17 años después
Melbourne, Australia.
Sentado en la barra del bar de un hotel de cinco estrellas recordaba aquel momento con una sonrisa melancólica en su rostro mientras giraba la argolla de matrimonio que adornaba el dedo anular de su mano izquierda, una exquisita y elegante joya de oro blanco de 24 kilates con un diamante negro incrustado en el centro, y en cuyo interior estaban grabadas las palabras "Forever yours", una exactamente igual que aquella que portaba el amor de su vida, con la única diferencia de que esa joya complementaria rezaba la misma frase, pero en griego "Δικός σου για πάντα".
Era su aniversario de bodas número trece y se encontraba a cientos de kilómetros de Londres, su hogar (aunque últimamente no lo sentía como tal). Estaba ahí para asistir al International Congress of Genetics, puesto que había sido invitado a dar una Conferencia Magistral en su área y, donde además, presentaría frente a la élite mundial de expertos en genética los resultados preliminares de uno de los proyectos de investigación que tanto él como su equipo estaban desarrollando, un trabajo considerado como uno de los más ambiciosos en la actualidad y en el que también participaban otras instituciones importantes.
Pese a que aquello era un gran logro, puesto que era un signo de reconocimiento y del prestigio que tenía como científico a nivel mundial, no podría decir que estaba satisfecho en todos los aspectos de su vida. En los últimos meses, había sentido como la chispa entre él y su pareja parecía ir apagándose poco a poco, y no es que no amara a esa persona, al contrario, sentía que le amaba como nunca, pero no podía negar que lentamente algo iba muriendo en su relación. Las largas y extenuantes jornadas de trabajo de ambos se habían interpuesto entre ellos y poco a poco la rutina reinó en el hogar que habían construido juntos.
Aunado a ello, comenzó a notar y a sentir una serie de cuestiones más, se había dado cuenta de que extrañaba su país natal, extrañaba a su hermano y a su cuñado, se sentía triste porque no había podido ver el crecimiento de sus sobrinos mellizos, uno de ellos incluso llevaba su mismo nombre.
Se sentía frustrado e inseguro, ¿qué podía hacer para recuperar la llama del matrimonio?
Tan ensimismado estaba que no había notado una mirada dorada e insistente fija en él. El bartender colocó un portavasos frente a él y en seguida otra bebida exactamente igual a la que acababa de terminarse, ginebra en las rocas. Kanon volteó a ver al joven, confundido.
-Cortesía del caballero de allá.- dijo el trabajador, señalando con la mirada al hombre sentado del otro lado de la barra.
Kanon volteó para toparse con un par de ojos dorados preciosos que le regalaban una mirada penetrante, tan fuerte que sintió un escalofrío recorrer su espalda. El atractivo hombre levantó su vaso en un claro gesto que decía "salud" a lo lejos, el cual Kanon, aunque inseguro, correspondió por cortesía, ambos bebieron.
Ya llevaba un par de copas encima, por lo que no supo en qué momento el hombre, que no le había quitado la mirada de encima, se levantó de su lugar y se dirigió hacia él, poseía un porte imponente sin duda. Tendría unos cinco años menos que él, era rubio y llevaba cabello corto y revuelto, su cuerpo era atlético y musculoso, sin duda era más alto que él e iba ataviado con un elegante atuendo que contrastaba con la rebeldía de su melena y que estaba compuesto por una fina y ceñida camisa azul marino y un pantalón negro de vestir con zapatos a juego. Finalmente el hombre se sentó en el banco junto a él y extendió su mano para que el peliazul la estrechara.
-Hola, soy Rhadamanthys, veo que estás solo, ¿puedo hacerte compañía?.- Dijo con un exquisito y elegante acento inglés.
El tono seductor con el que el rubio se presentó no pasó desapercibido para Kanon, logrando descolocarlo y ponerlo tan nervioso que correspondió al saludo de mano torpemente.
-M…mi nombre es Kanon.
-Encantado Kanon.- respondió regalándole una hermosa sonrisa.- Tu acento… No eres de por aquí, ¿cierto?
-No, soy de….- pero el rubio lo calló posando uno de sus índices sobre sus labios.
-Déjame adivinar.- hizo el ademán de estar pensando mientras colocaba la mano sobre su barbilla y entrecerraba los ojos.- Por tu acento, el delicioso color de tu piel y tu atractivo perfil, deduzco que eres de algún lugar del Mediterráneo, ¿me equivoco?
Kanon se sobresaltó ante el descaro de su acompañante, el hombre no dejaba de escudriñarlo y sentía como sus mejillas ardían, Rhadamanthys lo notó y solo rió suavemente, aquello generó una suave descarga eléctrica en el cuerpo del científico.
-Grecia, tú tampoco eres de aquí.
-Lo sabía, una belleza de tu magnitud no se ve todos los días, ni aquí ni en Inglaterra.- continuó con el tono seductor, sin la más mínima intención de dejar que el color carmín abandonara las mejillas del griego. Por el acento, Kanon ya había deducido que su acompañante era británico; el peliazul se sentía extraño, hacía tiempo que no sentía aquella calidez que otorgaban las atenciones de ese tipo.
-Y dime, Kanon ¿a qué te dedicas?
-Soy.- el pánico de pronto se apoderó de él, afortunadamente tenía experiencia improvisando, después de todo era profesor y conferencista, recordó que en ese mismo hotel se estaba celebrando un Congreso de Estomatología Clínica. -Soy odontólogo.
-Odontólogo, interesante, yo soy abogado.
Kanon analizaba cada detalle de su compañero, teniéndolo más de cerca, pudo notar que su flequillo tapaba una muy poblada uniceja, rasgo que le pareció terriblemente varonil y sexy en ese momento.
Durante aproximadamente una hora y con nuevos vasos llenos de sus bebidas predilectas, continuaron hablando nimiedades y algunos detalles superficiales de sus vidas. Kanon poco a poco se fue relajando e incluso le regaló una que otra sonrisa al rubio, las cuales fueron interpretadas por este último como un triunfo, pues estaba logrando que su compañero se desenvolviera con mayor soltura.
Durante esa hora el rubio había aprovechado para rozar "accidentalmente" con la mano y rodilla en más de una ocasión el cuerpo del peliazul, el cual se estremecía ante el contacto, sin embargo, no lo evitaba. Continuaron unos minutos más así, hasta que con total descaro Rhadamanthys apoyó la palma extendida de una de sus fuertes manos en la parte superior del muslo derecho de Kanon mientras se inclinaba hacia él, invadiendo su espacio personal para hablarle directamente al oído.
-Escucha Kanon, me gustas, eres increíblemente atractivo, ¿por qué no vamos a un lugar en donde ambos nos sintamos más cómodos?
El peliazul cerró los ojos por inercia al escuchar aquel delicioso ronroneo, esta vez sintió un escalofrío mucho más intenso recorrer toda su espina dorsal hasta detenerse en su entrepierna, la cual reaccionó sin que pudiera evitarlo, abrió los ojos avergonzado. Aquello no pasó desapercibido para el rubio, quien se separó solo unos pocos centímetros para mirarlo a los ojos con expresión de deseo y continuó.
-Y bien, ¿qué dices? podemos ir a mi habitación, está en el décimo piso, tiene una vista espectacular.
Kanon se sentía a merced del guapo desconocido que había salido de la nada, hipnotizado por los soles que poseía como ojos, estuvo a punto de estrechar el espacio entre sus rostros cuando de pronto, como si fuera un vaso de agua fría, miles de imágenes asaltaron su mente, imágenes en las cuales compartía con su pareja infinidad de momentos felices, el día de su boda, las visitas a Grecia a su hermano y su familia, algunas festividades y cumpleaños, el día que decidieron adoptar un perro.
Jamás había pensado en ser infiel, incluso cuando, desde su llegada al Kings College, una horda de hombres y mujeres de todas las edades, entre estudiantes y compañeros de trabajo, solían asaltarlo con la intención de cortejarlo en serio, o a veces solamente de llevarlo a la cama. De hecho, a la fecha aquello no había parado, pese a que el peliazul rondaba la mitad de sus cuarentas. Sin embargo, desde su llegada a ese sitio, que después se convertiría en su lugar de trabajo, su mente y corazón siempre le pertenecieron a la persona dueña de aquella fiera mirada y cuya piel estaba tatuada con la imagen de una molécula de ADN.
Kanon se separó agitado y bajó la mirada hacia su mano izquierda, Rhadamanthys pudo notar lo que el otro observaba, alzó su propia mano izquierda y la mostró al peliazul, quien abrió los ojos como platos al notar que en su dedo anular también había una argolla de matrimonio.
-Yo no diré nada, si tú no dices nada. Vamos Kanon, sé que lo deseas tanto como yo.
El peliazul, escandalizado, ruborizado y agitado, fijó de nuevo la mirada en la ajena y permaneció así por varios segundos, los cuales se le antojaron una eternidad.
Quince minutos después, en la habítación 1045 de aquel lujoso hotel, las lenguas del rubio y del peliazul se batían a duelo en un ambiente húmedo con olor y sabor a whisky y ginebra, mientras sus dueños se despojaban con urgencia de cada una de sus prendas hasta quedar totalmente desnudos. Eso sí, ambos tuvieron cuidado en dejar sus respectivas argollas de matrimonio sobre una de las mesitas de noche.
-¿Top o bottom?.- preguntó el rubio agitado mientras sus palmas abiertas bailaban descaradamente sobre la anatomía ajena, paseándose entre la espalda y los bien torneados glúteos del dios griego entre sus brazos, disfrutando la suavidad de la piel ligeramente más bronceada que la propia.
-Descúbrelo tú mismo.- Respondió con sensualidad Kanon, antes de unir nuevamente sus labios con los de Rhadamanthys, lamiéndolos y mordiéndolos ni muy suave ni muy fuerte, lo suficiente como para lograr arrancar un delicioso gemido del rubio, quién ante aquella idea no pudo soportar más y tomó por la cintura al griego para alzarlo y llevarlo a la cama, como respuesta, el peliazul rodeo la cadera del inglés con sus piernas y atrapó de nuevo sus labios por un breve momento, pues sintió como lo dejaron caer sobre la cama, solo para voltearlo boca abajo con fuerza segundos después, el griego se acomodó apoyando los codos sobre el suave colchón.
El rubio se posicionó encima del peliazul con los dos brazos extendidos a sus costados con cuidado para no aplastarlo, ambos sintieron una fuerte descarga de placer al sentir nuevamente como sus pieles desnudas entraban en contacto. La descarga fue más fuerte cuando Kanon sintió la dura y caliente hombría de Rhadamanthys presionarse contra su espalda baja.
El británico apartó el largo cabello añil pasándolo a través del hombro izquierdo de Kanon mientras comenzaba a besar el hombro derecho, al tiempo que acariciaba con la mano los fuertes bíceps de ese mismo lado del peliazul, para después deslizarse por su hombro, cuello y mandíbula, hasta posar su dedo índice sobre los labios del griego y recorrerlos con el mismo, pidiendo permiso para entrar. El acceso le fue concedido cuando Kanon abrió la boca y comenzó a lamer y succionar el dedo del británico, dejando escapar un suave y largo gemido; la vibración que sintió en el dedo a causa de ese sonido salido de lo más profundo de la garganta del griego prendió aún más a Rhadamanthys.
Cuando consideró que su dedo ya estaba suficientemente ensalivado, sin mucha demora lo llevó hacia la línea que separaba los glúteos ajenos y comenzó a introducirlo lentamente en la entrada del peliazul con un suave movimiento circular, logrando que el otro dejara escapar un indecoroso gemido al sentirse deliciosamente invadido por aquel dedo extraño. Rhadamanthys sintió la ligera laxitud de aquellas paredes que rodeaban ese dedo, sonrió maliciosamente sin dejar de moverlo y acercó sus labios a la oreja de su amante.
-Bottom… Qué delicia.- le dijo arrastrando las palabras con voz gruesa, mientras mordía el lóbulo de la oreja del griego.- Pero aún no quiero que esto termine.
Acto seguido, con delicadeza sacó el dedo de la intimidad ajena y, en esta ocasión, con mayor tacto lo giró para dejarlo boca arriba. La imagen frente a sí le pareció casi celestial. El hermoso griego del bar, completamente desnudo, mirándolo con los ojos entreabiertos, sonrojado, agitado y con el miembro completamente erecto y palpitante.
Fue aquel órgano de la escultural anatomía griega el que capturó la mayor parte de su atención, se deslizó felinamente hacia abajo hasta posicionarse en medio de las largas y torneadas piernas que minutos atrás habían rodeado su cadera, y salivando como si frente a sí tuviera el más delicioso de los postres, se abalanzó con cuidado sobre la goteante hombría, degustando con gula el sabor y el líquido que coronaba la punta de aquel enorme, duro y caliente trozo de carne.
Por inercia, Kanon abrió más las piernas y las flexionó apoyándolas sobre la cama mientras llevaba ambas manos hacia la cabeza que se escondía entre ellas, estirando las hebras doradas de cuando en cuando mientras dejaba escapar sin pudor alguno fuertes gemidos de placer. Cuando el momento de su clímax estaba a segundos de distancia, de manera inconsciente el peliazul levantó la pelvis para presionarse contra la boca y garganta de Rhadamanthys, al tiempo que gritaba fuertemente el nombre de su amante furtivo mientras llenaba con su esencia aquella boca con sabor a whisky. El rubio recibió con gusto el líquido caliente y espeso, y comenzó a saborearlo mientras algunas gotas se deslizaban a través de sus comisuras, posteriormente se incorporó apoyándose en ambos brazos y gateó hasta quedar frente al jadeante y sonrojado griego, quien aún sentía los deliciosos espasmos del orgasmo provocado por la boca del británico, el cual seguía deleitándose con la vista que esa noche de hotel en Melbourne le regalaba, y sin soportar más, inició otra batalla entre los labios y lengua ajenos y propios.
Luego del primer orgasmo, lejos de haber mermado la excitación del griego, esta aumentó al punto de que, aprovechando un instante de separación muy necesario para jalar aire, abrió los ojos para mirar al otro.
-Fóllame ya.
El británico le sonrió lascivamente mientras sentía como el griego colocaba ambas manos sobre sus hombros y lo empujaba suavemente hasta quitárselo de encima, solo para incorporarse y ponerse en cuatro, apoyando rodillas y palmas sobre la cama. Rápidamente, Rhadamanthys se posicionó detrás de él, colocando una mano sobre su cadera mientras la otra guiaba su miembro hacia la entrada ajena. Kanon dio un respingo al sentir la punta caliente presionarse contra él y se giró para encararlo.
-Somos extraños, ¿recuerdas? Debes usar condón.
Como respuesta el rubio solo gruñó, pero su compañero tenía razón. Sin demora se incorporó y tomó la botella de lubricante y uno de los preservativos que llevaba en su maleta de viaje, lo abrió con rapidez aventando el empaque en cualquier lugar y forró el enorme miembro con látex texturizado, lubricándolo perfectamente. Con mayor tranquilidad, se acomodó de nuevo detrás del griego, tomó su hombría y la frotó en la entrada de Kanon, como respuesta ésta se contrajo mientras su dueño respiraba profundamente y trataba de permanecer relajado. Entonces, con suavidad y delicadeza, el británico comenzó a penetrar al griego, la descarga de placer que atravesó a ambos cuerpos mientras se conectaban de esa manera era inexplicable para los dos, mientras que Kanon dejó escapar un largo "Mmhmm", Rhadamanthys dejó escapar un fuerte "Aaaahhh".
Por consideración, Rhadamanthys decidió esperar un poco a que la recién invadida entrada se acostumbrara a él mientras posaba ambas manos sobre la cadera del otro, acariciando con suavidad al tiempo que se deleitaba con la visión frente a sí, sin embargo, no pudo controlar sus jadeos, pues sus sentidos eran nublados tanto por la deliciosa sensación de ser envuelto por la calidez del otro, como por por el tacto de la suave piel que acariciaba. Cuando sintió que los músculos ajenos que rodeaban su hombría se contrajeron, supo que esa era la señal para comenzar a arremeter contra el interior de su amante.
Kanon deslizó poco a poco las manos apoyadas sobre la cama hacia adelante, bajando hasta pegar el pecho contra el colchón, provocando que su cadera se alzara más. Si el rubio ya estaba excitado, aquella visión del dios griego ofreciéndose por completo a él lo volvió loco. Las embestidas iniciaron, primero suaves y lentas, pero conforme los gemidos y jadeos aumentaban de volumen, la fuerza con que Rhadamanthys arremetía era más intensa. Pronto los gemidos tímidos de Kanon se convirtieron en descarados gritos de placer, mientras que Rhadamanthys dejaba escapar sonoros bufidos.
Por alguna extraña razón sus cuerpos se acoplaban perfectamente, como si se conocieran de años, pues Rhadamanthys no tardó mucho en encontrar aquel punto que volvía loco de placer a Kanon. Ver al griego debajo de sí gozando gracias a él resultaba ser un potente estimulante, logrando llevar a ambos al borde del delirio sexual. Continuaron perfectamente unidos por unos minutos más, sudando, gimiendo, gritando el nombre del otro hasta que el griego comenzó a sentir de nuevo como cada átomo de su cuerpo vibraba con intensidad y, lanzando un muy escandaloso gemido, explotó de placer de nuevo derramándose sobre las sábanas. Sin dejar de embestirlo, el británico se deleitó con el sonido y el placer de sentir el cuerpo tembloroso de su amante entre sus manos y poco después lo alcanzó mientras apretaba con fuerza los ojos y gritaba el nombre del griego.
Agotados, se dejaron caer en la cama acomodándose frente a frente, jadeando, empapados en sudor, mirándose con los rostros sonrojados y sintiendo sus frecuencias cardiacas aumentadas, se sonrieron.
Kanon se incorporó levemente, solo para tomar ambas argollas de matrimonio, casi idénticas, la única diferencia era que la frase "Siempre tuyo" estaba escrita en distintos idiomas, la de Kanon en inglés y la de Rhadamanthys en griego. Se colocó la suya y tomó la mano de su esposo para colocar en el dedo anular de su mano izquierda la otra, luego entrelazó su mano con la del rubio y la jaló suavemente para poder depositar un suave y tierno beso en su antebrazo, justo donde estaba el tatuaje.
-Feliz aniversario Rhada, te amo.
-Feliz aniversario amor mío, yo también te amo. ¿Ves como la idea del juego de rol fue buena? Por cierto, estuviste fenomenal, por poco y te creo.
Ambos rieron. Rhadamanthys jaló con suavidad a su colega y esposo para aprisionarlo delicadamente entre sus brazos, estaban cansados y no tardaron en sucumbir al sueño. Necesitaban dormir, después de todo, a la mañana siguiente debían estar listos para impartir sus respectivas conferencias en el International Congress of Genetics.
FIN
Mi primer AU y mi incursión en el lemon, espero que haya sido de su agrado.
¿Qué tal, el final les pareció predecible o no lo esperaban?
Inicialmente este sería un One-shot, pero quise agregar el Prólogo para ofrecer un mayor contexto a los personajes y porque quizá tome esa premisa para otros fics.
La verdad decidí hacerlo porque necesitaba experimentar escribiendo lemon antes de llevarlo a Danza de Dragones (spoiler, jeje).
Nota: en este fic Rhada es británico, recordemos que en realidad en la serie original es danés (Islas Feroe).
