Viernes, 8 de febrero de 2008

Eran las seis de la mañana y el servicio de vía flú de La Hollinería ya se encontraba en funcionamiento...

Los obreros de la fábrica Bells and Hams, los comerciantes y pescadores que no habitaban Krakenwell, llegaban a la localidad por medio de las chimeneas para comenzar con su jornada.

De la chimenea número seis, salió un licántropo que parecía traer el peso del mundo sobre los hombros. Arrastrando los pies y dando golpes de bastón en el suelo, salió de La Hollinería, atravesó el vecindario de Módulos Habitacionales, cruzó la calle de adoquines y por último el Jardín del Buen Amor (el fondo de su lugar de trabajo).

Tapándose la boca para bostezar, ingresó por las puertas traseras de la fábrica, luego a tientas buscó su ficha en un pequeño estante, la pasó por el reloj de fichar y volvió a dejarla en su lugar.

A paso perezoso, el licántropo caminó por los pasillos, contando:

—...21...,...22..., ...23...,...24..., Y me planto.

Él se detuvo justo enfrente de una máquina de café. Sacó una credencial del bolsillo de la camisa y lo insertó en una ranura, después comenzó a tocar las palancas de izquierda a derecha, hasta llegar a la palanca número cinco, y la jaló hacia abajo.

La máquina, soltándo vapor, le sirvió en una taza lo que había elegido: una infusión con café y chocolate en partes iguales con un poco de leche caliente.

La máquina emitió un sonido agudo que le indicó que su pedido ya estaba listo.

Él retiró su tarjeta de la máquina y la guardó en el bolsillo de la camisa, tomó su taza con la mano izquierda y bebiendo, se dirigió hacía el ascensor...

—Mmm...—canturreó —¡Aaahh, cafecito! te estaba necesitando...—Le hablaba a su café, sintiéndose de mejor humor.

Silbando una de esas canciónes viejas que le encantaban, ingresó al ascensor con otros trabajadores de la fábrica que lo saludaban con respeto y otros con aprecio.

A medida que el ascensor escalaba de piso, se vaciaba. Hasta que llegó al último piso del edificio, el número 22. Piso dónde Remus y su equipo de falsificadores trabajan...

Las puertas del ascensor se abrieron. Él salió de allí, cantando y con la taza vacía. Avanzó por un pasillo hasta una puerta, pero antes de entrar allí, dejó la taza sucia en un receptáculo para que esta sea aseada, esterilizada y volviera a circulación dentro de las máquinas de café que estaban por toda la fábrica.

La primera en recibirlo fue Millicent Bulstrode, quién siempre disfrutaba del sentido del humor grotesco de su líder; a diferencia de Pansy, que siempre acababa con dolores de cabeza por las vulgares ocurrencias de Remus...

—¡Ey, Mills! ¿Cómo estás hoy? —saludó al percibir que era ella.

—¡Ey! —respondió Bulstrode y le dió un golpecito en el brazo con su enorme puño —Pansy y Phill ya están aquí.

—¿Sí?, entonces voy yendo a mí oficina.

—Ya tengo lo que me pediste. Voy a por ello y luego te lo llevo.

—Bien hecho. Te adicionaré una comisión por tu trabajito. Tengo que reconocértelo, Mills.

Bulstrode le sonrió, aunque sabía que no podía verla y bajó por unas escaleras para ir al depósito dónde ella trabajaba.

El licántropo atravesó el espacioso piso, pasando por delante de la oficina de Phill Feathers y luego por la oficina de Pansy. Ambos lo vieron y con la velocidad de una centella, ambos se levantaron de sus asientos para seguirlo...

—Hola, Phill, ¿Cómo estás? ¿Ya perdiste tu virginidad?.

—No, aún no, jefe...—respondió Feathers, cabizbajo.—, pero ya tengo el Set de plumas de trazo fino y medio que me encargaste. Con un calibre de doce graduaciones...

—¡Perfecto! Y recuerda, Phill. Siempre hay una primera vez para todo.

—Lo tendré presente, Remus...—respondió Phill con una sonrisa, mientras caminaba detrás de él, de lado izquierdo.

—Mi estimada princesa de las serpientes, ¿Usted sigue indignada conmigo?

—¡Bastante!...—respondió Pansy Parkinson, que caminaba a su lado derecho. —no puedo creer la tranquilidad con la que andas caminando por la vida, cuando tenemos al cerebro del trío dorado rastreando nuestros traseros...

—¡Napoleón Bonaparte decía!: "Vísteme despacio que estoy apurado, nena"

—El "nena" te lo has sacado del bolsillo, Lupin.—replicó Pansy.— y no sé, ¡qué tiene que ver ese Napoleón con nuestros problemas!.

—Un día, me voy a jubilar, Pansy y tú asumirás mí puesto como líder. Así que hay algo que debes asimilar desde ya: por más que el mundo venga cortando cabezas, tú no debes perder la calma. Por tu bien; y el de tu equipo...

El líder y sus colaboradores ingresaron en la oscura oficina que él ocupaba...

—¡Muy bien! Vamos a trabajar— dijo el licántropo, mientras se quitaba el saco y lo colgaba en un perchero. —¿Qué tenemos para hoy, Pansy? ¿llegaron casos nuevos?...

El licántropo tomó asiento detrás de su amplio escritorio de madera y la morena le leyó los nuevos casos que les habían llegado:

—Tenemos dos casos nuevos: el caso de la señora Roosevelt y el de los hermanos Krewller.

—Mmmh...—asintió, mientras sacaba un cigarrillo y lo llevaba a sus picudos labios. —Detalles, princesa...

—La señora Roosevelt descubrió que su esposo la engaña con su hermana desde hace catorce años y que además, uno de sus sobrinos es hijo de su esposo, aunque él lo niega. Ella quiere divorciarse, pero ya sabes, lo de siempre: él no aprueba la solicitud que ella le hizo. Este hombre se niega a divorciarse, solo porque no quiere darle la mitad de los bienes materiales que le corresponden por ser su ex esposa.

—A ese lo desplumaremos —soltó Remus junto con el humo del cigarrillo. —siguiente caso, por favor.

Pansy asintió y continuó:

—El caso de los hermanos Krewller: Brighton Krewller, solicitó en el Ministerio de Magia que el cuerpo de su hermano menor, Ethan, tenga una digna sepultura y un funeral. Su difunto hermano menor, está sospechado de ser un doble espía y un Mortífago, y con esa excusa los del Ministerio se niegan a autorizar la solicitud de Brighton y a entregar el cadáver de Ethan.

—¿Está confirmado que era un Mortífago?.—preguntó Remus.

—No lo era —respondió Pansy.—Algunos funcionarios del Wizengamot tenían una fuerte rivalidad con el menor de los Krewller, ya que él los estaba investigando y a decir verdad, su muerte fue en una circunstancia poco clara.

—Bien, ese trabajo nos tomará más tiempo. Así que, comenzaremos con el de los Krewller.

—¿Cómo quieres que los contacte a ambos? —preguntó Pansy, mientras se preparaba para tomar nota.

—A Brighton Krewller, envíale un folleto que a lo ojos de los demás será una publicidad de promoción de ataúdes con veinte por ciento de descuento.

—¿Estás de broma? —le preguntó Pansy.

—No. Él quiere darle a su hermano un funeral digno, pues ¿qué mejor que una buena y económica "cajita"?...

—De acuerdo, como tú digas, ¿Y el mensaje oculto, qué dirá? —asintió la morena, tomando nota.

—Solo dile que tendrá lo que pide, que le haremos llegar el número de cuenta donde nos hará el depósito y que firma "El Diablo". Eso es todo...

—¿Y a la señora Roosevelt?...

—A ella, le enviarás un hermoso y exagerado ramo de Gardenias con una tarjeta en forma de mariposa, qué dirá que va de parte de un admirador secreto y asegúrate de que las reciba frente a las narices de su esposo.

—¡Perfecto! —asintió Pansy y apuntó todo —¿Y el mensaje real, qué dirá?.

—Lo mismo, con la diferencia de que nos cobraremos el trabajo directamente del bolsillo de su futuro ex esposo.

—¿Lo estafaremos del algún modo?...

—Exactamente, Pansy.

—¡Amo estafar a los miserables!.— se regocijó ella.

Remus y Phill rieron por el buen humor que ahora tenía Pansy. En ese momento ingresó a la oficina Millicent Bulstrode, cargando una caja de sellos para realizar lacrados.

—Aquí está, Lupin: —anunció Bulstrode, ubicando la caja sobre la mesa, justo al lado del teléfono.—Lo hice siguiendo rigurosamente las instrucciones del manual que ilustraste.

—¿Te compliqué mucho la vida, Mills? —le preguntó, mientras tomaba la caja con ambas manos y la abría

—No, todo estaba bastante bien detallado. Lo que me tomó tiempo, fue perfeccionar el relieve de los símbolos, ya sabes lo mucho que me cuestan dar "las pinceladas finas"; todo lo demás, fue un trámite simple.

—Buen trabajo, Mills. Muy buen trabajo...—le halagaba Remus, pasando sus dedos por las rugosidades de un sello, sintiendo con claridad los números, letras y símbolos.

Bulstrode se cruzó de brazos con una sonrisa, bastante satisfecha.

—Bueno, retírense los tres, por favor. Debo hacer una llamada y quiero privacidad.

—¡Vas a llamar a la Leona!— Pansy exclamó molesta.

—Pansy, que intuitiva eres. Te depositaré por ello, un veinte por ciento extra en tu cuenta.

—¡Al Diablo con el veinte por ciento! —se exasperó Pansy — Como segunda al mando de este equipo, ¡Te prohibido que vuelvas a hablar con ella!

—¡Oh, ahora quiero llamarla todos los días!—suspiró Remus. —Sabes cuánto me fascina lo que está prohibido, Pansy...

La morena soltó un gruñido y le regañó:

—¡Lupin! Ese teléfono intervenido se te facilitó para que hablaras de negocios con Hermione; ¡No para que te montaras aquí una Hot Line gratuita para señoritas!...

Bulstrode y Feathers se carcajearon, y Remus preguntó con inocencia:

—Pansy, ¿Qué es una Hot Line?... Soy un ignorante de esas cosas...

La morena se enrojeció y sus compañeros de trabajo rieron con más ganas.

—Era el anterior trabajo de Pansy...—respondió Millicent Bulstrode.

—¡Lo has hecho aposta, Lupin!... ¡Te conozco! Con lo degenerado que eres, estoy muy segura de que más de una vez habrás hecho uso de esos servicios.—replicó Pansy.

—¿Degenerado? ¡¿Yo?!...—fingió sentirse ofendido. —Pansy. Respétame, soy tu jefe...

Las risas de Millicent y Phill se volvieron más socarronas, pero Pansy no se quedó callada y replicó con actitud:

—Tú no eres mí jefe. Eres mí líder y mí maestro; no mí jefe. —la morena se cruzó de brazos y agregó —Mis jefes son Edward y Richard Bellingham.

—Está bien, tú ganas, Pansy... No daré más servicio de Hot Line... —respondió desanimado Remus.

—¡Mmh! —asintió ella, satisfecha de haber "ganado".

—Solo la llamaré por negocios.

Pansy abrió la boca para protestar, pero las risotadas de los otros dos la acallaron y la molestaron.

—¡Se acabó!... —exclamó muy molesta la morena —¡Ustedes dos! —se dirigió a Phill y a Bulstrode —¡Fuera de esta oficina! ustedes no hacen más que celebrarle las insensateces a este demonio de cola larga. ¡Largo, o los hechizo!...

Calladitos, Bulstrode y Phillip Feathers se largaron de la oficina, tropezando entre ellos. Luego la morena cerró la puerta y colocó un muffliato.

Ella se volvió sobre sus pasos y se sentó en la silla de enfrente al escritorio.

Un poco más calmada, le habló:

—Lupin, solicito formalmente que delegues en mis manos el caso de tu Leona.

—Solicitud denegada. —respondió su líder.

Ella lo miró con genuina preocupación, y aunque Remus no la veía, percibía su inquietud en el aire.

—Puedo hacerlo, puedo llevar el caso. Estoy preparada, usaré cada técnica que me enseñaste —insistió.

—Pansy,...—Remus encendió otro cigarrillo tipo Virginia y prosiguió —no se trata de tu aptitud, se trata de que esto es una cuestión personal.

—Exactamente ese es el problema. Estás mezclando los negocios con los sentimientos. Mala combinación...

—Ya le di mi palabra a la Leona, y cumpliré, porque mí palabra es lo único que me queda de humano.

La morena negó con la cabeza.

—Remus, esto se te está yendo de las manos y no lo ves porque...

—Porque soy ciego, ¡Já! —hizo un chiste pesado sobre sí mismo.

—¡No! —gritó Pansy —Me refiero a que te estás arriesgando demasiado y no lo notas porque tu pasión te está dominando. Yo sé lo traicioneros que son los sentimientos y como pueden llegar a anular la razón.

—Aquí no hay sentimientos de por medio, Pansy.

—A tu esposa con ese chiste; yo no trago basura, Lupin...

Los dos se quedaron en silencio. Remus fumaba y Pansy volvió a abrir la agenda.

—Tienes cita esta tarde con Ponds, el día de hoy. —le anunció ella.

—¿Con la crema antiarrugas?... Pero si a mí no me hace falta; de hecho mis vecinas me preguntan: "señor Lupin, ¿Cuál es su rutina de skincare? Por favor tiene que compartir sus secretos de belleza con nosotras"

—No te hagas el chistoso. Sabes que te hablo del medimago cardiólogo de la fábrica. Yo te acompañaré para que te hagan tu chequeo semanal.

—Solo quería hacerte reír... Con mí hijo funciona para quitarle preocupación... —Remus fumaba tranquilo y pausadamente.—Pero contigo es más difícil...

—Los Bellingham me han pedido que te mantenga bien vigilado. Ellos sospechan que estás perdiendo objetividad con el caso de Hermione. No les he dicho nada, ni siquiera lo del servicio de la Hot Line... Los Bellingham son mis jefes, ellos me pagan el sueldo. Pero mí lealtad es contigo, Remus; no con los Bellingham.

—Lo sé... Lo sé, Pansy...—respondió él y extendió su mano derecha. —Dame tu mano...

La morena extendió su mano y la depositó en la del licántropo.

—Aunque el mundo venga cortando cabezas...—empezó diciendo Remus.

—Yo no perderé la calma...— completó la frase la morena, consolidando el apretón de manos.

Después del apretón de manos entre el maestro y su discípula; él le dijo:

—Te sacaré buena, Pansy. Tú me superarás, acuérdate de lo que te digo...

Ella le sonrió, pero no respondió.

—¿Te deja tranquila, si te permito escuchar la conversación?...

—No del todo; pero acepto supervisar la conversación para que no se te valla la lengua; como hiciste hace cuatro días.

—¿Tenemos trato, entonces?...

—Trato.

—¡Hecho!

La morena tomó su varita , la agitó para marcar el número de la Leona y poner el teléfono en modo altavoz...


Eran más de las seis y media de la mañana. La castaña estaba preparando su Satchel de cuero color cereza para salir de casa. Debía hacer las compras y quería pasar por la librería de "Los Tortugos", tenía planeado desayunar algo diferente, recabar más información sobre su nuevo amigo y luego comprar víveres.

Por estar enfrascada en su investigación, la comida había empezado a escasear tanto en la heladera, como en las alacenas.

El teléfono sonó. Ella lo miró.

Ya sabía quién era...

Tomó el teléfono y respondió:

—Buen día, amigo mío. Veo que eres madrugador como yo...

—Buen día, Cariño. ¿Sabes algo?... No he hecho más que pensar en ti y en tu respiración agitada...

La castaña se sonrojó muchísimo y se cubrió con una mano la cara, como si alguien pudiera verla.

—Tienes buen oído. —respondió ella.

—Gracias, preciosa... También tengo otras cosas buenas. Si aceptas encontrarte conmigo, te las puedo enseñar...

La castaña escuchó algo parecido a un golpe del otro lado del teléfono.

—¿Eso fue un golpe?...—preguntó para salir de dudas.

—Eeehh... No... Sucede que un vecino está haciendo remodelaciones en su casa y por eso escucharas golpeteos de vez en cuando.

La castaña quitó su bolso de la silla y se sentó para hablar cómodamente.

—¿Me llamas desde tu casa? ¿En serio?... —replicó ella sin creerle la excusa.

—No... De un teléfono público...

—Ya te imagino: encerrado en esa cabina roja, cubriéndote un oído para poder escucharme mejor. Un falsificador tan espectacular como tú, teniendo que usar un teléfono público muggle para poder contactarme...

—Percibo cierta incredulidad hacia mi persona.

—No te voy a preguntar desde dónde me llamas, porque sé que no me dirás la verdad. Pero estimo, que me llamas desde tu lugar de trabajo, sea dónde sea que eso esté...

—Lo siento, cariño, pero hay muchas cosas que no puedo revelarte. Si quieres estar conmigo, tendrás que aceptar esa regla.

—Hay algo que... —la castaña jugaba distraída con el cable enrulado del teléfono —Hay algo que quiero saber, señor Diabólico: me dijiste que me conoces desde hace más de quince años, ¿Dónde nos conocimos?... Porque saqué cuentas, y hace quince años yo solo tenía catorce.

—Sí, es cierto... Tú solo tenías catorce años; y yo ya era un hombre. Por eso es que nunca me acerqué a ti.

—Pero... entonces... A ver —comenzó la castaña, acomodándose mejor en la silla—, tú me conoces, pero nunca te acercaste a mí; conclusión, yo no te conozco. (Y tú me dijiste que sí. ¡Me mentiste!)

—No, yo te dije que soy alguien a quien tú no tienes en cuenta. Si me vieses, por supuesto que me reconocerías, pero en verdad no sabes muchas cosas sobre mí, no me conoces. Y No te he mentido. Te oculto cosas, pero no te miento, dulzura de mi vida.

Ella se derritió por lo último que él le dijo, pero fingió ser dura y le respondió:

—No sé... Contigo hay que saber leer entre líneas. Tienes muchas trampas.

—Si nos encontramos, dejaré de lado mis trampillas. Vamos, encontrémonos y hagamos el amor por cuatro horas (como mínimo).

Hermione sonrió, resoplando un poco. Algo que Remus percibió perfectamente.

—Te propongo esto: tú eliges el lugar, el día, la hora. Además yo iré

sin varita, me tendrás completamente entregado y desarmado. Tú tendrás toda la ventaja sobre mí.

—¿Tan confiado estás para ofrecerte a mí sin varita?

—Te dije que te daría mí alma, si me la pides. Además no necesito esa varita, porque le daré uso a la varita con la que nací...

Otro golpe, más fuerte se volvió a escuchar de fondo.

—Que vecino más selectivo tienes...—comenzó ironizando Hermione. —Casualmente, él dá martilleos cuando tú sueltas frases en doble sentido. ¿Con quién estás?...

—Me descubriste... Estoy con mí entrenadora personal. Mientras hablo contigo, mantengo un duelo amistoso. Y ciertamente no soy un duelista brillante...

A Hermione le hizo mucha gracia esa media verdad.

—Eres un facineroso, pero uno encantador, ¿Sabes?

—¿Qué opinas, Entonces? ¿Nos encontramos?...

—Antes quiero hacerte un planteamiento: —explicó la castaña —Supongamos el caso de que acepto encontrarme contigo, y nos convertimos en amantes...

—Mmm, me interesa el planteamiento, sigue, sigue...

—Sí —asintió la castaña, y le habló con una voz dulce y seductora —,y nos encontramos... Hacemos el amor toda una tarde...

—Ooohh... Estoy aquí a punto de derramar... Las lágrimas ¡lágrimas de emoción!

La castaña se rio. Supuso que él iba a decir algo referido a lo sexual, pero su "entrenadora" lo había censurado.

—Cuando nos veamos, ¿Tú irás en tu verdadera forma, o irás vistiendo un traje hecho de poción multijugos?

Hubo un silencio sepulcral del otro lado...

Entonces la castaña estalló en una exclamación acertada:

—¡Lo sabía! ¡Sabía que harías trampa de algún modo! No por nada te han puesto "El Diablo", estás lleno de mañas. Quisiste tentarme ofreciéndome muchas ventajas, pero tú tendrías el único as bajo la manga.

—Otra vez me has cazado, cariño...

—Mí respuesta es no. No acepto encontrarme contigo. Yo te encontraré, y cuando lo haga, sabré cual es tu verdadero rostro y nombre. Me encantaría poder mirarte a los ojos. Tus verdaderos ojos...

Él hizo un silencio extraño, antes de responder:

—No creo que te gusten mis ojos...

—¿Por qué? —preguntó intrigada al sentir su desánimo.

—Olvídalo, no importa... No importa, cariño, será como tú digas... Aunque debo decirte que estoy muy desanimado...

—Sí, lo escucho...—respondió ella, sintiéndose mal con él. Pero se le ocurrió una idea que tal vez a él podría gustarle. —¿Conoces la poción Hipnagogia?...

—Muy poco conozco sobre esa poción, pero puedo pedirle a mi entrenadora personal que me asesore sobre el tema.

—Te contaré un poco como actúa esa poción. Sé que te gustará... —le dijo animándolo. —La poción hipnagogia debe ser bebida por dos personas que hayan acordado hacerlo. Deben beberla el mismo día, no necesariamente a la misma hora; pero sí debe ser el mismo día. Y cuando ambos vayan a dormir por la noche, se encontrarán en los sueños, pero no te preocupes cuando a la mañana siguiente despertemos, no recordaremos lo que ocurrió, solo nos quedará en el cuerpo la sensación de lo que hayamos hecho en sueños...

—¿Me estás proponiendo que nos encontremos en sueños? Pero, cariño. Si te traigo en mis sueños y en mí mente cada día de mí vida...

Eso que me propones ya de por sí lo tengo. No necesito una poción para eso.

—Pero esto es algo distinto, porque estarás conmigo y cuando despertemos por la mañana, nuestros cuerpos lo sentirán así. De hecho, nuestro encuentro quedará guardado en la memoria del cuerpo, pero no en la mente. Pensé que te gustaría porque te da la posibilidad de mantenerte en el anonimato.

—Yo quiero hacerte mía, en mí cama para que me dejes tu olor. Quiero penetrarte y sentir tu piel de verdad...

La voz del falsificador era como la de un animal que rugía, logrando estremecerla y excitarla al mismo tiempo.

—Son sueños muy vívidos...—respondió agitada.

—Pero no es real. Aunque nos encontremos en el sueño, no es la realidad.

—¿Y si yo te lo pidiera, lo haríamos?...

Él gruñó y accedió:

—Te enviaré la poción hoy al mediodía. ¿Te parece bien si nos vemos esta noche?...

—Sí, quiero que lo hagamos esta noche...

—Entonces nos veremos en sueños, dulzura de mí vida. —se despidió él.

—La beberé apenas la reciba, hasta esta noche, Diablo.

La llamada finalizó y Hermione se quedó suspirando. Miró el reloj, eran más de las siete de la mañana.

Ahora la ansiedad estaría atormentándola el resto del día...


Después de visitar la librería y realizar las compras, Hermione regresó con una bolsa de víveres y otra de revistas.

Crookshanks la recibió como siempre, largando sus maullidos extraños y enrollándose entre sus pantorrillas.

Entre risas ella caminó tropezándose, hasta que ingresó en la cocina...

La castaña cesó sus risas porque encontró la puerta de su "oficina" abierta, y ella estaba segura de haberla cerrado antes de salir de casa.

Así que dejó las bolsas sobre la mesa, sacó su varita y con mucho cuidado se acercó a la "oficina".

Entró allí con la guardia alta, pero lo único que encontró fue un paquete sobre el escritorio...

Guardó su varita y tomó el paquete, lo abrió con mucha cautela y su contenido para nada la sorprendió: era la poción, Hipnagogia. Había una cantidad de treinta frascos pequeños dentro de la caja.

Tomó uno de los frascos de cristal y lo miró. Era muy bonito y su contenido se notaba que había sido preparado por manos expertas. La poción se veía espumosa con tonos violetas, azules y un negro tornasolado que se difuminaban constantemente.

Destapó el frasco y lo olfateó. El olor era embriagador. Le hizo sentir que la llevaba a un recuerdo hermoso y lejano, pero no podía verlo con claridad. Definitivamente estaba muy bien hecha esa poción...

Llevó el frasco a sus labios y se bebió el contenido de una vez. Con una dosis era más que suficiente para tener sueños vívidos por una noche junto a su "amiguito".

Guardó el paquete con las dosis de hipnagogia dentro del último cajón, dónde también guardaba el regalo de Remus y su tarjeta. Selló el cajón con un hechizo y se encaramó para salir de la oficina. Pero el teléfono volvió a sonar.

—¿Diga?...—respondió ella, no estando muy segura de quién era. Podría ser su madre, o podría ser él...

—¿Te gustó su sabor? —le preguntó aquél Diablo que la rondaba.

Ella inevitablemente sonrió.

—Sí, sí me gustó. Es como el sabor de la nostalgia, pero un poco más dulce. ¿Y a ti?...

—Me encantó. Quiero recordar dónde lo sentí, pero no puedo. Es un sabor que conozco, pero no puedo recordar de qué...

La castaña se rió y le explicó:

—Eso es porque la poción está bien preparada. Quién sea que la haya hecho, dale mis felicitaciones y dile que es un excelente pocionista.

—Una —le corrigió él —.Es una excelente pocionista.

—Pues dale mis congratulaciones a la pocionista. Es una poción de preparación compleja.

—¿Cómo la conocías? Te confieso que yo no tenía mucha idea de esa poción.

—La conocía porque yo trabajé en el proyecto para la formulación de esa poción. Eso fue antes de casarme... —ella hizo una breve pausa y le comentó un poco más—Inicialmente fue diseñada para que los amantes pudieran encontrarse en sueños y como al despertar no tienes recuerdo de lo ocurrido, entonces técnicamente no hay infidelidad. Pero el Ministerio nos canceló el proyecto, tú mejor que nadie sabes cómo son esos corruptos cuando algo evade sus leyes injustas.

—Mmmh, sí, cariño... ¿Y qué sucedió después de la cancelación del proyecto?

—Pues nada... Alguien anónimo compró la patente. Los integrantes de ese proyecto recibimos una comisión equitativa y luego cada uno a su casa. "Gracias por sus servicios", fue lo más halagador que recibimos de parte del Ministerio. Ahora la poción solo se vende dentro de las clases altas y como sé que tú siempre consigues lo que quieres, se me ocurrió pedírtela.

—Cariño mío, estoy ansioso. Si nos dormimos ahora mismo, ¿Nos veremos?

—No, la poción solo suelta su efecto por la noche. Podemos hacer una siesta ahora mismo, pero no nos encontraremos.

—Aaahh... —dijo con desánimo.

—¿Sabes?... Creo que se me olvidó decirte un detallecito sobre la poción... Pero es pequeñito... Tú no te preocupes...

—Mmmmm...—soltó con miedo el falsificador —Eso no me suena bien...

La castaña se rio suavemente y se dispuso a jugar con él, confesándole una trampilla que le había puesto:

—Cuando despertemos, por espacio de solo siete segundos, recordaremos todo lo que hicimos y con quién lo hicimos. Ese es el remanente de nuestro sueño que luego se guardará en la memoria de nuestros cuerpos. Pero bueno... No es nada importante, ya ves...

La castaña castaña se cubrió la boca para que él no escuchara como se partía de la risa.

—Eres peor que yo, castaña...— le dijo él. —En serio... Eres peor que yo. Si yo soy "El Diablo", ¡tú eres mí madre!...

La castaña no se contuvo más y largó una perfecta carcajada de bruja, aguda y muy femenina.

Él dejó que ella riera. Sabía por varias fuentes que ella hacía mucho tiempo no reía de verdad...

—¿Sabes jugar al ajedrez?— le preguntó ella, cesando sus risas.

—Sí, jugué mucho en mí vida... Alguna vez... ¿Por qué lo preguntas?

—No lo sé. Me gustaría que jugasemos unas partidas tú y yo... Es un juego donde no se puede hacer trampas. Ahí solo te puedes valer del intelecto, y creo que estaríamos de igual a igual.

Ahora él sonrió y respondió:

—Acepto tu invitación de jugar unas partidas. Solo si me prometes que después haremos el amor.

Ella lo pensó y aceptó, proponiéndole algo estimulante para ambos:

—¡Hecho! Y el perdedor deberá hacer todo lo que el ganador diga, ¿Qué te parece?...

—Ooooh, cariño... Te adoro... —le respondió con mucha profundidad.

Ella se sonrojó y sintió una dulzura en su pecho. Su instinto le decía que él era sincero...

Con la voz suavizada, Hermione le preguntó:

—Así que,... Sacaste las mañas de tu madre. ¿Ella era una bruja?...

—No, pero se aproximaba bastante a ello —respondió él, haciéndola reír. —Ella era una mujer excepcional y muy tramposa, sí. Me enseñó muchas cosas que en los colegios no te enseñaran jamás. Fue ella la que creó a esta bestia que te adora.

La castaña sonrió y se animó a preguntar más:

—¿Ella era italiana?

—No —respondió muy conciso.

—Ah, no sé porqué pensé que lo era...—agregó Hermione, como al pasar. —Y... ¿Cómo era ella?...

—Sé lo que estás haciendo, cariño.

Hermione se sonrojó y sonrió. Pero no respondió. Ella había entendido el mensaje de esas pocas palabras, eran un claro: "No soy gilipollas"...

Pero aún así, el contestó:

—Ella era temperamental, tramposa, ingeniosa y muy inteligente. Fue muy amorosa conmigo, y cuando me portaba mal, me aplicaba un correctivo en el culo, o me tiraba de la oreja.

—¿Tú mamá te pegaba? —preguntó ella, riéndose con suavidad.

—Cuando me hacía falta, me daba unos toquecitos, sí. De niño fui bastante mal hablado, irreverente, tenía un carácter indomable e insoportable y era un poco indisciplinado también. Me alteraba mucho por las noches...

—Bueno, no me sorprende, teniendo en cuenta a lo que te dedicas hoy en día. Sigues siendo un irreverente con un carácter indomable —dijo Hermione, dando su sincera opinión —. No puedo asegurarlo, pero creo que eres igual a tu madre, al menos en el carácter.

La castaña lo escuchó sonreír, y ella también lo hizo.

—Yo en cambio, me parezco a mí padre. Él era inteligente, pero a veces tomaba muy malas decisiones...

—Suele pasar...—la consoló él —Lamento lo de tu padre, Cariño... Y lo de tu bebé. Yo quise estar contigo en esos momentos, pero hubieron tres personas que me lo impidieron.

—¿Tú, fuiste a verme cuando estuve en San Mungo?

—Sí, fuí. Tuve que esperar a que te trasladaran de la sala de terapia intensiva a una sala común para poder visitarte, y cuando fui, no me permitieron entrar. Uno de ellos fue tu esposo y a los otros dos, no los delataré...

—Gracias por ayudarme y por estar a mí lado de alguna manera. A veces te siento tan familiar... Y aunque tú dices que no; te siento cercano a mí.

Crookshanks saltó sobre los muslos de su dueña y soltó un maullido grotesco, cortando el ambiente profundo que se había formado entre el falsificador y su cazadora.

—¿Qué fue eso? ¿Tienes un león en tu casa?

—No —se rió ella —, es mí gato, Crookshanks. Me está exigiendo su comida.

—Oh, está bien. Te dejaré para que lo alimentes, creo está aprendiendo a hablar nuestro idioma del hambre que tiene el pobre...

—Nos vemos esta noche.

—Claro, te llamaré mañana por la mañana. Más o menos a la hora que te llamé la primera vez. Hasta esta noche... —se despidió él.

Terminaron su conversación, y la castaña se levantó de la silla, cargando a Crookshanks entre sus brazos y salió de la oficina para continuar con sus tareas...


Eran poco más de las ocho de la noche.

Ron y Hermione cenaban. Él comía como con los modales de un ñu; y ella, no podía tomar el tenedor sin dar un bostezo...

La castaña había olvidado que uno de los efectos de la poción Hipnagogia, era que llegada cierta hora, la persona que la había bebido paulatinamente caía en un sueño profundo.

Ron la miraba, y sin mucho tacto la interpeló:

—¿Qué te pasa? ¿Por qué no dejas de bostezar?

—Creo que bebí demasiada poción somnífera de la que me trajiste.

—Ah, eso quiere decir que dormirás y por fin dejarás de fastidiarme con lo de Elbio. Pues que bien...

El continuó comiendo grotescamente y ella bostezaba. Si abría la boca para ingresar bocado, acababa bostezando más y el tenedor regresaba al plato...

—Voy...a... a acostarme un momento... luego me levantaré para lavar todo...—dijo con la lengua pesada, como si estuviese drogada.

—¿Ya no te comerás eso? —preguntó Ron de forma brusca y señalando el plato intacto de la castaña.

Ella se tapó la boca con una mano para bostezar; mientras que con la otra, negaba con su dedo índice.

A Ron no le importó que su esposa estuviera cayéndose del sueño. Él solo tomó lo que ella había dejado en el plato y también lo engullió.

Hermione salió de la cocina, a todo lo que podían dar sus torpes piernas. Crookshanks la seguía, mirándola preocupado y esta vez, sin enredarse en ella.

La castaña prefirió no subir las escaleras. No se sentía segura de poder hacerlo. Entonces optó por caminar por un pasillo amplio de la casa, sujetándose de todo. Así llegó hasta una habitación para huéspedes con baño y minibar incluido. Entró allí con Crookshanks, luego tras cerrar la puerta, le aplicó a esta un sinfín de hechizos de barrera.

Se quitó los zapatos, mientras también se quitaba la chaquetilla de hilo que traía puesta. Estando cerca de la cama, cayó sobre ella y se durmió con el vestido puesto.

Crookshanks también se subió a la cama a su lado y veló los sueños de su dueña...


Una situación similar ocurría en la residencia Lupin...

Remus estaba en el baño de la planta baja, dónde se exhibía la tantas veces orinada placa honorífica.

El licántropo tenía la cremallera del pantalón y la bragueta abierta. Intentaba orinar, pero sus piernas no estaban del todo firmes...

Él dio un bostezo largo sin taparse la boca, pues tenía la mano sujetando la "varita" para apuntar bien. Se tambaleó un poco al bostezar y la orina salió disparada para cualquier lado...

—¡Eeeh! —exclamó asustado —¿Qué me passa? —se preguntó a si mismo con la lengua pesada.

Sujetándose la "herramienta" con la izquierda y apoyando la mano derecha en la pared, terminó de orinar, mientras el sueño lo intentaba vencer.

—Tengo que apuntar bien, o Nymphadora me va a cortar la pinga... Y después no voy a poder inseminar a mi Leona... —hablaba como un borracho de lengua torpe.

A lo lejos el licántropo escuchó que el timbre de casa sonaba con insistencia

Fuera del baño de la planta baja, Teddy andaba correteando con el uniforme del colegio aún puesto.

El pequeño picarón fue corriendo a abrir la puerta.

—Buenas Noches, ¿Familia Lupin?—le saludó un joven con acné en el rostro y vestía una gorra y una remera a tono.

—Sí, aquí es —respondió Teddy, frotándose las manos al ver las cajas de pizza.

—Aquí traje lo que ordenaron: una grande de mozzarella; y la otra mediana de anchoas y carne. Son once libras.

Teddy tomó ambas cajas y le respondió:

—Espera aquí, voy a llamar a mí mamá, ella te pagará.

Teddy dejó la puerta abierta, permitiendo que el repartidor viera la intimidad de la familia...

—¡Mamaaá! ¡Llegaron las pizzas!— gritó el pequeño a todo pulmón

Todo el suburbio se enteró de lo que cenarían los Lupin...

Teddy entró al comedor agitando las cajas de arriba a abajo y gritando:

—¡Por fin! ¡Por fin vamos a comer algo distinto! ¡Siiiiiii!

—¡Teddy, deja de sacudir las cajas!—le retó Nymphadora —Terminaremos cenando batido de pizza ¡si las sigues agitando así!

Su hijo dejó las cajas sobre la mesa del comedor y encendió el televisor.

—Voy a pagarle al repartidor; tú pon los platos y cubiertos. —le ordenó su madre. Saliendo de allí.

—Sí, mamá bonita...—respondió Teddy, sonriendo y mostrando sus colmillos más largos de lo normal.

A Nymphadora se le enrojeció el cabello y regresó al comedor, a hurtadillas se acercó a Teddy por la espalda...

—¿Qué crees que estás haciendo?...—le preguntó su madre en el oído.

Teddy soltó la rebanada que había tomado y salió corriendo del comedor a buscar los platos y cubiertos, antes de que su madre lo reprendiera...

Nymphadora cerró la caja y le aplicó un hechizo para mantener la comida caliente, luego se fue hasta la puerta de entrada y desde allí le gritaba a su hijo:

—¡Después de que pongas la mesa, quítate el maldito uniforme del colegio y lávate las manos, Teddy!

El repartidor miraba a la metamorfomaga con miedo...

—¡¿Y tú qué?! —lo increpó Nymphadora al joven de acné prolífero.

—No, nada... Yo solo traje las pizzas, por favor no me pegue...— le rogaba el adolescente, agitando nervioso las palmas de sus manos.

—¿Cuánto es?

—Once libras.

—¡Toma! —le pagó ella.

Iba a cerrar la puerta amarilla de su casa, pero el muchacho le dijo desesperado:

—¡Espere! Y... ¿Y mí propina?

En ese momento, Remus salió del baño dando tumbos...

Nymphadora y el repartidor lo miraron.

—¿Él está bien? —preguntó el joven.

—Sí, se puede decir que eso que ves, es lo normal en mí esposo...—respondió ella —Escucha, no voy a darte propina. Te demoraste tanto, que las pizzas nos llegaron caducadas.

Ella iba a cerrar la puerta y el muchacho insistió.

—Por favor, señora Lupin. Sé que demoré en llegar, pero es que soy nuevo. Para la próxima ya me ubicaré más rápido.

—Entonces, para la próxima habrá propina.

—Por favor, necesito el dinero para poder hacer un viaje con mí novia...—le rogó.

—¿Tienes novia?...—le preguntó Remus que apenas se sostenía sobre el bastón.

—Sí, se llama Jenny y estoy loco por ella, señor...—respondió el jovencito, sacando de su bolsillo la fotito de ella.

—"Awww, que tierno"... Pero no nos interesa tu vida, así que ya, ¡Vete, vete! —lo corrió Nymphadora.

—Toma, hijo...—le dijo Remus y frente a los ojos de su esposa, el licántropo le entregó veinte libras de propina.

—¡Woooh! —soltó el muchacho — Gracias, señor Lupin, gracias, gracias.

La cara de Nymphadora comenzaba a desfigurarse y Remus le respondió al chico:

—De nada... En el viaje, no dessaproveches ningún momento para tirartela...

Luego se fue trastabillando como un ebrio hacia el comedor. Detrás de él le siguió Teddy, que ya tenía las manos bien limpias, y ya no vestía el uniforme del colegio; sino unos diminutos boxers...

—Eh... Aquí le dejo un folleto con las promociones del domingo...—le dijo con miedo el joven a la metamorfomaga.

Nymphadora cerró la puerta de un golpe y se encaramó hacia el comedor.

—Cuando te dije que te quitaras el uniforme de la escuela. Me refería a que ¡vistieras con otra ropa! ¡No que cenaras en cueros, hijo!

Los gritos de Nymphadora despertaron a Remus por un momento, que ya estaba sentado a la mesa y cabeceando.

La metamorfomaga vistió con Magia a su hijo, poniéndole un camisón de ella.

—¡Mamá! —se quejó Teddy muy avergonzado.

—Para qué aprendas que para cenar, debes estar al menos semi vestido.

—Bueno, no me queda tan mal, ¿Eh?...—soltó Teddy, dando una vuelta.

La metamorfomaga ocultó su sonrisa, pero el color rosa en su cabello, delató que eso le había hecho gracia.

Ella sirvió la comida, mientras las risas provenientes de la televisión se escuchaban de fondo.

Nymphadora y Teddy comenzaron a cenar, pero quien no estaba comiendo era Remus. Que cabeceaba y cabeceaba.

En un momento la cabeza del licántropo se iba hacia abajo, en dirección al plato.

—¡Eh!...¡Hey!...— le llamó la atención su esposa, dándole palmaditas en la cara.

—¡¿Qué pasa?! —exclamó Remus, despertando momentáneamente.

—Que "¿Qué pasa?", pues que estás a punto de dar con la cara en la comida. Eso pasa. Está bien que seas mitad animal, pero comer así cuando estás en tu forma humana, ya es demasiado, Remus. Hasta para ti...

—No... Yo...—dijo adormilado.

—¿Estás bien?...—preguntó Teddy.

—Sí... Sí... Solo tengo ssueño...

Dora y Teddy se miraron extrañados, porque él siempre era el último en acostarse. Ya que Remus gozaba del privilegio de tener mucha energía los días previos a la luna llena.

—Sigamos continuando... Eh, digo... Cenando...—dijo el adormilado licántropo.

La familia continuó con la cena...

Teddy le dijo muy alegre a su madre:

—¡Mamá! Me encanta cuando quemas la cena, porque entonces tenemos que pedir delivery. Cocina todos los días, por favor, mamá...

Nymphadora tomó una aceituna rellena y le atinó a la nariz de su hijo. Los dos reían y al notar que Remus no participaba, lo miraron:

Él estaba encorvado en la silla. El licántropo soltó un ronquido cortito que lo despertó a si mismo.

—¡Eh! ¡Sigo aquí!...—dijo al despertar de sopetón.

Teddy se carcajeó y le dijo a su papá:

—Debes ser la única persona en el mundo que se despierta con sus propios ronquidos, jajajajajaja...—se reía con la boca llena.

—Lo siento... No me aguanto el sueño... Me voy a dormir...—anunció mientras se levantaba de la mesa.

—¿Te vas a ir a dormir sin cenar? —le preguntó su esposa.

—Sí... Mañana me desayunaré unas rebanadas antes de ir al trabajo...—respondió, tomando su bastón.

El licántropo le dio un beso en la frente a su hijo y luego un beso en la cabeza a su esposa (como si ella también fuese su hija).

Y se fue arrastrando los pies...

—Duerme bien, papá, descansa —le dijo Teddy.

La metamorfomaga se quedó mirando a su esposo hasta que este desapareció escaleras arriba.

—Parece que a papá le ha tocado un día pesado hoy en la fábrica, ¿No, mamá?...

— Sí, sí, debe ser eso...— le respondió, pero la intuición le decía que se trataba de algo preocupante.

El licántropo entró en la habitación de huéspedes que ocupaba desde que Dora y él no tenían intimidad.

Cerró la puerta con magia y se desplomó fulminado sobre la cama, boca abajo...


El sueño era profundo y las imágenes se veían difusas...

Ambos se sentían caer en un abismo sutil que los envolvía de la manera gentil.

La primera en tocar con sus pies descalzos el ilusorio piso de agua, fue la castaña. Ella miró hacia todos lados, y solo vio un amanecer hermoso y el infinito, donde estaba parada.

Caminó un poco, sintiendo sus pies mojados y el aire en su rostro. Hasta que lo divisó. La cara de asombro de Hermione era para ser registrada e inmortalizada.

Remus se acercó a ella. Podía verla... No podía creer lo hermosa que se veía.

La castaña corrió hacia él y se arrojó a sus brazos. Remus la atrapó y sin mediar palabras, se besaron...

La sensación era realista aunque se trataba de un sueño.

Se separaron un momento para admirarse mutuamente...

—¡Eres tú!... —dijo ella, golpeando con sus puños el pecho del licántropo —¡No puedo creer que seas tú!... ¡¿Por qué?!

—Que hermosa te ves...—fue lo único que él pudo decir.

Remus acarició su rostro y volvió a besarla en los labios. Desesperado, con miedo de despertar y olvidarla.

La castaña le correspondía...

Ella pasó una mano detrás de la nuca de Remus, profundizando el beso.

Se sentía tan real, tan intenso...

Se detuvieron otra vez, y él la miraba fascinado, adorando a quien veía.

—¿Cómo?... —preguntó él.

Ella sonrió, lo acarició y le explicó:

—Son nuestras almas las que se encuentran. Por eso puedes verme...

—¿Lo olvidaremos mañana?

Ella asintió con la cabeza.

—Pero nuestros cuerpos no lo harán. —le recordó la castaña.

Él enrolló su brazo izquierdo a la cintura de ella y se desplazaron bailando, tal cual como lo habían hecho en la Madriguera.

—No puedo creer que seas tú...— insistió ella.

—¿No sospechabas de mí?

—Nunca hubiera sospechado de ti.

—Entonces,... Aún conservo el toque... —celebró él y la inclinó, sujetándola con un brazo.

La atrajo y cuando sus rostros se encontraron, volvieron a besarse y a avivar la llama que ardía en lo profundo de sus almas.

Remus estaba ávido por experimentar más. En ese beso el mordisqueó un poco el carnoso labio inferior de la castaña y ella dio un respingo, porque su abandonado cuerpo sí lo sintió...

Hermione clavó sus ojos en los de él y se encontró con una mirada apasionada que la anhelaba.

Ella lo besó y se aferró a Remus con sus brazos y piernas. Él la sujetó por los muslos, dejando que lo envolviera.

Sin percatarse de ello ambos cayeron en un abismo hasta llegar a un colchón esponjoso y gigante para los dos.

Volvieron a mirarse: estaban desnudos y cada quien pudo apreciar las heridas del otro.

Angustiada le acarició una herida que lo surcaba desde el hombro hasta la cadera.

Remus la contemplaba hacerlo, mientras le acariciaba el cabello y sus hombros pecosos.

—Recuéstate, quiero mirarte... —le susurró Remus.

Ella lo hizo, se acostó y dejó que él la mirara. Sentía algo de vergüenza, ella también tenía cicatrices...

Pero a él no le importaba eso...

Con ambas manos recorrió su silueta, desde sus muslos, el contorno de su cadera, la cintura, subió más y cerró ambas manos en sus senos, apretándolos con suavidad y haciéndola soltar un suave gemido.

Hermione dejó que sus manos descansaran en los hombros de él e instintivamente abrió sus piernas. Remus aceptó la invitación, y se colocó entre ellas. Volvió a besarla en los labios, la invadió con su lengua, y ella consintió la invasión.

Se saborearon y poco a poco, ese beso invasivo se volvió más caliente y estimulante.

Sin darse cuenta ella movía sus caderas hacia él, rogándole implícitamente que la invadiera por completo.

Remus se separó de ella otra vez para mirarla. Necesitaba hacerlo...

—Ven... —suplicó Hermione.

Él la besó en la parte interna del muslo y le dijo:

—Necesito mirar... Abre tus piernas, Leona...

Ella lo hizo. Separó sus piernas y dejó generosamente que él se recreara.

Él licántropo parecía haber encontrado un tesoro...

Rozó con sus dedos el hinchado y palpitante clítoris. Ella suspiró y gimió.

Con dos de sus chuecos dedos comenzó a acariciar el clítoris de su Leona, dándole roces cortos y suaves. Ella respondía a esas caricias, moviendo su cadera de manera ondulante y gimiendo cada vez más alto.

El atrevido licántropo presionó las yemas de sus dedos contra el clítoris y lo sintió palpitar. Realmente estaba necesitada, pero quería tocarla más y recrearse mirando.

Volvió a pasar sus dedos desde la zona que había inflamado hasta la húmeda entrada de esa hembra excitada que se mostraba para él.

Con timidez comenzó a meter la punta de sus dedos medio e índice y luego los sacó, llevó la humedad que había extraído a su boca y saboreó la salinidad de su leona.

De manera salvaje se arrojó sobre ella y enloquecido le dijo:

—Que rica eres...—y atacó sus labios, dándole un beso pasional e invasivo. Luego volvió a separarse de ella.

—Ven aquí...—le rogó Hermione otra vez.

—Espera, solo un poco más... Solo un poco más... —decía como un demente.

Remus la tomó por los muslos y abrió sus piernas más que antes.

Con su pulgar izquierdo volvió a darle suaves y cortos roces en su clítoris; y con el índice y el medio de la mano derecha, comenzó a penetrarla con sutileza, acariciando su interior.

—¡Ah!... ¡Ah!...—ella gemía y gemía sin poder controlarse.

Ese defecto en los dedos chuecos de Remus raspaban de manera exquisita su interior. Él se los hundió más, efectuado un vaivén mientras tocaba las zonas más sensibles.

—Hazme... Hazme tuya...—sollozó la castaña.

—No te escuché bien, Leona... Repítelo. —le respondió mientras la bombeaba con sus dedos chuecos.

—Hazme tuya,... Hazme tuya ya, por favor...—rogó desesperada y al borde del llanto.

El sacó sus dedos de la tibieza de su cuerpo. Tomó las piernas de la leona y las llevó a descansar sobre sus hombros...

La terrible erección del licántropo se adentró en ella de una sola estocada.

—Mmm...—gimió él cuando la sintió, envolviéndolo completamente.

Se besaron, mientras él imponía un vaivén intenso y sin apuro. Llegando a tocar lo más profundo de esa húmeda tibieza.

En sus arrebatos de locura, Él se hundía en su cuerpo a más no poder y la apretaba contra el colchón.

—Oh...—gemía ella y cerraba sus ojos para solo concentrarse en sentirlo.

Las estocadas profundas y suaves, terminaron volviéndose raudas y fuertes.

El licántropo la penetraba sin darle tiempo ni a suspirar del placer que le daba.

—Ah...—gemía la castaña suavemente en el oído de su amante.—Así... Así...

—Dilo más fuerte...—la incitó y se hundió en ella, acorralándola contra el colchón. —Gime más alto para que tú esposo escuche como te estoy clavando...

La forma sucia en la que él le hablaba al oído, su voz ronca y el frenesí con que la tomaba; le provocaron un orgasmo muy fuerte.

Se sintió morir en los brazos de él...

—Remus...—sollozó, golpeada por el placer.

—Sí, córrete... Córrete para mí...— le susurraba, repartiéndole besos en el cuello y en las mejillas.

Él se quedó en su interior, aún estaba duro, pero ella había sido fulminada por el orgasmo tan intenso que había tenido.

La besó en los labios, mientras llevaba su tortuosa mano a enredarla en esa melena indómita y castaña.

Ella quería mirarlo a los ojos y se encontró con ese par de soles ambarinos que siempre la habían mirado con esa intensidad...

—Debemos hacer realidad nuestro sueño, Remus.— le dijo, mirándolo a los ojos.

Él asintió, dedicándole esa sonrisa que ella amaba. Se abrazaron, acariciándose sin ponerse restricciones.

Remus volvió a separarse de ella, a pesar de sus protestas. Quería saborear un poco de eso que la Leona había soltado...

Pasó su lengua por el sexo de su hembra, la saboreó y la invadió.

Ella se retorció, gimiendo. Cuando sintió como le acariciaba y le apretaba el clítoris con sus dedos, mientras la penetraba con su lengua caliente e inquieta, la castaña enloqueció, soltó gemidos fuertes, y llevó una de sus piernas más arriba, quedando demasiado expuesta ante él.

Remus abandonó su degustación y aprovechó la postura que ella le ofrecía...

Arrodillado sobre el colchón, llevó su miembro a la entrada de su hembra, mientras sostenía esa pierna que ella había separado más. Mojó un poco la punta de su miembro al hundirlo y lo sacó.

—Remus... —se quejó Hermione al sentir que se retiraba.

Él volvió a repetir el acto: hundía solo la punta de su pene y lo sacaba.

—¡Más! —exigió ella, impaciente y con las mejillas rojas.

Tomando su miembro lo hundió del todo y comenzó a bombearla...

Le fascinaba ver cómo sus pechos se movían y como lo recibía hasta el tope.

—Mírame...—le pidió Remus con una voz animal —, quiero ver tus ojos cuando te estoy llenando...

La castaña abrió sus ojos; y los fijó en los de él.

Ambos se miraban, mientras el empujaba dentro con fuerza y frenesí.

Ella soltó un gemido rasposo cuando un segundo orgasmo volvió a aplastarla.

—Mírame, mírame, Hermione...— la nombró con deseo.

Con mucho esfuerzo ella le sostuvo la mirada a su amante, mientras se corría en él, mojándole el miembro.

Él eyaculó, clavándose hasta el tope y soltando todo el semen que traía acumulado de hace tiempo, gimiendo como un animal contra los dulces labios de su hembra...

—Que delicia... —gimió ella, sintiéndose plena. Temblando en los brazos de Remus.

Se abrazaron y besaron con más ternura, con más calma y sin la locura de la pasión poseyéndolos. Eran besos sin una carga sexual y con los sentimientos reprimidos de ambos puestos allí...

—No quiero despertarme jamás.— soltó Remus sin cohibirse.

Hermione sonrió y enrolló su pierna al cuerpo de él.

—Es mejor volver a la realidad y cumplir nuestro sueño.

—No... En la realidad no puedo mirarte.

—Encontraremos la manera, Remus. Buscaré hasta el cansancio curar tu ceguera.

—Eres tan dulce, Hermione... Tan tierna; y yo tan sucio y degenerado...—decía él acariciando su rostro, apreciándolo antes de perderla al amanecer...

—A mí me gustas así.—ella se cobijó en su pecho.

Él la envolvió en sus brazos.

Permaneciendo así por el tiempo que les restaba...

Hasta que abrazados, fueron encontrados por el amanecer que los separó, devolviéndolos a sus cuerpos...