Los ojos azules de una azabache estaban fijos en el cielo azul, sus labios estaban secos y su respiración apenas se hacía presente y de la comisura de su boca salía una delicada línea de sangre.
—Hinata, te lo advertí, no tenías que involucrarte con él.
—Lady Tsunade… por favor… quiero ir con él.
La mano de la rubia estaba reposando en el vientre de la azabache y al momento de quitarla, la sangre se derramaba, haciendo más grande el charco, obligando a ponerla de nuevo.
—Imposible, aunque cometiste un error, has cumplido con tu misión. Ahora tendrás que volver a tu puesto original.
—Tsunade, por favor, deje que esté conmigo.
—Tú aléjate de ella, bestia, todo es por tu culpa. El que todo haya terminado así es por ti, si fueras más consciente de lo que haces sabrías cuál es tu problema.
—Ya dije que lo siento.
—No es suficiente.
La rubia fijó sus ojos en los de la azabache, los cuales se volvían poco a poco blancos como perla.
—Ya estás ascendiendo, no te preocupes, te veré en el edén.
Dicho esto, al terminar de tornarse blancos los ojos de la joven, la rubia los cerró, dejando de sentir el latido de ésta.
—¿La volveré a ver?
—Ya lo veremos, bestia.
.
Tres jóvenes chicas con un don para la magia tendrán que vivir con los problemas de sus anteriores vidas con el asecho de entidades sobrenaturales.
.
.
.
.
Próximamente…
