Parecía como si la tierra se la hubiese tragado, o como si hubiese hecho acto de desaparición. Ron había salido de la mansión para buscarla por los alrededores. Suponía que Hermione no podía haber llegado lejos y mucho menos estando herida. Pero al no dar con ella, decidió regresar a su mansión para enviar un Patronus a sus secuaces, y así tener refuerzos para lograr atraparla.

Ron estaba convencido de que ella aún se encontraba cerca. Y estaba en lo cierto, porque al apenas abrir la puerta la vio... Parada allí, en la cima de la monumental escalera, como un ángel de la muerte, serena y completamente decidida...

Ron cerró la puerta tras de si, con una mueca repugnante en sus finos labios, y con su varita en mano. Listo para atacarla.

—No sé si tienes unos ovarios muy grandes; o un cerebro muy pequeñito —se burló él, mientras le apuntaba con su varita y comenzaba a reírse como un psicópata.

Y Hermione también rio. Segura de sí misma y de lo que le iba a hacer...

De repente, Ron cesó sus risas y le echó una mirada de confusión: ¿acaso ella se había vuelto una completa imbécil por la cantidad de palizas que le había dado? O tal vez, temía tanto por la vida de su madre que decidió regresar, aún sabiendo que le esperaba una fuerte represalia por lo que ella le había hecho antes de escapar. A Ron no se le ocurría qué otra cosa podría haberla hecho volver, y encima con esa actitud tan confiada. Como sea, él iba a castigarla por sublevarse: iba a lanzarle Crucios hasta que pidiese clemencia; y si no lo hacía, pues más le servía una esposa insana mental, que una que no se subordina a sus ordenes.

Pero Hermione fue tan veloz y certera como un relámpago:

Expelliarmus —dijo ella con voz clara. Una voz que reverberó en el vestíbulo.

Ron se enteró de que había sido desarmado cuando vio su varita rodar bajo la mesilla ornamental del pasillo.

—¿Cómo?... —fue la única palabra que él logro decir antes de recibir otro "golpe".

Los ojos de Ron expresaban una clara mixtura de sorpresa y pánico. La misma expresión que una presa muestra al estar frente a su predador.

Expulso —continuó Hermione, apuntando directo al pecho de Ron.

Ron fue empujado hacia atrás con tal brutalidad que su cuerpo se estrelló contra la pared, justo por encima de las puertas de entrada. Su espalda había hecho un crujido horrible y el lado posterior de su cabeza se había llevado la peor parte en ese impacto provocado por el hechizo. Lentamente, Ron cayó sentado sobre el lustroso suelo, con sus piernas separadas y su cabeza colgando. Había quedado inconsciente.

Hermione bajó peldaño por peldaño la escalera, lo hacía de manera serena, como si saboreara con cada paso el preludio de su venganza. Se acercó a Ron, y se acuclilló frente a él. Observó que su cabeza sangraba un poco, entonces decidió curarlo superficialmente, pero no por compasión; sino porque deseaba que él estuviera bien consciente de cada cosa que le haría. Después de regenerarle las heridas, ella le aplicó un hechizo de reanimación:

Con lentitud Ron abrió los ojos y trató de enfocar su vista en quien tenía delante. Su visión era borrosa, hasta que pasados unos segundos la imagen se clarificó y distinguió el rostro de Hermione. Aún aturdido, fijó sus ojos en los de ella y entendió sin palabras de por medio que se acercaba su fin... Él intentó moverse solo para descubrir que sus piernas no le respondían, entonces sintiendo furia y miedo, quiso darle a Hermione un puñetazo en la cara. Pero no lo consiguió; ella se protegió con un hechizo escudo, poniendo a propósito su varita entre ambos para que él viese que todo lo que intentara hacer era en vano.

—Seis años... —dijo Hermione con rencor —Seis años de mi vida que nunca recuperaré... Como tampoco nunca recuperaré a mi padre... y a mi bebé...

Los ojos de Hermione se inundaron de lágrimas. Lágrimas que realzaban el rencor quemante de su mirada.

Como una respuesta primitiva ante la amenaza, Ron intentó moverse para escapar, pero sus piernas no obedecían.

—No, no vas a escapar, Ron. Hasta aquí llegó tu reinado, "campeón" —soltó con ella ironía.

—Traicionera... —dijo con el ego herido, y sintiéndose un completo gilipollas por haberla subestimado cuando siempre supo que debía tenerla bien controlada —¡Puta! ¡Puta traidora!

—¡Cállate! ¿Quién llama traidor a quien? —dijo ella, apretando la mandíbula en un gesto asesino —Tú te aprovechaste de lo mucho que te amé. Sabías cuanto te amaba y usaste eso a tu conveniencia las veces que quisiste. Me manipulaste tantas veces... Yo era muy joven, y estaba muy ilusionada; solo por eso tuviste éxito. Pero ya no más... ya no más. Tus infidelidades no fueron las peores traiciones que me hayas hecho; la mayor traición que me hiciste fue hechizarme por la espalda y arrebatarme una enorme parte de mi vida... Mi corazón estaba puesto en esa bebé, Ron. El día en que me la arrebataste, me desintegraste por completo. Abriste una herida en mí que nunca sanaré... ¿Quién llama traidor a quién, Ron? ¿Quién traicionó a quién? Yo al menos te hechizo de frente. Tú no mereces más que la muerte, jodido hijo de puta, malparido nene de mamá.

Ron sintió un frío inmenso bajar por su espalda, como si las mismísimas manos huesudas de la muerte lo hubiesen acariciado, mientras le susurraba en el oído esas torturantes palabras que no paraban de resonar en su mente: «Hasta aquí llegó tu reinado, "Campeón"»

—¡No! —gritó desesperado —Hermione... Hermione, te lo suplico... Te lo suplico, negociemos... ¡Negociemos! Te daré el divorcio, la... la mitad de mis bienes y no volveré a acercarme ni a ti ni a tu madre. Te daré lo que quieras, lo que sea...

—¿Lo que sea?

Ron asintió desesperado por salvarse, y Hermione se irguió ante él con una sonrisa maliciosa en su rostro. Una sonrisa que Ron nunca antes había visto en ella.

—¿Tú puedes devolverme mi fertilidad, Ron? —le preguntó Hermione, mientras lo miraba desde arriba —Porque si es así, entonces te perdonaré la vida; pero si no sabes cómo, entonces vete despidiendo de este mundo.

—No. No lo sé. Pero te pagaré los mejores especialistas para que te traten ese problema y seguro ellos lo resolverán —respondió nervioso y atemorizado.

—Mmm... —soltó ella con desinterés —No sé si lo sabías, pero, precisamente un especialista de San Mungo fue quien me dijo que ya no puedo embarazarme... Bueno, Ron, ¿para qué voy a continuar creándote falsas esperanzas? Si de todas maneras te asesinaré. Así que, no perdamos más tiempo.

—¡No! Por favor, piedad... ¡Piedad, Hermione! —suplicó, mientras intentaba tomar el ruedo del vestido que ella llevaba.

Hermione se alejó de él, y lo miró como quien mira a una cucaracha a la que está a punto de pisotear.

—¿Piedad?... Piedad, ¿la misma piedad que le tuviste a mi padre?; o como la que me tuviste a mí cuando estaba embarazada y me golpeaste hasta provocarme el aborto. ¿Cuál de esas piedades te gusta más? ¡Oh, ya sé! ¿Qué tal mi favorita? Esa piedad que me tienes cada vez que torturas mi psiquis al amenazar de muerte a mi madre.

—Hermione, tú siempre has sido bondadosa. Si no tienes piedad de mí, al menos tenla por mi madre. Mi muerte la destrozaría, piénsalo... Piensa en lo que fuimos, piensa en Rosie. Al menos tenme piedad por lo que alguna vez hubo entre nosotros. Tuvimos una hija juntos.

Hermione no podía creer que se atreviese a nombrar a Rosie y a intentar utilizar la memoria de su hija para salvarse el culo. Asqueada por ello, le apuntó con su varita y le lanzó el primer Crucio: Ron se retorció de dolor en el suelo. Él nunca se esperó que ella lo maldijera de esa forma... Cuando Hermione dejó de maldecirlo, le dio tiempo a Ron para que se recuperase antes de la segunda ronda.

—No vuelvas a nombrarla... No vuelvas a manchar su nombre —le dijo Hermione con una letal calma, mientras lo escuchaba quejarse de dolor —Y tranquilo, Ron. No pienso matarte así sin más. Primero te haré sufrir... Te haré sufrir al punto de que me rogarás que te mate.

Antes de que él pudiera decir algo, Hermione le lanzó otro Crucio. Cuando veía que Ron no daba más, paraba y le daba un respiro. Su idea no era llevarlo a la locura, sino infligirle dolor, quería que sufriera antes de darle "El golpe de Gracia". Aunque de a momentos, desde lo más profundo de ella, emergía una voz para recordarle: «Darle muerte a Ronald no te devolverá lo que te quitó »... A ella le pareció muy gracioso que su conciencia adoptara la voz de Remus... Él... ¡Justamente él! ¡Que era un completo tramposo!

Pero no. No iba a oír a su conciencia justo ahora, ya había tomado una decisión y la sostendría...

Hermione repitió la secuencia de torturarlo con el maleficio Cruciatus, para luego dejarlo descansar, y cuando veía que se había recuperado, volvía a maldecirlo.

Ron parecía un largo gusano retorciéndose en el suelo, tratando inútilmente de escapar del dolor, y del rencor de Hermione... Después de seis rondas de Crucios, que parecieron interminables para él, quedó boca abajo, tirado en el suelo. No podía sentir ni mover sus piernas, pero a sus brazos aún podía moverlos. Sabía que estaba en esa fase donde ella le dejaba descansar, pero era seguro que eso no duraría mucho. Entonces se arrastró ayudándose con sus brazos para poder mirarla: ella estaba sentada en el primer peldaño de la escalera, frunciendo el ceño, mientras miraba atentamente su varita. De inmediato Ron reconoció esa expresión en ella: Hermione estaba reconsiderando algo... o evaluando algo...

Él pensó que quizá ella lo dejaría ir. Después de todo, la conocía bien, Hermione no tenía madera de asesina...

—Quédate donde estás —le ordenó ella, y luego desvió su vista de la varita para echarle una mirada severa a Ron —Deja de arrastrarte.

Era una clara advertencia, Ron lo había captado en sus ojos. Así que se quedó quieto, soportando el dolor que arremetía cuando se quedaba estático.

Ron no se había equivocado en su apreciación: Hermione sí estaba reflexionando. En realidad, estaba sufriendo un debate interno. Por un lado quería hacerlo pagar, pero habían cosas que la estaban frenando... No quería arrastrar a Remus con ella... Sabía que si asesinaba a Ron, la juzgarían por ello, independientemente de lo que él hubiese hecho en el pasado. Estaba cantado que le suministrarían Veritaserum y que luego la someterían a un extenso interrogatorio en donde saldrían a luz varias verdades, entre ellas, el nombre de un famoso falsificador...

¿Por qué? ¿Por qué Remus se presentaba en su mente ahora?... ¿Por qué? Si ella ni siquiera lo había traído con el pensamiento...

—No puedes... —se burló Ron desde el piso, interrumpiéndole su crisis interna.

Ella levantó la vista y le ordenó:

—Cierra la boca.

—No puedes... —dijo, y soltó una risa que acabó en una tos que le intensificaba el dolor de su tórax —No puedes... ¡No puedes, estúpida!

Entre toses y carcajadas, él se arrastró un poco más hacia adelante. Acercándose con disimulo a la mesa ornamental, donde debajo de ella había rodado su varita...

Hermione estaba furiosa por su indecisión, por sus miedos y porque el maldito se atrevía a burlarse y a provocarla, cuando era él quien estaba arrastrándose como una sucia lombriz por el suelo. Se levantó de donde había estado sentada y le apuntó con su varita: Ron se elevó bruscamente hasta que su espalda colisionó contra el techo y luego lo dejó caer violentamente contra el suelo.

Ron quedó incrustado en el piso, apenas logró mover su cabeza para mirarla. Escupió sangre y le sonrió, mostrándole sus sanguinolentos dientes.

—No fue una idea inteligente el provocarme —dijo ella de muy mal humor.

—Aún sigo vivo... —replicó él con una mueca arrogante —Y esa es suficiente prueba de que no eres capaz... —volvió a toser sangre y terminó —No eres capaz de matar a nadie... Te conozco... Te conozco bien, Mione. No puedes.

Hermione no quería escucharlo más. Furiosa volvió hacerlo estrellar contra el techo y lo dejó caer para que "besara" el suelo. Repitió eso por tercera vez y luego lo arrojó con furia contra la mesa ornamental.

Sorprendentemente, Ron había sobrevivido a todas esas sacudidas; aunque no quedaba ni las migajas de aquel hombre fornido que él presumía ser. Estaba molido, y si intentaba mover su brazo hábil, entonces tendría que soportar un dolor que lo tumbaba por completo. Sabía que su varita estaba muy cerca, pero prefirió quedarse quieto y con los ojos cerrados porque el dolor era realmente arrollador.

Ella estaba agitada y embravecida. No sabía si estaba más rabiosa con Ron o consigo misma, pero la sangre le hervía en las venas. Levantó su varita y le apuntó con firmeza...

—Esto se termina aquí —dijo segura e intentó pronunciar la maldición asesina, pero otra vez el recuerdo de Remus vino a su mente. Y allí comenzó a flaquear...

Por un momento ella bajó un poco el brazo, pero luego volvió a ponerlo firme. Era claro que la batalla más grande se estaba desatando en el interior de Hermione...

Él... Remus... Su sonrisa encantadora, esa intensidad que él tenía, su calor... Debía renunciar a todo eso para poder decir dos palabras. Solo necesitaba decir dos palabras para derrocar al "Rey".

Cuanto tiempo había soñado con ese momento... Lo había recreado en su mente demasiadas veces y ahora... Ahora que lo tenía enfrente No podía ejecutarlo.

El pecho de Hermione subía y bajaba con rapidez, su respiración se había vuelto frenética y errante. Esa respiración evidenciaba la tormenta de sentimientos que era ella en ese momento... Fuera de sí, comenzó a descargar su ira con los objetos que había a su alrededor, causando un destrozo a su paso como un fiero huracán.

—¡Por qué! —gritó frustrada y luego cayó de rodillas al suelo. Devastada anímicamente —¿Por qué?... ¿Por qué pienso en ti? ¿Por qué ahora?

Comenzó a llorar desconsolada, lloró con amargura. Pero esas lágrimas la estaban sanando, llevándose su dolor y el rencor que la enfermaban...

Poco a poco las lágrimas de Hermione cesaron. Ella se quedó sentada en mitad del pasillo que conducía al jardín posterior de la mansión. Estaba abrazándose a si misma, y aún tenía su varita en mano, pero su mente ya no estaba allí. Su mente había ido caprichosamente a refugiarse en los brazos de un licántropo...

Había un silencio extraño suspendido en la atmósfera del lugar, rodeándolos a ambos. Ron seguía en el mismo sitio donde había quedado. Por lo que había podido observar Hermione, él aún respiraba. Pero no se movía ni tampoco había abierto sus ojos.

Algo vibraba de manera tensa y extraña en el aire que respiraban. Los dos podían sentirlo. Era como si una tercera persona estuviera allí con ellos, ocasionando una fuerte perturbación, pero ninguno de los dos podía verla... Por esa razón, Hermione no se atemorizó cuando una tenue voz, casi inaudible, le dijo en su oído: Sal de aquí... Corres peligro aquí. Vete...

Hermione pestañeó un par de veces, saliendo abruptamente de su ensoñación. Su mente siempre volvía a llevarla a aquella vez en la que había bailado con Remus en la Madriguera. Pero esa vocecita suave como un arrullo del viento, volvió a vibrar, esta vez con más intensidad para asegurarse de que la escuchaba: Vete... Vete ya. Ahora había sonado más como una orden; que como un ruego.

La castaña se levantó del suelo, sintiendo como si le hubiesen robado toda su energía. Comenzó a caminar débilmente por el pasillo, siendo consciente de lo frías que se habían puesto sus manos y de lo aferrada que estaba a su varita. La mano con que la empuñaba se había puesto blanca por la pobreza de circulación sanguínea en ella. Continuó caminando con lentitud en dirección al inmenso jardín posterior, sin voltear ni una vez para mirar a Ron...

Éste, aunque tenía los ojos cerrados, de inmediato percibió que ella se estaba retirando. Entonces, aprovechó que Hermione le daba la espalda para arrastrarse cual si fuese un parásito de resumidero. Se arrastró hasta lograr alcanzar su varita, intentó tomarla con la mano hábil, pero ésta no tenía la firmeza necesaria para sostenerse y mucho menos para efectuar bien un hechizo. Se vio obligado entonces a hacerlo con su mano izquierda. No era su mano más hábil, pero a estas alturas ya no importaba; no iba a dejarla salir ilesa... Con mano temblorosa le apuntó a Hermione y dificultosamente trató de pronunciar:

—Di-Di... Diffindo... —logró decir finalmente, pero su mano no realizó el movimiento con la destreza necesaria.

Aún así, Ron había logrado infligirle daño: ella sintió que unas pequeñas y delgadas cuchillas le hacían cortes superficiales en la pantorrilla derecha, otro en el muslo izquierdo; pero la más grave, era el impacto que había recibido en su espalda, dejándole una herida más profunda en forma de x longilínea. Hermione volteó para devolverle el ataque, pero algo no le permitía regresar al vestíbulo... Parecía como si una barrera invisible y elástica se hubiese interpuesto entre ella y su objetivo. En un primer momento creyó que Ron estaba utilizando un hechizo de barrera, pero luego notó que él miraba aterrado hacia el techo...

De pronto la mansión comenzó a temblar. Hermione no sabía si ese temblor era producto de un terremoto o si tendría que ver con esa entidad que no se mostraba ante ellos.

Todo sucedió de manera vertiginosa, sin embargo, para Hermione las cosas se precipitaban frente a sus ojos en cámara lenta: vio el techo del vestíbulo desplomarse en una lluvia de enormes escombros que acabaron engullendo a Ron

El derrumbe de la mansión Weasley no terminó allí, avanzaba velozmente en dirección al jardín posterior...

Ella miraba atónita el desplome, sin llegar a entender qué era lo que estaba pasando y porqué. No podía moverse, tal vez por culpa de sus heridas o quizá porque estaba perdiendo demasiada sangre. Solo podía mirar como se le avecinaba ese cataclismo... Y allí la sintió: Una pequeña mano le jaló del brazo con fuerza. Fue como recibir una descarga eléctrica que la impulsaba a correr como nunca lo había hecho en su vida...

Pensó que lo más conveniente para ella era desaparecer, pero el estar mal herida no le aseguraba que esa sería un buena estrategia de escape.

Aquella mano invisible se encargó de llevarla por el camino correcto. Hermione llegó a la puerta que daba salida al jardín, la derrumbó con un hechizo explosivo y salió trastabillando de la ruinosa mansión. Siguió corriendo por el nevado jardín, tropezando y desestabilizándose por la carrera. Pero nunca cayó al suelo.

Era consciente que detrás de ella estaba ocurriendo una catástrofe que por poco la aplastaba. Por todo el vecindario se escuchaba el atronador sonido de la ruina de la mansión Weasley... Magos y brujas vecinos del matrimonio, salieron de sus lujosas casas para mirar el trepidante espectáculo. Algunos de ellos no podían despegar la vista del acontecimiento; y otros, enviaban Patronus con mensajes desesperados, pidiendo ayuda y asistencia médica. Todo había ocurrido demasiado rápido y de una manera impactante.

Cuando ella estuvo a salvo, esa pequeña mano deshizo su agarre. Hermione se arrodilló en la nieve, respirando agitada y sin entender nada de lo que había vivido. Sentía como si acabara de emerger de una larga pesadilla realista. Las heridas le ardían demasiado, y había perdido bastante sangre en la carrera. Sin muchas fuerzas se recostó en la nieve para mitigar el ardor insoportable que le quemaba en la espalda.

Miraba el cielo, mientras tomaba grandes bocanadas de aire y sentía en su rostro la nieve que había comenzado a caer...

—Ya... ya voy, Rosie... Ya voy, bebé...—dijo Hermione con voz trémula, sintiendo frío y que poco a poco se desprendía de este mundo.

Frente a sus ojos fue revelándose de manera paulatina el rostro de una niña: parecía una pequeña de ocho o tal vez nueve años. Tenía un ojo de color dorado; y el otro azul como un cielo pulcro; su cabello le llegaba un poco por encima de los hombros, y era tan lacio que se veía irreal; pero su sonrisa podía llegar a derretir toda la nieve que las rodeaba.

—Hola —dijo esa extraña niña, mientras fijaba sus ojos en los de Hermione.

—Hola... —respondió, embelesada con aquel rostro inocente —Tú... ¿Fuiste tú?

—Yo te ayudé a escapar, pero no ocasioné el derrumbe, si es lo que me estás preguntando —respondió con una seriedad inusual en una pequeña de su edad.

Hermione comenzó a temblar cada vez más, y por momentos perdía la noción del tiempo y de lo que estaba ocurriendo en su entorno.

—Me... Me estoy muriendo... —dijo, sin dudar de lo que sentía.

La pequeña le dedicó una leve sonrisa triste, y respondió:

—Sí. Pero aún no es tu hora, Hermione.

—C-Co... Co... ¿Cómo te... llamas? —le preguntó como pudo.

—Shhh —fue la única respuesta que dio aquella niña, mientras colocaba su dedo índice sobre los pálidos labios de Hermione —Calla. Deja de gastar la poca chispa vital que aún te queda. Perdiste demasiada sangre. Mi nombre no es importante, de hecho ni siquiera tengo un nombre. Pero yo voy a estar aquí para cuidar de ti.

La pequeña se recostó al lado de Hermione, y la tomó de la mano. Ella irradiaba un calor reconfortante, y por eso Hermione se acurrucó más cerca de ella. Con ella se sentía a salvo.


En el transcurso de todo lo ocurrido en los restos de la mansión Weasley, Harry, acompañado de los Aurores en quienes más confiaba, estaban próximos a realizar el aterrizaje en los jardines de la propiedad de sus amigos. Él no podía ni llegar a sospechar todo lo que había ocurrido mientras los tres viajaban. Harry había salido del Ministerio junto a Nymphadora y Lewkowitz mucho antes de que los llamados de auxilio llegaran a destino.

Para él, la Orden de Allanamiento no era más que un error o una broma bastante pesada. Había decidido que se trasladaran hasta Saint Catchpole montados en sus escobas; porque así tendría tiempo para pensar durante el viaje...

Los rostros de perplejidad de los Aurores y su Jefe, fueron dignos de ser inmortalizados: Los tres llegaron en el preciso instante en que la Mansión Weasley se caía a pedazos como una endeble pirámide de naipes. Harry les ordenó a sus subordinados que aceleraran su vuelo todo lo que pudiesen. Fue entonces cuando tuvo la seguridad de que había una verdad oculta en aquella Orden de allanamiento, independientemente de si fuese genuina o no.

Sobrevolaron los restos de la Mansión, tratando de localizar a alguien. Pero parecía que todo allí había sido sepultado...

Harry se negaba a creer que ambos hubiesen quedado aplastados bajo todo esos cascotes, y su mente no paraba de preguntar: ¡¿Cómo carajos ocurrió todo esto?!

—Lewkowitz, Tonks, registren bajo los escombros. Solo muevan lo que puedan, sean cuidadosos. Y eviten que los vecinos ingresen en la zona. Yo sobrevolaré por los alrededores para ver si encuentro a alguien —les ordenó a sus subordinados, sin poder ocultar su angustia

Harry registró desde lo alto cada sector. A pesar de que volaba con ligereza por encima de los restos, no dejaba de observar en detalle. Siguió avanzando en su inspección y se sorprendió al ver que algunas pocas paredes todavía estaban en pie. Continuó avanzando hasta llegar al jardín posterior, y la divisó... Acurrucada, temblorosa, y blanca como la nieve que hacía de colchón para ella. Harry se lanzó en picada para ir a socorrerla. En su irremediable trayecto, vio las largas manchas de sangre que ella había perdido.

Aterrizó un par de metros cerca de su hermana de la vida y corrió hacia ella.

—¡Mione! —gritó con la voz estrangulada por la angustia. Se arrodilló a su lado y tocó su mejilla: se sorprendió al descubrir que aún conservaba algo de tibieza. Tomó su pulso y sintió un alivio instantáneo cuando detectó. Era débil, pero estaba viva y eso era todo lo que importaba.

Sin perder más tiempo, Harry sacó su varita y comenzó a curar las heridas y cortes. Utilizó un efectivo Vulnera Sanentur para detener la hemorragia más grave, la que tenía en la espalda.

—Todo va estar bien, Mione —le aseguró Harry, antes de efectuar el conjuro por segunda vez.

Harry estaba a punto de realizar el conjuro Vulnera Sanentur por tercera vez, cuando Lewkowitz y Nymphadora le interrumpieron:

—Harry, cercamos la zona para evitar el ingreso de los vecinos, y llamamos refuerzos, casi todo el departamento viene en camino. No tardarán en llegar —le informó Lewkowitz —Todo esto es un desastre

—¿Solicitaron medimagos? —preguntó Harry, mirándolos con severidad.

—No, pero los vecinos se ocuparon de eso —respondió Nymphadora, sin mostrar una pizca de preocupación —Harry, encontramos a Ron. Está vivo, pero no creo que por mucho. Tienes que venir a ver...

Harry miró a Hermione con preocupación. Quería quedarse a su lado, pero debía ir a ver a Ron. Al parecer, él estaba más comprometido en todo esto. Entonces se quitó su bufanda, la transfiguró en una frazada y la abrigó con ella.

—Tonks, te confío a Hermione —dijo Harry, creyendo que la dejaba en buenas manos —Procura que no pierda calor. Hermione tiene problemas de circulación y podría morir por ello. Esmérate en que se mantenga caliente, y aplícale un Vulnera Sanentur para terminar el proceso de cicatrización. Confío en ti, Tonks.

—Tranquilo, Jefe... Yo me encargaré de ella —respondió Dora.

Harry asintió confiado y dijo mientras montaba en su escoba:

—Vamos, Lewkowitz. Enséñame donde está.

Ambos Aurores se marcharon a toda velocidad de allí. Dejándolas a solas...

Nymphadora no hizo caso de ninguna de las ordenes que su Jefe le había dado. Ella solo se quedó mirando con fijación a la mujer que le había jodido su matrimonio, y que siempre había logrado robar las miradas de Remus cuando sus ojos ambarinos aún podían ver.

Dora comenzó a caminar, alejándose un poco de Hermione; la miraba con asco y odio. La tenía allí, servida... ¿Cuándo iba a volver a tener una oportunidad como esa en su vida?

—Nunca entendí qué vio Remus en ti —confesó la Auror, mientras caminaba con lentitud cerca de Hermione —Todas sus miradas de adoración siempre fueron para ti... Yo nunca logré que él me mirase como te miraba. ¿Qué tienes de especial? —dijo con mucho veneno, y acto seguido le pateó el abdomen.

Hermione tosió por el golpe y rodó sobre su costado, quedando boca abajo sobre la manta improvisada.

El aire volvió a tensarse, emitiendo una fuerte advertencia. Nymphadora sí percibió esa vibración extraña en la atmósfera, pero fingió ignorarla. Aunque de igual modo esa sensación la incomodaba, como si hubiese alguien incorpóreo que le hacía saber que no la quería allí...

Se cruzó de brazos, y mirando hacia abajo, Nymphadora comenzó a caminar lentamente, rodeando a Hermione cual si fuese un buitre oportunista acechando a su víctima. Fingía que no le prestaba atención, pero le echaba miradas de reojo, mientras caminaba peligrosamente cerca de ella.

Cuando se acercó a la altura de los pies de Hermione, pudo ver una joya que llevaba en el tobillo izquierdo, y la reconoció de inmediato: Esa costosa joya la había comprado su esposo. Dora lo sabía porque ella siempre revisaba sus cosas cuando Teddy y él no estaban en casa. Había pensado que esa pulsera de tobillo se la regalaría en Navidad, pero no lo hizo; entonces pensó que muy probablemente él la estaba reservando para el catorce de febrero, pero otra vez se equivocó... La maldita zorra de Rosal la lucía en su escuálido tobillo...

Llena de envidia y celos, Dora le arrancó la pulsera del tobillo y le dijo:

—Demasiado lujo para una zorra como tú —acto seguido, guardó la pulsera en el bolsillo de su uniforme.

Pero Nymphadora no estaba satisfecha. ¡No podía entender cómo es que ella no había muerto! Después del evidente volumen de sangre que había perdido, y de su supuesto problemita de circulación sanguínea. ¿Cómo había logrado sobrevivir a pesar de todo eso?

La metamorfomaga tomó la decisión de aprovechar la oportunidad que su trabajo le estaba regalando, y acabaría de una vez por todas con la razón de su infelicidad en su matrimonio... Si Remus no podía ser suyo; entonces, tampoco sería de ella.

Dora se acuclilló al lado de Hermione y le aplicó el último Vulnera Sanentur que necesitaba; para que cuando Harry regresara e inspeccionara su trabajo, se diera con que ella "había hecho todo lo posible por mantenerla con vida". Volvió a abrigarla con la frazada, y sonrió con malicia antes de lanzarle un maleficio que sería encubierto por el problema metabólico que Hermione padecía:

Glacius Letalis —dijo, apuntándole a Hermione. De la punta de su varita salió un rayo azulado que impactó primero en los tobillos de la castaña, y con una gélida lentitud continuó subiendo por las piernas...

La sonrisa torcida de Nymphadora se acentuó más cuando se imaginó el momento en que el maleficio llegara a la altura de los pulmones y el corazón... Solo por un milagro, Hermione lograría sobrevivir a un hechizo letal de congelación. Lo único que ponía nerviosa a Nymphadora, era que ese conjuro tardaba mucho en completarse.

La metamorfomaga estaba festejando antes de que el maleficio pudiese llegar a la altura de los muslos de su víctima, cuando algo inesperado sucedió: el maleficio de Nymphadora actuó como si hubiese impactado en la superficie de un espejo, donde se reflejó y salió disparado hacia la mano del atacante.

Nymphadora no pudo evitar soltar la varita, porque su mano había recibido el impacto de su propio hechizo. Entró en pánico cuando vio que comenzaba a tomar un tinte cianótico y a amortiguarse. Cayó sentada en la nieve, mientras que con desesperación tomaba su varita, para luego aplicarse a sí misma el Contrahechizo.

Pasaron unos segundos tensos después de ese incidente extraño... Y Nymphadora no había vuelto a intentar atacar a Hermione... La miraba sin entender cómo había logrado librarse de su maldición.

A los pocos minutos llegaron los refuerzos y medimagos para socorrer. Todos los vecinos miraban alarmados y curiosos la escena. Algún que otro mago se ofrecía para ayudar, pero los Aurores habían asumido todo el trabajo.

Pronto los medimagos asistieron a las víctimas de la catástrofe a la que habían logrado sobrevivir; pero no salir ilesos...


Nota de Autora: Sé que este capítulo, comparado con los anteriores que ya publiqué, quedó algo corto. Espero no haberlos decepcionado con él.

Tenía planeado agregar una escena Lemon para el final (utilizando esa escena como cierre), pero decidí acortarlo aquí porque ya me demoré demasiado en actualizar, y sinceramente no quería hacerlos esperar más tiempo. Espero les haya gustado. Una de las cosas lindas de este capítulo es que, el "reinado" de Ron ha terminado. Pronto sus oscuros secretos saldrán a la luz y se armará un enorme revuelo en la sociedad mágica.(Jajaja)

Imagino que algunos estarán haciéndose preguntas como: ¿quién era esa niñita? Lo único que voy a responder respecto de este personaje, es que es una entidad que solo bajo ciertas circunstancias puede ser vista. Los magos y brujas pueden percibir su presencia (sentirla) pero no verla. En el caso de Hermione, logró verla porque como bien dijo ella, se estaba muriendo. Por supuesto, eso antes de que Harry llegase y le curara las heridas producidas por el Diffindo. Quiero agregar también, que no es la única manera en la que puede ser visible.

Otra pregunta que imagino que se deben estar haciendo es, ¿Por qué demonios se desplomó la mansión? Bueno, esta pregunta tiene dos respuestas. En el Capítulo anterior, cuando Hermione se desaparece para llegar a la lechucería, y así enviarle los recuerdos a Remus; Ron detona la puerta de su pequeño estudio con una Bombarda Máxima, y al hacerlo, se cargó una importante columna que sustentaba la mansión. Así que, prácticamente, él mismo cavó su propia fosa.

Y la segunda respuesta es: simbolismo. Para Hermione esa casa representaba una lujosa prisión, y allí habían muchos recuerdos que la desmoronaban anímicamente. El desplome de esa mansión significa el fin de esa vida que estaba llevando, el fin de su depresión y de todo eso que la enfermaba. También representa el fin de la tiranía de Ron.

Todos estos eventos ocurrieron el día Lunes 11 de febrero de 2008. Fecha en la que Hermione ha recuperado su libertad. (Y a qué precio, amigas, jajaja)

No sé cuando actualizaré. Espero poder llegar a hacerlo este mismo fin de semana, pero no prometo nada.

Muchas Gracias por sus lecturas y comentarios.

Ah, y por cierto, para el siguiente, sí o sí habrá Lemon...