Una de las primeras cosas que nuestros padres les enseñan a los varones, sin importar si es el primogénito o fue el último en nacer, era cazar. Aprender a conseguir sus alimentos para ellos y sus familias, aprender a usar las diferentes técnicas y herramientas para poder cazar desde la liebre más pequeña hasta el bisonte más imponente del bosque, aprender a aprovechar tanto la carne que nos proveía de nutrientes como la piel que nos ofrecía abrigo del frio
Al poco tiempo que aprendí a caminar y a hablar, mi padre me llevaba casi todos los días al bosque para enseñarme sus trucos que él había aprendido en su niñez. Pronto fui conocido en el pueblo como "El niño prodigio", no solo porque lograba aprender sus enseñanzas casi a la primera explicación, sino porque también era capaz de regresar a casa con una presa; no importaba el tamaño, jamás regresé con las manos vacías. Conforme pasaban los años, y debido a la fama que comencé a adquirir en el pueblo, también comenzaron a aumentar el número de jóvenes que se interesaban en mí. Tantas mujeres hermosas que vivían cerca de mi casa, pero ninguna de ellas despertó en mi un interés real; o al menos, el que me indicara que alguna de ellas sería mi futura esposa y madre de mis hijos
Tras recibir otro de los "regalitos" de las jóvenes (En esta ocasión se trataba de una prenda hecha con sus propias manos), decidí relajarme yendo al bosque para tratar de conseguir cualquier presa. El bosque siempre me calmaba los nervios, quizás era por los prados verdes, o el sonido del rio corriendo, o tal vez por las aves que cantaban en las copas de los árboles. Era algo temprano, así que me recosté en las orillas de un lago para descansar un poco. Estaba a punto de caer en un profundo sueño, cuando escuche pisadas cerca mío; a juzgar por el sonido, sabía que se trataba de algún animal de 4 patas, más específicamente, 4 pezuñas. Rápidamente tome mi arco y flecha, de la forma más sigilosa posible, prepare la flecha para solamente disparar
No tuve que esperar mucho, apenas vi como unas sombras se movían entre los arbustos, solté la flecha y esta se disparó rápidamente hacia mi presa. Escuche un quejito, pero no eran los típicos quejidos que aun animal suelta al ser herido, era más como el de un humano cuando es apuñalado. Temía lo peor, que me habría equivocado y herido a alguien del pueblo. Guardé mi arco y flecha y corrí hacia la dirección de la flecha disparada, moví algunos arbustos siguiendo el rastro de sangre. Escuche como un objeto pesado caía, sonó como si estuviera rodando; sin temor a equivocarme, sabía que se había caído en un pequeño agujero usado para la caza de presas medianas. Me acerque hasta la orilla, parpadee varias veces tratando de hacer que lo que estuviera viendo fuera otra cosa; pero no fue así, frente mío estaba una criatura que solo aparecía en las historias que nuestros padres nos contaban
Mitad humano, mitad ciervo. Parecía una especie de fauno, pero este tenía las 4 patas de un ciervo, por lo común, ese tipo de criaturas solo tienen 2. Lo que llamaba su atención no era la parte inferior del cuerpo, sino la superior. A pesar de ser un varón, tenía una complexión delgada, casi parecida al de una mujer, su piel era blanca como la nieve que cubría el bosque en invierno, sus cabellos negros como el ébano, sus ojos verdes como la más hermosa esmeralda, y sus labios rojos como la misma sangre que brotaba de su herida en el hombro
Su mirada expresaba terror absoluto, terror de que terminara lo que había empezado; me acerque a él, sin despegar mi mirada de la suya, tratando de transmitirle confianza. Intento retroceder sin éxito, sujetando su herida, baje al agujero para quedar a su altura; de mi bolsa saque un pañuelo. Tome la flecha y tire de ella con fuerza, provocando que soltara un gemido ahogado; rápidamente la cubrí con el pañuelo y lo amarre con un poco de cuerda que siempre llevaba en caso de necesitarlo. En ningún momento dejo de mirar lo que le hacía -¿Puedes hablar?-
-El que viva en el bosque no quiere decir que sea un salvaje-
-Genial, eres sarcástico. Si no fuera por tus patas, serias un gran gobernador en mi pueblo-
-Para gobernar a tu pueblo, tendría que eliminar a todos sus habitantes para que los nuevos fueran mejores. Nada en este mundo los haría cambiar su forma de ser, de eso me doy cuenta- dijo mientras señalaba la herida, se notaba a leguas que no estaba nada feliz por lo sucedido
-Lamento eso, pero si no quieres que la siguiente flecha aterrice en tu cabeza, no deberías hacer demasiado ruido-
-En eso tienes razón, pero te recomiendo que mires fijamente tú presa. Solo miraste mis patas, de haber mirado un poco más arriba, habrías visto lo que en realidad soy-
-No es como si todos los días vieras a un humano mitad ciervo, creí que solo eran viejas historias de los ancianos-
-Ahora lo son, antes mi especie era casi el número de los tuyos, pero tus antepasados decidieron usar nuestras patas como trofeos. Fue hace tantos años que ni siquiera tus abuelos nos conocieron, ahora tenemos que vivir escondidos, solo salimos en esta época para buscar alimentos o pareja-
-Y... ¿Buscas alguna de las 2?-
-Probablemente ambas. Pero supongo que ahora me llevaras con los tuyos para matarme frente a ellos y mostrarles lo que podría ser el mejor trofeo jamás visto-
-¿No crees que si quería matarte ya lo hubiera hecho? Sería un desperdicio lastimar tal curiosa criatura-
-Querido, eso ya sucedió-. El tono de su voz era sereno, melodioso, como un susurro de viento entre los pinos; saliendo de sus labios parecían un canto de golondrinas, aun con el uso del sarcasmo. No puedo explicar la sensación en mi estómago, no era parecida a alguna otra que haya sentido, era como si... Como si en mi estómago hubiera un gran número de insectos revoloteando
-Lo sé, a modo de compensación, este será nuestro secreto. Si estás de acuerdo, veámonos aquí cada 3 días-
-No logro entender porque desearías volver a verme, pero... Admito que la curiosidad me intriga, si tanto insistes, así será. Ahora, ¿Podrías ayudarme a salir de aquí? A menos que quieras que me quede aquí atrapado-. No pude evitar reír un poco, era tentadora la acción, pero tomé sus manos y lo ayudé a que lograra salir del agujero. Fue ahí cuando note que no solo su parte humana lucia atractiva, sus patas de ciervo eran esbeltas, finas, concordando a la perfección con su otra mitad. Era de un pelaje muy oscuro, casi negro como el de sus cabellos, y las pezuñas tenían un peculiar tono amarillo; en una perspectiva humana, aquellos colores podrían interpretarse como los adornos de oro que las reinas suelen usar en sus cabellos –Mis ojos están arriba, humano-
-Lo siento. Y, por cierto, soy Thor-
-¿Así que eres el famoso cazador Thor? Dios, me siento tan honrado de conocer a la persona cuyo nombre resuena en este bosque todos los días-
-El honor seria mío, por poder ver con mis ojos tal belleza de la naturaleza- dije al mismo tiempo que besaba su mano, pude ver que esta acción le provoco un ligero estremecimiento y un sonrojo en sus mejillas
-Sí que eres diferente a los tuyos-
Los días pasaron en un abrir y cerrar de ojos, tal y como se lo prometí, cada 3 días nos veíamos en el mismo punto del bosque; siempre llevándole un regalo, ya fuera algún platillo, fragancias e incluso algo de joyería. No entendía como aquella criatura lograba sorprenderme con cada visita que nos hacíamos, siempre lucia impecable, combinando perfectamente los adornos que le había regalado. Entre el pueblo correa el rumor de una posible joven cortejada por mí, tal vez alguien me había visto llevar los regalos, pero siempre evadía el tema con los demás. Era interesante poder descubrir un poco más acerca de su raza, no solo eso, sino que me había confiado que no solo eran ellos; sino otro tipo de criaturas mitológicas las que vivían en el mismo mundo que nosotros, pero dispersos en varias partes del mundo
Un día todo fue diferente, llegue al punto de encuentro, pero él no estaba allí; me pareció muy extraño, él siempre era puntual. Comencé a preocuparme, pensando que quizás algún otro cazador había ido en los 3 días que yo no visitaba el bosque, lo había encontrado y lo persiguió hasta darle caza; seguramente ahora se encontraría en su salón siendo separado el cuerpo de su cabeza. Sacudí mi cabeza para alejar esos pensamientos, de pronto, pensé en ir a todos esos lugares que él me había comentado que solía visitar. Primero fui a una parte del bosque donde abundaban arbustos llenos de moras, fresas y otros frutos que Loki solía recolectar para comer durante varios días, no estaba allí; tampoco estaba en los panales, de donde obtenía la miel. Solo quedaba un lugar, la cascada de donde él podía tomar el agua más pura, me dirigí hacia el lugar y, en efecto, había una persona allí
Sobre una de las rocas de la orilla pude ver unas largas piernas blancas, las cuales se movían constantemente, pero no podía ver el resto del cuerpo gracias a los arbustos que había. Me acerque sigilosamente, no podía creer a lo que mis ojos veían, era Loki, pero sus patas de ciervo habían cambiado por aquellas lindas piernas. Pero no solo eso, sino que se encontraba recostado sobre la roca, acariciando su miembro ahora humano; al mismo tiempo que soltaba un sinfín de jadeos. Su rostro lucía levemente colorado, su pecho subía y bajaba al compás de su respiración entrecortada, en su vientre había rastro de que su semilla se derramo sobre su piel varias veces, y su cabeza se echaba hacia atrás con cada espasmo que recorría su cuerpo antes de volver a correrse en su mano
-T-Thor...-. Me quedé en shock al escuchar la forma en que mi nombre salía de sus labios, antes de lamerlos; de pronto sentí que mis pantalones comenzaban a incomodar. Mientras Loki trataba de recuperar el aliento, salí de mi escondite, caminando hasta el -¡Thor!- grito completamente apenado mientras trataba de cubrirse, retrocediendo torpemente hasta que su espalda chocó contra la cascada. Agacho la mirada, pero yo me hinque hasta su altura y levante su mentón para que pudiera verlo a los ojos, sus pupilas estaban dilatadas y llorosos por el placer. Vi que trato de decir algo, pero se lo impedí al chocar mis labios contra los suyos, sujeté sus manos y su cintura para evitar que tratara de alejarse; aunque no fue tan necesario hacer eso, a los pocos segundos, abrió sus labios permitiéndome que nuestras lenguas jugaran entre si
Comencé a mordisquear su blanco cuello, era una ventaja el color de su piel, me permitía dejarle la mayor cantidad de marcas posibles. Ese sería el mayor trofeo que podría tener. Me acomode en el espacio que hizo entre sus piernas mientras el desabrochaba mi pantalón, estaba igual de ansioso que yo, masajeo mi miembro hasta que estaba completamente duro. Lo acomode en su entrada, ya estaba bastante mojado, comencé a penetrarlo; hacerlo era como estar en el paraíso, la estrechez de su interior era tanta que por un momento creí que me arrancaría el pene. Me quede quieto por algunos segundos, esperando a que se acostumbrara
No tardó mucho en mover sus caderas, señal de que ya podía moverme, comencé lento, tortuoso, quería que me sintiera por completo –M-Más... M-Mas rápido-. Escucharlo rogar me hizo perder la poca cordura que me quedaba, obedecí sus órdenes y golpeé varias veces sus glúteos con mis manos al mismo tiempo que lo penetraba cada vez más rápido. Adoraba el color carmín que estos tomaron, y los gritos de placer que soltó debido a ello, toque su punto más sensible una y otra vez, mi nombre resonaba en el bosque por una persona, una persona cuya voz se encargaba de volverme loco
Cuando se corrió entre nuestros vientres, sus paredes se estrecharon aún más, tanto que me hicieron liberar mi semilla dentro suyo. Mis brazos perdieron fuerzas, y caí sobre su cuerpo, tratando de recuperar el aliento; sus labios rojos e hinchados por los besos estaban separados levemente tomando cualquier bocanada de aire posible. No pude resistirme y volví a besarlos, esta vez, lentamente, sin ningún rastro de pasión en ellos, solo un cariño inmenso
-¿C-Como es que tienes piernas de humano?-. Fue lo único que atine a preguntar una vez que mi voz volvió a mi garganta
-N-No solo soy una criatura mitológica... M-Mi especie y otras tantas podemos cambiar nuestra apariencia. M-Mi verdadera apariencia son solo 2 patas de ciervo, p-pero eso me hacía más lento a la hora de correr-
-Siéndote sincero, me gustas en cualquiera de tus formas, pero en esta me das la facilidad de poder hacerte el amor-
-Uno creería que te gustaría vivir conmigo para hacerlo cuando te plazca-. La forma en que lo dijo, con esa sonrisa de lado, hizo que volviera a ponerme duro; ambos sabíamos que esto iba para largo
-Eso es justamente lo que deseo, cielo-
