Disclaimer: Bnha no me pertenece.
Advertencias: Tomen en serio la clasificación M+, por favor.
Más vale diablo conocido
"Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta"
—El Cuervo, Edgar A. Poe
La desaparición de Dynamight había marcado un antes y un después en la vida de muchos.
Un día, Katsuki Bakugo, su compañero en la academia y a quién consideraba algo así como un amigo —esperaba que él le tuviera la misma estima aunque no lo expresara siempre— , simplemente no había ido a trabajar. Un día de vacaciones o dos se los tomaba cualquiera, pero Katsuki, que había instalado una agencia junto a Kirishima y Sero, no había informado nada sobre su inasistencia para la jornada laboral.
Los noticieros apostaron por crear rumores. Una noche de fiesta que había terminado lo suficientemente mal como para no ir a trabajar, un viaje al extranjero sin notificar a sus socios, incluso la poca disposición para ir a trabajar. Katsuki había demostrado un par de veces su humor huraño y fácil de detonar ante los periodistas, pero todos sus compañeros lo sabían. Katsuki no dejaba el trabajo, no renunciaba ni abandonaba. Mucho menos dejando sus responsabilidades de lado de una manera tan frívola.
Tres días después, las alarmas se habían activado y lo que normalmente eran patrullajes por rutina, donde podían gozar de uno que otro descanso ante el poco flujo de actividad criminal; se había convertido en la búsqueda implacable de uno de los heroes más famosos de su generación.
Los mejores rastreadores de la ciudad se habían puesto en marcha, pinchando dispositivos o IPs que pertenecían a Katsuki. Nadie hacía daño o se llevaba a ese hombre sin que antes se armara un escándalo. Lo que fuera que pasara con él, probablemente había sido propiciado por una sustancia tranquilizante o algo parecido. Ni siquiera su traje había sido posible de localizar, aún cuando él había insistido en mantenerlo en el suyo y los de su agencia en casos de emergencia.
Ochako sentía una opresión en el pecho que a penas le permitía respirar. Habían sido pocas las veces que se habían reunido todos a la vez, demasiado ocupados con el trabajo o sus proyectos personales. Aún así, la última vez que lo vio, habían compartido una conversación bastante reveladora.
De pie en el techo de un edificio, en una noche con una brisa fresca, habían decidido detener sus patrullajes para descansar. Que sus caminos se hayan cruzado era una casualidad enorme, y había sido la excusa perfecta para sentarse y observar el cielo. Katsuki habría dicho que su forma de verlo rayaba en la cursilería y que él sabía perfectamente lo que hacía ahí, que ella se le había cruzado.
No sintió deseos de reír aunque, en ese momento, lo había hecho.
Finalmente, Katsuki la había invitado a beber algo cuando estuvieran desocupados.
Y se había sentido... Diferente.
Cuando se enteró de su desaparición, tuvo que dejar todo lo que estaba haciendo para salir y participar en su búsqueda. No solo estaba ese momento en su cabeza, también las otras cosas que había pasado. Probablemente Katsuki diría que el secuestro que había sufrido durante su época en la academia, era un tema que no causaba estragos él. Pero para Ochako no era igual. Perder a su compañero de manera tan imprevista, prácticamente en sus caras y depender de los demás para salvarlo, sí que la había afectado a ella.
No pudo salvar a Katsuki en su momento, no pudo salvar a Himiko cuando tuvo la oportunidad, ni a los héroes caídos durante la guerra.
Tenía que hacer algo, lo que fuera, y llevarlo de regreso.
Eso había sido lo que pensó cuando volvió a ponerse su ropa de trabajo y salió a la ciudad. La oscuridad la había recibido y la brisa helada le habría calado los huesos de no ser por las particularidades y beneficios que ahora tenía su traje.
—Uravity.
Sin dudarlo ni un segundo, respondió al comunicador. Podía percibir el mismo tono de preocupación que había oído en los demás.
—Deku-kun... —No pudo evitar sentirse conmovida y tuvo que tomar un respiro antes de dejar su alma en sus lágrimas.
—Quise salir a ayudar... Sé que todos están haciendo todo lo posible para encontrar a Bakugo, pero quedarme de brazos cruzados no hubiera sido lo correcto —El comunicador sonó por la interferencia un segundo, al mismo tiempo en que Izuku guardaba silencio—. ¿Dónde estás, Uraraka-san?
—Decidí regresar al área de su departamento. Sé que Iida-kun y los demás se repartieron hacia el norte y el oeste. Hawks está cubriendo el este con su agencia.
—¿Y al sur?
—Probablemente esté la agencia de Dynamight.
—Te daré apoyo, entonces. Cubriré el área residencial que está a unos kilómetros de tu zona.
—Entendido.
Un nuevo momento de silencio apareció, pero el leve sonido le hizo saber que Izuku aún no cortaba la comunicación.
—Gracias por tu trabajo, Uravity.
—Gracias a ti, Deku.
Él cortó la línea y Ochako volvió a encontrarse con el dilema de respirar. Cerró los ojos, mirando las estrellas. No era tiempo de tomar un descanso, debía seguir buscando a Katsuki a toda costa. Incluso Izuku se había lanzado a las calles, intentando aportar a pesar de su trabajo en la academia.
Volvió a enderezarse y siguió su camino, rodeando el perímetro del hogar de Katsuki.
Pasaron horas hasta que sintió que estaba perdiendo el tiempo. Sus compañeros se habían comunicado para temas puntuales o consultar avances cerca de la dirección de Katsuki, pero cada una de las veces había tenido que decir que no. Un fuerte dolor en el estómago la hizo detenerse y soltar un quejido. Llevaba horas sin comer. Nadie iba a culparla si pasaba por la tienda veinticuatro horas y compraba un snack.
El ambiente tibio de la tienda la recibió cuando cruzó las puertas, después de aterrizar justo en frente. Se preguntó si debía tomarse su tiempo y comprar algo que mantuviera su estómago por un rato, como un ramen instantáneo, o si una barra de cereal era una mejor opción. Por mucho que se muriera por probar el ramen y de solo imaginarlo le produjera satisfacción, dejó dos barras en la encimera para que el chico de la tienda los escaneara.
—Lo paga la tienda, señorita Uravity.
Ella lo miró, escéptica. Él, por el contrario, lucía una enorme y reconfortante sonrisa. Con el tiempo, sabías cuándo había un ciudadano o un fan haciendo un gesto amable.
—Espero que encuentren a Dynamight pronto.
—Te lo agradezco. Cuando tenga algo de tiempo te lo pagaré. ¿Cuál es tu nombre? —preguntó, tomando ambas barras. De inmediato comenzó a abrir el envoltorio de una.
Presionó el botón de su casco, desactivándolo y dejando solo el dispositivo de sonido y protección.
—Takeda, señorita Uravity —respondió con un leve sonrojo.
—Una vez más, gracias Takeda. Eres un gran chico —Sonrió.
Tras darle una pequeña reverencia, Ochako salió de la tienda, al mismo tiempo en que le daba un mordisco a la barra. Un gemido se escapó de sus labios cuando la puerta se cerró tras ella y la comida deleitaba a su ser. No recordaba que fueran tan buenas.
Comenzó a caminar hacia la derecha, sus botas sonando cuando chocaban con el concreto. Estaba dándole el último mordisco a la barra y pensando en comunicarse con Izuku para darle la otra, cuando un destello de luz llamó su atención desde el callejón a su derecha. Se giró, intentando enfocar la vista.
Terminó de masticar mientras activaba su casco nuevamente, y apretó un botón que le permitió detectar la presencia de una figura en el interior. Era grande, y se movía levemente, moviendo al mismo tiempo el aura roja y amarilla.
—Disculpe —Habló, lo suficientemente alto como para que la escuchara. Notó un movimiento más brusco y comenzó a adentrarse en el callejón—. Soy Uravity, si necesita ayuda estoy aquí para usted. Es una noche helada, puedo llevarle a un lugar de refugio.
Desactivó el detector de temperatura y siguió con paso seguro. Pudo reconocer una gran tela roja envolviendo su cuerpo, como una capa. A simple vista, le recordó mucho a la capa que usaba uno de los heroes de la Academia Shiketsu.
—No está muy lejos de aquí. Recibirá comida y un lugar donde dormir.
Estaba a solo unos metros cuando la figura volvió a removerse y, por debajo del cuello de piel que estaba usando para cubrir su cabeza, sus ojos la observaron fijamente.
Se puso frente a él y se inclinó levemente. No pudo diferenciar del todo los rasgos que tenía, la capa que lo cubría estaba haciendo un gran trabajo.
Le dedicó una sonrisa, intentando crear confianza.
—Tú...
—¿Disculpe? —preguntó.
—Tú... ¡Tú!
La figura se abalanzó sobre ella con violencia, dejando atrás la capa y descubriendo su cabello y rostro. Aunque Ochako estaba demasiado ocupada tomando su muñeca y redirigiendo su cuerpo como para tomarle importancia a su aspecto. Lo empujó contra el otro lado del callejón, frunciendo el ceño y manteniendo la fuerza tanto como podía para que no se escapara.
¡Había estado cerca! Sus reflejos eran dignos de admirar después de muchos años, pero pocas veces había sentido el peligro tan cerca de ella. No había sido la primera vez que pasaba por eso, pero la mayoría ni en sueños habría alcanzado a tocarla.
Esa vez fue diferente. Sintió su piel rozarla antes de que lo empotrara contra el ladrillo.
—¡Maldita perra!
Ochako reaccionó de inmediato y lo miró. El cabello rubio le caía en los ojos de manera salvaje, sus iris estaban llenos de ira y promesas de atentar contra su bienestar. Aún así, su perfil era imposible de confundir. Katsuki estaba en un callejón, cubierto por una capa y había intentado un truco tan burdo para atacarla.
—K-katsu-.
Sus manos aflojaron de manera inconsciente, antes de que su mente pudiera atar los hilos y concluir que Katsuki jamás se habría lanzado sobre ella con intenciones de lastimarla, y menos la habría llamado perra. Claro que no, había dejado ese insulto hace años. No se atrevería a repetirlo en contra de sus compañeras.
Fue demasiado tarde, de todas formas. Cerró los ojos con fuerza cuando sintió el movimiento brusco y su espalda impactar contra la pared. Sintió que la respiración se le iba y después las ganas de vomitar la triste barra que había consumido tras largas horas de patrullaje.
Gritó, sintiendo una de sus manos empujarla contra la pared y la otra en su cuello. No había nada más que fuerza bruta. Ni técnica, ni el agarre preciso de Katsuki, que sabía a la perfección apresar a alguien sin la necesidad de causar daño.
—¿Qué carajos me hiciste? —Gruñó cerca de su cara. Podía sentir su respiración agitada. Cuando apretó su cuello, Ochako se obligó a abrir los ojos— Dijiste que podías hacer lo que te pedí. ¡Esto no era parte del trato!
—No sé de qué hablas... —Sus ojos rojos la miraban con una furia imparable, tenía un maquillaje negro alrededor de ellos que los hacía más profundos. Pero era descuidado e inconsistente, lo que le daba un semblante rudo y salvaje.
Ese hombre se veía igual que Katsuki, pero en él no había ninguna señal del Katsuki que ella conocía.
—Katsuki... —Intentó tocar el suelo con sus botas, pero a duras penas lo consiguió.
—Rey Katsuki, para ti, maldita bruja —gruñó.
—Si, si, claro —Asintió a penas—. Rey Katsuki, se está confundiendo de persona —Volvió a quejarse cuando él, insatisfecho con su respuesta, hizo presión—. No soy quién usted cree. Si se toma un momento... Solo un momento, verá que no soy esa persona.
Con aspecto desconfiado, él entrecerró los ojos. Observó su rostro y luego movió la nariz, olfateando de manera muy extraña. Ochako lo sintió acercarse a ella a tan solo centímetros y olerla.
No pudo evitar sonrojarse mientras apartaba el rostro tanto como podía debido a su mano. ¿Qué demonios estaba haciendo? Le había dicho que observara, no que la oliera como si fuera un perro. De cualquier forma, eso pareció convencerlo de que había sido un error porque soltó el agarre en su cuello y le permitió tocar el suelo. Lo miró de reojo, notando cómo la miraba de arriba a abajo.
Estaba a punto de abrir la boca y refregarle en la cara que había sido un idiota y que se había equivocado rotundamente, cuando él tomó su muñeca y la estrelló nuevamente contra la pared.
—¡¿Qué diablos haces?!
Intentó zafarse, pero él soltó un gruñido y le tomó el cabello por la nuca, mandando a volar de una manera muy dolorosa sus cascos. El ruido sordo del material dando contra el suelo le provocó un dolor de estómago tremendo, causado por el terror y la ansiedad. ¡Le habían costado sueldos y Mei siempre pedía un extra por los materiales!
—No está.
—¡¿Qué no está, imbécil?! —Intentó girar un poco la cabeza para verlo, pero él la regresó a su lugar, con la espalda contra la pared del callejón.
—La marca no está. No eres ella —Frunció el ceño.
—No sé de quién hablas, ¡pero no!
—Pero luces igual. ¿Estás intentando engañarme? ¿Es otro de tus trucos, loca de mierda? —Exclamó.
Ochako lo miró como si hubiera perdido la cabeza, y se movió con brusquedad con el fin de recoger sus cascos. Él se puso a la defensiva y ella se detuvo.
—Solo quiero recoger mi equipo, el que tiraste como un animal.
Seguro no era sensato hablarle con ese tono o directamente gritarle, como lo había hecho antes. Había demostrado no tener ningún remordimiento con hacerle daño, pero al menos ya no tenía las manos sobre ella y había puesto distancia.
Él chasqueó la lengua y ella, demasiado ofuscada, lo tomó como una señal de que no importaba. Recogió sus cascos con rabia, observando los rasguños y el descontrolado tintineo de la luz del comunicador. No podía considerarlo como un gasto de su empresa, ni tampoco lo tendría reparado pronto si es que se había roto. ¿Qué demonios iba a hacer ahora? Si no funcionaba, estaría incomunicada de sus compañeros por lo que restaba de noche. O al menos hasta que pudiera recoger sus cosas y su teléfono.
Volvió a mirarlo.
Estaban buscando a Katsuki Bakugo. Ella había encontrado a alguien que lucía igual que él, pero que carecía de la actitud más serena que había forjado con los años. ¿Acaso estaba viendo el producto de un nuevo y peligroso quirk?
¿Estaba buscando al villano que le había hecho eso?
—Katsuki-.
—Rey —recalcó.
Ochako apretó la mandíbula.
—Rey —masculló— Katsuki. ¿Quién te hizo esto?
Él la miró como si fuera el ser más estúpido de la Tierra.
—Tú. O alguien que se ve igual que tú. Una bruja —La sola mención de ella pareció traer malos recuerdos, porque comenzó a quejarse abiertamente sobre que lo había engañado para ayudar a un tal idiota—. Pero tú no tienes la marca del aquelarre ni tampoco su aroma. Y ella tampoco se habría atrevido a insultarme —Entrecerró los ojos.
Ah sí, lo había llamado imbécil. Fue una expresión de su alma, porque ni siquiera recordaba haberlo filtrado en su cabeza. Simplemente lo pronunció, preocupada por su equipo y el precio del mismo.
Repasó sus palabras en su cabeza. Una bruja. Y parecía muy convencido de lo que decía.
—¿Rey, de dónde eres?
—¿Acaso importa? —gruñó.
—Quizás pueda llevarte de regreso —dijo, intentando sacarle información. Si se olvidaba de sus cascos, tal vez podía seguir su trabajo y averiguar algo.
—Del bosque del dragón. De mi bosque —respondió.
—¿Cuál era el trato que tenías con la bruja?
Ochako intentó ignorar el sentimiento de que era una tonta por estar siguiéndole el juego.
—¡Esa perra! —Exclamó— Tenía un solo trabajo. Iba a rastrear a Izuku para que pudiera matarlo con mis propias manos. ¡Se atrevió a engañarme, incluso cuando amenacé a todo su aquelarre y al idiota del príncipe!
Por tercera vez en esa larga noche, Ochako se vio incapaz de respirar. Ni siquiera pudo moverse. ¿Estaba delirando? ¿Qué demonios era esa historia de príncipes, brujas y del asesinato de Deku? De solo pensarlo la angustia se la carcomía. Si había reaccionado así con ella, no quería ni pensar en lo que haría si Deku se plantaba frente a él.
Tenía que evitarlo. Tenía que comunicarse con alguien y pedir refuerzos, pero Deku no podía aparecerse. Si una sola persona que se enterara compartiera la información, él no iba a dudar en ir a buscar a Katsuki.
—Oye.
Ochako se sobresaltó cuando él tocó su hombro.
—¿Dime dónde puedo cazar un jabalí?
Los colores se le fueron del rostro.
—P-puedo darte algo mejor que un jabalí si me acompañas.
Él sonrió.
—¿No intentarás engañarme también, verdad?
—Lo prometo. Y si no es mejor que un jabalí... Entonces... Entonces-.
—Te cortaré la lengua.
Una gran amenaza. Pudo sentir el terror por medio de todos sus sentidos y la sonrisa escalofriante que le dedicó la hizo estremecerse. ¿Cómo carajo iba a saber qué era mejor que un jabalí? ¡Jamás se le hubiera ocurrido probar uno!
El rey Katsuki, como había insistido en que lo llamara, no solo tenía la apariencia de un bárbaro. También tenía los modales de uno. Había dispuesto servicios para él, sin embargo se había frustrado más que rápido por no poder usarlos bien y ella temió que los usara como un arma, así que sugirió que usara las manos en un arranque de desesperación.
Eso sin dudas lo había complacido. Y el ramen pronto se había quedado casi sin fideos.
—Puede... Beberlo —Hizo el gesto con las manos, dudando un segundo. Él intentó imitarlo, y la miró para tener su aprobación cuando tomó el frasco y lo levantó—. Sí, adelante.
En un arranque de desesperación similar, Ochako lo había llevado a su casa tras pedirle que esperara en el callejón. Tuvo que dejar como rehén sus cascos, con tal de que le permitiera irse. Su molestia volvió a exteriorizarse como un ceño fruncido, pero intentó disimularlo cuando él la miró.
A la luz de su salón, se dio cuenta de que él era algo digno de admirar. Era como si Katsuki de pronto hubiera decidido ponerse un disfraz, un disfraz que consistía solo en pantalones y una capa.
Su cabeza, a pesar de saber que no era el Katsuki que ella conocía y de no haber estado tan ocupada mandando señales de alerta constantemente, pudo haber tenido la decencia de avergonzarse. En cualquier caso, era una mujer grande, eso no podía ser un tema de gran relevancia...
—¿Cómo sabes mi nombre?
Ella se quedó mirándolo, un poco sorprendida.
—Por el mismo motivo que me confundió. Conozco a alguien, él se ve igual que usted... Sus formas de actuar, sin embargo, son muy diferentes.
Él terminó de beberse lo que quedaba de ramen y se puso de pie de manera torpe, golpeando con sus botas la pata de la mesa.
—Lo mismo digo. Lo único parecido es su cara. Tú cumpliste con tu palabra, me diste algo mejor que un jabalí. Ahora dame más.
Agradeció a la Ochako del pasado por pensar en grande y llevar más de un ramen instantáneo.
—Me tomará cinco minutos —Se puso de pie, siendo seguida por su mirada.
—¿Cuánto es eso?
Ochako suspiró. Tenía que hacer algo con él, y rápido. La gran pregunta era cómo hacía que dejara de estar pendiente de ella de esa manera tan retorcida, como si estuviera esperando cualquier excusa para arrancarle la cabeza. Sentía que él estaba alerta incluso cuando no la estaba mirando, aunque bien podía ser debido a su miedo. Quizás estaba paranoica. ¿Pero quién no estaría paranoico con un hombre así alrededor? Todavía le dolía la espalda.
—No tardo.
—¿Dónde está tu aquelarre? —preguntó con brusquedad.
Le tomó un tiempo darse cuenta de ese otro detalle, pero la voz de ese Katsuki era mucho más ronca que la del original —en su mente parecía un buen apodo para diferenciarlo—, arrastraba las palabras con un acento difícil de descifrar.
—¿Te refieres a familia?
Él gruñó.
—Sí, supongo. La bruja tenía un aquelarre, siempre estaba con ellas, fue muy complicado atraparla.
Por la forma en que lo decía, Ochako sintió alivio de que la otra pudiera librarse de ese bruto. Seguro había estado tan o más asustada que ella.
—Vivo sola —Respondió. En cuanto lo dijo se dio cuenta de que era un error, así que se asomó por la puerta, encontrándolo de pie en el mismo lugar, con una ceja enarcada mientras miraba en su dirección—. Lo que no significa que tenga derecho a tratarme como lo hizo. Este no es su territorio, Rey Katsuki. Este es mi reino, y mientras esté aquí, si intenta hacerme daño de nuevo, pagará las consecuencias.
Eso era hablar en sus términos, así que probablemente lo tomaría menos como un insulto a su persona. Solo debía mantener su fachada firme, no demostrar que le daba terror que se enfadara y se abalanzara sobre ella.
Notó cómo movía la nariz levemente, y luego una enorme sonrisa se instaló en su rostro. Sus colmillos, más puntiagudos de lo normal, le parecieron una fantasía horrorosa. No era algo fuera de lo común, considerando la dentadura impresionante de Kirishima, pero Katsuki original no tenía los colmillos tan largos.
—Entiendo.
Hizo un gesto con la mano para que siguiera con lo suyo, y ella decidió obedecer, dirigiéndole una mirada de sospecha antes de perderse en la cocina. Puso de nuevo el agua caliente y no tardó nada, ya que el tiempo desde que le hizo el primer ramen hasta aue le pidió otro habían sido, con suerte, un par de minutos. Cuando terminó, se dio cuenta de que había un gran silencio.
Al salir y dejar el ramen en la mesa, se permitió prestarle más atención. Se había acercado al mueble de la sala y solo podía ver su espalda, ahora completamente descubierta. La enorme capa que llevaba a los hombros había caído como una mancha sobre su sofá viejo.
—¿Por qué demonios no me dijiste que lo conocías? —dijo con tono peligroso.
—¿De quién hablas? —Decidió, sabiamente, mantener la distancia entre ellos y quedarse donde estaba, como un hamster asustado.
—Izuku —Escupió, volteándose y mostrándole el cuadro que tenía la foto de la clase. La mirada enfadada que le dio mientras se volteaba y acercaba, la hizo reaccionar.
—¡No era necesario! Así como no soy la misma bruja que conoces, él tampoco es el mismo Izuku —Intentó explicar.
—No me interesa... Si puedo matar a cada cucaracha con su cara, lo haré. Ahora dime en dónde encontrarlo —Se acercó a su rostro, golpeando el cuadro con violencia en su mesa.
Ochako se dio cuenta de que no serviría de nada. Tal vez simplemente debía llevarle a Deku, quién se daría cuenta de manera rápida que ése hombre no era Katsuki y que sus años de formación como héroe iban a doblegarlo sin problemas. Ella misma pudo hacerlo, pero tenía una manera salvaje de hacer uso de su fuerza. Un mínimo descuido, como había ocurrido antes, y ella probablemente terminaría con algo roto.
—¡Responde!
—¡No lo sé! Llevo semanas sin verlo —Respondió—. No sé dónde vive.
—Mientes —gruñó, acercando su mano a ella.
Su corazón se detuvo, recordando cómo la había tomado del cuello. Antes de poder procesarlo, estaba tomando su muñeca para detenerlo aunque fuera por un momento.
—Es la verdad. Y dijiste que entendías que estando aquí debías acatar lo que te pidiera.
Él comenzó a reír, de una manera burlona y escandalosa. La hizo sentir como si fuera un pequeño insecto y él estuviera disponiéndose a pisarla.
—Puedo largarme de aquí y ya.
—No es cierto —dijo con tono prepotente—. Te diste cuenta de que este lugar es diferente a tu bosque. El clima es muy húmedo en este momento y no vas a poder cazar jabalí para alimentarte, porque no hay. No solo eso, te vas a perder por la ciudad y, con tu manera de actuar, solo vas a ocasionar que todos intenten correr de ti. Yo te estoy ofreciendo un lugar a cambio de que mantengas la paz en mi ciudad.
—Porque tú eres la reina...
—Sí, cada día salgo a proteger y mantener el orden en la ciudad. No voy a permitir que atentes contra eso.
—¿Y el rey? —preguntó.
—No hay rey.
El rey Katsuki volvió a sonreír, como si tuviera información importante a la que ella jamás iba a poder acceder.
—Debes ser muy fuerte para mantener un reino sola... Pero no lo parece, por cómo te acorralé sin problemas.
El enojo se apoderó de ella. Dios, si tan solo pudiera, lo habría ahorcado. Era un imbécil.
—Dudé porque te ves igual que Katsuki. No volverá a ocurrir —murmuró, apartando del todo la mano del hombre e indicando la mesa—. Está servido. Se le va a enfriar, rey Katsuki —Lo miró con desprecio.
Él se limitó a seguir sonriendo y después se volteó para ir a tomar asiento.
—Tiene sabor a gallina...
Ochako tomó asiento también, intentando ignorarlo. Tomó su teléfono, pensando en si debía movilizar a todo el mundo para que alguien más lidiara con ese problema, o si lo más sensato sería, finalmente, mantenerlo en secreto. Volvió a observarlo, sintiéndose perturbada de una manera tan profunda que, por unos segundos, todo lo que hizo fue jugar a las siete diferencias con el aspecto de ese hombre. Si ella no conociera a Katsuki, y si él no hubiera desaparecido sin dejar rastro, se le habría ocurrido que era un gemelo malvado que había llegado —o que estaba perdiendo la cabeza después de años de golpes o sucesos traumáticos.
Al menos el rey lo mantenía. Si era una versión oscura de Katsuki, quién fuera que hizo eso había sabido mantener la esencia de su actitud recurrente de cuando eran más jóvenes. Su intento de nombre de héroe había sido muy difícil de ignorar.
Estaba abriendo la mensajería con Eijirou cuando cayó en cuenta de que esa noche se le iba a hacer imposible dormir.
Un pestañeo bastaba para que ese hombre, que había demostrado un instinto asesino al mencionar a Izuku, decidiera que ella era una completa mentirosa y la asesinara mientras estaba en su quinto sueño. De inmediato se arrepintió de prestar atención al callejón, ¡pero si no lo encontraba ella, probablemente no lo haría nadie! Se había adueñado de esa zona en un intento de prestar ayuda a Katsuki si, por algún motivo, regresaba a casa.
Ella no pudo saber que iba a encontrarse a su maldito doppelgänger.
