Lunes, 4 de febrero de 2008

Eran las dos de la mañana y Ron no había regresado, había salido de casa cerca de las ocho de la noche del día anterior. Él le había dicho a su esposa que regresaría en cuanto se desocupara. Y por lo que ella podía observar, su esposo no estaba teniendo éxito en su cacería...

Parte de la cena que Hermione había preparado estaba en el horno y el resto, se encontraba como residuos en un plato olvidado sobre la mesa de la cocina, junto con varias tazas sucias.

Todas las habitaciones de la Jaula de Oro estaban a oscuras, excepto aquel estudio que se escondía detrás de una de las paredes de la cocina. En esa "oficina" se encontraba ella, investigando y evaluando cual sería su siguiente movimiento...

Tenía la mente ocupada y se sentía bastante segura ahora que había recuperado su varita. Pero no iba a apresurarse en cobrar venganza, pues quería saborear cada bocado de ese tóxico platillo. Aunque le costase la vida a causa de su plan.

Y a menos a que Ron intentara golpearla o abusar de ella, no lo asesinaría...

De momento...

Antes quería contactar a "su amigo diabólico". Entablar una conversación con él y solo después, ejecutaría lo que hacía años traía en mente.

Se levantó de su asiento y se desperezó. Llevaba muchas horas sentada, leyendo y buscando artículos en revisitas de chismes.

No era una lectura enriquecedora, pero sí útil al momento de rastrear al falsificador.

Tomó las dos tazas sucias que estaban sobre el escritorio y las llevó al lavadero; también las que estaban sobre la mesa de la cocina y el plato en el que había cenado. Dejó todo eso lavándose y salió de la cocina rumbo al piso superior.

Pero algo se le cruzó por la mente, antes de subir las escaleras...

Ron tenía una habitación cerrada bajo hechizos. Él le tenía terminantemente prohibido asomarse por allí, pero ahora, dadas las actuales condiciones, él no estaba en posición de prohibirle nada...

En vez de subir las escaleras, las evadió y se fue por el pasillo que la condujo hasta esa habitación.

Luego de deshacer los siete hechizos de hermetismo, logró abrir la puerta. Pero no iba a adentrarse todavía, eso sería estúpido. Seguramente la habitación tendría algún tipo de seguridad extra...

Entonces quiso conjurar un Patronus con el propósito de ingresarlo en la habitación y confirmar si era seguro para ella entrar. Pero le costaba...

Le costaba evocar un recuerdo que la hiciera sentir feliz. Los recuerdos felices que tenía guardados en la memoria estaban teñidos de sangre y nostalgia...

Pero de pronto, el recuerdo del licántropo vino involuntariamente a su memoria, también el de la mariposa de papel posandose sobre su naríz y la emoción y excitación que le producía investigar e ir tras el falsificador.

El Patronus que emergió de su varita no tenía una forma definida y su resplandor tampoco era el habitual. Era como una especie de estrella de luminiscencia roja, que ingresó en la habitación prohibida con un aura desafiante y camorrera...

Y como la castaña había sospechado. Los hechizos de seguridad se activaron para atrapar al intruso, pero al ser un Patronus, nada ocurrió.

El Patronus se desvaneció y ella con una sonrisa ladeada, soltó:

—Buen intento, Ron...

La castaña desactivó los hechizos de seguridad y los de ataque. Entendiendo que Ron se había confiado en que ella no lograría conseguir una varita, si él controlaba cada movimiento que

hacía con el dinero que le daba para que administrara.

Ron nunca contempló la posibilidad de que ella se las ingeniara para conseguir recursos por cuenta propia. O si lo hizo, no se la vio venir...

La castaña puso un pie en la habitación, luego el otro. Nada ocurrió; entonces se adentró más y encendió las luces:

Se encontró con un mueble repleto de frascos de cristal con el contenido de recuerdos y memorias pertenecientes a otras personas, también había un pensadero en la habitación y una biblioteca, que en vez de cargar con libros; tenía pilas y pilas de carpetas con pergaminos archivados dentro.

Sin darse cuenta, su mandíbula se aflojó por el asombro. Porque en su interior, rápidamente Hermione supo que había dado con algo mucho más valioso que una mina de Oro...

¡¿Y por dónde empezar?!...

Se acercó al mueble que cargaba con los frascos de exquisita cristalería y tomó tres de ellos. Uno llevaba una etiqueta con el apellido Molinari; otro llevaba el nombre de Melanie y el último, Skeeter...

Hermione decidió colocar en la puerta, cinco hechizos de barrera, por si acaso Ron regresaba y la pescaba husmeando.

Preparó todo para utilizar el pensadero. Dejó los tres frascos a su alcance y decidió en primer lugar, ver el contenido del que llevaba escrito Molinari.

Vertió el contenido y se adentró en esa secuencia de recuerdos. En aquella reproducción de lo que antaño había sido una realidad:

Ellos se encontraban en un restaurante muy sofisticado, con el privilegio de poseer privacidad.

Hermione se desplazó por esa memoria y distinguió a las personas que compartían la mesa en ese lugar...

Allí estaba su esposo, acompañado de una joven rubia preciosa, que Hermione la reconoció: era Melanie, una bruja mucho más joven que ella y con la cual Ron le había engañando en repetidas ocasiones. Era el tipo de mujer que no se frenaba ante un hombre casado, y mucho menos si este, tenía una maravillosa cuenta bancaria.

Pero no estaban solos en la mesa. También los acompañaba Rita Skeeter, con su fiel fotógrafo Bozo, y el excéntrico Elbio Molinari, un periodista descendiente de inmigrantes italianos y quién fue alguna vez el director de la revista Bruja Semanal, para la que Rita trabajó. Hasta que este, de manera violenta, feneció...

El recuerdo se reprodujo para ella con claridad, mostrándole cuánta antipatía hubo entre aquellos que compartieron esa mesa...

—Elbio, creí que habíamos acordado, que esta cita sería privada. Que estaríamos solos tú, yo y Melanie... —le había dicho Ron, masticando con ira cada palabra.

Elbio sonrió de lado y llevó su mano adornada por lujosos anillos a su mentón, mostrándose en una pose reflexiva y misteriosa.

—Yo no veo nada de malo en que mí mejor discípula y su fiel sabueso nos acompañen, "su alteza"...

Rita y Elbio rieron, sin prestar atención a la cara de ira de Ron y la mueca de desprecio que Melanie les dedicaba a ambos periodistas.

—Elbio, si te cité aquí, fue para que esta conversación quedara entre nosotros; ¡no para que participaras de lo nuestro a tus amiguitos!

—¿Lo nuestro?... —preguntó Molinari con una sonrisa coqueta—Tal vez, mí encantadora forma de ser te confundió y hayas creído que tengo interés en ti. Pero lo siento, entre tú y yo, no hay un nosotros, querido. Además, no me gustan pelirrojos, traen mala suerte... Ya tengo en mí haber, demasiadas experiencias desafortunadas con hombres como tú...

Elbio sacó un cigarrillo el cual lo introdujo en un soporte que traía uno de sus anillos, ante la cara roja e iracunda de Ron.

Rita, con una sonrisa ladina, encendió con su varita el cigarrillo de su jefe y mentor.

—¡Escuche, Molinari!... —comenzó rugiendo Ron.

Pero el excéntrico director de la revista le interrumpió:

—No, "su alteza". Usted es el que debe escuchar...—el excéntrico periodista clavó sus ojos castaños en los de Ron. —Yo sé para qué me citó aquí y mi respuesta es: NO. Un rotundo no. Yo no acepto sobornos de nadie: Ni de estrellas de Quidditch como usted, ni de escandalosas estrellas de teatro, ni de funcionarios públicos corruptos, ni de toda esas personas de su misma... "Categoría". A mí no me mueve el dinero, señor Weasley... Rita, dile a "nuestra alteza", qué es lo que nos mueve a nosotros, los periodistas de élite.

Skeeter sonrió con malicia y levantando una de sus finas cejas, respondió:

—Generar caos, pinchar los egos que están demasiado inflados y

que la verdad se disemine entre las masas que están ávidas por oler las heces ajenas.

—No eres mí hija, pero siento que yo te hice.— le dijo Elbio a su discípula, mientras le daba una sutil caricia en la mejilla. —Ya escuchó a la dama, "su alteza"... Ningún soborno que usted me ofrezca, se equipara con el placer de difundir lo que otros se esmeran en ocultar. Personas como Rita, Bozo y yo, somos los realmente privilegiados de la sociedad. Nosotros tenemos acceso a información y conocimientos que la gran mayoría no.

—¿Y qué es el conocimiento y la información?...— preguntó Rita.— Poder... El conocimiento es poder, y si no lo cree así, entonces evalúe esta pintoresca situación: Usted, ¡El Rey! Un jugador profesional, un ídolo de masas y prácticamente un magnate, está aquí, suplicando porque "sus bragas mal lavadas no sean expuestas al sol". ¿Quiénes son los realmente poderosos, señorito Weasley?. ¿Los hombres cómo usted, con la cuenta bancaria a reventar,o?... ¿Cómo fue que nos denominó?... ¡Ah, sí! Los mierderos como nosotros.

—¿Ahora entiende, "su alteza"? El porqué es que no vamos a aceptar su soborno...—remató Molinari.

—¡Por favor! todos tienen un precio. —les replicó Melanie, cortando con las risas de los periodistas.

—¿Disculpa? Pero yo te sugiero que no te describas a ti misma frente a los demás y mucho menos, frente a personas inescrupulosas como nosotros...— se burló Rita. —En el rubro en el que estás, es siempre más atractiva una zorra que sabe conservar el misterio; que una que ventila sin mesura sus honorarios...

Melanie sacó su varita con la intención de lanzarle un crucio (por lo que Hermione había podido distinguir), pero Bozo, el fotógrafo, protegió a Rita con un potente encantamiento escudo.

—¡¿Qué haces?! ¡¿Te has vuelto loca?! —le reclamó Ron a Melanie, de muy mala manera y sujetándola del brazo con mucha fuerza, impidiendo que lanzara más maleficios.

Agitada, ella le respondió:

—¡¿Vas a permitir que me insulten así?!

—Tú te metiste en esta conversación, Melanie. Debiste quedarte callada, así luces mejor. Las chicas guapas como tú solo sirven de bijouterie, para ser exhibidas como trofeo, no para dar opinión. Eso a ustedes no se les da bien. Si quisiera un cerebro para que arme estrategias y negocie por ambos, hubiera traído a mí esposa; no a ti. ¡¿Tú qué te crees que eres?!

Indignada asió la copa de champaña que estaba sobre la mesa y se la arrojó a la cara, tomó su abrigo blanco de piel y salió furiosa de allí, taconeando fuerte.

Elbio y Rita reían con discreción y Ron se secaba el rostro con una servilleta de tela, que luego arrojó sobre la mesa...

—Otra pareja que disolvemos.— dijo Elbio levantando su copa.

—Salud. —consintió Rita, chocando su copa con la de su mentor.

—Aunque debo admitir que me gustaban, se veían bien en las fotografías.

—No, Elbio, estás confundido. Esa es la buena mano de Bozo. Yo vi los negativos y no son tan fotogénicos como él los hace ver...—respondió Rita, halagando a su leal compañero. —Pero de que se verán bien en la portada del número de la próxima semana, eso sí.

Ron apretó su mandíbula y señalándolos con el dedo índice, les amenazó:

—Elbio, vas a preferir haber aceptado los Galeones...

—¡Aaayy, por favor!... No me mires así, que me excito y ya no me dá la edad para las sacudidas fuertes...

Rita y Elbio continuaron riéndose y burlándose de Ron. Pero Bozo, mostró cierto temor en sus ojos, al percibir la genuina amenaza.

Ron salió de allí, con esa mirada que la castaña había visto más veces de las que quisiera recordar...

El recuerdo se hizo difuso y ella se sintió caer en otra memoria que había pertenecido a Molinari...

Rita y su mentor estaban en una elegante residencia.

Elbio estaba semi recostado en una mullida reposera, cerca de la piscina y Rita caminaba de un lado a otro, bastante iracunda.

La periodista frenó su caminar y sacó un cigarrillo, lo encendió con la varita y comenzó a fumarlo con nerviosismo.

—No importa que haya comprado toda la tirada, querida...—la consoló Elbio —Imprimiremos más, con portadas mucho más sensacionalistas que la anterior, él no nos va a frenar con ese plan tan rudimentario.

—En serio, Elbio, me las va a pagar caro ese jugadorsucho a base de Felix Felicis —juró Rita —.Lo voy a hundir hasta que se coma su propia boñiga, ¡Que ni crea que se librará de mí, solo porque compró todos los números de la revista de esta semana!

—Así se habla, ragazza mía. Yo estaba acertado: tú eres mí mejor creación.

Ella le sonrió orgullosa, tomó una mano de Elbio y la besó, mostrándose un poco más tranquila.

—Esto es lo que haremos:...— comenzó instruyéndole Elbio.—se lo dejaremos pasar y argumentaremos que no hubo tirada esta semana por... Por falta de fondos (Así él creerá que aceptamos su soborno) y la próxima semana, publicaremos otra noticia jugosa, sobre otro chisme para que él baje la guardia. Lo tendremos así por espacio de tres semanas, y cuando él menos se lo espere... ¡Bam! Tú, ¡Butta la bomba!

Rita comenzó a reír y agregó:

—Aún tengo mucho que aprender de ti...

Ambos rieron maliciosos. Luego Elbio Molinari, preguntó:

—¿Tenemos algo jugoso para la próxima semana?

—¡Mmm!...—asintió ella, que en ese momento tenía aprisionado el cigarrillo entre sus labios carmín.— Tengo algo que te dará orgasmos Sapere...

—¡Oh! Tú eres la única mujer que tiene el privilegio de generarme eso...

Ambos se sonrieron y ella continuó:

—Escucha: existe un hombre que hace muy poco, empezó a estar en boca de los magos y brujas. Nadie sabe nada importante sobre él. Es un falsificador muy bueno, más que bueno, es excelente. Hace réplicas exactas de los documentos que circulan dentro del Ministerio de Magia. ¿Recuerdas que cubrí lo del divorcio de los Malfoy?...

Chiaro.—respondió Elbio.

—Pues se dice, que ese documento de divorcio no está firmado por Lucius Malfoy; sino por este "hombre incógnita".

—Mmm, sí, es bastante jugoso...— asintió Molinari —Infla esa noticia y ponle tu toque sin medirte, ragazza... ¿Cómo es que le llaman a este hombre?...

—Solo le dicen el falsificador, otros le llaman el "pintapapelitos". Pero todavía, no tiene un seudónimo que lo distinga.

—Entonces, lo bautizaremos nosotros. Un hombre con el suficiente talento para burlar a todo un Ministerio, necesita un seudónimo que esté a su altura...

—Pintapapelitos está bien para mí.

—No, ragazza... Debe ser algo que le dé una impronta, una distinción y un toque de dramatismo...

—Es solo un falsificador, Elbio. Yo creo que la verdadera bomba está en el escándalo del ex matrimonio Malfoy y el porqué se divorciaron.

—Rita, hazme caso... Que el Diablo, sabe por ser un Diablo; pero más sabe por viejo. Y yo ya tengo sobrada experiencia para reconocer una noticia con futuro. Lo de los Malfoy, más tarde o temprano, será olvidado. Créeme esto realmente te dará tela que cortar... Y tú podrás decir que fuiste la pionera en dar estas noticias.

—¿Conoces la frase británica que dice, que el Diablo está en los detalles? —preguntó su discípula.

—Sí.

—¿Te parece bien ese seudónimo para el "pintapapeles"? Tú acabas de darme la idea.

—¡¿En serio?!...

—Sí, ¿Sabes por qué?... Conseguí dos datos insignificantes sobre él... Uno es que fuma cigarrillos toscanos Regia Italiana, del tipo slim, los delgaditos o como los llaman ustedes, los tipo "Virginia".

—¡Oh! ¿Los mismos que me gustan a mí?... Ese hombre tiene muy buen gusto.

—Viniendo de un falsificador, No lo creo... Y otras cosas que tiene en común contigo, es que es una persona detallista, un minucioso que solo acepta trabajos que él considera que merecen la pena y le gusta la música italodisco. Así que, ¿Qué opinas del sobrenombre? Tú siempre te llamas a ti mismo Diablo viejo, y como él y tú tienen gustos en común...

—Mi piace, il Diabolo... Mi piace... Dale curso a esa noticia, Rita.

—Bien.—asintió ella.

—¿Sabes qué creo?...

Rita lo miró, mientras apagaba su cigarrillo. Y Molinari soltó su hipótesis:

—Que ese Diabolo, es descendiente de Muggles, no necesariamente de italianos; pero sí de Muggles.

Ella frunció el ceño y preguntó:

—¿Y cómo puedes asegurarlo con tanta firmeza?...

—Yo soy hijo de ambos padres Muggles; pero tú no. Yo fumo cigarrillos Muggles; y tú los que produce el Mercado Mágico. Un descendiente de Muggles, siempre tendrá una estigma que sus padres le hayan heredado. Es casi una ley, ragazza.

—Entonces, comenzaré a redactar el artículo... Te veré luego...— le dijo ella y le dio un beso en la mejilla.—¡Ya tengo bastante tela!

—No te olvides de nuestro almuerzo de mañana, Rita... y trae a tu novio contigo... ¡Amo verlos juntos!

—Nos veremos mañana —fue lo último que ella le dijo...

El recuerdo terminó abruptamente y la castaña salió de él con datos que para Rita Skeeter tal vez le resultaron ser insignificantes; pero para ella, se volverían el eje de su investigación...

Su mente, que volvía a tener su característica agudeza, le hizo entender que Ron se había apropiado de esas memorias a la fuerza, para eliminar pruebas de sus amenazas y sobornos.

Esas memorias eran el respaldo de todo lo que él había hecho...

Aunque ya se sentía exhausta, usó su varita para almacenar las memorias de Molinari y procedió a ver las del frasco que llevaba el apellido de Rita en su etiqueta:

Pronto se sumergió en el recuerdo de un departamento pequeño y atiborrado de papeles, fotografías secándose en el baño, prendidas a las sogas para tender ropa y un pequeño laboratorio con miles de pociones para efectuar el revelado y proporcionales movimiento.

El departamento tenía una pobre iluminación, pero un desorden ostentoso.

Hermione se desplazó por aquel recuerdo y vio a Rita:

La periodista se vestía y luego vio a Bozo. El fotógrafo estaba en su panel de trabajo, aplicando un preparado a las fotografías que estaba revelando.

—¿Por qué tienes esa cara?... —le preguntó Rita a su fiel compañero, mientras ella se metía la camisa por dentro de la falda tubo.

Bozo levantó la vista de lo que estaba haciendo, la miró, pero no dijo absolutamente nada...

—¿No te dejé satisfecho? ¿Por eso estás así?...—volvió a hablarle, pero él no respondía.

La castaña observaba cada detalle del recuerdo, ella giró su cabeza para ver el dormitorio. Vio que las sábanas estaban revueltas, luego volvió su mirada hacia Rita y a Bozo.

Rita se acercó a él por la espalda y lo abrazó.

—Cásate conmigo...—le pidió él, mientras hacía su trabajo.

—Ya hablamos de esto...—se quejó Rita. —Estamos bien así... Hemos visto cientos de matrimonios infelices y otros romperse, ¿Tú quieres que nos unamos a esa larga lista?... No necesitamos un tonto certificado extendido por el Ministerio para ser felices. Eso a nosotros no nos hace falta... Somos más inteligentes que esos imbéciles que se casan solo para desgraciarse la vida mutuamente.

Él mostró frustración y dolor...

Bozo se levantó de su taburete y se fue hasta el lavadero para higienizarse las manos, dándole la espalda.

—Bozo,— le llamó Rita. —no es para que te pongas así...

Él tomó una toalla para secarse las manos, volteó para mirarla y le respondió:

—Ya estamos muertos, Rita. La sentencia de muerte ya la tenemos lacrada. Y en verdad quiero casarme contigo antes de morirme.

—Pero...¡¿De qué hablas?! ¿De dónde sacas tales disparates?.—cuestionó ella, enojándose un poco con él.

—Weasley nos la tiene jurada. Él no nos va a perdonar el que rechazaremos su soborno. Nos amenazó y tengo el desgraciado presentimiento de que cumplirá con sus amenazas. Y a mí nunca me ha fallado la intuición...

Rita esquivó su mirada, sobrando la situación y restándole importancia a las palabras de su amante.

—Entonces, ¿Qué estás sugiriendo?... Que debimos haber aceptado el soborno y rebajarnos para él... Para que "El Rey" esté contento y nosotros con la dignidad pisoteada. ¿Eso sugieres?

—No, no dije eso. Pero al menos no debieron burlarse de él, provocarlo y lo peor de todo, fue el desafiarle.

—¡Pues aunque a Weasley no le guste, que se vaya acostumbrando! Porque no todos le vamos a rendir pleitesía a ese Jugadorsucho adicto al Felix Felicis. Necesita que alguien le dé una buena dosis de humildad. ¿Cuántos años llevamos trabajando juntos, Bozo?... ¡Y todavía no me conoces! ¡A mí no me amedrenta una miradita fea! Ni una billetera obesa mucho menos...

—Nos van a asesinar, Rita...— insistió él.

—¡Pero!... ¿Qué?...—fue lo primero que articuló ella, molestándose con Bozo— , ¡Si ese tonto no asesina ni una cucaracha, Bozo!... ¡Estoy segura de que cuando aparece una araña en su lujosa casa, él sale corriendo a cobijarse bajo la falda de su esposa! Le Tienes pavor a un cobarde, ¡Miedica!.

—¡No soy un miedica! —replicó Bozo, molestándose también.

El fotógrafo enfadado, sacó con su varita unas fotografías del cajón del escritorio y las exhibió en su panel de trabajo.

—¡Ahora míra esas fotografías!— rugió él, señalándolas con la varita—y dime: ¿Qué relación hay entre esas "misteriosas" muertes? ¿Y qué es lo que las conecta?...

Hermione se acercó junto a la representación de la Rita de esa memoria, y miró con ella las fotografías...

Con admiración, la castaña soltó:

—Bozo,... Fuiste un hombre maravilloso, amigo mío...

—Para con esto, Rita, o la cabeza de Elbio, la tuya y la mía rodarán.

El recuerdo continuaba reproduciéndose, pero la castaña ya no prestaba atención. Ella estaba más ocupada observando las fotografías del panel.

—No lo haré, no voy a frenarme por esto...—respondió Rita— porque si estás en lo cierto, Entonces estas fotografías me servirán para respaldar los próximos artículos que voy a escribir.

—No puede ser... —suspiró cansado.

—Si tanto le temes a Weasley, entonces bájate de este trabajo, pero no esperes que yo haga lo mismo. A mí no me frena nadie y me extraña que después de trabajar juntos tantos años, tú creas que abandonaré una primicia. ¡Eso, solo estando loca o muerta!

Hubo un profundo silencio entre la pareja...

Tan pronunciado fue ese silencio, que Hermione desvió su mirada del panel un momento, para volver a mirarlos.

—Nunca te voy a abandonar...— habló Bozo. —aunque sé... sé que se me va a ir la vida en esto. Siempre estuve a tu lado, Rita y eso no va a cambiar ahora que nos estamos metiendo en un territorio que... tengo miedo... Tengo mucho miedo de perderte.

La periodista suavizó la expresión de su rostro y se acercó a él...

Ellos se abrazaron y Rita lo acarició en la espalda.

La castaña quitó su vista de ese momento y volvió a fijarla en el panel. En cierta manera, le producía algo de envidia el ver eso... Pero sus ojos chocolate, volvieron a mirar cuando escuchó la voz de Rita, decirle a su compañero:

—Quiero que te quedes tranquilo, tú no vas a perderme. Lo más probable es... que tú termines abandonándome...por... Por como soy...

—No...—le susurró él. —si yo te amo así...

Rita pegó su frente a la de Bozo, y ambos se movían en el mismo sitio, como si bailaran de manera perezosa.

—No quiero que estés angustiado... Y No lo olvides, no olvides que soy un escarabajo mierdero muy difícil de detectar, querido...

Él le sonrió y la abrazó más.

Ambos continuaron así, abrazados, bailando de manera perezosa en el mismo sitio y sin música de fondo.

—Díme algo, Bozo: ¿Aún con el olor a bosta que traigo encima, me amas?...

—Yo te amo con bosta y todo.— le respondió muy sincero.

La pareja soltó unas risitas y la castaña se descubrió a sí misma sonriendo como una boba al ver aquel recuerdo.

—Quedémonos un poco más...—suplicó él.

—No... No... No insistas...—decía Rita, frenando los manoseos de su pareja. —Tenemos un almuerzo con Elbio, no lo vamos a hacer esperar, ya bastante tolerante es con nosotros al dejarnos faltar al trabajo por la mañana. Vístete bien, Bozo. Debemos ir a buscarlo...

Él suspiró con frustración y preguntó:

—¿No?...

— No.—respondió Rita, cruzándose de brazos.

Encorvado, Bozo se fue hasta el dormitorio para vestirse apropiadamente, mientras Rita lo miraba con una sonrisa. Luego ella negó con la cabeza y volvió a acercarse al panel de las fotografías...

La castaña la miraba, sabía que aquella era la representación de Rita en esa memoria, y que lo que hiciera o dijera no modificaría el recuerdo, pero aún así le dijo:

—Dentro de todo, fuiste una mujer afortunada... Y no sabes cuánto...

Ambas observaban el panel...

—Esto es oro...—soltó Rita.

—Tú lo has dicho...—correspondió Hermione, con el mismo tono de voz reflexivo.

Después de unos minutos, Bozo salió de la habitación colocándose los tiradores y emprolijando su corbata.

—Vamos a por Elbio, corazón.— dijo el fotógrafo, tomando su saco y un pesado bolso con sus herramientas de trabajo.

Rita guardó las fotografías en el cajón del que él las había sacado y luego también tomó sus cosas para salir con él.

Hermione los siguió, caminando detrás de ellos, desplazándose por el recuerdo que había pertenecido a Skeeter.

—Toma, maneja tú. Me siento un poco cansado. —le dijo Bozo a su pareja, mientras le lanzaba las llaves del auto.

Rita atrapó en el aire las llaves y luego ambos abordaron el auto...

La castaña miraba indecisa, pero terminó por atravesar la puerta trasera para "viajar" con ellos, a través del recuerdo.

—Así que, cansado, ¿Eh?...—replicó Rita, con voz burlona, mientras daba arranque al auto.

—Sí...—respondió Bozo, cruzándose de brazos, cerrando sus ojos y apoyando la cabeza en la ventanilla para dormir durante el viaje.

—Pero hace un momento no estabas cansado para una ronda más...—se burló Rita.

—No, porque tú haces todo el trabajo... Nunca me dejas tomar las riendas...

La pareja reía con picardía y la castaña miró hacia el techo, quejándose:

—Ok, estoy recopilando demasiada información...

Hermione se sentía... Un poquito envidiosa...

—Rita...—habló Bozo con los ojos cerrados. —eso que estás tocando, no es la palanca de cambios, corazón mío...

Hermione se sonrojó y fijó su mirada en la ventanilla para no ver aquello...

—Ay, perdón... Me equivoqué, me equivoqué... —se excusó Rita, quitando su mano de la entrepierna de Bozo.

El auto sobrevoló la ciudad, ese día había estado semi nublado.

Hermione tuvo paciencia, quería saber porqué Ron le había arrebatado esos recuerdos a la periodista. Así que atravesó con ellos el trayecto hacia la representación de la editorial de la revista Bruja Semanal...

Cuando Rita estacionó el auto frente al portentoso edificio de la editorial, despertó a su pareja:

—Despierta,...—ella le dio un beso en los labios. —despierta, querido.

Bozo abrió sus ojos con el rostro muy adormilado...

—Estuve pensándolo, y decidí que no voy a redactar el artículo...

Bozo se despertó del todo e ilusionado, dijo:

—Oh, No sabes cuánto me dejas aliviado, corazón...

—Escribiré una biografía completa no autorizada sobre "El Rey".

—Estamos muertos.

—Una biografía de quinientas páginas, pasando por su adolescencia, contando la envidia que toda su vida sintió por "el Elegido" y como vivió a la sombra de dos figuras fuertes (Potter y Granger), su ambición desmedida de popularidad, su inexplicable rivalidad con el licántropo Remus Lupin, sus constantes infidelidades y las artimañas que lo llevaron a ser la estrella que es hoy en día...

Hermione lo escuchó todo y recordó cuando Treepeeh, le dijo que la periodista manejaba demasiada información comprometedora sobre Ron.

—Agregaré también las fotografías que me mostraste en tu apartamento y plantearé una hipótesis sobre esas muertes. Le propondré este proyecto a Elbio durante el almuerzo. ¡Va a morir de la emoción!...

Cuando Rita terminó de decir aquello, Bozo suspiró e iba a responder, pero una fuerte explosión proveniente de la cima del edificio lo interrumpió...

Aunque era una memoria, la escena fue muy cruda y trágica para la castaña. Fue como estar verdaderamente cerca de ese atronador estallido...

Los escombros de la cima del edificio se desplomaron contra el suelo, las esquirlas volaron en todas direcciones y la onda expansiva desplazó el auto muchos metros lejos del lugar.

Hermione sintió como su corazón golpeaba contra su pecho, y que la adrenalina había preparado sus piernas para correr. Pero se quedó hasta el final, sin importar cuan duro fuese lo que vendría, ella se quedó en el recuerdo...

Rita salió del auto, tosiendo a causa de la cortina de polvo que había dejado la explosión. La periodista caminaba rengueando y

tropezó con los escalones de la extensa explanada del edificio en ruinas. Bozo también había salido de su auto, siguiéndola.

La periodista miró hacia arriba...

En la cima del edificio, había estado la oficina de Elbio Molinari...

Skeeter pasó sus manos por su rostro, desesperada y gritó, sabiendo que su mentor había dejado de existir. En su caminar torpe, ella calló de rodillas.

Bozo intentaba levantarla del suelo y le gritaba angustiado. Pero ninguno de los dos se escuchaban. Habían quedado sordos y aturdidos por la explosión.

Hermione distinguió al leer los labios de Bozo, que él le suplicaba que se levantara, que debían salir del lugar de inmediato porque podría volver a explotar...

Con dificultad, Bozo levantó a Rita del suelo y la ayudó a caminar, alejándola de allí. Y en su retirada, una segunda explosión ocurrió...

Ambos acabaron lanzados detrás de un alto buzón de acero, heridos. A Bozo le sangraba su oído derecho y la nariz, y Rita tenía cortes en sus piernas y en la espalda. Pero habían logrado sobrevivir...

El recuerdo se oscureció, dándole a entender a Hermione que desde ese momento, Rita no supo más de su vida...

Hermione se sintió caer en esa oscuridad uniforme hasta llegar a otro recuerdo:

Rita despertaba de una pesadilla, y a su lado estaba su pareja, quién también despertó a causa de los bruscos movimientos que ella hizo. Él encendió las luces y la miró preocupado...

—Fue una pesadilla... Solo fue eso...— la consoló, abrazándola— solo fue una pesadilla...

—No...— lloró Rita.

La castaña nunca imaginó en su vida, que vería a Skeeter llorar... Pero sí.

Rita lloraba como una niña asustada. Atormentada por el recuerdo de la tragedia que acabó con la vida de Elbio.

—Lo olvidaremos... Lo olvidaremos, corazón... —la consolaba Bozo.

Él sacó de la gaveta de la mesita de noche un pequeño vial y lo destapó. Llevó el frasquito a los labios de Rita y le rogó:

—Bébelo...

—No, ¿Qué es?...

—Poción sin sueños.

—No, no quiero... Me hará dormir demasiado y tengo trabajo...

—Bebelo, Rita... Te lo suplico. No puedes seguir así, debes dormir bien al menos unas horas... Lo necesitas. Por favor, corazón... Ya no puedo verte así.

Entre sollozos, Skeeter se bebió todo el contenido y el recuerdo se volvió paulatinamente difuso. Ella dejó que su pareja la abrigara y Bozo, soltando lágrimas de dolor, la cobijó dejándola dormir entre sus delgados brazos.

Hermione se vió envuelta otra vez en la oscuridad y otras imágenes volvieron a aparecer. En esas memorias, Rita estaba siendo despedida de su trabajo:

—¡Esto no suena a que me estés dando vacaciones, Verdaguer!...— rugió Skeeter, golpeando con ambas manos el escritorio.

—Rita, linda... Todos sabemos por la tragedia que has pasado... —le respondió con una falsa comprensión, el nuevo jefe de la editorial. —Y no estás rindiendo como antes... Creo que unas vacaciones pagadas te vendrían estupendamente y además, necesitas superar lo de Elbio. Tómate el tiempo que necesites... Es evidente que esa tragedia te ha dejado graves secuelas...

Rita clavó sus ojos azules en los falsos ojos del nuevo jefe de edición y sin anestesia le preguntó:

—¡¿Cuánto te pagó?!

—¿Cómo dices?...

—Weasley... ¿Cuánto te pagó Weasley?.

—¿Me estás llamando corrupto, Skeeter? —replicó ofendido de que le dijeran lo que era.

—No...—respondió ella.—, solo te estoy llamando ramera barata y experta en chupar culos.

El cínico rostro de Verdaguer se contorsionó de la ira y terminó respondiendo:

—Pensaba darte una pensión digna, pero ahora no. ¡Estás despedida! ¡Largo de aquí!. Tus servicios ya no son requeridos en esta editorial. En cuanto tu resolución esté lista, te llegará la indemnización a casa de tu "compañerito"... Elbio te tenía demasiado consentida. En el trabajo nadie tenía permitido confraternizar con el compañero, pero contigo hicieron la vista gorda. Nadie debía llegar tarde; pero tú y Bozo sí podían enredarse en las sábanas y llegar a la hora que quisieran... Ya se te acabaron los días felices, Skeeter. Se acabaron el día en que el degenerado de Molinari salió volando por los aires...

Rita encolerizó y tomando su varita, le lanzó una seguidilla de crucios a Verdaguer.

—Cuando hables de mí mentor frente a mí, lo harás con el débido respeto.

Los gritos de Verdaguer alertaron a las personas que se encontraban fuera de esa cómoda oficina.

Bozo entró junto a las dos atractivas secretarias de Verdaguer.

El fotógrafo sujetó a su pareja y la sacó de allí a la rastra. Le era difícil contenerla, pues Rita estaba embravecida.

—¡Rita, por Morgana! ¡Tranquilízate!...—le pedía Bozo, mientras la sacaba de allí.

Hermione vio que Verdaguer se había hecho en los pantalones.

—Maldita mierda, te mereces lo que Rita te hizo y peores cosas más...—le dijo la castaña, mirando con asco a Verdaguer, quién era uno de los aliados que encubría a su esposo y se vendía al mejor postor sin problema.

Hermione salió de ese recuerdo y entró en uno en dónde la pareja tenía una conversación angustiante:

—Me han despedido...—dijo Bozo, mirando el piso y dejando caer su bolso estrepitosamente.

Sentada en la cama, despeinada y vestida únicamente con la camisa de su amante, Rita miraba sin mirar.

—Pediremos un préstamo.

—¿Para qué?...—preguntó confundido.

—Para invertirlo en la biografía.

—¡No, Rita! ¡No!...—gritó Bozo, saliendo de la habitación y tomándose la cabeza.

—No me van a frenar... No nos van a frenar...—decía con la mirada perdida.

Bozo regresó a la habitación y le dijo molesto y preocupado a la vez:

—¿Dónde vamos a pedir un préstamo?... ¡¿Quién va a querer financiarnos?!... ¡Si somos desempleados, Rita! Ya no tenemos respaldo ni credibilidad...

—Aún me quedan algunos amigos y todavía está la esposa del Jugadorsucho.

—No entiendo... ¿Qué?... ¿Qué quieres con esa jovencita?...

—Weasley me desprestigió... Bien, entonces yo lo voy a desprestigiar a él con su esposa... Ella no lo sabe... no sabe que él la engaña y que tiene cómplices que le ayudan para mentirle y que lo encubren. Voy a destrozar ese matrimonio... A como dé lugar...

—¿Y qué ganaremos nosotros con eso?...

Bozo se apoyó en la pared, pasando su mano por su engominado cabello.

—Le devolveré el favor de la bomba y volveremos a tener trabajo, mí amor...— Rita se levantó de la cama y se acercó a él, tomó el rostro de su amante con ambas manos.—Confía en lo que te digo. Después de que yo lance mí bomba, los libros se venderán como rosetas calientes.

Rita lo besó y él, indefenso, se dejó hacer...

La castaña decidió no ver lo que seguía. Ella salió de la representación de esa habitación y se tomó un tiempo para pensar. Además no quería presenciar un momento tan íntimo como ese. Porque aunque se trataban de personas que ya habían dejado de existir, Hermione de igual modo respetó su privacidad.

La castaña se dio cuenta de que había recolectado muchísima información crucial y no podía desaprovecharla. Y una pregunta vino a su mente... ¿Por qué una mujer inteligente y decidida Cómo Skeeter había perdido la cordura?...

Cómo si alguien hubiese escuchado su pregunta mental, el hilo de las memorias enfrascadas la soltó en otra escena:

En esa escena se vio a sí misma, pero más joven. Era una Hermione de apenas veintitrés años que recibía una carta...

Rita en su forma de escarabajo se aseguraba de que la castaña la recibiera y la leyera..

La Hermione verdadera recordaba esa carta y el contenido de la misma... Nunca se imaginó que había sido la misma Rita Skeeter quién le había informado de las infidelidades de Ron y los nombres de las mujeres con quienes la engañaba.

Hermione no necesitaba continuar viendo aquello, porque ella lo había vivido.

Entonces se desplazó por la memoria para llegar a su final y vio a Rita hipotecando su casa para poder financiar su libro, vio como recibía amenazas de parte de Ron para que desistiera de su proyecto. Pero la periodista iría hasta el final...

La castaña reconoció el potronus de su esposo, pues era de ese modo que le llegaban las amenazas a la difunta periodista.

Y la última memoria que la castaña vio, le hizo soltar lágrimas de empatía:

Rita regresaba de la calle, después de trabajar. La periodista entró en el departamento de su pareja con muy buen humor, ella le contaba como estaban marchando las cosas:

—¡Bozo! Debemos salir a cenar esta noche con uno de mis financistas, mí amor. El libro está en revisión ahora mismo, pero es cuestión de semanas para que salga a la venta... Ya verás, volveremos al rodeo en menos de un mes...

Rita se sacó el abrigo y lo colgó en el perchero dónde estaba el sombrero de Bozo. Luego lo miró...

Él estaba sentado en un sillón, con la mirada fija en un punto, tieso y pálido.

Rita comenzó a hiperventilar y se acercó a él. Le tocó una mejilla...

Estaba frío...

La periodista comenzó a sollozar, se arrodilló frente al cadáver de el único hombre que la había amado de verdad. Tomó su rostro con ambas manos y besó esos labios que ya no le respondían como siempre lo habían hecho...

Hermione emergió de las memorias de Skeeter, respirando como una persona que ha permanecido debajo del agua por mucho tiempo... se quedó arrodillada frente al pensadero y lloró. Ver esos recuerdos; le habían removido los propios.

Ron había arruinado más de una vida...


Hermione estaba sentada a la mesa de la cocina, con los brazos cruzados y la fija vista en el techo...

Un vaso de agua fría era lo único que la acompañaba en sus reflexiones. Ya no quería beber más café...

Eran casi las seis de la mañana y no había dormido. ¿Cómo dormir con tanta información dando vueltas en su cabeza? Y con la cafeína a tope en su sangre...

El ruido de la puerta principal la sacó del hilar de sus pensamientos.

Ron había regresado.

Cuando el pelirrojo vio las luces de la cocina encendidas, se fue hasta allí y encontró a su esposa con una indisimulable cara de haberse desvelado...

—¿Qué haces levantada a esta hora?.—preguntó con rudeza, como siempre se dirigía a ella

—Estoy sufriendo insomnio, Ron... Sueño con cosas que me atormentan... ¿Te las cuento?.

—No me interesan tus tonterías.— le respondió y abrió el horno para sacar lo que quedaba de la fría cena.

Cómo si no lo hubiera escuchado, Hermione le dijo:

—Soñé con la explosión de un edificio, ¿Recuerdas cómo murió Elbio Molinari? El periodista y director de la revista Bruja Semanal... Creo que eso fue lo que soñé, porque también lo Soñé a él, quemándose vivo y mientras su carne se chamuscaba y se le caía la piel a pedazos, él me gritaba cosas que yo no lograba entender... me decía algo sobre que se vengaría de ti... y de mí... No lo sé, creo que me estoy volviendo loca... Cómo terminó Skeeter.

Aunque Ron fingía el no escucharla; sí lo hizo. Dejó de comer y con el rostro pálido le dijo:

—Tú sí que sabes cómo arruinarme el apetito.

Él se sentó a la mesa de la cocina, asustado. La castaña podía ver el terror en su mirada...

—¿Por qué Molinari querría vengarse de ti o de mí, Ron?...

—¡Deja de preguntar gilipolleces!...— le gritó su esposo. —¡Ese bien muerto que está!... ¡Cómo se va a vengar un muerto! Tómate una poción somnifera, porque es verdad, se te están empezando a zafar los tornillos.

—Cuándo un mago o bruja muere de manera violenta, sus almas no pueden descansar en paz, y si su espíritu no siente que se les ha hecho justicia, quedan atrapados en este mundo para cobrar venganza. ¿No lo sabías?...

—Estás mintiendo...—respondió Ron, sonriendo de lado para ocultar el miedo

—No, no estoy engañándote. Estoy diciendo algo comprobable incluso, ¿o ya olvidaste las veces que los padres de Harry aparecieron para ayudarlo a enfrentar a Voldemort?

—No te creo y no me apetece escuchar tus clases de sabelotodo...—replicó Ron y antes de salir de la cocina, exigió— Prepara el desayuno, mientras tomo una ducha y deja de estar pensando en los muertos, que nadie regresa de la muerte.

—Pero es que no regresan de la muerte, sus almas al quedar atrapadas aquí y al haber pertenecido a seres vivos con poderes mágicos, no les cuesta manipular las cosas del mundo físico, Ron...

El pelirrojo no quería mostrar lo aterrado que se sentía, y al ver aquello la castaña se regocijó y se le ocurrió una idea: fingiría estar también aterrada.

—Yo... No quise decírtelo antes porque... Porque sabía que me tildarías de loca, pero estas pesadillas se están volviendo recurrentes y siento que me estoy chiflando...

La castaña se acercó a su esposo y lo tomó de las solapas del saco, fingiendo de manera excelente una cara de horror que Ron se lo creyó sin cuestionar.

—Dime, Ron... ¿Qué tenemos que ver nosotros con la muerte de ese hombre?... Dime por favor que no estamos involucrados en esa muerte, porque si es así seremos atormentados y yo no puedo seguir así... Hace semanas que no duermo por culpa de esas pesadillas...

—¡Ya, quítate! ¡Aléjate! —Ron le dio un empujón, dejándola sentada sobre el piso de la cocina.

Él le dió la espalda para ocultar su miedo y las ganas de salir corriendo despavorido...

—Te conseguiré poción sin sueños, pero ya no saques más el tema, ¿De acuerdo?...

—¡Molinari vendrá a por nosotros!—lloriqueó Hermione de forma exagerada.

—¡Cállate! ¡¿Quieres que todo Saint Catchpole se entere?!...—ordenó su esposo. —Sí, yo maté al puerco de Molinari... ¡¿Ya estás contenta?!... Ahora ya lo sabes...

Hermione soltó unas lágrimas, tirada en el suelo de la cocina y con la voz estrangulada le dijo:

—Pero... ¿Por qué quiere vengarse de mí?... ¿Qué le he hecho yo a él?... Si ni siquiera era alguien cercano a mí...

—Supongo que porque eres mí esposa... Y porque te hice participe sin que tú lo supieras. Yo te pedí que me enseñaras cuales eran las combinaciones explosivas para evitar causar un desastre en las supuestas clases de pociones que yo tomaba... Eran mentiras, nunca tomé clases, y precisamente era un desastre lo que quería ocasionar en la vida de Molinari y su grupito de mierderos.

—Tú... ¡¿Cómo pudiste hacerme participe?!... ¡Me usaste para fabricar esa bomba química!...

—¡Bueno, bueno, ya!... ¡Para con el drama!... Que técnicamente me serví de tus conocimientos, pero no te utilicé a ti. No te involucré en eso ni en ninguno de mis crímenes, así que Molinari en teoría no debería meterse contigo.

—Él no parece verlo así...

—¡Para ya de lloriquear! Que aún estás viva... Nadie te ha matado. ¡Ni yo he podido acabar contigo después de las palizas que te di! ¿Y crees que vendrá un espíritu y acabará contigo así de fácil?... Un espíritu es como un pedo. Si yo me echara un pedo ahí en tu cara ¿Te morirías?... Si me respondes que sí, es que me estás tomando de pava y me lanzaré un gas en tu cara, para que veas que sobrevives también a eso...

Ron se encaramó hacía la salida de la cocina y lo último que le dijo fue:

—¡Levántate del suelo y deja de llorar por tonterías! Te conseguiré poción somnífera y también sin sueños, y no vuelvas a sacar este tema. Tomaré una ducha y cuando regrese, ¡más te vale tener el desayuno listo, Mione!...

El aterrado pelirrojo salió de la cocina, dejándola en el piso.

Cuando ella escuchó que él se había encerrado baño. La castaña comenzó a reírse... Se levantó del piso y sacó de la gaveta una grabadora que allí había ocultado.

—A confesión de partes, relevo de pruebas...—citó la castaña y se metió en su oficina, dónde guardó la confesión registrada de su esposo.

Luego regresó a la cocina y se dispuso a preparar el desayuno con un humor estupendo...

Para cuando Ron salió de tomar una ducha; Hermione ya tenía todo preparado...

Eran más de las seis y media de la mañana y como muy infrecuentemente ocurría, el matrimonio desayunaba en un silencio profundo. Hasta que Ron le dijo:

—Por prestarte atención a tus estupideces, casi olvidó revisar el registro. Tráelo.

La castaña se limpió los labios con la servilleta, después la dejó sobre la mesa y se fue hasta su oficina para sacar el registro de uno de los cajones del escritorio. Regresó con él y se lo entregó en mano a su esposo. Pero cuando ella quiso sentarse a desayunar, el teléfono sonó...

Ella se sorprendió, ya que su madre no era de levantarse temprano. Pero después recordó que Joel, el taxista, tenía su número...

Se puso nerviosa y el teléfono sonaba y sonaba.

—¡Atiende esa maldita cosa escandalosa que me está aturdiendo! De seguro debe ser la cabra loca de tu madre.

—¿No te molesta que la atienda? —preguntó para ganar tiempo. Pues temía que no fuera su madre.

—¡Atiéndela!... No soporto el ruido que hace esa cosa. ¡Tengo jaqueca!

Hermione se levantó de su asiento y caminó al "mejor estilo Remus Lupin": con una exagerada lentitud y arrastrando los pies...

Ron la fulminaba con la mirada porque no soportaba el timbre infernal y agudo del teléfono. Ya que hacía que su jaqueca empeorara...

Hasta que Hermione llegó a su "oficina", el teléfono dejó de sonar y ella soltó un suspiro de alivio. Entonces se preparó para salir de su lugar de investigación, pero el teléfono volvió a sonar. Incluso parecía sonar con más fuerza...

—¡¿No te dije que atendieras esa maldita mierda muggle?! —gritó Ron desde la cocina.

La castaña se sentó en la silla frente al escritorio y tomó el tubo del teléfono, haciendo que los agudos ring ring cesaran. Luego carraspeó con suavidad y respondió:

—¿Buen día?

—Hola... cariño...—dijo una voz que se escuchaba como la de su madre, pero la forma seductora en que se lo había dicho, no sonaba como el de una madre hablándole a su hija...

—¿Ma...Mamá?...—preguntó Hermione con mucha duda en su voz y de una manera graciosa.

Unas risitas sofocadas se escucharon del otro lado del teléfono.

—¿Quién eres?...—preguntó Hermione, poniéndose seria y a la defensiva.

—¿Ya no reconoces mí voz? —preguntó esa persona que sonaba exactamente igual a la de Jean Granger. —Cariño...—la última palabra la dijo con lujuria.

Su madre siempre la llamaba así y de un modo tierno. Pero esa voz ficticia que la imitaba, le provocaba escalofríos en la espalda...

—¿Qué... qué necesitas? —preguntó Hermione con mucha cautela y siguiéndole el juego.

—¡Uff!...—escuchó que resoplaban del otro lado. —No sabes cuánto soñé con que me hicieras esa pregunta... Te estoy necesitando tanto aquí conmigo, cariño...

—Mamá... ¿Me estás seduciendo?

—Sí...—respondió con todo descaro aquella imitación de la voz de su madre —¿El futuro cornudo sigue allí?

La castaña soltó una risa suave que trató de solapar en vano.

—Oh, que... Bella risa tienes, dulzura... —dijo el imitador de su madre, que parecía derretirse al escucharla reír.

Hermione sonrió, pero no le respondió, solo asomó su cabeza por la puerta de la "oficina" para mirar a su esposo: seguía allí, sentado a la mesa de la cocina, comiendo como un cerdo.

—Él aún no se fue —respondió ella.

La castaña escuchó como el imitador soltaba un soplido por la boca. Estaba segura de que él fumaba.

—Creo que ya sabes quién soy...—dijo él con una voz vibrante, masculina y grave, que la hacía sentir como si le rasparan la espalda.

—¿Cómo conseguiste mí número? —preguntó ella, nerviosa y con su corazón latiendo a mil por segundo.

—Soy un hombre con muchos recursos y siempre me las ingenio para conseguir lo que quiero... —le respondió él, y la castaña escuchó como volvía a exhalar por la boca.—Pero respondiendo a tu pregunta, digamos que tuve una casual conversación con tu madre. Por cierto, ya sé de dónde sacaste tus encantos.

La castaña se molestó y tratando de no hablar demasiado fuerte le respondió:

—¡No te vuelvas a acercar a mí madre! Te lo advierto, si te vuelves a acercar a ella, o le haces algún daño te haré que te lamentes...

—Ssshhhhhh...—le silenció él —tranquila... Mantén la calma o podrías alertar a tu esposo y sé que no quieres que descubra lo nuestro, deliciosa mujer...

La castaña se sonrojó y se quedó callada. Sintiéndose como una tonta por no saber qué replicarle...

—Quiero que te quedes tranquila. No soy un asesino y no le hago daño a las personas que no lo merecen, y tú y tu madre son personas a las que jamás tocaría; pero tu esposo... Me estoy frotando las manos por dar el golpe. Nunca me he sentido tan ansioso por realizar un trabajo.

—Lo siento...—se disculpó Hermione.—No quise hablarte de esa forma tan ruda... Me puse nerviosa al saber que anduviste rondando a mí madre.

—Está bien, te comprendo. Yo hubiera reaccionando igual, estando en tu lugar. Además no hay problema, me gusta que me trates con rudeza... Haces que me pregunte si eres así de agresiva en la cama...

La castaña miró hacia todos lados, como si alguien pudiera escuchar su conversación. Luego ella llevó una de sus manos frías a sus mejillas acaloradas para bajar la rojez.

—¿Qué es lo que quieres de mí? —preguntó Hermione, sabiendo que eso le daría más incentivo al falsificador.

—¿No te ofende, si te lo digo?

—Dímelo...—respondió ella, anhelante.

—Te quiero a ti... Te deseo... Te quiero en mí cama cada noche. Deseo que al volver de trabajar te encuentre desnuda y sugerente para mí. Te quiero a ti, cariño... No hay nada en esta vida que desee más que a ti...

Ella había cerrado sus ojos para escuchar su voz ronca...

La respiración errante de Hermione delató su excitación...

—Sé que es peligroso para mí encontrarme contigo, pero... ¿Te gustaría que nos encontráramos en un sitio privado? Después de todo, sé que anduviste caminando por "Las catacumbas", buscándome...—propuso el falsificador. —Te estaría cumpliendo el deseo de encontrarme.

—Treepeeh, ¿Verdad?. Ella te lo dijo...

—No es la única que trabaja para mí, ¿Sabes?... Te metiste en mí territorio y siempre acabo enterándome de quién ingresa y quién se va.

—¿Rita Skeeter? ¿Ella trabajaba para ti? —preguntó con curiosidad la castaña, mientras comenzaba a tomar nota en un cuaderno pequeño.

—En realidad, yo trabajaba para ella...

Esa respuesta, Hermione no la esperaba...

—Rita estaba desempleada y perdió sus memorias, su casa, su pareja. Hasta perdió la cordura... Y aunque ella estaba tras mis pasos (como tú lo haces ahora)... Nunca la consideré una enemiga. Yo la mantenía en cierta forma. Ella murió sin saber quién era el que la ayudaba a sobrevivir.

—¿Por qué lo haces? ¿Por qué haces esto? ¿Por qué te arriesgas así?

Hubo un silencio pronunciado por parte del falsificador.

—Es mi trabajo y encontré en mí trabajo un propósito en la vida. Ahora sé para qué soy útil, para qué sirvo. Comencé en esto porque necesitaba con urgencia el dinero. Un integrante de mí familia enfermó gravemente y el tratamiento era inalcanzable. Así que comencé a trabajar "pintando papelitos", y luego continué, porque siempre hay víctimas del sistema corrupto y negligente que nos rige.

Hermione lo escuchaba con atención y anotaba cada cosa que él decía.

—¿De verdad te mostrarás ante mí?

—Solo si tú quieres... Y si estás dispuesta a entregarte a mí entre cuatro paredes...

—No te conozco. No tendré sexo con un hombre al que ni siquiera conozco.

—Pero sí me conoces...—replicó él.

—¿Eres alguien cercano a mí?.

—Me encantaría ser cercano a ti, pero no lo soy. Solo soy un conocido tuyo, soy alguien a quien ni siquiera tienes en cuenta en tu vida.

Las alarmas de la castaña se dispararon... Pero de un modo entusiasta.

—¿Desde hace cuánto me conoces? —preguntó ella, tratando de solapar su excitación.

—Desde hace más de quince años.

—¡¿Cómo?! —se exaltó la castaña, sin poder evitarlo. Algo que hizo reír a su "amiguito diabólico"

Ella se cubrió la boca con una mano, pero ya era tarde. Ron la había escuchado...

—Oh, no... Mí esposo... Viene para acá.

—Procuraré no hacerte gemir tan alto, la próxima vez...—dijo su "amigo", mientras reía.

—¡¿Por qué estás dando alaridos?!—preguntó Ron, entrando de sopetón en la "oficina" —¡¿Con quién estás hablando?!

—Con mí madre, Ron... ¿Con quién más voy a hablar? —respondió la castaña de forma inocente. Pero él no lo creyó, y le quitó de un manotazo el teléfono.

—¡¿Quién diablos eres?! —rugió Ron a la persona detrás del teléfono.

La castaña observó el momento, sentada en la silla del escritorio, mirando como Ron se ponía rojo de la ira, apretando su mandíbula y por último diciendo:

—Ya le paso con su hija, pero ya ¡Cállese, señora!...

Ron le devolvió el teléfono a su esposa y acto seguido le dijo:

—Voy a dormir un poco, estoy agotado y no quiero estés hablando a los gritos con tu "adorable" madre. Esa vieja loca insoportable.

Él salió de la oficina, dejándola a solas con su "amiguito".

—Al fin solos, cariño... Ahora puedes gemir tan alto como gustes...— le dijo el Diablo con su voz rasposa de inframundo. —se linda conmigo y dime ¿Qué traes puesto debajo del pijama?.

—No traigo puesto el pijama...— le respondió para que él interpretara lo que quisiera.

—¿Estás desnuda?... ¡Merlín!... Tu esposo no sabe valorar lo que tiene... Yo ya estaría encima tuyo, dándote caña sobre la mesa de la cocina... ¡Oh, mierda, cómo hay hijos de puta con suerte en este mundo!...—se quejó el falsificador.

Ella soltó varias risitas y lo calmó diciéndole:

—Traigo ropa puesta, ¿Sabes? No puedo andar paseándome desnuda por ahí y menos con este clima, amigo mío.

—¿Me consideras tu amigo?...

—Sí... Eres el tipo de amigo que te incita a romper las reglas y te hace reír en los peores momentos...

—Eres la cuarta persona en mí vida que me dice eso. Pero siento decirte que yo no te veo del mismo modo... No te considero una amiga.

—Tranquilo, eso ya me lo dejaste muy en claro.

Ambos rieron y luego ella agregó:

—Me agradas... Me gusta como eres, aunque no te conozco. Y ahora que puedo hablar contigo, confirmo mis sospechas: tú no eres una mala persona. No estoy segura de si eres una buena persona; pero sí, de que no eres malo. Eres muy humano.

—Gracias, cariño.

Ella se rió y le pidió:

—¡Deja de llamarme así! Mí madre me dice de esa manera y ahora no sé cómo le sostendré la mirada cuando ella me lo diga.

El falsificador rió y entre risas le preguntó:

—¿Por qué?... ¿Acaso te provoca algo en particular que te llame de esa manera?

La castaña se sonrojó y no muy convencida respondió:

—No... Solo... solo mí madre me llama así... Eso es todo. Y tú lo haces... No sé, suena diferente. Es la misma palabra, pero tú haces que suene diferente.

—Respóndeme esto: ¿Te gusta que lo haga, o no?.

Ella suspiró y dijo la verdad:

—Sí me gusta.

—Entonces seguiré nombrándote así... Vamos, cariño... Encontrémosnos...—insistió él —Te prometo que ambos lo disfrutaremos y que de mí boca no va a salir ni una palabra sobre lo nuestro. Te garantizo privacidad absoluta, lo que suceda entre tú y yo quedará entre cuatro paredes. Soy un hombre que cumple con su palabra. Después de todo, es lo único que tengo de confiable.

El corazón de la castaña latía como el galopar bestial de un caballo que nunca fue domado. Quería verlo, conocerlo y aunque no iba a admitirlo, le había sembrado la curiosidad de saber, qué se sentiría acostarse con él...

Pero el recuerdo de su ex profesor de D.C.A.O. asaltó su mente, y de pronto sintió culpa. Y pensó que eso era absurdo, pues ella no le debía fidelidad a Remus, él no era su pareja ni su esposo ni nada.

Entonces... ¿Por qué sentía culpa?...

—No puedo...—respondió la castaña.

—¿Por qué?...—preguntó desanimado.— nunca hago esto, pero... Te lo suplico, quiero hacerte mía por lo menos una vez en mí vida... Me esmeraré en satisfacerte en todo lo que pidas. Te daré hasta mí alma, si me la pides...

—¿Un Diablo tiene alma?...

—Tú lo has dicho, soy humano.

—No tienes que hacer esto. No te humilles por mí...—le pidió Hermione.— No puedo hacerlo. Hay alguien que me frena...

—No le debes nada a tu esposo; es al revés, él te debe mucho a ti. Uno le alcanzará una vida para pagarte.

—No, no es mí esposo... Es otro hombre...

El falsificador se quedó en silencio, y como si hubiera salido de un coma, preguntó:

—¿Quién es ese bastardo hijo de su gran puta madre que tiene tu atención y lealtad? ¿Y qué hizo para merecerla?.

—Remus Lupin, no sé si le conoces.

—¡¿Ese?! —dijo con desdén —yo soy miles de veces mejor que ese zonzo.

—Él es un hombre bondadoso. Es cierto que no parece un hombre fuera de lo común, o así lo veía yo hasta hace un tiempo. Pero algo cambió en mí respecto de él... y... A él lo conozco; a ti no...

—Entonces, ¿Estás diciendo que con él si te acostarías?

—Es muy posible, sí...

—¿Y?... ¿Qué?...¿Qué es lo que te gusta de él?...

—Su voz, sus brazos tan marcados y fuertes, el calor tan delicioso que emana su cuerpo y su sonrisa... Esa sonrisa encantadora que me derrite y hace que desee despertarme a su lado cada mañana y verlo sonreírme así...—describió ella, empezando a sentir el calor fluir por las zonas bajas de su cuerpo.

La respiración agitada y ruidosa del falsificador era lo único que ella escuchaba.

—Cariño... Te llamaré en otro momento, ¿Sí?... Tengo asuntos muy duros que atender, preciosa... Pero te llamaré, volveré a llamarte, ¿Está bien? Solo quiero que sepas que te ayudaré a salir de ese infierno en el que te ha metido tu esposo... Él nunca debió tocarte...

—¡Espera!...—le rogó ella —¿Me llamarás? ¿No estás mintiéndome? ¿De verdad me llamarás?

—Te llamaré, cariño. Te lo prometo.

Hubo un silencio entre ambos otra vez, hasta que ella habló:

—Si él no hubiese aparecido en mí vida antes que tú, te hubiera aceptado tu proposición de dormir juntos.

—No te preocupes, no he perdido las esperanzas de tenerte. Me cuesta mucho renunciar a mis preferencias...

Ella frunció el ceño, y sintió que vivía un deja vú. Pero lo dejó pasar, luego se pondría a analizar lo que él había dicho.

—Te llamaré dentro de cuatro días, cariño.

—Estaré esperando tu llamado...

—Entonces, Hasta Pronto, enamorada del Lobo.

—Hasta Pronto, diabólico amigo mío...

La llamada finalizó, dejando a la castaña con sus mejillas rojas y la piel ardiendo...

Su corazón bombeaba con fuerza haciendo que sintiera como su sien palpitaba.

Ella pasó sus manos tibias por su rostro y decidió darse una ducha para bajar esa exaltación que su cuerpo sentía y no la estaba dejando pensar con claridad...