Capítulo 2
La captura de Tarkin
LANZADERA HASTI, HIPERESPACIO
El viaje desde la Base Grenna en Polis Massa hasta Eriadu era relativamente corto y directo a lo largo de la Vía Hydiana. La lanzadera y los dos escuadrones de alas-Y del grupo Furia Escarlata que la escoltaban avanzaban rápidamente por el hiperespacio. Aach notó que los comandos que habían puesto a su disposición, parecían inusualmente cansados, dado que la misión apenas empezaba.
—Acaban de volver de otra misión, ¿verdad? —dijo mirando los vendajes que parecían cubrir una herida menor en el brazo de uno de los hombres.
—Así es, señor —la respuesta no vino del herido, sino de su comandante, una mujer alta y de aspecto rudo: Bria Tharen.
—En ese caso, me disculpo por no darles tiempo a descansar, comandante Tharen —dijo Aach.
—No es necesario disculparse, señor. La misión fue difícil, pero exitosa. Capturamos una nave esclavista en Ylesia, y estábamos dejando a los esclavos liberados para un tratamiento médico en Grenna cuando nos enteramos de su pedido.
—Pero, si me lo permite, usted y sus hombres parecen cansados, y tienen heridos.
—No es nada, señor —insistió Bria—. Los heridos de mayor gravedad se recuperan en la base. Aunque preferiría contar con nuestra nave, el Retribución, que también ha tenido que pararse a hacer algunas reparaciones. De cualquier modo, capturar una lanzadera parecida a esta debería ser sencillo en comparación.
Aach asintió y se volvió para mirar por la ventana, contemplando el hiperespacio. Bria Tharen y su Escuadrón de la Mano Roja tenían la reputación de ser uno de los mejores escuadrones de la Resistencia Corelliana, y ahora de la Alianza, y confiaba en la información proporcionada por los espías bothan. La captura del gran moff Tarkin debería ser una operación sencilla. Sería un gran golpe contra el Imperio, y Aach estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para lograrlo.
—Salimos del hiperespacio en el sistema Eriadu en 10 segundos —anunció el piloto, mientras encendía los motores sublumínicos, y preparaba los cañones y escudos en caso de que fueran necesarios.
Cuando el remolino del hiperespacio dejó lugar a la negrura del espacio real, Aach se acercó a la cabina, para poder ver la acción en la pantalla del radar.
—Aquí Rojo 2, detecto un grupo de lanzaderas y algunos cazas TIE escoltándolas, avanzan hacia aquella fragata que se ve a lo lejos —crujió la voz del piloto de uno de los ala-Y por el comunicador.
—Entendido. Rojo 3, acércate a las lanzaderas y haz un barrido de sensores para detectar en cuál se encuentra el moff. El resto, rompan formación y ataquen a los TIEs —ordenó el líder del escuadrón.
—Comprendido, Líder. Me dirijo hacia los objetivos —respondió Rojo 3 mientras aceleraba su ala-Y hacia las lanzaderas.
Los demás pilotos se lanzaron al ataque contra los cazas TIE. Aunque los pilotos rebeldes eran hábiles, los cazas imperiales los superaban en velocidad y agilidad. Aunque algunos cayeron, la mayoría de los TIEs se dispersaron en todas direcciones, obligando a sus perseguidores a separarse tras ellos. Uno de los cazas TIE se abalanzó hacia la Hasti, descargando varias de sus verdes saetas láser sobre los escudos de la lanzadera.
—Escuadrón Azul, permanezcan cerca para cubrir a la Hasti —les ordenó el piloto de la lanzadera.
—Líder, encontré la lanzadera del moff. Está en la formación central —anunció finalmente Rojo 3.
—Escuadrón Azul, ataquen a la lanzadera objetivo —ordenó Aach, anulando la orden anterior del piloto—. Tenemos que detenerla antes de que alcance la fragata. Escuadrón Rojo, sigan luchando contra los TIEs, manténganlos ocupados. Necesitamos tiempo para deshabilitar y abordar la lanzadera —ordenó Aach con calma y determinación.
Las lanzaderas imperiales rompieron formación, y también empezaron a disparar contra sus atacantes. Mientras tanto, los ala-Y del escuadrón azul dieron la vuelta, y empezaron a disparar con todo hacia la lanzadera de Tarkin.
—Recuerden, queremos capturarlo con vida. Una vez que sus escudos hayan caído, disparen solamente con los cañones de iones.
Los pilotos rebeldes siguieron las órdenes de Aach, disparando algunos torpedos y láseres contra los escudos de la lanzadera de Tarkin, y luego cambiaron a los cañones de iones. La nave imperial se sacudió y sus luces parpadearon cuando su sistema de energía se vio afectado, pero aún así seguía avanzando hacia la fragata. Los pilotos rebeldes volvieron a disparar sus cañones de iones, esta vez apuntando a los motores de la lanzadera. Aach observó con satisfacción cómo los motores se apagaron, primero uno y después el otro, lo que hizo que la nave empezara a girar sin control.
—¡Bien hecho, escuadrón Azul! —exclamó Aach por el comunicador—. Ahora, únanse al escuadrón Rojo, y cúbrannos mientras nosotros efectuamos la maniobra de abordaje. Tenemos que asegurar la nave antes de que lleguen refuerzos.
Mientras los pilotos de la Furia Escarlata mantenían alejadas a las otras lanzaderas y TIEs imperiales, la lanzadera Hasti se acercó rápidamente a la lanzadera inmovilizada, que seguía girando sin control. Algunos fragmentos salieron despedidos de ella.
—¡Eh, eso parece una cápsula de escape! —exclamó Líder Rojo.
—¡Tarkin se está escapando! —dedujo Aach—. ¡Intercepten esa cápsula! Mientras tanto, continúe con el abordaje —ordenó al piloto sentado a su lado.
El piloto usó los rayos tractores para frenar el giro de la lanzadera objetivo antes de maniobrar las lanzaderas en posición. Cuando las escotillas estuvieron la una contra la otra y se sellaron, Aach desenfundó su bláster y se unió a Bria Tharen y sus hombres para entrar en la lanzadera imperial.
El interior de la lanzadera estaba a oscuras, los rayos de iones habían desactivado las luces. Avanzaron con cautela, iluminando con sus barras de luz y apuntando con sus blásters a todos los rincones antes de dar cada paso.
De repente, se oyó un ruido desde la cabina del piloto. El haz de una de las barras de luz iluminó una mano palmeada levantada en alto.
—¡No disparen! —resonó una voz ronca—. Estoy solo, y estoy desarmado. Mi nombre es Ackbar, y creo que podríamos ser amigos.
Aach y Bria se miraron entre sí.
—Si están aquí —continuó Ackbar notando su desconfianza—, deben haber recibido el plan de vuelo que les envié.
En ese momento, se activó el comunicador de Aach.
—¡Señor, los refuerzos enemigos han llegado, un destructor estelar ha salido del hiperespacio! —informó el piloto.
—¿Y qué pasó con la cápsula de escape?
—El destructor se prepara para recuperarla.
—No podemos hacer frente a un destructor estelar. Aborten la misión —decidió Aach—. Que todas las naves escapen al hiperespacio tan rápido como puedan. —Mirando a la comandante Tharen y sus hombres agregó—: Nosotros también, regresemos a la lanzadera Hasti, y volvamos a casa.
—¡Un momento! —interrumpió Ackbar—. Si me lo permiten, antes de salir de Eriadu copié algunos archivos que les pueden interesar.
—¿De qué está hablando? —preguntó Bria.
—Mientras me mantenía como su esclavo personal, Tarkin me permitió ver mucha información, tratados imperiales sobre estrategia y tácticas, teorías de la guerra y cosas así. También averigüé todo lo que pude sobre el proyecto que estábamos por visitar, la Estrella de la Muerte, aunque me temo que en esto, Tarkin era más celoso con los detalles. Estoy seguro que los rebeldes podrán encontrar un buen uso para esta información —explicó Ackbar, mientras con movimientos lentos y poco amenazantes sacaba un disco de datos.
OFICINA DE LA OPERACIÓN GANCHO CELESTIAL, BASE GRENNA
—Lo felicito por su excelente trabajo, agente Aach —resonó la voz de Mon Mothma a través del enlace holográfico, llena de solemnidad y reconocimiento. Los rebeldes se habían esforzado para establecer comunicaciones seguras entre sus bases principales y algunas naves como la Nueva Esperanza, la nave que Mon Mothma había convertido en su base de operaciones móvil.
—Pero, señora. No logramos el objetivo de la misión, Tarkin escapó —respondió Aach con un dejo de decepción en su voz.
—Comprendo su preocupación, Aach. Atrapar a Tarkin habría sido un logro significativo. Además, Ackbar informa que Tarkin huyó junto a su acompañante, Lemelisk, quien asegura que es el principal diseñador de la Estrella de la Muerte. Capturarlos habría sido de gran ayuda en desbaratar el proyecto.
—Lemelisk… Ah, sí, Bevel Lemelisk, creo que el Dr. Blissex ha mencionado su nombre. Ahora que sabemos que es el diseñador principal, investigaremos sus actividades.
—Por otro lado, el rescate de Ackbar podría resultar igualmente valioso para la Alianza —expresó Mon Mothma, su tono transmitía una mezcla de esperanza y determinación.
—Entonces, supongo que Ackbar era algo más que un simple esclavo personal que logró poner sus manos en algún documento de poco valor —murmuró Aach, comenzando a vislumbrar el potencial oculto detrás de los eventos.
—Ackbar es una figura influyente en su mundo —explicó Mon Mothma—. Su trayectoria militar es extensa y fue un héroe durante las Guerras Clon. He estado conversando con él. Con su ayuda, tal vez podamos liberar Dac y ganar el apoyo de los mon calamari para nuestra causa rebelde.
—Me complace escuchar eso, señora. ¿Y qué hay del disco que trajo consigo? —preguntó Aach.
—Bel Iblis y los generales creen que contiene información de gran utilidad para comprender y contrarrestar las tácticas del Imperio.
Tras un breve silencio, Mon Mothma prosiguió.
—Volviendo a la Operación Gancho Celestial, Ackbar posee ciertos conocimientos sobre la Estrella de la Muerte —continuó con voz firme—. Aunque no ha obtenido detalles técnicos, ha compartido información sobre su arma principal: un superláser capaz de destruir planetas enteros…
—¡Increíble! —exclamó Aach, su voz temblorosa con asombro y preocupación.
Las palabras de Mon Mothma lo dejaron sin aliento. Su mente luchaba por comprender la magnitud de lo que estaba escuchando. El Dr. Blissex tendría que volver a revisar sus estimaciones sobre la energía requerida por esa monstruosidad.
—… y le ha explicado su función como arma de terror, y algunas estrategias de cómo planean usarla concluyó Mon Mothma.
—Comprendo, señora. Nuestra misión se ha vuelto más urgente. Le aseguro que haré todo lo que esté a mi alcance para llevarla a cabo. El equipo y yo no descansaremos hasta encontrar una forma de detener la Estrella de la Muerte y proteger a la galaxia de su amenaza.
—Confío en usted, agente Aach. Sé que encontrará la manera de llevar a cabo esta tarea. ¡Que la Fuerza lo acompañe!
La comunicación holográfica llegó a su fin, dejando a Aach solo en la oficina de la Operación Gancho Celestial. Las palabras de Mon Mothma resonaban en su cabeza, recordándole la responsabilidad que llevaba sobre sus hombros y la urgencia de la situación. La Alianza Rebelde se encontraba en una carrera desesperada contra el tiempo, luchando por su supervivencia y por el destino de la galaxia.
Nota del autor
En este capítulo he intentado mezclar dos versiones diferentes del rescate de Ackbar. La de Espada Oscura, en un flashback visto desde el punto de Lemelisk, y la de X-Wing, en una misión histórica desde el punto de vista del piloto de uno de los ala-Y.
Al mismo tiempo, por supuesto, para dar continuidad puse a Aach como protagonista, al tiempo que aproveche para presentar a Bria Tharen y sus hombres que volverán a aparecer más adelante.
