General

—Y esta es la casa donde viviremos ahora.

Un pelirrojo bajó del coche junto a una castaña.

—Es hermosa… —la joven mujer sonrió, admirando la vivienda.

—Te dejo que veas el resto de la casa. —el hombre se volvió al carro.

—Espera, ¿n-no me vas a acompañar?...

—Matsuri, tengo trabajo que hacer, lo siento, pero te doy la libertad que escojas cuál será la habitación para el bebé, ¿sí? —sin esperar una respuesta, el pelirrojo se subió a su coche y arrancó rumbo al trabajo.

—Bueno… Parece que sólo seremos tú y yo, cariño. —dijo la castaña mientras se acariciaba el vientre.

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Capítulo 1. Lunes.

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General

—¡Mami, dile a Boruto que me deje en paz! —una pequeña azabache peleaba con otro rubio, dándose manotazos.

—¡No es cierto! ¡Yo no le estoy haciendo nada!

—Niños… No peleen, apenas es lunes y no queremos empezar el día con peleas, ¿verdad?

Una segunda azabache apareció, saliendo de la cocina con dos platos en mano, poniéndolos enfrente de los niños.

—Pues ya empezamos con las peleas-

El pequeño rubio fue interrumpido por la azabache menor quien le había dado nuevamente otro manotazo en la cara.

—Ya, niños, por favor.

—¿Qué pasa aquí? —el líder de la casa había aparecido.

—¡Boruto me está molestando!

—¡No es cierto, papá!

—Bueno, no tengo tiempo para peleas esta mañana, —de repente, los niños pararon de pelear—hoy es un día muy importante para mí y para la empresa y no dejaré que lo arruinen.

Ambos infantes bajaron la mirada hacia sus platos sin decir nada más.

—¿Sabes si Minato ya se despertó? —preguntó desde la cocina la azabache mayor.

—No lo sé, no me fijé, para eso estás tú que eres su madre. —el rubio de ojos azules se acomodaba la corbata frente al espejo.

—C-Claro… —la ojiperla limpió sus manos en su mandil y subió rápidamente las escaleras.

Segundos después bajó con un bebé en brazos y lo puso en una sillita para darle de comer.

—Tu desayuno ya está listo, amor.

—Se me hace tarde, nos vemos. —agarró su saco y su maletín.

—Entonces deja despedirte…

Cuando la azabache se le acercó, el rubio evitó sus brazos y la alejó unos centímetros de él, mirándola con disgusto.

—¿No te has visto? Me vas a manchar.

La ojiperla bajó la mirada hacia su delantal y vio que este tenía algunas manchas frescas, lo que hizo que sus mejillas se sonrojaran de vergüenza.

—Nos vemos.

El rubio salió por la puerta sin mirar a su familia, dejando un silencio en el comedor.

—Bueno, coman, niños, la escuela nos espera. —con la mirada baja se volvió a la cocina.

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El timbre de la casa sonó.

—¡Hola!, señora, ¿cómo está? —una sonriente chica joven saludó.

—Reika, qué bueno que vienes, justo a tiempo. —la morena dejó pasar a la rubia.

—Su marido me dijo que se irán de viaje y no pueden llevarse a los niños.

—Así es, ambos partimos esta tarde, antes del anochecer, ¿quieres algo de beber? —ofreció la castaña de ojos color chocolate.

—Oh, no se moleste, estoy bien así. —sonrió.

—Entonces espero que no te moleste ayudarme en hacer mis maletas.

—¡Claro que no!, encantada.

—Bien, pues subamos.

Ambas mujeres subieron las escaleras hasta la habitación matrimonial.

—Es una gran maleta, señora.

—Estaré dos semanas fuera de la ciudad, ocupada 24/7, así que necesitaré llevarme una buena maleta para tener todo ordenado.

—¿Le gusta su vida como reportara, señora?

—Sí… Bueno… No me gusta estar lejos de casa tanto tiempo, menos de mi familia, mis mellizos apenas son unos infantes y es la etapa donde me necesitan más.

—Ya veo… —la rubia se sentó en la cama y admiró su entorno, como si buscara algo en específico—Y dígame, señora… ¿es usted feliz con su marido?

—Oh, bueno… Cada uno tiene su propio trabajo y eso hace que no nos podamos ver todo el tiempo.

—Pero dígame, ¿es feliz en su matrimonio? —los ojos grises de Reika se clavaron en la espalda de la castaña.

—Sí… soy feliz. —dijo en un tono no tan convincente.

A lo que la rubia sonrió de lado.

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—¿Dónde estabas? —una voz masculina hizo soltar un gritito a una rubia, quien dejó caer los tacones de sus manos por la sorpresa.

—S-Sai… ¿Qué haces despierto a estas horas?... —preguntó la rubia, quien se le notaba pasada de copas.

—¿A estas horas? Ino, son las nueve de la mañana, ¡es lunes!

—Ah, ¿ya tan pronto?- —la rubia fue interrumpida por el agarre del pelinegro.

—¿Por qué vienes apestando a alcohol? —preguntó de manera mandante y serio, apretando el delicado brazo de la mujer.

—¿De qué te quejas si así me conociste y así te gusté?

—Estás muy equivocada, Ino, esta no es la clase de mujer que me enamoró hace años atrás.

—Pues sorpresa… —cada vez más le iban apretando el brazo—Ya no soy la misma.

El pelinegro dejó de agarrarla, haciendo que se tambaleara.

—Mejor voy a mi habitación, debo llevar a Inojin a la escuela…

—Inojin ya está en la escuela, yo mismo lo llevé.

—Pero tu trabajo…

—Ruega al cielo de que no me vayan a despedir por este retraso, y todo por tu culpa.

El pelinegro salió de la casa, cerrándola con llave, dejando a la rubia sola en la sala.

—Idiota… —dijo la mujer entre dientes, aún sin recobrar al cien sus sentidos.

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—Suerte en la escuela.

—Mamá, siempre nos dices eso, como si nos fuera mal.

—No me digas que ahora te molesta que te desee lo bueno.

—No es eso ma, pero… —la adolescente rubia suspiró—Nada, olvídalo.

—Entonces si no es nada, ya entren. —la rubia mayor encendió el carro—Por cierto, no se les olvide que su padre hoy regresa a la casa, así que procuren no meterse en problemas—esa mirada iba más para la hija mayor—para que todos cenemos en paz, ¿de acuerdo?

—Sí, ma. —dijeron al unísono los dos jóvenes.

—Bien, nos vemos en la tarde.

La camioneta arrancó, dejando a los jóvenes Nara en la entrada de la escuela.

—¿Escuchaste? —el menor habló.

—¿Qué cosa, bambi?

—No te metas en problemas.

El pelinegro de ojos aguamarina se fue con una sonrisa hacia su salón, evitando el regaño de su hermana mayor.

—Como si fuéramos perfectos. —la rubia cruzó los brazos.

Mientras a su lado pasaron un grupito de tres chicas, las cuales una de ellas pasó muy cerca que le dio un codazo intencional.

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—¿Y cómo se va a llamar?

—Daisuke.

—Es un buen nombre.

—Significa "el gran salvador".

La mujer rubia suspiró. —Y pensar que Sasuke había querido el varón siempre, ahora que lo tienes, él no está.

—Sí, es una gran ironía. —la pelirosa miró hacia la nada por un instante—Pero no importa ya, nació mi hijo sano, que es lo más importante para mí.

—A las niñas les encantará conocer a su nuevo hermanito.

—Y más a Sarada, que es la mayor de todas ellas. —una rubia entró a la habitación.

—Mamá, ¿qué haces aquí? —la rubia ojijade fue con la mujer recién llegada.

—¿Cómo que qué? Apoyar a mi nieta y a estar presente en el nacimiento de mi cuarto bisnieto.

La mujer mayor miró a varias direcciones.

—¿Y el culpable?

—¿Cuál culpable, mamá?

—El culpable de haber convertido a mi única nieta en una máquina de hacer bebés.

—Sasuke, mamá, así se llama el esposo de tu nieta.

—Como sea, da igual, ¿dónde está?

—Está de viaje. —la voz de la pelirosa se hizo escuchar.

—¿De viaje? ¿Con quién? ¿Con su moza? —la rubia de ojos cafés recibió un golpe en el brazo por parte de su hija.

—¡Mamá, por dios!

—¿Qué? Como si lo que dije no fuera verdad.

—Está en un viaje de negocios, abuela. —sonrió forzadamente la pelirosa con el bebé en brazos.

—¡Ah! Así que no está aquí para presenciar el resultado de sus actos, pero sí muy bueno para hacerlos.

—¡Mamá! —la rubia de ojos jade con flequillo abrió los ojos como platos.

—No te preocupes, mamá, es típico de él.

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Continuará…