Capítulo 14

La batalla de Toprawa. Parte II

TANTIVE IV, HIPERESPACIO, RUMBO AL SISTEMA TOPRAWA

Leia se arrodilló en el suelo del puente de mando, rodeada por el equipo que la lanzadera le había entregado minutos antes. Cargando las notas adjuntas en su cuaderno de datos, se puso a estudiarlas rápidamente.

—Necesito un droide astromecánico —murmuró, más para sí misma que para los demás—. Uno como el que usé en Kashyyyk sería perfecto.

El capitán Antilles, que la observaba con preocupación, alzó la vista de su consola.

—¿Se refiere a R2-D2? —preguntó—. Creo que lo tenemos a bordo. —Tecleó algo rápidamente—. Sí, aquí está. Le ordenaré que venga al puente de inmediato.

Hizo una pausa, dudando, antes de continuar.

—Alteza, permítame reiterar que todo esto me parece demasiado peligroso. Ni bien salgamos del hiperespacio y emerjamos en ese sistema solar restringido estaremos en serios problemas. Con o sin inmunidad diplomática, cuando seamos sorprendidos por la Flota Estelar Imperial estaremos sujetos al abordaje y arresto.

Leia lo miró, sus ojos brillando con determinación.

—Lo sé, capitán. Pero ya no hay vuelta atrás. —Su voz se suavizó ligeramente—. O actuamos ahora o perdemos cualquier oportunidad que la Alianza Rebelde tenga de detener al Imperio.

Antilles suspiró, resignado.

—Espero que este mensaje que quiere interceptar valga la pena —declaró Antilles, con un suspiro de resignación.

—Más de cien vidas se han sacrificado por estas transmisiones, capitán —respondió Leia con voz queda pero firme—. Tienen que valer la pena.

Antilles la miró con curiosidad.

—¿Puedo preguntar qué es, su alteza?

Leia dudó un momento antes de responder:

—¿Has oído hablar alguna vez de la Estrella de la Muerte?

—¿La qué?

—Un arma estratégica imperial. Nos han dicho que es una enorme estación de combate espacial, con suficiente poder de fuego para destruir planetas enteros.

Antilles palideció con una expresión de incredulidad.

En ese momento, las puertas del puente se abrieron con un siseo. Erredós-Dedós entró rodando, seguido de cerca por Cetrespeó. Antilles se acercó a ellos con una cinta de programación en la mano.

—Escuchen bien, ustedes dos —dijo, usando el tono formal requerido para las órdenes prioritarias—. Código de anulación Épsilon Actual. A partir de ahora, restringirán y protegerán toda referencia a la identidad y presencia de Leia Organa a bordo de esta nave.

Los droides asintieron, sus luces parpadeando en señal de comprensión. Con esta anulación, si consideraban que era necesario para cumplir sus instrucciones, los droides podrían tomar acciones que su programación normal restringía, como mentir o autodestruirse.

Leia se acercó a R2-D2, señalando los componentes esparcidos por el suelo.

—Necesito que instales esto —explicó, mostrándole un diagrama en su datapad—. El decodificador y la grabadora van junto a la consola de comunicaciones. Pero este receptor... —Señaló una pieza más pequeña—. Este tiene que ir afuera, cerca del plato de sensores. ¿Puedes hacerlo?

R2 emitió una serie de pitidos afirmativos.

—Perfecto —dijo Leia, y luego se volvió hacia Antilles con una sonrisa astuta—. Sabes, capitán, instalar componentes en el exterior podría ser nuestra coartada perfecta. Podríamos fingir una avería.

Antilles asintió lentamente.

—Podría funcionar. Al menos los droides seguirán las órdenes sin cuestionarlas. —Hizo una mueca—. Aunque no sé si eso será suficiente para engañar a la Flota Imperial.

—Bueno —respondió Leia con una sonrisa tensa—, crucemos los dedos para que estén de buen humor hoy.

De repente, una luz parpadeante en la consola captó la atención de Antilles.

—Estamos saliendo del hiperespacio —anunció.

Todos se volvieron hacia la pantalla del radar, esperando ver la formidable presencia de la flota imperial, peor aún de la que habían encontrado en Ralltiir. Pero lo que encontraron fue… nada. Ni una sola nave a la vista.

Leia frunció el ceño.

—Esto no está bien —murmuró—. Toprawa puede ser un mundo remoto y despoblado, pero... ¿ni una sola nave?

Antilles asintió, su expresión sombría.

—Demasiado silencioso para mi gusto, Alteza.

LABORATORIOS DE INVESTIGACIÓN, ESTACIÓN DE INVESTIGACIÓN IMPERIAL, TOPRAWA

El eco de sus pasos resonaba en el pasillo interminable mientras Havet avanzaba con determinación. A lo lejos, el estruendo de la batalla se había convertido en un murmullo sordo. Las miradas de asombro que recibía a su paso apenas registraban en su mente; tenía un objetivo claro.

La llave del Dr. Anamor resultó ser la llave maestra que necesitaba, abriendo puertas sin resistencia. Las alarmas locales permanecían en silencio, ignorando su presencia.

Al llegar a los laboratorios, Havet se encontró con una escena caótica: los técnicos angustiados movían equipos apresuradamente, cargándolos en un carro repulsor preparado para la evacuación. Dos soldados de asalto estaban de guardia. Sin embargo, al ver acercarse a Havet, la tensión en la sala se mezcló con confusión, y extrañamente nadie lo detuvo. Era el momento de poner en práctica sus dotes de persuasión.

—¿Quién es el responsable aquí? —bramó Havet, alzando la voz. Un científico preocupado se adelantó—. La Comandante Diamond quiere saber por qué estas cosas aún no están cargadas.

—Apenas hemos tenido tiempo para comenzar... —se quejó el científico.

—¡Pues dense prisa! —lo interrumpió Havet, exigiendo acción inmediata—. ¡Esta área podría ser invadida en cualquier momento!

Entregó uno de los estuches apilados junto a la entrada a un técnico, otro a un segundo y dos más a los soldados de asalto. Puso a todos a trabajar sin demora, organizando el equipo en el carro repulsor. Y entonces, cuando todos se afanaban en la tarea, Havet vio su oportunidad.

—¿Dónde están los registros del superláser? —preguntó con fingida casualidad.

La habitación cayó en un tenso silencio. Todos los ojos se clavaron en él, y Havet supo que tenía el control de la situación. Los soldados de asalto parecían avergonzados cuando se dieron cuenta de que él tenía sus rifles bláster, que habían dejado a un lado mientras cargaban el equipo, y que los apuntaba con uno de ellos.

—Muy bien, todos al laboratorio. Ahora.

Un científico intentó ocultar un tubo de tránsito gris que estaba sobre una mesa, pero Havet no tardó en descubrirlo. Sin perder tiempo, abrió el tubo y se encontró con dieciocho pequeños discos de datos, meticulosamente etiquetados y organizados. Eran los planos del superláser.

Por supuesto, todo estaba empaquetado y listo para ser transferido al convoy imperial antes de que fueran emboscados.

Con cuidado, guardó el tubo en su abrigo y liberó a Arf de su escondite.

—Buen trabajo hasta ahora —dijo, su voz cargada de amenaza—. Sigan así y tal vez vivan para contarlo. Ahora, todos debajo de los bancos. Esto se va a poner feo.

Arf, aunque en realidad no estaba diseñado para el combate, emitió un gruñido tan convincente que hizo retroceder a todos.

—Mi perro se encargará de ustedes si intentan algo estúpido —advirtió Havet.

Al salir, selló la puerta con un disparo certero. Arf volvió a su escondite y Havet se dirigió al deslizador más cercano. Mientras se alejaba hacia el Centro de Comunicaciones, solo podía esperar que sus aliados estuvieran cumpliendo su parte del plan.

PERÍMETRO DEL CENTRO DE COMUNICACIONES, ESTACIÓN DE INVESTIGACIÓN IMPERIAL, TOPRAWA

La batalla había llegado hasta justo afuera del mismo centro de comunicaciones. Bria Tharen y sus aguerridos soldados de la Mano Roja luchaban con una ferocidad nacida de la desesperación, enfrentando la implacable marea imperial.

Bria, con el rostro cubierto de sudor y hollín, disparaba sin cesar. Sus ojos ardían con una mezcla de furia y determinación. Habían logrado retrasar a las fuerzas imperiales, dando tiempo a Vermilion y su equipo, pero el costo había sido devastador.

De repente, la voz de Jace Paol resonó por encima del caos:

—¡Ese deslizador es de los nuestros! ¡Cúbranlo!

Bria giró justo a tiempo para ver un deslizador acercarse a toda velocidad, esquivando el fuego enemigo. Sin dudarlo, dirigió una lluvia de disparos contra los soldados de asalto que intentaban derribarlo.

El vehículo se detuvo bruscamente y un joven saltó de él. Bria apenas tuvo tiempo de indicarle el camino cuando un estruendo ensordecedor llenó el aire. Un AT-ST había acertado al deslizador, convirtiéndolo en una bola de fuego.

Un dolor agudo atravesó la pierna de Bria. Una esquirla de la explosión la había alcanzado, haciéndola caer con un grito ahogado.

—¡Maldita sea! —gruñó, luchando por levantarse—. ¿Nos queda algún lanzacohetes? ¡Hay que derribar ese caminante!

Se incorporó, y notó que su pierna sangraba profusamente, pero sabía que no podía permitirse debilidad en ese momento.

—¡Resista, comandante! —gritó Daino, el médico del escuadrón, acudiendo a su lado en medio del caos.

Mientras Daino atendía su herida, Bria observó a Joaa'n cargar y disparar el lanzacohetes. La cabina del AT-ST estalló en una brillante explosión, sus patas metálicas tambaleándose antes de desplomarse.

El vendaje apretado alrededor de su muslo frenó la hemorragia, pero el dolor era insoportable. Bria apretó los dientes, negándose a mostrar debilidad.

Se puso de pie con dificultad, usando su bláster como apoyo. A su alrededor, la batalla continuaba sin tregua. Los imperiales se reagrupaban para otro asalto.

Jace Paol luchaba ferozmente, cubriendo el flanco. De pronto, algo captó su atención: un agujero en la vereda revelaba un pasillo subterráneo. Sus ojos se abrieron con horror al ver soldados de asalto avanzando por debajo.

—¡Comandante, hay un...! —gritó, pero sus palabras se cortaron abruptamente. Un disparo certero lo alcanzó, y Jace cayó, rodando hasta quedar inmóvil a los pies de Bria.

La resistencia rebelde se desmoronaba, pero Bria y los pocos supervivientes se aferraban a su última oportunidad. Cada paso adelante costaba sangre, cada avance exigía un sacrificio. La batalla era un infierno de caos y desesperación, pero la determinación de Bria ardía más fuerte que nunca.

CENTRO DE COMUNICACIONES, ESTACIÓN DE INVESTIGACIÓN IMPERIAL

El deslizador de Havet zigzagueaba entre una tormenta de disparos láser, acercándose al Centro de Comunicaciones. A su paso, soldados rebeldes emergieron como sombras guardianas, creando un escudo de fuego protector. Con un salto audaz, Havet abandonó el vehículo segundos antes de que explotara en una bola de fuego.

Penetró en el edificio a través de una pared derruida, que se había convertido en su única vía de acceso. Atravesó el pasillo con zancadas decididas, su corazón latiendo al ritmo frenético de la urgencia del momento, hasta llegar a la sala de control. Allí, Scarlett y un grupo de técnicos rebeldes trabajaban con una intensidad febril mientras los soldados vigilaban con nerviosa expectación.

—¡Tengo los planos del superláser! —anunció Havet, jadeando—. ¿Dónde está Vermilion? Él tiene el resto de los planos.

—Havet, gracias a la Fuerza, llegas justo a tiempo. Vermilion estará aquí en breve —respondió Scarlett, su rostro irradiando un alivio mezclado con una sonrisa.

La sonrisa de alivio de Scarlett se transformó en una revelación asombrosa. Con un movimiento fluido, se despojó de su disfraz, revelando a Vermilion. La repentina metamorfosis dejó a Havet boquiabierto, y risas nerviosas estallaron a su alrededor, liberando la tensión acumulada.

—Las apariencias engañan, ¿eh, Havet? —dijo Vermilion, su voz mezclando humor y gravedad—. Lamento no haberte revelado todo antes, pero la sombra de Diamond me forzó a tomar precauciones adicionales. Me ha estado pisando los talones, y eso me llevó a estos disfraces y engaños. Gracias a ellos nunca estuvo realmente cerca de atraparme.

—Hasta ahora —interrumpió una voz gélida.

El mundo pareció congelarse. Los paneles de las paredes cayeron, revelando soldados de asalto que los rodeaban. Diamond emergió de las sombras, su sonrisa depredadora brillando en la penumbra.

—Vermilion, los planos, Havet Storm... —enumeró Diamond con cruel satisfacción—. Todo lo que una chica podría desear. Mátenlos.

El infierno se desató en un instante. Havet vio el bláster de Diamond apuntándole, su muerte inminente...

—¡NO! —El grito de Vermilion resonó mientras se lanzaba contra ella.

La saeta de bláster atravesó el aire, y el cuerpo de Vermilion se arqueó antes de desplomarse a los pies de Havet.

La mirada helada de Diamond se cruzó con la de Havet. Los rebeldes, electrizados por la caída de su líder, se lanzaron a una resistencia desesperada.

Suma, una soldado rebelde de mirada feroz, arrojó su bláster agotado y se abalanzó sobre un soldado de asalto. Sus manos encontraron el cuello del enemigo, estrangulándolo con una fuerza nacida de la rabia y la desesperación.

La sala se convirtió en un caos de disparos, gritos y cuerpos en movimiento. Los rebeldes, superados en número pero impulsados por la determinación, luchaban con ferocidad sobrehumana.

Diamond, atrapada en el fuego cruzado, recibió varios impactos. Trastabilló hacia atrás, su armadura humeante, la sorpresa reemplazando su arrogancia.

Havet se giró hacia Vermilion, su corazón hundiéndose al ver la gravedad de la herida. Desesperadamente, intentó usar la Fuerza para estabilizarlo.

—Los planos… —susurró Vermilion, su voz apenas audible—. Frecuencia 1215... Contraseña: Gancho Celestial.

Con el corazón desgarrado, Havet dejó a Vermilion al cuidado de Suma. Corrió hacia la consola, insertó los discos en el Compresor de Datos y añadió los esquemas del superláser. Sus dedos volaron sobre los controles, preparando la transmisión de alta velocidad.

La luz de «listo» parpadeó, un faro de esperanza en medio del caos. Havet miró una última vez a Vermilion, una promesa silenciosa en sus ojos. La galaxia dependía de lo que sucedería en los próximos momentos.

ESPACIO, SISTEMA TOPRAWA

Hasta donde alcanzaban a ver sus radares, la Tantive IV parecía seguir siendo la única nave espacial en todo el sistema. Pero sabían que el Imperio había restringido el área, y su presencia no pasaría desapercibida.

Siguiendo las instrucciones de Leia, Erredós había salido al exterior de la nave. Con sus patas magnéticas adheridas al casco, el droide rodó hasta los sensores de la navicomputadora, donde instaló el módulo receptor sin problemas. Luego, se dirigió a los motores para simular reparaciones.

De repente, el equipo de comunicaciones captó una señal. La estática se definió en una onda portadora.

—Espera, estamos recibiendo algo —exclamó Leia—. No es una transmisión distorsionada. Si tengo la clave apropiada deberíamos poder escuchar… ahora.

CENTRO DE COMUNICACIONES, ESTACIÓN DE INVESTIGACIÓN IMPERIAL

—¡Gancho Celestial, adelante! ¿Me reciben? ¡Prepárense para la transmisión de datos! —gritó Havet presionando el micrófono.

Una voz serena pero decidida respondió por el altavoz, transmitiendo calma y determinación. Debía de ser la princesa Leia.

—Aquí Gancho Celestial, los escuchamos.

—¡Solo tenemos momentos! —advirtió Havet—. ¡Prepárense para copiar!

Havet verificó la frecuencia y la ráfaga de información.

—Estamos listos —confirmó Leia—. Adelante.

La transmisión comenzó.

TANTIVE IV, ESPACIO

Leia supervisaba la grabación de la transmisión en la unidad externa.

—¿Cómo va la recepción? —preguntó Antilles, tenso.

—Perfecta —le aseguró Leia.

El pitido del radar rompió la concentración y las alarmas resonaron en el puente.

Antilles desvió la mirada a la pantalla del radar.

—Destructor estelar imperial a la vista. Nos han encontrado —anunció—. Y hay acorazados imperiales saliendo de la sombra del planeta.

—Sólo necesitamos unos momentos más —suplicó Leia.

—Nave no identificada, éste es el Devastador —resonó la voz de un oficial imperial por el comunicador—. Deténganse inmediatamente, y prepárense para una inspección de seguridad e interrogatorio.

Antilles respondió, intentando ganar tiempo:

Devastador, aquí la Tantive IV. Tenemos una avería, una unidad de mantenimiento extra-vehicular está trabajando en ello ahora mismo.

—Necesito más tiempo —le susurró Leia, observando el progreso de la transmisión.

—Somos una nave consular en misión diplomática y… —continuó Antilles—... y saldremos de este sistema tan pronto como hayamos efectuado reparaciones.

—Las transmisiones aún no han terminado, Antilles —advirtió Leia.

—Su alteza —interrumpió Cetrespeó—. Erredós informa que está siendo escaneado por sensores imperiales.

—Recibimos sus transmisiones, Tantive IV —respondió el oficial imperial—. El Devastador no abrirá fuego. Mantenga su curso actual y prepárese para recibir a los investigadores imperiales.

—Princesa Leia, hemos caído en un nido de picadores —dijo Antilles, en tono ominoso—. Hay tres acorazados imperiales en órbita alrededor del planeta.

—Ya casi termina —dijo Leia.

—No puedo entretenerlos mucho más —advirtió el capitán.

La transmisión se completó, y Leia dejó escapar un suspiro.

—¡Eso es! Lo tenemos —anunció. Pero sabía que todavía no podían cantar victoria—. Sácanos de aquí.

CENTRO DE COMUNICACIONES, ESTACIÓN DE INVESTIGACIÓN IMPERIAL

Havet regresó junto a Vermilion, dejando algunos guardias para asegurar la transmisión. Suma, desconsolada, lloraba en silencio.

—Está muerto —sollozó ella—. Escuchó que comenzaba la ráfaga... me pidió que te comprara un Star Racer.

Havet miró hacia atrás, aliviado de que la transmisión hubiera terminado. Con gentileza, ayudó a Suma a levantarse y la guió hacia la salida secreta por la que habían llegado Diamond y sus soldados. El cuerpo de Diamond había desaparecido, aunque herida, probablemente pudo arrastrarse para huir por el pasadizo por donde había llegado.

—Entonces será mejor que empecemos la evacuación y vayamos a por ese Star Racer —dijo Havet con determinación—. Parece que se avecina un contraataque.

Los demás rebeldes se apresuraron a colocar cargas explosivas antes de seguir a Havet. La batalla se extendía en todas direcciones, pero lograron escapar del Centro de Comunicaciones.

PERÍMETRO DEL CENTRO DE COMUNICACIONES, ESTACIÓN DE INVESTIGACIÓN IMPERIAL

Bria Tharen observó con la respiración contenida cómo el Destructor Estelar se abalanzaba sobre la Tantive IV, sus cañones láser disparando una letal lluvia de fuego. Pero antes de que llegara el momento culminante, justo cuando el destino de la nave correo estaba en juego, la transmisión se cortó en una explosión catastrófica. La torre central de comunicaciones, con sus platos de comunicaciones y antenas de sensores, se derrumbó en una nube de escombros y humo.

Probablemente, los disparos imperiales habían causado la destrucción en un intento desesperado por detener la transmisión, aunque demasiado tarde. Vermilion y su equipo habían colocado explosivos para reducir la estación a escombros, pero seguramente habrían querido presenciar el desenlace de la persecución antes de detonarlos.

Con un suspiro de impotencia, Bria deseó suerte en silencio a la Tantive IV. Ya no podía hacer nada más por ayudarla; sus órdenes seguían siendo claras: defender el centro de comunicaciones a toda costa.

TANTIVE IV, ESPACIO

El capitán Antilles habló por el comunicador:

Devastador, estamos en una misión diplomática. No pueden detenernos ni desviarnos. —Cambiando al intercomunicador interno, ordenó a su tripulación—: ¡Estaciones de combate! Todos los escudos defensivos arriba. Aceleren a la máxima velocidad. Y métannos en el hiperespacio.

—Cetrespeó, que tu compañero vuelva a bordo —ordenó Leia.

—Erredós, debes apresurarte —chilló Trespeó por el comunicador—. La nave está acelerando. Regresa a bordo o serás barrido del casco.

Los motores de la Tantive IV rugieron cobrando velocidad.

Tantive IV, aquí el Devastador —advirtió severamente el oficial imperial—. Nuestros sensores indican que han interceptado transmisiones ilegales. Deténganse… o abriremos fuego.

Las alarmas del puente aullaron mientras la nave imperial se preparaba para atacar.

—¡Rápido Erredós vuelve adentro! —clamó Trespeó.

—¡Enciendan el motor principal, ahora! —ordenó Antilles.

Los poderosos disparos láser del destructor estelar sacudieron a la corbeta.

—¡El Devastador ha abierto fuego! —exclamó Leia.

El puente era un caos de alarmas mientras Trespeó ayudaba a Erredós a entrar por la esclusa de aire.

—Por favor… hiperimpulsor ahora —rogó Leia—. ¡No deben detenernos!

—Activen el hiperimpulsor —ordenó el capitán.

Las estrellas se estiraron para formar líneas cuando la nave aceleró para saltar al hiperespacio, dejando atrás al Devastador y a los acorazados imperiales. Leia sostuvo el disco de datos en sus manos, sintiendo el peso de la responsabilidad y la victoria.

—Todas las secciones, informes de daños —ordenó Antilles.

—¡Lo logramos! —exclamó Leia, con la voz mezcla de triunfo y alivio—. ¡Tenemos los planos!

Nota del autor:

La parte de Leia y Antilles viene del Radio Drama. Aunque el detalle de que no todas las actividades extra-vehiculares de R2 fueron simuladas es un retcon de mi invención, para encajarlo con mi interpretación de la entrega de X-Wing.

Esta vez, la parte de Bria Tharen y su escuadrón gira más de cerca alrededor de la escena de Han Solo: Amanecer Rebelde.

Y la parte de Havet Storm sigue siendo un resumen/adaptación de más fragmentos de Jedi Dawn. Tal vez se nota demasiado el contraste entre el tono ligero de esta parte, y el combate crudo de la parte de Bria.