Muchas gracias por el apoyo que me han hecho llegar por aquí y por X. Les agradezco, realmente me motiva mucho a seguir trabajando en esto, incluso a costa del progreso en otros proyectos quizás un poco más importantes jajaja.

A todo esto, quisiera hacer un pedido de disculpas. Me he dado cuenta que en la historia de Ace Savvy me referí a Industrias Yates como "Yates Enterprises", y en la historia de Nova ha habido algunos lugares donde la llamé "Empresa Yates". En inglés casi siempre la he llamado Yates Industries, porque la idea es que sea como Stark Industries, de Marvel. Me disculpo por los casos donde la he llamado de otra manera. El nombre oficial es Industrias Yates, y si lo ven de otra manera, es que me he vuelto a equivocar.

Respondo a las reviews:

Omar Fan de Todo03: Muchas gracias! Meli es un personaje secundario de la historia, pero volverá a aparecer. Winston, efectivamente, es el crush de Lola en "L is for Love". Y los Chang no aparecerán en la historia.

ElTrasteroDeDemian: Me alegra que te guste la caracterización de Lola, es increíblemente divertido escribirla. Sí, en efecto, la "escena postcréditos" de la historia de Nova implicaba que Lana vive en el bosque Evergreen. Y la verdad que no esperaba que se cuestionaran que Lola sea CEO, asumí que cualquiera leyendo este AU entendería que es una parodia de Tony Stark y que es así porque es más divertido. Pero debo corregirte: es perfectamente legal que un menor de edad sea dueño y opere un negocio en muchos de los estados de Estados Unidos, excepto aquellos que exigen una edad mínima para formar una Limited Liability Company. Y la mayoría de los estados no pusieron una edad mínima porque nadie se imaginaría que un menor tendría tiempo/recursos para armar una compañía desde cero. Esto confirmado por un amigo estadounidense que está sacando su doctorado en una universidad de California, y con basta experiencia en firmas legales con especialización en comercio. Hablo con él a diario y, en su momento, este tema surgió como algo divertido para chequear (como te puedes imaginar, le interesa analizar curiosidades legales en fanfics), y efectivamente es 100% legal que Lola opere en la compañía. Pero incluso si no lo fuera, esto es un alternative universe fanfic de superhéroes basado en un cartoon, así que no me interesa la factibilidad legal del trabajo de Lola, jajaja. El concepto me parece muy divertido, espero que el suspension of disbelief te permita disfrutarlo también.

J0nas Nagera: Me alegra mucho ver que el cómic te esté gustando! Acerca de los problemas de lectura de Lola, la idea es que le cuesta leer de corrido, no que no pueda leer. Pero sí, los informes no fueron escritos por ella sino por un grupo de expertos y analistas. A medida que vaya avanzando la historia se irán viendo más aplicaciones de sus poderes, un poco como sucedió en la historia de Luna y sus poderes de música. Y sí, el tiempo avanza en el universo, los personajes se vuelven más sabios, más experimentados. Por ahora es el turno de Lola, veremos cómo es que se vuelva más sabia a lo largo de la historia… ¡o tal vez no!

Luis Carlos: Pues sí, si la vieran, podría meterse en problemas. Pero le importaba más mantener el invicto en coronaciones de gloria que mantener el perfil bajo. De todas formas lo hizo a escondidas precisamente para que nadie la vea. Y no, en este AU Meli no es su amiga como en la serie, si no que Lola la contrata para tener una amiga para las cámaras. ¿Es ilógico que esté a cargo de una compañía? Pues sí. Tampoco es lógico que cree y controle diamantes. Pero las dos cosas son divertidas, así que queda disfrutar nomás. Lana pues no está hasta ahora en la historia, ya veremos si es que aparece o no…


Capítulo 2: …una pequeña reina…

Winston procedió a contarme la leyenda del Corazón de Evergreen.

El bosque Evergreen, durante la mayor parte de su historia, no fue más que un pequeño refugio de la naturaleza que se hallaba a algunos kilómetros de Royal Woods. Sin las maravillas naturales del Parque Estatal Gran Aventura ni las actividades recreativas del Campamento Mastodonte, el lugar no era más que una gigantesca colección de árboles en el imaginario colectivo.

Hasta que un día, en la década de los ochenta, la gran explosión cósmica que le regaló superpoderes a la humanidad lo cambió todo.

Poco se sabe acerca de la verdadera naturaleza de aquel evento que cambió la historia de la humanidad para siempre. Algunos lo ven con connotaciones religiosas. Otros como una singularidad universal que vino a destruir todo lo que creíamos saber acerca de la ciencia. Aún hoy, tantas décadas después, nadie tiene respuestas certeras de qué es lo que ha ocurrido, y cada comunidad parece tener sus propios mitos y leyendas acerca de aquel fenómeno cósmico.

Royal Woods, por supuesto, tiene varios.

La leyenda más popular es aquella acerca de la Maldición de Royal Woods. Una especie de maleficio que ha llevado a que, desde los años noventa, ningún metahumano haya logrado sobrevivir más de algunos años en Royal Woods. Héroe o villano, joven o experimentado, todos acaban desapareciendo misteriosamente sin dejar rastro alguno. El único héroe que había logrado escapar de la maldición fue Ace Savvy, quien durante décadas protegió a la ciudad, convirtiéndose en un verdadero emblema de la justicia y los valores de bien. Bajo su protección, todos nos sentimos a salvo, como un padre que vela por nuestros mejores intereses.

Él incluso… La noche en la que…

Ehem.

Aquella noche, cuando la policía se acercó a explicarme acerca del accidente del jet familiar, cuando me convertí en la heredera de la compañía, él me visitó en la Torre Yates.

No le pregunté cómo había logrado esquivar a la seguridad. No intercambiamos muchas palabras, de hecho. Pareció entender que yo no necesitaba hablar. No sé si lo sabía, o si lo intuyó, pero no necesitaba ni un héroe ni un adulto. Sólo necesitaba alguien que me abrazara mientras lloraba. Y él estuvo allí para mí.

Lo siento. En fin, Ace Savvy logró escapar de la maldición de Royal Woods hasta el año pasado, cuando Wild Card Willy lo mató con tecnología experimental que Empresas Tetherby le dio, aprovechándose de su ignorancia.

La segunda leyenda más popular de Royal Woods es la del bosque Evergreen. Hasta donde yo sabía, la leyenda era sólo la creencia de que el bosque estaba encantado, que por eso crecía tan rápido, y algo acerca de cómo nadie lograba explorarlo sin volverse loco.

Si me lo preguntan, creo que hay que estar loco en primer lugar para intentar explorar un lugar sin centros comerciales y lleno de gusanos y ranas. Pero bueno, cada quién con lo suyo.

Winston, sin embargo, me contó más acerca de esta leyenda y de sus inicios, tan relacionados con la explosión cósmica de los ochenta.

Se dice que mientras los ojos del mundo estaban en el cielo, aterrados por la onda expansiva de gases y luces que cubrió al planeta, algunos campistas vieron lo que parecía ser una grandiosa estrella fugaz dorada cayendo del cielo y estrellándose en medio del bosque Evergreen.

Durante los siguientes meses, el bosque comenzó a crecer a un ritmo exponencial. Sus árboles se volvieron tan altos como los de Redwood, sus arbustos se volvieron murallas verdes, y los animales de los alrededores comenzaron a migrar hacia este nuevo paraíso natural. Los científicos no encontraron explicación acerca de este inusitado crecimiento. Fue entonces cuando la gente comenzó a prestar más atención a la historia de aquella estrella fugaz.

Un grupo de cinco amigos campistas decidieron que explorarían por su cuenta el bosque, para tratar de hallar aquel tesoro del espacio.

Un mes más tarde, sólo uno de los campistas regresó. Nunca se supo qué le ocurrió a los otros cuatro, pero el único superviviente quedó dañado de por vida, con su mente destrozada y presa de la locura. Pasó el resto de sus días en el manicomio.

Según la leyenda, él decía haber encontrado a la estrella fugaz que cayó en el bosque. Una pequeña gema, mezcla de diamante y oro, más hermosa que cualquier otra piedra preciosa. Fue el tratar de tomarla lo que, según él, acabó con sus amigos.

—El bosque está vivo —repetía una y otra vez—. El bosque está vivo. La estrella es su corazón. El bosque está vivo.

Las autoridades no lograron obtener más que ello. Eran pocos los momentos de lucidez donde podía pronunciar otras palabras. El resto del tiempo, se comportaba menos como persona y más como un animal, llorando y poniéndose violento cada vez que alguien mencionaba el bosque Evergreen.

Por supuesto, pese a ser palabras de un loco, la idea de una joya, proveniente quizás de la explosión cósmica que trajo los superpoderes al planeta, captivó la imaginación y avaricia de muchos. Durante años, decenas de valientes y arriesgados se aventuraron a entrar al bosque.

Algunos volvieron casi de inmediato, diciendo que el bosque era sencillamente impenetrable.

Otros tantos, regresaron tras algunas semanas tan afectados como aquel loco, cambiados para siempre por lo que sea que hayan visto en el bosque.

La mayoría nunca regresó.

Sin explicaciones científicas que lograsen satisfacer a la población, las leyendas se encargaron de llenar los huecos. Se cree que en el centro del bosque Evergreen, resguardado por horrores y misterios más allá de la comprensión humana, se halla un tesoro invaluable. Un milagro caído del cielo, hijo de la explosión cósmica que trajo al mundo los metahumanos. Una gema única en el mundo, con propiedades desconocidas, aparentemente inalcanzable, lo cual sólo la vuelve aún más deseada.

Un tesoro legendario, la Fuente de la Juventud de esta época.

El Corazón de Evergreen.


Cancelé todas mis reuniones del siguiente día.

El problema de ser una CEO tan joven no es el carácter o la falta de poder real. Tengo ambos de sobra. El problema es que por más que sea más lista que los setentones de la junta de directores, ellos han tenido muchas décadas para aprender cosas, y yo estoy demasiado lejos para ponerme al día.

No estaba al tanto de la leyenda del Corazón de Evergreen. Jamás la había oído nombrar, creí que el bosque sólo era un lugar peligroso que la gente evitaba. Evidentemente, esos buitres de negocios contaban con mi ignorancia para tratar de obtener una ventaja y quitarme del medio.

Según la advertencia de Winston, la Junta de Directores pretendía ralentizar al menos un poco la firma del convenio entre la Alcaldía y yo. Ganar tiempo para que un grupo de mercenarios contratados por ellos y compañías rivales como Sweetwater realizara una última expedición como grupo comando hacia el bosque Evergreen en busca de este mitológico Corazón.

Y si, efectivamente, lograban encontrar semejante tesoro, podrían mantenerlo oculto hasta que las obras de expansión de mi compañía comenzaran. Todo para revelarlo meses más tarde, una vez que toda la infraestructura estuviera preparada para comenzar a generar dinero y un superávit financiero en el mediano plazo. El hecho de que, tras décadas de no creerse más que una leyenda, el invaluable tesoro fuera reclamado no por mí si no por alguien más, sería presentado como una increíble falla de visión por mi parte. Un error que le impediría a la compañía hacerse con el crédito por hallarlo, y perderse posibles miles de millones de dólares en un único activo.

Robarme bajo mis narices, pretender que fue mi culpa, y echarme de mi propia compañía como castigo.

Me apena decirlo, pero la rabia se apoderó de mí, y en un arrebato de furia, creé una estalagmita de diamante que destrozó la mesa de té donde mis peluches y yo discutíamos el plan de acción que debía seguir.

—Oh, Eunice, Mr. Sprinkles, lo lamento tanto —dije, recogiendo los peluches del suelo y quitándoles el polvo de encima—. ¿Qué clase de princesa se deja llevar por las emociones de esta manera?

Observé mi sala de juegos. La columna de diamante cristalino no había atravesado el suelo, sino que se había arraigado a él con una base en forma de copo de nieve. La mesa y algunas de las tasas de plástico habían quedado hechas pedazos con la repentina fuerza del diamante.

Por suerte había sido en mis aposentos privados y no en un lugar público. Mientras nadie se escabullera a mi penthouse durante las próximas veinticuatro horas, el diamante eventualmente se desvanecería y convertiría en polvo, sin dejar pruebas que pudieran exponerme como metahumana frente al mundo.

Lo último que necesitaba era que la Junta de Directores se enterase de mis poderes y lo utilizaran como motivo para despedirme.

—Esos desgraciados —le dije a Eunice, acariciando su brillante melena rosada y su hermoso cuerno—. Winston tiene razón, son tan estúpidos que ni siquiera entienden que yo los volveré más ricos de lo que jamás podrían soñar. ¡No soportan que una niña los venza en su propio juego!

Usé mi otra mano para tomar a Mr. Sprinkles de la mano, y llevé a mis dos mejores amigos hacia la ventana, desde donde podía ver toda Royal Woods. La noche había caído, y la ciudad, MI ciudad, titilaba con los flashes de luz de los edificios, casas y calles, todos tan insignificantes desde la altura donde yo los observaba.

Me encantaría decir que, acompañada por las únicas dos personas (peluches) que se preocupaban por mí, en la cima de la Torre Yates y con la ciudad como telón de fondo, comencé a cantar el primer número musical de mi historia.

Pero no. No fue eso lo que pasó.

En su lugar me dirigí a los archivos secretos de mi padre para buscar números de cazarrecompensas y mercenarios a los cuales contratar para ganarle a Sweetwater y los miembros de la junta.

Dos podían jugar al mismo juego. Y yo iba a demostrarles que era mejor que ellos.


¡Pues aparentemente dos no pueden jugar al mismo juego!

Las sabandijas cazarrecompensas se negaron a responder a mis llamados. Todos los principales criminales del mercado negro jamás atendieron el teléfono. Y cuando me comuniqué con la segunda línea, los mediocres, todos se negaron a participar.

Aparentemente, la palabra se había esparcido por las alcantarillas de la sociedad, y todos sabían que los mejores mercenarios habían sido contratados por "clientes anónimos" para robar el Corazón de Evergreen de mis manos. Y los mediocres no querían trabajar para mí por miedo a represalias por parte de los profesionales.

Estúpidas sanguijuelas. Siempre los consideré unas basuras, pero una vez que los necesito, deciden traicionarme de esta forma. Cuando Industrias Yates estuviera a cargo de la seguridad privada de Royal Woods, me encargaría personalmente de acabar con cada uno de ellos.

No sería como Empresas Tetherby, tan corrupta y trabajando junto con el mercado negro. No, yo sería distinta, me encargaría de acabar con las ratas que destruyen las fundaciones morales de nuestra sociedad.

¡Aunque podría haberlas usado al menos para salvar mi posición en la compañía!

Estaba sentada en mi escritorio, rompiendo caramelos con un martillo y comiendo de vez en cuando algún pedazo de dulce, cuando la línea interna comenzó a sonar.

Con un gruñido de molestia, presioné el altavoz en el teléfono.

— ¿Qué ocurre? —Pregunté, dejándole saber a la persona del otro lado de la línea que no estaba de buen humor.

Señorita Yates, Meli Ramos está aquí.

— ¿Qué? Les dije que cancelaran mis entrevistas y apariciones públicas.

Oh. Lo lamento, no sabíamos que eso también incluía a la señorita Ramos.

La forma en la que lo dijo me hizo enfadar. Parecía insinuar que yo consideraba a Meli como parte de las entrevistas, lo cual probablemente está mal. Pero por supuesto que no era así, ella era mi amiga.

Nuestro contrato así lo decía.

—Por supuesto que no incluye a Meli, ella es mi MEJOR amiga.

Tapé el micrófono y le dirigí una rápida mirada a Eunice.

—Lo siento, cariño, tú sabes que te quiero —quité mi mano y volví a mirar al teléfono—. Me refiero a que deberían haberla hecho pasar mucho antes en lugar de hacerla esperar. ¡Rápido! ¡Quiero estar con mi amiga y… hacer cosas de amigas!

Mientras veía cómo el ascensor se acercaba a mi penthouse, comencé a arreglar un poco mi hogar. Quité los dulces de la mesa, tiré debajo del sillón las frazadas para cuando me quedaba hasta tarde viendo películas en la sala, y cerré la puerta a la sala de juegos, donde el gran diamante aún continuaba de pie.

Me coloqué delante del ascensor y esperé con ansiedad hasta que llegó a mi piso.

Cuando las puertas se abrieron, Meli estaba allí, vestida con la misma aburrida ropa de siempre. Se veía un poco aterrada, con los dedos tapándose los oídos.

— ¡Meli! —La saludé, esperándola con brazos abiertos y una gran sonrisa— ¡Qué alegría verte!

Ella se acercó, y me aseguré de abrazarla frente a la mirada del empleado del ascensor, que rápidamente cerró la puerta y quedó allí a la espera de que lo necesitara.

—H-Hola, Lola —me dijo, devolviéndome el abrazo como si temiera que el contacto la electrocutara—. Se me taparon los oídos.

—Oh, sí, es normal, estamos muy alto —le dije, dirigiéndome hacia los gigantescos sillones frente a la chimenea automática—. ¿Puedes creer que ni siquiera en la cima de la torre de Sweetwater pierdes presión? ¡Ja! Y cree que es mi competencia. Toma asiento, querida.

Con mucho cuidado, se sentó en un sillón a mi derecha, y dejó escapar un chillido al hundirse varios centímetros en el cómodo almohadón.

—Y dime, ¿a qué debo tu visita? —Pregunté, mientras observaba mis uñas esculpidas.

—Me dijiste que viniera temprano —respondió, sonando nerviosa—. Creí que iríamos a una de tus entrevistas.

—Ooooooh. La entrevista en la radio. Cierto. No, no hay entrevista por hoy. Tengo otros asuntos más importantes que tratar.

—Oh. ¿Necesitas que esté contigo en otro documental? —Preguntó, buscando cámaras con la mirada.

—No, no. No hay documentales acerca de mi vida privada y mis amistades tampoco.

— ¿Necesitas que te cuente cómo es una escuela otra vez para tu biografía?

—No, el escritor anónimo que contraté se encarga de inventar todos esos detalles por mí —le aclaré, desestimando la idea.

Parecía genuinamente confundida.

— ¿Y por qué me llamaste?

Incluso yo sé que no está bien decirle a una persona que no la necesitas y que sólo está allí por error. No es como que pudiera quejarse, le pagaría de todas formas, pero ella era una niña muy sentimental, y no quería arriesgarme a herir sus sentimientos.

Si algún reportero la veía abandonar mi torre llorando, podrían inventar una historia acerca de mí y mis amistades. No quería ningún tipo de mala prensa.

Así que, pensando rápido y tratando de recordar escenas de películas entre amigas, decidí mezclar un poco de verdad con mentiras blancas.

—Oh, ya sabes, sólo necesitaba un poco de compañía —dije, desviando la mirada y apoyando el dorso de mi mano sobre mi frente.

Meli hizo un esfuerzo por escapar del almohadón, y me miró con verdadera preocupación en sus ojos.

— ¿Estás bien?

—Oh, por supuesto que lo estoy, nada puede molestar a Lola Yates —me apresuré a responder, antes de suspirar y dejarme caer contra el respaldo del sofá—. Pero tengo un problema, y no sé cómo resolverlo.

—Lo siento mucho. ¿Puedo ayudarte en algo?

—Me temo que no, mi pequeña Meli. Es un problema muy complicado, y las únicas personas que pueden ayudarme están demasiado ocupadas o tienen miedo en hacerlo.

Malditos mercenarios.

— ¿Es algo muy importante? —Preguntó, acercándose un poco a mi lado.

—Absolutamente. De vida o muerte.

Jadeó ante mi respuesta, y antes de que pudiera reaccionar, me tomó entre sus brazos y me abrazó tan fuerte que nuestras mejillas se aplanaron.

—Uh, ¿qué está pasando? —Pregunté, totalmente confundida.

—Yo sé que podrás resolverlo —me dijo, antes de soltarme y tomarme de las manos, aunque las suyas estaban cubiertas por las largas mangas de su vestido—. Eres fabulosa.

—Sí, lo soy.

—Y si es algo realmente importante, quizás puedas pedirle ayuda a los héroes.

Ahogué una risa.

— ¿A los héroes? —Pregunté con sarcasmo, levantando una ceja y sonriendo ante su inocencia.

Meli asintió con mucha energía, sus coletas sacudiéndose en el aire, y su sonrisa casi tan brillante como sus ojos.

—Los héroes siempre se enfrentan a problemas complicados, y ellos nunca tienen miedo. Si es de vida o m-muerte como dices, ¡estoy segura que te ayudarán! Por eso son héroes.

Sacudí levemente la cabeza, cerrando mis ojos y sonriendo. Como si Ace Savvy o las otras heroínas rubias pudieran ayudarme a recuperar un tesoro perdido en medio del bosque Evergreen.

—Oh, Meli, ojalá fuera tan sencillo, pero digamos que la situación es un poco más complicada que ello, no es algo que pueda resolverse con poderes o con un héroe que…

Me detuve a mitad de mis palabras. Una idea comenzó a gestarse en mi mente, una pequeña semilla que en cuestión de segundos creció como el árbol más alto del bosque Evergreen.

—Meli —le dije, tratando de mantener la calma, mientras encendía la televisión y le alcanzaba el control remoto—, ¿quieres ver una película?

—Uh, si tú quieres —respondió, tomando el control como si estuviera en llamas—. ¿Qué te gustaría ver?

—Pon una película de princesas, ¿qué tal La Sirenita Durmiente y la Bestia Jorobada: El Trono de Hielo?

—De acuerdo —dijo, sin sonar demasiado convencida. Quizás ya la había visto muchas veces.

—Ya vuelvo, voy a, uh, pedir que nos traigan algún aperitivo.

Mientras Meli trataba de elegir la película en la plataforma de streaming (parecía muy confundida con el sistema, como si no supiera cómo hacerlo), me acerqué a mi escritorio, comunicándome de inmediato con mi asistente.

—Tráeme toda la comida que se necesita para ver una película —dije, asumiendo que ella sabría mejor que yo qué pedir—, y comuníquense con mis sastres. Diles que es un trabajo de urgencia para esta noche, cinco veces la paga usual.


Señorita Yates, los sastres ya están aquí.

—Excelente. Háganlos subir.

Los tonos naranjas del atardecer bañaban el interior de mi penthouse, añadiendo al efecto atmosférico de las luces cálidas que había dejado en baja intensidad. Sentada detrás de mi escritorio, acomodando los papeles con bocetos que había pasado casi toda la tarde dibujando, esperé un tanto impaciente a que los números en la pantalla del ascensor llegaran hasta mi posición.

Cuando finalmente lo hicieron, me senté derecha y preparé mi sonrisa de recepción.

Las puertas se abrieron, y sólo mis excelentes habilidades sociales y el fino control sobre mis emociones me permitieron no dejar que el enfado y la sorpresa se reflejaran en mi rostro. En cambio, mantuve la amigable sonrisa, pese a estar recibiendo cuatro invitados y no los dos por los que había pedido exclusivamente.

—Howard, Harold, me alegra que vinieran tan pronto —dije, poniéndome de pie y acercándome a saludarlos.

Los McBride, cargados hasta los dientes con cajas de herramientas y rollos de distintas telas, se las arreglaron para acercarse a mí y besar la mano que les extendía.

—El placer es nuestro, señorita Yates —dijo Harold con una gran sonrisa—. Lamentamos la demora, nos encontrábamos en medio de un trabajo.

—Oh, no se preocupen, les aseguro que venir a atender mi pedido les valdrá la pena el esfuerzo —aseguré, antes de dirigir con énfasis mi mirada a los dos niños que, al igual que mis sastres, cargaban con toda clase de objetos—. ¿Asistentes, asumo?

—Nuestros hijos, de hecho —mencionó Howard—. Clyde y Lincoln. Según las instrucciones que recibimos de su asistente, vamos a necesitar de su apoyo para acabar con el traje esta misma noche.

—Le aseguramos que son muchachos responsables y muy habilidosos; siguen de cerca nuestros pasos en la confección de ropa y trajes.

Eché una rápida mirada a los muchachos en cuestión. Uno de ellos parecía tener sentido de moda, al menos, con un suéter azul y amarillo que combinaba bien con su camisa blanca y pantalones negros. Un aire profesional, aunque un tanto nerd, sobre todo con sus gafas con marcos tan anchos. Lo que más llamaba la atención de él era el parche negro que cubría uno de sus ojos. No comenté al respecto, pero me pregunté si acaso afectaría su puntería a la hora de enhebrar una aguja.

El otro muchacho sí que era un verdadero desastre de la moda. Zapatillas blancas deportivas, pantalones de jean, y una sudadera naranja con mangas negras. Típico niño a punto de entrar en la escuela media. Una verdadera pena, pues su rostro era bastante agradable, sus hombros se veían anchos por debajo incluso de una sudadera tan holgada, y el extraño cabello blanco le daba un toque muy particular. Sorpresivamente, cargaba debajo de un brazo una caja con una máquina de coser que parecía ser muy pesada, pero mientras recorría con la mirada mi penthouse, no se lo veía para nada incómodo.

Quizás en unos años podría ser mi nuevo guardaespaldas.

—Ustedes son los expertos, si creen que pueden ayudar, bienvenidos sean —dije, realizando una pequeña inclinación y levantando levemente el borde de mi blusa como si de un vestido se tratara—. Aunque les recuerdo que este trabajo debe ser realizado en el más absoluto de los secretos.

Levanté la mirada nuevamente hacia los McBride, quienes asintieron con rapidez.

Muy bien. Ellos entendían las consecuencias. Debían confiar mucho en sus hijos, aunque supongo que todos los padres son así.

—Excelente. Entonces acérquense y comencemos cuanto antes.

Howard le dijo algo a sus hijos, quienes comenzaron a preparar el área de trabajo. El de gafas comenzó a organizar las telas, mientras Harold abría una maleta llena de tijeras y otras herramientas. El chico de cabello blanco apoyó las máquinas a un lado, tomó una cinta métrica y un cuaderno y se acercó junto a Howard a mi posición.

—Muy bien, ¿en qué trabajaremos esta vez? —Preguntó, mientras yo me colocaba debajo de una lámpara para que tuvieran toda la luz necesaria— ¿Vestido para una cena? ¿Ropa para un evento? ¿Atuendo deportivo para el gimnasio?

—Oh, no, no, no, Howie. Esto es para una aventura —dije con una gran sonrisa—. Los diseños están en la mesa.

No quería decirlo en voz alta, quería que fuese un poco misterioso, pero en verdad no logré contener la emoción.

— ¡Quiero un traje de superheroína!

Todos jadearon y voltearon a verme. Harold y Howard me miraron con cierto temor. El chico de las gafas se paseaba la mirada entre su hermano y yo, y el niño de cabello blanco me miraba confundido, casi con desconfianza.

—Uh, disculpa, ¿un traje de heroína? —Repitió Harold.

— ¡Exactamente! Si han visto las noticias, sabrán que dentro de poco voy a encargarme de la seguridad de Royal Woods. Los medios quieren que me reúna con los héroes locales, y si voy a hacerlo, necesito verme como una de ellos.

Mi excusa pareció alcanzar para calmarlos. Suspiraron aliviados, creyendo que sólo era una niña inocente que quería un disfraz.

No sospechaban que Meli me había inspirado a que, a falta de metahumanos que hicieran el trabajo sucio por mí, fuera yo misma la que se encargase de salvar mi reputación y mi compañía.

La naturaleza no era lo mío, pero estaba convencida de que una niña tan inteligente, elegante y con un poder tan fabuloso como el mío podría encontrar aquella joya y regresar antes de que nadie notara mi ausencia.

—Ya veo —dijo Howard, aliviado, mientras tomaba los bocetos que había dibujado y los examinaba—. No hemos hecho trajes de superhéroes, pero no debería ser un problema. Clyde, prepara el spandex reforzado. Lincoln, comienza a tomar las medidas de la señorita Yates.

—Sí —dijeron ambos.

El niño de cabello blanco, Lincoln, se acercó con cierta timidez, pero con la cinta métrica en mano. Lo ignoré por completo, dejando que tomara mis medidas sin siquiera dirigirle la mirada.

—Simple, pero elegante —dijo Howard acerca de mis dibujos—. ¿Segura que quieres botas? Podrían ser unos zapatos con tacones increíbles.

—Ponte en personaje, Howie, una heroína necesita caminar por terrenos difíciles. No todo es una pasarella en la vida.

—Tiene sentido. ¿Guantes largos? ¿No es un poco ochentoso?

—Protegen contra los mosquitos en la intemperie.

—Oh, pero debo desalentar el uso de la capa —dijo con preocupación—. Las capas son peligrosas, pueden atorarse en elevadores, o ser succionadas por turbinas de aviones.

—La capa no se negocia —dije con determinación—. Es lo que hará que combine con el traje del nuevo Ace Savvy.

El niño sastre dejó caer la cinta métrica con la que medía mis brazos, y casi me golpea en el tobillo. Lo miré con reproche, y él, algo nervioso, me pidió disculpas con un gesto de la cabeza.

Ugh. Principiantes.

— ¿Que combine con Ace Savvy? Ooooh, ¿es que hay una subtrama de romance juvenil? —Dijo Harold con tono de niña escolar contando chismes.

—Todavía no, pero no pueden negarme que un bombón como él merece a una belleza como la mía —dije con confianza y sin un dejo de vergüenza.

El chico Lincoln continuó midiendo mis hombros, pero su rostro se puso rojo como un adorno navideño.

Puse los ojos en blanco. Aún con ciertos rasgos atractivos en su rostro (que me recordaban un poco a mí misma y mi perfecto perfil), niños tontos como él nunca lograrían entender las complejas relaciones de personajes tan importantes como Ace Savvy o yo. Lo máximo a lo que podría apuntar sería a una Lacey St. Claire, con suerte.

Por ahora, el único chico que me llamaba la atención era Ace Savvy, tan noble y valiente.

—No lo sé, señorita Yates, ¿un romance con un héroe? Suena a problemas —dijo Howard.

—Tal vez. Pero nos estamos adelantando. Primero terminemos mi traje, luego concretemos nuestra primera cita, después veremos cuándo nos casamos. ¡Ouchie!

—L-Lo siento —se disculpó Lincoln, tragando saliva y aflojando la manera en la que había presionado la cinta contra mis caderas.

Le dirigí una mirada de pocos amigos. Cuánta falta de clase.

—Bien, creo que tenemos todo lo que necesitamos para hacer un fabuloso traje de superhéroede estas características; funcional, incluso —anunció Howard—. Al menos la parte que podemos confeccionar. Me temo que los accesorios de diamante tendrá que conseguirlos de otro proveedor.

—Oh, no se preocupen por eso, tengo mis contactos —dije con una sonrisa socarrona.

— ¿La tiara también es de diamante?

—Sí. Pero no es una tiara, mi querido Howie, es una corona. Las tiaras son de princesas. Y yo voy a ser una reina.


.

.

.

Sé que las tiaras son más que para princesas, que la realeza también puede tenerlas. Es un comentario de Lola, no lo tomen como una definición categórica del autor.

Y no tenía mucho sentido describirlo desde el POV de Lola, pero sus bocetos para la idea del disfraz son los típicos garabatos de caricaturas donde son bastante feos y para nada profesionales.