De a momentos se quedaba dormida, para luego tomar consciencia de su pésimo estado. Cada vez que abría los ojos veía su maltratado cuerpo sumergido en una pequeña piscina, provista de un constante flujo de agua tibia y agradable. Uno de sus antebrazos le dolía por causa del catéter con el que se le suministraba suero; pero no dolía tanto como la aguja clavada en su pecho, por la que recibía la transfusión sanguínea.

«Tratamiento de inmersión», así había denominado la medimaga Ross a la terapia que tenía por propósito contrarrestar los efectos del Glacius Letalis.

Hermione recordaba que Ron le había herido con un Diffindo; pero no recordaba haber recibido el Glacius. Seguramente él habría aprovechado cuando estaba indefensa sobre la nieve...

De pronto, su mente fue asaltada por la imagen de una niña de ojos dispares. Ella la había acompañado cuando agonizaba...

Trató de mirar hacia un costado, pero se le dificultaba: La almohadilla que se ajustaba anatómicamente a su nuca se lo impedía; no tuvo más remedio que mirar el techo, agradecida porque la iluminación era tenue e ideal para propiciar el descanso.

Volvió a quedarse dormida y soñó cosas extrañas, pero reconfortantes en cierto modo. Soñó que viajaba en el autobús noctámbulo con destino a Krakenwell. Y al bajarse del autobús, Remus la esperaba con una taza dorada en su mano izquierda. Lo curioso es que él nunca habló, solo le dio de beber lo que contenía la taza de oro. Ella bebió tímidamente en un principio, pero cuando descubrió que el líquido era un delicioso néctar, dejó de lado su timidez y sujetando la mano del falso Remus, continuó bebiendo hasta saciarse. Ese Remus extraño le sonrió y ella quedó embelesada con sus ojos heterocromáticos...

Despertó sedienta y triste. Solo había sido eso, un sueño...

El sonido de las puertas abriéndose le dieron cierto alivio. Ella escuchó el sonido de unos tacones sobre el piso de mármol y luego una voz que no reconocía.

—Hola, Hermione. No hables, no es necesario. Ya me dijeron como estás y no he venido para agotarte... De eso se encargará él.

Hermione no podía ver el rostro de la mujer que le hablaba, pero supuso que era la enfermera que venía para verificar si todo estaba en orden.

—Tengo sed —dijo Hermione con voz rasposa.

—Vale, dame un minuto.

Escuchó el inconfundible tintineo que se produce con la cristalería, y después recibió de buena gana lo que le dieron de beber: había esperado que fuese agua, pero era un té tibio y ligeramente picante.

—¿Qué es esto? —preguntó desilusionada.

—Té de jengibre, es para mantener activa tu circulación sanguínea. Y acostúmbrate, porque te van a dar de beber esto muy a menudo.

—Quiero agua... o algo dulce.

—No, nada de dulces. Tienes restringido el consumo de azúcares por un largo, largo tiempo. Ahora, se buena niña; termina tu té, luego te daré agua y un regalito.

—Tómatelo tú —replicó Hermione, la rebelde.

—Mira, no me obligues a aplicarte el método que le aplico a Seth cuando no quiere tomar la medicina.

—¿Quién es Seth?

—Es mi hijo —respondió "la enfermera" —y ahora guarda silencio y hagamos esto por las buenas, ¿ok?

Hermione tenía ganas de hacer berrinche, como una niña de cinco años. No quería el té picante, quería lo que había probado en sueños y quería al hombre que se lo había dado de beber. No quería a la enfermera amenazante que era madre de un tal Seth... Pobrecito Seth. Ni lo conocía y sentía conmiseración por el muchacho.

—Hermione, deja de hacer pucheritos y bébete este delicioso té.

Cerrando los ojos con fuerza, obedeció y bebió la infusión casi sin respirar. Después tosió un poco porque el jengibre le picaba en la garganta.

—Muy bien —la felicitó su enfermera —¿Verdad que no sabe tan mal?...

No respondió, porque quería su recompensa y que se marchara la señora de la tortura.

Afortunadamente la enfermera no era ninguna tonta y le dio el agua que ella había esperado, y para cuando la castaña terminó de beber un vaso completo, recibió una inesperada noticia:

—Vine a traerte algo, de parte de Lupin.

—Supongo que eres su entrenadora personal... La que lo golpea cuando hablamos por teléfono.

—¡No lo golpeo! ¿qué dices? Lo disciplino, que es diferente... Y volviendo a lo importante, ¿Quieres Hipnagogia?

Hermione se sonrojó en respuesta.

—¡Mira nada más! Resultó ser milagroso el té de jengibre, te ha mejorado tanto la circulación que hasta tienes más color en la cara.

La enfermera soltó un par de risillas burlonas, mientras "descorchaba" el vial frente a los ojos de Hermione, y fue muy gentil al dárselo de beber...

—Bueno, ya debo irme. Realmente espero que te mejores, insufrible sabelotodo —la enfermera se alejó, haciendo sonar sus tacones en el piso de mármol —Debes saber que rebajé tu dosis de Hipnagogia porque en tu estado no es conveniente que consumas mucho de eso. Pero tranquila, con lo que te di es suficiente.

Las puertas de la sala de cuidados intensivos volvieron a cerrarse, y ella se quedó a solas otra vez...

Diez minutos después, deseaba que la falsa enfermera regresara. Porque estaba sufriendo su soledad y además estaba aburrida. Tal vez la "enfermera" no era alguien dócil, pero era divertida (a su manera, claro)


Teddy regresaba del colegio muy entusiasmado: su papá y él tenían planes para esa tarde. Era una tradición que padre e hijo fuesen al Parque de las Rosas cada catorce de febrero, para montar allí un numerito merecedor de una nominación a los premios BAFTA. Remus fingía que era un padre desesperado por encontrar a su pequeño, y como era un "ciego desconsolado", todo el mundo sentía lástima de él y se ofrecía a ayudarle. Por otro lado, Teddy hacía su papel de hijo extraviado y asustado, y cuando las chicas se compadecían de él, el pequeño taimado se aprovechaba de la situación para recibir los mimos y consuelos; sobre todo los que le daban las jovencitas que duplicaban su edad. La actuación terminaba cuando padre e hijo se reencontraban (después de que Teddy recibiera las atenciones de los bomboncitos) y lo único real de ese reencuentro era el abrazo que se daban y el pequeño diálogo de siempre al regresar a casa:

«Este es y siempre será mi día favorito del año. Gracias a ti, papá»

«Eres una buena sabandija mentirosa y me enorgulleces tanto.»

Lo que él ignoraba, era que su madre tenía sus propios planes e intereses para este catorce de febrero...

Teddy siempre era feliz al llegar a casa. Abría la puerta amarilla de entrada y era recibido por el olor de la merienda que su papá le tenía preparada. ¡Era lo mejor! Sin lugar a dudas, el mejor momento del día.

Como siempre entró a casa como un alegre torbellino, arrojando su maletín escolar por algún rincón y luego dejando su pequeña corbata colgando en la manija de la puerta del baño. Entró allí y se bautizó las manos con algo de agua y jabón, y después se fue corriendo a la cocina: Ahí estaba su papá, sentado a la mesa, leyendo algo con la yema de sus dedos chuecos. Teddy no tardó en abrazarlo, colgándose torpemente de su cuello...

En general, Remus soportaba bastante bien el peso de su hijo, pero esta vez se balanceó en la silla hacia un costado porque, aunque había logrado dormir algo, todavía no estaba del todo firme. Besó la frente de Teddy y le dio unas palmadas en la espalda.

—¿Te lavaste las manos?

—Sip —dijo, después de tomar con sus manos una crepa rellena de mermelada —¿qué estás leyendo hoy, papá?

—Estoy repasando algunas cosas de grafología. Me veo obligado a repasarlas de tanto en tanto...

—Mm... Mmm... —asintió Teddy con sus mofletes llenos

—Te juro, Teddy, que ya no sé cuál es mi verdadera letra.

—No te preocupes, papá, que no es importante que conozcas tu propio pulso; sino el de los demás.

Remus esbozó una sonrisa y pasó página para continuar leyendo.

A Teddy le despertaba mucha curiosidad el trabajo de su papá, o mejor dicho, deseaba hacer el mismo trabajo que él. Lo admiraba porque con un papiro y una pluma era capaz de replicar lo que sea, y creía que ser falsificador era el mejor trabajo del mundo ¡Merlín, si lo tenía todo! La emoción, la adrenalina que despertaba la posibilidad de ser atrapado, un sueldo ostentoso, el poder contar con materiales artísticos de alta calidad, estafar a estafadores y a funcionarios del Ministerio... Mujeres... Y apropósito de ellas:

—Papá, ¿ensayaste tus líneas?

—¡Teddy, Teddy! ¿dónde estás? Alguien por favor que me ayude a encontrar a mi hijo...

El pequeño pícaro se secaba la lagrimilla de los ojos que se le había escapado por la carcajada.

—¿Qué tal?

—No está mal, viejo, pero tienes que poner más desesperación al llamarme. Más angustia.

—Entendido, más angustia —tomó nota Remus —Pero tú no te angusties cuando me veas caer rendido. En algún momento me dormiré y no podrás despertarme; si eso pasa, solo pide un taxi y no te alarmes en lo más mínimo.

A Teddy se le borró la sonrisa de la cara y lo inquirió:

—¿Y por qué va a sucederte eso?

—Porque... bebí una especie de somnífero y hará efecto en unas horas. Lo más seguro es que para cuando anochezca ya estaré fuera de servicio.

—Pero ¿tú estás bien? Porque si no te sientes bien, podemos posponerlo.

—¿Posponer nuestra manipuladora tradición? De ninguna manera.

—Pero, papá...

—Teddy, los años pasan, y es posible que el año que viene no tengas un rostro tan inocente e infantil como el que tienes ahora, pero lo que es seguro es que te pondrás más alto. Eso significa que nuestro numerito ya no será creíble. Sácale jugo a los limones que te dá la vida, hijo; y si es necesario, sácale jugo a las piedras también.

—¡Sí, santo Padre! —asintió con algarabía y abrazó a su papá.

—Y ya que estás en plan de sacar cosas, Teddy... —les interrumpió Nymphadora, que había escuchado la última parte de la conversación —Sácate el uniforme del colegio también y prepárate, porque esta noche te quedarás en casa de la abuela.

—¿Eeeeehh? —chilló Teddy, en una voz muy aguda y horrorizada.

—Ya me oíste.

—¡¿Por qué?! —gritó, rebelándose ante su madre y mostrando por primera vez sus colmillos —¡¿Que he hecho para que me castigues así?!

—Ve a hacer lo que te pedí o te enseñaré lo que es un verdadero castigo.

Teddy notó el color del cabello de su madre y sus ojos centelleantes, por lo que no replicó más. Agachó la cabeza y se fue resoplando por la nariz...

Sus padres lo escucharon subir las escaleras corriendo y meterse en su habitación tras dar un tremendo portazo.

—Es un buen consejo el que le das a tu hijo: aunque no siempre se puede sacar partido de lo que la vida te dá... —dijo Nymphadora, que estaba "sangrando por la herida" al no haber logrado deshacerse de su molestia cuando se le presentó la ocasión.

—¿Por qué quieres enviarlo a casa de tu madre? Hoy no es domingo.

—¿Y necesariamente debe ser domingo para que él visite a su abuela? —cuestionó ella, mientras se disponía a comenzar a preparar la cena.

—No, pero... —se detuvo porque olfateó algo —¿compraste pescado?

Nymphadora sonrió de lado y soltó un distraído:

—Ajá...

Los ojos de Remus se abrieron de par en par dándole aspecto de estar aterrado, porque lo estaba: Verdaderamente hacía una eternidad que su esposa y él no tenían relaciones, y por lo que podía deducir a través de los detalles, ella estaba planeando... Súbitamente el licántropo se puso de pie (haciendo caer la silla) y salió corriendo de la cocina, dando bastonazos a diestra y siniestra, subió las escaleras raudamente y azotando la puerta, entró en la habitación de Teddy.

—No me abandones, ¡me van a violar! —le rogó a su hijo.

—¿Crees que quiero abandonarte? ¡No quiero ir a casa de la abuela Andy! Quiero ir al parque contigo y hacerme el pobrecito.

—Te lo ruego, hijo, haz berrinche, móntate una pataleta como crío de dos años cuando tu abuela intente llevarte. Pero por lo que más quieras, no me dejes a solas con tu madre.

—Mamá me dará una patada en el culo y me hará llegar sin escalas a esa casa si lo hago.

—No, porque pondré el culo en la patada por ti, y el que saldrá volando seré yo. Eso nos conviene a los dos, ¿no crees?

—Tengo una idea mejor, ¡escapemos! Tú sabes cómo hacer para desaparecernos.

—No puedo hacer eso contigo, aún eres muy pequeño para eso. Si tuvieras dos años más, me atrevería, pero...

—Escapemos en tu Fiat entonces.

—Hijo... —quiso objetar, pero la idea un poco lo tentó. Hacía cuánto no podía conducir su adorado Fiat —Sabes que no tengo licencia ni para conducir un triciclo infantil.

—Papá, tú siempre me haces el caldo gordo; hoy yo lo haré por ti: Yo seré tus ojos

Remus lo consideró...


Nymphadora estaba ansiosa por que su madre llegara y se llevara a Teddy, y así quedarse a solas con Remus. De alguna manera tenía que ganarse la atención de él: había solicitado permiso en su trabajo para poder faltar ese día, a cambio de que el fin de semana lo compensaría cumpliendo jornadas completas; también había pasado por el Mercado de especias para comprar lo que a él le gusta comer; aún cuando a ella no se le da bien cocinar, iba a intentar lisonjear a su esposo para cosechar aunque sea una gota de miel. No le importaba si Remus duraba menos de quince segundos o si se quedaba dormido después de hacer dos movimientos pélvicos; Nymphadora no estaba dispuesta a continuar haciendo celibato cuando tenía a un hombre lobo por cónyuge. ¡Cuánto le habían mentido algunas compañeras de trabajo! todas decían que los licántropos eran hombres y mujeres que les hervía la sangre y que eran amantes incansables, ¡patrañas! O quizá su licántropo ya había empezado a presentar fallas a nivel hormonal.

Pero no podía negar que alguna vez sí lo había sido... Alguna vez, Remus le había demostrado que era falsamente tímido y verdaderamente apasionado.

Deseaba tanto recuperar al Remus de sus primeros años de matrimonio. Aún cuando sabía que sus manos la tocaban imaginando que era esa... Aquella gata puta que tenía más de siete mil vidas. ¡¿Cómo es que esa enclenque no se había muerto de una maldita vez?! Definitivamente dentro de los genes Weasley iba incluida la inutilidad; pero ella no iba a ser tan negligente como Ron. En algún momento la vida le pondría frente a sus ojos una nueva oportunidad para despellejar a esa gata arrastrada, y no iba a desperdiciarla... Imaginando que era el cuello de Hermione, Nymphadora le cortó la cabeza al pescado de un golpe seco con el cuchillo de cocina.

De pronto, el rugir de un motor que ella conocía seguido de gritos y alaridos, la sacaron de sus pensamientos homicidas. Nymphadora dejó de cocinar y rápidamente se dirigió a la entrada de casa para ver porqué tanto alboroto...

La metamorfomaga quedó boquiabierta ante la desagradable sorpresa: ¡Remus estaba conduciendo el puñetero cacharro rojo! ¡Y no solo eso! Se había cargado la cerca de uno de los vecinos, se había llevado puesto un buzón y había arruinado el jardín de una de las vecinas más cotillas del vecindario, la señora Trueman, que gritaba toda histérica:

—¡Mis geranios! ¡Harold! ¡mi precioso jardín! ¡Harold, ven a ver, esos Lupin han arruinado nuestra entrada!

—¡Lupin, mi cerca! ¡Desgraciado! —gritó colérico el vecino de al lado —¡Mira por donde vas, ejemplo de merluzo!

—¡Soy ciego, cabezapolla!

El vecino de la par se quedó petrificado ante la revelación de Remus: lo había visto incontables veces hacer tareas del hogar de un modo tan eficiente, que jamás lo habría sospechado...

—¡Hola, mamá! —saludó Teddy con mucha algarabía, sacando la mitad de su cuerpo por la ventanilla —Má, babá va a llevarme a la casa de la auela. (Hablo así borque di de boca contra la guantera, y greo que se me af lojó un dente)

—Edward, baja del maldito auto —le ordenó su madre, corrosivamente furiosa.

—¡Acelera, babá! ¡Acelera, acelera!

Remus hizo caso de la orden y puso en marcha el auto. Padre e hijo se dieron a la fuga en el Fiat quinientos que bramaba como si fuese una máquina demoledora...

En tanto, Nymphadora se quedó parada en la acera, apretando los puños y con la cara pálida por el torbellino de furia que sentía. Su rostro decía que estaba a punto de sufrir un ictus. Y por si le faltara algo...

—¡Señora, Lupin! ¡Esto es un atropello! —exclamó la señora Trueman, que se acercaba, acompañada de su esposo Harold (el pobre hombre apenas había tenido tiempo de ponerse bien el peluquín) y la vieja chismosa iba con su lengua viperina preparada para "descuartizar" a Nymphadora...


Era un milagro que Remus y Teddy no se hubiesen matado en una intersección o en alguna encrucijada riesgosa; y una verdadera fortuna que no se hubiesen llevado puesto a alguien en plena carrera. Ahora mismo el dueto fugitivo estaba próximo a llegar a destino: la casa de Andrómeda Tonks...

Teddy había decidido darle una linda sorpresita a su abuela (y es que el pequeño desacatado no tenía buenas relaciones con ella, dado que su abuela no tenía el más mínimo reparo en demostrar todo su desdén hacia su padre) tal vez este año no cumplirían con la manipuladora tradición de cada catorce de febrero; pero de que iba a ser un día inolvidable, de eso no cabía la menor duda:

—Papá, aminora la marcha.

—¿Cuánto falta? —preguntó Remus, bajando gradualmente la velocidad.

—No mucho. Ahora te toca doblar a la izquierda, pero espera, ya te diré cuando... Ahora papá, ¡ahora, ahora, ahora!

Remus dio la curva, ingresando en la calle dónde se encontraba situada la casa...

El pequeño Fiat quinientos avanzaba amenazante por la calle. La mini bestia iba rugiendo prepotente, preparada para asaltar la casa de Andrómeda y demostrar que su motor aún estaba a la altura de las exigencias.

—Detente aquí —le ordenó Teddy cuando quedaron justo enfrente de la casa —Papá, ¿estás seguro de esto?

—¿Usted que cree, copiloto? —le preguntó su padre, mientras sacaba de su abrigo unos anteojos de lentes azules, el cual raras veces usaba para ocultar sus lúgubres ojos.

A Teddy le causó mucha gracia que su papá se estaba poniendo todo guapo para saludar a su queridita suegra.

—Péinate —le dijo su papá —, a tu abuela no le gusta que vayas despeinado.

Teddy rodó los ojos y se peinó con las manos, dejándose un mini penacho sobre la frente.

—Bueno, yo creo que ya estamos elegantes, ¿no?

—Seh —confirmó Teddy.

—Agárrate, hijo. Agárrate de donde puedas.

Teddy se ajustó bien el cinturón de seguridad, y con sus ojitos brillando de emoción se preparó para ver cómo su papá estacionaba el auto...

Mientras que en el interior de la noble casa de los Tonks...

Andrómeda estaba acompañada de su hermana Narcissa, quien había ido a visitarla como cada tarde. Ambas mujeres se encontraban tomando el té en la amplia sala de estar.

—No es que quiera echarte, Cissy, pero en una hora debo pasar a buscar al demonio de mi nieto —se excusaba Andrómeda, mientras le servía más té a su hermana —Me comprometí con mi hija de que lo cuidaría hasta mañana. Todo para que ella pueda tener una migaja de intimidad con el bestia bruta de su esposo.

Narcissa no pudo evitar soltar una risa encantadora e hizo un ademán con la mano para restar importancia al asunto.

—Está bien, entiendo... —después de tomar un sorbo de té, continuó —Yo creo que exageras con respecto a Teddy y su padre.

—Dices eso porque no les conoces.

La conversación de ambas se vio interrumpida cuando la casa comenzó a crujir, anunciando que se acercaban visitas...

—¿Esperas a alguien?

—¡No! Acabo de decirte que tenía planeado salir a recoger a...

La casa reconoció a las personas que se aproximaban en el Fiat a toda marcha, entonces la puertas de entrada se abrieron de par en par y el marco de la de las mismas se ensanchó lo suficiente como para permitir que el pequeño auto rojo ingresase a la sala.

Ambas mujeres tiraron las delicadas tazas de té y corrieron despavoridas, alejándose de la mini bestia que había irrumpido con prepotencia.

—Abuelita, mira la caperucita que vino a visitarte —canturreó Teddy al bajarse.

—¿Dónde está mi amada suegra? Me muero por verla —dijo Remus con algarabía, al salir del auto.

Ambas mujeres habían quedado estupefactas ante la irreverencia y el cinismo de los dos intrusos.

—¿Sigues creyendo que exagero, Cissy?


Curiosamente quien se tomó el incidente con mucho humor, fue Narcissa. Ella tenía varias razones para apreciar a Remus; más allá de que él fuese como es... Pero no así su hermana: ella no veía nada bueno en el esposo de su hija, y esa apreciación comenzaba a extenderse hacia su nieto.

Indignada por lo que Remus y Teddy habían hecho, Andrómeda Tonks le envió un sonoro vociferador a su hija, y luego les dio un interminable sermón a los "invitados" que habían llegado oportunamente a tomar el té con ellas. Por supuesto, a Narcissa todo la escena le hacía mucha gracia y no podía hacer más que ocultar su sonrisa tras su mano enguantada.

En un momento dado, en medio de aquella pintoresca merienda musicalizada por el sermón de la abuela Andrómeda, Remus comenzó a roncar en su asiento...

—Abuela, no tiene caso que sigas regañándole. Mi papá ya está fuera de servicio; deja tu mensaje después de su sueño.

Andrómeda se levantó de su silla con la varita en mano, dispuesta a despertarlo. ¡Ese mequetrefe la iba a oír!

Rennervate —dijo, apuntándole y como el hechizo no surtía efecto, insistió —¡Rennervate!... ¡Rennervate!

Enfadada porque no lograba despertarlo, tiró al demonio la varita y se acercó a él, lo tomó de las solapas y ante la sorpresa de su nieto y su hermana, comenzó a darle de hostias a su yerno...

—¡Andy, no!

—Abuela, no lo golpees. No lo golpees...

Exclamaron angustiados, impidiendo que continuara abofeteando a Remus.

—Andy, ¿qué haces? —le reclamó Narcissa, mientras la tomaba del brazo para alejarla —Este hombre ya es bastante alocado de por sí, ¿y tú lo golpeas? ¡No hagas eso! podrías terminar desacomodándole más el cerebro.

—O a lo mejor se lo reacomodo —replicó agitada —¿No ves lo sinvergüenza que es? ¡Se hace el dormido!

—¡Está dormido! —le contradijo Teddy que estaba al lado de su papá, preocupado por él —Está dormido, no finge. Él me dijo antes de salir, que había bebido una poción somnífera que haría efecto al anochecer.

Casi de manera inconsciente, ambas mujeres miraron por el ventanal y vieron que la noche había comenzado a reclamar su turno en el cielo...


Nunca supo cuando fue que se quedó dormido, pero entendió que lo estaba al verla escondida tras una espesa cortina de gardenias que se descorrió para dejarle pasar.

Hermione lo esperaba de pie en los peldaños de lo que parecía un antiguo templo y la cúpula de ese lugar era un mar oscuro. Ni siquiera se preguntó porqué el mar estaba donde debería estar el cielo ni porqué el sitio le resultaba vagamente familiar. Qué importaba, si ella estaba ahí... Ansiosa por tenerlo.

No se detuvo ni un momento a reverenciar el sagrado lugar. Horas antes había mancillado la noble casa de Andrómeda Tonks; y ahora, profanaría al templo y a su Diosa...

La tomó en sus brazos, sin mediar palabras la besó y fue acorralándola contra una columna de la entrada. La escuchó gemir su nombre y con solo eso, su ego masculino se disparó más allá de la cima de la cúpula... Un grave error había cometido Hermione al alimentar la ambición de Remus: como un demonio lujurioso buscaba poseerla, y dejarle sus sucias huellas por todo el cuerpo. La colmaba de besos, en los labios, en su piel; se robaba la ternura que ella le entregaba en cada caricia y no le permitía escapar de sus garras. Porque Remus había interpretado que ella quería escapar, cuando Hermione solo buscaba mirar sus ojos...

Ella lo miraba con tanta intensidad, y sus caricias... Era tan delicada, tan dulce con él... Y sus ojos lo estaban atormentando, lo abrumaba ver la profundidad de un sentimiento al que él no quería entregarse.

Él no había ido a entregarse, ¡No! ¡Jamás! Ella lo volvía loco, lo encendía y lo excitaba más que cualquier mujer. Ni la mismísima Afrodita podría competir contra ella; pero eso no significaba que era suyo. No, eso no...

Él había ido a poseer, a causar estragos, a tomar egoístamente todo lo que ella quisiese entregarle y a corromper su divinidad (sobre todo eso).

Le recordaría a Hermione lo que eran: amantes, y nada más. La tomaría de la manera más sucia y se regodearía al impregnarla de su esencia corrupta.

Desatendió los labios de Hermione para poder besar la piel de su cuello, rozándola con excesiva lentitud, gozando perversamente de escucharla sollozar de ansiedad... Con su mano hábil, tiraba de su cabello hacia atrás para tener despejado el ya estigmatizado cuello; mientras que con su mano derecha, le recorría la silueta: deslizando con suavidad la palma de la mano por la piel de su clavícula, hasta bajar a su pecho. Disfrutó de torurar su seno hasta sentir como el pezón se endurecía y al notarlo, lo dejó abandonado para continuar su camino en descenso.

La mano de Remus llegó a la cintura a la que él quería encadenarse... ¡No!¡Jamás! Siguió bajando su mano; esta vez con avidez. No más sutilezas.

Se coló por entre la tela vaporosa que cubría el cuerpo de Hermione; aunque en realidad, muy poco la cubría. Y enloqueció al sentir la suavidad de la ligera curva de las caderas de su hembra; suya...

Gruñó excitado y dio rienda suelta a sus impulsos: sin una pizca de suavidad, volvió a besarla en los labios; mientras frotaba su erección en la húmeda entrada al delirio. Empujó y gimió con ella, empujó más y se quedó quieto.

Completamente dentro de ella...

Comenzó a penetrarla contra la columna del templo, haciéndola sentir la dureza de su miembro y su calor.

—Mmm... —gimió gustoso, cuando Hermione lo besó de manera invasiva, dándole de probar su exquisita lengua; dejándolo invadir también.

Y Remus no dejó de aceptar la invitación que ella le hacía. La invadía por partida doble, lo hacía al besarla y al metérsela...

Los gemidos de ambos hicieron eco en el sagrado lugar, sobre todo los de la fémina. Ninguno de los se planteó las consecuencias de revolcarse en ese templo.

Las piernas de ella se aferraron a Remus; una sujetándose a su cadera y la otra a una de las largas piernas de él. Y cuánto le había encantado al licántropo tenerla así. En esa posición podía enterrarse en ella en profundidad, metérsela toda y hacerla gemir más fuerte. Su nombre nunca sonaba tan bien como cuando ella lo gemía...

El traicionero nunca le dijo lo excitado que estaba y lo terriblemente deliciosa que la sentía; tan húmeda y suave... No le dijo lo adicto que estaba a sus besos, porque sus labios eran muy dulces. Remus sentía que bebía un néctar divino de ellos cada vez que la besaba. Y el muy taimado tampoco le advirtió lo proximo que estaba de eyacular...

Porque la intención era esa, correrse dentro de ella, dejarla bien manchada con su esencia. Remus comenzó a incrementar el ritmo de sus penetraciones con el firme objetivo de "dejar todo de sí", y afortunadamente ella no lo sospechaba. La veía gozar el fervor con que la estaba ultrajando...

Pero el silencio de la fechoría no duró demasiado, porque la satisfacción que él estaba a punto de robar, se delató con claridad cuando comenzó a gruñir como un salvaje y a soltar jadeos entrecortados.

—Toma... tómalo todo, Hermione —le dijo al oído, mientras eyaculaba una cantidad considerable de su simiente.

Hermione respiraba agitada, sintiendo el líquido caliente y espeso fluyendo en su zona más intima. Echó su cabeza hacia atrás, extasiada; y su amante, tan traicionero como lo había sido, no desaprovechó esa oportunidad para morderla.

—¡Ah! ¡Ah! —gemía ella, sugerente y apasionada. Enredando sus dedos en el cabello sedoso y tranquilo de Remus, y clavándole las uñas en el hombro al no poder aplacar su desesperación.

En ningún momento a Remus se le cruzó por la cabeza sacar su miembro del cálido lugar en el que lo había metido; sujetándola de la cintura y de uno de sus muslos, la llevó al interior del templo. Y con cada paso que él daba, la fricción de sus sexos se convertía en un juego placentero y sucio.

—Siéntate aquí —le dijo Remus al depositarla sobre una especie de altar que allí había.

—Remus... —ella trató de advertirle —No creo que deberíamos hacerlo aquí.

Pero él estaba muy desenfrenado como para importarle dónde estaban.

—No. —replicó mientras buscaba separar sus piernas —Timidez no.

—No es timidez —quiso explicar, pero recibió un beso ardiente que casi la hacía desfallecer.

Satisfecho de haber derribado el temor de Hermione, la llevó a recostarse en el altar y guiado por su pasión la acarició entera.

Hermione no pudo siquiera decirle lo que sospechaba, porque él se había encargado de obnubilar sus pensamientos con sus manos. Reemplazando las dolencias de su cuerpo por el placer de sus profanas caricias...

—Te haré mía otra vez —le dijo al oído, adentrándose de a poco en ella —Y cuando despiertes, tu cuerpo te dirá cuan mía eres.

—Oh... —Se quejó ella, sonrojada y esquivando el beso que Remus había intentado robarle. Escuchando como él soltaba una risa pícara y grave.

No podía ser más desvergonzado... Y eso la dejaba rendida. Al final, acabó cediendo, entregándose a sus garras tortuosas. No tenía fuerza de voluntad para resistirse a todo lo que él le daba...

Remus la poseyó sobre aquel altar, procurando en todo momento que ella olvidara que cometían un pecado. Hermoso, pero un pecado al fin...

Cuando Hermione despertó a la mañana siguiente, cada parte de su cuerpo le recordaba las atenciones que había recibido, y no podía hacer otra cosa que suspirar. Respiraba superficialmente, aún afectada por la excitación del encuentro...

La enfermera que controlaba sus signos vitales, salió alarmada en busca de la medimaga Ross, porque Hermione mostraba una temperatura por encima de lo esperado.


Varias semanas después...

Hermione estaba feliz de haber sido trasladada de la sala de cuidados intensivos a una sala común, ahora podía recibir las visitas que solo ella autorizase; pero de lo que no estaba muy contenta, era de la comida y las bebidas que estaba obligada a consumir, todas con el propósito de estimular su metabolismo: Por las mañanas le servían un té de jengibre caliente, una limonada (sin azúcar por supuesto) y un puré de... algo... no sabía adivinar que cosa era eso. Pero a la hora del almuerzo las cosas se ponían peor, porque le servían más limonada sin azúcar y una sopa que ya no podía ni oler; ésta tenía cebollas rojas, mucho ajo, cebolleta verde, zanahorias y trozos de pollo seco. En verdad ya estaba harta de esa sopa hedionda...

Cuando Hermione tomaba sus tibios baños de inmersión se restregaba la piel con gran esmero, porque incluso su madre le había llegado a decir que olía a pan de ajo. Y era cierto, exudaba ajo por cada poro de su piel. Al menos las visitas de su mamá le endulzaban las tardes, la hacía reír tanto... lamentablemente solo podía recibir visitas de cinco a siete.

Ellas merendaban juntas y hablaban de cualquier cosa menos de los últimos sucesos, y su madre siempre le robaba lo único que le gustaba comer, unas galletitas saladas y picantes cuyo sabor le recordaba a un snack que se vende en los bares de los cinemas.

Harry también iba a visitarla casi a diario, en parte porque era él quien acompañaba a la señora Granger, para evitar que los reporteros la molestasen y la acosaran con preguntas; y porque aunque Hermione ya estaba fuera de peligro, se mantenía al pendiente de su bienestar. Harry no se lo decía, pero ella conocía demasiado a su amigo como para no percatarse de lo agobiado que estaba por el trabajo, y por las discusiones que mantenía con Ginny.

La hacía sentir culpable el hecho de que, en gran medida, eran Ron y ella las principales razones por las que él y Ginny estaban llevándose muy mal. Era obvio que Ginny se pondría del lado de su hermano; y evidente, que Harry estaba del lado de su hermana...

Pero la tregua implícita que le habían otorgado hasta que se recuperase, estaba bordeando su fin. Pronto comenzarían los interrogatorios, las investigaciones y se fijarían la fechas para las audiencias judiciales. Y la primera prueba de ello la recibió esa misma tarde, cuando Harry y su madre llegaron para visitarla: Hermione los escuchó aproximarse por el pasillo, acompañados de la enfermera que los ponía al tanto de todo.

—Hoy se negó a tomar la sopa. Se puso en plan de rebelde y hasta me dio la impresión de que quería arrojarme el tazón por la cabeza. A lo mejor ustedes logran amansar a esa fiera —les informó la enfermera, señalando con el mentón a Hermione.

Harry y la señora Granger intercambiaron miradas... La enfermera no sabía que estaba pidiendo imposibles...

—Tienen dos horas —volvió a recordarles a las visitas y se marchó.

—Cariño, mira a quién te traje —le dijo su madre muy cantarina, y sacando a Crookshanks de un canasto de picnic.

Hermione soltó un gritito de alegría y alargó sus brazos para tomarlo, y lo primero que hizo su mascota fue arrojarse en su regazo y ronronear sonoramente.

—Gracias por traerlo, mamá.

—Sí, es que el pobre ya empezaba a preocuparme. Estuvo muy triste todo este tiempo, y últimamente no está comiendo. Te extraña mucho.

—¿Cómo te sientes hoy?

—Estoy bien, Harry —respondió como si fuese una obviedad lo que decía —No entiendo porqué no me dan el alta ahora mismo.

Harry y Jean Granger volvieron a intercambiar miradas cómplices, pero no dijeron ni una palabra.

—Si continuas ofreciendo resistencia al tratamiento, vas a recibir tu anhelada alta médica cuando finalice esta década —le dijo Harry, y sonó como un padre regañando a su hija desobediente.

—Yo ya estoy curada —contrarió ella.

—Aaay, su padre era igual de cabezota. No reniegues con ella, Harry.

—Estoy harta de estar aquí; asqueada de la comida y harta de no poder salir ni a caminar.

—Y cuando salgas vas a sentirte harta de los reporteros. Ellos tampoco te van a dejar caminar —le advirtió Harry —Pregúntale a tu madre si no me crees.

—Esos pesados no me dejan en paz, cariño. No importa si son magos o no magos, todos se comportan igual; se entrometen y no respetan el dolor de una familia.

Harry le dirigió una mirada a la leona enjaulada y en sus ojos estaba el siguiente mensaje: «¿Lo ves? ¿Ves que tengo razón y tú estás equivocada?» Hermione esquivó esa mirada y se concentró en colmar de mimos a Crookshanks. No iba a ponerse a discutir con Harry, sabía que todo lo que él hacía era por su bien. Aunque le molestaba que desde que había asumido el puesto de Jefe de Aurores traía los humos algo subiditos...

—Te traje lo que me pediste, Mione —dijo él, dejando una caja sobre una de las esquinas de la cama.

Ella se emocionó tanto al ver esa caja. Ahí estaban las pertenencias con las que había sido encontrada el día de la «Tragedia de Invierno». Dejó a su gato acurrucado sobre la almohada, y se levantó de la cama para tomar de allí algunas cosas. Fue entonces que Harry pudo notar lo delgadita que estaba y sintió una enorme congoja al verla así...

Mientras Hermione revolvía entre sus cosas, Harry la abrazaba por los hombros...

La señora Granger sonrió un poco triste al verlos, ya se había dado por vencida. En esos días tan dificiles, había llegado a ver que el amor entre su hija y Harry era puramente fraternal. Y estaba más que agradecida con él por todo lo que había hecho por ellas.

—No está... No está aquí —dijo Hermione casi al borde de las lágrimas. Desesperada porque no encontraba lo que ella tanto anhelaba recuperar.

—¿Qué cosa, cariño?

—Había olvidado decírtelo, Mione, pero yo guardé tu varita —le explicó Harry, mientras se la entregaba, creyendo que eso era lo que buscaba con tanto ahínco.

—Gracias pero... Mi pulsera... Mi pulsera de tobillo. Eso es lo que estoy buscando.

Harry frunció el ceño sin entender de que hablaba y de inmediato dirigió su mirada a la señora Granger.

—Es una joya que... le regaló su amigo, el licántropo —Jean respondió un poco incómoda —se lo dio como regalo de Navidad el año pasado.

—Te juro Mione, que esas son todas las pertenencias con las que te encontramos. Todo lo que traías puesto, está allí.

—No puede ser, Harry... Yo no me la quité desde que la recibí. No pude haberla perdido...

Harry vio que ella estaba a punto de echarse a llorar y entonces le hizo una promesa:

—No desesperes, seguramente está sepultada bajo los escombros. Cuando la recolección de evidencias finalice, me encargaré personalmente de rastrearla. Solo necesitaré algunas de tus memorias para recrear una imagen detallada de la misma; así sabré con exactitud qué es lo que estoy buscando.

—Claro... pero hoy no, Harry. De repente, me siento algo cansada... —se excusó ella y regresó a la cama, alicahída y sin esperanzas de volver a ver el regalo que Remus le había hecho.

—Yo la recuerdo —dijo la señora Granger —, con mucho detalle. Puedo entregarte mis recuerdos si te son de ayuda, Harry.

—Eso sería estupendo...

Su madre y él estaban conviniendo cuando realizarían la extracción de memorias; mientras que ella se hundía cada vez más en la angustia de recordar que tarde o temprano, la interrogarían bajo el efecto del Veritaserum y se inmiscuirían en sus memorias. Lo cual significaba dejar en jaque a Remus...

Hermione tragó saliva con mucha dificultad, y aunque le alegraba enormemente estar en compañía de su familia, en aquel momento comenzó a ser incapaz de mantener arraigada su mente en la conversación. Su madre y Harry interpretaron que ella solo necesitaba descansar más para recuperarse, y en parte tenían razón. Le hicieron compañía por media hora más, y luego se marcharon con la promesa de que regresarían mañana...

Para su infortunio, cinco minutos después de que su madre y Harry se marcharan, la exigente enfermera del turno vespertino ingresó, llevándole el mismo condenado té de siempre y las galletitas picantes:

—Hora de la merienda, señorita.

Hermione puso cara de no querer saber nada, pero la enfermera de todas maneras le sirvió el té y le agregó gotas de limón.

—Disculpen, pero un señor está fuera y pregunta si usted le autoriza a pasar, señorita Granger —le informó uno de los Aurores que montaba guardia frente a las puertas de la sala.

Hermione abrió de par en par los ojos e ilusionada respondió:

—Sí, que pase, que pase...

—Como usted ordene, madame —asintió el Auror y salió un momento para hacer una inspección antes autorizar el ingreso de la nueva visita.

Hermione llevó la palma de su mano a la altura de su boca y exhaló aire para comprobar si su aliento olía a ajo...

—Enfermera —dijo exaltada Hermione, llamando la atención de la mujer —, por favor, agréguele más limón al té.

—¿Así está bien? —le consultó la enfermera después de agregar muchas gotas de zumo.

—Más... ¡Más!... ¡Más limón!

—Creo que lo que usted quiso pedir es "Agréguele mas té al limón" —le regañó la mujer, mientras exprimía más zumo.

—Adelante, caballero —dijo el Auror, autorizando el ingreso.

La ilusión de Hermione se desplomó cruelmente cuando vio que el caballero, no era el hombre que ella esperaba...

—Buenas tardes, Madame. Lamento mucho si la estoy importunando. Permítame presentarme: soy Edward Bellingham, empresario y dueño de la fabrica Bells and Hams (imagino que habrá oído hablar sobre mí). He venido a verla, con la intención de hacerle una propuesta de negocios...


Nota de Autora: perdón por demorar una eternidad en actualizar. Espero haber logrado compensar algo la espera con este capítulo. Trataré en lo posible de actualizar con más regularidad.

Como adelanto del próximo, se viene un diálogo crucial entre Remus y Hermione. Quienes preguntaron sobre qué hará Remus con los recuerdos (las evidencias incriminatorias) eso se revelará en el capítulo siguiente. También van a haber sorpresas, algunas agradables; otras no tanto... Y Hermione va a reiniciar su vida, aunque el personaje tendrá ciertas crisis. Tengan en cuenta que a ella inevitablemente le han quedado secuelas de su matrimonio. Lo bueno es que ahora empieza una etapa más saludable para nuestra nena, que poco a poco irá retomando las riendas de su vida.

A propósito del sueño que ella tuvo antes de que Pansy llegara (haciéndose pasar por enfermera, jajaja); sí, ese Remus de ojos heterocromáticos era la pequeña cazadora, adoptando la forma de la persona que Hermione desea ver, y le dio de beber un néctar curativo que solo pertenece al mundo onírico. Este enigmático personaje no es humano, más allá de que tiene la habilidad de adoptar formas humanas; lo que no puede modificar son sus llamativos ojos. Y para quienes sienten intriga por este personaje, les diré que falta mucho para que se revele qué es exactamente, y qué cosas hizo para haber recibido doble castigo...

Me alegra de que el one-shot que publiqué hace poquito haya gustado. A ese Remione se lo dediqué a tres personitas muy importantes para mí y comencé a escribirlo en diciembre de 2022. Demoré en publicarlo porque tuve un problemita con la computadora y honestamente me es imposible escribir con el celular (tengo manos de babosa) Desde de mi punto de vista, siento que le hace falta una escenita lemon más. Y cuando la inspiración llegue, la escribiré. No voy a modificar absolutamente nada ni a quitar nada, porque estoy contenta de como quedó; en todo caso, agregaré ¡más limón!

Estoy muy agradecida con Monikgrins por el review que me escribió. Muchas gracias, me alegra mucho que este Remione sea de tu agrado. También le agradezco a los invitados, perdón si a veces olvido hacer mención de ustedes. Sé que tengo lectores silenciosos y respeto eso (yo también fui una lectora silenciosa cuando solo leía y aún no me atrevía a escribir. Aunque no lo parezca, soy una persona introvertida) Les agradezco muchísimo a todos, porque ya con solo leerme me están brindando su apoyo. También quería decir que estoy muy feliz, porque reapareció alguien que creía que nunca más vería por estos lares, TragicPersefone. ¡Mujer! llegué a pensar que no volverías, afortunadamente una se equivoca, jajajaja. Me alegro de que estés aquí, y quiero que sepas que no estaré tranquila hasta darle fin a mis fanfics.

Y ojalá volvamos a leernos pronto.

¡Besos!