En la zona más periférica de Londres Muggle, se encontraba la modesta residencia Lupin. La casa era la clásica vivienda suburbana hecha de ladrillos, adosada a otras viviendas con la misma fachada, y de no ser por ciertos detalles, se vería como una más del suburbio. A diferencia de las demás viviendas, ésta tenía la puerta principal pintada de amarillo brillante, y frente a la entrada del garaje, estacionado de forma desafiante, se encontraba un Fiat 500 del año 1959. Al cual Remus lo había apodado como: «La Reliquia más buscada»; en cambio, Nymphadora lo llamaba «Ese viejo cacharro rojo»
Para tristeza de Remus ya no podía conducirlo: había perdido la vista durante la Batalla de Hogwarts en 1998.
A pesar de estar ciego, podía valerse por sí mismo. Por supuesto que había cosas en las que requería ayuda y su hijo, Teddy, siempre estaba dispuesto a asistirle a su padre.
Remus no recordaba mucho de aquel día funesto en el que se quedó atrapado en la oscuridad, o quizá prefería no hacerlo...
Las pocas imágenes que sobrevivían nítidas en su mente eran el sonriente rostro de una Hermione adolescente; la carita regordeta de Teddy al nacer, con sus escasos cabellos en una permanente mutación de color; mientras que los rostros de los demás, solo eran manchas difuminadas en su memoria.
La última imagen que sus ojos registraron, fue el tensionado rostro de Antonin Dolohov, con quién había mantenido un duelo. Y en pleno combate, una luz potente como un relámpago golpeó a Remus, dejándolo inconsciente. Dos días después, despertó en el hospital de San Mungo:
Remus entró en una asfixiante desesperación al ver oscuridad a pesar de tener sus ojos abiertos. Quiso levantarse de la cama, pero lo único que consiguió fue darse un buen porrazo contra el suelo. Tirado en el piso, gritó groserías y maldijo su vida. Entonces, los primeros ruidos que se convirtieron en representaciones mentales, fueron los pasos de Nymphadora y Bill Weasley, ingresando en la habitación. Ambos quisieron ayudarlo, pero Remus los apartó con violencia y les faltó el respeto como si ellos hubiesen sido los culpables de su pérdida.
Tras escuchar los gritos que profería el paciente Lupin, dos medimagos entraron en la habitación. Con dificultad redujeron al licántropo y posteriormente, lo sedaron.
Sosegado por efecto de las pociones, no le quedó más remedio que escuchar la explicación de su esposa: mientras él se batía a duelo contra Dolohov, recibió un ataque por la espalda, de parte de Bellatrix Lestrange. Dejándolo ciego para el resto de su vida.
Su estadía en San Mungo no duró más de una semana. En cambio, el dolor de saber que lo que alguna vez tuvo, ya no lo tendría jamás, se prolongó por cinco años que coincidieron con los primeros años de la infancia de Teddy.
En ese período de tiempo, Remus atravesó por casi todas las Fases del Duelo:
Primero cayó en la Negación: intentaba autoconvencerse de que él no padecía ceguera; sino que había una trivial desconexión entre sus ojos y el cerebro. Ya pasaría; su cerebro y fibras nerviosas se reconectarían, para regalarle el más bello de los lumos.
Desde luego, no fue así...
Entonces llegó la etapa de la Ira:
Se había vuelto un hombre malhumorado, camorrero y muy grosero. Tal era su mal genio, que algunos magos difundieron el chiste macabro de que el espíritu del difunto Severus Snape lo había poseído y hablaba a través de él.
Teddy, que por aquel momento había empezado a decir sus primeras palabras y siempre había tenido a su padre como un modelo a seguir, aprendió a decir cosas irreproducibles a una muy tierna edad, y también a dirigirse a sus mayores con la misma "elocuencia" de su padre.
Fue en esa etapa iracunda en la que Remus adquirió un par de vicios: comenzó a fumar tabaco (vicio que aún no podía abandonar) y también a beber Whisky de fuego (vicio que por su bien, abandonó).
Bebía en el desayuno, durante el almuerzo, le agregaba como él decía, "algo de sabor al té" de la merienda y para cuando caía la noche, él ya se encontraba babeando de estupor.
Una noche de tantas, Remus se había quedado dormido en su sillón, con una botella de whisky a medio terminar entre las piernas; y el pequeño Teddy, de tres años, quiso probar la bebida favorita de papá, pero su madre lo pescó in fraganti...
Desbordada por la situación, Nymphadora le tiró de la oreja a su hijo y le dio una dura reprimenda. Utilizando un hechizo, llevó a su esposo al baño y lo tiró debajo de la regadera para que le cayera un agua tan fría, que parecía provenir de algún deshielo. Lo que causó que Remus saliese de su "coma etílico"
Lo primero que escuchó al "revivir", fue el llanto de Teddy, y preguntó porqué lloraba.
Nymphadora le contó furiosa la situación en la que los había encontrado y que por si fuera poco, cuando ella le preguntó a su hijo:"¡¿Qué crees que estás haciendo?!". Teddy respondió:"Le agrego sabor a mi biberón, Dora".
Tirado bajo la regadera del baño, ebrio, Remus se molestó con ella. Le dijo que no tenía derecho a golpearlo, que él solo era un niño, que no tenía culpa de nada. Nymphadora le dio la razón en eso; acotando que al que debería haber golpeado, era a él...
Lo abandonó sentado en el piso del baño, duchándose en agua congelada.
Aún después de ese incidente, Remus no dejó de beber...
Ese mismo año, 2002, recibieron en casa la visita del Primer Ministro, Kingsley Shacklebolt, con la intención de invitarlos personalmente, a la entrega del más importante y honorable reconocimiento de la Comunidad Mágica.
Por insistencia de Nymphadora, la familia Lupin asistió a la ceremonia celebrada en el Ministerio de Magia. Se notaba que era ella quien sentía orgullo; y no Remus.
¡Al fin tendría algo de que presumir! Nymphadora dejaría de ser la esposa de un loco borracho, para ser la esposa de un Héroe de Guerra, galardonado con La Orden de Merlín Primera Clase. Pero ni siquiera ese momento él le dejó disfrutar:
Cuando a Remus le hicieron entrega de su medalla y la placa que lo certificaba como el primer licántropo en adquirir dicho reconocimiento, él se paró frente a todos los integrantes del Wizengamot y los invitados de la ceremonia, y lejos de dar las gracias y un solemne discurso, soltó entre groserías, varias verdades sobre la comunidad mágica:
Habló sobre la corrupción e ineptitud del Ministerio, y que a pesar de ser "premiado", continuaba siendo para la sociedad, el mismo asqueroso hombre lobo y un descarte de la Comunidad Mágica. Porque el premio no limpiaba su sangre infectada, y no le quitaba de encima el prejuicio con el que cargaría el resto de su vida, así como su maldita ceguera.
Lo más suave que les llegó a decir a todos los allí presentes fue: «Bola de hipócritas, me ofrecen su lástima disfrazada de respeto... ¿saben que haré con su "reconocimiento" hacia este sangre mugrosa que aquí les habla?... Por lo pronto... No tengo una alcancía lo suficientemente grande para guardar esta monedita» hizo referencia a la medalla«En cuánto a la placa... Tengo el lugar perfecto para ella... . La adosaré a la mochila del inodoro, del baño de mi humilde casa, porque sé que en ese sitio esta mierda no va a desentonar».
El grotesco discurso fue seguido de un tímido aplauso (de parte de sus pocos amigos) y muchos alaridos de funcionarios horrorizados por su inconducta.
Tal fue la indignación que generó entre los miembros del Wizengamot, que ellos intentaron presionar al Primer Ministro para que se le retirase la condecoración al hombre lobo, pero Kingsley se tomó el discurso con humor. Y si ya antes Shacklebolt apreciaba a Remus, después de lo que había hecho, el licántropo pasó a ser oficialmente el ídolo del Primer Ministro.
Así que Kingsley desobedeció por completo la petición de sus colegas funcionarios, y Remus conservó sus reconocimientos.
Para disgusto de Dora, su esposo cumplió con lo que había declarado en el discurso: adhirió la placa honorífica a la mochila del inodoro con un potente hechizo que ella nunca supo deshacer...
Cuando a veces Dora ingresaba al baño, después de que Remus saliera de allí (levantándose de manera ampulosa la cremallera del pantalón y acomodándose sin disimulo la huevera), ella solía encontrar la placa orinada, también el piso y los bordes del inodoro. Algo que la exasperaba en demasía; y cada vez que interpelaba a su esposo, él respondía:«Perdí mi puntería junto con la vista, Dora. No me culpes».
Nymphadora sabía que esas solo eran excusas, y que él lo hacía a propósito, pero no podía reprenderlo al no tener pruebas.
El problema con "la falta de puntería" de Remus, no era que Dora tuviese que limpiar cada vez que quería hacer uso del retrete; sino que la orina de licántropo tiene un olor bastante fuerte y... peculiar... por consiguiente, cuesta horrores quitarlo. Aún utilizando pociones aromatizantes, el trabajo resulta ser toda una faena. Y Dora se sentía morir de la vergüenza cada vez que recibían visitas en casa, y éstas necesitaban utilizar el cuarto de baño.
Afortunadamente con el tiempo, Remus había dejado de hacer aquello. Pero nunca quitó la placa de ese lugar; en cuanto a la medalla, Teddy la guardaba en su habitación dentro de una alcancía con forma de cocodrilo bocón.
Cuando la etapa de Ira terminó, Remus dejó de beber, y cayó indefenso en la fosa de la Depresión...
Según la secuencia de Las cinco Fases del Duelo, después de la etapa de la Ira le sucede la Negociación. Pero en el caso de Remus esa secuencia se rompió:
Pasaba sus días tirado en la cama, melancólico y sin nada más que hacer que fumar un cigarrillo tras otro. Había pasado de ser un "sofisticado catador de Whisky de fuego" a ser una "chimenea ambulante" que dejaba sus cenizas desperdigadas por toda la casa.
El Remus Lupin de boca sucia y vulgar, aquel pendenciero que buscaba pleitos en el bar dónde solía embriagarse, ese "borrachín" que divertía a su hijo, se esfumó para cederle su puesto a un Remus muerto en vida.
Solo Kingsley sabía el porqué su ídolo se había desplomado de esa forma tan lamentable, pues él mismo le había dado la noticia:
Ella se casaría.
Hermione se casaría con el subnormal de Ron Weasley...
¡Cuánto odiaba a ese hijo de puta con suerte! Ni siquiera odiaba a Bellatrix, después de lo que ella le había quitado. Y si no fuera porque luego iría directo a Azkaban, dejando desamparada a su familia, hacía tiempo Remus hubiese asesinado al pelirrojo. No podía soportar el hecho de que ese parásito se quedara con ella...
Su hembra...
Pero cuando en la mente de Remus ocurrían fugaces destellos de coherencia, entendía que él no tenía derecho a reclamarla para sí. Él mismo se había casado con Nymphadora cuando ambos supieron que Teddy venía en camino. Además, él jamás le había confesado a la castaña lo que ella despertaba en él. Sabía que Hermione era una mujer que esperaba ser amada, y el licántropo no estaba enamorado.
Sólo sentía un creciente deseo por ella...
La deseaba como un loco...
Cuántas veces había pensado en la castaña para estimularse, mientras tenía intimidad con su esposa... Ya había perdido la cuenta... Sin sentir ni una pizca de culpa, le era infiel a Dora con el pensamiento.
El lobo que llevaba dentro deseaba en demasía marcar e impregnar de su simiente a la castaña. Moony consideraba a Hermione como la criatura más exquisita que había conocido y la hembra con la que realmente quería cruzar genes.
Erróneamente Remus creyó que con el tiempo terminaría amando a su esposa y dejando en el olvido su obsesión por ella. Pero con los años, el deseo que sentía por Hermione crecía y la relación con su esposa se deterioraba más.
Hasta que un día, el estímulo del recuerdo de Hermione ya no surtía efecto cuando estaba de manera íntima con Dora; y allí comenzó el quiebre del matrimonio Lupin.
Nymphadora siempre supo con claridad que su esposo no la amaba, nunca la había amado y que además, él deseaba con fervor a otra mujer. Pero a pesar de saberlo, no iba a dejarlo ir.
Y aunque Remus estaba lejos de ser el esposo ideal, no tenía en mente abandonar a su familia. Sobre todo por la existencia de Teddy. El licántropo adoraba a su hijo y de hecho, él había sido la causa que lo impulsó a salir de su depresión.
Remus tocó fondo cuando escuchó a Teddy preguntar:«Mamá, ¿Por qué llora papá? ¿Por qué él ya no juega conmigo?... ¿Papá dejó de quererme?»
Esas preguntas fueron las que pusieron punto final:
El licántropo entendió que no podía seguir devaluando así su vida, que Teddy merecía algo mejor como padre y que no podía seguir llorando por una mujer a la que en realidad no amaba, una mujer a la que jamás le había confesado nada y por lo tanto; no tenía derecho a reclamar.
Además, aunque Remus era un hombre con sus instintos primitivos muy acentuados, no era tan primitivo como para no comprender que Hermione era el tipo de persona que deseaba amar, y a su vez ser amada. Y no era precisamente amor romántico lo que él deseaba entregarle...
Era obvio que si le decía a Hermione las cosas que ella promovía en su cuerpo, lo haría volar, pero sin escoba. Así que optó por callar todos esos años lo que sentía por ella. Prefirió conservar una falsa amistad con Hermione, antes que recibir su genuino rechazo.
De cualquier manera, ciego o no ciego, con o sin la mujer que más había deseado en toda su existencia, la vida continúa...
Con mucha fuerza de voluntad, Remus empezó a salir de las catacumbas de la depresión. Claro que, aunque él ponía todo de sí, las cosas no resultaron ser muy sencillas en un inicio. Era demoledor el hecho de despertar cada mañana, abrir los ojos y aún así, vivir en la oscuridad.
Pero poco a poco, Remus fue adaptándose, y comenzó a sacarle más provecho a los sentidos que aún conservaba. También volvió a pasar más tiempo con su hijo, solo que esta vez estando sobrio y consciente de lo que hacía.
Teddy (que en ese momento ya tenía cuatro años) disfrutaba mucho de pasar tiempo con su papá. Sobre todo cuando salían a pasear por el suburbio. Padre e hijo daban largas caminatas por las veredas del vecindario. Solían salir de casa por la tarde después de merendar y regresaban casi al anochecer. Y cuando Teddy se cansaba de caminar, Remus lo cargaba en su espalda, y recibía las instrucciones de su hijo diciéndole: "Ahora dobla a la izquierda, papá", " ahora sigue derecho, confía en mí. Que te estoy llevando por buen camino", "papá, no vayas a pisar... Ya lo pisaste..."
En una de esas caminatas, de regreso a casa, Teddy soltó en un pesado suspiro:
—Qué aburrido...
—¿Qué cosa, Teddy? —preguntó Remus, mientras caminaba perezosamente, cargando a su hijo en la espalda.
—Todas las casas son iguales, todas están hechas de ladrillos, con la misma fachada y con la misma puerta granate. Es aburrido ver siempre lo mismo...
Remus sonrió, y dijo:
—Te entiendo... —y de verdad lo hacía —¿Te gustaría que pintara la puerta de nuestra casa de otro color?
—No lo sé... ¿No se va a enojar mamá?
—No, que va, hijo. Ella se va a desmayar de la alegría, ya verás. Dime ¿Qué color te gusta? ¿Qué color te alegra?
Teddy se tomó su tiempo para pensar, mientras se abrazaba al cuello de su papá.
—¡Amarillo, papá! ¡píntala de amarillo brillante!
—¡Amarillo! ¡Me gusta! No se diga más, la pintaremos de ese color ¡Te lo prometo, hijo! Lo haré apenas se me dé la oportunidad.
—¡Siiiii! —festejó Teddy, agitando sus pequeños brazos.
Días después, Nymphadora y Teddy fueron de visita a casa de la abuela Andrómeda; y aunque Dora insistió, Remus no quiso ir. Sabía que su suegra Andrómeda no le soportaba. Así que el licántropo aprovechó la ausencia de ambos para trabajar:
Lo primero que hizo, fue ir a una ferretería común y corriente a comprar pintura. Él se aventuró a ir caminando hacia la zona céntrica de Londres Muggle, con ayuda de su fiel compañero, el bastón que siempre había usado los días posteriores al plenilunio.
Mientras caminaba con excesiva parsimonia por las calles, agudizaba los sentidos y cuando se sentía extraviado, le pedía orientación a algún transeúnte que tuviera cerca y así (después de dos horas) llegó a dónde quería.
Esa fue la primera vez, en tanto tiempo, que Remus Lupin se sintió bien consigo mismo, satisfecho de su logro. Había llegado a destino, sin acompañantes y sin ayuda de magia. Sintió que ese era su día de suerte...
El muchacho que lo recibió en el comercio, le atendió con mucha gentileza:
—Buenos días, señor. ¿En qué puedo servirle?.
—Buenos días. Estoy buscando pintura amarilla. Quiero pintar la puerta principal de mi casa. —respondió Remus con el mismo tono amable.
—Claro... Amarillo... —titubeó el joven. —Eeehh... ¡Sí!
Aunque no podía verlo, la inquietud del muchacho le pareció palpable. Por su voz, lo imaginaba como un joven de no más de diecisiete.
—¿Cómo te llamas? —preguntó para distraerlo y quitarle presión de encima.
—Jamie.
—Gusto en conocerte, Jamie. Yo me llamo Remus. —el licántropo le tendió la mano, y el joven le correspondió el apretón.
Para descolocarlo un poco, Remus le dijo con toda confianza:
—Jamie, apuesto a que ahora mismo debes estar preguntándote: "¿Y ahora cómo cojones, le muestro yo a este señor las tonalidades de amarillo que tengo en stock?".
El muchacho comenzó a boquear anonadado, porque era exactamente lo que estaba pensando, pero sin la grosería...
—Jamie, yo confío ciegamente en ti...—aseguró el licántropo.
El joven no sabía si reírse o no por aquel comentario. Y Remus sonrió triunfal al percatarse de que estaba logrando lo que quería.
—Sé que tú me venderás el exacto tono de amarillo que estoy buscando. Permíteme ilustrarte: como ya mencioné, solo quiero pintar la puerta de la fachada, pero no quiero un color discreto, no. Quiero que sea un amarillo tan brillante y llamativo, que cuando mis vecinos lo vean se escandalicen... Quiero que cuando alguien pase por enfrente de mi casa inevitablemente voltee, vea la puerta y piense: "Menuda histeria tiene este Lupin".
—¿Sabe? ¡Tenemos algo así! De hecho, está dentro de la lista de precios de productos con rebaja, porque casi a nadie le gusta esa tonalidad.
—¿En serio?.
—¡Sí! esa pintura está rebajada a un 75%, para que se dé una idea de lo escandalosa que es. Ya le diré cómo se llama...
Después de escuchar cómo Jamie tecleaba algo, el joven le dijo:
—Amarillo Bumblebee.
—¡Perfecto! Es perfecto, hasta el nombre es llamativo ¿Lo ves, Jamie? Sabía que le atinarías, jamás dudé de ti, hijo. Bueno, trae ese "Bumblebee", me lo llevo a casa.
—¡Sí, señor! —respondió Jamie con una sonrisa. Feliz de haber realizado su primer venta con éxito.
El licántropo pagó por tres baldes de pintura de cuatro litros cada uno. Y en verdad el precio era un regalo, así que también aprovechó para comprar una brocha, un rodillo, una espátula, cinta de pintor y unas lijas. Después de conseguir todo lo que necesitaba, regresó a casa en un taxi que Jamie amablemente le consiguió.
Apenas llegó, se puso a trabajar:
Con ayuda de la varita quitó las manivelas, el pestillo y las cerraduras, luego protegió las bisagras con la cinta de pintor, después preparó la pintura en una maceta rectangular que Dora ya no usaba y se puso a pintar la puerta toda la tarde...
Para cuando Teddy y Nymphadora regresaron de visitar a la abuela Andrómeda, ya había anochecido. Encontraron a Remus sentado sobre un balde de pintura, con las piernas cruzadas, fumándose un cigarrillo con una cara de satisfacción inigualable.
Nymphadora no podía creer que su esposo había pintado la puerta de un color tan histérico, y Teddy corrió hacia su padre, chillando de alegría.
—¡Papá, cumpliste! ¡Lo hiciste!
—¿Te gusta, hijo?
—¡Sí! —respondió Teddy, arrojándosele encima —¿Lo hiciste solo?
—Sí...—respondió Remus, mientras lo abrazaba.
—¿Sin ayuda de magia?
—Bueno... quizá agité un par de veces la varita... no... no estoy muy seguro...
Teddy soltó una carcajada y se colgó del cuello de su padre.
—Teddy, ve adentro —le dijo Nymphadora, conteniendo su enojo.
—¡Mamá! ¡¿Has visto que linda quedó la puerta?! ¡Papá pudo hacerlo solo! —exclamaba el pequeño alborotado
—Sí, sí, hijo, que lindo. Ahora ve adentro —le respondió su madre, con tono cortante y dándole unas leves palmaditas en la espalda.
—¡Ahora esta es la vereda Gryffindor! —dijo Teddy muy alegre, agitando la bolsita de palomitas de maíz que traía en su mano izquierda.
Después de que Teddy entrara a la casa, llevándose con él la algarabía y la locura. Nymphadora atropelló con preguntas a su esposo; y él respondió cada una de ellas.
Nymphadora notó que él estaba bastante lúcido, y eso la desconcertó más. No entendía qué lo había motivado a hacer todo aquello. Finalmente ella le recordó que vivían en un vecindario Muggle, que usar la varita corriendo el riesgo de ser visto no había sido muy inteligente, que haber salido sin la compañía de alguien era una completa insensatez y remató el regaño diciéndole, que en parte, sus actos ya no la sorprendían, pues en los últimos años él se había convertido en un irresponsable y en un pésimo ejemplo para Teddy.
A Remus le molestó mucho que su esposa lo regañara como si él fuese un crío. Ella muchas veces, le hacía sentir como un inútil que no podía hacer ni decidir nada. Pero él no respondió, prefirió callar y terminar de fumar su cigarrillo, sentado sobre el balde frente a la puerta que había pintado, solo para escuchar la risa de su hijo.
Al ver que su esposo no le dirigía palabra alguna, Nymphadora ingresó a la casa, pero antes, de mala manera le ordenó:
—Ya que tienes la habilidad de manejarte por tu cuenta, limpia el desastre que has hecho en la entrada...
Remus tampoco respondió a eso, solo asintió con la cabeza y exhaló por la boca el humo del cigarrillo.
Dos semanas después de lo de "la puerta Bumblebee", Nymphadora debía reincorporarse a su trabajo.
Ella iba a dejar a Teddy en casa de la abuela, porque no confiaba mucho en la capacidad de su esposo. Pero Teddy quería quedarse con su papá y Remus quería cuidar de él.
Después de que el matrimonio Lupin tuviera una fuerte discusión (porque esa vez, Remus sí se defendió de la subestimación de su esposa).
Nymphadora, a regañadientes, accedió a que ellos se quedaran solos en casa y "sin la supervisión de un mayor". Ese comentario a su esposo no le hizo gracia, pero él lo dejó pasar. Porque después de tanto discutir, sería él quien cuide de Teddy y en definitiva, padre e hijo se habían salido con la suya...
Cuando la metamorfomaga regresó a casa después de trabajar, encontró a Teddy jugando en el living. Él estaba muy contento y en perfecto estado. De hecho, su hijo la recibió con un abrazo y le contó lo bien que la había pasado con su papá.
Dora le preguntó dónde se encontraba Remus, y Teddy respondió: "Papá está en la cocina, preparando la cena".
Nymphadora se dirigió directo a la cocina, con la varita en mano, por si acaso se encontraba con un incendio o algo así. Pero lejos de encontrar aquello, se topó con un Remus de buen ánimo, manejándose con cautela en la cocina y desenvolviéndose mejor que ella en las tareas domésticas...
Remus había percibido que su esposa lo observaba en silencio desde la puerta y como ella no emitía ni una palabra, fue él quien habló primero:
—Hola, Dora... ¿Qué tal tu día? ¿Te divertiste mucho persiguiendo mortífagos prófugos?...
Desde ese día, Nymphadora entendió que no le convenía subestimar demasiado a su esposo. Y desde entonces, Teddy se quedó al cuidado de su padre.
Una tarde, mientras la metamorfomaga estaba en el trabajo, y padre e hijo se encontraban solos en casa, una inesperada visita llamó a la puerta de la humilde residencia Lupin.
Remus se encontraba arropando a su hijo. Él lo había convencido de que tomara una siesta, que cuando despertara le daría su merienda y luego saldrían a dar la acostumbrada caminata por el vecindario.
Teddy obedeció y se durmió.
Durante el tiempo que su hijo tomaba su siesta, Remus aprovechaba para lavar ropa y aprender a leer en sistema Braile. Pero esa tarde, su rutina se vió interrumpida:
Después de bajar cuidadosamente las escaleras, Remus fue directo a atender la puerta...
—Buenas tardes, profesor Lupin. —le saludó una voz femenina, que lo puso a temblar.
—Hermione... —la nombró sin poder creerse que ella estaba allí.
Ella había tocado a su puerta...
—¡Reconoció mí voz! —dijo sorprendida, no esperaba que el licántropo la recordase.
—Yo reconocería tu voz de entre un millón de voces, Leona...
La castaña sonrió, y él deseó con su alma poder volver a ver esa sonrisa. Sabía que ella ya no se vería como la recordaba, estaba seguro de que se veía mucho más bella y apetecible...
En su interior el lobo aulló reclamándola, pero Remus lo acalló lo mejor que pudo.
—Siento mucho importunar... —se disculpó Hermione.
—No, nada de eso... En verdad es un placer para mí recibir tu visita. A propósito, ¿Te... te gustaría pasar? Así podremos conversar mejor...
La castaña no percibió la descarada insinuación de Remus, y con mucha educación, ella respondió:
—Le agradezco la invitación, pero me temo que no puedo aceptarla; el tiempo me apremia. Vine porque quiero hacerles entrega a usted y a Dora de la invitación a mi boda...
El licántropo la escuchó buscar algo en su bolso, y luego la percibió acercarse...
La castaña tomó la tortuosa mano del Licántropo y en ella depositó el sobre de la invitación. Remus sintió que su corazón estaba siendo estrujado por una garra invisible.
—Me hace mucha ilusión que usted, Dora y el pequeño Teddy asistan —le pidió ella con voz amable, mientras sostenía su mano.
Remus le dedicó una forzada sonrisa y con simpleza respondió:
—Claro...
—¡Qué bien! los estaré esperando. Ustedes tienen reservado un lugar muy especial junto a mis padres. —dijo ella muy contenta, creyendo ilusamente que él había aceptado la invitación.
Remus no podía emitir ni una palabra: sentía que en su garganta se le había ajustado un doloroso nudo. Pero sostuvo la falsa sonrisa y afirmó con la cabeza.
—Gracias por aceptar... —dijo Hermione, aún sosteniendo su tortuosa mano —Bueno, ya debo irme, tengo mucho trabajo con todo esto de los preparativos.
Ella le soltó la mano, y él se quedó con la invitación en la misma.
—Hasta pronto, profesor Lupin.
—Adiós, Leona —respondió él con dificultad.
La escuchó bajar los escalones de la entrada de casa y luego los apresurados pasos que ella daba por la vereda.
—¡Hermione! —gritó el licántropo desde la puerta amarilla.
Ella se detuvo y volteó, lo vió bajar los escalones con cierta torpeza, y cuando estuvo a pocos centímetros de ella, él le dijo con voz áspera:
—Te deseo... —hubo un breve silencio incómodo entre ellos y luego, el licántropo prosiguió: —Te deseo lo mejor, Hermione... Espero que Weasley sepa hacerte feliz y te dé el amor que mereces.
La castaña se quedó en un silencio que a él le pareció eterno...
La intuición le decía a Hermione que eso no era en realidad lo que su ex profesor quería decirle.
Ella le agradeció sus buenos augurios, para apartar al incómodo silencio que se había interpuesto entre ellos. Luego ambos se despidieron: ella con un alegre "Hasta pronto"; y él con un amargo "Adiós"...
Remus se dirigió con su caminar parsimonioso hacia la casa. Y al entrar, tras cerrar la puerta, quemó la invitación con un puñado de llamas que convocó en la misma mano con que la sostenía. La quemó hasta que sintió que la invitación quedó reducida a unas pobres cenizas, y parado en aquel pasillo de la casa se prometió a sí mismo, que jamás, jamás volvería a encontrarse con la leona...
Cuando Teddy despertó de su siesta, bajó las escaleras y se encontró con su padre. Él estaba sentado en los primeros escalones, fumándose un cigarrillo, mientras que por su rostro surcado de cicatrices rodaban unas lágrimas silenciosas.
Teddy se acercó sin decir una palabra, y se sentó a su lado, lo miró unos segundos y luego con la inocencia propia de un niño de cuatro años, preguntó:
—¿Por qué estás triste, papá?.
El licántropo sonrió con amargura, y el cabello de Teddy se volvió morado por la confusión. El pequeño no entendía cómo alguien podía sonreír y llorar al mismo tiempo.
—Estoy triste por lo que perdí...
Teddy creyó que su papá se refería a la pérdida de su vista. Y aunque no sabía qué decir para consolarlo y era demasiado pequeño para entender el trasfondo de esas palabras. Teddy reaccionó de la forma más sabia que pudo, abrazó a su papá.
Remus dejó caer el cigarrillo, y correspondió el abrazo de su hijo. Se quedaron así por varios minutos, sin decir nada y solo escuchando el sonido del reloj de la sala.
Su padre le dio un beso en la frente y luego le preguntó como si ya todos sus problemas se hubiesen esfumado:
—¿Qué quieres merendar hoy, Teddy?.
El pequeño lo miró extrañado unos segundos, pero luego respondió con su típico entusiasmo:
—¡Panqueques con mermelada!
—Creo que necesitaremos ir al supermercado a por algunas cosas... Ni modo, tendremos que salir de compras, Teddy. Sube y trae tus zapatillas, porque iremos caminando.
—¡Siiiiii! —Festejó Teddy, y comenzó a subir las escaleras corriendo.
—Teddy, ve tranquilo, pequeño, no estoy apurándote —le pidió Remus.
—Está bien, ¡Espera!... —Teddy regresó hacia su padre —Papá, ¿Cómo sabes que estoy descalzo?
—Soy ciego, hijo; no sordo. Vamos, trae tus zapatillas y sube despacio.
—¡Síp!
El resto del día, el licántropo lo vivió como uno más; y cuando Dora regresó a casa por la noche, cenaron los tres juntos y Remus jamás mencionó la visita de Hermione ni a la condenada invitación...
Nueve meses después de que la boda de la leona y el parásito Weasley se celebrara; se celebró el quinto cumpleaños de Teddy. Y Remus le regaló el "Set del pequeño artista" de la marca Crafty. El set incluía una vasta colección de acuarelas, crayones, más pinceles y toda la cosa. Le había costado a Remus casi el 90% de la miseria de pensión que cobraba por ser Héroe de guerra. Sabía que eso enfadaría mucho a su esposa, pero de igual modo lo compró. Porque ya que no tenían el suficiente dinero para organizarle una fiesta de cumpleaños a su hijo, al menos quería que tuviese un regalo genial.
Cuando Teddy rompió el envoltorio del paquete y descubrió lo que su padre le había obsequiado, comenzó a gritar como un loco de alegría y a correr por toda la casa con la caja entre los brazos.
Remus se carcajeó al escuchar la reacción de su hijo, mientras que Dora cortaba y servía el pastel de chocolate. Ella tenía su cabello tan rojo como las cerezas que lo decoraban...
—Enfrente de él no, por favor... —le pidió Remus en un tono de súplica, pues ya sabía lo que se le venía...
Nymphadora lo miró, y él lo percibió.
—Lo que tengas que decirme, no lo hagas enfrente de Teddy. Es su cumpleaños, no arruinemos su felicidad discutiendo enfrente suyo.
—De acuerdo... —respondió ella, solapando su ira.
Teddy regresó del jardín corriendo y festejando, fue hacia su madre y casi estampándole la caja en la cara, exclamó emocionado:
—¡Míra, mamá! ¡Míra, míra, míra! ¡Es el que quería! ¡Es lo que yo quería!
—Sí, Teddy. Ya lo ví, está muy bonito. Ven, siéntate. Te serviré una rebanada de pastel.
Teddy dejó su regalo sobre la mesa, y luego se arrojó pesadamente sobre su papá. Y Remus no pudo evitar soltar un leve quejido.
—¡Teddy! Ya te dije que no te arrojes así sobre tu padre. Él ayer tuvo una transformación muy dura. —le reprendió su madre.
—Lo siento...
—Estoy bien, no pasa nada... —le restó importancia el licántropo —¿Y, Teddy? no me quedó claro algo: ¿Te ha gustado el regalo, o no? Porque si no te ha gustado, lo puedo devolver.
—¡No! —exclamó de inmediato el pequeño.
—¡Ah!, que no te ha gustado, ¿Díces? Bueno, lo devuelvo... —Remus hizo el amague de levantarse de la silla, y Teddy lo sentó de un tirón.
—¡No, papá! ¡Que sí! sí me ha gustado. ¡Me encanta mí regalo! —Teddy lo abrazó con mucha fuerza, y cerrando sus ojitos le decía —Gracias, gracias, gracias.
Remus lo abrazó y depositó un beso en la frente. Luego Teddy se separó de él, y corrió hacia dónde había dejado su regalo.
Mientras el pequeño abría la caja, Dora le sirvió una porción de pastel y se acercó para ver con él todo lo que el obsequio traía. Dora nunca lo había visto tan contento y emocionado como en ese momento.
—¡Míra cuántas cosas trae, mamá! —dijo Teddy, mientras desenvolvía las acuarelas.
—Mmh... —asintió ella, y luego acarició el cabello de su hijo. Que en ese momento lucía un color amarillo brillante.
—¿Y esto qué es? —preguntó Teddy, tomando un recipiente de forma redonda y compacta, en la tapa exhibía el dibujo de una cara sonriente guiñándole un ojo.
Teddy destapó el recipiente y de allí, como un resorte, emergió un vaso plegable.
—¡Oh! Es como las cajas sorpresa... ¡funciona del mismo modo! —dijo el pequeño mientras reía. —¡Papá, amo mí regalo!
Remus solo sonrió, mostrando su irregular dentadura.
—Mamá, ¿Puedo pintar algo ahora mismo? por favor...
Dora lo miró con ternura, y asintió.
—Sí, claro que puedes.
Nymphadora sacó su varita y llenó de agua el vaso plegable.
—Gracias, mamá —le dijo con una sonrisa, luego se arrodilló en la silla y comenzó a estrenar sus acuarelas en el cuaderno que incluía el set.
Mientras sus padres comían una rebanada de la tarta de cumpleaños, en un silencio de velatorio.
—¡No puedo creerlo! —soltó repentinamente Teddy —Esto es lo que yo tanto había pedido la navidad pasada. Y creí que nunca lo tendría...
—Muchas veces, las cosas que deseamos no aparecen de inmediato, pero un buen día, cuando menos te lo esperas llegan, hijo. Nunca lo dudes —le dijo Remus con esa amable sonrisa tan propia de él.
Dora se quedó admirando esa sonrisa por varios segundos. Alguna vez, hacía mucho tiempo, él le había sonreído de esa misma forma...
—Pues entonces, no me importa cuánto demore en llegar lo que deseo. Que haya llegado es todo lo que importa —reflexionó Teddy en voz alta.
—Salud por eso, hijo mío —le dijo su padre, levantando su vaso con jugo de calabaza.
Teddy soltó unas risitas agudas y brindó con su papá, utilizando el vaso plegable dónde mojaba los pinceles. Y por último, Dora se unió al brindis de ambos.
Esa misma tarde del primero de abril de 2003, recibieron la visita de la abuela "Andy", que había ido exclusivamente para ver al cumpleañero y entregarle su regalo. Y de paso, también lanzarle crueles indirectas a su yerno. Pero astutamente, Remus se retiró con las excusas de que debía lavar la ropa de Teddy y además preparar la cena.
Después de la cena y de la retirada de la abuela Andrómeda, Teddy se durmió profundamente...
Remus estaba sentado en la cama de su hijo, arropándolo, cuando sintió la silenciosa presencia de su esposa, parada en la entrada del dormitorio.
—Dime, Dora... cuando él está feliz, ¿de qué color se tornan sus ojos?...—preguntó, después de terminar de arroparlo.
—Ámbar... Como los tuyos — respondió ella, mientras se cruzaba de brazos.
—¿Y su cabello?...
—Del mismo tono en que pintaste la puerta de entrada.
Remus sonrió con tristeza y cabizbajo le confesó a su esposa:
—No sabes cuánto me hubiera gustado poder verlo... lo que daría por poder verle sonreírme.
—Sí... Aunque, no es a la única persona que te gustaría poder mirar... —soltó la metamorfomaga, con mucho veneno en su voz — ¿No es así, Remus?...
Él tardó en reaccionar. La insinuación de la existencia de otra mujer lo había agarrado desprevenido.
—No sé de quién hablas, Nymphadora... —respondió, provocando una marcada distancia entre él y su esposa.
—"Seguro... Seguro que no sabes de quién te hablo"...—respondió con ironía y agresividad.
Luego la metamorfomaga se retiró de allí a paso lento.
Remus se puso de pie ayudado por su bastón, apagó las luces del dormitorio, pero dejó encendido el velador favorito de Teddy. Ese que proyectaba lunas y estrellitas en las paredes y el techo de la habitación. Y de forma parsimoniosa, caminó por el pasillo que separaba las habitaciones.
La discusión que el matrimonio había pactado posponer, estalló en el dormitorio que compartían en cuanto Remus puso un pie allí...
Nymphadora tomó el libro con el que Remus practicaba sus lecturas en sistema Braile, y se lo arrojó con gran violencia, Sabiendo que él no tendría posibilidad de esquivarlo.
—Creo que esta noche me toca dormir en el sofá...—dijo él con mucha calma, mientras se sobaba el hombro dónde Dora le había asestado el golpe.
—¡Yo tengo una mejor idea para ti! ¿Por qué no mejor te vas a dormir a la cama de ella? Así no tendrás que sufrir los resortes de nuestro maltrecho sofá —soltó con acritud.
—No sé de qué hablas...—le respondió, mientras se disponía a buscar su pijama en los cajones de la cómoda.
—¡¿Tú te crees que yo soy estúpida, verdad?! ¡¿Crees que porque tú estás ciego, los demás tampoco podemos ver?! ¡¿Crees que no sé que estás enamorado de otra mujer?! —le reclamó, alzando cada vez más el tono de su voz.
—No estoy enamorado... —respondió con sinceridad y calma, mientras tanteaba en los cajones —Y no existe esa mujer de la que hablas, Dora... Ella... No existe. —El licántropo no decía esas palabras para mentirle a su esposa; sino para engañarse a sí mismo.
—¡Niégalo las veces que quieras! ¡Yo sé que ella está presente! aunque tú ni la menciones. ¡Yo lo sé!
Él dejó de buscar un momento, y volteó su rostro hacia donde provenía la voz de su esposa, para responderle:
—Son delirios tuyos...—él se dio vuelta para continuar buscando, y por lo bajo agregó —Y míos también...
—¡¿Qué dijiste?!
—Nada.
—¡¿Qué fue lo que dijiste, Remus Lupin?! ¡Repítelo!
—¡Nada! ¡Que no he dicho nada! —Remus levantó por primera vez su voz.
A tientas, el licántropo encontró lo que buscaba, cerró el cajón de forma enérgica y se encaramó hacia la salida.
—Que tengas buena noche, Dora —se despidió lo más educado posible.
Enfurecida por el desinterés que Remus mostraba, Dora le dijo antes de que se largara:
—De a partir de mañana, Teddy se quedará en casa de m madre mientras yo esté en el trabajo.
—¿Cómo?... —preguntó sorprendido, mientras giraba hacia ella otra vez.
—¿Qué? Ahora además de ser ciego, ¿también eres sordo? —respondió ella de forma mordaz.
—¡Deja de recordármelo! —gritó alterado —¡Deja de recordármelo, maldita sea!... ¡Maldita sea! —enfatizó su última maldición dándole un puñetazo a la pared, provocándose a si mismo unas pequeñas laceraciones en los nudillos.
Ella lo había hostigado de tal manera, que consiguió sacar lo peor de él. Pero a pesar de lo furioso que Remus estaba, Dora no le temía. Sabía que él era incapaz de dañarla.
Con su Lobo interior embravecido, él decía:
—¡Cada maldita mañana, me despierto solo viendo el color negro! ¡El puñetero color negro! ¡No necesito que me recuerdes en lo inútil que me convertí y la cantidad de cosas que me estoy perdiendo! ¡Porque soy yo, el que lo vive cada día de mi miserable vida! —agitado, se detuvo unos segundos —¿Tienes idea de cómo me siento cada año que pasa? Y yo sigo sin poder ver a Teddy. ¡No! no tienes ni la más puta idea, ¡porque tú sí puedes verlo crecer!
—¡Cuida como me hablas! ¡A mí no me faltes al respeto!
El licántropo soltó unas risas sin poder creer lo que escuchaba.
—¿Y lo dices tú?... La misma persona que me acaba de golpear con un libro, y que cada vez que puede, ¡me restriega por toda la cara lo que perdí!... Tú me pides respeto, pero ¡¿qué hay de mí?! No haces otra cosa más que subestimarme, ¡me desautorizas frente a nuestro hijo, Merlín Santo! Y te la pasas diciéndome: "No, tú no puedes hacer esto, tú no puedes hacer aquello" "No, Remus. Tú no puedes. ¡Tú no puedes!"...
—¡¿Y cómo pretendes que yo te tome enserio?! Tú haces cosas sin sentido y además sin consultarme... Como lo del regalo de Teddy, por citar uno de tantos ejemplos ¡¿Cuánto te gastaste en eso?!
—Eso es irrelevante... —él evadió olímpicamente la pregunta.
—¡¿Irrelevante?! —exclamó histérica —¡¿Irrelevante, dices?! Por si no lo recuerdas, debemos pagar la cuota de la casa, más los servicios y la comida. ¿Y así quieres que te confíe a nuestro hijo?
—Cambié en Gringotts lo que me resta de mi pensión por billetes Muggle. Salimos gananciosos con ese cambio porque nuestra moneda es más fuerte. Y con lo obtenido, pagaré los servicios y la comida. Así tú no estarás recargada y solo pagarás lo de la casa. Esta no es la primera vez en mí vida que debo ajustarme con lo tengo, Dora.
Ella guardó silencio un instante, percatándose de que su esposo ya lo tenía todo premeditado con lujo de detalles, y eso la inquietó más...
—Soy perfectamente capaz de cuidar a nuestro hijo. Cada vez que tú regresaste de trabajar, ¿Alguna vez lo encontraste maltratado o hambriento?... ¿Alguna vez Teddy se quejó del trato que le doy? ¿Se quejó contigo, Dora?...
Ella no habló, porque sabía cuál era la respuesta a todas esas preguntas: "No, jamás"
—Ya te demostré que puedo hacerlo, puedo cuidar de nuestro hijo, ya deja de subestimarme. Teddy se quedará conmigo, mientras tú estés en el trabajo. Y no se hable más del estúpido tema —acto seguido, el licántropo quiso abandonar la habitación, pero lo que ella le dijo, lo retuvo una vez más.
—Teddy es la única persona que te importa en esta vida... Los demás y todo lo demás, a ti te importa un carajo...
—Te equivocas — replicó él.
—No, no me equivoco. A ti nuestro matrimonio no te importa. Tu indiferencia me está enfermando, y tu autodeterminación me aterroriza, Remus.
—Entonces... si no estás feliz con nuestro matrimonio, ¿Qué haces a mi lado? si no eres feliz conmigo, Dora; ve a buscar tu felicidad con otro. Eso a mí no me va a molestar en absoluto, yo no tengo problema en darte el divorcio. Tú solo pídelo.
La metamorfomaga no quería saber nada sobre divorciarse ni siquiera quería escuchar esa palabra.
—¡Nunca! Nunca te lo pediré...
—Pero ¿Para qué quieres estar conmigo? Si no soy lo que tú querías... ¿Te digo algo, Dora?: Yo prefiero estar solo, antes que ser un infeliz al lado de alguien o desgraciarle la vida a alguien. No entiendo porqué quieres seguir a mí lado.
—¡Porque yo te amo!... ¡Y escucha bien!, ella jamás... ¡Jamás te va a amar como yo! —le dijo Dora con su voz quebrada.
—Deja de nombrarla, por favor...—suplicó Remus —ya detente ¿No ves que quiero dejarla en el olvido? Y tú me la recuerdas, y vuelves a hacerlo.
—¡Ahí está! —exclamó ella con indignación, pero a la vez sintiéndose triunfal —Al fin lo reconociste. ¡Ella sí existe!
—En esta vida... en esta vida no existe lo perfecto. No existe el trabajo perfecto ni la pareja perfecta ni nada perfecto; pero tú, Dora... Te estás convirtiendo en una ¡Perfecta pesada! ¡Y yo en un perfecto imbécil!
—No, tú no tienes ni un pelo de imbécil. Tú eres un lobo bastante astuto —le decía Nymphadora, señalándolo con el dedo índice de manera acusatoria.
—"¡OooOoohhh, muchas gracias! Es bueno recibir un halago para variar" —ironizó Remus.
—No, no te confundas. No es un halago. Porque en todo caso, aquí la imbécil soy yo. ¡Porque Tú me has tomado por estúpida todos estos años!
—Yo ya te ofrecí la solución, pero tú no quieres tomarla.
—¡¿Cómo puedes ofrecerme el divorcio con tanta frescura, Remus?! ¿No te importa nuestro matrimonio?... ¿Ni siquiera un poquito?...
Él no respondió. Solo se quedó parado e inmóvil, con sus ojos "muertos" fijos en algún punto del suelo.
—A diferencia de ti, yo sí te amo... —dijo ella, derramando unas pocas lágrimas.
—Pues, yo no me siento muy amado, la verdad. —le contradijo él
—¿Por qué pones en duda mis sentimientos? ¡¿Por qué?! Yo te amo, Remus —Nymphadora quiso sujetarlo, pero él, al sentir su cercanía la esquivó.
—¿Tú, cómo puedes decir que me amas? Cuando siempre estás recordándome lo que me lastima, y sabes que me lastimas. Sí lo sabes... Estoy cansado ya... Estoy cansado de muchas cosas... —Remus le dio la espalda, porque no quería mostrarse débil ante la misma persona que quebrantaba su autoestima una y otra vez.
El licántropo dio unos pasos lerdos hacia la puerta, procurando disimular su debilidad. Él se veía como si le hubiesen acribillado con un arma Muggle.
—Sé que di asco en estos últimos cinco años, Dora. Sé que te hice pasar por situaciones que no merecías... A veces creo que, tal vez me lo tengo merecido, lo que me sucedió, lo que me sucede —tragó saliva con dificultad y continuó —Lo lamento, lo siento mucho, Dora. Me comporté pésimo y lo siento. En verdad que me lamento de como me comporté... Pero si algo puedo decir en mi defensa, es que estuve enfermo estos cinco años ¿Tú, entiendes?
Ella sollozó, pero no respondió.
—Yo quiero sanarme... quiero estar bien para Teddy, quiero ser un buen padre para él. No tengo ni idea de cómo haré todo eso, pero lo voy a intentar... Y te lo juro, Dora: Hoy primero de abril de 2003, cumpleaños de nuestro hijo, te juro que no me volverás a ver postrado. No me derrumbaré, así el mundo entero venga a por mi cabeza; no lo haré, no me caeré otra vez. Los días de autocompasión se terminaron para mí.
Después de jurarlo, Remus se marchó de la habitación.
Y cómo cada vez que había prometido algo, el licántropo cumplió: la última etapa, la Aceptación, entró en su vida y él la recibió como a una invitada de honor...
