Ella sentía que aunque no pertenecía a ese lugar, éste formaba parte de algo importante en su vida: Hermione caminaba por la costa de una playa de cielo nacarado. La playa era custodiada por monumentales relojes de arena. Se sentía sola allí, y sin darse cuenta a cada momento buscaba a alguien con la mirada, pero no lograba encontrarlo... Y tampoco sabía exactamente a quién buscaba.
A lo lejos, sobre el mar que bañaba la costa, la vio, pero con mucha más claridad esta vez: La pequeña. Era la niña que se había quedado a su lado cuando moría de frío sobre la nieve.
Hermione la veía correr descalza sobre el mar, persiguiendo un nubarrón que parecía tener vida propia y burlarse de ella. Cuando la pequeña estaba cerca de atraparla con sus manos, esa nube autónoma se dispersaba para rodearla y acecharla. A Hermione le hizo mucha gracia cuando la niña comenzó a correr, huyendo de lo que había estado persiguiendo con tanto esmero en un inicio; y ahora era al revés... Correteaba de un lado a otro sobre ese mar que hacía de espejo del cielo indefinido. Era difícil determinar si ese en lugar había un eterno atardecer, o amanecer.
La pequeña era bastante veloz, y sorprendía el hecho de que a pesar de la velocidad con la que corría, no perdía el equilibrio al dar una curva para escapar de la nube.
En un instante, ambas conectaron miradas. Ella la contemplaba desde el mar; y Hermione lo hacía desde la costa continuamente provista de arena de los relojes.
—¡No te quedes ahí mirándome! Ven y ayúdame a atrapar una —dijo la pequeña con un tono imperativo, y continuó correteando de un lado a otro, para volver a perseguir a la burlona nube.
Hermione miró a su alrededor por si había alguien más allí. Pero no, evidentemente esa pequeña le había dado una orden a ella. Nadie más las acompañaba...
Dudando, puso un pie sobre el agua y luego el otro. Comenzó a caminar sobre el mar, abandonando la seguridad del suelo de arena para acercarse a la niña que jugaba con la nube. O al menos, eso era lo que Hermione creía. Porque al ir acercándose cada vez más, se dio cuenta de lo que realmente estaba viendo: la nube era un numeroso conjunto de maripositas revoloteando de manera sincronizada.
—Solo necesito una... —decía ella, mientras se esmeraba en cazar
—¿Y para qué? —cuestionó Hermione, rodeada de todas ellas, pero sin llegar a rozarlas.
—Porque es mi intención —respondió, sin abandonar su tarea —Tú también deberías atrapar una, Hermione.
—¿Cómo sabes mi nombre? —le preguntó, pero la niña no respondió. Ella estaba inmersa en lograr lograr su intención.
Al no obtener respuestas, ni tampoco tener nada mejor que hacer, la acompañó en la tarea de atrapar una de esas mariposas. Todas eran de diferentes colores y especies. Hermione jamás había visto especímenes como esos... Lo más irónico de todo era que habían cientos revoloteando alrededor de ambas, y ninguna de las dos podía siquiera llegar a rozarlas con la yema de los dedos.
Las risas y chillidos de frustración hacían eco en esa playa casi desierta. Las dos corrían descalzas, chapoteando sobre la frescura del mar, y sin tener éxito en la cacería. Cuando una de las dos se acercaba bastante a lograr un objetivo, la otra le alentaba.
Sin darse cuenta, Hermione se divertía, pues para ella solo era un juego; en cambio, para aquella niña la razón de su vida era atrapar una mariposa... Hubo un momento en que la pequeña por poco lo logra, pero en su carrera tropezó con un débil oleaje que la hizo caer de bruces sobre el agua. Hermione corrió hacia ella y le ayudó a ponerse de pie. Le dio ánimos para seguir, diciéndole que ya estaban cerca de lograrlo. En respuesta a sus alientos, la niña le dedicó una sonrisa espléndida.
Hermione pensó que ella era radiante, y que el origen de su luz era su adorable sonrisa...
De repente las mariposas comenzaron a elevarse por encima del mar. Todas estaban inquietas y nerviosas: dando vertiginosos aleteos, comenzaron a alejarse de la playa, escapando en dirección al horizonte. La huida de ellas anticipó la inquietud del mar. Éste dejó su faceta tranquila para mostrar su contracara, elevándose en gigantescas olas que arrastraron a Hermione y a la niña, dejándolas sobre la arena... Y como súbitamente se había agitado; de la misma manera el mar se calmó...
Ambas solo se quedaron mirando el horizonte en un prolongado y calmo silencio...
Hermione desvió la mirada del paisaje para mirar a su adorable compañía.
—Lamento no haber podido cazar una para ti —se disculpó la castaña.
—No te preocupes... Siempre regresan —respondió la pequeña, sin quitar la vista del horizonte.
Hubo un pequeño silencio entre ambas, hasta que Hermione volvió a preguntar:
—¿Cómo te llamas?
Ella le devolvió una mirada burlesca y respondió:
—Ya te lo he dicho, no tengo nombre. De seguro un día volverás a hacerme la misma pregunta.
Hermione volvió a echar una mirada al lugar antes de preguntar:
—¿Sabes donde estamos? Porque... me resulta tan familiar, aunque no recuerdo... No recuerdo nada...
En el rostro de la pequeña se dibujó una amplia sonrisa picarona, y con disimulo fue acercándose a Hermione.
—Claro... —dijo en tono juguetón —Es normal que te resulte familiar, cuando vienes aquí con tu novio para reforzar vuestro compromiso.
Hermione la miró confundida, y con un sentimiento de vergüenza preguntó:
—¿Cuál novio? ¿De qué hablas? No recuerdo haber estado antes aquí, ni sola ni con nadie...
La niña soltó una carcajada ante las reacciones de Hermione, y después respondió:
—A este lugar, ustedes le llaman Mundo Onírico. Aquí no existe el concepto de imposible ni de carencia. Todo lo que quieras tener o crear, aquí es donde empieza a gestarse.
—Pero, entonces... Todo lo que estoy viendo, ¿es real, o no es real? —preguntó Hermione con excesiva curiosidad.
—¡Es real! —le aseguró la pequeña —Y a la vez no.
Hermione quedó más desorientada que antes, y sin decir nada más, se levantó de la arena y se fue caminando de vuelta hacia el mar.
—¿A dónde vas? —le preguntó la pequeña, ladeando su cabeza en una expresión de confusión.
—Voy a nadar un poco —respondió Hermione.
—No puedes nadar allí —replicó, mientras veía a la castaña alejarse de la orilla.
—¿Y por qué no? —cuestionó Hermione —Me acabas de decir que aquí no existe lo imposible.
—No puedes hundirte allí porque un alma es más liviana que una pluma. Y por si todavía no lo has notado, genio, te lo haré notar: estás fuera de tu cuerpo. ¡Debes despertar! Debes regresar a tu mundo pesado y lleno de limitaciones. Ese al que ustedes (los vivos) llaman "Mundo Real".
Pero Hermione no prestaba atención. Estaba empecinada en querer nadar, pero lo único que conseguía era chapotear sobre la superficie del mar... Al final, acabó convenciéndose de que sus intentos eran inútiles y se quedó recostada boca arriba, de cara al cielo de nácar.
Su única compañía la miraba desde la costa, y sin ocultar su tono divertido y burlesco le preguntó:
—¿Y, genio?... ¿Pudiste nadar?
—Sabes que no —le respondió Hermione un poco molesta, mientras era mecida por las inquietas aguas.
Una risilla jocosa llegó a los oídos de la castaña. Al parecer, su compañía tenía un sentido del humor un tanto ácido y particular. Hermione se sentó en la superficie del agua y desde allí la observó: la pequeña reposaba de costado sobre la arena en una postura perezosa, como si estuviese tomando sol despreocupadamente.
—Aclárame una cosa, cazadora de mariposas —dijo Hermione, tratando de entender algo por lo menos —Si dices que éste es el mundo Onírico, entonces ¿eso significa que estoy dormida?
—Sí. Es solo que tu sueño es de doble filo porque puede que despiertes; como puede que no. Creo que ustedes a eso le llaman «estado de coma», o algo así... Te has desprendido de tu cuerpo antes del tiempo en que debías. Ellos me dijeron que todavía no era tu hora, y me pidieron que me asegurara de que cuanto antes recuperes tu memoria para que puedas regresar.
—¿Quiénes? ¿Quiénes te dijeron eso? —preguntó Hermione de manera inquisitiva.
—Mis superiores, quienes me otorgan información —respondió la pequeña —Ellos me mostraron cuando tú y tu novio vinieron aquí por primera vez. Yo los vi a través del espejo de agua: Ustedes bailaban dando vueltas y vueltas, y más vueltas... Pero cuando los dos comenzaron a besarse en la boca, ellos no me dejaron ver más. Me dijeron que con lo que había registrado era suficiente, y que cuando me lo ordenen, tendré que entregarle esas imágenes a tu novio, porque son propiedad de él; no mías.
—¿Propiedad de quién?
—¡No puedo creer que lo hayas olvidado! —exclamó la pequeña, mientras levantaba sus bracitos hacia al cielo en un gesto de frustración.
Literalmente, Hermione era un alma aturdida y confundida. No sabía a dónde debía ir ni porqué. No tenía recuerdo de nada ni de nadie. Sin embargo, tenía el fuerte sentimiento de que la llamaban desde algún lugar lejano... Se puso de pie, y caminó hacia el horizonte, donde creía que provenían esas voces que la llamaban...
«Es mi culpa... Es mi culpa, Alec. No he sido una buena madre. Ella siempre nos protegió, cuando las cosas no debían de ser así. Yo debía ser quien la proteja; no ella a mí... No quiero perderla. No quiero perder a mi bebé»
«No te rindas, abre los ojos... Sé que lo harás. Vamos, Mione, hemos enfrentado juntos batallas más duras y sobrevivimos. Hoy no es la excepción»
«No vivo sin ti, Leona... Yo no vivo sin ti»
—Los escuchas, ¿verdad? —dijo la pequeña, rogando que los recordara.
Hermione volteó para mirar a su única compañía y dijo desesperada:
—Cazadora de mariposas, ¡quiero volver! Quiero regresar, pero no sé a dónde ir... ¡que debo hacer! Dime, ¡que hago!
La pequeña también se puso de pie y trató de tranquilizarla:
—Está bien, está bien, calma. Trata de guardar la compostura. No transmitas tu agitación al mar...
Pero ya era tarde para ese consejo: la desesperación de Hermione penetró el mar, agitándolo y enloqueciéndolo. Las aguas, que ya de por sí estaban inquietas, se alzaron como lenguas enormes que azotaron al alma aturdida, y la devolvieron con violencia a la costa.
Hermione quedó boca abajo, tirada en la arena. Había sido arrastrada por la fuerza de esa masa turbulenta como si solo fuese un insignificante trozo de pergamino. Giró la cabeza hacia un costado para mirar a la pequeña que se le acercaba, y lo primero que vio al abrir los ojos fueron sus piecitos rosados.
—¿Por qué me azotó? —preguntó Hermione, con la voz de una niña que acababa de recibir un escarmiento.
—¿Tú por qué crees? —replicó la pequeña, y después se sentó a su lado —Aunque te parezca increíble, todo elemento tiene vida y sensibilidad. En el caso del mar, Hipersensibilidad. No debes transmitirle tu inquietud, ni malhumor ni pánico o desesperación. Ninguna de esas emociones de vibración rastrera te ayudarán a salir de algo. Por más dura que sea tu situación, conserva la calma.
Hermione se quedó quieta en el mismo sitio, cerrando sus ojos y negándose a ver lo que había a su alrededor. Tenía la firme esperanza de que al abrirlos otra vez, regresaría a la realidad que había olvidado... Aquella niña extraña tenía razón, estaba en un sueño. Su mente lógica se lo confirmaba: le decía a cada momento que nada de todo aquello que veía podía ser real... Solo bastaría con volver a abrir los ojos para poder regresar a los brazos de ese hombre sin rostro y sin nombre...
Solo bastará con abrir los ojos para encontrarlo, creyó. Pero al hacerlo, lo único que encontró fueron un par de ojos pueriles: Uno era un mar profundo; y el otro era de oro fluido.
—Oro y zafiro —pensó Hermione en voz alta, sin apartar sus ojos de los de ella.
—Ninguno de estos ojos me pertenecen —confesó la pequeña —Uno de ellos se me entregó como pago, por algo que hice; y el otro llegó a mí de manera injusta. Por esa razón son dispares entre sí... Cuando supe lo que había hecho, no quise aceptarlos, ¡juro que no los quería! Intenté arrancármelos, pero me obligaron a conservarlos como castigo. Yo sé que no me los he ganado en buena ley, y ahora debo portarlos como recordatorio.
Hermione la vio bajar la cabeza, como si cargara la deshonra más grande y a la vez, se arrepintiese de reconocerlo en voz alta.
—Él daría lo que sea por volver a ver —soltó Hermione, comenzando a recordar.
—No. Él daría lo que sea por volverte a ver —le corrigió la pequeña —Estaba segura de que ibas a lograr recordar a ese hijo del trueno.
Hermione frunció el ceño y molesta le reclamó:
—No le llames así.
—¿Y por qué no? ¿Acaso miento? Te lo contaré, porque creo que no lo sabes: tu novio nació la madrugada del diez de marzo de mil novecientos sesenta. Su nacimiento sucedió durante una furiosa tormenta eléctrica. Eso fue lo que le confirió su carácter pasional e impetuoso. Además de que esa tormenta fue la que marcó su... vamos a llamarle "suerte". ¿Ahora entiendes por qué le llamo hijo del trueno? Y no me malinterpretes, se lo digo con cariño.
—Aún así, no deberías llamarle de esa manera. Él tiene un nombre, ¿sabes? —volvió a reprenderle Hermione.
—¿Ah, sí? ¿Y serías tan amable de decirme cuál es? —preguntó con sagacidad la pequeña "cazadora de mariposas".
Intentó recordarlo. Hizo el esfuerzo, pero su mente solo le mostraba imágenes difusas de un pasado que se resistía a esclarecerse. Escasamente recordaba los ojos furiosos de un lobo, también unos dedos chuecos que sostenían un cigarrillo y unos brazos fuertes que la tomaban con ansias.
—¿Tú sabes su nombre? —quiso saber la castaña.
—Sí, conozco su nombre, y su carácter también.
—Entonces, ¿por qué no me lo dices? ¿Por qué no me ayudas a recordarlo? —le reclamó Hermione al borde de soltar unas lágrimas.
—¡Lo hago! Te estoy ayudando. Yo puedo acercarte las cosas para que tú las tomes, pero no puedo tomarlas por ti. Son tus recuerdos, nadie puede quitártelos ni manipularlos. Tú puedes reprimirlos, pero todo lo que ha sido grabado en tu esencia puede ser evocado las veces que quieras. Solo trata de calmarte y verás que tu memoria regresa.
Aquella niña pasó su mano suave y rosada por los rizos revoltosos de Hermione. Sus caricias eran como una brisa de verano, y sus ojos eran el sol y la luna en un mismo cielo.
—¿Por qué me ayudas? —preguntó Hermione sin poder apartar la vista de esos ojos dispares.
La pequeña se puso inquieta, y apartó su mano de Hermione. Bajó la mirada para esquivarla, y aunque le costaba demasiado decirlo, respondió:
—Porque... me agradas... Me gustas.
A Hermione le pareció que la niña había empequeñecido un poco más después de haber soltado tamaña confesión. Y no era una apreciación errónea, pues ahora ella se veía como una tierna pequeña de seis años, o quizá menos...
—Tú también me agradas —le correspondió Hermione, mientras comenzaba recuperar su compostura —Desde el primer momento en que te vi, me agradaste.
La pequeña ocultó su rostro sonrojado entre sus rodillas, y con voz ahogada le dijo:
—Cuando ellas regresen, haz tu mayor esfuerzo por atrapar una. Así lograrás recordar todo pronto, y luego podrás hundirte en el mar.
—¿Te refieres a las mariposas? —preguntó Hermione.
—No, genio. Esas no son mariposas —replicó, levantando su rostro, a pesar de que aún estaba sonrojada —Son intenciones, son anhelos, propósitos de vida. Son la fuerza que irremediablemente te empujan a vivir... Por eso es que desde que pusiste un pie aquí, te pedí que atraparas una. Es curioso... aún con lo confundida que estás, internamente sabes que debes hundirte para regresar.
Hermione volvió a fijar su vista en el horizonte... esperando que reaparecieran. Esta vez no era un juego...
Ambas sintieron las vibraciones que los aleteos provocaban en el aire del lugar. Sin mediar palabras se pusieron de pie...
La pequeña buscó la mano de Hermione. Y tomadas de la mano, caminaron hasta la orilla, viendo como regresaban las falsas mariposas.
—Esta vez lo lograremos. A como dé lugar, las atraparemos —dijo Hermione con los ojos puestos en los propósitos de vida.
—Me temo... que hasta aquí llego yo —dijo la pequeña, mientras le soltaba la mano.
—¿No cazarás conmigo? —preguntó la castaña, mientras se acuclillaba frente a ella para estar a su altura.
—Es mejor que yo no interfiera en tu propósito, Hermione... No puedo evitarlo, no es mi intención, pero así fui creada: adónde sea que vaya, mi presencia provoca perturbaciones. Y es posible que termine ahuyentándolas, y no quiero eso. Quiero que regreses y que cumplas con tu compromiso.
Hermione tenía intención de preguntarle: ¿cuál compromiso? Era la segunda vez que la pequeña mencionaba esa palabra. Pero decidió no hacerlo. Quizá, las respuestas que necesitaba estaban revoleteando ahora mismo sobre el mar... Entonces decidió soltar una inquietud que había desplazado su insaciable curiosidad...
—¿Volveré a verte?
La pequeña bajó la cabeza para escapar de la intensidad de los ojos de Hermione.
—No. No volverás a verme —respondió cabizbaja.
—¿Entonces? ¿Esto es un adiós?
—Probablemente cuando despiertes te olvidarás de mí; pero yo no te olvidaré ni te abandonaré... Genio.
Hermione sonrió ante la mención de esa palabra pronunciada con ironía, y esa pizca de admiración que se ocultaba tras el tono burlón de la pequeña. Y no pudo evitarlo, la abrazó con fuerza porque sabía que esta sería la última vez que la vería, y no podía comprender porqué ese hecho la entristecía tanto.
—No estés triste. Aunque no puedas verme, te visitaré cada vez que pueda —le prometió la pequeña —Solo... No me tengas miedo. Sé que puedo llegar a ser perturbadora, pero por favor, no me tengas miedo.
—¿Cómo sabré que estás ahí si no podré verte? —preguntó preocupada la castaña.
—Lo sabrás porque, ya te lo dije: mi especialidad es causar alboroto donde sea que vaya.
Hermione sonrió por su respuesta, y con lagrimas en los ojos, le besó las manitos a modo de despedida. Después se irguió y con toda decisión se fue en búsqueda del camino de regreso a casa. Y nunca más volvió la vista atrás... En cuanto puso un pie sobre el mar, las falsas mariposas comenzaron a arremolinarse a su alrededor, tentándola, porque ellas sabían lo que eran para un alma aferrada a la vida: Eran el chispazo de energía que las almas anhelaban para poder regresar... Hermione dejó que la rodearan y confió en su intuición. Estaba segura de que reconocería cual era la indicada y dejaría que ella se aproxime lo suficiente. Solo entonces la tomaría...
Las maripositas entraron en confusión: se suponía que debían ser perseguidas hasta el cansancio, y que su cazadora debía quedar burlada una y mil veces... Pero la castaña estaba serena en su sitio, esperando que su objetivo se delatara. Y así fue; pero no de la manera en que esperaba: casi todas la maripositas quedaron suspendidas en el aire, a excepción de una... Ésta fue acercándose a su cazadora con cautela; y a su vez, Hermione se acercó a ella con la felicidad de saber que volvería a casa.
No hizo falta una persecución; solo alargar su brazo y ofrecerle la palma de su mano para que allí reposara...
—Buscaré hasta el cansancio curar tu ceguera... Remus —pronunció su compromiso en voz alta, mientras veía a su mariposa abrir y cerrar las alas en su mano.
Y el mar la dejó hundirse en su profundidad de manera gentil y progresiva...
Hermione se hundía cada vez más por el peso de su memoria y la presión que el mar le ejercía. Sentía que se volvía cada vez más pesada con cada recuerdo que recuperaba, y que su pecho era oprimido por un bloque de concreto invisible. Y cada vez oprimía más y más... Llegó el punto en que la opresión fue insoportable y la llevó a tener la imperiosa necesidad de respirar...
Tomó una enorme bocanada de aire, como quien busca el oxígeno después de haber aguantado la respiración bajo el agua por mucho tiempo.
«¡Respira! La paciente está respirando» le escuchó decir a alguien.
Hermione no podía ver más que una luz cegadora y las borrosas siluetas de tres personas desconocidas. Ni siquiera sus voces le eran familiares...
«¿Cómo está su presión sanguínea?»
«Se ha estabilizado»
Ella trató de enfocar su vista en algo, giró la cabeza hacia un costado y logró ver a una enfermera saliendo diligentemente de la sala.
«Doctora, logré cortar el avance del Glacius, pero urge tratar las zonas afectadas»
«Sometan a la paciente a Tratamiento de inmersión»
«¿Por cuánto tiempo?»
«Indefinido» respondió aquella mujer que parecía estar a cargo de la situación.
Ese indefinido, a Hermione no le gustó escuchar. Quiso protestar, pero allí descubrió que su voz no era más que un débil murmullo ininteligible. Pero con eso fue suficiente para llamar la atención de la medimaga a cargo... El rostro amable de una mujer cercana a los sesenta años se hizo nítido ante sus ojos.
—Hermione, ¿puedes oírme? —le preguntó aquella mujer.
—Sí —respondió con voz temblorosa.
—Soy la medimaga Elaine Ross, y estuve al pendiente de ti desde que ingresaste. Has estado inconsciente tres días, y hoy por poco te perdemos, muchacha. Se podría decir que has vuelto a nacer. Te pondrás bien, lo peor ya ha pasado. Ahora te trasladaremos a una sala de cuidados intensivos, y si evolucionas bien, en tres semanas podrás recibir visitas.
«Doctora, debemos enviar el reporte médico al Ministerio de Magia», dijo la voz de un hombre que Hermione nunca vio.
—Sí, yo misma me encargaré de eso —respondió Ross —Trasladen a la paciente a su sala, y quiero que se le realice cada dos horas el chequeo de su temperatura, presión sanguínea y volumen de irrigación de las extremidades afectadas por el maleficio...
No quería estar en terapia por tanto tiempo. Tres semanas sin poder ver a nadie (y eso si evolucionaba bien). Hermione guardó silencio, porque aunque hubiese intentado protestar de igual manera era en vano. Estaba débil y le dolía cada parte de su agarrotado cuerpo. Lo último que logró escuchar antes de que la trasladaran a otra sala, fue la voz de la medimaga Ross diciendo: «Fecha: catorce de febrero de dos mil ocho. Estimado Jefe de Aurores, tengo el agrado de informarle que la paciente Hermione Jean Weasley ha recuperado el estado de consciencia a horas: tres y cuarenta y cinco am. Sus valores vitales han sido estabilizados, y se ha puesto a la paciente bajo tratamiento de...»
Esa misma madrugada del 14 de Febrero...
En la residencia de los Lupin:
Sabía que era muy temprano para levantarse de la cama: Aún faltaban un par de horas para ir a la fábrica, pero no podía dormir. Con esta ya llevaba cuatro noches sin pegar ojo, y lo peor era que esa insidiosa punzada que había anidado en su pecho no lo dejaba en paz, y cada día que pasaba era más dolorosa...
Pansy lo había pescado un par de veces presionándose el pecho con una mano, y ella había intentado llevarlo a rastras al medimago cardiólogo, pero él se había puesto testarudo, argumentando que no tenía tiempo para perder en chequeos que solo le dirían que todo estaba en perfecto orden... Le había dicho a su querida Pansy que lo más urgente para ellos era que se pusieran al día con los trabajos atrasados; y no ir de visita al consultorio de Ponds.
Una vez más, él se había salido con la suya...
Y ahora Remus estaba sentado en su cama, con dificultades para saciar su sed de aire y sintiendo como esa molesta punzada se transformaba poco a poco en una garra que amenazaba con estrujarle el corazón.
Y aunque sabía claramente cuál era la razón del dolor de su corazón, no quiso pronunciar palabra alguna. Ni siquiera un quejido, o un pedido de auxilio... Remus solo cerró sus ojos como si eso pudiese aliviar su malestar. Él, que sabía perfectamente que daba igual tener los ojos abiertos o cerrados.
Esa garra invisible que se ajustaba en su corazón le hizo sentir un dolor agudo y avasallante: Remus cayó de espaldas sobre el colchón, llevándo la mano derecha a su pecho para oprimirse con desesperación y la intención de frenar esa garra despiadada. En la soledad de su dormitorio se permitió revelar una mueca de profundo dolor. Un gesto que nunca se permitiría mostrar ante nadie... Ni aunque se estuviese retorciendo por dentro. Tal cual le estaba sucediendo ahora...
—Por favor... —rogó en un quejido ronco —Si me voy a morir, que sea entre sus piernas...
Remus no sabía si su dolor le estaba ensordeciendo, o si realmente había algo en la habitación que le estaba generando un zumbido constante en sus oídos...
Como un castigo por sus actos y omisiones, su corazón sufrió otra contracción dolorosa que por poco le hacía soltar un aullido. En vez de eso, se quedó jadeando como un lobo agotado...
Aún con el agotamiento que sentía, percibió claramente que había alguien más con él en la habitación. No distinguía ningún olor, lo cual significaba que ni Teddy ni
Dora habían irrumpido en su dormitorio. Pero estaba tan agotado y mal tratado por el dolor de su corazón, que le importó un crisópo quien fuese el que estuviese ahí, acompañándolo en su agonía...
«No te estás muriendo» le dijo una vocecita vibrante, casi dulce «Tú no estás muriéndote, demonio lunático. Solo estás sufriendo el síndrome del corazón roto»
Remus soltó una risa suave y dijo en voz baja:
—Genial... Ahora tengo alucinaciones auditivas. Lo que me faltaba...
«Puedo aliviar tu dolor; pero la causa de ello es algo que debes resolver tú mismo», le dijo aquella voz que Remus distinguió que no era humana.
Él se asustó bastante cuando sintió que una corriente eléctrica le atravesaba el pecho, haciéndole fluir un líquido cálido que paulatinamente desvanecía la garra que lo había estado martirizando. Luego su corazón comenzó a latir con más ritmo, irrigando sangre a cada parte de su cuerpo. Casi podía sentir cada una de sus arterias y capilares. Y también calor, demasiado calor. De hecho, no se había percatado de que había estado transpirando hasta que una gota de sudor le resbaló desde la frente hacia la sien.
Cuando su dolor desapareció, ese flujo de energía que le había atravesado el pecho también se fue. Ahora respiraba con plenitud.
—Gracias —le dijo Remus a aquella cosa que él sabía que no era humana —No sé que fue lo que hiciste, ni tampoco porqué, pero gracias.
«Me pregunto, ¿Qué es lo que le prohíbes a tu corazón, para que te duela tanto? Si sigues prohibiéndole sentir, lo romperás. Estallará por culpa de lo que le obligas a acumular»
—No te entiendo ni jota de lo que me estás diciendo —respondió Remus, aún con los ojos cerrados.
«Vine a entregarte algo que te pertenece, ¿aceptas recibirlo?»
Remus lo pensó un instante. ¿Qué podía perder? Parecía todo lo contrario, que adquiriría algo... Además, aquella criatura que alteraba la tranquilidad del aire no había hecho más que ayudarlo. No estaría bien de su parte desconfiar de quien le había tendido una mano... Aunque ésta fuese una intangible...
—Acepto —dijo sin titubeos.
«Abre los ojos» le ordenó la vocecilla. Y Remus obedeció...
Oscuridad, como siempre... Solo veía el único color que lo acompañaba desde el fatídico día de la Batalla de Hogwarts.
—¿Para qué quieres que los abra? Yo no puedo ver —cuestionó Remus.
«Necesito que mantengas los ojos abiertos para que pueda tener acceso a tu alma» respondió tajante
Él no volvió a cuestionar, y se quedó con los ojos abiertos, como se lo habían ordenado.
Remus no tenía palabras para describir la belleza de lo que estaba viviendo: desde algún punto lejano comenzó a hacerse visible para él un pequeño sol que incrementaba de tamaño a velocidad moderada. Era solo un pequeño punto luminoso que al ir expandiéndose le revelaba la imagen que le pertenecía.
Sus ojos dejaron de tener ese aspecto lúgubre y por ese instante volvieron a brillar como en el pasado. Volvían a tener vida y su color natural.
El corazón de Remus martilleaba como un loco contra su pecho al volver a ver a la protagonista de sus fantasías más lascivas, a la razón de su delirio... volvió a ver esos ojos intensos que lo habían hechizado desde el día en la conoció; pero su rostro ya no era el de una niña como en aquel entonces. Su Leona ahora era una mujer, y ella lo miraba con el mismo anhelo que él sentía por ella.
Levantó su mano, queriendo acariciar su rostro y jugar con ese mechón rebelde que siempre se le escapaba de las horquillas; pero solo acarició el vacío.
«Lo que estás viendo es una proyección de un recuerdo que te pertenece»
Bajó su mano al entender lo que eso significaba, y solo se dejó embelesar por esas imágenes que le eran devueltas: se vio a sí mismo bailando con ella, estrechándola en sus brazos, recorriéndola con sus manos y por último, besándola. Robándole en ese beso la sensatez y destruyendo su autocontrol...
Lamentablemente para él, la secuencia de imágenes paró en el momento exacto en que iba desvestirla... ¿Por qué? ¡¿Justo ahora?! Se quejó mentalmente Remus.
«Las imágenes que has visto te pertenecen, Remus Lupin. Puedes evocarlas y reproducirlas en tu mente las veces que quieras. Yo ya he cumplido contigo»
Remus ni siquiera tuvo tiempo de decirle gracias. La criatura se había marchado, dejando un silencio extremadamente sereno en la habitación, como si no hubiese ocurrido absolutamente nada... Se quedó pensando en si lo había soñado o no... lo cierto es que ahora se sentía más relajado y el haber visto el rostro de Hermione le había endulzado esa madrugada...
Sin percatarse de ello, se había dormido, y solo fue consciente de eso cuando despertó bruscamente a causa de una acalorada discusión proveniente de la planta baja... Un poco apresurado se calzó los zapatos, tomó su bastón y su varita antes de salir de la habitación. Al aproximarse a la escalera, comenzó a distinguir las voces que protagonizaban la discusión:
—Mira, te lo estoy pidiendo de manera amable, y solo lo hago porque eres su esposa; no porque yo te guarde respeto. Solo quiero saber cómo está él, déjame pasar. Me quedaré un par de minutos y luego me marcharé.
Esa era la inconfundible voz de Pansy con su tono de jefa del Universo...
—Y yo te lo voy a pedir con la misma amabilidad —respondió Nymphadora —¡Lárgate, víbora!
—¡Dora! —la llamó Remus desde la cima de la escalera —De vez en cuando finge un poco de amabilidad para nuestras visitas. Créeme, no te hará ningún daño. Incluso caerás simpática...
Mientras Remus bajaba con cautela los peldaños de la escalera, Nymphadora le decía a Pansy en tono burlón:
—Ahí lo tienes, Pansy. Vivito y coleando...
El rostro de Pansy se relajó notablemente al verlo bajar las escaleras. Quería correr hacia él y estrangularlo con sus propias manos por haberla hecho sufrir como una madre. La morena no había dejado de angustiarse desde que lo había pescado apretándose el pecho cuando él creía que nadie lo veía.
—¿Cómo estás? —le preguntó Pansy, antes de siquiera saludarlo.
—Como recién salido de fábrica —le respondió Remus.
Era cierto que tenía mejor semblante, pero no se lo veía "como nuevo", como él quería hacerle creer...
—Pansy, eres siempre bienvenida a mi pocilga; por lo que, por favor, pasa. Te serviré algo de beber.
—No, Lupin, está bien. Ya debo regresar a la fábrica, y no vine sola, ¿sabes? Mills me está esperando. Vinimos en mi auto porque no queríamos llamar la atención... Ya sé que este es un vecindario Muggle y eso...
—Oh, si es por eso, querida, no te preocupes —interrumpió Nymphadora —Los vecinos han visto la varita de Remus más veces de las que pueden contar. Así que, ya están muy acostumbrados a ver cosas extra ordinarias...
Después de hacer ese juego de palabras, Nymphadora se cruzó de brazos y le lanzó una mirada a Pansy como si ella fuese un insecto del que podría deshacerse con tan solo un tincazo. La morena captó esa mirada y con todo el ánimo de fastidiar, le replicó:
—¿De verdad él hace esas cosas, Nymphadora? ¡Estoy abrumada!
—¿Sí? no sé qué es lo que te sorprende, corazón. Tú pasas más tiempo con él; que yo, ¿y todavía te asombra su obscenidad?
—¡Oh, no! Tú estás confundida; yo estoy muy familiarizada con su obscenidad. Lo que me sorprende es el hecho de que marque el territorio donde tú estás, cuando... juraría que Lupin se desenvaina por ir a mear el territorio de una Leona.
Dora lanzó una risita hipócrita, y luego dijo:
—Se te está pegando la vulgaridad de tu benefactor, Pansy. A propósito de sacar beneficio, ¿piensas devolverle a mi esposo el dinero que pagó para que aprobaras tus exámenes?
La morena se enardeció, porque si había algo que le indignaba a Pansy, era que le cuestionaran sus logros...
—Lupin no pagó para que yo aprobara, Nymphadora. Es cierto que pagó mi educación universitaria, y es algo por lo que estaré siempre agradecida con él. Pero te puedo asegurar que no necesito la influencia de nadie para ostentar un cargo. Algo de lo que no creo que tú puedas decir lo mismo.
Ambas se enfrentaron con la mirada, como dos samurais con las katanas ancladas en combate.
—Ya basta, Dora —dijo Remus bastante enojado.
—¿Me callas a mí, y no le dices nada a ella? —reclamó la memorfomaga.
—Primero la echas como si ella fuese un perro sarnoso; le cobras por algo que yo decidí otorgarle, luego la subestimas y le faltas el respeto. ¡¿Acaso estás esperando que te dé una medalla a la buena voluntad?! Te he dicho cientos de veces que no la trates de esa manera porque para mí, ¡es casi tan grave como si le hicieses eso a nuestro hijo!
Una lágrima se formó en uno de los ojos de Nymphadora. Muy rara vez Remus le hablaba como si le rugiera... Pero cuando lo hacía, ella se sentía como si la hubiesen lanzado desde un doceavo piso, y sin la posibilidad de defenderse de la caída. Miró a Pansy una última vez, jurándole en silencio que de alguna manera se las cobraría, y finalmente los dejó solos...
Después de dos minutos de silencio, Remus le preguntó:
—¿Qué sucede? Tú nunca le replicas ni le sigues la corriente ¿Por qué lo hiciste ahora?
Pansy no esperaba que él le hiciese esa pregunta; y tampoco quería responderla: ella había estado al pendiente de todo lo relacionado con lo de "La tragedia de Invierno" (así era como la prensa había decidido bautizar a la catástrofe que había ocurrido en la extinta Mansión Weasley), y Pansy tenía muchas razones para sospechar que el Glacius Letalis que casi mataba a Hermione, no había provenido de la varita de Ron.
La morena no se atrevía a decirle la razón de su hostilidad para con su esposa...
—Oye, yo... Puedo tolerar muchas cosas; pero no que cuestionen mis habilidades o mis logros, Lupin.
Remus chasqueó su lengua y con una sonrisa le dijo:
—Mi siempre orgullosa Pansy.
—Sí, soy orgullosa —dijo levantando la barbilla de manera altiva, haciendo reír a Remus con su declaración.
—No te excedas con el orgullo, Princesa: Las personas excesivamente orgullosas acaban sufriendo mucho.
—Mira, Lupin, no creo que vaya a sufrir más de lo que ya sufro por tu culpa. ¡Ni mi pequeño me da los sustos que tú me das!
—Pero... ¿Y ahora qué hice?
—¿Y ahora qué hice? —dijo Pansy, imitando la voz rasposa de Remus —¡son casi las dos de la tarde, Lupin! Entérate, faltaste hoy al trabajo. Y Edward me mandó a llamar en cuanto supo que yo me escapaba para verte, aprovechando el horario de almuerzo.
—Y... ¿Te dijo algo de mí? —preguntó un poquito nervioso, mientras se frotaba inconscientemente el abdomen.
—Sí, me pidió que te dijera, que ni te molestes en ir hoy por la tarde; y que mañana, cuando vayas a la fábrica pases derechito a su oficina.
—Estoy hasta los huevos —dijo Remus y bajó la cabeza.
—Es bueno que tú lo digas, porque eso significa que no tengo que detallártelo.
La morena suavizó su mirada y lo observó bien... Se notaba que había dormido algo mejor: ya no tenía esas manchas negras debajo de los ojos, y su rostro parecía haber rejuvenecido. Había estado tan preocupada, y no podía decírselo a nadie porque no quería alterar la tranquilidad del equipo ni alarmar a los jefes.
—Yo... Temí lo peor, Lupin. Pensé que llegaría aquí y no te encontraría... —dijo Pansy con una enorme dificultad.
Remus sonrió de lado y le dijo:
—¿Estabas preocupada por tu viejo?
—No, en realidad, estaba angustiada porque aún no me siento preparada para asumir tu puesto —mintió, y luego ambos rieron —Acompáñame hasta la acera, necesito contarte un par de cosas y no quiero que nos escuche el escorpión que anda por ahí...
Remus levantó sus espesas cejas como gesto de asombro, y la acompañó, dando golpes de bastón a cada paso...
Mentor y discípula se detuvieron justo cerca del auto, donde Millicent esperaba en el asiento del acompañante.
—¡Hey! —le saludó Bulstrode a su líder.
—Hey, Mills —le devolvió el saludo Remus —¿cómo estás?
—No tan complicada como usted, capitán.
Remus sonrió y asintió con la cabeza resignadamente.
—¿Ya le diste las buenas nuevas? —le preguntó Bulstrode a Pansy.
—No, a eso iba —respondió la morena —Lupin, hay excelentes noticias: Esta madrugada Hermione recuperó la consciencia. La medimaga envió el reporte al Ministerio, y nuestro corresponsal nos envió una copia.
Remus no soltó ni una palabra, solo apretó el mango de su bastón con ambas manos. La morena sabía que eso era lo que lo había desvelado tantas noches, y había estado ansiosa por contárselo.
—¿Ella... puede recibir visitas? —preguntó con voz temblorosa.
—Aún no: está en cuidados intensivos. Las únicas visitas que recibe son las enfermeras y la medimaga que hace el seguimiento de su cuadro.
—¿Y qué hay de Weasley? —preguntó el licántropo, ocultando su odio. Remus creía firmemente que había sido Ron quien le había lanzado a ella el Glacius.
—A él ya lo trasladaron a una sala común. Pero de igual manera lo tienen bien custodiado. Se rumorea que Potter dará curso a una investigación exhaustiva, y Ron ya está muy comprometido con las escasas pruebas que aparecieron. Aún con buenos abogados no lleva las de ganar.
—Sí, y yo me aseguraré de que la balanza siga inclinándose más en su contra... Pansy, ya sé que Bellingham "me dio el día", pero en unos minutos me apareceré por allá. Debemos continuar sembrando las memorias, antes de que Harry oficialice la investigación.
—Yo prefiero que descanses unas horas más; sé que no dormiste todas estas noches. Y no es conveniente que te satures ahora, debemos ser cuidadosos con la siembra de pistas. Mejor aparécete mañana; además nosotros también nos tomaremos el resto del día. También estamos extenuados, Lupin.
—Sí —apoyó Bulstrode, quien también tenía cara de desvelo.
—¿Está bien? —le dijo Pansy, buscando su aprobación.
A regañadientes Remus asintió:
—Sí, tienes razón... Creo que sí, necesitamos un descaso. Tal vez por eso estoy empezando a alucinar cosas... No lo sé...
La morena lo miró preocupada y de inmediato preguntó:
—¿A qué te refieres?
—Em... Algo extraño me sucedió en la madrugada... No sé si estaba dormido, o estaba despierto... Pero prefiero contártelo mañana. Además de que quiero que me confirmes algo.
—Está bien —asintió más preocupada que antes —Vale... Si te sientes mal, ¿nos avisarás?
—Seguro... —mintió el licántropo.
—Vámonos, Pansy. Se nos hace tarde —le apuró Millicent
Antes de subirse al auto, Pansy lo abrazó, y le dijo un casi inaudible «Te quiero, papá». Pero Remus sí lo escuchó, y sus ojos se aguaron bobaliconamente. Muy, muy raras veces, ella le decía papá...
Cuando la morena lo soltó, le hizo esta pregunta, mientras abría la puerta del auto:
—¿Sabes qué día es hoy?
—Jueves —respondió él.
—Hoy es día de San Valentín —dijo Pansy, mientras encendía el motor —revisa el bolsillo de tu camisa. Ese es mi regalo para ustedes.
—Hasta mañana, capitán —se despidió Bulstrode, antes de que Pansy pusiera en marcha el auto.
Remus escuchó el sonido del motor alejándose por las calles del suburbio. Se quedó unos minutos parado en la acera, mientras llevaba su mano al bolsillo de su camisa, ubicado justo en donde antes había habido un dolor despiadado. Encontró el vial. Supo de inmediato lo que era, y no demoró en destaparlo y beberse el contenido de un solo trago...
Nota de autora
Perdón, perdón, perdón, y perdón tres veces más... Había prometido lemon para esta actualización y les fallé. Tenía mucho apuro y urgencia por subir este capítulo porque sucedió lo inesperado:
Les contaré brevemente, supuestamente no iba a irme a ningún lado de vacaciones porque no soy alguien a la que le sobren los recursos. Pero adivinen qué... Recibí un "salvavidas" de billetes, y ahora mi familia y yo nos vamos de viaje por dos semanas. Por eso quería actualizar cuanto antes. No quería dejarles esperando más tiempo.
A mi regreso, subiré el capítulo lemónico (porque solo de eso se va a tratar, jajaja) Igualmente, aunque esté de vacaciones voy a estar escribiendo. Y responderé las preguntas que me hagan. Por cierto, dos personas me preguntaron ¿Por qué Hermione no le envió las pruebas a Harry? Bueno, esa respuesta aparecerá más adelante en un diálogo que tendrán Remus y ella.
Respecto de este capítulo, bueno sí, tiene muchos detalles (creo que me excedí, jajaja). Ya van apareciendo las razones de porqué Pansy quiere a Remus y le guarda lealtad. Pero todavía no he revelado todo...
Teniendo en cuenta la fecha en la que estamos (30/12/22) quiero desearles que tengan un buen año, que disfruten de las celebraciones al lado de sus seres queridos. Ojalá que los proyectos que se propongan realizar este nuevo año, logren concretarlos y que además prosperen. Mis mejores deseos para ustedes.
Quiero agradecerles por leerme y por las palabras de aliento que recibo siempre. La verdad es que eso me impulsa a seguir. Lo cierto es que no dispongo de todo el tiempo que desearía; pero en compensación tengo ideas, la firme voluntad de escribir y el respaldo incondicional de mis lectoras. Por todo eso, y por lo que recibiré en un futuro, Gracias. Estoy muy agradecida.
Gracias a JessRo por su paciencia infinita y su apoyo. Gracias, Jess. Te quiero.
Gracias a Nuvia por darle una oportunidad a esta historia, aún cuando falta mucho para que llegue a su final, jajaja.
Gracias a TragicPersefone porque ella fue de las primeras personas en dejarme unas palabras de aliento (cuando apenas tenía un fav). Lamentablemente su Review se borró cuando saqué de circulación el fic. Pero aún lo conservo en un cuaderno.
También le agradezco a Rowena Black Lupin, porque siempre me apoya en las ideas que se me ocurren.
Y gracias a quienes agregaron esta historia a sus bibliotecas y a su lista de favoritos. En serio me hace muy feliz saber que están leyéndola, y que les entretiene.
Me despido. Hasta el próximo año.
Lo bueno es que no falta mucho para que sea el próximo año...
Besos.
