobrenaturales ese no fue el caso. —Lo que te estoy contando debe mantenerse en completo secreto —suspiró—. Hubo tiempos en los que la magia y los seres mágicos eran temidos y perseguidos. La caza de brujas fue un periodo oscuro en nuestra historia. Muchas vidas inocentes se perdieron debido al miedo y la ignorancia.

Yui asintió con tristeza. —Sí, lo he estudiado. La persecución de gente que no comprendían… Es horrible lo que les sucedió.

La azabache tomó la mano de Yui con suavidad. —En efecto, y ese es el motivo por el cual mantenemos nuestra existencia en secreto. Hay criaturas maravillosas en nuestro mundo: sirenas, unicornios, hadas… pero también hay criaturas y seres oscuros bastante peligrosos.

Ante lo último mencionado por su tía, Yui recordó a los hermanos Sakamaki. Su rostro palideció y su mirada se llenó de pánico. Los Sakamaki... Ellos deben estar furiosos. ¡Debo regresar con ellos! ¡No deseo que te hagan daño por mi culpa!

Liliane colocó una mano reconfortante en el brazo de Yui. —No te preocupes por ellos. Yo puedo manejar a los vampiros sin problemas. Mi magia me permite proteger a quienes están bajo mi cuidado. No permitiré que te hagan daño.

La tranquilidad en las palabras de Liliane, la promesa de protección, hizo que Yui se sintiera abrumada por las emociones. Comenzó a llorar, sus lágrimas cayendo libremente mientras se abrazaba a Liliane. Era la primera vez que sentía un consuelo genuino y una sensación de seguridad verdadera.

—Gracias... —murmuró la chica entre sollozos—. Gracias por querer ayudarme.

La poderosa bruja acarició el cabello de la ojirrosa con ternura. —No tienes que agradecerme. Eres parte de mi familia, y como tal, haré todo lo que esté a mi alcance para mantenerte a salvo.

—Te dejaré descansar un poco más, linda —Le dijo la ojiesmeralda—. Todavía no estás del todo recuperada, por lo que te vendría bien dormir un poco más.

La joven Komori estuvo de acuerdo,soltándose del cálido abrazo y recostándose nuevamente sobre la cómoda cama.

—Por cierto. Esta habitación y todo lo que hay en ella es ahora tuyo. Puedes disponer de ella como gustes. Así mismo, si lo deseas, puedes andar por la mansión con toda confianza, sin embargo, no intentes entrar a las habitaciones y áreas que están fuertemente cerradas. Hay objetos y otras cosas que podrían ser peligrosas para ti -Le informó seria.

—Sí, tía Liliane —respondió obedientemente la ojirrosa.

—Excelente —sonrió la poderosa bruja—. Entonces, te dejo para que descanses, querida. —Después de ello, Liliane abandonó la habitación. Por su parte, Yui cerró sus bonitos ojos y en segundos cayó en un profundo sueño libre de pesadillas.

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Yui despertó lentamente un par de horas más tarde de su siesta reparadora, sintiendo cómo la cálida luz del sol de la tarde acariciaba su rostro a través de las cortinas parcialmente abiertas. Se estiró y se desperezó, sintiendo el suave roce de las sábanas en su piel. Con un suspiro satisfecho, se levantó y se dirigió hacia una puerta de madera clara con tallas geométricas en dorado que conducía al baño adjunto a la habitación. Dicho baño estaba revestido en mármol blanco con vetas doradas, y contaba con una enorme bañera. En una esquina se hallaba una cabina de baño con puertas corredizas de vidrio templado y un lavabo doble con encimera de mármol azul y grifería dorada que se situaba frente a un gran espejo con marco dorado. Las toallas blancas, así como en tonos lavanda y azul, estaban perfectamente dobladas en un estante de madera.

Yui abrió el grifo de la bañera y observó cómo el agua se acumulaba lentamente, creando un suave burbujeo. Mientras esperaba, se movió con gracia por el baño, tomándose su tiempo para disfrutar del momento de calma.

Con el agua caliente alcanzando la temperatura perfecta, la rubia se deshizo de su ropa y la colocó cuidadosamente sobre un banco cercano. Se sumergió en la bañera con un suspiro de alivio, sintiendo el calor del agua envolviendo su cuerpo y disolviendo cualquier rastro de tensión. La fragancia de los aceites de baño, con notas de lavanda y rosa, llenaba el aire y hacía más agradable la experiencia. Se reclinó en la bañera, cerrando los ojos y permitiéndose un momento de pura relajación, sin pensar en nada, dejando su mente en blanco.

Después de un buen rato, Yui salió de la bañera, sintiendo el frescor del aire en su piel. Tras secarse el cuerpo, se envolvió en una toalla esponjosa y blanca como la nieve.

Salió del baño y se dirigió hacia el vestidor, y nada más abrir la puerta doble con diseños de cristal no pudo evitar sonreír encantada.

Las paredes estaban cubiertas con paneles de madera clara y los estantes estaban llenos de una amplia gama de zapatos y ropa, desde vestidos elegantes hasta prendas casuales. En el centro del vestidor había un gran espejo de cuerpo entero enmarcado en oro, y un pequeño banco tapizado en terciopelo.

Yui se acercó a los estantes de ropa y seleccionó un vestido en un tono rosa chicle ajustado, con una falda en forma de campana. Las mangas largas estaban elaboradas en un suave tul rosa, decoradas con bordados de flores blancas en hilo de seda que formaban patrones delicados. El escote era cuadrado y el vestido se cerraba con una fila de botones forrados en blanco perla. La tela era suave y fluida, y Yui podía sentir la textura agradable en sus manos mientras lo sacaba del colgador.

La chica se quitó la toalla y se vistió sin demora, y del zapatero tomó unos tacones de satén rosa chicle con una hebilla blanca en el tobillo.

Acompañando todo el conjunto ésta se puso un collar de plata con un colgante en forma de flor de cristal blanco y unos pendientes pequeños de plata con flores blancas y cristales.

La joven rubia se movió frente al espejo, ajustando el vestido aquí y allá, asegurándose de que todo estuviera en su lugar. Luego, tomó un momento para alisar las arrugas en el tejido y se peinó el cabello. Al terminar, se colocó un bonito broche en forma de flor para sujetar algunos mechones rebeldes. Con una última mirada a su reflejo, sonrió satisfecha con el resultado.

Tras pensárselo por varios minutos, la ojirrosa decidió tomarle la palabra a su tía y salió a dar un paseo por la mansión. Al cerrar la enorme puerta doble detrás de ella, quedó de pie en un largo pasillo con paredes color beige y un brillante piso de mármol marrón chocolate cubierto en el centro por una larga alfombra azul con bordados dorados.

Al avanzar admiró varios retratos con hermosos paisajes y otros con personas elegantemente vestidas con atuendos de aspecto antiguo, también pasó por varias habitaciones cerradas, una sala de música con un gran piano de cola, una oficina con muebles de madera oscura, y una sala de arte bien equipada.

Finalmente, después de bajar unas amplias escaleras, llegó a la planta baja y se encontró con una sala de estar. La puerta de entrada a la sala estaba adornada con un marco dorado y se abría a un espacio amplio y luminoso. Las paredes estaban decoradas con papel pintado en tonos suaves de azul y gris, con finas molduras doradas en los bordes. Un par de sofás de terciopelo azul marino se ubicaban en el centro, flanqueados por mesas auxiliares de madera oscura. En una esquina, una gran chimenea de mármol blanco se alzaba, con un elegante tapiz que adornaba la pared detrás de ella. Encima de la chimenea había un reloj antiguo, y un par de candelabros de cristal colgaban del techo.

Yui se acomodó en uno de los sofás, tomando un libro de una de las estanterías que estaban llenas de tomos encuadernados en cuero y papeles antiguos, organizados meticulosamente. Se acomodó con un libro en las manos y comenzó a leer, perdiéndose en las páginas mientras el reloj de la chimenea marcaba el paso del tiempo.

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La biblioteca de la mansión Potter era un lugar enorme que contaba con tres pisos. Las paredes estaban cubiertas de estanterías de madera oscura, ricamente talladas con intrincados patrones de hojas y enredaderas. Los estantes estaban repletos de libros de todos los tamaños, con encuadernaciones de cuero desgastado, dorados en las orillas, muy bien conservados a pesar de los siglos. La luz que iluminaba la sala era suave, emanada de lámparas flotantes de cristal que pendían del techo en cadenas doradas, y un par de grandes ventanales con vitrales de colores filtraban la luz del sol en cálidos tonos rojos y dorados.

En el centro de la biblioteca, había una gran mesa de roble con una superficie de mármol blanco, cubierta por una capa de pergaminos con varias anotaciones y fórmulas, libros abiertos, y una taza de té aún humeante. A los lados de la mesa, había cómodas sillas de cuero negro, adornadas con cojines de terciopelo azul. Unas escaleras de caracol, hechas de madera antigua y robusta, se erguían en una esquina, permitiendo el acceso a los niveles superiores donde se almacenaban libros más antiguos y raros.

Liliane estaba inmersa en la búsqueda de unos hechizos y rituales específicos. Su expresión era de concentración y frustración. Por la noche, cuando trajo a su sobrina a la mansión, le había realizado un examen médico mágico para tener una mejor idea de su estado, el cual reveló que el corazón de la joven había sido sustituido por el de una demoneza. Sabía que esto no solo era una aberración sino también un riesgo mortal. Tras horas de búsqueda, había encontrado algunos rituales que prometían ayudar, pero los detalles eran vagos y llenos de riesgos.

—¡Vamos, por favor! —murmuró mientras leía frenéticamente un viejo tomo con símbolos arcanos gravados en la tapa—. Tiene que haber algo aquí que me ayude a solucionar esto.

Finalmente, Liliane encontró una posible solución en un antiguo texto que mencionaba la necesidad de un hechizo especializado y una intervención quirúrgica mágica para reemplazar el corazón sin poner en riesgo la vida del paciente. Decidida a encontrar la ayuda adecuada, se dispuso a contactar a Antoine Delacour, un medimago altamente cualificado y nieto de su amiga Gabrielle Delacour.

Se dirigió a su oficina personal, donde utilizó un antiguo espejo encantado para comunicarse con Antoine. Después de algunos momentos de espera, la imagen del joven medimago apareció en el espejo. Era un atractivo hombre joven de rasgos finos y bien definidos, de lacio y ligeramente largo cabello rubio platinado y ojos azules penetrantes, que en aquellos momentos mostraba una expresión interrogante.

—Tía Liliane —saludó el rubio platinado, esbozando una sonrisa encantadora—. ¿Qué puedo hacer por ti?

—Antoine, gracias por responder tan rápido. Tengo una situación urgente y muy delicada —dijo la poderosa bruja, con voz tensa—. Es sobre mi sobrina de la que les hablé, Yui Komori. Durante un examen médico mágico, descubrí que su corazón ha sido sustituido por el de una demoneza. Estoy buscando una forma de extraer ese corazón sin poner en riesgo su vida.

Antoine frunció el ceño, su expresión se volvió grave.

—Eso suena serio. ¿Tienes alguna idea de cómo podría haber sucedido?

—No estoy segura —admitió la azabache—. Sin embargo, he encontrado algunos rituales que podrían funcionar, pero son extremadamente peligrosos. Pensé que tal vez tú podrías tener una solución más segura. Sabes que eres uno de los mejores medimagos de la actualidad.

Antoine asintió, su mirada se volvió más suave. —Entiendo. Voy a hacer todo lo posible para ayudarte. ¿Puedes enviarme toda la información que tienes sobre el ritual y el estado actual de la señorita Yui?

—Por supuesto —respondió Liliane—. Te enviaré todo lo que he encontrado. Gracias, Antoine. Esto significa mucho para mí.

—No hay de qué. Hablaremos pronto. Cuídense, tía —dijo el rubio platinado, antes de que el espejo volviera a la normalidad.

Con una sensación de alivio, Liliane se inclinó sobre la mesa y organizó los pergaminos y libros que le enviaría al joven Delacour.

A través de las protecciones mágicas de la mansión, pronto localizó a Yui en una de las salas de estar. Profiriendo un suspiro, la azabache se encaminó hasta allí, a fin de informarle a la ojirrosa sobre la futura visita del joven medimago. No podría decirle nada sobre lo de su corazón, ya que podría poner al tanto al alma oscura de la demoneza que estaba aderida al alma de su sobrina como un parásito. Debía evitar que le infligiera daño.

Mientras se aproximaba a la sala de estar, Liliane ajustó su expresión para mostrar solo calma. Cuando entró en la habitación, Yui estaba profundamente inmersa en su libro. Liliane la observó un momento, sonriendo con afecto.

—Hola, Yui. ¿Ya te sientes más descansada? —preguntó Liliane, avanzando tranquilamente hacia los sofás.

La rubia levantó la vista, sonriendo al ver a su tía. —Hola, tía Liliane. Estoy bien, gracias por preguntar.

—Me alegra, linda. Verás, tengo algunas noticias importantes que compartir contigo. –la ojiesmeralda se sentó en uno de los sofás quedando frente a la joven.

—En unos días, un joven medimago vendrá a la mansión para realizarte algunos exámenes rutinarios. Es una medida preventiva para asegurarnos de que estés en perfecto estado de salud. –le explicó ésta.

—¿Un medimago? ¿Qué es un medimago? –cuestionó la chica.

—Es un mago especializado en medicina mágica —explicó Liliane—. Puede tratar enfermedades, lesiones y problemas por medios mágicos como pociones y hechizos que los médicos normales no pueden, por obvias razones. Te aseguro que es muy competente.

Yui asintió, conforme con la explicación. —Gracias por informarme, tía Liliane.

La única Potter asintió como toda respuesta. —Ya es hora de almorzar. ¿Vienes, Yui? —

—Claro. —La joven Komori se levantó también del sillón donde estaba, colocó el libro donde lo encontró y siguió a Liliane hasta el comedor con paso alegre.

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Fin del Capítulo.