Hermione llegó a La Madriguera por medio de vía flú. La casa ya no era la de antaño: ahora se veía mucho más lujosa y sólida. Se notaba la inversión de Ron en ella.
Hermione se encaminó por el pasillo del ala oeste hacia la sala, cargando en sus manos el recipiente con la cena que había preparado durante la tarde. En su trayecto se cruzó con los niños. Ellos la saludaron con algarabía, gritándole:
—¡Hola, tía Mione!
Pasaron corriendo y chillando como locos a su lado.
—Hola, James, Teddy... —les correspondió ella con dulzura.
Hermione siguió su camino y se encontró con George.
—¡Hermione! Te ayudaré con eso...—dijo, tomando las cosas que ella cargaba.
—Gracias, Feliz Navidad, George.
—Igualmente. Hermione, estás radiante. —respondió él.
Ella solo sonrió.
—Mis padres están en la cocina, ¿Llevo esto para allá? —preguntó, indicando los recipientes de vidrio.
—Sí, ¿Harry y los demás?...
—Harry ya llegó. Ginny y él están encerrados en el cuarto que antes ocupaba mi hermana.
Ambos intercambiaron miradas y sonrieron cómplices.
—¿Angelina? —preguntó Hermione con cortesía.
—No vino conmigo esta noche, pero mañana por la mañana, iré a verla a casa de sus padres. Ella está con ellos ahora, está ablandado el terreno...
La castaña lo miró curiosa.
—Angelina y yo nos casaremos.— le contó George.
Hermione levantó sus cejas asombrada y con mucha sinceridad, lo felicitó:
—¡Felicitaciones, Georgie! Me alegro tanto por ustedes, me alegra mucho en verdad. Después de todo lo que vivieron juntos...
Hermione depositó su mano en el antebrazo de George, y él sonrió emocionado.
—Gracias, Mione. Yo estoy muy feliz; y ella está preocupada, por lo que dirán sus padres...—confesó él con una sonrisa picarona.
—¡Ya me lo imagino! —respondió ella, riéndose junto a él.
George y Hermione, llegaron tranquilamente a la cocina. Y allí estaba Molly, quién recibió a la castaña, diciéndole:
—¡Oh, al fin llegaron!— al dejar de mirar lo que estaba haciendo, notó que Ron no la acompañaba —¿Y mi hijo?...
George dejó los recipientes de comida sobre la extensa mesa de la cocina.
—Ron... —titubeó Hermione, porque sabía que la excusa era inconsistente. Aún así, suspiró y mintió: —Llegará tarde porque, tiene un entrenamiento...
Molly volvió a mirar el plato dónde había estado armando los sándwiches para los niños. Después de un silencio corto, preguntó:
—¿Trajiste las Piggys in Blankets?
—Traje algo aún mejor: un salmón rosado con salsa de champiñones y...
—¡Pero!...—la interrumpió muy molesta la señora Weasley. —Te dije que los invitados solo deben traer bocadillos o postres; no la cena, Hermione. Y te pedí encarecidamente que te ocuparas de ese bocadillo en especial.
—Mamá, no la regañes...— la defendió George, que en ese momento comía unas uvas que había robado de un platillo.— Tratándose de Mione, estoy seguro de que trajo algo buenísimo...
—¡Ese es el bocadillo favorito de tu hermano! Y ella lo sabe.—le replicó a George con poca paciencia.
—Si tanto le gusta, que se lo prepare él mismo...—replicó su hijo a su vez, pero con tranquilidad.
Chasqueando la lengua, y mostrando malhumor, Molly sacó unas salchichas y panceta de una de las alacenas refrigeradas, y en silencio se puso a preparar el bocadillo favorito de Ron.
Hermione se sintió incómoda, miró a George. Él estaba escupiendo semillas de uva por una ventana abierta de la cocina.
—Molly. ¿Puedo ayudarte en algo?—preguntó ella.
—Corta esto, por favor... —le respondió en tono serio, acercándole una bandeja con salchichas para desayuno.
La castaña tomó la bandeja y se fue hasta la encimera, dónde las cortó, dejándolas del mismo tamaño que las salchichas para copetín.
La entrada de Arthur en la cocina, cortó el ambiente tenso que había allí. Él traía un pudding de chocolate con ambas manos y reía a carcajadas.
—¡Molly! —dijo efusivo al ingresar, pero se frenó al ver a la castaña— ¡Hermione!...
El señor Weasley dejó el pudding de chocolate sobre la mesa, al lado del salmón, y se acercó. Él le dió un abrazo muy fuerte y ella soltó una risa, mientras se excusaba:
—Perdón por no corresponder su abrazo. Tengo las manos grasosas.
—Está bien, gracias por haber venido. Estoy muy contento de que estés aquí. —respondió Arthur separándose de ella y dedicándole una sonrisa paternal.
—Ron no la acompañó, papá...— alcahueteó George.
—¿Cómo que no te acompañó?¡¿Qué tonta excusa tiene ahora?! —preguntó Arthur, muy indignado con Ron.
—Un... "Entrenamiento"...— respondió George por ella, haciendo el gesto de comillas comillas, con los dedos.
Arthur resopló por la nariz, furioso y dirigió su mirada directo a su esposa. Se acercó a ella y le dijo algo en el oído que ni Hermione ni George llegaron a escuchar. Luego de eso Molly salió molesta de la cocina...
El señor Weasley volteó hacia sus hijos (Ya que él consideraba a Hermione como la mejor de sus hijas) y con una sonrisa débil en su rostro, preguntó incómodo:
—Esto... ¿también irá al horno?...— señaló lo que Molly había estado haciendo.
—¡Sí! ¡Sí!, Es para hornear, Arthur...—se apresuró a responder Hermione.
—Entonces, lo encenderé otra vez. —fue lo último que dijo y en silencio, se puso en esa tarea.
George se dispuso a ayudarla para terminar más rápido el trabajo.
—Georgie... —dijo en un susurro la castaña.
George la miró y respondió con solemnidad:
—¿Dime, Mione?...
—Yo sé algo que tú noooo...—le canturreó.
Ambos cortaban las salchichas en trozos pequeños sobre la bandeja.
Con ansiedad, George preguntó:
—¿Y qué es? ¿Qué es?...
—Yo sé quién es la pareja de Trelawneyyyyy, y tú noooo...— volvió a cantar ella, luego sacó su lengua de forma burlona, como en los tiempos de Hogwarts.
—¡¿Eeeeeeeeehhh?! —chilló George, con el rostro en un rictus de asombro máximo —¡No! ¿Me estás queriendo jugar una broma?... ¡¿A mí?! ¡El dios de las bromas!
La castaña no respondió a eso y con una sonrisa divertida, continuaba su labor...
—¡No lo puedo creer! ¡No me lo creo!...—George se tomó la cabeza con ambas manos, engrasando su cabello —¡Nooooo!
—¿Recuerdas nuestras apuestas?...—preguntó la castaña, riendo— Harry y yo ganamos...
—Admito mi... Humillante derrota...—dijo el conmocionado George y después de recuperarse, preguntó—¿Y quién es?, ¡¿ Quién es?!, ¡Dímelo!... Tengo que saberlo... ¡Necesito saber con quién me engaña esa mujer! —fingió sentirse herido
Hermione se carcajeó, pero no le dio más información...
— No, George, no te lo diré.
—¡Por favor! —suplicó
— No. —respondió taxativa.
—Una pista...
—¡Nada!.
—Que mala eres conmigo, Mione...—lloriqueó George, apoyando su frente en el hombro de Hermione.
Ella solo soltó unas risas más, y juntos terminaron el trabajo.
El señor Weasley metió la bandeja al horno, haciéndola levitar, mientras le informaba a su hijo:
—Remus ya llegó, George.
—¡Voy a verlo! ¿Dónde está?.— respondió él.
—En el comedor.
—Luego te veo, Mione. Ahora voy a saludar a Moony. —se excusó George y salió de la cocina corriendo.
Y mientras él se iba a toda prisa, Molly reingresaba.
—¿Terminaron? —preguntó la bruja, con los ojos hinchados.
—Sí... —le respondió Arthur a su esposa. —Ya llegó Remus.
—Sí, lo sé. Acabo de estar con Teddy... —respondió Molly y agregó —¡Gracias a Merlín, que no vino con la estúpida!
—¡Molly! —dijo con preocupación Arthur —No hables de esa forma, es su esposa y la madre de Teddy.
— Y también es la verdad. —replicó la añosa bruja.
—Con permiso, voy a saludar al profesor Lupin. —se excusó Hermione, con la intención de preguntarle a su ex profesor, si él era "Remie", pero Molly la retuvo:
—Espera, no te vayas todavía. Ayúdame a armar la bandeja de los aperitivos, mientras yo termino de preparar la comida para los niños. Arthur, aviva un poco más la calefacción, ¿quieres?.
—Sí, eso haré. Creo que no alimenté el fuego lo suficiente ¿Tú cómo te sientes, Hermione?
—Estoy bien, pero si no es molestia...¿Podría subir un poquito más la calefacción?...
—Sí, sí, desde luego. —respondió Arthur y salió de la cocina rumbo a las chimeneas de calefacción.
Suegra y nuera se quedaron solas en la cocina.
Afortunadamente Molly no le dijo nada, solo se dedicó a terminar de preparar la comida para los niños y a darle indicaciónes a la castaña para que llenara la charola de los aperitivos.
—¡Pardon por llegar targde! —exclamó una enloquecida Fleur al ingresar en la cocina, logrando sobresaltar a Molly y a Hermione.
Fleur traía una canastilla de mimbre, de la que emanaba un olor dulce y suave.
—¡Pero, casi nos matas de un susto, Fleur! —se quejó Molly.
La hechicera Francesa se acercó a su suegra y le dio un beso en la mejilla; y a Hermione le dio dos, uno en cada mejilla pecosa.
—Hegmione, queridá... ¿No te hace calor con ese abrigò?... Yo estoy muriendo de calorg...
Fleur se abanicaba con una tarjeta navideña troquelada. Que Hermione reconoció como una de las que vendían en la tienda del Bells and Hams.
—Un poco... Supongo que Arthur ya debió de avivar el fuego de las chimeneas...
—Me hace calorg de solo vertè. Te ayudaré a quitagte ese abrigò
—No, no... No hace falta. —pero ya era tarde, Fleur en un movimiento de varita desvaneció el tapado de la castaña.
—¡Oh, Hegmionè!, Pero que chic estás con ese vestidò, queridá.
Con las mejillas rosadas, la castaña se lo agradeció:
—Gracias, Fleur. Tú estás hermosa, como siempre.
—¿Sí? ¿De verdad? —preguntó Fleur, y sujetándose los pechos con ambas manos y sacudiéndolos, agregó —pogque subí de pesò en estas dos semanas.
La castaña abrió enormemente sus ojos, mientras Fleur agitaba sus pechos llenos.
—¡No! ¡Qué dices!. Si estás divina, como siempre, como siempre...—ratificó Hermione, esquivando sus ojos de "los rebotadores melones" de Fleur, con las mejillas rojas y sintiéndose incómoda.
Fleur la miró con los ojos llenos de lágrimas y arrojándose sobre Hermione, la abrazó y le dio un beso en la mejilla izquierda.
—Oh, Hegmionè, eres tan lindà... Mí esposo no quiso decírgmelo, però yo sé que engorgdé... Estoy hecha un hipopótamo volador
—Tonterías... —replicó la castaña, con los ojos cerrados y riéndose, recibiendo con agrado el abrazo de Fleur. —¿Quieres tomar algo?...
—No, però... ¿Qué es ese olor nauseabundò?...
Molly la fulminó con la mirada y le respondió de mala gana:
—Son las Piggys in Blankets, horneándose.
—Aahh... —soltó con miedo Fleur.—¡Traje pastelitos de manzana con nuez! —dijo para tapar lo que había comentado —Me comí veinte antes de venir... —susurró en el oído a Hermione, haciéndola reír.
—¿Quierges probar una? —ofreció Fleur, mientras sacaba una mini tarta de su canastilla.
—Luego, Fleur —respondió Hermione.—, estoy un poco ocupada ahora...
Pero Fleur le acercó una tartaleta a su boca. La castaña la miró con sus mejillas ruborizadas.
—Me interesà tu opinión... —dijo Fleur con una mirada suplicante.
La castaña sonrió dulcemente, y luego abrió su boca. Fleur le dio de comer como si Hermione fuese una de sus niñas: la castaña se veía como un adorable hámster, masticando con los mofletes llenos.
—¿Y?... ¿Lo hicè bien?...—preguntó Fleur, con ilusión en la mirada.
—Mmm... Mmmh... —asintió Hermione, al no poder hablar.
—¡Aah, que aleggrrría! —exclamó Fleur muy satisfecha de su trabajo—Bill no hace más que halagagmè, pero sè que puedó confiarg en tu sinceridad, ma chère Hermionè.
La castaña le sonrió con la boca aún llena, y asentía.
—Dejaré la canastilla aquí, y le diré a las niñas que vengan para saludargtè.
Fleur salió de la cocina con su andar delicado, como si en vez de dar pasos, levitara.
—Hermione, pon también las tartas de Fleur en la bandeja, por favor. —le pidió Molly, que ya casi terminaba de preparar lo poco que faltaba.
—Sí... —respondió, mientras ordenaba los bocadillos y escuchaba a Fleur regresar acompañada de sus dos hijas.
—Niñas, saluden a su abuela y a su tía Mionè.
Las pequeñas rubias de belleza nínfica, como la de su madre, saludaron primero a la castaña y le demostraron a ella mucho más afecto que a su abuela Molly...
—Mamá, ¿Podemos abrir los regalos que nos trajo el señor Lupìn?...— le preguntó la pequeña Victoire.
—Después de la cenà, niñas, ahorà non.—respondió Fleur a sus hijas.
Victoire y Dominique soltaron un suave quejido de disconformidad e hicieron mohínes caprichosos, pero no desobedecieron a su madre.
—Vayan a jugarg con los demás niños, Allez, allez. —les alentó Fleur a sus hijas. Y ellas salieron de la cocina dando pasos perezosos.
—Están preciosas, Fleur. —le dijo Hermione.
—Gracias, ma chère... — respondió Fleur, mientras le ayudaba a la castaña a terminar su labor.— El señorg Lupìn trajo regalos para todos, luego le darè las gracias por su gestò. Él, tan generosò y cariñoso que es...
Fleur se acercó al oído de la castaña y cuidando de que Molly no las escuchara, le dijo con voz suave y picaresca:
—Los licántropos suelen ser muy "cariñosos" —luego, guiñó un ojo a la castaña —Lo digò pogque Bill tienè algunas de las características, ya sabes...
—¿Mmm? —dijo la castaña sin entender.
Fleur se rio al ver la inocencia de Hermione y con una mirada colmada de picardía le dio detalles:
—Los licántropos son buenos padres, les gustàn mucho los niños, son cariñosos y protectores de sus "crías"... Antes de que a Bill lo morgdieran, no queguía para nada de tener hijòs, però después del ataque cambió drásticamente de opinión... Y no solo eso... los licántropos son amantes insaciables...
—¡Fleur! —exclamó la castaña, sonrojándose a más no poder.
La hechicera Francesa se carcajeó sin medirse, al ver la reacción de Hermione. Le resultaba muy tierno verla sonrojada y por eso Fleur no perdía oportunidad de incomodarla.
—Si ya terminaste, Hermione, ve a ofrecerle aperitivos a los demás invitados, por lo menos hasta que Ron llegue. —le dijo Molly bastante molesta, al ver cómo Fleur y ella estaban muy entretenidas.
—Sí, ahora voy... Ahora voy, Molly...—respondió Hermione, recuperándose de recibir tanta información.
La castaña tomó la bandeja y aplacando su rojez, salió de la cocina para ofrecerle bocadillos y bebidas a los demás invitados.
Mientras que Fleur y Molly se quedaron solas en la cocina...
La añosa bruja le dijo a su nuera:
—Tengo que hablar contigo...
Hermione se dirigió al salón, llevando la bandeja con los aperitivos. Y la primera persona con la que se topó fue Arthur. Estaba avivando el fuego de la chimenea del ala sur. Hermione se le acercó para ofrecerle algo de comer, pero él se le adelantó diciéndole:
—Oh, hija, gracias. Pero no tomaré nada de la charola —el señor Weasley se irguió y en voz baja, confesó —No le digas a Molly,¿Si, Hermione? pero he estado "picoteando" bocadillos todo el día, y si no paro y no dejo espacio para el pavo, ella se va a enfadar.
Hermione sonrió con ternura y respondió:
—No se preocupe, señor Weasley, no diré nada. Si hay algo que sé hacer a la perfección es guardar secretos.
El señor Weasley rio un poco y dijo:
—De todas mis nueras, eres tú a quien más quiero —Arthur soltó un par de risas más y agregó —Ofrécele algo a Remus, creo que él está con Bill y George en el comedor.
—Mmh. —asintió ella, mientras tomaba ese rumbo.
—Oh, Hermione —le retuvo Arthur—Ofrécele comida y zumo, pero nada que contenga alcohol, ¿Si?. No sé si Molly o Teddy te lo han dicho ya, pero en el último estudio que le hicieron a Remus, el medimago le detectó el inicio de una posible afección cardíaca.
—No, no me lo dijeron.
— Bueno, eso... No le des alcohol y no le dejes beber.
—Entendido. Ni una gota para el profesor Lupin. —asintió la castaña y retomó su camino con nuevo rumbo.
Al pasar cerca de las escaleras, Hermione escuchó las voces de Ginny y Harry. Ellos bajaban y al parecer, discutían.
La castaña se acercó al pie de la escalera, y los esperó con la bandeja en sus manos.
—¿Estás de servidumbre, Mione?...—preguntó Harry, a modo de broma pesada.
—¡Cállate, Potty! —fue la respuesta de ella, y luego con suma educación preguntó —¿Les gustaría comer o beber algo antes de la cena?...
Ginny, que reía por como la leona le había respondido a su esposo, se acercó a ella y tomó de la bandeja una tarteleta de manzana y nuez.
—Gracias, Mione. ¿Esto es lo que tú preparaste? —preguntó la pelirroja, dandole una mordida a su bocadillo.
—No, las tartitas las cocinó Fleur; pero las Piggys in Blankets las acabamos de hacer con Molly. —Hermione dirigió la mirada hacia su amigo. —Harry, ¿A ti te gustaría tomar algo?.
—Bueno... Tomaré una de estas que cocinaste. Tú cocinas delicioso, Mione.
Harry tomó un bocadillo, sin percatarse de la mirada celosa de Ginny.
—No me tomes a mal lo que te dije hace un momento, fue un mal chiste. —se disculpó su amigo.
Ella le sonrió y con voz amable, le respondió:
—Está bien, Harry, yo sé que esa es tu manera torpe de demostrarme que me quieres —a diferencia de Harry; la castaña sí entendió lo que Ginny expresaba con la mirada y de forma inteligente se escapó de allí —. Bueno, debo continuar ofreciendo servicio, con el permiso de ustedes...
Hermione les dedicó a ambos una sutil y elegante reverencia. Y siguió su camino...
Al apenas pisar la entrada del comedor, Hermione escuchó las risas varoniles de Bill y George. Ambos estaban escuchando a Remus relatarles algo que al parecer los tenía muy divertidos.
Dando pasos sigilosos, ella se acercó a los tres, mientras sus ojos chocolate se posaban en el licántropo...
Hacía cinco años que no veía a su ex profesor de D.C.A.O.
La última vez que lo había visto, fue aquel día en que le invitó a él y a su familia, a la celebración de su boda con Ron. Celebración a la que la familia Lupin nunca asistió, pero ella no se sentía ofendida por eso, al contrario, Hermione pensaba: "Ojalá yo hubiese tomado esa misma decisión, la de no asistir a mi propia boda".
Al contemplar al licántropo, la castaña notó que él se conservaba bastante bien físicamente, excepto por su rostro que estaba muy lastimado, repleto de rasguños y magulladuras. También notó que el Azul le sentaba de maravilla a su ex profesor. Ese color en verdad le favorecía mucho.
—Buenas noches, Profesor Lupin.—saludó ella con voz dulce. Pues sentía por él un enorme aprecio.
—Leona...—soltó Remus con la voz grave y sin poder ocultar su emoción.
—Con mucho gusto estrecharía su mano, profesor, pero ahora mismo sostengo la bandeja de los aperitivos.
—Mí madre te ha puesto a trabajar desde que llegaste, ¿No, Mione? —dijo George compadeciéndola.
—Es mí culpa, Georgie. Yo debí preparar lo que ella me pidió y no lo que a mí se me antojó comer esta noche —respondió ella. —A propósito, ¿Se les ofrece algo, caballeros?
—¡Sí! —respondió Remus como un loco desesperado —Tu encantadora presencia, ya solo con eso es suficiente...
Bill, Hermione y George soltaron unas risas genuinas, porque consideraron que el licántropo bromeaba, pero él era sincero en cada palabra...
—Mione se refiere a si quieres algo para "picar", hasta que sea hora de la cena, Remus —aclaró Bill.
—Una copa de vino especiado me vendría bien. —respondió el licántropo.
—¡No! de eso no hay. —mintió ella terriblemente.
—Que bien hueles cuando mientes, Leona... —dijo el licántropo con voz ronca.
A Hermione le recorrió una sensación extraña y a la vez placentera por la espalda, que luego se transformó en un sutil sonrojo en sus mejillas.
—¡Un momento! —exclamó George —¡¿Cómo que no hay vino especiado?! Si mi madre, tú y yo lo preparamos hace dos meses para que estuviese bien macerado esta noche.
Bill le echó miradas a su hermano para que se callara, pero George ni se enteró...
—¡Además! ¿Qué es esto? —George tomó una copa de la bandeja —Parece vino, huele a vino y también a canela con limón... A ver... Mmmm, también sabe a vino ¡Oh, Merlín Santo! ¡Esto debe ser vino especiado! ¡No lo puedo creer! ¡acabo de hacer un descubrimiento!
—Ya cálmate, George. —le pidió Bill, mientras le arrebataba la copa de las manos.
—Lo siento, profesor Lupin. Pero me pidieron que no le diese nada de alcohol ni nada que lo contenga, pero puedo ofrecerle Piggys in Blankets o tartitas de manzana con nuez, zumo de calabaza o zumo de caña de azúcar.
—Leona, ¿Le vas a negar una copa a este pobre ciego? ¿De verdad?...
Hermione se sintió apenada con él y se excusó:
—Lo siento, pero tengo instrucciones de no hacerlo y si no quiero problemas con Molly, debo cumplir...
Luego Hermione cayó en cuenta de que había soltado aquello frente a dos de los hijos de su suegra.
—¡Yo!... Lo siento... ¡No!...
—Está bien, Herms, no te preocupes. Todos sabemos cómo es mamá. —dijo George, dándole la razón.
—Tú, tranquila. —acotó Bill.
—¿Estás tú entre las opciones del menú? —preguntó Remus
Entre risas genuinas, Hermione respondió:
—Hasta donde sé, yo no soy comestible, profesor...
Los tres hombres se contagiaron de la risa de la fémina.
—Yo me refería a, si te gustaría hacernos compañía y unirte a nuestro club —explicó el licántropo.
—¿Y qué club es ese? —preguntó ella con curiosidad.
—El Club de Los Incompletos...
—¡Vaya nombrecito nos has puesto!... —soltó George, mientras se apoyaba en el hombro a Remus.
Bill que bebía de la copa, hizo una mueca graciosa al escucharlo.
—¿El club de los Incompletos? ¿Y ese nombre, por qué?... —preguntó Hermione, riéndose.
—Bueno, es que... —comenzó respondiendo Remus —Como puedes ver, a Bill le falta la mitad de la cara, a George le falta una oreja y en cuanto a mí... Me hace falta una compañera que sepa aguantarme el ritmo...
Bill terminó por escupir el vino, y George casi se atraganta con un pedazo de tartaleta dulce.
—Me refiero a bailar... —agregó el licántropo, para despistarlos.
Bill, Hermione y George, se quedaron un momento en silencio, procesando la reciente información agregada.
—¿De qué creyeron que hablaba?.—preguntó Remus, fingiendo inocencia de manera extraordinaria.
Los hermanos Weasley carraspeaban incómodos y Hermione dijo:
—A mí me hace falta aprender a vivir la vida con la pasión e intensidad que usted tiene, profesor Lupin. ¿Eso es suficiente para ser aceptada en vuestro club?
Ella no tenía idea de lo que acababa de provocar con sus palabras...
—No solo es suficiente; sino que te nombraré presidenta del mismo.— le respondió Remus, sintiéndose muy halagado.
Acto seguido, el licántropo sacó su varita e hizo levitar la bandeja que Hermione sostenía. Tomó una mano de la mujer que le estaba alborotando las hormonas y le depositó un beso en el dorso de la misma, cual caballero a una dama.
La castaña volvió a tener esa sensación extraña y a la vez placentera, y por un momento, llegó a creer que su ex profesor de D.C.A.O. estaba seduciéndola, pero rápidamente Hermione disipó ese pensamiento. Él estaba casado y además sabía con seguridad que le era fiel a su esposa...
—Ya que no me concederás una copa de vino, al menos concédeme una alegría esta noche, Leona... —pidió el licántropo en tono de súplica, tomándola de la mano.
Bill y George, que presenciaban aquel momento, se sentían bastante incómodos y que sobraban en el lugar.
—¿Bailarías conmigo esta noche?—preguntó su ex profesor Lupin.
—Sí. —aceptó, sintiéndose cortejada, aunque luego pensó que solo era una ilusión suya, y que él solo estaba halagándola.
Utilizando magia, el licántropo dejó la bandeja levitando frente a ella para que la tomara, dándose cuenta de que ya estaba saliéndose demasiado de su cause, y dejándose en evidencia frente a los cuñados de ella.
—Yo...—titubeó Hermione, volviendo a tomar con ambas manos la bandeja —Debo continuar, disculpen...
—Tranquila, Herms, vé —respondió George con amabilidad, e incomodidad al mismo tiempo.
—Con su permiso, caballeros. —se disculpó.
Bill y George le sonrieron con gentileza, dándole a entender que todo estaba bien; en tanto Remus, solo afirmó con la cabeza una vez, mientras peleaba con el Lobo en su interior.
Y después de dirigirles una última mirada a los tres, se escabulló de allí como si ella hubiese hecho algo descarado.
Luego, Bill también se excusó:
—Voy a ver a nuestros hijos, Remus. Están demasiado callados y cuando están así...
—Es porque alguna travesura están haciendo. —completó la frase el licántropo.
Bill se levantó de su silla y dejó su copa de vino sobre la mesa.
—¡Oh, por favor! Déjales vivir, Bill— le dijo George. —¡¿Qué es una vida sin travesuras?!
—No me molesta que las hagan...—respondió su hermano mayor.— me molesta que se ponen en peligro y se meten en problemas. Les veré luego, muchachos.
Fue lo último que dijo Bill y se marchó del comedor.
Cuando George y Remus se quedaron solos, el audaz pelirrojo se lanzó a preguntar:
—¡Eh, hombre lobo!...
—¿Sí?...
—¿Mione te resultaaaa?... ¿Cómo preguntarlo con sutileza?... ¿Te parece un suculento bocadillo? un bomboncito al que le quieres clavar...,Ya sabes, "el diente"...
El licántropo enarcó sus cejas, fingiendo no entender el mensaje codificado del pelirrojo...
—Soy licántropo, George; no caníbal.
—¡Yaaa!... No te hagas el alelado conmigo, que tú y yo nos conocemos bastante bien —George miró hacia todas direcciones por si alguien pudiese escuchar la conversación. —Yo te daré información clasificada, si tú a cambio me respondes con franqueza...
Remus evaluaba en su mente si confesar, o no. Le parecía arriesgado decir la verdad al cuñado de la Leona; pero por otro lado, la "información clasificada" despertaba su curiosidad y aún más, por tratarse de Hermione.
Entonces, Remus tomó su varita, aplicó un silencioso Muffliato y confesó a cambio de información:
—Si te soy sincero, ¿tú también lo serás conmigo?
George sonrió ampliamente, al ver que su amigo licántropo le diría un secreto.
—Completamente sincero; te lo juro por la oreja que me queda.
—De acuerdo... —asintió Remus, suspiró largamente y luego soltó la verdad —Sí, la deseo...
—¡Lo sabía! ¡Lo sabía! —exclamó George, festejando el haber dado justo en el blanco.
—La deseo con mi vida, Georgie... La deseo incluso mucho antes de haberme casado... Hace cinco años, cuando ella me dijo que se casaría, me juré que no volvería a encontrármela y me defraudé a mí mismo y no me arrepiento de ello. Y te diré más...
George le miraba atento y sin juzgarlo. En tanto Remus, antes de continuar, encendió un cigarrillo, comenzó a fumarlo y entre cada pitada, decía:
—Si... por esas cosas que tiene la vida... ella se entragase a mí y me diera la dicha de tenerla desnuda entre mis brazos... Desde ese día, George, me podré ir de este mundo sin ataduras. Después de haberla hecho mía, me podré morir tranquilo; total...Teddy y Nymphadora ya tienen asegurado una generosa herencia y al menos... un buen pasar económico.
George pestañeo varias veces, esperaba sinceridad; pero no a ese nivel...
—¿Desde antes... de casarte con Tonks?...
Remus asintió con la cabeza, mientras su cigarrillo humeaba entre sus dedos chuecos.
—Increíble... Son demasiados años...—reflexionó George —Yo sé de lo que hablas, pero a mí el "enamoramiento" no me ha durando más de un mes o dos. Me cuesta creer que lo que sientes por ella solo sea deseo, porque lo tuyo ha perdurado por más de diez años...
—Ya me sinceré contigo, ahora cumple con tu parte del trato —exigió el licántropo, con el cigarrillo entre los dientes.
—Bien, esto que te voy a contar, es un secreto de la familia Weasley y no tiene que salir de esta conversación.
—Me lo llevaré a la tumba, Georgie. ¡Ahora cuenta, cuenta!
—Hace mucho tiempo que hay problemas en el paraíso... —comenzó relatando George —Mi hermano Ronald, le ha sido infiel a Mione en múltiples ocasiones y de las formas más obscenas que te puedas imaginar. Gran parte del dinero que gana como "jugador estrella" lo destina para sobornar a reporteros, para que ellos no lo divulguen, pero no solo para eso. También organiza fiestitas del color del betún; tu Leona ha querido divorciarse de él, de hecho ella tramitó la petición del divorcio en el Ministerio...
—Y él no la autorizó... —completó Remus, luego suspiró pesadamente y acotó —Me pasa algo similar con Dora: quiero que me haga la petición de divorcio, para que pueda autorizarla, pero ella nunca me lo pedirá.
—¡¿Te quieres divorciar?! ¡Vaya! Eso no me lo esperaba. Tal parece que, son muy pocos los matrimonios felices —observó George —.En fin, la cuestión es que a principios de este año, Ron me pidió un préstamo y yo se lo negué, pues lo que yo gano en tres meses con mi tienda; él se lo gana en una semana y ¡Encima lo despilfarra! Mi madre me buscó y prácticamente me suplicó que le cediera el préstamo, y yo cedí, ¡pero lo hice por ella; no por él!
—Tranquilo, no necesitas explicármelo... —dijo Remus, dándole unas palmaditas a la espalda de George.
—Ron hizo sus inversiones con el dinero que le presté. La misma, al parecer le salió a pedir de boca y amasó una suculenta cantidad de Galeones, ¡Ni te la imaginas! Pero cuando el miserable tuvo que devolverme el préstamo, me mintió, me dijo que había fracasado en su emprendimiento y mi madre lo encubrió...
—¡¿Qué?! ¿Molly?...
—¡Sí! sí, Remus. Mi madre está encubriendo todas las podredumbres de mi hermano, "El Rey". Sobre lo que te estoy contando hay dos personas que saben los detalles y minucias mucho mejor que yo, una es mi madre y la otra es Mione, quién viene padeciendo su "Felices para siempre" prácticamente desde que se casaron. Pero por alguna razón, tu Leona no habla sobre eso, ya que cada vez que he intentado sacarle información, la muy astuta sabe evadirte con la agilidad de una snitch.
George terminó de hablar y se quedó resoplando por la nariz de la bronca que sentía. En cambio, Remus fumaba su cigarrillo muy tranquilo, mientras en su mente sagaz y reflectiva, comenzaba a hilar un razonamiento que luego planteó de la siguiente manera:
—¿Sabes qué es lo que más me llama la atención de todo esto, Georgie?...
El pelirrojo lo miró expectante...
Remus lentamente exhaló el humo por su boca y dijo:
—Si tu hermano, que es un jugador profesional reconocido a nivel internacional, que le sobra recursos; y por tanto, tiene credibilidad (y crédito también). ¿Por qué te pidió un préstamo a ti, y no a un Banco? Tu hermano está en algo mucho más sucio que lo que trae colgando entre las piernas. Eso te lo garantizo...
George suspiró, y siendo invadido por la impotencia habló:
—Para demandar a alguien, sí o sí, necesitas pruebas —dijo George, mirando el suelo.
—¿Quieres demandarle?
—¡Por supuesto que quiero! Tuve que dejar en la calle a más de la mitad de mis empleados porque no tenía margen después del préstamo que le hice. Estuve muy ajustado muchos meses... Bueno, al menos no tuve que cerrar mi tienda. La tienda por la que Fred y yo trabajamos tanto... —George pensó un momento y agregó -Pero si no puedo conseguir las pruebas, podría inventarlas. A lo mejor, tengo suerte y me cruzo con "El Diablo" ¿Has escuchado hablar de él?...
—No, no sé quién es ese ser... Despreciable...
—¡Despreciable noooo! ¡Si es un héroe! Y es muy difícil encontrarlo, dicen que es él en realidad quien te encuentra a ti, y que hace un trabajo de falsificación Impecable. Es el mejor falsificador de documentos de toda Gran Bretaña y está resultando ser un dolor en los testículos para los del Ministerio.
George soltó unas carcajadas, y mientras reía. Remus dijo:
—Pues, a mí no me parece que falsificar documentos sea un trabajo heroico, la verdad... Y ese tal "Diablo" no es más que una rata. —soltó Remus, haciendo énfasis en la palabra Rata.
—Ese al que tú le llamas rata, le ha salvado el pellejo a más de una persona de apuros gordos y el Escuadrón de Delitos Mágicos todavía no puede distinguir entre un documento original, del de uno hecho por sus infernales y talentosas manos.
—¿Y tú te lo quieres encontrar, eh?...
—¡Sí! me encantaría conocerlo, creo que él y yo estamos hechos del mismo material.
—Bueno... Quiza un día se te cumpla el deseo y se te aparezca el "Diablo" para ponerse de tu parte... —le dijo Remus, mientras llevaba el cigarrillo a sus picudos labios.
George rio y terminó diciendo:
—¿Sabes algo, Moony?... No me desagrada para nada que tú y Mione... Ya sabes... A lo mejor, ambos se ofrecen algo de felicidad, aunque sea una efímera. Aunque luego de eso, desgraciadamente tendré que ir a tu funeral...
Remus sonrió, mostrando sus dientes irregulares y manchados de amarillo.
—Gracias, Georgie, pero que ella se fije en mí es prácticamente un milagro. Me conformo con tenerla cerca, hablar con ella y rozar su piel "por... accidente"... Así que, no te preocupes, amigo mío. Aún me quedan muchos años más de vida.
—De todas formas, si algún día necesitas alguien que apadrine tu relación prohibida, aquí tienes un servidor leal. —le aseguró George, mientras se golpeaba el pecho con la palma de la mano.
—Lo tendré en cuenta... —fue lo último que le dijo su amigo licántropo.
Luego Remus deshizo el Muffliato, y ambos continuaron hablando sobre sus respectivos trabajos, y George también le contó que estaba pensando en sentar cabeza con su novia de toda la vida, Angelina Johnson. Y mientras hablaban como los viejos amigos en los que se habían convertido, los demás invitados empezaron a aparecerse por el comedor, pues ya se acercaba la hora de la cena...
Ya eran casi las diez y media de la noche, y Molly continuaba posponiendo el servir la mesa, mientras tenía a Hermione en la tarea de ofrecer entradas y bebidas.
Algo impaciente y hambriento (como lo estaban los demás invitados), Percy le preguntó a su madre:
—Mamá, no suelo hacer este tipo de cosas, pero ¿A qué hora piensas servir la cena?
—Pronto, hijo, pronto. —respondió ella, mientras les daba a los niños bastones de caramelos mentolados.
—Eso dijiste hace más de una hora y media. Y creo que hablo por todos cuando digo que, ¡cenemos ya de una buena vez! No podemos estar esperándolo toda la vida, cuando menos te des cuenta ya será el momento del brindis y tú seguirás esperándolo, y haciéndonos esperar.
—¡No!... No vamos a empezar hasta que Ron llegue. ¿Cómo pretendes que dé inicio a la cena sin tu hermano aquí presente?
—¡Ron sabe a qué hora estábamos citados, mamá! Y si él no sabe controlar su espíritu de Diva, no tenemos porqué esperarle cuando nosotros hemos sido puntuales. Además, lo que hizo es de miserables, enviar a su esposa, sola, para que ella lo excuse...—decía Percy muy indignado.
—¡Ya, ya, ya, ya, ya! —le interrumpió bruscamente Molly. Ella no quería escuchar más verdades —Cuánta envidia le tienes a tu hermano, Percy...
—¡¿Envidia?!... Pero, mamá...—soltó Percy con una risa superficial.
—¡Sí, envidia! Porque tu hermano Ron es exitoso y tú, aunque te has esmerado mucho en la vida, no llegas ni a la mitad de lo que es él.
Tu hermano es una estrella de Quidditch y como tal, debe entrenar hasta en los días festivos, ¿No podrías ser más un poco más comprensivo con él?
—Pero, ¡Por favor, mamá! Lo que estás diciendo no tiene correlación con lo que te acabo de decir. Y yo no me creo eso de "entrenar hasta en Navidad" ¡¿Con este clima, en serio?! Y no le tengo envidia, mamá, ¡pero sí le tengo bastante asco!
Molly se ofendió muchísimo con Percy y no volvió a dirigirle la palabra el resto de la noche; y lo dejó allí parado, en medio del pasillo, ignorándolo completamente.
George, que había estado orientando su única oreja hacia esa discusión, se acercó a Percy por la espalda, y posando ambas manos sobre los hombros de su hermano, dijo:
—No tiene caso, Percy. Mamá es como una más de sus fanáticos, y le defenderá aunque Ron cometa homicidio.
—¿Tú escuchaste lo que me dijo?
—¡Sí! todo. Pero déjalo ya... No tiene sentido amargarse por eso, te lo digo por experiencia propia. Ven, vamos a tomar algo con Charlie, Mione y los demás...
Ambos hermanos entraron al comedor y se unieron al enorme grupo de invitados que esperaban el inicio de la celebración. Grupo que estaba conformado por: Bill y Fleur, Harry y Ginny, Audrey Weasley (esposa de Percy), Charlie Weasley, Arthur, Remus y Hermione.
En tanto los pequeños, se encontraban jugando en la antesala, pegando agudos gritos de diversión.
Y mientras los adultos conversaban entre ellos de manera amena y calmada; los niños jugaban haciendo un hermoso bullicio. En ese grupo de pequeños los más alborotadores y ocurrentes eran James Sirius y Teddy.
El tiempo transcurrió. Y el reloj ahora marcaba las once y cuarto de la noche...
Arthur (que ya había digerido lo que había comido a lo largo del día), se dirigió a la cocina para convencer a su esposa de que sirviese la cena.
Cuando Arthur ingresó en la cocina, se encontró con Molly esmerándose por mantener caliente la comida con hechizos "golpe de calor".
—Molly, no podemos seguir haciendo esperar así a los invitados, estamos siendo muy malos anfitriones... —dijo Arthur. —y me da pena con ellos.
—Sí, lo sé, pero es que Ron no ha llegado aún y no quiero que empecemos sin él... —dijo algo dolida —No tengo pruebas, pero estoy segura de que Hermione tiene que ver con esto, ella tiene la culpa de que nuestro hijo demore su llegada.
—¡¿Qué tiene que ver Hermione, con la irresponsabilidad de nuestro hijo?! —se molestó Arthur —Mira, no quiero que discutamos en esta noche tan especial, y por favor, Molly, aunque sea sírveles un poco de sopa crema de calabaza, ¡o mejor déjalo! Lo haré yo. Yo serviré a los invitados...
Arthur salió raudo de la cocina, dirigiéndose hacia el comedor. Cuando ingresó allí, lo primero que escuchó fue la voz de su hijo George exclamar muy divertido y muy borracho también:
—¡Vamos a divertirnos sin el invitado de honor! —George se subió a la mesa del comedor y desde allí continuó —¡Vamos a rodar esta película sin el protagonista!
Harry le tomó del brazo para bajarlo de la mesa y mientras lo hacía, le decía:
—Georgie, Georgie, baja de ahí... Baja de ahí, por favor...
—¿Te refieres al pavo, tío George?—preguntó el pequeño James acercándose a ellos.
—¡No, mí querido sobrino! —respondió acuclillándose sobre la mesa —Me refiero al "Rey", a la superestrella del Quidditch, de esta noche y del árbol de Navidad también..
Lejos de escuchar la suplica de Harry de que se bajara, George caminó sobre la mesa como si estuviese en una pasarela, dando el siguiente discurso:
—¡Invitados hambrientos, su atención, por favor! Esta cena no va a comenzar hasta que Ron no llegue, así que... —George se tambaleó un poco sobre la mesa, denotando que estaba bastante ebrio —¡Vamos a pasarla bien y sin sentir culpa alguna! ¡Qué para eso hemos venido!... ¡Mirad vuestros relojes! ¡Mirad la hora que es! No estamos lejos del momento del brindis y de que cada uno regrese a su rancho... Sé que bailar es algo que acostumbramos hacer para asentar la comida, pero esta noche bailaremos para celebrar nuestra Navidad... La palabra Navidad significa nacimiento, y propongo que... cuando llegue la hora del brindis, nos sorprenda celebrando el nacimiento de lo que vuestros corazones desee con ardor... el nacimiento de una nueva oportunidad en nuestras vidas y por todo lo bello que vendrá.
Cuando George finalizó su discurso, Remus le aplaudió con una sonrisa divertida en su rostro y luego los demás, imitaron al licántropo.
Y mientras George recibía los aplausos de todos, sacó su varita, le apuntó al viejo gramófono de su madre y entonces, un alegre Vals comenzó a sonar en el comedor...
Arthur y Harry lograron bajarlo de la mesa.
—Hermione. —la llamó Arthur con aflicción.
La castaña acudió al llamado, al ver que ambos lidiaban con George.
—Hermione, hija, ¿Por qué no nos haces un favor? Y... buscas en el guardarropas, el que ya sabes, la poción para la sobriedad. Disculpa que te moleste tanto.
—Está bien, Arthur, no me molesta para nada. Ahora mismo voy.—respondió ella
—Gracias, nosotros estaremos en el baño de este piso. Cuando tengas la poción, búscanos allí.
—Sí, no tardaré en ello...—dijo la castaña y salió del comedor, dando pasos presurosos.
Luego Arthur y Harry se llevaron a George a la rastra al cuarto de baño, sin darle tiempo a protestar...
Hermione subía las escaleras de la Madriguera de manera rauda, tenía que llegar al tercer piso donde estaba el guardarropas abarrotado de pociones.
Agitada por la carrera, la castaña llegó allí y con su caminar felino se acercó al mueble, mientras se reflejaba en el espejo ovalado del mismo. Abrió la puerta del guardarropas y comenzó a buscar entre los estantes, la poción que le devolvería la sobriedad a George.
Mientras buscaba esa pócima de color rosado lechoso, recordó el reciente discurso y soltó unas risas aprovechando que estaba sola en aquel piso. Su parte favorita del monólogo de borrachín, fue cuando George dijo: "el nacimiento de una nueva oportunidad en nuestras vidas".
Cuando encontró la poción, la tomó con su mano derecha y luego cerró el guardarropas; al hacerlo el espejo ovalado le devolvió su reflejo...
Bajó las escaleras con la misma velocidad con que las había subido. Atravesó el pasillo que conducía al cuarto de baño y allí se encontró con Arthur y Harry sosteniendo a George, quien vomitaba dentro del inodoro...
—No voy a preguntar ¿Cómo está? Porque... ¡Bueno!...— dijo Hermione con la poción entre sus manos.
Arthur y Harry le sonrieron, mientras sujetaban a George.
—Gracias, hija —dijo Arthur—, déjalo ahí, por favor, en el lavabo y vé, vé tranquila. Que cuando nos desocupemos de esto, regresaremos al comedor.
—De acuerdo...—respondió ella, y le dirigió una mirada de preocupación a George.
Con una sonrisa, Harry le dijo:
—Estaremos bien, no te preocupes.
Ella asintió con una leve sonrisa en sus labios y salió de allí, sin apurarse demasiado.
A medida que la castaña se acercaba al comedor, el vals alegre se escuchaba cada vez más alto y cuando llegó, se encontró con las parejas bailando, a excepción de tres personas: Charlie, Remus y Ginny, quienes se encontraban sentados y se los veía bastante desanimados (Sobre todo Ginny y Remus).
Parada en la entrada del comedor, Hermione miraba a las parejas bailar:
Bill y Fleur se veían tan felices como sonaba aquel Vals, Percy y Audrey bailaban con elegancia, mientras se dedicaban una mutua sonrisa. Y hasta Teddy, disfrutaba de poder bailar con Victoire...
Sin darse cuenta, ella sonreía, porque ver a las parejas divertirse, le regalaba una dulzura inexplicable.
Hermione percibió que se acercaba el final de la canción, ella trataba de recordar como se llamaba aquella orquesta que estaba sonando. Estaba segura de haberla escuchado con anterioridad, pues como sonaban esos violines tan expresivos y ese estilo tan audaz para interpretar el Vals le eran muy familiares...
Se esforzó en recordar el nombre de la orquesta, mientras mordía su labio inferior. Mientras las parejas bailaban en aquel espacio amplio al lado de la mesa vacía y ella, intentando recordar el dichoso nombre...
Hasta que lo logró, el nombre vino a su mente como un chispazo:
—¡Cyrà! —dijo triunfal Hermione —La orquesta de Cyrà...
El licántropo la escuchó, y se levantó de un brinco de la silla. Con el bastón en su mano izquierda, se dirigió a dónde ella estaba.
—Leona... —le dijo él con voz ronca. —Creí que te habías escapado para no tener que bailar conmigo.
Hermione se acercó a su ex profesor de D.C.A.O. y le explicó:
—Nada de eso, me ausenté porque tuve que asistirle a Arthur... Por lo de George. —aclaró Hermione.
—Ah... Claro...— dijo Remus con las mejillas rojas de la vergüenza.
—No he olvidado nuestro compromiso de bailar juntos —le dijo ella —¿Estamos a tiempo de hacerlo?...
Las mejillas del licántropo no podían estar más rojas, estaban tan rutilantes como las esferitas del arbolito de Navidad que decoraba la esquina del comedor.
—Sí... Sí... —respondió él, con la respiración agitada y la voz jadeante. —¿Te parece bien si bailamos el siguiente Vals?...
—Me parece perfecto, dejemos que este finalice.
Él asintió con la cabeza y luego se paró al lado de ella, esperando el momento para poder tomarla de la mano y llevarla a la improvisada pista...
El licántropo estaba tan ansioso, que ni siquiera se percató de que Arthur, Harry y George habían regresado. Él solo era consciente del perfume de la Leona y del palpitar alocado de su corazón...
—Me gusta mucho como hueles...—le dijo el licántropo —¡Quiero decir! Tu perfume... es agradable, me resulta encantador.
Hermione lo miró extrañada: no estaba usando ninguna fragancia, pero supuso que él solo buscaba ser gentil con ella.
—Gracias, es mí perfume preferido—mintió Hermione.
—Debo decirte algo... —le susurró Remus.
Hermione lo miró, y esperó que él continuara.
—Soy zurdo, y siempre tendré tendencia a llevarte hacia ese lado... —aclaró el licántropo —sé que debería moverme hacia la derecha, pero no es una de mis cualidades el renunciar a mis inclinaciones y preferencias.
—No se preocupe por eso, yo sé adaptarme. —respondió ella con una sonrisa, y lo tomó de la mano.
Remus tragó grueso y su lobo aulló de locura en su interior.
Y mientras las últimas notas y acordes del alegre Vals sonaban, Arthur hizo aparecer sobre la mesa una elegante sopera de porcelana y platos hondos de cerámica inglesa, después de eso se dispuso a servirle a los niños, una calentita y sustanciosa sopa crema de calabaza.
Y entonces, el momento tan ansiado por el licántropo llegó:
Las parejas que habían finalizado su baile, aplaudían divertidos y sonrientes.
En tanto Arthur, invitó a todos los allí presentes:
—Por favor, tomen asiento, pueden ubicarse como ustedes decidan. ¡Espero que les guste la crema de calabaza!.
Las parejas abandonaron la pista y se aproximaron a la mesa.
En cambio Remus y Hermione, tomados de la mano, se dirigieron en una dirección opuesta a la de los demás invitados:
En la improvisada pista de baile, él la reverenció con caballerosidad. Ella sonrió, y correspondió su reverencia.
El licántropo extendió su mano, proponiéndole que bailara con él y la castaña aceptó, entregándole a su vez su mano.
Al sentir que ella lo aceptaba, Remus la atrajo de forma enérgica a su cuerpo, como si quisiera abrazarla; y no bailar...
Su mano derecha descansó en la espalda desnuda de Hermione y sin poder contenerse soltó un jadeo:
—Merlín —dijo con voz ronca.
—El escote de mi vestido está en la espalda... —le explicó ella, algo vergonzosa con él.
Remus no respondió. Él solo llevó con lentitud la mano de su compañera a su hombro derecho.
El vals era tímido y apenas comenzaba a distinguirse ese ritmo ternario que les marcó la velocidad de unos pasos tranquilos...
Él era quien guiaba, lo hacía con firmeza y ella solo se dejaba
llevar. Envuelta por el calor que él emanaba, sintiendo la mano tortuosa del licántropo en su espalda acariciándola con sutileza, aprovechandose de la ocasión y la cercanía...
Con gracia ambos giraban desplazándose por la pista, con la misma tranquilidad de la música.
La mano de Hermione pudo percibir la dureza del hombro de su compañero, a pesar de la tela que lo cubría. Y así como él se tomaba la libertad de acariciarla; ella se tomó el atrevimiento de sentir el marcado deltoide que se escondía bajo la camisa azul de su ex profesor.
Remus no le dijo nada. Sería injusto si solo él se aprovechaba de la ocasión, así que le permitió todo lo que ella deseara...
La música comenzó a tomar más ritmo, conviertiéndose poco a poco en un vals enérgico.
Hermione se separaba de él con gracia y encanto, y el licántropo volvía a atraerla, haciéndola girar, provocando que la falda del vestido flameara de forma eterea.
Volvieron a girar juntos, ella entre sus brazos y él envolviéndola con su calor...
El ritmo se aceleró un poco más y los giros de ambos también...
Haciendo gala de su fuerza, él la levantaba unos centímetros del suelo, sujetándola por la cintura, sorprendiéndola y arrancándole unas risas delicadas que lo estimularon a más...
Se desplazaron por el espacio con libertad, sin importarles que comenzaban a captar las miradas de los demás.
El baile que había comenzado siendo tímido, fluido y tranquilo. Se convirtió en una danza frenética que se aceleraba cada vez más, cobrando fuerza tanto en ritmo como en intensidad.
Ese juego que ella había iniciado, estimulaba mucho al licántropo: la castaña intentaba huir de sus brazos, pero él volvía a atraerla, a tomarla y hacerla girar con gracia, para luego elevarla y así tener la recompensa de tenerla más cerca, y de sentir en la piel de su cuello la agitada respiración de su compañera.
En un giro, él la dejó escapar y la castaña quedó de espaldas a él. Remus se acercó a ella por detrás y la tomó de ambas manos, rodeándola con un brazo, llevándola por la pista, siguiendo el ritmo del un dos tres...
Ella soltó unas risas, porque creyó que él la dejaría ir, pero estaba equivocada. Él solo quería darle su espacio, que ella se luciera...
La castaña extrañó estar envuelta en los fuertes brazos del licántropo y esta vez, fue ella quien buscó regresar a él...
Remus la recibió sin demorar ni un segundo y la envolvió otra vez.
Después de su reencuentro, ambos giraron frenéticamente por la pista, a una velocidad que iba en aumento con cada giro, llevándose las miradas y aplausos de quienes los miraban...
Las volteretas cesaron cuando Remus la elevó otra vez y al atraerla, sus cuerpos chocaron, provocando que ambos soltaran jadeos amortigüados por la música.
Con la espalda erguida, el licántropo la hizo girar a su alrededor, aprovechando en cada giro el poder rozar la piel desnuda de la castaña...
El frenesí del ritmo anunciaba el fin del vals.
Remus la envolvió por la cintura con su brazo izquierdo y sosteniéndola, la inclinó y con total descaro, aprovechó esa posición para rozarle con los labios el cuello.
El vals finalizó...
Y con excesiva lentitud él la atrajo hacia sí.
Sus rostros volvieron a encontrarse, sus respiraciones agitadas colisionaban, y sus corazones latían como el galopar de un caballo desbocado.
Quienes les habían estado observando, aplaudían a la osada pareja.
—¡Muy bonito... Muy bonito!... —decía Arthur, y aplaudía enérgicamente.
Fleur se había emocionado al verlos bailar y soltando unas lagrimillas, dijo en un atenuado acento francés:
—Eso fué bellò...
Teddy y George les dirigían a ambos, unas amplias sonrisas cargadas de picardía y complicidad.
Pero Remus y Hermione solo escuchaban los latidos de sus corazones que se resistían al sosiego y de lo placentero que les resultaba el tenerse cerca...
—Es usted una bailarina fogosa, Hermione... —le dijo Remus, aún sosteniéndola entre sus brazos, disfrutando de sentir la piel de su espalda.
—Y usted baila como un loco apasionado... —Hermione soltó una suave risa y sin percatarse de lo que hacía, ella paseó sus manos por los marcados brazos del licántropo. —Y no exageró, en verdad necesita encontrar una compañera que sepa aguantar su ritmo...
Ambos rieron, compartiendo un breve momento de intimidad.
—Ya la encontré... —susurró Remus, insinuándosele una vez más.
Hermione se estremeció en sus brazos y se descubrió siendo seducida, pero lo más preocupante, era que no le resultaba desagradable ser la presa del lobo...
—No quiero abusar de tu generosidad, pero... ¿Bailarías conmigo una segunda vez?
—Será un placer...—respondió ella, en un suave susurro.
Remus le dedicó esa sonrisa encantadora que a pocas personas le mostraba, y Hermione se enamoró de esa sonrisa sin siquiera percatarse de ello.
Molly, que también los había visto bailar, no le gustó notar esa complicidad y cercanía que compartían. Por esa razón, la añosa bruja en un hábil movimiento de varita, quitó el disco del gramófono, cortándoles la posibilidad de continuar, mientras daba la siguiente excusa:
—Perdón por la excesiva tardanza, pero parece que tendremos que iniciar la cena sin Ron...
Los niños, con su característica transparencia, no se midieron en su festejo y en el alegre alboroto que armaban. En cambio los adultos, intercambiaron miradas silenciosas, que expresaban un claro: "¡Por fin!" Y "Ya era hora..."
Molly hizo aparecer el enorme banquete sobre la larga mesa rectangular. El cual constaba del clásico pavo relleno, papas y zanahorias asadas, ensalada de coles de Bruselas, pan integral, guisantes verdes, salsa gravy, mucho ponche de vino especiado y para aquellos que no gustaban de comer pavo (como era el caso de Fleur); estaban la opción del "rebelde" y fresco salmón (el único platillo atípico de la pantagruélica cena). Y el centro de mesa, eran los coloridos Christmas Crackers que George había aportado.
Un poco apartada, estaba la pequeña mesa redonda destinada a los niños. Allí se ubicaban: Victoire y su hermana menor Dominique, James Sirius y Albus Severus.
La mesa de los pequeños presentaba un menú similar en cuestión de verduras asadas, pero a diferencia de la mesa de los adultos, en ella estaban servidos los sándwiches de pavo, sándwiches de jamón, tartaletas dulces rellenas con picadillo de frutas (la favorita de los niños),para beber había zumo de calabaza y zumo de caña. Como decoración de la mesita redonda, el centro era la estatuilla de un querubín tocando un clarín del que surgían burbujas Tornasoladas.
—Teddy, querido...—dijo Molly.
—¿Sí, abue Molly?...—respondió el picarón.
—¿No prefieres sentarte con los demás? —preguntó ella, señalando hacia la mesa redonda.
—No, aquí estoy a gusto, además prefiero sentarme al lado de mi papá. —se excusó él.
—Pero te aburrirás con nuestros temas. —le dijo George.
—Contigo aquí, tío Georgie, es imposible aburrirse. —replicó él, guiñendo un ojo y arrancándole una sonrisa a George.
—Está bien, que se quede con nosotros... —asintió Arthur entre risas. —Teddy, eres digno hijo de tu padre. Los dos sois un par de pícaros con encanto.
Teddy le sonrió en respuesta y luego llamó a su padre:
—¡Papá, ven a sentarte! Te guardé tu lugar...
La castaña tomó la mano del licántropo, y lo guió con suavidad hasta el asiento que Teddy había reservado para él.
—Gracias, Leona.—le dijo Remus.
—Fue un placer —respondió con sinceridad.
—Hermione, este lugar es para ti.—señaló Arthur, tomando el respaldo de la silla con ambas manos.
Hermione rodeó la mesa y tomó su lugar. Arthur le acercó la silla con gentileza, ella se lo agradeció con una sonrisa y se ubicó al lado de Fleur, y frente a Remus y Teddy.
—Quitagré estò...—dijo Fleur y desvaneció la silla vacía que había entre ellas,con el siguiente pretexto: —Mí madrè siempre dicè que los asientos vacíos son antiestéticos en una mesà.
Molly hizo una mueca de dolor, pero no regañó a Fleur por aquello. En cambio Hermione, le dedicó a una mirada de agradecimiento y Fleur asintió con sutileza, entendiendolo.
—¡Brindemos primero! —exclamó Arthur, llenando las copas de todos. —¡Por una feliz Navidad y por que esta velada resulte maravillosa! ¡Salud!
¡Salud! Corearon todos los allí presentes, brindando con vino y zumo. Posteriormente al ceremonial brindis, se dió inicio a la cena:
Mientras Arthur cortaba el pavo relleno, Molly les servía a los comensales...
El comedor se llenó de las risas de
los niños, el ruido de los platos, el tintineo de los cubiertos y las amenas conversaciones...
—¡Oh! Yo quiero de estò...—dijo Fleur señalando el salmón.
—¡Te serviré! —se apuró a decir Hermione, y con modales refinados sirvió el plato de Fleur.
En ese mismo momento, mientras Teddy le entregaba su plato a Molly, su padre le preguntó:
—Hijo, ¿Estoy olfateando bien?... ¿Hay pescado en la mesa?...
—Sí...—respondió Teddy —, de hecho fue tía Mione quién lo preparó. ¿Quieres que le diga que te sirva de eso?...
Teddy no esperó la respuesta de su padre (pues ya lo conocía bien) y se dirigió escandalosamente a Hermione:
—¡Tía, Mione!... Mí papá está babeando por lo que tú cocinaste, ¿Le servirías a él también, por favor?
Los demás rieron por la manera en que la que Teddy se había expresado, en tanto a Remus se le colorearon las mejillas...
Riéndose, Hermione sirvió el plato de él y luego preguntó cortésmente:
—¿Alguien más...—Hermione sintió la mirada fulminante de Molly. —le apetece salmón?...
Ella terminó su pregunta con una sonrisa incómoda, pero al mismo tiempo traviesa...
—¡Yo!...—respondió Harry —Yo también quiero, Mione.
Ahora eran dos, las miradas fulminantes dirigidas hacia ella...
Mientras servía el plato de su amigo, recurrió a una pregunta para distraer la atención:
—George, sobre ese disco... de Valses que trajiste... —Hermione le devolvió el plato lleno a Harry y luego tomó asiento —¿Cómo se llama la orquesta que los interpreta? Estaba tratando de recordar su nombre... ¿Por casualidad, no es la orquesta de Cyrà?...
—¡Sí, exactamente! Es la Orquesta Sinfónica de Cyrà —respondió George —y ese disco lo han sacado ... hace nada...
—¿Y cómo se llamà el Vals que el señor Lupìn y Hergmione bailagon? —preguntó Fleur. —El que tienè un ritmo muy audaz. ¡Realmente me ha gustado muchò!
—¡Oh, ese vals! —exclamó George sin poder evitar reírse con la boca llena —Se llama: Bailando con el Diablo.
Hermione sintió que un escalofrío le recorría su espalda desnuda...
—¡¿Cómo dijiste?! —preguntó impactada.
—¡No es broma! Así se llama —aseguró George —Bailando con el Diablo. Y la compusieron en honor al falsificador que está poniendo patas arriba al Ministerio, ¿No es así?
George dirigió la mirada a su padre, luego a Percy y por último a Harry. Los tres reaccionaron de forma similar: removiéndose incómodos en sus asientos y carraspeando como si tuvieran una molestia atravesada e la garganta.
—Eeehh,... Ese no es un tema apropiado para esta ocasión, George...—argumentó el señor Weasley, poniéndose nervioso.
Sintiendo curiosidad por el tema, Charlie Weasley (quien prefería estar mayormente callado), preguntó:
—¿Quién es? ¿De quién están hablando?
—Por el momento, no sabemos de quién se trata...—comenzó explicando Harry —ni su nombre real ni nada fehaciente sobre él. Lo único que sabemos es que, es un falsificador muy minucioso y hace sus trabajos a la perfección, no deja huella por dónde pasa. Y le apodaron como "El Diablo", por el refrán que dice que "El Diablo está en los detalles"...
—Y se ha convertido en el mejor falsificador de documentos de nuestra comunidad —asintió Percy.
—¿Habías oído hablar sobre él, Mione? —preguntó Harry.
—No... la verdad no... —respondió sin creerse a sí misma.
—¡Que raro! —acotó Ginny —Me sorprende que exista un tema que tú ignores, Herms...
—Bueno, cambiemos de tema ya...—interrumpió Arthur.
—No entiendo porqué te pones tan nervioso, papá —dijo George.
—¡Y cómo no voy a ponerme nervioso, George! Si ese hombre nos está dejando en ridículo como funcionarios del Ministerio. El día que den con su identidad, se los aseguro, familia: los del Wizengamot lo castigarán con severidad. De hecho, a un gracioso ya se le ocurrió la idea de reservarle en Azkaban el calabozo 666... La verdad, Hermione, es que me parece una completa lástima que tú no estés dentro del Cuerpo de investigación del Ministerio. Porque si estuvieses, ese Diablo ya tendría a su digna predadora detrás de él.
Teddy tragó con dificultad el trozo de pavo que estaba masticando, y preguntó preocupado:
—Perooo... ¿Están lejos de atraparle, verdad?...
Arthur suspiró cansado, pero de todas formas respondió:
—Me temo que sí, Teddy... Cómo bien dijo Harry, este hombre no deja huella por dónde pasa, tanto de forma literal como metafórica. Sus falsificaciones son ¡Perfectas!
—Endemoniadamente Perfectas. (Nunca mejor dicho) —agregó George.
Teddy y George intercambiaron risas socarronas, que fueron interrumpidas por un planteamiento de Hermione:
—Hay algo que me resulta incongruente, y es que, si el trabajo de este hombre es tan perfecto como dicen, ¿Cómo es que los del Ministerio saben de su existencia? ¿Cómo descubrieron la existencia de los documentos apócrifos que están en circulación? Un falsificador no puede darse el lujo de ser alguien popular. Eso no le es conveniente en absoluto.
Arthur se quitó los lentes y mientras los limpiaba, respondió:
—Entiendo de lo que hablas, hija. Y lo único que puedo decirte es que, ser bueno en lo que haces, tiene un alto precio; y este hombre es muy, MUY bueno en su... Vamos a llamarle "trabajo". Y eso, le ha dado fama y prestigio en cierta forma. Él se ha convertido en un secreto a voces dentro de la Comunidad Mágica. Cuando alguien está en apuros burocráticos, los magos y brujas le aconsejan a esa persona: "Invoca al Diablo". Y esa frase en clave, ha llegado a oídos de quienes trabajan en el cuerpo de investigación. Una de las cosas que también alertó al Ministerio, fue una enorme ola de divorcios que hubieron en estos últimos tres años. Y muchos magos y brujas aseguran no haber autorizado el divorcio, pero al no poder distinguir de entre un documento original de uno falso, se da como válido el trámite.
La castaña escuchaba muy atenta, al igual que Charlie Weasley. En cambio los demás se dedicaban a comer.
—Este hombre... —inició cuestionando Hermione —¿Es capaz de burlar los hechizos de verificación de autenticidad?
—No solo eso, Mione... —respondió Harry —También ha sabido replicar los sellos, los lacres, los troquelados y firmas, y hasta los tratamientos que se le hacen a los pergaminos... ¡Todo! Todos los detalles habidos y por haber, los detalles que te imagines; y los que no, él se los conoce. Se los tiene a todos bien estudiados.
Hermione quedó en silencio, preguntándose, si aquel "Diablo" tendría relación con el vaticinio que le había hecho el aparatejo de Trelawney.
—Él es increíble... —soltó la castaña, sintiendo admiración y más curiosidad por él.
—Sí, eso es lo que ese hombre termina generando en las personas: fascinación —dijo Arthur.
En ese momento Remus tosió exageradamente, llamando la atención de los demás, luego carraspeó y se excusó diciendo:
—Perdón... Es que... me acabo de tragar una espinilla del salmón.
—¡Oh, Merlín Santo! Beba agua, señor Lupin. —dijo alarmada la esposa de Percy.
—No, mejor come una rebanada de pan, ¡con eso pasará! —le aconsejó George.
—No se preocupen por él... —les dijo Teddy muy tranquilo —mí papá ya tiene bastante depurada su técnica pa' tragarse el pescado con espinas y todo.
Sin proponérselo, Teddy hizo reír a los demás y también distrajo un poco la atención del tema del falsificador.
—Sucede que a mí papá, le encanta comer pescado, si fuera por él, en casa comeríamos pescado todos los días... —agregó Teddy.
—Nooo... eso no es tan así... —se defendió Remus —solo de lunes a viernes.
Sintiéndose apenada, Hermione le dijo a Remus:
—Lo siento mucho. Yo creí que lo había desespinado bien... Mil disculpas...
—Oh, Leona. No te sientas mal por esta nimiedad —le restó importancia Remus.
—Sí, ya estamos acostumbrados a esto, tía Mione. —agregó Teddy.—Incluso las primeras veces mamá y yo nos asustábamos mucho, pero ahora solo decimos: "ya lo tragará".
—¿Qué tal si me sirves un poco más, y dejamos el incidente de la espinilla en el olvido?... —negoció el licántropo.
Hermione le dirigió una mirada a Teddy y este le dijo:
—¿Lo ves, tía Mione? mi papá ya está preparado para el segundo Round.
La leona soltó varias risas mirándolos a ambos, y sonriendo, nuevamente sirvió el plato del licántropo.
—Entonces, ese rumor de que Narcissa Black falsificó los documentos de su divorcio ¿Es cierto? —preguntó Ginny, dirigiendo su mirada hacia Harry.
—Creo que sí, me parece que hay mucho de verdad en ese rumor.—respondió Harry.
—Harry, ¡no puedes afirmar algo así! Tú sabes Perfectamente que no se debe acusar a alguien sin las pruebas pertinentes —le regañó un poco Arthur.
—¡No! Yo no estoy haciendo acusaciones, Arthur, pero tampoco podemos negar que existe la posibilidad, ¡Porque la posibilidad está! Todo el mundo sabe que Lucius Malfoy no deseaba divorciarse de Narcissa, y que él no estaba dispuesto a aprobar la solicitud que ella hizo.
—Lo que dice Harry es muy cierto, papá.— afirmó Percy. —Porque un día, de la nada, Narcissa se apareció en el Ministerio con la solicitud de divorcio aprobada por la supuesta firma de Malfoy. Y él niega rotundamente haberlo hecho, pero claro, ¿Quién iba a confiar en las palabras de un mortífago?
Arthur suspiró rendido y lo aceptó:
— Sí, tienen razón, eso fue sospechoso... Por eso es que Kingsley decidió poner en marcha una nueva legislación respecto de los divorcios, ¿Se los he comentado ya?...
—No, aún no. — respondió Audrey.
Remus y Hermione pusieron especial atención a lo que Arthur iba a explicar:
—Como todos saben, nuestra actual legislación de Divorcios establece que para que un matrimonio unido mediante Magia se disuelva, la Hechicera debe hacerle una solicitud por escrito a su esposo, y este Mago debe firmar dicha solicitud para dar su aprobación, y solo entonces, se dará inicio en el Ministerio a la disolución del matrimonio en cuestión. Pero Kingsley está intentando dar marcha a un nuevo proyecto de ley que permite a los matrimonios divorciarse sin necesidad de que ambas partes estén de acuerdo. En pocas palabras: con que uno de los integrantes de la pareja quiera divorciarse ya es suficiente y se le concederá automáticamente lo que pide.
Arthur bebió un poco de vino de su copa, y prosiguió para finalizar:
—La idea se le ocurrió a Kingsley, a raíz de todo esto de las falsificaciones y también porque existen en nuestra comunidad una gran cantidad de matrimonios forzados, arreglados y también de los que ya no dan para más... Bien es sabido que hay mujeres que desean divorciarse, pero sus esposos no lo aprueban; y de hombres que también quieren el divorcio, pero ellas se niegan a pedirlo, y prácticamente están atados de por vida a alguien a quien no aman.
Un silencio incómodo se sumó como un invitado más a la mesa de los adultos...
—Me parece fantástico ese proyecto de ley que ha propuesto Kingsley, papá —opinó Charlie —Creo que nuestra actual legislación respecto de los Divorcios es tan arcaica como eso de los matrimonios arreglados. Todo eso ya es muy vetusto y cavernícola también.
Hermione prefirió callar, pero estaba totalmente de acuerdo con Charlie.
—Aunque soy medio cavernícola, opino igual que Charlie...—dijo Remus, llevándose las miradas de los demás.
—¡UuUuuhh! entonces cuando aprueben esa ley; ¡Hasta tú te vas a divorciar, papá! solo para probar lo que se siente —bromeó George.
—¡¿Pero qué estás diciendo?! —exclamó Arthur, mientras arrojaba su servilleta a la cara de George.
—Ya te digo yo, que no va a ser tan fácil que aprueben esa ley, ¿Eh?...— soltó Harry.
—¿Y por qué no, Harry? —cuestionó Hermione —Si este proyecto lo ha propuesto el propio Kingsley. Y siempre que un Primer Ministro ha propuesto algo, los del Wizengamot han salido volando y teletransportándose solo para decir: "Sírvase, Primer Ministro, aquí tiene su Aprobación de tipo Express"...
La castaña no pudo evitar mostrar su indignación, y la forma en la que ella habló le encantó al licántropo.
—Así que, ¿Por qué con esto va a ser distinto? ¡¿Por qué precisamente con este proyecto van a comportarse de manera diferente ese montón de lamebotas?!... —rugió la Leona.
Y Remus no pudo contener su carcajada (hecho que a nadie llamó la atención: todos sabían de la rivalidad del licántropo con el Wizengamot). Pero a quien no le hizo gracia la expresión verbal de Hermione, fue a Molly, que sin disimulo la censuró:
—¡Hermione, por favor, ubícate!
En cambio Remus, la alentó así:
—¡Otra! ¡otra! —mientras aplaudía al ritmo de sus palabras.
—¡Papá! —le regañó Teddy, abrazándolo para contenerlo —Contrólate, que no estamos en un concierto de Eurodisco.
—Lo siento —se disculpó Hermione —. Creo que me descarrilé un poco...
—No te preocupes, tía Mione —dijo Teddy con una tierna sonrisa —Yo escuché a mí papá decir cosas mucho más fuertes.
Y varios en la mesa intercambiaron sonrisillas picaronas, pues ya todos conocían ese lado del licántropo...
—Mione...—habló Harry —lo que dijiste es una verdad innegable y creo que nadie debería discutirlo. Pero lo cierto también es que, nuestra comunidad sigue siendo muy conservadora. Incluso hoy en día, siguen habiendo magos y brujas que defienden el absurdo de la pureza de sangre y hay muchos prejuicios arraigados en nuestra sociedad que van a costar gran trabajo erradicar. Dentro del Wizengamot ese tipo de personas son mayoría, y no hacen otra cosa más que obstaculizar proyectos como este último que ha propuesto Kingsley.
—De hecho —acotó Percy.—, una de la más empeñadas en "poner palos en las ruedas" es Umbridge.
—¡Oh, por favor! —se quejó Remus.—, no hablen de materia fecal cuando estoy comiendo. Tengan un poco de consideración...
Teddy se cubrió el rostro con ambas manitos, mientras George reía a carcajadas, cubriéndose con una servilleta la boca llena.
—Yo, no me considero tradicionalista, pero no estoy para nada de acuerdo con el proyecto de Kingsley —dijo Ginny.
—¡¿Y por qué?! ¿Acaso temes que Harry abandone el nido? —preguntó Percy de forma maliciosa.
Harry lo tomó con humor, pero a Ginny le cayó muy pesada la insinuación...
—No —respondió la pelirroja con un toque de acritud —Solo creo que, si dos personas eligieron estar juntas y alguna vez estuvieron de acuerdo en unirse, del mismo modo deberían estar de acuerdo para separarse, ¿o no lo creen así?...
—¡Ginny, tú no escuchas! Hay matrimonios que son de alguna manera forzados, y otros pactados. ¿A ti te parece que en esos casos, ambas partes estuvieron o están de acuerdo? Piensa las cosas antes de hablar —le regañó Charlie de muy mala manera. —Cada quien debe tener sus motivos para no querer seguir al lado de alguien.
—Pero no todos los matrimonios son como tú dices, hijo —apoyó Molly a su hija —Y Ginny tiene toda la razón: así como estuvieron de acuerdo para unirse; también deben estarlo para separarse.
Ginny le devolvió una mirada burlona a su hermano Charlie, luego levantó su copa e hizo un gesto que significó "A tu salud, hermanito".
—En cuanto a ese "Diablo" —agregó Ginny —, creo que sus días están contados con Harry como Jefe del Departamento de Aurores, ¿No, mi amor?...
—¡¿Eh?! ¡¿Te Ascendieron, Harry?!—exclamó George.
Harry asintió con su cabeza, mientras intentaba atenuar la orgullosa sonrisa que se le dibujaba involuntariamente en el rostro.
—¡Pero bueno! Esto amerita otro brindis. —dijo George y se dispuso a descorchar una botella de champaña.
—Felicidades, Hagrry, por tu ascensò. —le congratuló Fleur.
—Bien por ti, Harry. —dijo Hermione, aunque en el fondo, ella sentía un poco de envidia de su amigo. Porque él sí había hecho algo bueno con su vida...
Todos felicitaron al nuevo Jefe del Departamento de Aurores, incluso Remus lo hizo, él le dijo:
—¡Enhorabuena, Harry! Ahora esa rata fraudulenta ya tiene la reserva hecha en el calabozo 666. Teddy, ¿Por qué no felicitas a tu padrino?
Teddy se mostró cabizbajo y preocupado.
—Me alegro mucho por ti, padrino. ¡Te felicito por tu nuevo puesto! —dijo Teddy, fingiendo algarabía.
—Muchas Gracias, Teddy —respondió Harry sonriéndole ampliamente.
Remus pasó su brazo izquierdo por los hombros de su hijo y le dió un disimulado abrazo, para brindarle contención.
George repartió copas de champaña para todos, menos para Teddy y Remus.
—Estaba reservándola para una ocasión especial —confesó George —Esta champaña es marca Bergerac, cosecha 1957.
Harry pegó un silbido de admiración.
—Fleur, ¿Nos haces el honor de probarla tú primero? Así tendremos la garantía de que esto es de alta calidad —le pidió George.
—Merci, pero non. Debò rechazar tu ofrecimientò —respondió ella educadamente.
—¿Lo decimos ya? —le preguntó Bill, tomándola de la mano y depositando un beso en ella.
Fleur le sonrió con ternura y asintió.
—Fleur no puede beber alcohol porque estamos esperando a nuestro tercer bebé. —anunció Bill.
Nuevamente ocurrió una oleada de congratulaciones y muestras de afecto. Pero esta vez, fue Hermione quien se mostró cabizbaja y triste.
Mientras la castaña se esforzaba por retener sus lágrimas, servía jugo de caña en las copas de Teddy, Remus y Fleur, pues ninguno de ellos debía beber alcohol. Y aunque ella no estaba de ánimos, participó de aquel segundo brindis.
—Discúlpenme un momento.—dijo, para retirarse del comedor...
Tenía su espalda apoyada contra la puerta del baño. No sabía cuántos minutos habían pasado desde que se había ausentado del comedor...
¿Quince minutos?; ¿Veinte, tal vez?...
No lo sabía, y tampoco le importaba demasiado. Lo único que deseaba era huir... huir de la Madriguera, de Ron, de Molly, ¡de todos!... Hasta de su propia vida...
La castaña se miró en el espejo del baño, rogando que no se notara cuánto había llorado, pero eso era imposible...
Abrió el grifo, humedeció una toalla y se limpió el rostro con ella. Cuando vió su rostro algo más presentable, decidió salir del baño. Aunque sus ojos hinchados de todas formas la delataban.
Cuando Hermione reingresó al comedor, se topó con la desagradable presencia de su esposo, sentado al lado de la silla que ella ocupaba. Molly por supuesto estaba feliz, pero más de uno de los allí presentes mostraba antipatía hacia Ron. Pero eso a él le importaba tanto como el bienestar de su esposa.
—Míone, ¿Por qué tardaste tanto?...—le dijo Ron en tono burlón.
Ella respondió:
—Qué curioso. Yo iba a hacerte a ti la misma pregunta...
Ron y Hermione cruzaron miradas tensas que solo ellos entendían su significado.
—No quise venir con las manos vacías, y demoré porque compré regalos para toda la familia. —se justificó Ron de forma presuntuosa.
—¡Eso no era necesario! —le dijo su padre. —Tú sabías que la cena iniciaría a las ocho, y no hay razón que justifique tu irresponsabilidad, y la desconsideración que has mostrado para con la familia y los amigos.
A regañadientes, Hermione tuvo que ocupar el lugar al lado de su esposo y soportar el falso beso en la mejilla que este le dio para aparentar frente a los demás. Ella sintió asco de él. Ron traía encima el mismo olor a alcohol y a perfume barato de siempre.
Cuando la castaña vio la charola dónde había servido el salmón, se sorprendió al encontrarla casi vacía. Solo unas pobres hojas de espinaca quedaban en ella.
—Bueno, Arthur. Lo importante es que ya estamos todos reunidos —dijo Molly con una sonrisa. —¿Tienes suficiente, Ron?...
—Sí, mamá, no te preocupes. De todas formas ya había comido algo antes de venir —respondió Ron, mientras se servía lo último que quedaba de la cena. —¡Vaya! No quedó nada de lo que tú preparaste, Herms. Parece que tu platillo fue un éxito, lástima que no llegué a probarlo.
—Si hubieses llegado a horario, Ron, a lo mejor conseguías algo —comentó Percy de forma mordaz y lanzándole una mirada de odio.
—Remus se lo comió casi todo —le informó Charlie a Hermione. —El muy egoísta no dejó para los demás...
La castaña clavó su mirada en el licántropo, y este al percibirla se sonrojó.
—Me gustó mucho, Leona —dijo Remus, jugando con sus dedos chuecos como si fuese un chiquillo.
Ella sonrió con ternura y se quedó mirándolo por unos segundos más...
—A mí también me gustó, Hergmionè. Tu platillò estuvo magnífique. —le halagó Fleur.
—Sí, Mione es una estupenda cocinera —se sumó Harry —Siempre lo he dicho y siempre te lo diré.
—Bueno, yo no podré confirmarlo, pues ALGUIEN... —dijo George, mirando a Remus — literalmente, no dejó ni las espinas, como para chuparlas por lo menos...
Todos los invitados soltaron risas. Algunas sofocadas; y otras más liberadas. En tanto Remus, solo puso cara de no darse por aludido.
—Gracias —respondió Hermione con mejor ánimo —. Entonces, si os ha gustado tanto, en la próxima reunión probaré hacer algo nuevo...—ella miró a su ex profesor de D.C.A.O. —, y más abundante...
—Fleur, dulzura —le habló Ron —, tú puedes venir a visitar nuestra mansión, Mione te preparará lo que tú ordenes y yo te recibiré con mucho gusto...
Hermione se sintió humillada, y Fleur solo le devolvió una mirada de asco al esposo de la castaña. En tanto Bill, posó su brazo en el respaldo del asiento de su esposa y soltó un gruñido sin poder contenerlo.
—¡Serviré el postre! ¿Qué opinan?.—soltó de repente Molly, encubriendo la desubicación de su hijo —Tenemos el clásico pudding de ciruelas navideño y el pudding de chocolate que trajeron Teddy y Remus. Los serviré a los dos y cada quien elija el que guste.
La añosa bruja se apuró en recoger los platos y bandejas vacías en un movimiento de varita, y con la misma rapidez hizo aparecer ambos postres, y los platos y tenedores apropiados.
Y así fue como Molly encubrió a Ron una vez más.
—No, gracias, Molly. Paso del postre. —dijo Remus.
—¿Seguro que no quieres? —insistió Molly.
—No, ya comí demasiado, gracias.
—Está bien, Remus; Teddy, tú si quieres, ¿verdad?...
—¡Sí! Yo sí, abue Molly.— respondió el pequeño pícaro.
Y Molly le sirvió un par de porciones generosas de ambos pudines.
Remus escuchó el tropel de unos pasos alocados, acercarse hacia él, y luego, el peso de un niño que se arrojaba sobre su hombro izquierdo:
—¡Tío Remus! —dijo James con emoción —¿Podemos abrir ya los regalos que nos trajiste? ¿Podemos? ¡¿Podemos?!...
—Por favor... —suplicó de forma tierna Victoire.
El licántropo les sonrió y luego sacudió los cabellos de James.
—Claro que pueden, si son suyos.—les respondió.
Los niños chillaron alegres, pero la voz de Harry los detuvo un momento:
—¡Niños! ¿No se les olvida algo?...
—¡Oh, sí! Gracias, tío Remus. —dijo Victoire y depositó un beso en la mejilla del licántropo.
—¡Gracias, hombre lobo! —dijo James, dándole un abrazo y luego salió de allí corriendo.
—¡James! —gritó Harry un poco molesto.
—Déjalo, Harry... Que no ha hecho nada malo. —le pidió Remus con una sonrisa.
—Lo siento, es que... James es a veces muy irreverente.
—Señorgg Lupìn, le agradezcò porg su generosidad para con mis hijas. —dijo Fleur.
Remus solo afirmó con la cabeza y sonrió de manera gentil.
—Sí, Muchas Gracias, Remus —le habló Arthur —. Fue un gesto muy lindo de tu parte traer regalos para todos, pero no era necesario que te pusieras en gastos. Con que tú y Teddy estén aquí con nosotros, ya es más que suficiente.
—Bueno, es mi manera de agradecerles que nos hayan invitado —respondió él —. Además, se podría decir que ahora puedo permitirme gastar un poco más. No me puedo quejar, tengo una vida mucho más holgada que antes.
—¿Con una pensión por ser un veterano de guerra? —preguntó Ron, burlándose —Yo tenía entendido que ustedes cobran una miseria, pero si con ese sueldo has podido ser "el tío regalón" de este año, entonces creo que varios de nosotros nos hemos equivocado en rechazar esa miserable limosna.
El pelirrojo engreído remató lo que dijo con una risa burlona que despertó la bravura de Teddy.
—¡Mí papá no es un miserable! —dijo con su cabello tan rojo como una cereza.
Remus colocó su mano en el hombro de su hijo para calmarlo. El pequeño se aquietó al instante y el color azul regresó a su cabello.
—No. Yo no he dicho que lo sea, Teddy, lo que digo es que lo que cobra tu papá no es un sueldo que permita gastar demasiado como lo ha hecho —dijo Ron con descaro —.Yo solo opino que después de los gastos que tu padre hizo, seguro tendrá que pedir un préstamo para sosternerlos a tu madre y a ti... De todas formas, ya lo entenderás cuando te hagas adulto, chiquitín.
"Chiquitín será lo que traes colgando, ¡hijoputa!", pensó Teddy, al mejor estilo grosero que había aprendido de su papá.
Hermione se sintió mal por lo que Ron acababa de hacer. Él siempre tenía que enrostrar a los demás su... "Superioridad". Ella quiso decirle algo a su esposo para ridiculizarlo, pero alguien se le adelantó:
—¿Lo díces por experiencia propia, verdad Ron?... —preguntó George con sarcasmo —Digo, tú tienes mucha experiencia en eso de pedir préstamos.
—¿Les apetece un té o un café? —se apresuró a decir Molly.
—¡Oh, oh!, Oui, yo quiergo un tè.
—Bien, Fleur quiere un té, ¿Los demás?... —preguntó Molly, mientras convocaba la tetera, una cafetera y tazas.
De fondo se escuchaban las risas y gritos de los niños felices con sus regalos.
—Yo quiero un café —respondió Harry.
—Yo también —se sumó Charlie.
Molly sirvió a aquellos que aceptaron beber una infusión, y mientras lo hacía, la voz de Remus le llamó la atención:
—Molly, a mí me gustaría beber un poco de ese Bergerac que trajo George, ¿Puede ser?...
Molly lo miró, y notó que el licántropo mantenía una juguetona sonrisilla en sus labios.
—No, Remus. ¿Acaso el medimago no dijo que tú ya no debías beber?.—le regañó ella como si fuese uno más de sus hijos.
El licántropo suspiró rendido y soltó lo siguiente:
—Bueno, al menos hice el intento...—algunos rieron por aquello, mientras Remus sacaba del bolsillo de su camisa la cajetilla de cigarrillos —¿No les molesta si fumo un poco?...
—No, adelante —respondió Arthur, mientras abría un par de ventanas.
—Leona, ¿A ti te molesta que fume? —preguntó muy interesado en su opinión.
—En absoluto —respondió Hermione con suavidad.
El licántropo sacó un cigarrillo de la cajetilla bajo la atenta mirada de un par de los allí presentes. Se llevó el cigarrillo a sus labios y mientras lo encendía, le habló a Ron:
—Te... Agradezco tu preocupación... por mi situación económica y la de mí familia, Ronald... —hablaba de forma pausada entre cada pitada que le daba a su cigarrillo. —, pero no es necesaria... Hace cuatro años que los del Wizengamot me suspendieron la pensión. Ahora trabajo para la fábrica Bells and Hams, ¿La conoces? Es la fábrica de útiles escolares para el aprendiz de hechicero y también para magos y brujas oficinistas...
—¿Ah, sí?... —replicó Ron de forma mordaz —¿Y se puede saber qué hace allí un hombre de sus... Facultades?
—Troquelo tarjetas y fichas —respondió el licántropo con total tranquilidad —. Ya sé que no es un trabajo divertido ni emocionante, pero me remuneran bastante bien por hacerlo y... tener ese trabajo es mucho mejor que cobrar miserables limosnas o pedir préstamos a los parientes y luego no devolverles... Es mucho más digno, la verdad...
George quiso largar una estruendosa carcajada, pero se contuvo a más no poder al igual que Hermione. Ambos estaban partiéndose de la risa en su interior.
Ron se dio por aludido de la indirecta del licántropo, pero preso de la ira no supo qué replicar.
—¿El señor Bellingham es tu jefe?... —preguntó Arthur mientras sonreía —Yo lo conocí, de hecho fuimos compañeros en Hogwarts. A pesar de ser un Slytherin, él es todo un señor y una persona muy generosa también.
—Sí, así es, Arthur. Edward Bellingham es mi jefe y es un hombre realmente generoso. Él me dio trabajo cuando más lo necesitaba y nadie quería contratarme —asintió Remus —Y su hermano, Richard, es el segundo al mando en la fábrica. Ambos llevan mucho tiempo en este negocio de la papelería y de los útiles escolares.
—¿Cómo se llama la localidad dónde se encuentra esa fábrica? Tiene un nombre gracioso... —dijo Ginny. —¿Lo recuerdas, Ron? Tú tenías una pluma correctora de esa marca.
—Krakenwell —respondió Remus, pronunciando el nombre con un pulido acento Inglés. —, está en la localidad de Krakenwell.
—Yo visité Krakenwell ayer... —le contó Hermione.
Remus levantó ambas cejas, un poco sorprendido y como el buen curioso que era con respecto a ella, preguntó:
—¿Y qué te ha parecido, Leona? ¿Te ha gustado el lugar?...
—Bueno, lo poco que vi, sí. En realidad, no me he paseado mucho por allí, yo solo fui porque quería comprar en "El Mercado de Especias" . Pero el olor a mar que hay en aquel lugar, es embriagador y revitalizante.
Lentamente al licántropo se le dibujó una sonrisa libidinosa y mientras su cigarrillo humeaba en su mano izquierda. Sin una pizca de vergüenza o recato, este le propuso:
—Tengo a mi disposición un módulo habitacional en Krakenwell, Leona. No es una casa espaciosa ni lujosa; pero sí es muy acogedora... Si algún día te apetece, me puedes visitar...
Hermione no supo responder ni tampoco supo contener sus reacciones. Sus mejillas se tiñeron de rojo intenso y sintió como una agradable tibieza se anidaba en su bajo vientre, dándole una sensación de excitación que hacía muchos años no sentía.
Los demás fingieron no haber visto ni escuchado aquello, pero Ron no iba a quedarse de brazos cruzados, de alguna manera se las cobraría...
—¡Papá! ¡¿Por qué no les cuentas de la broma que le hiciste en el trabajo a mí tío Draco?! —soltó repentinamente Teddy, para desviar la atención de lo ocurrido.
—Aaamm —dijo dubitativo Remus—No sé, hijo... No, no creo...
—¡Cuenta, cuenta! —exigió George.
El licántropo no se mostraba muy predispuesto a relatarlo...
—Cuéntalo, Remus. Que estoy interesado en escuchar lo que le hiciste a Malfoy —pidió muy curioso Harry.
—Yo también... —se apuntó Ginny, sonriendo de manera burlona.
—Deja de hacerte de rogar, papá...
—Hagamos un trato —ofreció George —Si tú cuentas lo de la broma, yo te serviré una copa de Bergerac, ¿Qué dices? ¿No querías una copa de champaña?...
—¡Sí! —respondió entusiasmado el licántropo.
—¡Pues Venga, a trabajar! —dijo George, dando golpes sobre la mesa.
—¡George, no! —dijo molesta Molly.
—Ya no estoy tan seguro de si quiero que lo cuentes, papá... —dijo Teddy, sintiéndose preocupado.
—Tranquilo, hijo. Esta es una buena ocasión para enseñarte que cuando quieres algo, debes trabajar por ello...
—¡Papá! —se quejó Teddy.
Remus comenzó a relatar la broma que le había jugado a Draco en el trabajo:
—Malfoy y yo tenemos un compañero en el piso dónde trabajamos, él se llama Phillip Feathers y es un hombre muy asustadizo. La cuestión es que Draco le jugó una broma bastante pesada hace tres semanas, le hizo creer que nuestro jefe, Bellingham, lo despediría del trabajo por un error que en realidad no había cometido. Y el pobre Feathers casi viaja al otro mundo, porque a causa de ello estuvo a punto de darle un infarto —Remus le dio una pitada a su cigarrillo y continuó —. Yo aprecio mucho a Phill, así que dos semanas después, decidí darle al tío de mí hijo una probadita de su propio veneno, pero no con un estilo letal como lo haría un Malfoy, no... Digamos que lo hice al estilo de un Merodeador...
Remus sonrió de manera encantadora y luego guiñó uno de sus descoloridos ojos, llevándose el cigarrillo a sus labios picudos.
Harry y Ginny rieron por ese gesto. En tanto Hermione, quedó encantada por esa actitud sagaz y juguetona del lobo...
—Antes de que saliéramos de vacaciones de invierno —prosiguió Remus —, la empresa ofreció el acostumbrado banquete de fin de año para los empleados y sus familiares, y Bellingham compró un total de 66 pavos para el agasajo. Cuando el banquete dio inicio, nuestro jefe se dio cuenta de que faltaban unos 30 pavos y Bulstrode (quien, también es mí compañera de trabajo).
—¿Millicent Bulstrode? —preguntó curiosa la castaña.
—Sí, la misma... —respondió el licántropo —Ella fue mi cómplice: se encargó de regar el rumor de que un empleado de la fábrica se había hecho con treinta de los pavos que faltaban, entonces Bellingham (enterado del chisme) nos dijo:" ¡Qué vergüenza! Es una vergüenza que profesionales como ustedes roben comida. ¡¿Acaso no les pago lo suficiente?!" Acto seguido, Bellingham nos hizo abrir a cada uno de nosotros, los maletines en dónde llevamos el instrumental de trabajo y... Cuando le tocó su turno a Malfoy, todos vieron que él tenía los pavos metiidos en su maletín, junto con un cuchillo y un tenedor envueltos en una servilleta navideña y embutidos en lo que sería el... el upite de uno de los pavos. Según lo que me dijeron, Draco boqueaba como un pescado recién sacado del agua, y tartamudeando le decía a Bellingham:" Pe-pe...pe-pero, ¡¿Cómo puede ser esto?! Señor Bellingham, yo no sé cómo llegaron esos pavos ahí. Yo no fui, ¡Alguien me los encajó! ¡Créame!"...
A Harry y a George les hizo mucha gracia la broma del licántropo. En tanto Hermione mordía su labio inferior, pensando que el hombre que tenía enfrente no era el profesor Lupin que ella recordaba...
—¿Y no te descubrieron? ¿No descubrieron que en realidad fuiste tú?... —preguntó Arthur entre risas
—No —respondió Remus —. Bueno sí, quien me descubrió fue Pansy Parkinson, y vaya insultada que me dedicó la princesa del serpentario...
—¿Pansy... también es tu compañera de trabajo? —preguntó muy interesado Charlie Weasley.
—Sí, ¿Por?
—No, solo preguntaba por... Por, por preguntar... —mintió Charlie
Y Remus sonrió de lado, sin creerle una palabra.
Después de que George se carcajeara a sus anchas, dijo:
—¡Te lo has ganado!... —se levantó de su asiento, para pararse al lado de Remus —Sujeta tu copa, yo mismo te serviré...
Remus tomó la copa con su mano derecha y George le sirvió un poco de Bergerac.
—Gracias...
—No tienes que agradecer, Moony. ¡Te lo ganaste!... —le consintió George.
—Bueno, sí insistes... —respondió el licántropo con una sonrisilla traviesa.
—Es usted más sagaz que ese Diablo del que todo mundo habla...—dijo Hermione con un tono juguetón en su voz. Algo que Remus detectó de inmediato.
—¿Sí?... ¿Así lo crees?
—Sin lugar a dudas —le siguió el juego la castaña.
Remus sintió como su corazón comenzó a latir con vigor.
—No sé qué hice para merecer tus cumplidos, pero gracias, encantadora mujer —Remus tenía una linda sonrisa en su estigmatizado rostro, y levantando su copa hacia Hermione, le dedicó su brindis —¡A tu salud, Leona! —y bebió.
Se bebió hasta la última gota...
—¡Merlín! Esta champaña es de las mejores que probé en mi cincuentona vida... —confesó Remus —Se nota que es como algunas mujeres: se pone más buena con cada año que le pasa...
Las risas masculinas solaparon la indirecta que Remus le había lanzado a Hermione. Y aunque la castaña no tenía pruebas de ello, su intuición le hizo saber que ese halago subido de tono, estaba exclusivamente dirigido a ella. Pero quien también lo notó y no pudo tolerar la actitud descarada del licántropo, fue Ron. A quién no le agradó nada que Remus sedujera a su esposa frente a sus narices, y masticando su bronca le dijo:
—Pues yo no he conocido hasta aquí una mujer con esas características... Las mujeres con cada año que les pasa se ponen más feas y en algunos casos hasta incomibles. Pero a lo mejor usted, Lupin, es un hombre afortunado y tiene la suerte de conocer a alguien así, o quizá son fantasías suyas... No lo sé, dicen que los ciegos, al no poder ver, tienen la imaginación mucho más desarrollada que alguien que sí tiene acceso a ver la realidad.
—Ronald. Ya es suficiente —dijo Arthur de forma amenazante y muy indignado, pero su hijo le ignoró.
En tanto Remus ni se inmutó. Nymphadora ya lo había "entrenado" bastante bien en eso de resistir los insultos y ultrajes. Y solo atinó a tomar la mano de su hijo para frenar la erupción de insultos que sabía que vendrían. Pero lo que el licántropo no había aprendido aún, era a tolerar la agresión hacia las personas que le importan...
—Hermione por ejemplo, después del embarazo, se le cayeron las carnes, y perdió mucha masa muscular... —Ron le dio una palmada al muslo de su esposa, como si ella fuese una pieza de carne —, y ahora no es más que una escuálida insípida. A veces cuando me despierto a su lado me pregunto: ¿por qué me casé con ella? si a mí me gustan las mujeres a las que les sobra de todo.
Remus se enardeció y apretando su mandíbula, hizo estallar con su mano derecha la copa en la que había bebido la champaña.
El estallido del cristal dejó un silencio tenso y la mano del licántropo goteando sangre...
Nadie se atrevía a soltar palabra alguna ni siquiera el imbécil de Ron...
—Disculpen mi brutalidad... —fue lo primero que logró decir el encolerizado lobo —La edad que tengo y no he aprendido a regular mi fuerza. Lo siento mucho si los he puesto en una situación un tanto incómoda...
El licántropo se levantó de su asiento y con su habitual parsimonia, preguntó:
—¿Mi bastón?
—Lo tengo yo, papá...
—Bueno... —dijo cabizbajo Remus—Creo que... ya es hora de que... Teddy y yo regresemos a casa.
—No tienes de que disculparte, Remus —dijo Arthur. —, por favor, quédense un poco más. Aún no hemos abierto los Christmas Crackers que trajo George.
Arthur se sentía muy apenado por lo ocurrido, y no quería que ambos se marcharan de esa manera.
—Gracias, Arthur, pero ya se nos hizo tarde... —Remus revolvió los cabellos de Teddy, mientras agregaba —y seguramente su madre debe estar delirando de la preocupación.
—Sí, mamá debe estar flipando en colores ahora mismo, jajajaja... ¡Literal!
—Fue una bonita velada. Gracias por invitarnos. Y Molly, no te preocupes: por la que rompí; te devolveré seis copas más —dijo Remus, mientras tomaba su bastón —.Buenas noches y gracias... Y, ¡Oh! Antes de irme... Solo quería decirte algo Ronald: para tratar de la manera en la que tratas a tu envidiable esposa, debes de ser una de dos cosas, o eres un cabezanabo o en su defecto; debes tener por cada gramo de tu cuerpo mil kilos de hijo de puta. En lo personal, me inclino por la segunda opción. Molly, por favor, esto no me lo tomes en cuenta y perdona si de alguna manera te ofendí, no fue mí intención. Tengan buena noche, familia Weasley, Potter...
El licántropo se retiró del comedor con rumbo fijo hacia la chimenea, guiándose a golpes de bastón.
—¡Felíz Navidad! Y gracias por la comida. Estuvo todo muy bueno —se despidió Teddy, desde la puerta del comedor y con una alegre sonrisa.
—¡Feliz Navidad, Teddy! —le dijo Harry y se levantó de la mesa, exclusivamente para darle un abrazo a su ahijado.
George también dejó su asiento, pero para salir tras Remus.
Cuando el licántropo llegó a la chimenea de la sala, George le alcanzó y luego Charlie.
—¡Eh! no tienes que irte así, si después de todo, tú no hiciste algo grave... —le regañó George.
—No. Pero estoy a milímetros de hacerlo —confesó Remus—; es mejor que me vaya. La he pasado estupendo y se los agradezco mucho...
Remus posó su mano izquierda en el hombro de George como señal de gratitud. Y luego llamó a su hijo:
—¡Teddy! Vamos a casa, hijo. Ya es tarde...
—¡Voy, pá! —respondió desde el comedor.
El pequeño picarón entró en la sala con una sonrisa inmensa, cargando una bolsa con regalos y comida, y siendo acompañado por su tía Mione.
—Ya estoy aquí, papá —anunció al pararse a su lado.
—Disculpe por la inconducta que tuvo mí hermano Ronald, señor Lupin. —le habló con seriedad Charlie.
—Aceptaría las disculpas, pero no eres tú quien debe pedirlo, Charlie. Es tu hermano quién debería, pero no a mí; sino a su esposa y al resto de la...
Remus se interrumpió al percibir el olor de la piel de la castaña.
—¿Leona? ¿Estás aquí?...
—Sí —respondió Hermione, acercándose a él —Por favor, no tienen que retirarse tan pronto y mucho menos por lo que diga Ron... Quédese un poco más...
Remus no pudo retenerse a sí mismo y se acercó a ella, imantado por su aroma y su voz suave.
—Ven aquí... —soltó con voz ronca y melosa —déjame sentirte una última vez...
De forma brusca la atrajo, tomándola por la cintura, consiguiendo que a ella se le escapara un gemido al sentir el calor que el licántropo emanaba.
Remus la abrazó con uno de sus brazos, rodeándole la cintura y enterró la nariz en su cuello. Le importaba un crisópo, si los cuñados de ella y su hijo estaban allí presenciándolo todo...
El corazón de la castaña se disparó a una velocidad descontrolada y su respiración le acompañó en el mismo ritmo frenético... El calor de su profesor era lo más delicioso que había sentido en tanto tiempo...
—Cuídate, Leona...—le susurró en su oído.
Él se separó de ella con exagerada lentitud, la tomó la mano de la mano y le confesó:
—Gracias por bailar conmigo esta noche. Con eso has hecho muy feliz a este viejo ciego —le depositó un beso en el dorso de su mano y la soltó con sutileza. —¿Vamos, hijo?...
—¡Sí! —respondió y tomó el brazo de su padre —Ten cuidado con el reborde de la chimenea, papá. Levanta un poco más el pie...
Padre e hijo se ubicaron dentro de la chimenea. Charlie les facilitó un puñado de polvos flú, pero antes de que se marcharan. Remus le dio una indicación a Hermione:
—Leona, revisa debajo del árbol. Es posible que un "tío regalón" haya dejado algo para ti... —le dedicó un guiño y lo último que se le escuchó decir fue —Residencia Lupin...
Padre e hijo llegaron a casa.
Las luces estaban todas apagadas y parecía no haber nadie...
—Papá, enciende las luces —le pidió Teddy, mientras ayudaba a su padre a salir de la chimenea.
El licántropo las encendió utilizando su varita y al apenas hacerlo. Nymphadora salió de la cocina con los brazos cruzados y un rostro tenso.
—¡¿Por qué tardaron tanto en regresar?! —les regañó a ambos.
—Es que... La abuela Molly no quiso servir la cena en horario, mamá. ¡No fue culpa de papá! —Teddy se apuró en cubrir a su padre.
—Su hijo, el jugador estrella, no fue puntual y esa es la razón por la que Molly aplazó tanto el inicio de la cena —explicó su esposo con voz calmada.
La metamorfomaga cambió de inmediato su postura porque creyó que si Ron se había demorado en llegar, significaba que Hermione también. (Ya que Nymphadora suponía que ellos irían juntos); y por tanto, su esposo no habría tenido chances de pasar mucho tiempo con ella...
—Ya... Ya veo... —respondió Nymphadora, tratando de ocultar su satisfacción.
—Pasaré al baño... —dijo Remus y caminó apresurado, como casi nunca lo hacía.
Al pasar, Nymphadora notó que la mano de su esposo sangraba. Ella esperó a que el ingresara al cuarto de baño de la planta baja para interrogar a su hijo:
—Teddy, ¿Qué le sucedió a tu padre en la mano?.
—Rompió sin querer una copa. Ya sabes lo bruto que es papá...—volvió a encubrirlo —Ni siquiera se dio cuenta cuando lo hizo. En fin, él hizo rabiar a la abuela Molly como no te das idea.
Nymphadora soltó una risa burlona y al mismo tiempo triunfal. No podía contener su alegría al escuchar aquello.
—Parece que la cena no salió tan bien, ¿Eh?...
—Fue un completo desastre. Lo único bueno fue la comida —agregó Teddy, sabiendo que a su madre le gustaría mucho escuchar eso —. Y mira, mamá, cuántas cosas me traje.
Nymphadora se acercó a su hijo y lo abrazó. Y con buen ánimo, le preguntó:
—¿Acaso saqueaste la cocina de Molly? —soltó una risa burlona, mientras lo abrazaba.
Teddy correspondió al abrazo de su mamá y respondió:
—Algo así, sí...
—Feliz Navidad, Teddy.
—Feliz Navidad, mamá.
Se quedaron abrazados unos minutos, mientras de fondo se escuchaba los fuegos artificiales haciendo eco en el cielo...
Dora depositó un tierno beso en su frente y le preguntó:
—¿No estás cansado?
—Un poco. Ahora voy a acostarme.
—No, primero ve a cepillarte los dientes.
—Ooh... —se quejó Teddy.
—No te quejes, debes hacerlo. Yo guardaré tus bocadillos por ti...— le dijo su madre, entre risas y tomando lo que Teddy había conseguido.
—Gracias, mamá. Guárdamelos, porque me los desayunaré mañana. —le respondió su hijo, mientras subía las escaleras.
—Eres un glotón como tu padre...—dijo Nymphadora, riendo —Hasta mañana, hijo.
—Hasta mañana, mamá.
La metamorfomaga se quedó mirando con amor a su hijo hasta que este desapareció escaleras arriba...
El ruido de la puerta del baño abriéndose, hizo que ella desviara su mirada hacía allí.
Su esposo salía del baño a paso lento, vendándose la mano herida con un trozo de tela. Él se acercó hasta ella y con su clásica parsimonia, le preguntó a su esposa:
—¿Qué tal estuvo el aquelarre familiar, Dora?
—¿Te importa? —soltó ella con acritud.
—Realmente no, solo pregunto por tener cortesía contigo.
—No es cortesía lo que quiero de ti, Remus... —dijo ella con decepción en su voz —¿Qué te sucedió en la mano?...
—Me hirieron... —respondió de forma tierna —, pero no tanto como tú lo hiciste... —y aunque era verdad, sonó como un chiste.
—¡Oh, ya vas a ponerte en plan víctima! —se burló Nymphadora, mientras se dirigía a la cocina, riéndose suavemente.
Remus terminó de vendar su mano y luego entró en la cocina después de ella.
—Dora, ¿Me harías un favor?...
La metamorfomaga que estaba guardando la comida de su hijo en recipientes herméticos, volteó hacía él para mirarlo y decirle:
—¿Qué? ¿Darte el divorcio?...
—No, no era eso lo que te iba a pedir. Quería pedirte que me prepararas un té digestivo, porque estoy hasta el culo de comida. Pero si quieres ofrecerme el divorcio, también me sentaría bien...
Nymphadora soltó una risa divertida, mientras que con su varita colocaba la tetera al fuego.
—Me hace gracia el hecho de que tú no pierdes las esperanzas de que ella, algún día se fije en ti...
Remus se sentó a la pequeña mesa cuadrada de la cocina y con tranquilidad le habló:
—No, no te confundas, Dora. No quiero divorciarme para arrojarme a los brazos de ella, como tú dices. Ni tampoco porque tenga esperanzas, porque no las tengo... Quiero divorciarme de ti porque no puedo seguir al lado de una mujer que se burla de mí, que me subestima y que además festeja el verme sufrir...
—Nunca te daré el divorcio, Remus. Acéptalo ya.
Ella le sirvió el té que él había pedido y luego se sentó del otro lado de la mesa, enfrente de él.
—Gracias, Dora, eres muy gentil cuando te lo propones —le dijo su esposo
Ella se dispuso a comer una porción del pudding de chocolate que Remus y Teddy habían preparado, mientras que él bebía su té pausadamente.
—Voy a ser sincero contigo, Dora. Hasta el día de mí muerte, seré honesto contigo y con ella también. Lo prometo.
Nymphadora se molestó por lo que él dijo. Odiaba cuando él hablaba sobre sus últimos días y aún más cuando la ponía a la altura de Hermione.
—¡Tú no le debes nada a ella! Yo soy tu esposa. ¡Ella no es nada tuyo!
—Dora, no grites. Solo quiero conversar contigo y sin agresiones de por medio, ¿Está bien?.
Ella resopló por la nariz, furiosa.
¡¿Cómo podía ponerla a la altura de la "zorra de rosedal"?!.
—¿Sabes de qué me di cuenta hoy, Dora?...—comenzó diciendo su esposo —de que tú y ella son una constante en mí vida. Son las dos mujeres, que quiera o no... Marcaron mí vida... Tú eres mí esposa, la madre de mí único hijo y ella es la mujer que siempre quise tener a mí lado, la mujer de mis sueños (literal). ¿Para qué callarlo? ¿Para qué seguir ocultándolo?. Y lo admito, sí, muchas veces la traje con el pensamiento y la interpuse entre nosotros. Así que, con eso ya tienes la prueba definitiva de que soy un verdadero bastardo.
—¡¿Crees que necesitaba que me lo confirmaras?! —le dijo con ira
—Te dije que te sería honesto...— le respondió él tranquilamente.— Yo siento que estoy en deuda con las dos...
—Estás de coña...—dijo Nymphadora, sintiéndose ofendida y restándole importancia a las cosas de su esposo.
—Estoy en deuda contigo porque no he sido un buen esposo, lo admito, porque no cumplí tus expectativas y por todas las situaciones embarazosas y horribles por las que te hice pasar. Y Estoy en deuda con ella, porque no le fui sincero, fui un hipócrita con ella, fingiendo que no sentía nada... Debí decirle las cosas, aunque ella luego me rechazara, pero lo sabría... sabría todo lo que despierta en mí y lo mucho que quiero preñarla...
Las últimas palabras que Remus pronunció salieron mezcladas con la voz ronca y bestial de Lunático, saliéndose de su control.
Nymphadora lo miró y reconoció esa voz... y dolida, le confesó la verdad a su esposo:
—A veces... Muchas veces... he llegado a sentir asco y repulsión por esa bestia que tienes encerrada en tu interior...
—Lo sé...—respondió Remus con la voz aplacada y tranquila —, y él también lo sabe... —dijo refiriéndose a su lobo.
Un pequeño silencio cortado por el ruido del reloj de la sala, acompañó al matrimonio. Hasta que Remus le contó lo que tenía en mente:
—Cuando me toque viajar al otro mundo, Dora...
—¡Ya estás con eso! —dijo ella, soltando el tenedor para postre en el platillo del pudding y dejando caer sus manos pesadamente sobre la mesa.
—No, escúchame. Porque cuando tú te pones insistente, yo te escucho y ahora quiero que me retribuyas el favor, y que me escuches —le pidió de manera amable —El medimago de la fábrica ya me advirtió que "el bobo" que tengo en el pecho me está empezando a fallar. Me dijo que no tendría problemas en la medida en que le haga caso en sus recomendaciones, pero tú ya sabes cómo soy...
—Sí, un estúpido fenomenal —remató ella. —¿Cuántas veces te pedí que pararas de fumar? Qué eso es dañino para ti. Pero como tú eres un gilipollas extraplanetario, continúas haciéndolo.
—Lo intenté dejar, pero no puedo...—se sinceró él —Como sea, no sé cuánto me aguantará el corazón. Pero quiero que sepas que no me iré sin dejarles asegurada una vida holgada a ti y a Teddy...
A Nymphadora comenzaron a llenársele de lágrimas los ojos y momentáneamente, abandonó su actitud agresiva para con él.
—Al menos en el aspecto económico, los dos no tendrán de qué preocuparse, te dejaré por escrito algunas cosas que quiero que sepas y en cuanto a la Leona, también le dejaré un par de cosas y no quiero que le hagas escándalo por ello. Sí te lo estoy diciendo es para que ese hecho no te tome por sorpresa y no le des problemas a la Leona.
—¡Ella no necesita nada de ti! ¡No hay nada que tú puedas ofrecerle!...
—No, Dora. Lo que le dejaré a ella son cosas que no tienen nada que ver con lo material.
—¡¿Qué puede necesitar ella de ti?! ¡Si lo tiene todo ya!.
—Libertad —le respondió Remus— Ella lo pide a gritos silenciosos que nadie está escuchando. Pero al ser un ciego, hay cosas que puedo llegar a escuchar aunque estas, jamás sean pronunciadas.
—Acabo de confirmarlo... —soltó Nymphadora, levantándose de la silla y llevando su plato al fregadero, dónde lo arrojó con violencia, rompiéndolo. —¡Estás delirando ya! Lo que tú tienes se llama Delirium Tremens por la falta de bebida. ¡Eso es lo que tienes! Y te inventas cosas que solo están en tu cabeza, y así tener excusas para acercarte a ella, ¡Viejo baboso! ¿Sabes qué? Ya no voy a perder más mí tiempo escuchándote chochear producto de tu avanzada edad. ¡Me voy a la cama!.
Soltando unas lágrimas, lo dejó solo en la cocina. Ya no quería escucharlo más, porque en el fondo, Nymphadora sabía que su esposo le había hablado con profunda honestidad...
Remus terminó de beber su té y se levantó de la silla. A tientas llegó al fregadero, llevando la taza vacía con su platillo a juego.
Tomó su varita y reparó el plato que Dora había arrojado. Luego abrió el grifo del agua y se puso lavar al estilo Muggle.
Una de las cosas que le gustaba hacer al licántropo era lavar los platos. Manía que había heredado de su madre. Cómo cada cosa que hacía, se tomaba su tiempo, no se apresuraba. Y mientras lavaba, de forma involuntaria ella vino a su mente...
Su voz, la suavidad de su piel y las risas genuinas y hermosas que le había regalado...
Cuando terminó, dejó las cosas en el escurridor de platos. Puso sus manos sobre la encimera, apoyándose allí, mientras suspiraba por ella como un joven enamorado...
Su lobo aullaba en su interior cada vez que la invocaba con el pensamiento...
Él apagó las luces de la cocina y luego salió de allí a paso lento. También apagó las luces de la sala y subió las escaleras.
Cuando llegó al único piso superior de la casa, paso por enfrente de la habitación de su hijo y escuchó ese frenético ruido que hacía con un juguete.
Remus golpeó la puerta y luego la abrió.
—¿Qué haces despierto tan tarde y jugando con esa cajita ruidosa? — le preguntó su padre.
—No es una cajita, papá. Es un cubo de Rubik.
—Déjalo y duérmete ya, mañana continuarás haciendo ruido con el Rubik, ahora descansa...
—No puedo dormir... —confesó Teddy.
—¿Por qué? ¿Qué tienes? —preguntó su papá, mientras ingresaba al cuarto.
—Estoy preocupado...
Remus se sentó pesadamente en la cama de su hijo, haciendo que ambos rebotaran en el colchón. Teddy sonrió por eso y continuó jugando con el cubo, mostrando una destreza envidiable con sus deditos.
—¿Qué es lo que te tiene tan angustiado?
—Tú.
—¡¿Yo?!
—Sí, tú eres mí mayor preocupación, papá.
Con asombro en su rostro y una sonrisa, le preguntó entre risas a su hijo:
—¿No debería ser yo quien se desvele por ti?
—¡Ay! mí padre el rebelde, no hace otra cosa más que darme dolores de cabeza... —suspiró Teddy, provocando las carcajadas de su padre —¿Qué voy a hacer contigo, papá?...
Después de reírse, su padre le dijo:
—No digas más, ya sé que es lo que te tiene así: el ascenso de tu padrino.
—¡Bingooo!... —respondió Teddy, dejando de jugar un momento.— y tu premio será: una larga estadía en el lujoso calabozo 666, en el Resort de cinco estrellas llamado ¡Azkaban!
Remus sonrió por el sentido del humor de su hijo.
—¿Temes que tu padrino me atrape?
—No sé cómo puedes estar tan tranquilo, papá. Y cómo tuviste la desfachatez para felicitar a quién ahora estará detrás de tu rastro.
—Tú también lo felicitaste y hasta le festejaste.
—¡Fingí! ¡Estaba mintiendo como un bellaco! ¡Como lo haría el bellaco de mí padre! —soltó Teddy un poco molesto.
Remus se reía y a modo de broma, le respondió a su hijo:
—¿Y quién es ese bellaco que te engendró? Tengo que felicitarlo, te enseñó muy bien a simular y a distraer la atención.
Teddy se arrojó de espaldas sobre la cama, con sus brazos cruzados y su cabello blanco de preocupación.
—¡Tú! Tú me enseñaste.
Remus depositó su mano sobre uno de los brazos de su hijo, y trató de calmarlo:
—Hijo, tu padrino Harry no es nada sin tu tía Mione. ¿Quién crees que era el cerebro del trío más mentado? ¿Ronald Weasley?...
—¡Ese es un cabeza de polla!— respondió Teddy de inmediato
—Exacto, tiene cabeza, pero no cerebro —asintió su padre —Además, hijo, una de las cosas que Harry tiene en su contra es lo jactancioso que es. Con este ascenso que le dieron, su orgullo está por las nubes y eso me da ventaja y tiempo, porque mientras él esté vanagloriándose, yo estaré estudiando mí próximo movimiento. Y para cuando Harry quiera reaccionar, estaré de dos a tres pasos por delante de él. Y no te olvides de mí ceguera...
—No entiendo eso, pá. ¿En qué te beneficia ser ciego?
—En que, generalmente, las personas suelen sentir lástima de la gente como yo y tienden a subestimarnos. ¿Quién sospecharía que un ciego es el "Diablo"?...
—Te diré quién:...—le dijo su hijo, sentándose de golpe en la cama —Tía Mione.
—Ejem... —carraspeó Remus.
—Papá, sé que eres muy astuto y te admiro por eso. Eres mí ídolo, pero ella es inteligente y es la mejor amiga de mi padrino. Y el abuelo Arthur dijo una verdad, ella es tu digna predadora. Quién te asegura que en un momento dado Harry no le pida ayuda para atraparte. Tú mismo lo has dicho, él necesita de ella para resolver los problemas exigentes. Y tú eres un problema bastante exigente.
—Bueno, de momento, creo que Harry no solicitará ayuda, porque para él es todo un logro atraparme por mérito propio. ¿Y te digo algo, hijo?... ¡Cómo me gustaría tener a la Leona respirándome la nuca!...—dijo libidinosamente.
—¡Oh, Papá, tú todo te lo tomas a broma! —se quejó Teddy. Luego se arrojó sobre la cama, le dio la espalda a su padre y se cubrió con las cobijas hasta la cabeza.
—Teddy, hijo... No te enojes conmigo, por favor... Por favor...
Su hijo no respondió y se encogió más en su lugar.
Remus suspiró apesadumbrado, luego, un poco tímido le preguntó a Teddy:
—¿Puedo acostarme a tu lado un momento?...
El pequeño no respondió, pero se desplazó como una oruga por la cama, concediéndole un lugar a su padre.
El licántropo sonrió al escucharlo moverse y después se acostó a su lado, boca arriba, con su mirada muerta clavada en el techo, mientras su hijo seguía acurrucado bajo las frazadas.
—No es que me tome todo a broma, hijo. Es simplemente que no puedo darme el lujo de angustiarme o entrar en pánico, eso me llevaría a cometer errores y si cometo un error, por más minúsculo que sea, me costará el cuello...
Teddy cerró sus ojitos y tragó saliva de forma ruidosa.
—Me conviene estar tranquilo y moverme con cautela, ¿Lo entiendes?
—Sí...
—Te haré una promesa. Y sabes que siempre cumplo lo que te prometo...
Con lentitud Teddy se quitó de encima las frazadas y se dio vuelta para mirar a su papá.
—Te prometo, que no me dejaré atrapar tan fácil. Y que a los que me asedien, los haré rabiar hasta que escupan fuego por el ano...
Teddy comenzó a reírse suavemente y poco a poco su risa se convirtió en una limpia carcajada...
Padre e hijo se rieron juntos un largo rato...
—Papá... —soltó Teddy, sujetándose el abdomen, que ya le dolía de tanto reír.—Más... te... Más le vale cumplir, señor "Diablo"...
—Cumpliré —aseguró su padre.
Teddy lo abrazó; y su padre le correspondió con uno de sus brazos y depositó un beso en su frente cubierta por algunos mechones de cabello amarillo brillante.
—¿Ahora dormirás más tranquilo?.
—Creo que sí...
Remus sonrió y lentamente se sentó en la cama, quejándose como un anciano...
—Aaah... mí espalda, creo que tú madre tiene razón y ya estoy medio viejo...
—¿Medio?...
—Sí, medio... ¡Eh, que aún no tengo cincuenta!
Teddy se cubrió la boca para reírse y su padre se despidió:
—Descansa, Teddy. Duerme bien, pequeño.
—Tú también, papá.
El licántropo salió de la habitación de su hijo y tras cerrar la puerta, lo escuchó carcajearse del otro lado.
—Bueno... al menos lo dejé riéndose... —susurró, mientras se encaminaba a la habitación matrimonial.
Dora ya estaba dormida cuando él ingresó en el dormitorio. Lo sabía porque la respiración de su esposa era lenta y casi inaudible.
Mientras buscaba ropa de cama, Remus le dijo:
—Que simpática eres cuando duermes, Dora...
Después de sacar su pijama del cajón de la cómoda, salió del dormitorio y se fue hasta la única habitación para huéspedes de la casa...
Allí se cambió de ropa, abrió un poco la ventana, pues él licántropo tenía mucho calor...
Utilizando magia, hizo levitar un sillón y una silla, y los dejó cerca de la ventana que había abierto.
Se sentó en el sillón y recargó sus piernas sobre la silla. Luego sacó un cigarrillo y comenzó a fumarlo...
Fumaba, mientras planificaba milimétricamente, como resolvería un... "trabajito" que en un primer momento había rechazado, pero ahora que contaba con ciertas piezas del rompecabezas, entendió que no le convenía dejarlo pasar...
Mientras tanto, en La Madriguera...
Minutos después de la retirada de Teddy y Remus...
George y Hermione se quedaron unos segundos mirando la chimenea en la que habían desaparecido el licántropo y su hijo...
Ambos desanimados, regresaron al comedor, en dónde una discusión entre Harry y Ron estaba iniciando.
—¿Cómo puedes tratar así a Mione?... —le interpeló Harry a su amigo.
—Harry, era una broma, fue un mal chiste nada más y el sangre roñosa se lo tomó a pecho —respondió Ron.
—¡Ni de broma deberías tratar así a tu esposa! —dijo Harry — Además, yo no vi que a Mione le hiciera gracia tu "broma".
—Le faltaste el respeto a Hermione y a Remus, Ronald. Y eso No te lo voy a tolerar —le dijo Arthur muy molesto, con su rostro encendido de furia.
—Por favor, tampoco es para tanto... Están demasiado sensibles todos... —soltó Ron, riéndose y molestando más a los demás —¡Mione! ¿Acaso te ofendí?. Diles...
Hermione que miraba la escena como si estuviera ausente, dijo sus pensamientos en voz alta:
—Ronald lo hizo para ofender a Remus, no para agredirme...— y era cierto, la castaña había captado rápidamente que la intención de su esposo era molestar al licántropo, atacándola a ella.
—Hermione, de todas formas... Me niego a creer que consentirás este tipo de trato hacia ti. —Harry le reclamó de manera airosa a su amiga.
—Ese asunto lo trataré con mi esposo, en privado. —respondió ella, fulminado con su mirada a Ron.
Al ver esa mirada, Harry se calmó y bajó la guardia, pensando que cuando llegaran a casa, ellos tendrían una fuerte discusión y Hermione lo pondría en su sitio.
—Ronald... —le llamó Arthur.
Todos dirigieron sus miradas hacia Arthur, y él con una tenebrosa seriedad le dijo:
—Quiero que te largues de aquí, ahora mismo, y no regreses nunca más... No eres bienvenido aquí... Y ya no te reconozco como hijo.
—¡Arthur! —lloró Molly.
—No, Molly. Él ya no tiene humanidad... Y prefiero un hijo muerto; a uno que traiga deshonor a mi familia... —dijo indignado Arthur. —Hermione, tú siempre serás bienvenida aquí. Pero tu esposo no.
—¡Vejestorio desagradecido! —le insultó Ron a su padre. —Después de todo lo que invertí en esta pocilga en la que crecí, ¡Este es el trato que recibo!.
Charlie y Bill sacaron sus varitas y le apuntaron para atacarlo, pero Molly intervino.
—¡Basta! ¡Basta ya!... Esto se acabó aquí...—la añosa bruja volteó hacia Ron y con dolor le dijo. —Vete, hijo. Yo no quiero que te vayas, pero...
Molly no pudo contener su llanto...
Ron, acostumbrado a tener siempre lo que quería, a las adulaciones y a que todo mundo aprobara sus acciones. Tomó su abrigo y con una falsa calma le dijo a su esposa:
—Mione, vámonos, ya escuchaste. No tengo nada que hacer aquí.
—Solo déjame ir por mi abrigo...—respondió ella.
La castaña se ausentó un momento del comedor para buscar su abrigo y el regalo que le había dejado su "tío regalón"...
Mientras Ron y Arthur cruzaban palabras por última vez.
—Nunca te pedí que invirtieras en la "pocilga" que te dio cobijo y dónde te criaste. Siempre te avergonzaste de nosotros. —le dijo Arthur. —Todo lo que hayas puesto aquí, te lo devolveré. No me interesan tus dádivas, no las quiero.
Ron notó que Bill y Charlie estaban protegiendo a Arthur y dispuestos a atacarle, si era necesario, entonces solo calló y no reaccionó, aunque por dentro no hacía más que insultar a quien alguna vez había sido su padre.
Arthur salió del comedor y fue en búsqueda de Hermione...
Ella estaba acuclillada, buscando algo debajo del árbol de Navidad...
La dejó buscar tranquila, hasta que ella sacó una caja mediana con un bonito moño de regalo y después se irguió con su regalo entre sus manos.
—Hermione... —la llamó Arthur.
Ella volteó asustada. Y algo apenada, le sonrió.
—Hija... Si algo malo estuviese ocurriendo ¿Me lo harás saber?...
Ella bajó su vista, fijándola en un punto del piso.
Arthur se acercó a ella y como si estuviese contándole un secreto, le habló:
—Si hay algo que te está molestando, si... algo malo está ocurriendo, no dudes en decírmelo... Puedes confiar en mí, ¿Está bien, hija?...
Arthur parecía como si estuviese a punto de llorar... Ella asintió con la cabeza y dejó que su suegro le diese un abrazo.
La castaña estuvo a punto de hablar, de pedir auxilio, de contarle todo...
Pero como si Ron lo hubiera intuido, se apareció y la llamó:
—Vamos, Mione. No soporto más estar acá...
Ella se mordió el labio de impotencia y dándole una última mirada a Arthur, se marchó de la Madriguera junto a su esposo...
Ron fue el primero en salir de la chimenea, arrojó con furia su abrigo y encendió las luces con su varita. Raudamente se fue hasta el minibar y colocó dos piezas de hielo en un vaso de whisky.
Hermione parada en medio de la sala, sujetando con ambas manos su regalo, lo miró servirse la bebida. Ella temía que viniese lo peor, o "lo peor de lo peor", pero no fué así. Él solo se desplomó sobre el sofá con un rostro inexpresivo, bebiendo sin decir una palabra...
La castaña interpretó que no la necesitaba para nada e intentó marcharse, pero él la retuvo con una pregunta:
—¿Quién te dió eso? —señaló el regalo
—Tu padre —mintió ella —minutos antes de que tú te aparecieras.
Ron no le dijo nada, eso era bueno...
—Eres demasiado lista... —soltó Ron con voz monótona, haciendo que las alarmas de la castaña se disparasen.
—¿Estás halagándome?...
—No, estoy recordándomelo. Siempre me recuerdo que debo mantener la guardia alta contigo y tenerte bien controlada, porque eres demasiado inteligente y eso me molesta... Y me desgasta...
Por primera vez desde que habían llegado a casa, Ron la miró y le contó:
—Pero hoy no me ha molestado tu inteligencia, al contrario. Has sabido mantener las apariencias y cubrirme frente a Harry... —Ron soltó una risa siniestra, mientras apoyaba el vaso en su frente para refrescarla. —Le viste la cara de imbécil a tu "mejor amigo"... Pero hay algo que me llamó poderosamente la atención:... Tú y el sangre roñosa de Lupin.
Hermione sintió como su corazón comenzó a latir acelerado, y como su saliva se le espesaba en la boca.
—Se coquetearon sin pudor frente a mis narices y frente a todos. Par de sin vergüenzas...
La castaña quiso soltar una carcajada. Era la más hilarante de todas las ironías, que precisamente él, ¡Él! los llamara sin vergüenzas...
—¿Te hizo mojar las bragas tu profesor cegatón?...
—No malinterpretes las cosas, Ron, porque...
—¡No! No me vas a convencer de otra cosa. —la interrumpió Ron, negando con el índice. —No pierdas tu tiempo... yo sé cómo son las mujeres cuándo un tipo las calienta. Y tú te comportaste de ese modo con él... Lo miraste con deseo y ni siquiera te diste cuenta que lo hacías, zorra...
Ella miraba atónita a su esposo...
No era así, ¡no! no lo había hecho...Ron estaba equivocado... Y muy seguramente ebrio a esa altura.
—No confundas una mirada de admiración con una de deseo, Ronald. —se justificó ella.
Ron largó una carcajada, divirtiéndose al escucharla decir aquello.
—Admiración, "¡sí! ¿Cómo no?"... Admiración... —decía carcajeándose —Me has hecho reír como nunca... —continuaba riendo —Y pensar que creí que tú ya no te mojabas, que eras una frígida a los veintisiete...
Cuando Ron cesó sus risas, agregó:
—Creí que eras una mujer con clase... con buen gusto. Nunca imaginé que te fijarías en un tipo tan vulgar y roñoso como lo es Lupin.
—Piensa lo que quieras, Ronald... —respondió tranquila. —Si no precisas algo de mí, entonces me voy a acostar... Con tu permiso.
Ella caminó hacia la monumental escalinata que la conducía a las habitaciones y al subir los peldaños, Ron le dijo unas últimas palabras:
—Voy a salir.
Ella se detuvo y volteó para mirarlo. Él no sabía cuan feliz la hacia escuchar eso...
—Volveré mañana por la noche. Más te vale tener la cena lista para cuando regrese. Te deseo que duermas bien, y que tengas unos húmedos sueños con el ciego inútil al que tanto "admiras".
Ron salió de casa, burlándose de ella. Riéndose de su descubrimiento.
La castaña se quedó unos minutos parada en el séptimo escalón, viendo la puerta por dónde Ron se había marchado para dejarla en paz, al menos unas horas...
Miró su regalo y lo abrazó, lo abriría en su "oficina" y lo guardaría celosamente de las garras de su esposo...
Bajó las escaleras y aprovechando la ausencia de Ron, se quitó los stilettos, dejándolos tirados y salió corriendo descalza hacia su oficina.
Ingresó como un huracán en ella. Realmente se sentía como una niña en Navidad.
Se sentó en la silla y rasgó el envoltorio con ansiedad. El moño y el papel de regalo quedaron revoleados sobre la mesa y la caja sostenída sobre sus muslos.
Abrió la tapa y se encontró con una tarjeta prolijamente troquelada...
Ella pasó sus por sobre la textura, como si la acariciara. Abrió la tarjeta y solo había una escueta nota:
Sé que combinará con tu piel. Solo espero que sea de tu agrado, Leona.
Firma: tu eterno admirador, R.J.L.
Ella sonrió con unas dulces lagrimillas asomándose en sus ojos. Era una nota tan corta, sin embargo, no podía evitar releerla. Como si en ella hubiese un hermoso mensaje oculto...
La dejó sobre el escritorio, colocándola como si fuera un porta retratos y regresó al contenido de la caja. Que en realidad era el estuche de un perfume.
La castaña tomó el frasco cristalino del perfume y lo destapó. Olía a gardenias, era ese inconfundible aroma dulce y delicado de esa elegante flor... Y lo amó, amó su regalo.
Pero había algo más...
Dejó el perfume al lado de la tarjeta y tomó el pequeño estuche que estaba al lado del receptáculo del frasco. Lo abrió y se encontró con una pulsera de tobillo de color dorado, elegante, pero llamativa. La sacó del estuche para mirarla. No podía creerlo: las finas cadenas de oro eran decoradas por estrellitas y medialunas, y en el centro, un brillante corazón de rubí era sostenido por ambas argollas de las finas cadenas.
No lo dudó mucho, dejó la caja a un lado, flexionó su pierna, llevando su pie al asiento de la silla y se colocó la pulsera en su tobillo izquierdo.
Al pararse, caminó con su tobillera puesta y no le molestó. Era la primera vez que usaba una, nunca antes había tenido bijoutería de ese tipo.
De pronto una reflexión vino a su mente: definitivamente el regalo era costoso, y el profesor Lupin nunca había sido un hombre de altos recursos. Ciertamente él había dicho que ahora tenía un buen pasar económico, pero... ¿Tan bueno era ese pasar, como para comprarle a ella algo tan caro?...
Hermione se quedó con ese pensamiento dando vueltas en su mente. Con la pregunta incandole su característica curiosidad...
Nota de Autora: ¡Qué decir! Es el capítulo más largo que he escrito y de los más reveladores también...
El regalo que Remus le hizo a Hermione en este capítulo, es un guiño a "Ardientes Cadenas". Otro Remione que estaré subiendo en cuanto lo tenga terminado, y al cual he decidido presentarlo en dos partes ya que me está quedando bastante larga esa historia.
