Cap 4

–Akane, por favor, ¿me podrías ayudar con algo? –preguntó Kasumi con amabilidad.

–¡Claro! ¿Qué necesitas? –respondió Akane, mientras abrazaba a P-chan.

—¿Podrías llevar esta ropa limpia a la habitación de Ranma y tío Genma? —dijo Kasumi con su habitual calma, entregándole las prendas cuidadosamente dobladas—. Lo haría yo misma, pero estoy un poco atrasada con mis maletas para el viaje.

—¡Por supuesto Kasumi! —respondió Akane con una sonrisa, tomando el montón de ropa y colocando a P-chan encima para llevarlo todo junto.

Al llegar a la habitación, Akane se sentó en el suelo, apoyada sobre sus piernas frente a la cómoda. Colocó la ropa a un lado y a P-chan en el otro, mientras comenzaba a organizar las prendas en los cajones correspondientes. No era la primera vez que hacía esa tarea, por lo que sabía exactamente dónde iba cada cosa. Conforme iba ordenando, algo le llamó la atención: la esquina de un cuaderno asomaba tímidamente entre las ropas de Ranma. Le pareció extraño, ya que esa área de la cómoda siempre había estado destinada a la ropa, sin ningún objeto más.

"Qué desordenado es", pensó con una mezcla de reproche y resignación. Seguramente Ranma había dejado allí uno de sus cuadernos de clase por accidente. Sin más, lo tomó con la intención de reubicarlo en su lugar correcto. Sin embargo, en cuanto tuvo el "cuaderno" entre sus manos, se dio cuenta de inmediato de su error. La portada, tan sugerente como explícita, la dejó sin palabras. No era un cuaderno ni una revista común... era algo completamente inapropiado.

El color subió rápidamente a sus mejillas, al igual que a las de P-chan, quien también observaba la escena desde su posición. Akane, por otro lado, sintió una furia creciente que comenzó a envolverla como un aura amenazante, cada segundo intensificándose más. El pobre cerdito, consciente del peligro, salió disparado de allí, asustado por la energía colérica que emanaba de su dueña.

Akane miró nuevamente la revista en sus manos, incapaz de creer lo que veía.

Pero la furia de Akane comenzó a disminuir lentamente a medida que sus ojos recorrían los títulos en la portada. Uno en particular captó su atención: ¡Aprende cómo estimularla con estos consejos! La curiosidad, poco a poco, empezó a desplazar su enojo. Con cautela, hojeó hasta el artículo mencionado. Al llegar a la página, lo primero que vio fue una imagen que le provocó una mezcla de incomodidad y sorpresa: una mujer rubia, de ojos verdes, completamente desnuda, con una piel bronceada y exageradamente maquillada. Tenía los pechos enormes y las piernas abiertas, con los dedos de su mano insertados en… en su interior.

Dios mío..., pensó con una mueca de desagrado y asombro. Ahora entiendo por qué Ranma siempre dice que soy fea… si estas mujeres son lo que él considera bonitas... Su enojo se mezcló con un sentimiento de inseguridad. Nunca podría competir con algo así. Dudaba incluso que cualquiera de sus otras prometidas pudiera estar a la altura.

Intentando distraerse de la imagen, bajó la vista al artículo y, antes de darse cuenta, empezó a leer por curiosidad. Sin embargo, su lectura fue abruptamente interrumpida cuando la puerta de la habitación se abrió de golpe. Ranma, empapado y apenas cubierto por una pequeña toalla, entró corriendo, su expresión de pánico lo decía todo.

Se quedaron congelados en un incómodo silencio. Akane, aún sentada en el suelo, sostenía la revista con la página del artículo a la vista, evitando deliberadamente la imagen en la página opuesta.

—¡¿POR QUÉ TE METES EN MIS COSAS?! —gritó finalmente Ranma, su furia estallando después de unos segundos de tenso silencio. Sus ojos, normalmente vivaces, estaban llenos de frustración, mientras su pecho subía y bajaba con rapidez por la agitación.

Akane lo miró con una mezcla de enojo y decepción. Apretando la revista con fuerza entre sus manos, su rostro enrojecía de indignación.

—¡¿METERME EN TUS COSAS?! —espetó, su voz cargada de furia contenida—. ¡YO SOLO VINE A DEJAR TU ROPA LIMPIA! —continuó, su tono subiendo de intensidad a medida que el enojo comenzaba a tomar el control.

Ranma la miraba con la mandíbula apretada, sus puños al costado de su cuerpo tratando de mantener la toalla en su lugar, mientras pequeñas gotas de agua caían de su cabello aún húmedo. Dio un paso adelante, intentando mantener la calma, aunque su rostro reflejaba desesperación.

—¡DAME ESO AHORA! —exigió, su mirada fija en la revista que Akane sostenía con manos temblorosas. La vergüenza comenzaba a arder en su interior. Sabía exactamente lo que ella había visto.

Akane levantó la revista frente a su rostro, sin soltarla. Sus ojos, antes llenos de rabia, ahora destellaban con una mezcla de furia y algo más: una punzada de dolor.

—¡¿POR QUÉ?! —gritó, sus labios temblando—. ¿ACASO QUIERES OCULTAR QUE TE GUSTA MIRAR REVISTAS DE ADULTOS? ¡CREO QUE YA ES UN POCO "TARDE" PARA ESO! —las palabras salieron como veneno, cada sílaba cargada de resentimiento y una dolorosa incredulidad.

Ranma, boquiabierto, intentó interrumpirla.

—¡ESA REVISTA NO ES MÍA! —exclamó, levantando la mano en señal de desesperación—. ¡DAISUKE ME LA METIÓ EN EL BOLSO, YO NO TENGO NADA QUE VER CON ESO! —dijo con rapidez, su voz temblando. Sabía que la excusa sonaba débil, pero era la verdad, o al menos quería creer que lo era.

—¡NO ME DIGAS! —Akane avanzó un paso, sus ojos brillando con un intenso enojo—. ¡¿ACASO ÉL TAMBIÉN LA METIÓ ENTRE TUS ROPAS?! ¡SI ESTABA AHÍ, ES PORQUE TÚ QUISISTE QUE ESTUVIERA ALLÍ, ¿NO ES ASÍ?! —vociferó, su voz resonando en la habitación como un trueno. La frustración se reflejaba en cada línea de su rostro, mientras sostenía la revista frente a él como una prueba irrefutable de su traición.

Ranma retrocedió un paso, incapaz de sostener la mirada de Akane, viendo la tormenta de emociones reflejadas en sus ojos. El pánico se apoderó de su rostro, y por primera vez en mucho tiempo, no tenía una respuesta lista, ni una salida fácil a su alcance.

Un silencio incómodo se instaló entre los dos, mientras Ranma luchaba por encontrar las palabras correctas. Finalmente, con la voz más baja de lo habitual, extendió la mano hacia la revista.

—Devuélvemela —dijo, su tono débil y vacilante.

Las lágrimas de frustración comenzaron a brotar de los ojos de Akane. Su pecho se agitaba con la mezcla de rabia, tristeza y decepción que la invadía.

—¡ERES UN PERVERTIDO Y TONTO, RANMA! —gritó con todas sus fuerzas, lanzándole una mirada cargada de resentimiento. Sin pensarlo dos veces, tomó el mueble donde había estado ordenando la ropa y, con una fuerza increíble, lo arrojó hacia Ranma. El objeto voló por la habitación, directo hacia él.

Ranma, con su habitual agilidad, apenas logró esquivar el mueble en el último segundo, dejando que se estrellara con un estruendo contra la pared, quedando parcialmente incrustado en ella. La habitación quedó en un caótico silencio, roto solo por la respiración agitada de ambos.

Akane, incapaz de contener más su enojo, salió corriendo de la habitación, con las lágrimas desbordando sus ojos. El portazo con el que se encerró en su propia habitación resonó por toda la casa, dejando a Ranma solo y sumido en su propia confusión.

—¡Diablos! —murmuró entre dientes, frotándose la frente mientras intentaba recomponerse—. Había olvidado la existencia de esa estúpida revista... Debí haberla escondido mejor —se recriminó, mientras recuperaba el equilibrio, aún con el sonido del portazo resonando en sus oídos.

El desastre que quedaba a su alrededor no era nada comparado con lo que ahora debía enfrentar.

Ranma, con el apremio latente de la situación, se secó apresuradamente con la toalla que llevaba puesta y se vistió a toda prisa. Sabía que debía remediar el desastre que había provocado con Akane, pero también sabía que entrar por la puerta no era una opción viable; Akane probablemente lo rechazaría de inmediato. La conocía lo suficientemente bien como para preverlo. La ventana siempre había sido su mejor opción en estos casos.

Decidido a no perder tiempo, saltó desde su ventana hacia el árbol que quedaba justo en frente de la ventana de su prometida, su habitual ruta de ingreso. Sin embargo, en pleno salto, fue sorprendido por una patada sorpresiva que lo sacó de su trayectoria, haciéndolo caer de bruces en el jardín.

—¡¿PERO QUÉ DIABLOS TE PASA?! —gritó Ranma, furioso, mientras se reincorporaba.

Frente a él, Ryoga lo observaba con el ceño fruncido, apuntándole con un dedo acusador. Su rostro estaba cargado de ira.

—Maldito infeliz, hiciste enfurecer a Akane. No la mereces, ¡No te lo perdonaré! —vociferó Ryoga, con los puños cerrados. Sus palabras estaban llenas de resentimiento y dolor—. ¡Te las verás conmigo! —gruñó, lanzándose rápidamente hacia Ranma para acertar su conocido ataque de la explosión.

El ataque de Ryoga fue devastador, destruyendo parte de la pared del jardín en una explosión de escombros. Ranma ágilmente logró esquivarlo, rodando hacia un lado para evitar el impacto directo.

—¡RYOGA… NO TENGO TIEMPO PARA TUS ESTUPIDECES! —rugió Ranma, frustrado, antes de contraatacar. Lanzó una patada directa al abdomen de Ryoga, con tanta fuerza que lo mandó volando por los aires desapareciendo de la vista.

—Bien, con eso seguro se pierde y me deja tranquilo por un rato —murmuró, satisfecho.

Al girarse, notó algo que le hizo detenerse. Había un minibús estacionado en la calle, y frente a la casa, estaban los miembros de la familia Tendo, junto con su padre, Genma, todos con maletas y bolsos en mano. Lo miraban fijamente, con una mezcla de sorpresa y acusación en sus ojos. Aunque los gritos y las peleas no eran nada nuevo en esa casa, esta vez parecía que todos habían presenciado algo más.

Kasumi, siempre calmada, observó con compasión la paliza que Ryoga acababa de recibir. Pobre Ryoga... siempre le toca lo peor, pensó para sí, suspirando con suavidad.

El señor Tendo, con el ceño fruncido y los brazos cruzados, se acercó a Ranma con una expresión seria.

—Ranma, espero que soluciones esto pronto —dijo con tono molesto—. No sé qué habrá causado la pelea entre ustedes esta vez, pero como su prometido, te pido que cuides bien de mi Akane mientras estemos afuera. ¿Me oíste?

Ranma, que apenas había procesado lo que sucedía, asintió rápidamente, aunque su nerviosismo era evidente.

—E… e… est... por supuesto —respondió vacilante, rascándose la nuca mientras trataba de no mostrar cuánto lo intimidaba la situación.

El señor Tendo se inclinó hacia él, con una expresión que pasó de seria a aterradora en cuestión de segundos.

—Pero ten algo claro, Ranma... —dijo en un tono bajo y amenazante— ¡NO LE HAGAS DAÑO A MI NIÑA! ¿¡ENTENDIDO!? ¡O TE LAS VERÁS CONMIGO CUANDO VUELVA! No me gusta que la hagas llorar.

Ranma sintió un escalofrío recorrerle la espalda, y su voz tembló al responder.

—A-Aaaa... ¡Sí, sí! Muy claro... cuidaré de Akane muy bien, no se preocupe —balbuceó, tratando de mantener la calma mientras el temor crecía en su interior.

De repente, el semblante del señor Tendo cambió drásticamente. Sonrió alegremente, alzando las manos al cielo con entusiasmo.

—¡Bien! —exclamó con un tono mucho más ligero y sonriente— ¡Entonces ya es hora de partir! El autobús nos está esperando, señor Saotome. Despídenos con Akane Ranma, nos vemos en una semana.

Ranma soltó un suspiro de alivio mientras observaba cómo la familia se preparaba para partir.

El padre de Ranma se acercó a su hijo después de que el señor Tendo le diera sus "indicaciones".

—Hijo mío, me apena que no puedas acompañarnos en este viaje... pero bueno, responsabilidades son responsabilidades —dijo el señor Saotome con un tono que mezclaba una falsa simpatía y resignación.

—Papá, ya cállate, pareciera que estás feliz de que no pueda ir —le reprochó Ranma, cruzando los brazos con frustración.

—¡Por supuesto! De seguro te comerías todo el buffet y no dejarías nada para tu querido padre —añadió Genma, fingiendo lágrimas mientras exageraba su pena.

—¡DE SEGURO ERES TÚ EL QUE SE LO VA A COMER TODO, MALDITO VIEJO EGOÍSTA! —gritó Ranma, claramente exasperado.

—¡Qué grosero eres con tu padre, quien lo ha dado todo por ti! —replicó Genma con tono ofendido, aunque con un brillo burlón en los ojos.

—¡Solo buscas tu propio beneficio siempre! —declaró Ranma, sin contener su molestia.

—Mmm, hablando de eso... —dijo el señor Saotome, cambiando a un tono más serio— sería bueno que arreglaras las cosas con tu prometida. Pronto serán mayores de edad, dejarán la escuela, y ya sabes lo que eso significa.

—No pueden obligarnos a casarnos —refutó Ranma, con una mezcla de frustración y desdén.

Nodoka se acercó al ojiazul y le dio un abrazo de despedida. Sosteniendo su rostro con ternura, dijo:

—Hijo, tu padre tiene razón, no es bueno que hagas enojar a tu prometida.

—Es esa marimacho la que se enoja por todo, mamá —respondió Ranma, volteando los ojos al cielo. Bueno... quizás esta vez sí tenía una razón verdadera, pensó, reconociendo en parte la verdad en las palabras de su madre.

—Akane es una buena chica... trata de entenderla un poco y sé más amable con ella. De seguro así mejorarán las cosas —concluyó Nodoka con una sonrisa, mientras subía al autobús junto a su esposo. La familia Tendo ya estaba adentro, preparándose para partir.

Mientras el autobús se ponía en marcha, los demás miembros de la familia se asomaban por las ventanas para despedirse.

—Adiós, que tengan buen viaje —dijo Ranma, levantando la mano en señal de despedida, aunque su mirada seguía fija en la carretera, preocupado por cómo resolvería la situación con Akane.

El autobús se alejó, dejando a Ranma solo con sus pensamientos y el desafío que le esperaba.

El autobús se alejaba cuando Nabiki se asomó desde la entrada con una sonrisa maliciosa.

—¡Vaya! Parece que la hiciste enojar mucho esta vez —comentó Nabiki con un tono burlón. —¿Quién diría que traerías una revista AV y que justo Akane fuera quien la viera? —añadió, disfrutando del malestar evidente en el rostro de Ranma. —Bueno… será mejor que yo también me vaya, debo tomar el tren.

—¡ESPERA! ¡¿Y TÚ CÓMO SABES QUE ESO?! —exclamó Ranma, sorprendido y con la cara roja como un tomate.

—A mí nunca se me escapa nada, ¡cuñadito! —respondió Nabiki con un guiño. —Cuando vuelva, te puedo decir dónde esconderla para que nadie la vea —dijo mientras se dirigía con su maleta hacia la puerta que daba a la calle. —Claro que te costará una pequeña fortuna esa información.

Ranma se quedó de piedra solo en la entrada mientras Nabiki tomaba un taxi , A Nabiki de verdad no se le escapa nada de nada. Pensó con algo de admiración . Bueno, al menos ahora puedo hablar con Akane más tranquilamente.

Se subió nuevamente al árbol frente a la ventana de la habitación de su prometida. Desde allí, a través de las cortinas entreabiertas, alcanzó a ver el interior de la habitación. Para su sorpresa, encontró a Akane sentada en el suelo frente a su cama, leyendo la revista famosa nuevamente, aparentemente en la misma página de hace unos momentos.

¿Qué estará leyendo? ¿Por qué le interesa algo así? No parece que esté mirando las imágenes desnudas… ¿o sí?, se preguntaba Ranma, con una mezcla de curiosidad y preocupación. Desde su posición en el árbol, observaba cómo Akane se mantenía sentada en el suelo, absorta en la revista. La luz tenue que entraba por la ventana iluminaba su rostro con una expresión de concentración. La postura de Akane y su enfoque en la revista parecían indicar que no estaba tan interesada en las imágenes como en el contenido.

¿Qué estará buscando en ese artículo?, se preguntaba Ranma mientras su mente se llenaba de incertidumbre. Observó la escena durante varios minutos, notando el fruncimiento de ceño de Akane y cómo pasaba las páginas con cuidado y un adorable sonrojo en su rostro. Finalmente, decidió que necesitaba saber más y, con un esfuerzo concentrado, forzó la ventana para abrirla ruidosamente de par en par, esperando poder aclarar sus dudas.

Sorprendida por la invasión, Akane escondió rápidamente la revista debajo de una almohada, tratando de ocultar su nerviosismo. Su rostro se sonrojó intensamente.

—Akane... necesito hablar contigo. —dijo desde la ventana serio.

—¡Yo no tengo nada que hablar contigo... pervertido! —respondió Akane, intentando sonar desafiante, pero con una evidente falta de convicción.

Ranma, visiblemente irritado, se deslizó con agilidad al interior de la habitación. Su presencia imponente llenó el espacio, y Akane se quedó paralizada por la repentina situación.

—Me llamas pervertido, pero eres tú la que estaba leyendo la revista —dijo Ranma, mientras se agachaba y la acorralaba contra la pared, con una mezcla de enojo y confusión en su mirada.

—D.. de qué hablas… yo no estaba leyendo nada… —fingió Akane, su voz temblando mientras desviaba la mirada para evitar el contacto visual. El rubor en sus mejillas y su incomodidad eran evidentes, a pesar de su intento de desmentir la situación.

Ranma, con una mezcla de frustración y confusión, sacó la revista del escondite y la exhibió frente a Akane.

—¿Ah, no? Te vi leyéndola. ¿Por qué finges? —preguntó, su tono lleno de exasperación.

Avergonzada hasta el extremo, Akane se puso roja como un tomate. Desesperada, trató de defenderse.

—¡Cállate, vete de aquí! ¡Tú solo quieres recuperar la revista para ver a esas chicas, ¿no es así?!

—¡La quiero porque pensaba devolvérsela a Daisuke! Ya te dije que él fue quien la metió en mi bolso —replicó Ranma, su voz cargada de irritación.

Akane, con la cabeza agachada y los ojos fijos en el suelo, dejó escapar un suspiro de frustración. Con voz temblorosa y una mirada temerosa, se atrevió a preguntar.

—Ranma, ¿te gustan las chicas como las de esas imágenes?

Ranma, sorprendido por la pregunta y sintiéndose de repente atrapado, se puso tan rojo como un tomate.

—¡¿Qué?! —exclamó, su incredulidad evidente en cada palabra.

—¡QUE SI TE GUSTAN LAS CHICAS COMO LAS DE LAS FOTOS DE ESA REVISTA! —gritó Akane, con lágrimas asomando en sus ojos. Su voz temblaba de angustia—. ¡SIEMPRE ME DICES FEA Y PECHO PLANO! ¿ES ACASO POR ESO? ¿ES POR ESO QUE TAMPOCO VAS POR ALGUNA DE TUS OTRAS PROMETIDAS?

—¡NO SEAS BOBA! SI ME GUSTARAN ESE TIPO DE CHICAS, ¡YO MISMO ME COMPRARÍA ESAS REVISTAS! —contestó Ranma, con un tono tajante y visiblemente irritado—. ¡El idiota de Daisuke me la mostró con la excusa de que leyera esos ridículos artículos!

A pesar de sí misma, Akane sintió un alivio inesperado al escuchar la respuesta de Ranma. La idea de que él pudiera sentirse atraído por ese tipo de mujeres le parecía absurda. Al menos ahora parecía que aún tenía alguna posibilidad con él. ¡PERO QUÉ DIABLOS ESTOY PENSANDO! ¡A MÍ NO ME INTERESA ESTE IDIOTA PERVERTIDO! se recriminó a sí misma, intentando recuperar su compostura mientras una oleada de emociones se desbordaba en su interior.

—Dime, Akane… ¿Qué tanto leías de la revista? —preguntó Ranma, su voz cargada de una mezcla de curiosidad y deje de preocupación.

Avergonzada, Akane se cubrió el rostro con las manos, sus mejillas enrojeciendo como si fueran brasas encendidas.

—¡QUÉ TE IMPORTA! ¡YA DÉJAME SOLA!... ¡VETE DE AQUÍ!

Ranma, sin dejarse intimidar, avanzó con determinación. Tomó las muñecas de Akane con una firmeza que no admitía objeciones y la obligó a apartar las manos de su rostro. Ella forcejeó, intentando escapar de su agarre, pero él la mantenía firmemente sujeta. La mirada de Ranma era intensa, su ceño fruncido en una expresión de curiosidad genuina.

—…Responde… —dijo Ranma con voz más suave, casi suplicante.

—Yo… solo tenía curiosidad... —murmuró Akane, sus palabras saliendo en un susurro tembloroso. Desvió la mirada avergonzada, sus ojos parpadeando nerviosos, y se tomó un momento para continuar—. No son cosas que normalmente hablamos las chicas. Ahora me doy cuenta de que hay muchas cosas que no sé.

Ranma, al escucharla, suavizó su expresión, aunque su preocupación no se desvaneció por completo. Se enderezó un poco, tratando de mantener la calma mientras formulaba su siguiente pregunta.

—Entiendo… ¿Hay algo más que quieras leer de la revista? —dijo, con un tono de voz que intentaba ser tranquilizador.

Akane lo miró con los ojos llenos de dudas y una mezcla de alivio y preocupación. ¿Realmente no le importa que la lea? ¿No piensa que sea rara o pervertida por eso? La inquietud se transformó en una pregunta que escapó de sus labios sin previo aviso.

—¿No crees que soy una pervertida o sucia por leer eso?

Ranma, tomado por sorpresa, levantó las cejas y dejó escapar un suspiro de alivio. Mientras lo hacía, su rostro se relajó visiblemente.

—¿Sucia? Claro que no… —dijo Ranma, mientras soltaba sus muñecas y se ponía de pie. Su tono era más relajado ahora, y una pequeña sonrisa comenzó a asomar en sus labios—. Yo también la leí por curiosidad... No creo que haya nada malo en eso... supongo.

Con un gesto amistoso, Ranma le extendió una mano, su sonrisa sincera y cálida que hizo estremecer el corazón de Akane.

—¡Vamos! Ya es hora de almorzar —dijo, intentando poner fin al malentendido con un toque de humor.

Menos avergonzada y sintiendo el peso de la tensión levantarse de sus hombros, Akane aceptó su mano. Mientras caminaban hacia el comedor, su mente se despejó un poco. Ranma es verdaderamente lindo cuando se lo propone, pensó. Si tan solo fuera así siempre.

Ambos se dirigieron al comedor con una nueva sensación de tranquilidad, listos para enfrentar el almuerzo y, con suerte, un día menos cargado de malentendidos.