Capítulo 5
La trampa y el ataque directo
BASE REBELDE, ASTEROIDE AX-456
Aunque los atentados apenas habían retrasado la construcción de la Estrella de la Muerte, el Gran Moff Tarkin encargó a su protegida, la almirante Daala, la tarea de investigar. Rápidamente, Daala obtuvo una grabación de la cámara a bordo del Intrépido que mostraba el momento en que se activó la bomba, pero lamentablemente no ofrecía datos concluyentes sobre los culpables.
Esta búsqueda la llevó a profundizar en el motín que siguió a los atentados. Un incidente que resultó en una vergüenza tanto para Tarkin como para Vader, quien retiró a su temida Legión 501 y partió en una búsqueda frenética de rebeldes a lo largo y ancho de la galaxia. Por su parte, Tarkin optó por negar los hechos. Ordenó borrar cualquier evidencia que pudiera haber quedado registrada, prohibió a los pocos testigos que quedaban hablar del asunto y se esforzó por desacreditar los escasos rumores que circulaban. Incluso se negó a discutirlo con ella, pero Daala no tenía dudas: los rebeldes estaban detrás de los ataques.
Siguiendo el encargo de Tarkin para actuar con discreción, Daala evitó solicitar informes a Inteligencia Imperial. Sin embargo, no le costó obtener información relevante sobre la misteriosa Alianza Rebelde. Aunque se escondían en las sombras, ellos mismos emitían una gran cantidad de propaganda contraria al Imperio, y alentaban a unirse a ellos. Los rebeldes no eran solo un grupo de descontentos, sino una fuerza peligrosa liderada por Mon Mothma, la prófuga ex-senadora de Chandrila.
Con todos estos datos en su poder, Daala ideó una astuta estrategia. Sabía que la sucesora de Mon Mothma en el Senado Imperial tendría medios de contactarse con ella. Hizo una holollamada a la senadora Canna Omonda, diciéndole que quería desertar del Imperio para unirse a la Alianza. Simuló un interés genuino por unirse a la lucha rebelde, exhibiendo orgullosamente las naves bajo su mando.
Para su sorpresa, esta última muestra de fuerza pareció ser el factor decisivo para que Mon Mothma aceptara reunirse con ella en persona. Al parecer los rebeldes estaban desesperados por naves, y Daala iba a averiguar para qué.
Y allí estaba Daala, en una antigua mina reconvertida en base rebelde clandestina. Una estación transmisora oculta desde donde la Alianza propagaba su mensaje subversivo a los planetas cercanos. Fingiendo su deserción, Daala charlaba con Mon Mothma, pretendiendo unirse a la causa rebelde, mientras en su mente tramaba un plan mucho más oscuro.
Aunque Mon Mothma había sido más cautelosa al principio, no demoró demasiado en revelar que conocía acerca de la Estrella de la Muerte, y pedirle ayuda para destruirla.
—¿Podemos contar con tus naves para la operación? —preguntó directamente Mon Mothma, con una mezcla de esperanza y cautela en su mirada.
Daala se tomó un instante, aparentemente considerando la propuesta de Mon Mothma. En realidad, estaba evaluando cómo aprovechar la situación al máximo, mientras paseaba su mirada entre la líder rebelde y su asistente. Mon Mothma la miraba fijamente, ansiosa por una respuesta, mientras Lynia Delline se mantenía serena pero alerta.
—Aunque mis cuatro destructores estelares son una flota formidable, dudo que puedan infligir un daño significativo a la Estrella de la Muerte, incluso si aún está incompleta —respondió Daala, fingiendo considerarlo.
Mon Mothma sonrió con seguridad, como si hubiera previsto la respuesta de Daala.
—Claro, así sería si estuvieran solas. Estamos preparando más fuerzas para el ataque, y tus naves deberían ser el factor decisivo que incline la balanza a nuestro favor.
Daala asintió, seguía interpretando su papel a la perfección.
—Me alegra saber que no subestiman al Imperio. Estoy considerando seriamente ofrecerte nuestro apoyo en esta misión. Pero, antes de comprometerme por completo, me gustaría conocer más detalles sobre el plan de ataque —respondió Daala, incitándola a revelar su plan.
Mon Mothma accedió a su solicitud con un asentimiento y se volvió hacia su asistente.
—Lynia, Deséis, por favor resuman el plan para el ataque a la Estrella de la Muerte.
—Por supuesto, señora —respondió la joven, mientras que el droide de protocolo que había esperado pacientemente en un rincón dio unos pasos e insertó una clavija de datos en la ranura de la mesa, activando el holoproyector.
—La Estrella de la Muerte orbita el planeta Despayre, y está protegida por una flota de destructores estelares y otras naves de apoyo —dijo Lynia en un tono profesional, y el droide hizo aparecer un esquema holográfico en el que resaltaba los elementos a medida que ella hablaba—. Nuestras naves atacarán simultáneamente desde varios frentes —los íconos verdes que aparecieron para representar a las naves rebeldes eran más variados que los rojos de la flota Imperial, pero parecían incluir un número sorprendente de grandes naves capitales.
—Aquí es donde tus destructores estelares podrían ser de ayuda —intervino Mon Mothma, y cuatro iconos de destructores verdes se unieron al diagrama de la batalla, dispersando a los destructores rojos.
—Recién cuando las defensas ya estén distraídas, llegará la fuerza encargada del bombardeo. Esperamos que puedan hacer estallar el reactor principal o, al menos, infligir daños significativos.
Daala se sorprendió por el nivel de detalle y precisión representado en los diagramas. Al escuchar los planes rebeldes, Daala asintió con aprobación.
—Es un plan audaz, y sin duda podría funcionar —En esta ocasión, sus palabras eran genuinas. El plan rebelde era sólido; si ella quisiera atacar la Estrella de la Muerte, intentaría algo parecido. Realmente presentaban un peligro para la estación. Sabía que debía informar a Tarkin tan pronto como pudiera—. Creo que puedo ayudar. Pero, antes de comprometerme completamente, debo hablar con mis hombres y asegurarme de que estén de acuerdo en arriesgar sus vidas en esta operación.
Mon Mothma asintió comprensivamente.
—Eso es todo lo que te pedimos, Daala —dijo Mon Mothma con esperanza.
Ni Mon Mothma ni su asistente parecieron sospechar nada cuando Daala sacó su comunicador.
—Capitán Kameda —dijo Daala por el comunicador, sonriendo mientras fingía que iba a pedirle su consentimiento. Pero de repente, su sonrisa se desvaneció, y sus ojos se endurecieron al mirar a Mon Mothma—, ya es hora de atacar.
Una pistola bláster había aparecido en la mano de Daala, y apuntaba directamente a Mon Mothma, y rápidamente, un grupo de soldados de asalto llegó corriendo desde la Arpía, rodeándolas con rifles pesados apuntando hacia ellas.
—¡Mantengan las manos donde pueda verlas y acompáñenme a mi nave! —ordenó Daala con firmeza
Mon Mothma y Lynia, aunque sorprendidas, se mantuvieron serenas y alzaron sus manos en señal de rendición. D6-L5, el droide de protocolo, las acompañaba obedientemente, siguiendo las instrucciones de Daala.
—Yo no soy indispensable. Aunque me mates, la Alianza Rebelde continuará sin mí —dijo Mon Mothma, sin perder la calma—. Si me convierto en mártir, tal vez inspire más que con mis acciones.
—No te preocupes, no vamos a matarlos… todavía. ¡Date prisa, droide! —exclamó Daala, empujando bruscamente a D6-L5, que avanzó más rápido con un ligero temblor en su estructura.
La maniobra había sido tan rápida que las tropas rebeldes parecían haber sido tomadas por sorpresa, pero Daala sabía que su ventaja sólo era temporal. Después de todo, estaban en medio de una base rebelde, y ellos tenían la ventaja numérica.
Los soldados rebeldes los tenían rodeados cuando llegaron al hangar, aunque se apartaban renuentemente para dejarles paso, cuando ella y sus hombres amenazaban a los rehenes.
Ya estaban a pocos metros de la rampa de embarque abierta de su corbeta, la Arpía, cuando todo se salió de control. Daala no pudo identificar quién dio la señal, la asistente de Mon Mothma o algún soldado rebelde, pero en un abrir y cerrar de ojos, las dos mujeres rebeldes rodaron por el suelo, mientras los soldados rebeldes desataban una furiosa lluvia de disparos de bláster hacia los hombres de Daala. El hangar se llenó de caos y ruido ensordecedor, con las ráfagas de energía desgarrando el aire y los hombres cayendo heridos.
Kameda, el capitán de la Arpía, actuó rápidamente, activando las torretas láser de la nave para proporcionar fuego de cobertura a Daala y su equipo. Los soldados de asalto aprovecharon sus armaduras para abrirse paso entre los rebeldes, permitiendo que Daala empujara al droide mientras corría hacia la seguridad de la nave, esquivando los disparos que los perseguían.
La rampa de la Arpía se cerró detrás de Daala, sin esperar a los soldados de asalto, y la corbeta despegó inmediatamente de la base rebelde, en medio del fuego enemigo.
Mon Mothma y Lynia, se resguardaron detrás de unos contenedores, mientras que los soldados rebeldes seguían disparando contra los soldados de asalto imperiales que no parecían desanimados por haber sido dejados atrás.
—¡Tiene a Deséis! ¡No podemos dejar que escape! —gritó Lynia desesperadamente, disparando contra los soldados de asalto, que no parecían desanimados por haber sido dejados atrás.
La Arpía se abrió paso entre el fuego enemigo y se dirigía hacia el espacio abierto, mientras los pilotos rebeldes se apresuraban a abordar sus cazas para perseguirla.
La corbeta estaba a punto de alcanzar el punto de salto al hiperespacio cuando un enorme crucero calamari emergió de la velocidad de la luz, bloqueando su camino. La Arpía maniobró rápidamente para evitar el impacto, pero no pudo evitar que el crucero disparara sus poderosas baterías turboláser contra su costado.
Aunque los daños en el hiperimpulsor limitarían su velocidad hiperlumínica, y era posible que los rebeldes lo hubieran notado, la Arpía logró saltar al hiperespacio y escapar del peligro inmediato. Ahora Daala debía averiguar qué secretos guardaba el droide rebelde, y estaba decidida a dar su informe a Tarkin cuanto antes.
ESPACIO, SISTEMA HORUZ, A UNOS 2200 KM DE LA ESTRELLA DE LA MUERTE
La Sombra Furtiva emergió una vez más del hiperespacio sin ser detectada, sus sistemas de ocultamiento en pleno funcionamiento. Sin embargo, la nave que la seguía no era precisamente discreta. Con sus más de tres kilómetros de diámetro, el Fortressa sería claramente visible en cualquier pantalla de radar.
—La Arpía no aparece en el radar —informó Jan Ors desde la estación de sensores de la Sombra Furtiva—. O nos adelantamos, o no se dirigía hacia aquí.
—Tiene que venir a la Estrella de la Muerte —dijo Aach, intentando más tranquilizarse a sí mismo que a su compañera—, lo último que Tarkin quiere es alertar a Vader.
—El almirante Ackbar también asegura que Daala es la protegida del gran moff Tarkin, y es indudablemente leal a él —confirmó Lynia Delline—. Por desgracia, le preguntamos demasiado tarde, cuando ya habíamos caído en su trampa.
Un momento de pesado silencio se apoderó de la nave. Todos sabían que la operación actual era principalmente para controlar los daños, con pocas esperanzas de infligir un daño real a la Estrella de la Muerte.
—Los Destructores Estelares están cambiando de rumbo para interceptarnos, demorarán varios minutos en llegar a distancia de tiro —continuó Jan estudiando su pantalla—. También detecto algunos cazas TIE cerca de la estación, parece que los sorprendimos en medio de alguna patrulla o ejercicio.
El comunicador crujió.
—Todo listo para comenzar a lanzar los cazas —dijo Sankyen a través del comunicador. La capitana mon calamari era el único ser orgánico a bordo del Fortressa.
Más de un millar de cazas Ala-X, modificados con cerebros droide, esperaban en las bodegas del venerable acorazado clase Lucrehulk. Esa versión modernizada de la tecnología de las Guerras Clon debería compensar la escasez de pilotos entrenados que sufría la rebelión.
—Evasores de la Ecliptic, listos —se reportó Biggs Darklighter desde su Ala-X, como para demostrar que la misión también incluía pilotos humanos. El Escuadrón Crepúsculo, apodado Evasores de la Ecliptic, por la nave imperial en la que habían desertado no hacía mucho tiempo, había salido del hiperespacio a la sombra del Fortressa. Fue el único grupo de pilotos disponible para esta apresurada misión.
—Fortressa, lancen la primera oleada de cazas para enfrentar a los TIEs y atacar la estación —ordenó Aach.
Las grúas de lanzamiento de la nave catapultaron al espacio doscientos cincuenta Ala-X en una rápida secuencia, y los cazas aceleraron rumbo a la estación. Los sistemas automatizados del Fortressa, empezaron inmediatamente a preparar la siguiente ola.
—¡Ahí está! La Arpía ha salido al espacio real a 500 clics —interrumpió Jan, señalando el objetivo en la pantalla de radar.
—Evasores, prepárense para interceptar —ordenó Aach.
La corbeta de diseño mandaloriano de Daala avanzaba rápidamente hacia la Estrella de la Muerte, y ya había empezado a desviar su rumbo para rodear al Fortressa, cuando los Ala-X del Escuadrón Crepúsculo lo alcanzaron.
Más cerca de la estación, la primera ola de Ala-X droide se enfrentaba a una feroz resistencia por parte de los cazas TIE. Estaban sufriendo algunas bajas, pero su mecánica determinación los impulsaba a seguir luchando por la causa rebelde.
—¡Lanzando segunda ola de cazas! —anunció Sankyen desde el Fortressa.
Los Ala-X del Escuadrón Crepúsculo se desplazaban como sombras mortales alrededor de la Arpía, esquivando la lluvia de fuego enemigo con habilidad. Las saetas láser del destructor estelar dejaban estelas de luz verdosa, pero los Ala-X evadían los ataques con destreza, convertidos en objetivos escurridizos y esquivos.
—Esto es extraño —dijo de repente Jan Ors, su voz llena de preocupación—. Los destructores estelares han detenido su avance y empiezan a dar la vuelta.
—Detecto un aumento de energía en la Estrella de la Muerte —dijo Lynia con la voz entrecortada—. Esto no me gusta nada.
—¡Imposible! —exclamó Aach con incredulidad, al sospechar lo que debía estar pasando—. Ta'al y Riij comprobaron que el superláser aún no estaba operativo. No ha pasado tanto tiempo desde que estuvieron aquí.
—Parece que subestimamos la capacidad de los técnicos y constructores imperiales —respondió Lynia con voz angustiada.
—Todavía faltan 30 segundos para lanzar la tercera ola de cazas —intervino la capitana del Fortressa.
El plato de enfoque del superláser principal de la Estrella de la Muerte empezó a irradiar un brillo verdoso, una ominosa amenaza que no debían ignorar.
—¡Sankyen, olvida el lanzamiento! —exclamó Aach con desesperación—. ¡Corre a la cápsula de escape! No hay tiempo que perder.
Antes de que pudiera terminar la frase, vio como el plato de enfoque proyectaba ocho pequeños rayos tributarios, que convergieron en un mismo punto. El tiempo pareció detenerse por un momento mientras se combinaban en un único rayo que salió disparado en su dirección.
El Fortressa, una nave con una historia que abarcaba desde sus orígenes como un carguero de línea de la Federación de Comercio hasta su conversión en nave de combate y participación en las Guerras Clon, era ahora una de las naves nodrizas más grandes y formidables de la Alianza Rebelde. Aunque no era la más avanzada, su imponente tamaño la convertía en un recurso crucial en cualquier batalla.
Pero todo eso ya no importaba. El poderío abrumador del rayo de la Estrella de la Muerte redujo al Fortressa a una nube ardiente de vapor y escombros en un instante.
Un silencio sepulcral llenó el interior de la Sombra Furtiva. Todos quedaron atónitos, contemplando los restos flotantes de lo que una vez fue una poderosa nave rebelde.
—El Fortressa ha sido completamente vaporizado —confirmó Jan en un tono sombrío—. No hay rastros de una cápsula de escape.
—Comandante, aquí Evasor 1 —informó Biggs con voz tensa pero determinada—. Hemos logrado hacer caer los escudos del puente de la Arpía. Solicito permiso para enviar la señal de autodestrucción.
—Concedido —respondió Aach con resignación—. Envía la señal, no podemos permitir que el Imperio descifre la información contenida en ese droide.
—Autodestrucción del droide D6-L5 confirmada —anunció Biggs un momento después. No hubo ninguna señal visible ni audible de la explosión del droide al autodestruirse, pero fue visible en su pantalla.
Aunque Deséis se convertía en otra pérdida en esta misión, al menos habían tenido éxito en ese aspecto. No pudieron recuperar al droide de protocolo, pero era una suerte que estuviera equipado con un dispositivo de autodestrucción, habían logrado asegurarse que el enemigo no pudiera aprovechar los secretos que guardaba.
—Salgamos de aquí —ordenó Aach con la voz cargada de tristeza y determinación—. No podemos hacer nada por los cazas droide. Sin una nave nodriza, están condenados a su suerte. Al menos siguen activos y ayudarán a cubrir nuestra retirada.
Los cazas Ala-X de los Evasores de la Ecliptic saltaron uno a uno al hiperespacio, seguidos de cerca por la Sombra Furtiva. Era una retirada dolorosa y amarga después del desastre que había sido la misión. El peso de la pérdida del Fortressa se hundía en los corazones de los rebeldes, y la ausencia de la valiente capitana Sankyen se sentía como un vacío insuperable. Era un golpe duro, pero Aach sabía que la tragedia podría haber sido aún más devastadora si hubieran arriesgado naves de mayor importancia en el combate.
En los días que siguieron, llegaron noticias de que estuvieron a punto de obtener su venganza. La almirante Daala había sufrido graves heridas durante el ataque a la Arpía, o tal vez debido a la autodestrucción del droide. Fue sometida a una cirugía de emergencia en las instalaciones de la Estrella de la Muerte, y durante un tiempo no hubo más noticias de ella.
Nota del autor
Aparte de intentar desestimar el motín que vimos en el capítulo anterior como nada más que un rumor imposible, cosa que me niego a aceptar como la verdad canónica, la novela Estrella de la Muerte nos deja con las ganas respecto a la investigación que Tarkin le encargó a Daala. Ella pierde la memoria como consecuencia de las heridas que recibe durante este, y nunca averiguamos lo que descubrió.
La primera parte de este capítulo es invención mía,
El ataque del Fortressa se ve en la novela Estrella de la Muerte, pero desde el punto de vista del piloto imperial Villian Dance, y Tarkin. Este es mi intento de justificarlo desde el punto de vista Rebelde.
Esa novela nunca especifica ni el nombre ni el modelo de la nave de Daala. Yo la hice usar una de las corbetas clase-Cruzado que se supone que forman parte de la Flota de las Fauces que ella comanda, suponiendo que preferiría usar algo menos llamativo que un destructor estelar, y el nombre Arpía es para encajar entre los nombres mitológicos de las otras naves de esa flota: Gorgona, Basilisco, Hidra, y Mantícora.
D6-L9 y Lynia Delline vienen de La documentación Farlander, y otros manuales novelizados del juego X-Wing (1993/1994).
La base rebelde de AX-456 viene de Dark Forces: Soldado del Imperio, dentro de no mucho tiempo, el cadete-comandante Kyle Katarn comandará un ataque imperial contra esa base, en el que perdonará la vida de Jan Ors y otros rebeldes.
